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El señor LARRAÍN.-
Señor Presidente, lo primero que corresponde hacer es felicitar al Tribunal Constitucional por haber puesto las cosas en su lugar.
Aquí se discutió mucho el asunto. Incluso algunos colegas de las bancadas de la Nueva Mayoría admitieron que el proyecto de reforma laboral presentaba serias dificultades de orden constitucional. De hecho, muchos actores de ese sector lo dijeron públicamente.
El Tribunal Constitucional, al impedir el monopolio sindical, restableció los principios de libertad sindical, que inspiran a la OIT y, también, a nuestra Carta Fundamental, como ocurre en muchos países del mundo.
Eso nos parecía esencial y, por lo mismo, era necesario respetar no solamente la posibilidad de que los trabajadores buscaran otros mecanismos de organización, diferentes de los sindicatos, sino también el hecho de que la extensión de beneficios no requiriera el veto del sindicato.
Ahora, ¿por qué se procedió así?
Aquí se habla mucho de defender los derechos de los sindicatos -por cierto, los respeto y se debe hacer todo lo posible por fortalecerlos-, pero no podemos obligar a los trabajadores a expresarse por esa vía.
Quizás, deberían preguntarse ustedes, los que defienden tanto la titularidad sindical, por qué solo un 15 por ciento de los trabajadores en Chile está sindicalizado, por qué el 85 por ciento restante no lo hace, si nadie se lo impide.
En mi opinión, ello obedece a muchas cosas: entre otras, a que hay mucha politización e instrumentalización de los sindicatos. A veces es casi como pedirles a los trabajadores que entren a un partido político. En eso se han convertido muchos sindicatos, gremios y confederaciones. Incluso, algunos discuten sobre la Constitución, el aborto... ¡cualquier tema! Y al final, no representan a los asociados. De ahí que los trabajadores no quieran afiliarse.
Por esa razón, se expresan los grupos negociadores con mucha fuerza. Quitarles ese derecho era inconstitucional. ¡Y así se ha establecido!
Valoramos esa decisión y, también, el que se entienda que se generan consecuencias a partir del fallo del Tribunal Constitucional.
Lamentablemente, no vemos que el Ejecutivo esté tomando las medidas adecuadas para avanzar. Como muy bien lo ha dicho el Senador Andrés Allamand , aquí el Gobierno no está acatando las resoluciones del fallo y los efectos que de él se desprenden.
Quiero recordar uno de los aspectos resolutivos del referido fallo. El SEXAGÉSIMO TERCERO dice: "asimismo, las constataciones de inconstitucionalidad a las que este Tribunal ha llegado son incompatibles con cualquier disposición transitoria o accesoria a las normas impugnadas en este requerimiento y que han sido declaradas inconstitucionales".
¿Qué significa eso? Que, por ejemplo, los pactos de adaptabilidad deberían entenderse como parte de aquello que no está circunscrito solo a la determinación de la negociación sindical. Cuando el Gobierno, a través del veto, deja dos pactos con titularidad sindical -margina tres y mantiene dos-, está contradiciendo la citada disposición; está yendo en contra de su cumplimiento.
Además, en el aspecto resolutivo TERCERO se indica que se acoge el primer capítulo de impugnación, referido al artículo 1º, numeral 4°, que sustituye un inciso del artículo 6º del Código del Trabajo; así como al artículo 1º, numeral 37, que sustituye el Libro IV. ¡Y así, sucesivamente!
Es decir, por efecto del fallo, no solamente se eliminan ciertas disposiciones de la reforma, sino también las sustituciones que, a partir de estas, se introdujeron a parte del proyecto. Por tanto, es preciso que eso quede plasmado en el texto que se promulgue.
Necesitamos ver la proactividad del Ejecutivo para asegurar que los contenidos de la resolución queden debidamente cumplidos. De lo contrario, ahí se termina por cerrar el círculo del desacato.
Por otra parte, varios de los Senadores de la Nueva Mayoría aquí han manifestado que en esta materia no hubo acuerdo por culpa nuestra.
A mí y al Senador Allamand nos tocó participar en muchas conversaciones sobre el particular.
El primer problema que tuvimos fue que el asunto por negociar variaba dependiendo de con quién uno dialogaba. Es bueno que se sepa: no es lo mismo conversar con la Ministra del Trabajo que hacerlo con el Ministro de Hacienda. Ellos no piensan lo mismo, como lo saben todos los chilenos. Hemos visto sus diferencias una y otra vez respecto de este proyecto.
Además, nos pedían contradecir el fallo referido. Ustedes comprenderán que, habiendo recurrido ante el Tribunal Constitucional y ganado el caso, nosotros no íbamos a ir en contra de lo resuelto en el fallo adhiriendo a un acuerdo político; sobre todo, porque nuestro sector quiere que los trabajadores no afiliados tengan sus propios derechos y no estén obligados a negociar por la única vía del sindicato.
¡No estamos a favor del monopolio sindical!
Respetemos los sindicatos y que estos se ganen el afecto de la gente.
Yo también creo en el voto voluntario -¡y es por algo!-, porque creo en la libertad de las personas y en los derechos de los trabajadores.
Y eso es lo que se contradice por esta vía.
Ahora me referiré al veto directamente.
En primer lugar, pienso que es absolutamente contradictorio -¡una vez más!- lo que plantea el Gobierno mediante este veto con lo que se consigna en el mensaje de la reforma laboral. Una y otra cosa no quedaron amarradas. Supuestamente, como algunos aquí han dicho, hay un equilibrio entre los sindicatos, la titularidad y el pacto de adaptabilidad. ¡Pero no es así!
La Presidenta de la República en el mensaje, firmado por varios Ministros, establece, entre otras materias, lo siguiente:
"Una economía abierta y competitiva requiere que las empresas tengan capacidad de adaptarse a un entorno que impone desafíos crecientes en materia de productividad y competitividad. Para enfrentar estos desafíos, las empresas deben contar con las herramientas necesarias para adecuarse a los ciclos productivos, actuando con oportunidad y eficacia. Estos ajustes no pueden sino emanar del entendimiento entre los trabajadores y las empresas, en un marco de diálogo y colaboración.
"En consecuencia, se busca reconocer una amplia libertad y autonomía a las partes para negociar y establecer acuerdos sobre otras materias propias de la organización del trabajo, más allá de las condiciones comunes de trabajo y las condiciones remuneracionales, eliminando las restricciones que actualmente existen respecto de los temas que pueden ser objeto de la negociación colectiva, por lo que se propone facultar a las partes para negociar pactos sobre condiciones especiales de trabajo en las empresas en que exista una afiliación relevante.".
Estaban planteando que los pactos de adaptabilidad eran una necesidad de las empresas para enfrentar los desafíos que plantea la modernidad. Y lo que hacen aquí es exactamente lo contrario: volver al anacronismo.
Escuché decir a mi estimado colega el Senador Letelier (en muchas materias convengo con él, pero en esta no): "¡Estos piensan que el trabajo es una mercancía!".
¡Por favor!
Nosotros creemos en los trabajadores, los respetamos. Estamos luchando por sus derechos.
¿Por qué creen ustedes que son los únicos que se preocupan de los trabajadores y se interesan por ellos?
¡Qué soberbia!
¿Quién les dio el título para sentirse los únicos que respetan a los trabajadores?
Los trabajadores que han tenido más éxito no son los de los países socialistas; no son aquellos que se encuentran en las naciones gobernadas por muchos que profesan las ideas que ustedes plantean.
Por el contrario, donde hay mayor crecimiento y desarrollo de los trabajadores es en los países en que se han impuesto ideas como las que nosotros defendemos.
Por eso, es muy lamentable que aquí se nieguen pactos de adaptabilidad que les permitirían a las mujeres y a los jóvenes tener oportunidades de empleo con las que hoy día no cuentan.
Sin pacto de adaptabilidad, sin flexibilidad de la jornada, sin modernización laboral no van a hallar trabajo.
Eso es lo que están cosechando: una pésima idea, una pésima señal.
Por último, el veto elimina el requisito que incorporamos aquí, en el Senado, en el sentido de que el sindicato, al momento de negociar, mantenga el número de trabajadores que había al constituirse (es decir, si se constituyó con 100 y va a negociar colectivamente, que siga teniendo los 100), para que no se creen sindicatos que al instante de negociar cuenten con solo cinco o seis afiliados.
Eso dará lugar a que los sindicatos sean pantallas y les impedirá representar a los trabajadores. Porque no estamos seguros de si van a tener la debida representatividad, ya que no se exige que mantengan la afiliación original.
Tal es lo que ocurre con este veto, señor Presidente.
Desde el punto de vista constitucional, eso es grave.
Nosotros vamos a reservarnos todas las acciones, todos los recursos posibles para revertir dicha situación, para hacer cumplir de verdad el fallo del Tribunal Constitucional.
Levantamos nuestra preocupación, pues lo más positivo que tenía esta reforma, los pactos de adaptabilidad, ha quedado cerrado, caducado, debido a una decisión estrecha y anacrónica, basada en que las relaciones laborales siguen en la lucha de clases, continúan en el siglo XIX, sin pensar en la modernidad.
Flaco servicio le hacen a un país paralizado económicamente y cada día con más desempleo.
Así no van a corregir rumbo y llevarán a nuestro país al abismo.
He dicho.
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