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El señor VALENZUELA (Vicepresidente).-
Tiene la palabra el diputado señor Rosauro Martínez.
El señor MARTÍNEZ, don Rosauro (de pie).-
Señor Presidente , estimados colegas, estar aquí, en esta mañana de homenaje, es como transitar por los tiempos en la vida de “Dos ciudades”, que nos narra la voz de Kahlil Gibrán, al decirnos en simbólico diálogo: “La vida me tomó en sus alas y me condujo a la cumbre del Monte de la Juventud. Después me señaló su espalda y me invitó a que mirase hacia allá. Ante mis ojos se extendía una ciudad extraña, de la cual emergía una humareda oscura de múltiples matices, que se movían lentamente como fantasmas. Una tenue nube ocultaba casi completamente la ciudad de mi vista.
“Tras un momento de silencio exclamé: ¡Qué es lo que estoy viendo!
“Y la vida me contestó: ‘Es la Ciudad del Pasado. Mira y reflexiona’.
“Tal es la llamada Ciudad del Pasado -aparentemente muy lejos, pero en realidad, muy cerca- visible apenas a través de los crespones tenebrosos de las nubes.
“Entonces la Vida me hizo una señal, mientras me decía: ‘Sígueme. Nos hemos detenido demasiado aquí. Vamos a la Ciudad del Futuro’.
“Y yo repuse: ‘Ten piedad de mí. Estoy cansado, tengo los pies doloridos y la fuerza me abandona’.
“Pero la Vida insistió: ‘Adelante, amigo mío. Detenerse es cobardía. Quedarse para siempre contemplando la Ciudad del Pasado es locura. Mira, la Ciudad del Futuro está ya a la vista, invitándonos’.
“Invitándonos está, sin temores, la Ciudad del Futuro para enriquecer nuestros ideales, valores y aspiraciones y compartir las experiencias de este mundo, que nos ofrece, entre realizaciones y dificultades, riqueza y miseria, dolor y amor, la hermosa posibilidad de vivir asidos al trabajo y a la esperanza”.
Vengo, pues, a este lugar, punto de encuentro de las diferentes expresiones que constituyen la sociedad chilena, a invitarlos a mirar esa ciudad del futuro de la que nos habla Gibrán , pero sin olvidar la ciudad del pasado, ese Chillán de fines del siglo XIX, con su paisaje campestre, sus calles polvorientas, el transitar cansino de sus gentes, sus iglesias, símbolo de ciudad quieta, pero también en constante ebullición, junto a sus almacenes, mercado y cantinas.
Hoy es sólo un recuerdo. Pero lo traigo aquí, porque esa época fue la dura edad en que se formaron los primeros colegios fiscales y particulares de la ciudad. Así surge, hacia 1890, la Sociedad Liceo de Niñas, integrada por un grupo de cuarenta y cinco chillanejos progresistas que iniciaron su labor pedagógica bajo la conducción de la profesora Juana Nepomucena.
Bajo ese prurito social, cultural y educativo, hay que buscar los prolegómenos del actual plantel educacional que hoy recibe este homenaje. Allí se revelan los esfuerzos para comprometer al Estado en su administración, el rol de don Juan Madrid Azolas en la organización de los planes de estudio y, por cierto, de su directora, para producir el traspaso sin trastornos ni contratiempos.
El 5 de diciembre de 1890 comienzan a cristalizarse esos anhelos educativos, pues en esa fecha, el Presidente de la República , don José Manuel Balmaceda , firma el decreto Nº 2.315, del Ministerio de Instrucción Pública, que concede la personalidad jurídica a dicha sociedad. Casi once años después, el 1 de junio de 1901, el establecimiento comenzó a funcionar como liceo fiscal, bajo la sabia conducción de la profesional señora Juana Nepomucena , cuya acción se proyectaría en el tiempo con el quehacer de las siguientes directoras, que trabajaron sin cesar en la construcción de los saberes y se esforzaron por forjar el futuro de una comunidad con incansable afán: María Luisa Silva , Verónica Fuentes , Matilde Cañas, Clementina Peña , Elena Arredondo , Matilde Brandeau , Ana Luisa Novoa , Sofía Núñez , Estela Pontony , Kemmy Manríquez , María Teresa Manríquez , Ruth Orrego , Auristela Díaz , Ena Ferrada , Rebeca Donoso y María Nilsa Sepúlveda.
Todas estas educadoras se destacaron por su acendrado sentido de la responsabilidad en el cumplimiento del deber y en la construcción de una comunidad educativa, no sólo eficaz en la entrega de conocimientos, sino en la formación integral de sus alumnas. Ello desmiente, sin duda, la afirmación de aquel sabio maestro cuando señalaba que los profesores gastan el 80 por ciento del tiempo y más en enseñar vocabulario, es decir, el cómo se llaman las cosas; luego, otro porcentaje de tiempo en enseñar topografía, es decir, dónde están esas cosas; luego otro porcentaje de tiempo en enseñar ritos, es decir, las maneras de hacer o de presentar las cosas que se hacen. Finalmente, el tiempo que resta, lo usan para entrar en los omegas. Aquí, en este término se agrupan los ideales, valores y actitudes que constituyen el más serio de los quehaceres de un maestro: formar hombres y mujeres.
El desafío de aprender omegas lo habéis cumplido plenamente y, con certeza, sostengo que lo seguiréis haciendo en los tiempos del presente y del futuro; ahora, bajo la inspiración de un nuevo conductor, el destacado educador ñublensino don Héctor Correa Vergara , quien por cultura, conocimientos, seriedad y calidad profesional pondrá, sin duda, al establecimiento en el sitial que merece en el concierto educacional y cultural de la ciudad, la provincia y la región. En una palabra, retomará el legado de sus antecesoras y se proyectará al futuro. Chillán así lo requiere, porque cada día es más urgente contar con un establecimiento que, desde el ámbito público o municipal, sea capaz de liderar la enseñanza humanístico-científica, pues estamos ciertos de que ésta, aun en un mundo tecnologizado como el que vivimos, tiene un rol gravitante que desempeñar en la formación de nuestra juventud.
A su vez, la rica historia que emerge de sus páginas, nos va revelando hitos que, en conjunto, permiten comprender su espíritu y la mística. Permítanme señalar sólo tres. El primero, durante el período de la destacada educadora señora Kemmy Manríquez , en el cual, gracias a la colaboración del entonces senador Humberto Aguirre Doolan y del presidente del Centro de Padres y Apoderados, don Abel Jarpa Vallejos , se obtiene la aprobación de la ley Nº 17.601, que dio al establecimiento el nombre de la destacada escritora chillaneja Marta Brunet.
El segundo, durante la administración de la profesora Auristela Díaz , con la instalación de un moderno laboratorio de inglés y francés, destinado a capacitar gratuitamente a estudiantes de séptimo básico a cuarto medio de las escuelas municipalizadas y particulares de la ciudad.
El tercero, en fecha reciente, con la implementación del proceso de reforma educacional, iniciado durante la dirección de la señora María Nilsa Sepúlveda.
Esos son hechos y circunstancias educativas, pero bien sabemos que en la historia de sus cien años el Liceo de Niñas “Marta Brunet” ha sido más que un plantel educacional. Sin lugar a equívocos, ha sido rector de la vida social y democrática, con la incorporación de la mujer a la educación, llegando a ser un faro que ilumina las conciencias de la ciudadanía, un faro de luz inextinguible en la enseñanza pública, un brazo fuerte que indica el buen derrotero en la marcha incesante hacia el progreso, la cultura y la liberación de aquellos que habitamos la generosa tierra del Padre de la Patria.
Expresiones vertidas respecto de este establecimiento no son fruto del azar, sino de la constatación de su influencia en la sociedad, como lo demuestran las palabras del insigne escritor, Premio Nacional de Literatura , Luis Durand , en una de las visitas al liceo: “En esa ciudad de Chillán, donde recuerdos de juventud vienen a florecer en mi mente, me cabe ahora la suerte de conocer este liceo en donde la directora, señorita Estela Pontony , ha creado una atmósfera de simpatía, de optimismo y de fe, que hará más bella y grata la vida de la mujer chilena del futuro”. O en las palabras de la gran Amanda Labarca , al reconocer, con su acostumbrada profundidad: “Dejo mi respetuosa admiración y mi hondo afecto al grupo de educadores que hacen de este liceo uno de los focos de la cultura chilena”.
Esa es parte de la historia oficial. Pero hay otra historia que no queda en los registros, porque se va tejiendo día a día, en las aulas, en los pasillos, en los patios. Es que éste y todos los colegios son casa y hogar por donde pasan alumnas, profesores, directivos, funcionarios, padres y apoderados, hombres y mujeres de todas las edades y características. Vaya pues, para todos, mi afecto, reconocimiento y gratitud, en particular a quienes, anónima y silenciosamente, desde la puerta hasta el internado, contribuyen con su labor a hacer más grata la vida de los profesores y alumnas.
Los caminos del Liceo de Niñas “Marta Brunet” están diseñados a lo largo de Chile, pues a la sombra de este establecimiento se han formado distintas generaciones. Están los que ayer y hoy luchan por una mejor educación, los que resguardan la justicia, la salud y el bien común, los que unen a la comunidad a través de la información, los que laboran en la industria, el comercio y el servicio público; en fin, están todos cuantos se sintieron penetrados por el ansia suprema del saber y son incansables obreros del bienestar.
Y allí están, en mágica convivencia, unidos por una misma formación, educadoras de fuste, como la señora Ximena Cabrera , en la Universidad de La Serena; la señora María del Pilar Rivera , en la Universidad del Biobío; la señora Aura Bocaz , en la Universidad de Santiago; la señora María Inés Sandoval , en la dirección del Instituto Chileno-Norteamericano; la señora Sonia Quintana , en el campo del periodismo; la señora María Segura , en el área de la salud, como enfermera, cuya valerosa acción está inscrita en diferentes lugares, incluso en Vietnam; la señora Ena Ferrada , alumna, profesora, inspectora general y directora, quien, con su esfuerzo, talento y cariño por el liceo, su liceo, nos ha regalado una historia riquísima en antecedentes.
Por eso decía que recordar es volver la mirada al pasado, a la ciudad del pasado, y es también, en parte, otear el presente, es reconocer la huella y sentir el espíritu de esa pléyade de maestros de verdad, como la señora Noemí Mourgues, profesora de dibujo y caligrafía, Premio Municipal de Arte de Chillán y fundadora del grupo Tanagra , en el que se inició como escultora, bajo su dirección, nada menos que la insigne Marta Colvin; don Gumercindo Oyarzo , profesor de artes plásticas, pintor y promotor de la música de la región, también Premio Municipal de Arte de Chillán ; la señora Graciela Vilugrón , profesora de castellano e intelectual de reconocida calidad e influencia; la señora Julia Ricotti , directora por antonomasia de la Academia Literaria Gabriela Mistral y de la revista “Luz”; don Patricio Venegas , recordado maestro de química; la señora Berta Pizani , autora del hermoso himno del liceo, quienes junto a don Marcos Cifuentes, Leopoldo Arriagada , Nancy Muñoz , Eliana Aldea , Ana María Rodríguez , Luz Deis Figueroa , Viviana Moscoso, Tomás Acevedo , Dagoberto Muñoz , Isabel Llanos , entre muchos otros, hicieron y siguen haciendo liceo con su diario e infatigable laborar. Los nombres del ayer con los nombres del hoy, separados por generaciones, pero unidos por un mismo ideal: servir a Ñuble y a sus jóvenes generaciones. ¡Qué maravillosa conjunción de propósitos y esfuerzos!
En mis palabras también está reflejado el regocijado honor de compartir esta mañana feliz con estos hombres y mujeres aquí presentes, como el subdirector, don José Maldonado , los inspectores generales María Eliana Lagos Venegas y Gerardo Cofré Quezada ; el presidente del Centro General de Padres y Apoderados, don Manuel Flores Castillo y directiva; la presidenta del Centro de Alumnos , señorita María José Aguirre Ramírez ; todos ellos junto a la delegación de profesores, alumnos y apoderados, mantienen vivo el espíritu de sus fundadores y se afanan también en levantar la estatura de este liceo centenario y dejar su sello a las generaciones venideras.
Precisamente, porque estar en esta mañana de cien años es reabrir la fe en la responsabilidad de la educación para suscitar, entre los hombres y mujeres de este establecimiento, los más puros anhelos de solidaridad y de unión, fortalecer la voluntad del deber y repetir a todos el compromiso con la solución de los más importantes problemas del presente, del destino humano y del país. Ha sido, sin duda, reencontrarnos con los maestros del pasado, reconocer el rastro de sus obras y sentir el aire de su espíritu, porque estamos ciertos de que los hombres y mujeres pasan por las épocas y hacen la historia de su tiempo, pero el espíritu de sus palabras y de sus obras crecen y se proyectan en los hombres y mujeres de hoy, como guías de luz para el encuentro de los saberes y esencias de la verdadera enseñanza.
Sabemos que la importancia de nuestro pasado no es de por sí garantía de supervivencia. Tenemos que merecernos el futuro, revivir el optimismo y persistir en el oficio de estudiantes y educadores, sobre todo hoy cuando asistimos a una pertinaz renovación en el campo educativo, donde las transformaciones sociales y el avance de la ciencia y la tecnología impulsan un aire nuevo a los problemas de la educación y plantean desafíos desconocidos en el pasado.
Señoritas aquí presentes, un establecimiento educacional espera de sus hijos el sentido verdadero que los impulse a estudiar sin descanso en el aula, en el laboratorio, en el taller o en la biblioteca para estar seguros en la elección del futuro al decidir la carrera profesional o la actividad en el campo del trabajo, porque el aprendizaje del estudiante es de responsabilidad y de orgulloso deber de cada uno. Ojalá se comprenda que nada hay más parecido a la felicidad que saber que la soledad, la pobreza o el dolor pueden olvidarse con el ejercicio permanente del conocimiento, del trabajo y de esa insistente responsabilidad.
Directivos, docentes, alumnos, padres y apoderados, al momento de acallar mi palabra de homenaje, déjenme decirles que tengo fe en el futuro, porque los he visto, mayores y jóvenes, hombres y mujeres, trabajando como el alfarero, con fe y paciencia por proyectarse en este nuevo milenio para continuar de mejor forma dando cultura y una educación integral a todas aquellas señoritas que llegan a sus aulas en busca de conocimientos para forjarse una vida mejor. Y para que juntos, todos, no nos quedemos sólo contemplando la ciudad del pasado, sino que, aceptando la invitación, vayamos seguros, con paso firme hacia el encuentro de la ciudad del futuro.
¡Para ustedes todo el afecto, la felicidad y el éxito!
He dicho.
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