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- rdf:value = " El señor ARANCIBIA (Vicepresidente).-
Tiene la palabra el Diputado señor Francisco Encina.
El señor ENCINA.-
Señor Presidente , en primer lugar, quiero destacar el rol y el aporte intelectual de la ex Diputada señora Adriana Muñoz en la discusión política y cultural sobre el tema del divorcio en Chile, incluida la presentación de un proyecto de ley sobre esta materia, que contiene ideas y propuestas muy similares a las que estamos discutiendo en la Sala.
También quiero reconocer la labor de Natacha Molina , Patricia Proboste , Ximena Zavala y Ana María Balbontín , en su larga lucha por los derechos de la mujer, que incluye, por supuesto, la ley del divorcio.
El rompimiento del matrimonio es, sin duda, un tema de gran inquietud e interés y, sobre todo, que necesita ser discutido porque afecta y toca dimensiones morales, éticas, políticas, culturales y religiosas de la vida en sociedad.
Por distintas razones, principalmente las surgidas de la realidad social en que vivimos, estoy convencido de que es muy importante legislar sobre las rupturas matrimoniales. Éste, indudablemente, es un debate que el país quiere y necesita y al cual los legisladores no nos podemos negar.
A pesar de los avances en diversas materias legislativas sobre la familia, no cabe duda de que las normas jurídicas que regulan el matrimonio civil están contenidas de un conjunto de ideas y connotaciones que marcan una profunda desigualdad en la relación conyugal, donde la mujer queda subordinada al hombre; el derecho y la ley consagran una relación matrimonial basada en la obediencia de la mujer al marido, a cambio de la cual recibe protección de éste.
Acercándonos al siglo XXI, cabe preguntarse si este cuerpo legal tiene algún sentido de realidad, sobre todo tratándose de normas inspiradas en las viejas leyes españolas y en el código civil napoleónico de 1804, que poco o nada tienen que ver con nuestro país, con nuestra cultura y, sobre todo, con nuestros tiempos.
Esta normativa debe ser profundamente modificada. Por eso, cobra enorme importancia la legislación aprobada y en trámite, en materias como la violencia intrafamiliar, la derogación del adulterio como delito penal, el régimen patrimonial de participación en los gananciales y la ley de filiación.
La promulgación de las leyes antes mencionadas serán, sin duda, un paso muy importante en este proceso de cambio profundo que requiere la legislación chilena. Pero todavía existen grandes problemas en nuestra sociedad que no son asumidos, como el caso de las rupturas matrimoniales.
Los legisladores tenemos el imperativo moral de ofrecer soluciones jurídicas al conjunto de problemas resultantes de una ruptura matrimonial, que la mayoría de las veces se convierten en crisis y dramas humanos y sociales.
Asumir este tema constituye un gran desafío político, cultural y legislativo, por cuanto significa enfrentar todo un sistema legal, ético y religioso que sostiene la indisolubilidad del matrimonio como base de la integridad de la familia. Tomar esta decisión representa, en primer lugar, dejar al descubierto la discriminación social de la nulidad matrimonial, a la cual sólo algunos pueden acceder y, en segundo lugar, legislar responsablemente en materia de divorcio vincular. La nulidad no sólo disuelve el vínculo del matrimonio, sino que también elimina toda responsabilidad y compromiso, tanto económico como efectivo, entre los cónyuges, y de estos frente a los hijos, transformando la ruptura matrimonial en crisis y la ruptura de la familia, amenazándola seriamente con su destrucción.
La legislación actual deja en manos de los propios afectados, a su entera libertad, la forma de resolver una ruptura matrimonial y, curiosamente, parte de la premisa de que la relación conyugal es una relación de iguales, haciendo caso omiso de la desigualdad profunda que existe en la ley entre hombres y mujeres.
El proyecto sobre divorcio vincular se hace cargo, en forma responsable, de la defensa de la familia, porque el deber del Estado, en particular de la ley, es desarrollar y proteger a la familia como base de la sociedad, familia fundada en el amor y en la humanización de las futuras generaciones.
Históricamente, la familia ha sido el núcleo de socialización, pues los hijos se desarrollan junto a sus padres y esa influencia es la que marca su identidad y conducta posteriores.
En el mundo actual, frío, tecnificado, mecanizado, competitivo, altamente deshumanizado y consumista, la familia constituye el último reducto para desarrollar en el ser humano sus cualidades más importantes, sus afectos, el respeto a los demás, su sentido de solidaridad, su sensibilidad. La familia es, sin duda, una fuente de humanización y nutrición espiritual interminable. Los padres y los hijos crecen y se desarrollan en su interior.
Sin embargo, y por desgracia, no todas las familias llegan a ser un espacio de encuentro, de amor y de solidaridad. En nuestro país son miles las familias en crisis y destruidas en que han desaparecido el respeto, los afectos y las lealtades. Ellas también educan y socializan a las nuevas generaciones, pero en la violencia, el desamor y la desconfianza que imperan entre los cónyuges.
Éstos son los factores que hoy ponen en peligro permanente a la familia como un espacio de amor y humanización de las nuevas generaciones. Si deseamos realmente protegerla debemos impulsar una legislación que dé respuesta a las situaciones de crisis matrimonial, de modo de asegurar la existencia de las relaciones familiares después de la separación de los cónyuges.
Para ello es necesaria una ley como la que estamos discutiendo, que espero aprobemos hoy día, que favorezca la relación de ambos padres después de la separación, mediante la búsqueda de acuerdos, compromisos y responsabilidades compartidas; una legislación que impida que el fin de la relación entre los cónyuges se traduzca en el fin de su relación como padres responsables de los hijos nacidos en el matrimonio. Esto, porque en la familia, la pareja tiene distintas funciones: la marital, que comprende la vida sexual y afectiva; y la parental, que involucra la responsabilidad de los padres con los hijos. Cuando una pareja se separa pone fin a la relación marital, pero ambos deben mantener la parental. Para que esto sea posible, es necesaria una buena y sana separación matrimonial.
La iniciativa en discusión contempla todas estas dimensiones. Concibe a la familia como una unidad humana, que no se destruye ni termina con la disolución del matrimonio, sino que inicia un proceso de cambio, una nueva manera de vivir. En este sentido, si bien este proyecto de divorcio vincular disuelve la sociedad conyugal, es responsable, a la vez, de construir y preservar la sociedad parental, a través de normas inspiradas en la defensa de la familia y en la igualdad de derechos de sus miembros. Regula los efectos de la separación de los cónyuges, la situación de los hijos y los bienes del matrimonio para hacer posible que la nueva sociedad que surge entre los ex cónyuges, como padres, permanezca hasta que los hijos sean adultos.
Señor Presidente , permítame hacer referencia a las palabras de la recordada Diputada señora Laura Rodríguez , sobre el tema del divorcio, expresadas ante esta honorable Cámara el 18 de diciembre de 1990. Dijo: “Afirmar que una ley de divorcio debilita la familia es no querer reconocer que existen miles de familias debilitadas por múltiples factores, familias sumidas en la violencia, el abandono, la incomunicaci��n, la incomprensión, el desamor. Una ley de divorcio busca dar solución justamente a aquellas familias irreparablemente quebradas”.
Quiero dar respuesta a algunas apreciaciones de otros señores parlamentarios, en especial del Diputado señor Joaquín Palma . No creo ni comparto su visión catastrofista. Honestamente, creo que Chile no puede ser el único país al margen de una ley de divorcio, no creo que por carecer de una ley de ese tipo seamos los iluminados del mundo, muy por el contrario.
Por último, porque son seres humanos los que están al centro de las rupturas matrimoniales, porque es necesario encontrar respuestas institucionales y legales inspiradas en el respeto, el amor, la realización humana y la libertad personal, voy a votar favorablemente el proyecto.
He dicho.
"
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