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El señor ESTÉVEZ (Presidente).-
En el tiempo del Comité Demócrata Cristiano, tiene la palabra el Diputado señor Víctor Reyes .
El señor REYES.-
Señor Presidente, el caso de maltrato de la menor Tamara Chaima ha golpeado brutalmente la conciencia nacional. Lamentablemente, no es el único, ya que en materia de maltrato infantil nuestro país ostenta el triste privilegio de ser el tercero en el mundo, después de Alemania y Japón , con mayor índice de castigo a menores.
Según cifras de Carabineros, entre 25 a 40 mil niños sufren maltrato diario, y de acuerdo con una encuesta realizada por la Unicef en 1994, de 1.533 niños y niñas de octavo básico, un 63 por ciento admitió haber sufrido, en alguna oportunidad, violencia por parte de sus progenitores. De ese porcentaje, un 28,7 por ciento sufrió violencia física leve; un 34,2 grave, y sólo un 1,6 por ciento pasó a los tribunales.
El índice de violencia es distinto, según provenga del padre, de la madre o de quien haga sus veces, y el grado de violencia es diferente según sea la edad del menor. Así, a un 26 por ciento se le comienza a castigar antes de los seis años; a un 19 por ciento, entre la entrada al colegio y el sexto año básico, y a un 10,6 por ciento, entre séptimo y octavo año básico.
Los preescolares son el segmento que concentra la mayor cantidad de víctimas, aunque son los menores de dos años los que sufren lesiones de mayor gravedad. Entre los agresores, un 45 por ciento corresponde al padre y un 16 por ciento a la madre, aun cuando existe un buen número de casos en que la agresión proviene de ambos.
Respecto del abuso sexual, según datos de la Policía de Investigaciones, anualmente se denuncian más de mil delitos de este tipo en contra de menores, pero como dicha cifra sólo es la punta visible del iceberg, es posible estimar en una cantidad mucho mayor los casos de abusos sexuales en que menores se encuentran involucrados como víctimas. Así lo demuestra, por lo demás, el hecho de que en 1995, de una muestra de 206 casos de menores maltratados, en trámite judicial en la Región Metropolitana, en el 60 por ciento existe abuso sexual, siendo las edades más críticas las comprendidas entre seis y catorce años.
Los antecedentes detallados, más muchos otros que se podrían consignar, nos demuestran que el maltrato a menores constituye un verdadero drama social, y que las violaciones a los derechos del niño van mucho más allá de lo que es dable imaginar.
Chile soporta el flagelo de la desprotección infantil y juvenil desde hace mucho tiempo, y si bien es cierto que en los últimos años se han dictado importantes disposiciones para revertir dicha situación, como la ratificación de la Convención de los Derechos del Niño, la ley sobre violencia intrafamiliar, la ley sobre maltrato a menores, la ley sobre erradicación de menores de las cárceles, la cruda realidad nos demuestra que aún queda mucho por hacer.
La Convención de Derechos del Niño estipula que los Estados parte deberán adoptar todas las medidas legislativas, administrativas, sociales y educativas que sean apropiadas para proteger al niño contra toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual. Pero en esa materia no basta ni es suficiente el esfuerzo del Estado; es necesario un compromiso mayor que abarque a la sociedad en su conjunto, la que debe tomar conciencia de que no es posible tolerar la existencia de situaciones tan dramáticas como la de Tamara Chaima y de todas las otras Tamaras que deben existir, cuyos maltratos son celosamente ocultados o silenciados. Entonces, es tarea de todos hacer lo que esté a nuestro alcance para eliminar la lacra del maltrato infantil y avanzar en la creación de condiciones de dignidad, tolerancia y respeto para seres muchas veces indefensos, que sólo necesitan de un espacio o de una oportunidad para crecer, formarse y desarrollarse como personas.
He dicho.
Aplausos.
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