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El señor SALAS (Vicepresidente).-
En el tiempo del Comité Socialista y Radical, tiene la palabra la diputada señora Isabel Allende.
La señora ALLENDE (doña Isabel).-
Señor Presidente , el tema que nos convoca a debatir y a reflexionar es demasiado importante y trascendente. No puedo dejar de manifestar mi sorpresa y cierta perplejidad al escuchar las palabras del diputado señor Leay, porque pareciera que tenemos un gran pecado: ser miembros no permanentes del Consejo de Seguridad.
El diputado señor Leay olvida que ser miembros no permanentes del Consejo de Seguridad es un reconocimiento a nuestra permanente contribución al derecho internacional, al prestigio que tenemos en la comunidad internacional y al hecho de velar por que ese derecho internacional respete los derechos de los países más débiles.
Incluso, somos miembros fundadores de la comunidad de las Naciones Unidas, y, como muy bien lo expresó el diputado señor Edgardo Riveros , hoy tenemos la oportunidad y la obligación de pronunciarnos sobre el tema tan importante que nos convoca.
Por desgracia, en mi concepto, en estos últimos meses el mundo ha retrocedido de una manera alarmante en lo que respecta a su evolución en materia de paz entre los estados. No podemos permanecer indiferentes ante el resquebrajamiento del derecho internacional y la autoridad de organismos internacionales ante las Naciones Unidas.
Esto, entre otras cosas, ocurre no porque tengamos un asiento en las Naciones Unidas, como pareciera desprenderse de lo que decía el colega Leay, sino por el empecinamiento del gobierno de los Estados Unidos y algunos de sus aliados, de amenazar con declarar unilateralmente la guerra a Irak, desplegando su poderoso arsenal y cientos de miles de soldados.
Estos son hechos de suma gravedad, porque las consecuencias serán impredecibles y desastrosas. La guerra nunca es aconsejable por la destrucción que causa y, particularmente, por las víctimas y dolores que trae.
En un caso así, la guerra adquiere, además, una connotación especial, porque no sólo iría dirigida contra un gobernante que, sin duda, ha cometido gravísimas violaciones a los derechos humanos en su país y generado conflictos bélicos contra sus vecinos, sino que, por desgracia, por algunos será entendida como una guerra contra una cultura: la musulmana, que en el mundo tiene más de mil millones de seguidores en muchos países. Para otros, esta guerra se entiende como un objetivo estratégico por parte de Estados Unidos cual es, precisamente, la apropiación de las reservas petroleras de Irak. Un triunfo bélico de Estados Unidos y sus aliados puede traer reacciones posteriores incontrolables en contra de los países agresores, porque se están rompiendo los actuales equilibrios estratégicos de las naciones y estimulando acciones terroristas de parte de sectores extremistas que profesan el islamismo.
Nos preocupa la actitud bélica que denunciamos, pues atenta gravemente contra principios que sustentan el derecho internacional, en este caso básicamente los referidos a la solución pacífica de las controversias, la prohibición del uso unilateral de la fuerza contra un estado, la soberanía de las naciones, el respeto de los derechos humanos y el multilateralismo, cuyo respeto son la única garantía de paz en el mundo.
Por cierto, mi opinión no excusa al gobierno de Irak de sus atropellos a los derechos humanos, de sus atropellos al derecho internacional, del incumplimiento de las resoluciones de las Naciones Unidas. Por eso, estoy plenamente de acuerdo con su desarme en un plazo perentorio. Ello está ocurriendo o comienza a ocurrir y, en rigor, tiene que alejar la posibilidad de un conflicto sobre cuyas consecuencias ya hemos hablado. Irak no es una potencia que amenace al mundo, pero una acción militar en su contra sí puede generar condiciones de inestabilidad que afecten al mundo entero.
Los países que se comprometan en una acción de guerra unilateral contra Irak no sólo actuarían como una asociación ilícita, sino que, por el tipo de armamento, que ya hemos visto desplegado en la frontera, causarían grave daño a la población civil de un país que supera los 20 millones de habitantes, a la infraestructura material, al medio ambiente, el que demandaría muchos años en recuperarse. Las secuelas, como los mutilados de guerra; las consecuencias físicas y mentales entre los niños y adultos por el empleo de tales elementos violarían el derecho humanitario internacional de los conflictos armados y configurarían el delito de crimen de guerra, cuya responsabilidades exigen, necesariamente, ser perseguidas.
Por las razones expuestas, en nombre de mi bancada y del Partido Radical Social Demócrata, expreso mi más categórico rechazo a la guerra. La lógica de la guerra es absolutamente contraria a la necesidad de paz que tiene la humanidad para asegurar su continuidad. Chile, a través del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, sólo puede tener una posición: el respeto irrestricto a los principios y al derecho internacional. En ello se basa la paz y la construcción del mundo civilizado.
El Gobierno de Chile debe rechazar el uso unilateral de la fuerza y abrazar, sin ambigüedades, la causa de la paz y el rechazo a la guerra.
He dicho.
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