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- rdf:value = " El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
No hay acuerdo.
Tiene la palabra el Diputado señor Viera-Gallo.
El señor VIERA-GALLO .-
Señor Presidente , ayer fijé mi posición sobre la materia, y creo que todos los parlamentarios lo hicimos, pero como el debate se reitera, quiero añadir nuevos argumentos.
Me felicito de que el debate no se haya dado entre contraposiciones ideológicas de una visión laicista de la vida y una concepción cristiana, sino que con la madurez y prudencia suficientes.
En segundo lugar, me parece muy importante clarificar qué tenemos que decidir hoy.
Está sometido a nuestra consideración un proyecto que establece el divorcio vincular, y lo que la Cámara debe decidir es si quiere que se legisle en esa dirección o prefiere que se mantenga la situación actual.
Aquí no caben tantas disquisiciones doctrinarias sobre principios abstractos, sino una decisión legislativa precisa: quienes votan en contra de la idea de legislar están porque se mantenga lo que hoy existe; quienes votan por la idea de legislar, como yo, piensan que es posible mejorarlo, mediante una ley de divorcio seria y responsable.
Ayer, el Diputado señor Orpis se preguntaba por qué la Iglesia Católica no llenaba las tribunas para defender el matrimonio indisoluble. Yo quiero responderle -porque creo que no ha tenido el tiempo suficiente para leer el informe- con lo que dijo monseñor Ysern, obispo de Ancud , en representación de la Conferencia Episcopal:
“Si un legislador católico se encuentra en una situación de enfrentar una ley de divorcio que podría dejar las cosas mejor de como están en la ley vigente, podría participar y votar la nueva ley. También podría decir que, si no se regula de la nueva forma, podría regularse conforme a otra ley que se está promoviendo y que es más permisiva, lo que es necesario prever.”
Más adelante: “Se debe distinguir entre ley de divorcio y votar a favor del divorcio. Si se afirma que de hecho ya existe el divorcio -lo que hizo la Conferencia Episcopal de Chile en 1971- y que, dictando una ley, se restringe la realidad, al establecerse requisitos para una situación que hoy día se da con el solo consentimiento de las partes, se está persiguiendo el mal menor, lo que es una actitud prudencial. Hay que fijarse bien en que no se está haciendo el mal. Por esto es una actitud de mucha responsabilidad.”
Estas no son palabras inventadas; están en la versión taquigráfica y es la posición oficial de la Conferencia Episcopal de Chile.
Entonces, es natural que la Iglesia Católica deje en plena responsabilidad y libertad a los que estamos aquí por voluntad del pueblo, para que nosotros juzguemos, no los obispos, si conviene en Chile, en las circunstancias actuales, mantener el divorcio encubierto o dictar una ley de divorcio seria.
Ésa es la disyuntiva, y no le compete a los obispos pronunciarse y emitir un juicio que es político, de prudencia política.
Por eso, el Diputado señor Orpis no se debe extrañar por el hecho de que las tribunas estén vacías, porque aquí no estamos en el integrismo islámico ni en fanatismos religiosos. Desde hace muchos años, la Iglesia Católica de Chile ha asumido la democracia como un sistema de gobierno y los valores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos como constitutivos de su acción pastoral. Allí está la libertad de conciencia de quienes tienen que decidir. Si no, caeríamos en clericalismos, que todos, espero -no el Diputado señor Orpis -, repudiaríamos.
La Iglesia Católica no es un lobby sindical o empresarial. Una cosa es que los obispos defiendan la indisolubilidad del matrimonio, sobre todo el religioso, como un principio. Muy bien han señalado aquí los colegas que todos aspiramos a que la gente se case para siempre y sea feliz.
Otra cosa es que, en el plano práctico de la legislación, tengamos que enfrentar un problema de ruptura matrimonial. Eso es lo que hoy debemos enfrentar, no principios abstractos, porque no estamos en una academia filosófica, en una escuela de teología, en un concilio religioso; es un parlamento democrático que debe legislar sobre el Chile de hoy.
Por eso, cada uno de nosotros debe pronunciarse en conciencia. No es de extrañar que parlamentarios católicos tengamos opiniones diferentes en esta materia. Eso es legítimo y está en la libertad que la propia Iglesia reconoce a sus fieles.
Creo que las declaraciones del Obispo de San Bernardo, don Orozimbo Fuenzalida , han sido el exabrupto propio de una persona apasionada, como las hay en todas partes del mundo, pero no responde a la visión oficial de la Iglesia chilena.
Si ustedes tomaran la precaución de leer el libro “Una reivindicación ética de la sexualidad humana, moral de discernimiento”, Ediciones Paulinas , del jesuita Tony Mifsud, tendrán que asimilar páginas y páginas para llegar a la conclusión de que, en el caso de Chile, él piensa que no sólo es prudente o posible una ley seria de divorcio, sino que éticamente la aconseja. Es cierto que es la opinión de un moralista, pero es una persona respetable, profesor de la facultad de Teología de la Universidad Católica, y ahora, miembro y asesor del Celam, en Bogotá.
Por otro lado, para fundar el voto, quiero dilucidar el tema de si el actual proyecto que hemos presentado es más restrictivo o menos que lo que hoy existe.
Según el proyecto en discusión, para divorciarse -si ambos cónyuges están conscientes de la separación que ha habido entre ellos- debe mediar un lapso de dos años. En todo caso, esa causal no se puede invocar sino después de dos años de celebrado el matrimonio.
Ayer señalaba y mostraba los avisos sobre nulidades fáciles que aparecen todos los días en el diario “La Tercera”. Por ejemplo, uno dice: “Nulidades urgentísimas, 35 días; computarizadas, fáciles, de 20 mil a 77 mil pesos.” Esto con una demora de 35 días, según este aviso. No sé si será efectivo, pero sería una tramitación muy rápida.
¿Quién puede sostener que nuestro proyecto es divorcista en el sentido peyorativo del término? Valoriza más la unidad del matrimonio y, además, obliga al juez a llamar a conciliación durante varias sesiones para tratar de recomponer una unidad que se ha perdido. Además, si uno de los cónyuges estuviere consciente de la separación y el otro no, en ese caso el proyecto exige cinco años. ¿Alguien puede sostener que este proyecto es más divorcista que el divorcio que hoy existe bajo el nombre de nulidad?
En derecho las cosas son lo que son y no lo que la gente quiere que sean.
La nulidad que hoy existe es una ley encubierta de divorcio. Es mentira que Chile sea el único país donde no existe divorcio. No podemos -porque nadie tiene actitud farisaica- simplemente quedarnos en los nombres de las cosas.
Por eso, creo que están dadas todas las condiciones para que esta Sala se pronuncie -quienes sean católicos, por unas razones; los que no lo sean, por otras- a favor de la idea de legislar sobre el proyecto que parlamentarios de muy distintas tiendas políticas hemos presentado.
No hay que extrañarse de que este tema atraviese a todos los partidos, porque, evidentemente, aquí no puede haber orden de partido ni de ninguna institución ajena que no sea la propia conciencia de cada uno de nosotros, que es perfectamente respetable.
Finalmente, debo señalar que esta iniciativa no habría llegado a esta Sala si no fuera por el trabajo incansable -y no lo digo desde un punto de vista “machista”, sino porque lo creo muy sinceramente- de las parlamentarias mujeres, que han trabajado desde hace muchos años en esta materia, como son las Diputadas señoras Aylwin , Allende , Pollarollo , Wörner y Saa . No podríamos olvidar a la Diputada señora Adriana Muñoz y, sobre todo, a quien se sentara en estas mismas filas nuestras, cuando yo me sentaba donde está usted en estos momentos, señor Presidente , y recuerdo que mandaba mensajes para que apoyáramos una ley de divorcio: la Diputada señora Laura Rodríguez . No ha sido suficientemente recordada en esta Sala. Ojalá su voz pudiera hoy resonar con fuerza -aunque tenía una visión filosófica distinta a la mía-, porque creo que ella interpretaba a mucha gente en Chile que ama la libertad como un valor fundamental.
He dicho.
-Aplausos.
"
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