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El señor JEAME BARRUETO (Presidente).-
Tiene la palabra el diputado señor Enrique Jaramillo .
El señor JARAMILLO.-
Señor Presidente, el proyecto nos invita a sentirnos bien, nos motiva. Los comentarios expresados y la relación del diputado informante nos llevan a preocuparnos de un tema trascendental: el empleo.
El 80 por ciento de los empleos es generado por los pequeños y medianos empresarios. El desarrollo y expansión de las grandes empresas fabriles o de comercialización que trabajan en la exportación de materias primas o de recursos medianamente elaborados, no son intensivas en contratación de mano de obra, sino en capital y tecnología. Aquí, curiosamente, surgen diferencias en el mundo económico, en empresas que, al carecer de personal, no son tomadas en cuenta. Pero es el avance de la cultura, de la civilización. La tecnología provoca trastornos en el mundo actual, en nuestra sociedad. Por ello, sostengo la importancia de las pymes en el ámbito laboral.
La economía chilena creció en el año 2000 alrededor de 5 por ciento, vale decir, cinco puntos, pero no hubo absorción de mano de obra. Por lo tanto, el crecimiento se obtuvo a costa de intensificar la productividad de los mismos trabajadores o mediante la venta de productos guardados en bodega o de la utilización de la capacidad tecnológica instalada. No hubo aumento del empleo, pese al 5 por ciento de crecimiento del producto. Las mejoras en la situación del empleo son fruto del gasto directo del Estado en programas especiales, administrados en forma exitosa por el Ministerio de Hacienda y la Subsecretaría de Desarrollo Regional. Una situación como la descrita amenaza con convertirse en estructural, con los riesgos y consecuencias sociales que el país percibe. Quisiera estar equivocado.
Conozco las preocupaciones del Presidente Lagos y de su equipo económico sobre este punto. Incluso sostuve una larga y productiva reunión con el ministro de Hacienda. Fue una conversación en la cual se me informó en detalle sobre el plan de apoyo a las pymes que implementa el Gobierno, preocupación que ha estado presente. Que no se diga que hay insensibilidad de nuestros gobernantes sobre el destino de estas familias trabajadoras, pues sabemos de los esfuerzos que se están llevando a cabo para apoyarlas.
Pero hay que decirlo me gustaría que los grandes empresarios del país, acostumbrados a obtener utilidades para ello trabajan e invierten, asumieran posiciones en este sistema liberal localista, propio de este Estado que, en mi opinión, dista mucho de lograr su desarrollo. Debieran hacer parte de su logro económico y entusiasmarse, como sucedió hace un tiempo con esos castillos que, al final de cuentas, se esfumaron en el aire, cuando éramos jaguares. Hoy, los hijos de esos jaguares queremos ser exportadores y llegar a otras latitudes, reeditando nuestras primeras posiciones, que, en algún tiempo, nos llenaron de triunfos económicos.
Estimados colegas, hay satisfacción por los perfeccionamientos del proyecto que se han llevado a cabo en la Comisión, pues tienden a esclarecer la materia en comento. Sin embargo, me preocupa otro punto, sobre el cual conversamos con los ministros de Agricultura y de Hacienda: se ha olvidado que en la zona rural también existen pymes de naturaleza industrial, microempresas familiares campesinas, tales como las de producción de instrumentos de trabajo, de alimentos, de comercialización de insumos, de servicios para el trabajo agrícola e incluso vinculados con la producción agraria en terreno ajeno. Todo esto pertenece al mundo rural. Por eso me llama la atención que en el proyecto, lamentablemente, no aparezca la palabra “rural”, como tampoco la expresión “mundo campesino”. Tal vez con el debido respeto tales realidades han sido ignoradas debido al desconocimiento de la complejidad y diversidad de la vida rural.
En la Décima Región a uno de cuyos distritos represento en esta Sala, el 50 por ciento de la actividad económica está radicada en el sector rural. Hay miles de pymes agroindustriales y, sin embargo, la mayoría de los instrumentos legales las excluyen y, en cambio, apoyan los programas tradicionales que impulsa el Ministerio de Agricultura, en circunstancias de que éstos son más adecuados para el productor campesino y no para el que ha dejado de ser inquilino o empleado y que ha pretendido iniciarse empresarialmente por cuenta propia.
A este mundo rural también llegaron el empleado público, el jubilado y ¿por qué no decirlo?, también el profesor que, en su vida laboral, invirtió parte de su ahorro económico en pequeñas hijuelas o parcelas. Sin embargo, poseyendo la capacidad, la cultura y, a lo mejor, más ánimo que otros, no tienen derecho a participar de los beneficios de las políticas del Indap sólo por no haber nacido en el mundo rural. Quien ha nacido allí se siente desanimado, debido a las complejidades que todos conocemos. Pero repito aquel que puede cambiar la historia de la vida campesina no tiene el apoyo gubernamental.
En consecuencia, formulo un llamado a la Comisión para considerar en sus decisiones a este sector de campesinos microempresarios, junto con valorar el apoyo que se les está dando a las pymes urbanas. Votaré afirmativamente el proyecto, pero con la duda propia de quien se siente parte de un segmento tan mal tratado como es el rural.
He dicho.
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