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El señor MONTES (Presidente).-
Por la Unión Demócrata Independiente, rinde homenaje el diputado señor Rodrigo Álvarez.
El señor ÁLVAREZ (de pie).-
Señor Presidente, querido amigo y diputado Gonzalo Ibáñez, estimados familiares de don Pedro Ibáñez, honorable Cámara, me corresponde intervenir en representación de la bancada de la Unión Demócrata Independiente en el homenaje que, con toda justicia, se rinde al ex senador don Pedro Ibáñez Ojeda.
No resulta fácil referirse a la vida de una persona tan brillante, multifacética y completa, como fue la de don Pedro Ibáñez. No hay duda de que don Pedro fue un hombre extraordinariamente destacado en los más diversos ámbitos del quehacer nacional. Fue un innovador y pujante empresario. En el ámbito académico fundó y luego se desempeñó como profesor de la universidad que lleva el nombre de su padre.
En la actividad pública, fue elegido senador en dos períodos; fue clave en la fundación de partidos políticos y se destacó siempre por su consecuencia, su notable visión de futuro y su vocación de formador y educador.
En fin, en cada una de las facetas indicadas, don Pedro exhibió aptitudes y cualidades que en este tiempo no son fáciles de encontrar.
En el ámbito empresarial, en el cual se integra recién terminados sus estudios secundarios, tuvo una larga y exitosa trayectoria. Comienza en la empresa de su padre, y antes de cumplir 30 años había asumido la dirección de los negocios familiares. En el desempeño de estas funciones, particularmente en momentos difíciles, adquirió la experiencia y empuje necesarios para desenvolverse más tarde, con éxito, en el mundo empresarial.
Es justamente esta capacidad la que le permite alcanzar no sólo importantes logros en sus empresas, sino además le lleva a ser elegido en cargos de importancia a nivel empresarial, tanto nacional como internacional. Es así como don Pedro ocupa, entre otros cargos, el de presidente de la Cámara Central de Comercio de Chile, presidente del Banco del Estado y miembro del Consejo Interamericano de Comercio y Producción.
Pero quizás lo más destacable de su visión empresarial fue la conciencia que tuvo don Pedro de la influencia de esta actividad en la vida nacional. Muchas veces se le escuchó decir que lo que un empresario hiciera o dejara de hacer, como también las características de su acción, como su eficiencia, su sentido social o su prudencia, influyen sobre el país y recaen en forma refleja, pero ineludible, sobre la propia empresa.
Para muchos, su concepción de la labor del empresariado y el rol del mercado lo constituyeron en uno de los artífices y pionero del concepto, para nuestro país, de economía social de mercado, que inspira nuestro actual sistema económico.
En el ámbito académico, a pocos años de la muerte de su padre y en señal de gratitud, da vida, junto a sus hermanos, a la Fundación Adolfo Ibáñez, la que más tarde daría origen a la Escuela de Negocios del mismo nombre.
Don Pedro sostenía que la senda del estudio es la única que permitiría a los jóvenes desentrañar los complejos problemas del mundo actual. En relación a este punto, agregaba que los cómodos, los que no piensan, los que eluden su responsabilidad, los que no actúan porque no aceptan el sacrificio del riesgo, no tienen destino. El futuro y, por cierto, la posibilidad de que ese futuro exista, es para los que tienen fe y se entregan a su causa sin sacar cuentas mezquinas.
El esfuerzo y dedicación de don Pedro y el marco proporcionado por la nueva ley de universidades, fueron los que permitieron que esa escuela, creada en homenaje a su padre, accediera a fines de la década de los ’80 a la categoría de universidad.
En el ámbito político, basta señalar que don Pedro fue un formador consecuente y responsable; así, por lo demás, lo reconocen correligionarios y adversarios que participaron junto a él en momentos decisivos de la historia política de las décadas de los años ’60 y ’70.
En este parlamento se le recuerda por sus destacadas intervenciones, siempre documentadas y preparadas con gran prolijidad y dedicación.
En cuanto a la política de partido, don Pedro aspiró a la existencia de una gran fuerza de Derecha. Fue, sin duda, uno de sus sueños. Es justamente este espíritu el que lo animó y lo convirtió en pieza fundamental en el nacimiento del Partido Nacional. La importancia que adquirió este conglomerado hoy nadie la discute, pues no sólo llegó a ser la segunda fuerza política del país, sino, además, en épocas difíciles, lideró la lucha contra el gobierno de la Unidad Popular.
A mediados de los años ’80 don Pedro impulsaría la fusión de tres importantes referentes de nuestro sector, en lo que pasaría a ser Renovación Nacional. También seguiría colaborando, con el mismo interés y fuerza, en las labores partidarias. Fue un relevante miembro de la comisión política de Renovación Nacional y presidente del Instituto Libertad.
Él era una persona de alma joven; de ahí la especial relación que logró mantener con las nuevas generaciones de empresarios, estudiantes y políticos surgidos en la década del ’80. Fue decisivo en la formación de quienes daban sus primeros pasos en la dirigencia de su partido, muchos de los cuales han ocupado, con posterioridad, puestos relevantes en su colectividad o bien en este Congreso Nacional.
A don Pedro, las dificultades, lejos de desincentivarlo, le daban mayores fuerzas, quizás, porque como él mismo diría, su vida fue una verdadera carrera con obstáculos.
No cabe duda, don Pedro Ibáñez fue de aquellos hombres difíciles de encontrar en el mundo actual. Fue un hombre cuyo motor fue la esperanza; un hombre culto; gran conversador y lector. Don Pedro fue y seguirá siendo un permanente estímulo, respaldo y apoyo para quienes tuvieron la satisfacción de trabajar con él y conocerlo o para quienes lo miran como un ejemplo.
Su familia debe estar tranquila, pues pocas son las personas que logran cumplir la meta que en la vida se proponen. Y don Pedro lo hizo, porque junto con formar jóvenes, fue la síntesis perfecta del hombre público y hombre de empresa, con la aptitud política y el anunciamiento del primero, y la gran capacidad empresarial, el empuje y la experiencia del segundo.
He dicho.
(Aplausos).
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