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Señor Presidente, estimadas y estimados colegas, familia de Sergio Pizarro Mackay , señora ministra de Relaciones Exteriores:
Hablo en representación de la bancada de la Democracia Cristiana. En esta oportunidad, como amigo y camarada de ideales de Sergio Pizarro Mackay , lo hago desde esta Cámara de Diputados, que lo tuvo como miembro destacado. Lo hago para poner de relieve sus valores humanos, su compromiso político y sus relevantes condiciones profesionales.
Sergio fue de aquellas personas difíciles de encasillar, toda vez que en los diversos ámbitos desplegó su accionar con brillo, dedicación y responsabilidad.
El hilo conductor de su vida fueron sus principios cristianos. Es así como sus conocimientos en derecho internacional y política exterior le permitieron, siendo muy joven a los 28 años, ser nombrado, en el gobierno del Presidente Eduardo Frei Montalva , director general del Ministerio de Relaciones Exteriores, y luego servir a su país en la importante misión de Chile en Italia.
La interrupción de nuestro proceso democrático impidió a Sergio Pizarro seguir aportando su capacidad y conocimientos en el servicio exterior en aquella época. Pero como nada es permanente y en algún momento los países retoman su curso normal y adecuado, la recuperación del sistema democrático en Chile le permitió reasumir su vocación diplomática y ponerla al servicio del país en misiones tan significativas como la de embajador en Bélgica, España y la Unión Europea. En este último cargo, que desempeñó hasta el último día, lo sorprendió la muerte.
Conocí a Sergio Pizarro a comienzos de la década de los años 80, cuando integrábamos la Comisión Internacional del Proyecto Alternativo, que constituyó un esfuerzo destinado a desarrollar ideas diferentes, en los más diversos ámbitos, de las establecidas por el régimen imperante en el país en aquella época. Todo ello, en la perspectiva de la recuperación de la democracia.
Me llamaron la atención, en su personalidad, algunos rasgos que lo destacaban con nitidez: su disciplina y rigurosidad en el trabajo. Sus minutas y otros escritos, siempre a tiempo, daban certeza de una labor bien hecha. Sus argumentos nunca eran avasalladores, pero sí reflejo de conocimientos acumulados con esmero y de una vasta cultura atesorada bajo la impronta del pensamiento humanista.
Por sobre todo, marcaba su forma de ser, su consistencia en las ideas que desplegaba con vigor, pero jamás en forma rotunda. ¿Cuál era la causa de ello? Su infinita capacidad de escuchar. Ello le permitía participar con eficacia en el razonamiento en común y tener esa positiva disposición a variar posiciones iniciales, sin que ello fuera confundido con debilidad en los argumentos.
En síntesis, era fiel exponente del sentido profundo del demócrata. Por ello, no es sorprendente que haya estado en condiciones de defender con lealtad una posición y ganar el afecto de quienes lo conocieron en misiones altamente difíciles, aunque fueran los destinatarios de sus argumentos.
El último reconocimiento que recibió en vida, la condecoración Gran Cruz Isabel la Católica, otorgada por el gobierno español, es un claro testimonio de lo que afirmamos, toda vez que fue en España donde tuvo la más difícil y tensa labor diplomática.
Sus inquietudes de servicio público lo llevaron en 1989 a postular a diputado de la República. Representó a Chañaral, Diego de Almagro y a su querido Copiapó , donde nació el 19 de marzo de 1939, el mismo lugar que, como agrupación electoral, fuera representado décadas antes en esta Cámara de Diputados por su abuelo, Bruno Pizarro Espoz .
La ciudadanía entregó mayoritariamente a Sergio su confianza, y con especial brillo desplegó su trabajo en esta Corporación.
Los colegas que compartieron con él el mandato popular recuerdan su activa participación, siempre contundente en los debates parlamentarios de la época, en los que mostró intensa preocupación por los problemas de la minería y de los trabajadores mineros, de lo cual son ejemplos las diversas mociones que patrocinó para perfeccionar la normativa que regula esta actividad productiva, entre las cuales se encuentra la que instituía el 10 de agosto de cada año como el día del trabajador minero.
Su adhesión a los valores cristianos de justicia, solidaridad y paz lo llevaron a tener siempre presente una visión global de los problemas sociales, particularmente de los sectores más desprotegidos de la sociedad. Por ello, en una de sus iniciativas legales más preciadas, propuso la creación de la Fundación nacional de la tercera edad y el establecimiento del Fondo de asistencia a la vejez, con el propósito de establecer una institucionalidad que dignifique, proteja, ampare y asista integralmente a este importante sector social, que debe concitar permanente preocupación del legislador, según el pensamiento escrito que Sergio expresara en los considerandos del proyecto que en su oportunidad entregó al conocimiento de esta honorable Sala.
Otra de sus iniciativas de especial significación fue el proyecto de reforma constitucional que propuso para consagrar, en la Ley Fundamental, la igualdad de derechos del hombre y de la mujer.
Su inquietud en el ámbito de las relaciones internacionales lo llevó a integrar nuestra Comisión de Relaciones Exteriores, de la cual fue su presidente.
Sus condiciones de innata caballerosidad y sus cualidades de espontáneo liderazgo le permitieron imprimir al trabajo parlamentario un acelerado ritmo, en un ambiente de amabilidad, distinción y tolerancia propia de sus cualidades personales que ya hemos destacado.
Con estas mismas características asumió la Secretaría General de la Internacional Demócrata Cristiana en 1993. Por ello, para nosotros, sus camaradas de partido, Sergio alcanza un valor especial, que debemos considerar con particular atención.
En su vida desarrolló tareas de gran importancia, de aquellas individualizadas como gravitantes; algunas de ellas, como hemos expresado, en condiciones que pusieron a prueba sus principios, su prudencia y sus capacidades profesionales. No se confundió nunca al defender la posición del país, superando lo que podría haberse considerado como legítimas apreciaciones personales.
Puso sus especiales conocimientos y experiencias en consonancia con aquellas que marcaban un objetivo común y no su interés particular.
También pudo vencer la tentación del protagonismo personal, siendo prudente en el uso de influencia y en la exposición comunicacional. En efecto, no confundió lo adjetivo con lo principal. Tuvo ese especial talento para fraguar, sin estridencias, los objetivos que tenía asignados en su tarea. Podría haber cedido a la tentación de transformarse él en la noticia y aparecer en los medios de comunicación con enorme frecuencia. Algunos de los acontecimientos en los que le correspondió participar como uno de los principales actores, así se lo hubieran permitido. No lo hizo; no porque no tuviera en su horizonte aspiraciones en las cuales ese intenso accionar comunicacional le hubiese servido, sino por responsabilidad, por entender con claridad algo que debiera estar en el código permanente del servidor público: antes del interés particular está el bien común de la comunidad a la cual se pertenece.
Sergio sembró sueños, esparció amistad y cariño a raudales. Su trayectoria en esta vida deja huella.
Junto a su acción pública, tan gravitante, formó una familia que nos honra con su presencia. Le expresamos nuestro pesar. En particular, entrego mis condolencias a Sergio Pizarro Roberts , su hijo, quien, con talento y eficiencia, aporta su trabajo profesional a esta Cámara de Diputados.
Estimados colegas, ya no tendremos físicamente con nosotros a Sergio Pizarro Mackay , pero su acción y su mensaje de cristiano comprometido con la justicia, la solidaridad y la paz queda presente, como legado de esperanza para construir una sociedad inspirada en estos valores.
Esa es la recompensa que tienen personas consecuentes, leales y comprometidas con ideales; ese es el pedestal sólido sobre el cual se asienta una existencia que se proyecta, aunque lejana, más brillante.
He dicho.
"
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