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El señor SALAS (Vicepresidente).-
Tiene la palabra el diputado señor Mario Escobar.
El señor ESCOBAR .-
Señor Presidente , creo que la mejor definición de “cultura” es una muy breve, que dice que es la transformación de la naturaleza hecha por el hombre. Y cuando hablamos del hombre, nos referimos a un ser único e individual, siempre pensando en su libertad. Por lo tanto, cuando uno tiene la maravillosa oportunidad de trabajar en pro de la cultura, como tuve la suerte de hacerlo durante muchos años, se da cuenta del mundo extraordinario en el que se desenvuelve: lleno de ideas, de personas que buscan ser escuchadas y expresarse mediante su creación. Entonces, cuando se trata de legislar sobre algo tan importante como la cultura, se debe considerar que es un ámbito no exento de polémica, porque curiosamente los artistas se unen como hermanos frente a una causa común, pero se transforman en enemigos irreconciliables cuando se trata de luchar por un aspecto en especial. Por eso la cultura no está exenta de polémica.
En nuestro país, tenemos todo lo que sale en los medios de comunicación, las discusiones acerca del tema de los desnudos, entre ellos, de la “Baby Vamp”. Sin ir más lejos, la diputada señora Ximena Vidal es criticada acerbamente por expresar una opinión que apunta precisamente a la libertad de la cultura. Eso nos da una pauta de la complejidad de ese mundo.
En el proyecto hay muchas cosas que no comparto. Por ejemplo, se pretende unificar diferentes instancias culturales, como la División de Extensión Cultural, la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, el Consejo Nacional del Libro y la Lectura; pero, curiosamente, se deja afuera a la Dirección de Asuntos Culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores. ¡Para qué hablar de lo que significa la conformación de los representantes, de acuerdo con el artículo 5º, a nivel nacional, y de los consejos regionales!
Cuando en Calama se me ofreció un cargo relacionado con la cultura -la corporación había nacido durante el gobierno militar-, al alcalde delegado le pedí una sola condición para asumir: que me permitiera abrir las puertas de la entidad, porque la población sentía que esa corporación estaba manejada por el régimen. Abrimos las puertas y llegaron, entre otros, los Parra y Volodia Teitelboim , pese a las muchas críticas. A mi parecer, la cultura no debe estar en manos de nadie en particular; debe ser libre.
En este ámbito, el rol del Estado debe fomentar -no controlar- la cultura. Entonces, cuando uno, en una actitud de vida, ha visto y ha trabajado con aquello de lo cual trata esta iniciativa, siente que vuelve el control. Tal vez, en forma sutil, sin intención de hacerlo, pero igualmente es control, y gubernamental.
Como consejero regional, tenía sólo una posibilidad para opinar respecto del Fondart, y se emitían grandes críticas por parte de las autoridades regionales de Educación cuando no estábamos en su línea. Por ello, los consejos regionales de todo el país determinaron hablar con el ministro del ramo para pedir que ojalá los consejos regionales tuvieran mayor tuición sobre el tema cultural en las comunas, provincias y regiones. Hubo un compromiso verbal, luego de lo cual el ministerio redactó un decreto y los consejeros regionales nunca más pudieron opinar al respecto. Entonces, cuando uno ha visto y sabe lo que puede pasar, tiene, obviamente, una enorme aprensión.
Aquí, el Consejo estará dominado por representantes de gobierno, cualesquiera que éstos sean, a nivel nacional y regional, en circunstancias de que deberíamos hacer exactamente lo contrario: que el Estado fomentara la cultura y que ojalá llegáramos a las instancias más pequeñas, las municipalidades. Entreguemos los recursos y que ellas tengan su consejo y trabajen la cultura.
En definitiva, por esa misma impresión que tengo, me es imposible, queriendo como quiero al mundo de la cultura, aprobar un proyecto como éste si no se le hacen las delicadas correcciones que amerita.
He dicho.
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