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El señor COLOMA.-
Señor Presidente , de la relación que distintos Senadores han hecho de este proyecto y de su propio texto uno puede entender que lo que aquí se está buscando, al final, es generar una norma prohibitiva y permanente para efectos de enfrentar la congestión vehicular y la contaminación atmosférica.
Es un cambio en las políticas públicas que ha habido hasta ahora, donde más bien se ha pretendido enfrentar el problema medioambiental con medidas parciales en materia de prohibiciones.
Yo advierto en este proyecto una tendencia a insistir en una forma de abordar los conflictos basada mucho más en la prohibición y en la restricción que en el uso de la inteligencia, de la capacidad, en el buen funcionamiento de las obras, en el cumplimiento de los compromisos, como señaló un Senador que me antecedió en el uso de la palabra.
Aquí hay un problema bien medular. Y no es cuestión de ser voluntarista. Si alguien piensa que los síntomas de una deficiencia severa pueden ser enfrentados creyendo que van a ser definitivos, simplemente tratando de ocultar o de disminuir esos síntomas, está profundamente equivocado.
Creo que, más allá de su intención, esa es la fórmula incorrecta de abordar los problemas de estructura, de generación de un modelo sustentable en nuestro país. Esta medida estará lejos de producir los efectos que se pretenden. Y no solo en el ámbito medioambiental -que, por último, es mucho más medible-, sino también en el plano de la congestión, bastante más complejo y cuya medición es muy arbitraria. Lo hablábamos con algunos colegas. A veces las congestiones de ciudades regionales pueden ser harto más severas que las que ocurren en Santiago, y las formas de abordarlas no tienen por qué ser simétricas. Me parece muy pertinente colocarlo arriba de la mesa.
¿Cómo deben enfrentarse, a mi juicio, problemas de esta naturaleza?
Primero, mejorando el sistema vial. Imaginemos que el sistema de restricción y prohibición sea eficiente la primera semana y que después, al mes -porque va a haber sucedáneos: el segundo o el tercer vehículo será uno de ellos- se vuelva en contra. La tendencia natural será aumentar la restricción, con tres, cuatro, cinco o seis dígitos, generándose al final, por la vía de la prohibición, una limitación total a la capacidad de desplazamiento de los ciudadanos.
Por lo tanto, creo que lo primero que hay que tener presente es cómo mejorar el sistema vial: cómo mejorarlo en serio y no con proyectos centralistas como lo que ha implicado el Transantiago durante los últimos años.
Segundo, habría que optimizar el transporte público. Y lo separo del Transantiago porque el transporte público es de todo el país. Obviamente, hay señales inquietantes respecto de la falta de innovación, particularmente en regiones. A estas alturas ya hemos discutido, con motivo de cada una de las leyes que se proponen para aumentar los fondos del Transantiago, cómo se utilizan los fondos espejo respectivos: si van al fondo del asunto o simplemente a paliar un síntoma.
Para mí, la fórmula racional de enfrentar el problema sería a través de mejoras al sistema vial, mejoras al sistema de transporte público, y -como una tercera vía- incentivos para que los usuarios prefieran movilizarse en este último.
Un Senador que me antecedió en el uso de la palabra planteó una cosa que me parece de buen sentido: generar vías más rápidas para las personas que no vayan solos en sus vehículos en horarios peak para determinados desplazamientos ciudadanos. Me parece que eso apunta a una forma de incentivar y no de prohibir. Creo que todo aquello que tienda a mejorar las conductas, a formar una cultura de desplazamiento diferente, va en el sentido correcto. Lo más fácil siempre es prohibir, sancionar, castigar, lo cual es ilimitado. Se parte castigando un poquito, pero el día de mañana se puede llegar a castigar los tacos y a sancionar a los responsables.
No todo en la sociedad es prohibición, no todo es restricción. Debemos tener la capacidad de inteligencia para enfrentar los problemas medioambientales o de transporte público mejorando los sistemas, creando incentivos y aplicando una perspectiva más creativa que restrictiva.
Entiendo que algunos Senadores quieran encarar la situación por la vía de la prohibición, pero al menos yo no soy partidario de enfrentar las dificultades de esa forma porque, al final, si ella se proyecta a todos los ámbitos de la vida, nos vamos a encontrar con una sociedad cada vez menos libre y con menos capacidad para crear, al estar todo enfocado en el tema de la prohibición.
Por eso, señor Presidente , no comparto este proyecto. No juzgo intenciones, que me imagino que serán muy legítimas, pero creo que apunta en un sentido incorrecto en la forma de abordar los problemas de contaminación y de congestión que se dan en las ciudades modernas. Representa una fórmula distinta de la lógica que, en mi opinión, debiera impregnar las políticas públicas, y por eso no lo voy a aprobar.
He dicho.
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