-
http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/654600/seccion/akn654600-ds3-ds12
- bcnres:tieneTipoParticipacion = bcnres:Intervencion
- bcnres:tieneEmisor = http://datos.bcn.cl/recurso/persona/1175
- rdf:type = bcnres:SeccionRecurso
- rdf:type = bcnres:Participacion
- bcnres:tieneCalidad = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/cargo/1
- rdf:value = "
La señora CARABALL (Presidenta accidental).-
En el tiempo de la Democracia Cristiana, tiene la palabra el diputado señor Sergio Ojeda.
El señor OJEDA .-
Señora Presidenta , voy a hablar en nombre de los derechos humanos y como presidente de la comisión de la Cámara con competencia en esta materia, porque mucho tenemos que decir sobre el tema que nos convoca.
No hay circunstancia más propicia que la guerra para violar brutalmente los derechos de la persona humana, para pisotear la dignidad del hombre y para hacer más patéticos los sentimientos de odio y el deseo de matar. El derecho internacional humanitario, que es la protección de la población civil, del soldado herido, del derecho a la asistencia, del socorro, tampoco es respetado, así como tampoco lo son las normas sobre las beligerancias en tiempos de guerra, que buscan hacerla más humana, si pudiéramos decirlo así.
La guerra y los conflictos son situaciones que se dan en condiciones y circunstancias muy especiales. No existe el derecho a la guerra. Los estados deben someterse a las disposiciones del derecho internacional y a las normas que regulan nuestra coexistencia.
El gobierno de la Concertación, que en su esencia representa los valores de la persona humana, surge como reacción a la violación de los derechos humanos en épocas pasadas y, por lo tanto, no puede avalar una guerra ni decir que sí a un conflicto internacional.
El Consejo de Seguridad, como organismo de las Naciones Unidas, de la cual somos miembros, no fue creado para aprobar guerras ni para generar conflictos. Su finalidad es asegurar una acción rápida y eficaz para mantener la paz y la seguridad internacional.
Después de la Segunda Guerra Mundial, los estados del mundo se dieron un organismo como las Naciones Unidas para preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra y reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres de las naciones grandes y pequeñas.
A eso hemos ido a las Naciones Unidas y, por ello, hemos aceptado integrar su Consejo de Seguridad, para contribuir a mantener la paz y la seguridad internacional y, como lo dice su Carta, a contribuir con medidas colectivas eficaces a prevenir y eliminar amenazas a la paz, a evitar actos de agresión u otros quebrantamientos de la paz y a lograr, por medios pacíficos y de conformidad con los principios de la justicia y del derecho internacional, el ajuste o el arreglo de controversias o situaciones internacionales susceptibles de conducir al quebrantamiento de la paz.
¿Qué habrá ganado la humanidad, entonces, si la Organización de Naciones Unidas, creada después de la Segunda Guerra Mundial para mantener la paz y la seguridad internacional, no logra evitar los conflictos?, ¿si los miembros permanentes y no permanentes del Consejo de Seguridad no son capaces de mantener la paz o si un estado actúa al margen, quebrantando un principio establecido por las Naciones Unidas?
Nuestro país, como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, debe colaborar y hacer todos los esfuerzos para evitar el conflicto y para que una nación, que es y que se cree poderosa, no actúe unilateralmente, provocando la hecatombe que creemos que se producirá si éste se desata.
Llamamos a solucionar pacíficamente la controversia, como lo establece la Carta de las Naciones Unidas, a través de los mecanismos existentes: la investigación, la negociación, la mediación, la conciliación, el arbitraje, el arreglo judicial, las investigaciones que se están haciendo, los recursos de organismos, los acuerdos regionales y tantos otros medios pacíficos que existen para evitar llegar a la fuerza.
Las resoluciones del Consejo de Seguridad deben cumplirse, y si Irak no las cumple, las Naciones Unidas tienen mecanismos para lograrlo, pero sin recurrir necesariamente a la fuerza. Me niego a aceptar que un país, por sí y ante sí, actúe al margen de las decisiones de las Naciones Unidas para provocar el desarme que pide ese organismo mundial.
Señor Presidente , no queremos guerra, no queremos conflictos bélicos de las características y dimensiones que creemos que puede llegar a tener el que se aproxima, porque la guerra es destrucción y retroceso; así lo hemos visto. En la guerra no hay vencedores.
Nuestro país tiene serios problemas que resolver, así como la humanidad y el mundo entero, que necesitan vivir en paz. Tenemos experiencia en materia de guerra; debemos procurar dar vida y mejores condiciones de vida, antes que dar muerte. El sida está arrasando con África. Hagamos algo, conduzcamos todos nuestros esfuerzos y energías y todos nuestros recursos hacia ese objetivo. Demos más salud, más trabajo y bienestar, y así habrá desarrollo, progreso y podremos vivir como corresponde.
Hablo en nombre de los derechos humanos. La Declaración Universal de los Derechos Humanos, en su preámbulo, establece los fundamentos de este estatuto jurídico universal, elaborado después de observarse los campos de Europa devastados por el flagelo de la guerra, la muerte y la destrucción. Y es que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen como base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales y no enajenables de todos los miembros de la familia humana, puesto que el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad. Así se ha proclamado como la aspiración más elevada del hombre el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de creencia.
Señor Presidente , termino señalando que el artículo 28 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos dice que toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social e internacional en que los derechos y libertades proclamados en esa Declaración se hagan plenamente efectivos.
Por cierto, la guerra no nos asegura ese orden que tanto necesita la humanidad. Por eso, nuestro país debe contribuir a establecer ese orden para la paz y la seguridad internacional y para que el mundo pueda vivir con tranquilidad.
He dicho.
"
- bcnres:esParteDe = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/654600
- bcnres:esParteDe = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/654600/seccion/akn654600-ds1-ds2