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El señor SALAS (Vicepresidente).-
Tiene la palabra el diputado señor Camilo Escalona.
El señor ESCALONA.-
Señor Presidente , el proyecto es de gran trascendencia y constituye un paso importante de avance en el desarrollo humano del país. Se trata de promover y fomentar la cultura, entendida ésta no sólo como manifestaciones artísticas aisladas, sino como parte del patrimonio común de la nación; en tal sentido surgen -como es lógico- preocupaciones y distintos enfoques, a los cuales es conveniente referirse.
Uno de los más importantes por tratar y debatir es, desde el punto de vista de los clásicos del pensamiento democrático, la relación entre libertad e interés general o entre libertad y bien común.
Existe preocupación en las bancadas de Oposición en relación con este tema, consignada básicamente en el informe por la opinión del diputado señor Correa, en el sentido de que aquí habría elementos preocupantes en relación con el ejercicio de la libertad versus la responsabilidad del Estado.
Sobre esta materia quiero manifestar a los colegas de la Oposición que uno de los más importantes teóricos del pensamiento liberal del siglo XX -por cierto, no una persona de izquierda-, Karl Popper , en un artículo publicado recientemente en los medios de comunicación, al que fácilmente se puede tener acceso, hace una definición muy importante en relación con esta materia y señala que sin Estado desaparece la libertad. Esta afirmación, tan fuerte y tajante, de un liberal, la deberíamos tener presente cada vez que hagamos una reflexión sobre el particular.
La sociedad sin Estado es un reino en el que prevalece la ley del más fuerte; la sociedad sin Estado no puede hacer prevalecer su objetivo básico: la existencia del bien común y del interés general. Por eso, en esta reflexión es muy importante establecer que en los clásicos del pensamiento democrático de las más diversas corrientes de opinión, sean del pensamiento socialista, liberal, socialcristiano, hay una referencia permanente y sistemática a la responsabilidad del Estado en cuanto garante del bien común. Y eso es lo que está recogido en el proyecto.
Si en nuestra sociedad, marcada por tan fuertes y tremendas desigualdades, no existiera esta institucionalidad cultural, promover el desarrollo de la cultura y de las artes sería imposible. Reflexionando sobre la base de mi propia realidad y de la experiencia de que dispongo, pienso en una expresión cultural tan importante como la Orquesta Sinfónica de Curanilahue. ¿Hubiese sido posible que esta maravilla existiera sin que hubiera habido responsabilidad del Estado de por medio? ¡Sería imposible! ¡Nunca habría ocurrido aquella experiencia!
Entonces, así como se argumenta: “¡Cuidado, no vayamos a incurrir en alguna tentación de dirigismo cultural!”, también es válido argumentar al revés: ¡Ojo, cuidado, no vaya a ocurrir que las aprensiones sobre el dirigismo cultural nos conduzcan a la ausencia de la responsabilidad del Estado en materia del desarrollo cultural y humano del país, lo cual significaría llevar el futuro de la nación chilena a la postración o al apagón cultural, como se llamó en su época y en su tiempo, aludiendo a una experiencia muy nefasta y negativa de intentos de control de la cultura por parte de un régimen totalitario.
Estamos de acuerdo en que compartimos la necesidad de la defensa de la libertad. Para que haya libertad, estoy convencido de que debe haber quien la garantice, y eso es responsabilidad del Estado; que no sólo quienes tienen grandes recursos puedan acceder al arte y a la cultura; que no sólo el joven que pueda financiarse, por ejemplo, estudios en un colegio particular, cuya colegiatura mensual es superior al medio millón de pesos y la matrícula cercana o superior a los dos millones de pesos, tenga acceso a las maravillas del arte y de la cultura. Estoy de acuerdo en que ese joven lo tenga; me parece muy bien, y estoy dispuesto a defender su derecho a hacer uso de las maravillas de la cultura y de las artes; pero también reclamo que los jóvenes que estudian en un colegio lejano del centro de la capital tengan la posibilidad, como en el caso de los jóvenes de la Orquesta Sinfónica de Curanilahue, de ejercer sus aptitudes y su talento en el campo cultural.
Este proyecto significa avanzar en estas materias, porque la responsabilidad del Estado es la que debe permitir el ejercicio de la libertad.
Cuando en una sociedad la huella de la desigualdad es tan fuerte, se corre el riesgo de no hacer efectivo el ejercicio de la libertad. Hay una evidente e indispensable relación entre ambas cosas.
Un ciudadano o ciudadana, una persona subsumida en el agobio de la miseria y de la pobreza, naturalmente no puede gozar de su libertad. Para que pueda ejercerla, deben existir los instrumentos públicos, aquellos que garanticen el bien común, que establezcan los mínimos sociales necesarios para que esos ciudadanos y ciudadanas puedan ejercer la libertad. Por eso mismo, considero que el proyecto es profundamente libertario, porque se propone abrir las potencialidades culturales de los ciudadanos y ciudadanas del país.
Una última reflexión. Es evidente que la cultura no se puede reducir o limitar al ámbito local. Lo digo con el respaldo que significa el hecho de que, desde 1990 en adelante, se han llevado a cabo en el país importantes transformaciones en el ámbito regional y municipal, promovidas por los gobiernos de la Concertación, que respaldamos. Entre otras, la posibilidad de que las comunas elijan democráticamente sus autoridades; pero el tema del desarrollo cultural de la nación va más allá del ámbito municipal -seamos claros en eso-, sobre todo en esta época globalizada. Por lo tanto, debemos defender y promover un patrimonio como nación; de lo contrario, es muy difícil que el país enfrente con éxito tareas comunes, por ejemplo, y en otro ámbito, la discusión del tratado con la Unión Europea; en definitiva, todos los desafíos que presenta la globalización tienen la exigencia del desarrollo de Chile como nación.
Sin duda, la Orquesta Sinfónica de Curanilahue no existiría si sólo recibiera apoyo municipal o regional. En consecuencia, es indispensable que instrumentos y herramientas de carácter nacional que garanticen expresiones locales como ésa -al ser parte de nuestra cultura, son una expresión nacional-, tengan la promoción, el fomento y el respaldo del Estado, es decir, de aquel que es capaz de responder por el bien común.
He dicho.
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