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- rdf:value = " El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg (Presidente).-
Tiene la palabra el Diputado señor Ulloa.
El señor ULLOA.-
Señor Presidente, entre ayer y hoy hemos escuchado muchos argumentos a favor y en contra de una ley de divorcio.
Yo soy uno de los que ayer argumentó en contra; y para sostener algunos de mis fundamentos hice referencia a algunos pasajes bíblicos. ¿Y cómo no iba a hacerlo, si la Biblia es parte no sólo de quienes somos católicos, sino que en ella también está impresa la historia del mundo y de Chile?
No olvidemos que las bases de nuestra patria se sustentan en una arquitectura doctrinariamente católica. Quien desconoce ese hecho es un ignorante de la historia de Chile.
Hemos escuchado algunas aberraciones, como que la moral es una cuestión cambiante; es decir, lo que hoy es moral, mañana puede no serlo, y lo que hoy es inmoral, mañana no lo será.
Debemos entender que la moral es, ni más ni menos, la conducta esencial que dicta la conciencia del hombre. He ahí la condición básica del derecho natural.
Chile es eminentemente católico, y por mucho que hoy la Iglesia y su doctrina hayan sido tan vapuleadas por quienes sustentan la tesis divorcista, los católicos no pueden negar la infalibilidad del Papa. Los que lo hagan, sencillamente, no puede profesar la doctrina católica.
-Hablan varios señores diputados a la vez.
El señor ULLOA .-
Señor Presidente , parece ser que algunos diputados no están acostumbrados a que les digan la verdad. Siempre quieren imponer su criterio totalitario. Y si acaso creen que siempre la mayoría tiene la razón, entonces, ¿cómo explican que Cristo haya sido crucificado por una mayoría? Quien quiera negarlo puede hacerlo; pero si me uno a ellos, sería rechazar la doctrina católica, la cual profeso y que intento seguir, aunque no siempre lo consiga.
Durante la visita que el Papa realizó a Chile en 1987, aquí en Valparaíso -entiendo que uno de los que está aquí a favor del divorcio integraba su guardia personal- señaló lo siguiente: “Queridos esposos y esposas de Chile, vuestra misión en la sociedad y en la Iglesia es sublime. Por eso, habéis de ser creadores de hogares, de familias unidas por el amor y formadas en la fe. No os dejéis invadir por el contagioso cáncer del divorcio, que destroza la familia, estresa el amor y destruye la acción educativa de los padres cristianos. No separéis lo que Dios ha unido”.
Eso dijo el Papa aquí, en Valparaíso, hace apenas diez años, y en presencia de muchos de los presentes en esta Sala, y que desoyen, no obstante ser católicos, sus instrucciones.
Quiero ser majadero: quienes hoy propician una ley de divorcio no hacen sino modificar el artículo 102 del Código Civil. ¿Por qué no actúan derechamente? ¿Por qué no modifican el artículo 102, que señala que el matrimonio es un contrato solemne, por el cual un hombre y una mujer se unen actual e indisolublemente? ¡Cámbienlo entonces!, ya que están alterando la figura esencial y básica del matrimonio. Si no son capaces de reconocer eso, es porque hay cobardía.
Hace algunos minutos, el Diputado señor Jocelyn-Holt señalaba dos o tres conceptos, hablando sobre el bien común. Sin embargo, olvidó uno, que es el básico: el bien común no es el bien de unos pocos a costa de todos. Es muy importante que el Diputado señor Jocelyn-Holt lo tenga presente.
Hoy, hablar de divorcio es una moda; defender la indisolubilidad del matrimonio es nadar contra la corriente. No me importa hacerlo, porque en verdad creo que se está haciendo un daño a la sociedad chilena.
Quiero dar lectura a unas opiniones que aparecen en el diario “La Segunda” de hoy, vertidas por el ex secretario del Cardenal Silva Henríquez . Dice: “Estimo que manipula el nombre de cristiano el parlamentario que, participando de algún partido que se inspire en el humanismo cristiano, vote a favor de una ley de divorcio”. Agrega: “Es el momento que los parlamentarios católicos, humanistas cristianos o que creen en el ser humano como un ser trascendente, no claudiquen.
“El parlamentario o parlamentaria que diciéndose católico o católica vota a favor del proyecto de ley de divorcio, expresa una inconsecuencia muy radical, por lo que más le vale no participar en la comunión eclesial públicamente, por ser motivo de escándalo y de pecado público. Es el momento del testigo y de la integridad personal ante el posero, el inconsistente y el modernista.
“El Chile de hoy necesita parlamentarios que se preocupen de los problemas de la gente, de los pobres marginados, de los jóvenes cesantes y no de una élite insípida, vacía, trasnochada, en sus fracasos matrimoniales que los creen de Chile entero”.
Quiero terminar con lo más importante. “A quienes la Iglesia sirvió en sus derechos humanos, más allá del desprecio e ingratitud que manifiestan, los llamo a pensar en los derechos humanos de los niños. Son los mismos. La consecuencia de quienes les sirvieron y el dolor de su ideología, proyectos políticos, exilios y muertes, no les han enseñado nada.” Esto lo señala un sacerdote no por una tendencia, como se señalaba aquí, sino reafirmando la infalibilidad del Papa, la única autoridad para la Iglesia Católica en el mundo.
Hace algunos instantes mi estimado amigo y colega, el Diputado señor Barrueto , reseñaba algunos temores. Por ahí dijo que nadie contrae matrimonio por poco tiempo. ¡Pero, señor Presidente , si en los Estados Unidos es chacota casarse, lo hacen por días o por meses! Entonces, no diga que ése no es un temor fundado. Luego dice que la ley de divorcio está contra la familia ¡Pero, por supuesto, está contra la mantención y la unidad de la familia! Es distinto enfrentar al matrimonio con una ley de divorcio. Quien se atreve a negarlo es porque no quiere reconocer nada.
Ahora bien, tal como lo señaló el colega Jaime Orpis , la leyes señalan valores y sin ninguna duda aquí se está entregando una señal, pero completamente equivocada.
Por esa razón, voto que no a la ley de divorcio.
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