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El señor LARRAÍN.-
Señor Presidente, tal cual se ha señalado en el informe que ha dado el Presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores, Senador señor Pizarro , la opinión de sus integrantes fue unánime respecto de la solicitud que ha planteado el Ejecutivo para revocar la entrega de visas en forma automática a personeros del cuerpo diplomático, autoridades o a quienes tengan pasaporte oficial del Gobierno boliviano.
Ello, en respuesta a la visita que hiciera el Canciller Choquehuanca a Chile, acompañado de cerca de 60 personas, lo que constituyó una provocación permanente a nuestras instituciones, a nuestro Gobierno, y un desafío al pueblo chileno.
Ya se ha mencionado que en esa visita dichas autoridades realizaron actos completamente inusuales, desusados.
Cantar algunos himnos en el puerto de Antofagasta es más que una provocación, es una ofensa.
No aceptar las atribuciones de autoridades en las aduanas es un desacato.
Y si bien la prudencia de nuestro Gobierno evitó que se llegara a situaciones mayores, ello no obsta a que tales hechos sean considerados una actuación ofensiva, una afrenta para Chile.
En lo sucesivo, de aprobarse el oficio de la Presidenta de la República -espero que así ocurra-, quienes vengan de Bolivia y sean autoridad tendrán que pedir permiso. ¡No es aceptable que se repita nuevamente un cuadro de esa naturaleza!
Los bolivianos, como pueblo, entrarán como siempre lo han hecho. Pero las autoridades que pretendan utilizar pasaportes oficiales o diplomáticos tendrán que pedir permiso. Y si vienen como turistas, el Gobierno ejercerá su autoridad discrecional para autorizar o no su ingreso, como a cualquier turista. Y si no garantizan que no harán actos de provocación, no podrán entrar.
Esa es la realidad, y por eso apruebo esta materia.
Sin embargo, quiero agregar, como ya se ha indicado y como lo manifesté en la Comisión hoy día, que la situación no ha terminado ahí. Esta escalada, que se inició cuando Evo Morales, unilateralmente, rompió la Mesa de Acuerdo que se venía desarrollando con bastante éxito, ha seguido progresando en una espiral de violencia verbal cada día mayor.
Se pensaba que esa actitud, como expresó el propio Presidente Morales , era fruto de una cuestión ideológica con el entonces Presidente Sebastián Piñera. Aquel dijo: "Todo va a cambiar cuando llegue la compañera Bachelet" . Pero llegó la Presidenta Bachelet y, lamentablemente, al poco andar los insultos y el tono agresivo y ofensivo se han mantenido y escalado, no solamente respecto de ella, sino también del Canciller Muñoz .
Todos los hechos referidos, más allá de la visita provocadora, han culminado, a nuestro juicio, de la peor forma con las declaraciones posteriores que manifestó el Canciller Choquehuanca. Señalar que no descartaba recurrir al derramamiento de sangre para recuperar lo que estima era boliviano me parece que ha llegado al extremo de lo aceptable y tolerable.
Si bien Chile tiene vocación de paz -y debe mantenerla-, nosotros no podemos ignorar lo que hay detrás de esas palabras, porque es una progresión que va subiendo el tono cada día más.
El Presidente Evo Morales no ha desmentido ni rectificado a su Canciller. A mi juicio, a estas alturas solo cabría pedirle la renuncia si quiere corregir esos dichos.
Pero las declaraciones están y, por lo mismo, hemos planteado la conveniencia de que se pongan en conocimiento de los organismos internacionales pertinentes.
Yo sé que la política de Chile no es multilateralizar este problema, porque no es el escenario que corresponde. Sin embargo, se ha manifestado una velada amenaza bélica. Y, frente a amenazas bélicas, es imprescindible informar de ello a los organismos internacionales de seguridad, para que no se entienda que este es un hecho aislado ni la locura de alguien.
En verdad, mi primera reacción fue recomendarle al Canciller Choquehuanca ver a un especialista, porque sus declaraciones me parecieron extremas.
Ha pasado el tiempo y no se rectifican los dichos. El Gobierno boliviano no entra en la materia.
Por cierto, la Cancillería chilena es la encargada de tomar las decisiones en este ámbito. Uno solo hace sugerencias para que quede constancia ante el país y, desde luego, ante las autoridades bolivianas de que nos parece que el asunto se ha llevado al extremo de lo tolerable. Independientemente del proceso que se sigue en La Haya, las declaraciones vertidas rompen la confianza final que teníamos en las autoridades del Gobierno boliviano de hoy.
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