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“Honorable Cámara:
La Comisión Especial para analizar las actuales características de la televisión chilena, pasa a informar a la honorable Cámara de Diputados acerca del cometido que ella tuvo a bien encomendarle.
I. INTRODUCCIÓN.
El rápido desarrollo de los distintos medios de comunicación ha tenido, durante el presente siglo, su máxima expresión en la televisión, creación tecnológica capaz de integrar, como ninguna otra, imagen, sonido y movimiento. El impacto con que ha irrumpido en la audiencia un medio con estas características y las expectativas de un avance aún más vertiginoso en los albores del tercer milenio, han impulsado a la Cámara de Diputados a abordar los distintos desafíos que en esta materia enfrenta nuestra sociedad.
La concentración y la globalización de las comunicaciones ya no es un concepto, sino un hecho. Marshall Mac Luhan , el teórico canadiense que acuñara el término de “aldea global”, vislumbró este fenómeno en todo su potencial hace poco menos de tres décadas.
Nuestra Corporación, como legítima representante de la ciudadanía, ha querido realizar una contribución a este tema ante la crítica que los contenidos programáticos de la televisión chilena han provocado en vastos sectores de la opinión pública en el último tiempo, crítica de la cual han participado los parlamentarios. De esta forma, este Informe tiene como objetivo recoger esta preocupación, acogerla y sugerir acciones tendientes a canalizar sus posibles soluciones.
Como una forma de contextualizarlo, él ha sido sistematizado en distintos acápites y anexos que se exponen y acompañan, respectivamente, a continuación:
1. Origen de la Comisión.
En la sesión 18ª Especial de la Legislatura Ordinaria de Sesiones, celebrada en día 16 de julio de 1998, la honorable Cámara, después de un prolongado debate e intercambio de opiniones en el que participaron diputados de todas las bancadas políticas representadas en la Corporación, aprobó un Proyecto de Acuerdo suscrito por los diputados señores Krauss, don Enrique ; Palma, don Osvaldo ; Valenzuela, don Felipe ; Ceroni, don Guillermo ; Prokurica, don Baldo ; Vilches, don Carlos ; Mora, don Waldo ; Saa, doña María Antonieta ; Jaramillo, don Enrique , y Pareto, don Luis , por el cual se proponía la creación de una Comisión Especial para analizar las actuales características de la televisión chilena.
Previo a dicha sesión especial, el señor diputado don Enrique Krauss Rusque , en la sesión 13ª Ordinaria, celebrada en martes 7 de julio del mismo año, se había referido en Hora de Incidentes al nivel y contenidos de los programas de la televisión chilena, especialmente con ocasión de la transmisión de los partidos del Campeonato Mundial de Fútbol de Francia 98. En su intervención, haciendo una comparación con la televisión de los años 60 y, particularmente, con las transmisiones del Mundial de Fútbol de 1962, señaló: “Lamentablemente, como contraste alrededor del mismo tema del mundial, la televisión, a través de dos de sus canales, el estatal, que se supone traduce pluralmente a la Nación toda, y el de la Pontificia Universidad Católica de Chile, que debería irradiar los principios de la Iglesia, cada noche han transmitido programas de supuesta entretención, que en muchas oportunidades se han constituido en competencias de mal gusto y chabacanería. El contenido de esos programas, cuya producción ha tenido un alto costo, ha sido ramplón, insustancial y pedestre. Las actitudes de algunos de sus protagonistas han sido propias de espectáculos de burlesque, y el lenguaje empleado, grosero, soez y hasta coprolálico.” y agregó: “Sin embargo, el análisis del tema no debe centrarse sólo en el contenido de determinados programas. Lo que corresponde es estudiar el contenido en general de la televisión chilena, que está entregada en cuerpo y alma a los requerimientos del mercado, que busca audiencia a cualquier precio, aunque sea sacrificando los valores que teóricamente la inspiran y dando la razón a quienes la califican como un medio alienante y desquiciador.”.
Sus dichos fueron respaldados, en esa sesión, por los Comités de las bancadas de la Democracia Cristiana, del Partido por la Democracia, de Renovación Nacional y de la Unión Demócrata Independiente.
2. Proyecto de Acuerdo.
El tenor literal del citado Proyecto de Acuerdo es el que se transcribe a continuación:
“PROYECTO DE ACUERDO
Considerando:
Que la Televisión constituye un medio de alto grado de penetración, formador de opiniones y elemento de información y entretención para un alto número de nuestros compatriotas.
Que el sistema de televisión en práctica ha sido objeto de críticas y observaciones que justificarían su revisión y análisis, con el objeto de determinar la conveniencia de introducirle modificaciones legales, reglamentarias y conceptuales que permitan que la televisión cumpla adecuadamente el rol de servicio público que debiera entenderse consustancial a las concesiones con que se opera.
Que la Cámara de Diputados constituye una adecuada instancia para que el estudio del actual estado de la televisión nacional pueda ser analizado, con amplia y pluralista participación de todos los sectores que se interesen en el tema, conscientes que se trata de un tema de Estado que compromete a toda la sociedad chilena, y
Que un dictamen de esta especie puede constituir un importante aporte para definir las eventuales modificaciones que el sistema requiere, las cuales deberían ser asumidas, en el respectivo ámbito de sus competencias, por el Ejecutivo , por el Consejo Nacional de Televisión, por los canales concesionarios, por los profesionales del área y, desde luego, por el Poder Legislativo.
La Cámara de Diputados acuerda:
Constituir una Comisión Especial integrada por un representante de cada uno de los Comités de la Corporación para que en un término no superior a ciento veinte días informe a la Cámara acerca de las actuales características de la televisión chilena, sus potencialidades y deficiencias, y recomiende las modificaciones legales y de otro orden que posibiliten que este medio cumpla sus funciones en términos que interpreten dinámicamente los valores éticos y culturales que interesa promover como nación.”.
3. Integración de la Comisión.
Reglamentariamente, la Comisión se constituyó el día miércoles 19 de agosto de 1998, eligiendo como su Presidente al diputado don Enrique Krauss Rusque . Fue integrada por los diputados señores Saa Díaz, doña María Antonieta; Alessandri Valdés, don Gustavo; Cardemil Herrera, don Alberto; Ceroni Fuentes, don Guillermo;Cornejo González, don Aldo; Huenchumilla Jaramillo, don Francisco; Letelier Morel, don Juan Pablo; Mora Longa, don Waldo; Moreira Barros, don Iván; Pérez Varela, don Víctor; Rocha Manrique, don Jaime, y Vilches Guzmán, don Carlos.
En el transcurso de su labor se produjeron las siguientes sustituciones transitorias: el diputado Hales Dib, don Patricio reemplazó a la diputada Saa Díaz, doña María Antonieta ; el diputado Valenzuela Herrera, don Felipe reemplazó a la diputada Pollarolo Villa, doña Fanny ; el diputado Letelier Norambuena, don Felipe reemplazó al diputado Ceroni Fuentes, don Guillermo; y el diputado León Ramírez, don Roberto reemplazó al diputado Mora Longa, don Waldo .
Una vez constituida, la Comisión se abocó a la elaboración de un programa de trabajo, el que se formuló, en definitiva, considerando el Acuerdo mismo de la Corporación, según el cual el ámbito de su competencia se encontraba delimitado, por una parte, al conocimiento de las actuales características de la televisión chilena, sus potencialidades y deficiencias y, por otra parte, a la elaboración de recomendaciones de modificaciones legales y de otro orden que posibilitaran que este medio cumpliera sus funciones en términos que interpretaran dinámicamente los valores éticos y culturales que interesa promover como Nación.
4. Trabajo desarrollado.
a) Sesiones y asistencia.
La Comisión celebró 19 sesiones ordinarias y 5 especiales, además de una sesión constitutiva, las que contabilizan un total de 20 sesiones desde que comenzó su trabajo, el día 19 de agosto de 1998.
Su plazo de duración que, originalmente, era de 120 días fue ampliado en 2 oportunidades por un total de 120 días más.
El total de horas de sesión alcanzó a 52 horas 35 minutos, con un promedio de duración de cada sesión de 2 horas y 15 minutos.
A sus sesiones asistió la totalidad de los miembros de la Comisión Especial, los que han sido individualizados anteriormente.
Las Actas de sus sesiones, en su versión taquigráfica, a las cuales concurrieron invitados, se acompañan como Anexo I de este Informe.
b) Personas invitadas.
En el marco del plan de trabajo ya citado, la Comisión invitó a diversas personas y entidades vinculadas al tema en cuestión y que podían aportar mayores antecedentes al conocimiento del problema.
Para tal efecto, contó con la asistencia de las siguientes personas: don Jorge Arrate Mac-Niven , ex Ministro Secretario General de Gobierno ; doña Pilar Armanet Armanet , Presidenta del Consejo Nacional de Televisión ; don René Cortázar Sanz , Director Ejecutivo de Televisión Nacional de Chile ; don Felipe Pozo Ruiz , Director Ejecutivo de Red de Televisión S.A. Chilevisión-Canal 11; don Ernesto Corona Bozzo , ex Director General de Megavisión S.A.; don Rodrigo Jordán Fuchs , Director Ejecutivo de la Corporación de Televisión de la Universidad Católica de Chile-Canal 13; don Jorge Bornscheuer Pérez , Director Ejecutivo de la Corporación de Televisión de la Universidad Católica de Valparaíso; don Marcelo Pandolfo Ortega , Gerente General de la Red Televisión S.A.; don Francisco Massoni Guerra , Gerente General de Telenorte S.A.; don Luis Ajenjo Isasi , Director Ejecutivo de Canal 2; don Bernardo Donoso , Presidente de Anatel ; don Mario Kreutzberger , Animador de Televisión ; don Henry Northcote , Presidente de Achap ; don Samuel Abarca, Asesor de Achap ; don Patricio Westphal , Presidente del Movimiento Universal Anti Censura ; don Sergio Trabucco , Presidente de Unicine ; don Fernando Acuña , Gerente Ejecutivo de Nueva Imagen S.A.; don Alejandro Calaguerea , Gerente de La Factoría; don Luis Alfonso Tapia , ex Periodista Canal 13; don Juan Videla , Periodista Canal Gran Santiago de Televisión; don Fidel Oyarzo , Periodista Canal 7 de Televisión; doña Claudia Carreño , Periodista Red Regional Valparaíso de Televisión Nacional de Chile; doña Ana Josefa Silva , Presidenta de la Asociación de Periodistas de Espectáculos; don Jorge Donoso , Presidente del Colegio de Periodistas ; don Rodolfo Silva , Presidente de la Asociación de Padres de Familia del Colegio San Ignacio ; don José Antonio Viera-Gallo Quesney , senador; don Ramón Arizón , Presidente de Fide ; don Mario Bastías , Asesor en materias de comunicaciones del Gran Maestre de la Gran Logia de Chile; don Enrique Palet , Diácono Permanente y Vocero de la Conferencia Espiscopal de Chile; don José Pablo Arellano , Ministro de Educación Pública ; doña Luz Croxatto, Directora de Sidarte ; doña María Izquierdo , Secretaria de Sidarte , y don Alfonso Muga , Rector de la Universidad Católica de Valparaíso.
c) Personas invitadas y que no asistieron a la Comisión.
Las siguientes personas fueron especialmente invitadas por la Comisión a fin de escuchar sus testimonios y, por diversas razones, no concurrieron a ella:
El señor Patricio Bellolio , Presidente de la Asociación Nacional de Avisadores ; la señora Patricia Rivadeneira , actriz de Teatro y Televisión; el señor Marco Antonio de la Parra ; la señora Erika Olavarría , Periodista de Canal 13 de Televisión; el señor Cristián Weinborn , Periodista Megavisión S.A.; el señor Gonzalo Montaner , Periodista Televisión Nacional; el señor Cristián Dazzarola , Periodista Chilevisión; la señora Alejandra Moreira , Periodista TVN Regional de Valparaíso; la señora Oriana Ojeda , Periodista TVN Regional, Red Valparaíso ; el Rev. Padre Eliseo Job , Presidente Fide Técnica ; el Rev. Padre Héctor Vargas Bastías , Presidente Nacional Fide ; el señor Francisco Anabalón Duarte, Moderador del Comité de Organizaciones Evangélicas y Presidente del consejo de Pastores de Chile; el señor Luis Ortiz Quiroga , Abogado; el señor Alfredo Etcheberry Orthusteeguy , Abogado; el señor Luis Riveros Cornejo , Rector de la Universidad de Chile; el señor Eduardo Hill Merino , Director Ejecutivo de la Corporación de Promoción Universitaria .
d) Documentos solicitados por la Comisión.
Con la intención de recabar el máximo de documentos y antecedentes que pudieran servir para un mejor conocimiento de la materia objeto de la investigación, los señores diputados integrantes de la Comisión resolvieron oficiar a:
1. Al Excmo. Embajador de Chile en el Reino Unido, señor Mario Artaza Roxel, solicitando los siguientes antecedentes: Informe sobre el sistema regulatorio de la Televisión abierta y cerrada vigente en el Reino Unido, como de los textos legales, en los que dicho marco regulatorio se fundamenta.
2. Al Excmo. Embajador de Chile en la Unión Europea, señor Eduardo Arenas Valdeverde , solicitando los siguientes antecedentes: Informe sobre el sistema regulatorio de la Televisión abierta y cerrada vigente en la Unión Europea, como de los textos legales, en los que dicho marco regulatorio se fundamenta.
3. Al Excmo. Embajador de Chile en Estados Unidos, señor Genaro Arriagada Herrera, solicitando los siguientes antecedentes: Informe sobre el sistema regulatorio de la Televisión abierta y cerrada vigente en Estados Unidos de América, como de los textos legales, en los que dicho marco regulatorio se fundamenta.
e) Jornada Temática.
Con el objeto de profundizar en los temas expuestos por sus invitados en el transcurso de sus sesiones y promover un intercambio activo de inquietudes y debate, la Comisión realizó el Seminario “Una Contribución a los desafíos futuros de la Televisión Chilena” que se realizó el día Jueves 22 de julio del año en curso en la Sala de Sesiones de la Corporación y que contó con la asistencia y participación de más de cien invitados especiales y público en general, cuyo texto íntegro se acompaña como Anexo II de este Informe.
II. CONSIDERACIONES PRELIMINARES.
1. Reseña histórica de la televisión chilena.
El inicio de la televisión en Chile se remonta al año 1962, en que por vía experimental se difundieron algunos programas de televisión, y cuando el gobierno de ese entonces decidió entregar a las Universidades los Canales respectivos, para así evitar que formara parte del sistema de la Televisión Estatal, y por otra de la Televisión Comercial.
Fue sólo en 1964, y durante la administración siguiente, que se crea en forma paralela el sistema de la Televisión Universitaria y el de la Televisión Estatal; ambos regímenes se crearon y tuvieron desarrollo y existencia prácticamente de facto, no obstante serles íntegra y absolutamente aplicable el D.F.L. Nº 4, de 1959. Es más, esta legislación no se aplicó en la práctica, ya que la existencia de los Canales Universitarios tuvo su autorización en una mera carta que les fuere enviada por el entonces Ministro del Interior , señor Sótero Del Río. Esto, hasta que en el año 1970 se dicta una legislación que tiene por finalidad reglamentar hacia el futuro la televisión y ciertamente ratificar lo que hasta ese momento se había efectuado por la vía de hecho, y que está contenido principalmente en la ley Nº 17.377, de 24 de octubre de 1970.
La pregunta de por qué Chile fue el antepenúltimo país de América en tener televisión, posee diversas explicaciones. La primera de ellas era la ausencia de una ley orgánica de comunicaciones y la falta de definición de las características y ubicación de los sistemas de emisión electrónicos modernos, lo que hizo que durante gran parte de la década del 40 -previo a la dictación del decreto Nº 7.039, de 1958- todas las solicitudes para montar un canal fuesen derivadas al Ministerio de Economía y Fomento o al de Hacienda. Estando vigente una política proteccionista de elevadas barreras arancelarias (medio para lograr la sustitución de importaciones como eje del desarrollo industrial del país), a dichas solicitudes se les aplicaba indiscriminadamente los requisitos de autorización existentes para la industria de producción o explotación de bienes materiales, los que por cierto, no eran satisfechos en este caso.
Los primeros interesados en levantar canales de televisión en el país fueron empresarios extranjeros. Por ejemplo, la empresa Philco en 1951, a la cual el Consejo Nacional de Comercio Exterior rechazó la petición, aduciendo escasez de divisas y la necesidad de realizar estudios técnicos de financiamiento. Más tarde, en 1956, el empresario norteamericano Jorge Slater solicitó permiso para instalar una planta de radio-televisión, e internar 30 mil receptores de televisión. El Comité de Inversiones Extranjeras, encargado de la aplicación del Estatuto del Inversionista, justificó el rechazo de la petición argumentando que no reunía los requisitos de estímulo al desarrollo industrial o de mejorar la explotación de la riqueza mineral, agrícola o forestal chilena.
En 1958, Cóndor Chile , empresa formada por el empresario chileno Luis Vicentini y el uruguayo Ernesto Schiapacasse , obtuvo un permiso provisorio para realizar transmisiones (base para un canal comercial) durante 50 días, luego de los cuales se evaluaría su producción. Colaboraron 22 personas y se contó con equipos avaluados en 40 millones de pesos. Se instalaron receptores en lugares públicos, pero el estreno -planeado para el 6 de noviembre de ese año- no pudo efectuarse por la rotura de una cámara de alto costo, esencial para las transmisiones. Esta iniciativa se frustró por la falta de recursos para importar los equipos de reemplazo desde Estados Unidos.
La dictación del Reglamento de Radiodifusión de 1958 parecía resolver en parte el vacío anterior, al referir las solicitudes de concesión a la Secretaría de Servicios Eléctricos y Telecomunicaciones, y al establecer requisitos y procedimientos tanto para la empresa privada como para las universidades. Ello alentó a empresarios y académicos para implementar sus proyectos.
No obstante, por la dependencia de dicho servicio del Ministerio del Interior y por la necesidad de ratificación presidencial a toda resolución al respecto, al ascender don Jorge Alessandri al gobierno se produjo un nuevo entorpecimiento que bloqueó sistemáticamente todo intento de introducirla como medio público y masivo. El eje de su gobierno se centró en el incentivo al ahorro social sustentado en la ética de la austeridad.
Dentro de esa lógica, la televisión significaba sólo mayores gastos para el país, por las divisas necesarias para la importación de equipos y para la población al adquirir los receptores.
Por otra parte, la vigencia de la concepción del Estado docente en el área cultural fue otro factor que influyó en el rechazo presidencial a la televisión privada. Ello, sin embargo, tuvo importancia en que se concediera un espacio inicial, aunque restringido, a la televisión experimental universitaria.
Es justamente en estos institutos donde se gestan los tres canales de televisión universitarios: los de la Universidad Católica de Santiago, Universidad Católica de Valparaíso y Universidad de Chile. En estas universidades, desde aproximadamente 1952 en adelante, se realizaban una serie de experimentos destinados a enviar mensajes audiovisuales inalámbricos, a través de ondas hertzianas, desde un grabador-transmisor a un receptor. Después de largos estudios y engorrosos trámites el 21 de agosto de 1959 la Universidad Católica de Chile inicia sus transmisiones oficiales públicas y periódicas de televisión en circuito abierto. Lo mismo hace, el 22 de agosto del mismo año, la Universidad Católica de Valparaíso. Al año siguiente se suma el Canal 9 de la Universidad de Chile, inaugurado oficialmente el 4 de noviembre de 1960.
Pero aún no estaba zanjado el hecho de que la televisión en Chile fuese solamente universitaria. El funcionamiento de los canales en los primeros años, su expansión en 1962, con ocasión del Campeonato Mundial de Fútbol que se realizó en el país, y posterior crisis en 1963, hizo que renacieran los ímpetus de la empresa privada por lograr un espacio, provocándose por primera vez una activa polémica pública sobre este tema.
2. Marco regulatorio actual de la televisión chilena.
a) Legislación existente.
La televisión chilena tiene un régimen de regulación que arranca desde la propia Constitución Política del Estado de 1980. Su artículo 19 Nº 12, reconoce expresamente la “libertad de emitir opinión y la de informar, sin censura previa, en cualquier forma y por cualquier medio” y a continuación establece que “el Estado, aquellas universidades y demás personas o entidades que la ley determine, podrán establecer, operar y mantener estaciones de televisión.”.
En ese mismo artículo se instituye un “Consejo Nacional de Televisión, autónomo y con personalidad jurídica, encargado de velar por el correcto funcionamiento de este medio de comunicación. Una ley de quórum calificado señalará la organización y demás funciones del referido Consejo”.
La ley Nº 18.838, modificada por la ley Nº 19.131, de 1992, es el cuerpo legal que sanciona el régimen jurídico, composición y funciones del Consejo Nacional de Televisión y dicta normas para regular “el correcto funcionamiento de la televisión”.
La ley Nº 18.168 establece por su parte, el régimen jurídico general de las telecomunicaciones y el decreto ley Nº 1.767, de 1977, le encomienda al Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones determinadas funciones y atribuciones y que en esta materia son desempeñadas por la Subsecretaría correspondiente. Los Decretos Supremos Nº 15, de 1983, y Nº 71, de 1989, establecen el Plan General de Uso del Espectro Radioeléctrico y el Plan de Radiodifusión Televisiva, respectivamente.
b) Consejo Nacional de Televisión.
Como se ha dicho, la Constitución Política de la República consagra la existencia de un Consejo Nacional de Televisión, autónomo y con personalidad jurídica propia, encargado de velar por el correcto funcionamiento de los servicios de televisión.
En su carácter de organismo autónomo, el Consejo no depende de autoridad alguna de Gobierno y se relaciona con el Presidente de la República a través del Ministerio Secretaría General de Gobierno.
La ley Nº 18.838 de 1989, modificada por la ley Nº 19.131, de 1992, señala la composición, organización y demás funciones y atribuciones del Consejo.
El Consejo se compone de once miembros. Uno de éstos, su Presidente , es de libre designación del Presidente de la República y permanece en el cargo hasta 30 días después del cese en el cargo del Primer Mandatario que lo nombró.
Los otros diez Consejeros son designados por el Presidente de la República con acuerdo del Senado. Por mandato legal, el Jefe del Estado debe hacer la proposición cuidando que el Consejo quede integrado en forma pluralista. De la misma manera, la ley exige al Presidente del Consejo una idoneidad que garantice el debido pluralismo en el funcionamiento del organismo.
Los Consejeros deben ser personas de relevantes méritos personales y profesionales, apreciación que corresponde tanto al Presidente de la República como al Senado. Duran ocho años en el cargo y se renuevan por mitades cada cuatro años.
El Consejo tiene un Vicepresidente y un Secretario General, que son elegidos o removidos con el voto conforme de siete Consejeros en ejercicio. El primero subroga al Presidente en caso de ausencia o impedimento de éste y el segundo es el ministro de fe de las actuaciones del Consejo.
Por mandato constitucional, el Consejo está encargado de velar por el correcto funcionamiento de los servicios de televisión, para lo cual debe supervigilar y fiscalizar el contenido de las emisiones que a través de ellos se efectúen. El Consejo no puede intervenir en la programación de los servicios de televisión, sino sólo realizar un control a posteriori. No hay, en consecuencia, censura en materia de televisión, entendida como revisión previa del material a ser exhibido.
c) Asociación Nacional de Televisión.
La Asociación Nacional de Televisión A.G., (Anatel), se constituyó con fecha 29 de noviembre de 1991, habiéndose extendido su Acta Constitutiva, por escritura pública otorgada con fecha 29 de noviembre del mismo año, ante el Notario Público de Santiago, don José Musalem Saffie , quedando registrada bajo el Nº 2316 en el Ministerio de Economía, Fomento y Reconstrucción, y publicado su extracto en el Diario Oficial de fecha 6 de enero de 1992.
Sus integrantes son los siguientes Canales de Televisión Abierta:
-Corporación de Televisión de la Universidad Católica de Valparaíso.
-Pontificia Universidad Católica de Chile, Canal 13.
-Red de Televisión Chilevisión S.A.
-Televisión Nacional de Chile.
-Telenorte S.A.
-Red Televisiva Megavisión S.A.
-Compañía Chilena de Televisión S.A., y
-Canal Dos S.A.
Los principios de la Asociación, respetando la diversidad de orientación de sus miembros, son los siguientes:
1. Libertad de Programación, velando cada uno de sus miembros por el cumplimiento, a través de sus programaciones, de informar, formar y entretener en un ambiente de sano pluralismo.
2. Libertad de Información y Opinión, adhiriendo a dichos principios en los términos que se encuentran incorporados en la Constitución Política del Estado.
3. Resguardo de los derechos de los concesionarios de los Canales de Televisión, a objeto que puedan desenvolverse dentro de un marco jurídico que les asegure la estabilidad de su funcionamiento.
4. Derecho a un desenvolvimiento libre de presiones; esto es, de ejercer sus actividades sin sufrir violencia o presiones de parte de autoridades, organizaciones o cualquiera otra entidad o persona.
5. Factor humano, esto es, trato equitativo como arbitrar medios y medidas que contribuyan a su adecuada capacitación.
El objeto de dicha Asociación Gremial es:
1. Velar por el respeto de valores nacionales, culturales y morales, considerando la dignidad y el respeto de los derechos de la persona y de la familia.
2. Defensa íntegra de las libertades de programación, información, emitir opinión, principio de no discriminación y libre acceso a las fuentes de información.
3. Promoción permanente de las mejores y cordiales relaciones entre sus miembros, y
4. Representar a sus socios y mantener vínculos con organismos públicos o privados, nacionales o internacionales, que intervengan o tengan relación directa o indirecta con la actividad televisiva.
d) Consejo de Ética de los Medios de Comunicación Social.
La libertad de opinión e información es tan esencial para la vida de la sociedad moderna que, con razón, los editores y periodistas rehúyen cualquier tipo de inferencia externa en sus decisiones comunicacionales, cualquiera que sea el motivo que se invoque para tales incursiones.
Las limitaciones a dicha libertad, apoyadas en el resguardo del orden público, de la seguridad nacional, de las buenas costumbres y de la moralidad pública nunca son miradas con simpatía por los medios de comunicación. Ellos prefieren que la defensa de tales valores esté bajo la responsabilidad directa y personal de los editores respectivos.
Aunque todos desean la mayor amplitud posible para el ejercicio de la libertad informativa y de opinión, cada vez se hace más necesario que la labor de los medios se efectúe con arreglo a cierta ética. Ello lo exige la propia nobleza de la comunicación social y, además, lo impone la necesidad de despertar confianza en el público de lectores, oyentes o televidentes, confianza que se gana por el medio cuando se le ve a éste operar con seriedad y abstenerse de todo recurso que se considere éticamente vedado.
No es nada fácil, como lo sostiene don Arturo Fontaine Aldunate , la tarea de conseguir un nivel adecuado de ética profesional para los medios observando al mismo tiempo el más riguroso respeto a la libertad de los editores, cuya madurez moral y sentido de responsabilidad no admite un sometimiento a normativas o autoridades de carácter ético profesional que aparezcan como extrañas o exógenas al medio.
El ideal en este aspecto es que cada medio se dé a sí mismo un conjunto de normas éticas, de modo tal que la observancia corresponda a un compromiso editorial del propio medio de comunicación. Al respecto, Televisión Nacional de Chile ha hecho un aporte valiosísimo en la materia al dictar pautas conductuales, llamadas “Orientaciones Programáticas”, destinadas a fijar una justa ecuación entre la independencia profesional y el respeto de los valores contenidos en la ley que la creó, su política editorial y la tradición cultural que dentro de ese marco se ha ido dando fluida y naturalmente durante muchos años. Existen, además, estudios y avances significativos en este aspecto y cabe esperar que los afiliados a la Federación de Medios de Comunicación Social, a través de la Asociación de la Prensa, de la de Radiodifusores y la de Canales de Televisión, encuentren un segundo camino de la autorregulación por esa vía.
No obstante, desde 1992, los medios asociados se han dado un sistema de autorregulación, que consiste en la formación del Consejo de Ética de los Medios de Comunicación Social, compuesto por cinco miembros permanentes y dos suplentes, todos ellos personas de la completa confianza de la Federación, a fin de que se aboque al conocimiento y juzgamiento de las posibles faltas a la ética que se atribuyan a los medios informativos.
El Consejo tiene un origen completamente privado y, más aún, emana de la decisión libre de los medios representados por la Federación. Esta última, respaldada por las asociaciones que la forman, se ha estimado con poderes suficientes como para delegar en este Consejo la competencia para dilucidar las cuestiones éticas concretas que se le someta ya sea por medio de una denuncia de cualquiera persona, ya sea por iniciativa del Fiscal del Consejo. El examen se efectúa en conciencia y la sanción no va más allá de una amonestación. En rigor se trata de un procedimiento moral que no tiene sino un alcance moral.
La fórmula ha marchado bien y se ha consolidado, gracias al respaldo de los presidentes de la Federación designados rotativamente entre los directivos máximos de las tres asociaciones. Puede decirse entonces que el apoyo al Consejo es total entre los medios no sólo porque sus sucesivas directivas lo han demostrado, sino porque no hay memoria de que alguno de sus fallos no haya contado con la más completa cooperación, ya en el suministro de las pruebas ya en el cumplimiento de lo resuelto por el Consejo.
La labor preventiva del Consejo de Ética de los Medios de Comunicación Social se puede iniciar por solicitud de algún particular o institución interesada, por solicitud del Fiscal o por acuerdo del mismo Consejo.
En virtud de esta actividad preventiva, el Consejo puede entregar orientaciones de carácter general a los medios de comunicación, las que son comunicadas a las Asociaciones afiliadas a la Federación de Medios de Comunicación de Chile A.G., para su difusión.
La labor fiscalizadora del Consejo se puede iniciar por denuncia de un particular o institución afectado o por requerimiento del Fiscal del Consejo.
La denuncia particular debe presentarse por escrito, ante el Fiscal del Consejo, y debe contener a lo menos la individualización del denunciante, la individualización del medio denunciado, la exposición de la información que motiva la denuncia, y la fecha en que fue emitida o publicada, la exposición del reclamo. Además, el denunciante debe acompañar todos los antecedentes que estén a su alcance para individualizar la información reclamada y fundamentar su reclamo.
El Fiscal recibe la denuncia y se pronuncia sobre su admisibilidad. Si no viene acompañada de los comprobantes de publicación o de emisión, los obtiene. El requerimiento efectuado por el Fiscal debe contener los mismos antecedentes de la denuncia particular.
El Fiscal ordena notificar al director del medio denunciado, mediante carta certificada o entregada en forma directa, conteniendo copia del reclamo y, si es posible, de la información que lo motiva.
El denunciado tiene un plazo de diez días hábiles para responder el reclamo, formulando sus descargos. Recibida la respuesta, o transcurrido el plazo, el Fiscal determinará si es necesario recibir prueba. En tal caso, fijará los puntos de prueba, y se abrirá un plazo de 15 días hábiles para rendirla.
Terminada la recopilación de antecedentes, el Fiscal enviará copias de la denuncia y el material recopilado a los Consejeros, y se pondrá en tabla para la siguiente reunión. En ella el Fiscal expone el caso. Si es necesario, se encomienda a un Consejero el estudio de algún aspecto en particular, o la recopilación de más antecedentes. Se encarga a uno o a dos Consejeros la redacción del fallo, el que se somete a aprobación del resto de quienes concurrieron al acuerdo. El nombre de los redactores se consigna en la resolución.
El Consejo resuelve en conciencia, por simple mayoría de sus integrantes no inhabilitados. Antes de conocer el asunto, cualquiera de los consejeros puede declararse inhabilitado, absteniéndose de participar en el debate.
Sus resoluciones son públicas y pueden ser absolutorias o de representación, la que consiste en una amonestación. El fallo se comunica oficialmente a las partes involucradas y a las Asociaciones afiliadas para ser difundido entre sus miembros.
Atendida la trascendencia del asunto y la gravedad de la falta a la ética, el Consejo puede resolver, además, entregar directamente la resolución a los Medios de Comunicación u ordenar que la resolución sea publicada o transmitida en el medio sancionado, ya sea en forma completa o extractada, la que deberá efectuarse dentro de diez días hábiles, o en la próxima edición, tratándose de un medio de una periodicidad mayor. También puede publicarse o transmitirse el acuerdo absolutorio, si el Consejo lo estima procedente, o a pedido del medio requerido.
La parte afectada podrá pedir la reconsideración del fallo dentro del plazo de diez días hábiles y ella deberá ser fundada.
Por último, en caso de producirse un desistimiento del denunciante, deberá analizarse y dejarse constancia en actas si se acoge dicho desistimiento o se continúa el análisis de oficio de la información denunciada.
3. Derecho Comparado.
Resulta evidente que la innovación tecnológica hace anacrónico tratar solamente de “la televisión”, dado que las modalidades de recepción y oferta de los contenidos son ya muy diversas, desde la televisión abierta de transmisión electromagnética a los múltiples servicios optativos en la Internet Sin embargo, el debate en torno a los valores y/o derechos en juego sigue planteándose en términos tradicionales, según la cultura de los diferentes países.
La Comisión, con el objeto de contar con un universo más amplio de información, tuvo a la vista los mecanismos legales implementados en el Derecho Comparado para controlar el contenido de las transmisiones realizadas por los medios audiovisuales. A modo de ejemplo, se presentan las soluciones aplicadas a nivel de la Unión Europea, España , Francia, Estados Unidos y Canadá, incluyéndose al final, una referencia a la propiedad de estos medios en algunos países europeos.
a) La Unión Europea.
Según los documentos de trabajo de la Comisión de la UE (INFO2000, 1996), el contexto para el desarrollo de medidas para controlar los medios audiovisuales se encuentra en un período de transición radical, desde un entorno dominado por los medios de comunicación masivos, de carácter centralizado y lineal, pasando por uno que parece responder a un modelo editorial, en el cual el usuario adquiere cada vez mayores posibilidades de seleccionar entre una creciente variedad de servicios, hacia un entorno nuevo de interactuación con los servicios disponibles “en línea”, de modo que el usuario es también un proveedor potencial de contenidos para la red.
Por otra parte, las redes audiovisuales ya no son esencialmente nacionales y es prácticamente imposible que un país se aísle de la red global, con las consiguientes dificultades técnicas para el monitoreo de los materiales y servicios disponibles en dicha red. Así, los medios audiovisuales “televisivos” (en el sentido que todos emplean la “pantalla chica”) no se pueden comparar fácilmente entre sí, como tampoco pueden los medios nuevos ser analizados en los mimos términos empleados para los medios tradicionales, de modo que es necesario entender el modus operandi de cada servicio para determinar la manera más apropiada para generar respuestas a su impacto social.
Los documentos encontrados en INFO2000 aceptan que son dos los principios fundamentales para la democracia que están en juego en el debate sobre el control de los medios audiovisuales: la libertad de expresión y el derecho a la privacidad. Estos dos derechos reciben protección explícita en la Directiva sobre Televisión sin Fronteras, de la Comisión de la Unión Europea: los Estados Miembros tomarán las medidas apropiadas para asegurar que las emisiones televisivas realizadas por emisores bajo su jurisdicción no incluyan programas que puedan dañar seriamente el desarrollo físico, mental o moral de los menores, especialmente aquellos que contengan pornografía o violencia gratuita y, por otra parte, estas medidas se extenderán a restringir los programas que puedan simplemente dañar el desarrollo físico, mental o moral de los menores a través de la asignación de su momento de transmisión u otra medida técnica, de modo que los menores en el área de transmisión probablemente no vean u oigan dichas transmisiones (art. 22). El artículo 22(2) extiende estas normas para incluir las emisiones que contengan incitaciones al odio basado en raza, sexo, religión o nacionalidad.
Por otra parte, la misma Directiva [art. 2(2)] establece que los Estados pueden suspender las emisiones al cumplirse las siguientes condiciones: a) cuando una emisión de otro Estado Miembro infringe seriamente las provisiones del artículo 22; b) cuando, durante los últimos 12 meses, la emisora ha infringido dichas provisiones al menos dos veces.
La libertad de expresión no es absoluta, siendo posible su restricción por el Estado según un conjunto de criterios precisos: que la restricción esté estipulada por legislación explícita, resguardando la transparencia y evitando medidas arbitrarias: que responda a una necesidad social real y respete los demás valores de la sociedad democrática; y que sea necesario (e. d. más que útil o razonable) y eficaz, sin ser desproporcionado en términos de las restricciones que se imponen, vale decir, se debe aplicar el llamado “test de la proporcionalidad”. Este método, si bien no conforma un conjunto de reglas comunes a los Estados Miembros, sí consiste en un enfoque compartido para abordar la problemática del control de los medios de comunicación.
El derecho de la privacidad se extiende a cubrir la protección de los menores de edad y de la dignidad humana como justificación para la prohibición de los materiales considerados intolerables, tanto para los individuos como la sociedad, porque atentan contra las raíces mismas de sociedad y, específicamente, la dignidad humana.
En todos los Estados Miembros existen prohibiciones explícitas de ciertos tipos de materiales que son vigentes para todos los medios de comunicación, incluyendo aquellos creados después de promulgadas dichas normas. En general, se prohíbe la pornografía infantil y la que es violenta, como también los materiales que inciten al odio y/o a la violencia racial. Sin embargo, las diferencias entre estas medidas y su falta de trasparencia, en términos de la claridad de las definiciones de los valores en juego, dificultan su aplicación a los servicios internacionales y pueden constituir barreras desproporcionadas al libre desplazamiento de servicios dentro de la Unión, a la vez que dificultan la debida defensa de los derechos básicos a nivel internacional. Un factor adicional que dificulta el necesario control de estos medios es que, en los casos de servicios descentralizados, es difícil determinar las responsabilidades precisas de cada agente en la cadena comunicacional (productor, propietario de los derechos sobre el material, proveedor de distribución, gestor de la red, diferentes tipos de usuario, etc. hasta el consumidor final).
En general, se observa que los padres son los responsables principales de decidir sobre el acceso que sus hijos tendrán a los servicios televisivos. Sin embargo, tradicionalmente las autoridades públicas han jugado un papel decisivo en esta materia y, de una forma u otra, la protección de menores ha hecho surgir una serie de restricciones sobre la distribución de material que es, en sí, perfectamente legal.
Las medidas específicas implementadas para proteger a los menores de edad y la dignidad humana, pueden ser analizadas en términos de las diversas tecnologías empleadas: los servicios televisivos emitidos electromagnéticamente y los “en línea”. Para los primeros, el organismo estatal regulador puede regular el horario de las transmisiones y/o estimular a los proveedores a introducir símbolos para clasificar los materiales ofrecidos según su posible grado de peligro para los menores y la dignidad humana. En la televisión por cable y los servicios “pagar-por-ver”, es posible bloquear o no suscribir los servicios estimados peligrosos por el suscriptor, o ciertos servicios pueden ser encriptados, siendo posible que los adultos tengan un dispositivo que les permita acceso a dicho material.
Específicamente, Canadá ha sido pionero en la implementación de un sistema que requiere la instalación de un chip (V chip: violence chip) en cada televisor, el cual reconoce un código de clasificación (de cinco grados de violencia incluido en cada programa transmitido) y solamente acepta aquellos del grado de violencia seleccionado por el que tenga el control fundamental del aparato. Al respecto, se observa que dicho sistema depende de la necesariamente controversial clasificación de los programas y de la aceptación de los fabricantes de los aparatos de la limitación tecnológica implícita en la instalación del chip.
Con respecto a los servicios “en línea”, los resguardos son necesariamente mucho más difíciles de implementar, siendo los más prácticos aquellos implementados por el usuario. “Simultáneamente, los proveedores tienden a desarrollar sistemas de clasificación para lograr la aceptación más amplia posible de sus productos, incluyendo las listas negras” de materiales posiblemente peligrosos (los cuales son difíciles de mantener al día), las “listas blancas” que permite acceso a un número limitado de sitios, y clasificaciones neutrales, que ofrecen información sobre el contenido de los servicios ofrecidos, preparada por el distribuidor y productor del material en cuestión. Subsisten en estas últimas listas los problemas de la descentralización de la tarea de la clasificación para incorporar criterios locales, sin perder la coherencia del sistema total.
Con respecto a la televisión tradicional, la mayoría de los Estados Miembros han creado restricciones severas sobre su contenido en la forma de legislación diseñada para proteger la dignidad humana y la moral pública, muchas veces subordinando el otorgamiento de la concesión para ocupar los escasos canales en la banda electromagnética al cumplimiento de las normas establecidas. Esto se acompaña con la autorregulación, tanto en las empresas públicas como en las privadas, complementado por la supervisión o monitoreo de organismos estatales con diversos niveles de desarrollo, poderes y recursos.
b) España.
A modo de ejemplo, se describe a continuación dos normas legales: la Ley 25/1994 que incorpora al ordenamiento español la directiva 89/552/CEE, sobre la coordinación de disposiciones legales, reglamentarias y administrativas de los Estados Miembros relativas al ejercicio de actividades de radiodifusión televisiva; y Ley 6/1995, de la Comunidad Autónoma de Madrid de las garantías de los derechos de la infancia y la adolescencia.
La primera de estas normas (Ley 25/1994), establece, en cuanto a la publicidad de bebidas alcohólicas, que no puede ir dirigida a los menores de edad y, a un nivel más general, que:
“La publicidad por televisión no contendrá imágenes o mensajes que puedan perjudicar moral o físicamente a los menores. A este efecto, deberá respetar los siguientes principios:
a) No deberá incitar directamente a tales menores a la compra de un producto o de un servicio explotando su inexperiencia o su credulidad, ni a que persuadan a sus padres o tutores, o a los padres o tutores de terceros, para que compren los productos o servicios de que se trate.
b) En ningún caso deberá explotar la especial confianza de los niños en sus padres, profesores y otras personas.
c) No podrá, sin motivo justificado, presentar a los niños en situaciones peligrosas. (art. 16).
En cuanto a la programación, en general, la misma ley establece que:
“1. Las emisiones de televisión no incluirán programas ni escenas o mensajes de cualquier tipo que puedan perjudicar seriamente el desarrollo físico, mental o moral de los menores, ni programas que fomenten el odio, el desprecio o la discriminación por motivos de nacimiento, raza, sexo, religión, nacionalidad, opinión o cualquier otra circunstancia personal o social.
“2. La emisión de programas susceptibles de perjudicar el desarrollo físico mental o moral de los menores y, en todo caso, de aquéllos que contengan escenas de pornografía o violencia gratuita sólo podrá realizarse entre las veintidós y las seis horas y deberá ser objeto de advertencia sobre su contenido por medios acústicos y ópticos.
“Lo así dispuesto será también de aplicación a los espacios dedicados a la promoción de la propia programación”. (art 17).
La segunda norma, de la Comunidad Autónoma de Madrid, Ley 6/1995, repite las disposiciones del artículo 17, ya citadas, y agrega que:
“1. La Administración Autonómica velará para que por medio de las telecomunicaciones los menores no puedan tener acceso a servicios que puedan dañar su correcto desarrollo personal.
“2. Se prohíbe la difusión de información, la utilización de imágenes o nombres de menores en los medios de comunicación, que puede ser contraria al interés del menor o implique intromisión ilegítima en su intimidad.
“Las Administraciones Públicas de la Comunidad de Madrid comunicarán al Ministerio Fiscal cualquier vulneración de este precepto para que solicite las medidas cautelares y de protección correspondientes”. (art. 3 5).
Los artículos 36 a 40 de esta ley, junto con repetir lo estipulado en la Ley 25/1994 con respecto a la publicidad, agrega que la publicidad dirigida a los menores debe emplear lenguaje apropiado a los niños a quienes se dirija; que las representaciones de los objetos deben reflejar la realidad de éstos, que no se admitirán mensajes que establezcan diferencias o discriminaciones en razón del consumo del objeto anunciado, especialmente en función del sexo; y que todo anuncio debe incluir el precio del objeto, sin formular promesas no explícitas.
Por otra parte, establece que:
“La publicidad de bebidas alcohólicas, tabaco, locales de juegos de suerte. envite o azar y servicios o espectáculos de carácter erótico o pornográfico, estará prohibida tanto en publicaciones infantiles y juveniles, como en medios audiovisuales, cine, televisión, radio y video, en franjas horarias de especial protección para la infancia, cuando se distribuyan o se emita, respectivamente, para la Comunidad de Madrid”. (Art. 38).
c) Francia.
La ley sobre la libertad de la comunicación (Ley Nº 86-1067, de 30 de septiembre de 1986), establece que la comunicación es libre y solamente puede ser restringida en función de la dignidad humana, la propiedad ajena y el carácter pluralista de los medios de comunicación y, por otra parte, del orden social, la defensa nacional y el servicio nacional y, además, de las limitaciones inherentes a dichos medios, como también la necesidad de desarrollar una industria nacional de producción audiovisual (art. 1).
Existe el Consejo Superior Audiovisual para garantizar esta libertad, dentro de las limitaciones establecidas por la presente ley, en términos de la igualdad de tratamiento, la independencia e imparcialidad del sector público de la radiodifusión y televisión, la libre concurrencia, velando por la calidad y diversidad de los programas, el desarrollo de la producción nacional y la creación de productos audiovisuales nacionales, junto con la defensa y la promoción del idioma y cultura francesas, pudiendo formular sugerencias tendientes a mejorar la calidad de los programas.
El Consejo Superior Audiovisual regula la publicidad y vela por el respeto de la protección de los menores, el derecho de réplica, el pluralismo y el respeto por el idioma francés y la difusión de la francofonía, según las estipulaciones de los correspondientes Decretos del Consejo del Estado.
d) Estados Unidos.
El 8 de febrero 1996, se promulgó una ley que constituye la primera revisión comprensiva de las telecomunicaciones en 60 años, afectando reglamentariamente a casi toda la industria audiovisual y de telecomunicaciones. En resumen, esta ley, entre otras medidas, exige que las emisoras mantengan un archivo público de todas las quejas de sus usuarios con respecto a la violencia contenida en los programas que distribuyen: aumenta la multa aplicada por el lenguaje obsceno en servicios vía cable, de US$ 10.000, a US$ 100.000. La ley también establece el procedimiento expedito de recurso a un panel especial de tres jueces en Filadelfia, para tratar de las impugnaciones de las medidas en ella establecidas.
Significativamente, esta ley también requiere que los televisores vendidos en el país tengan la capacidad de bloquear los programas que recibirían, según una calificación encriptada en la señal televisiva. Además, la industria audiovisual está obligada a desarrollar un sistema de calificaciones relacionado con la violencia, sexo y otras materias indecentes y lograr acuerdo sobre la transmisión voluntaria de dichas calificaciones. Si la industria no cumple con este mandato dentro de un año, la Federal Communications Commission (FCC) creará el sistema requerido, en base a las recomendaciones de un comité. La ley no obliga a la industria a implementar este sistema, pero, una vez calificado un programa, las emisoras deben incorporar esa información a la señal.
Por otra parte, la ley obliga a los operadores de servicios vía cable a encriptar, sin costo, aquellas señales auditivas y visuales que el usuario estime inapropiados para los niños (sistema opt-in). Por otra parte, los operadores de sistemas de cable podrán rechazar un programa, o parte de un programa, que contenga elementos obscenos o indecentes.
La ley contiene una iniciativa especial, conocida como la Communications Deceny Act, que, entre otras medidas, estipuló que el Gobierno, por primera vez, debe regular la red de Internet y otros servicios “en línea”. Así, se prohíbe el uso de servicios interactivos para poner elementos de comunicación indecente a la disposición de menores. Se define “lo indecente” como “cualquier comentario, solicitud, sugerencia, propuesta, imagen, o otra comunicación que, en contexto, muestra o describe actividades u órganos excretorios o sexuales, de manera obviamente ofensiva en términos de los criterios contemporáneos de la comunidad”, siendo ésta una definición aceptada por los Tribunales en otras ocasiones. La comunicación prohibida debe ser consciente y la ley exime de responsabilidad a los operadores que solamente proveen acceso a la red, aunque el informe de la Comisión Mixta declara que aquellos operadores no pueden ser considerados simplemente portadores (carriers), de modo no se precisa el grado exacto de su eventual responsabilidad en esta materia. Sin embargo, la ley crea una defensa de “Buen Samaritano” para los operadores que toman medidas restrictivas de acceso a materiales potencialmente dañinos para los menores, en el entendido de que los propietarios de la entidad no participan en la producción de materiales prohibidos, ni hacen publicidad de ellos.
Por otra parte, la ley limita las facultades de la FCC, de modo que solamente puede describir las medidas para restringir acceso a las comunicaciones prohibidas como razonables, eficaces y apropiadas, pero sin aprobarlas ni multar al operador que se niega a implementarlas. Tampoco pueden los diversos estados federados ejercer control sobre el contenido de los servicios “en línea”.
e) Canadá.
Las leyes relevantes sobre la televisión y las emisiones electromagnéticas (Television Broadcasting Regulations de 1987 y Broadcasting Act de l99l),” prohíben la emisión de todo lo que contravenga la ley, todo comentario o representación de un individuo o grupo que pueda exponerlo(s) al odio, en base a su raza, origen nacional o étnico, color, religión, sexo u orientación sexual, edad o inhabilidad mental o física, como también todo lenguaje o representación obscena.
Por otra parte, cabe señalar que la ley establece un marco de control de los medios audiovisuales muy marcado por una insistencia en que su contenido debe ser marcadamente “canadiense”: el sistema debe ser de propiedad de canadienses y controlado por ellos; la banda de emisión es un bien nacional y el servicio de emisiones ofrece un servicio esencial para preservar y enriquecer la identidad nacional; por ende, el sistema debe promover el desarrollo de la “expresión canadiense” (Canadian expression) a través de una gama amplia de programación que refleja las actitudes, opiniones, ideas, valores y creatividad artística canadienses, al mostrar talento canadiense en programación de entretención y análisis sobre Canadá y otros países de un punto de vista canadiense. Estas leyes, extensas e insistentes, constituyen un instrumento flexible para regular el contenido de los medios audiovisuales, basado en el anuncio de valores positivos y no solamente en términos de la defensa de ciertos derechos básicos.
Como conclusión de lo expuesto precedentemente puede observarse en el Derecho Comparado que la creciente implementación de servicios “en línea” desdibuja las fronteras tradicionales de la televisión, dificultando su regulación. Si bien en el pasado la limitada gama de canales disponibles para la emisión de la programación obligó al Estado a intervenir para ordenar el uso del espectro electromagnético, lo que dio pie a que también regulara el contenido de las emisiones, las tecnologías contemporáneas proveen acceso a una gama tan amplia de servicios que la fiscalización es casi imposible y su justificación se torna menos obvia. Sin embargo, cabe señalar que lo que se prohíbe fuera de los medios audiovisuales también queda vedado dentro de ellos.
Si bien los apoderados son los responsables principales de proteger a los menores de materiales que podrían dañar su desarrollo personal, los Estados responden a sus intereses, creando normas para regular el contenido de los servicios televisivos, generalmente en términos del resguardo de los derechos de la dignidad humana y de la privacidad, según el criterio de: “a mayor injerencia del usuario en la selección del material menor intervención estatal”.
Con todo, cada país desarrolla su propio enfoque (Canadá: énfasis en “lo canadiense”; España la protección de los menores; Francia con énfasis en el uso del idioma francés y el patrimonio cultural; Estados Unidos, en función de “lo obsceno”), buscando proteger la libertad de expresión, en un contexto de cada vez más medios para ejercer aquel derecho, a la vez que se resguarde el derecho a la privacidad, vale decir, el derecho a conservar un espacio íntimo, en este caso, un espacio no invadido por lo chocante y degradante, lo que constituye, en la era de la informática estatal y comercial, un ámbito cada vez más reducido y cuyo valor, aunque constitutivo de la personalidad misma, es cada vez menos obvio y difícil de justificar.
En materia de propiedad de los medios audiovisuales, la Comisión tuvo a la vista los casos siguientes:
f) Alemania.
La radiodifusión -que abarca la radio y la televisión- no es competencia del Estado central, siendo el régimen de la radiodifusión y la libertad de la misma regulados y garantizados por ley. La Federación es competente para legislar en materia de correos y telecomunicaciones, es decir, en orden a la parte técnica. La legislación relativa a la organización de las entidades de radiodifusión es competencia de los Estados Federados. La radiodifusión alemana se caracteriza por el llamado “ordenamiento dual de los medios, lo cual significa que existe una convivencia normalizada entre las entidades de derecho público y las emisoras privadas. Para la decantación de este sistema resultó fundamental, entre otras cosas, una sentencia de la Corte Constitucional Federal del año 1986, según la cual la radiodifusión de derecho público asume la “cobertura básica”. mientras que las emisoras privadas realizan una “cobertura suplementaria” de la audiencia. En Alemania las emisoras privadas de radio y televisión fueron autorizadas a principios de 1984.
En 1996 existían en la República Federal once entidades de radiodifusión de derecho público, una emisora televisiva sujeta al derecho federal, la Segunda Televisión Alemana (ZDF), que opera según las estipulaciones de un tratado entre los Estados Federados -y la corporación de derecho público Deutschlandradio. Entre todas emiten programación televisiva que se recibe en todo el territorio federal y a la cual aportan proporcionalmente sus propias producciones: este canal es la “ Primera Televisión Alemana ”. Además, las entidades en cuestión producen sus propios 'terceros programas” de televisión, que tienen cobertura regional y también se pueden sintonizar por cable en todo el territorio nacional. La ZDF, con sede en Maguncia, emite para todo el país el segundo programa”; es la mayor cadena de Europa.
En materia de autoadministración y libertad de radiodifusión el control y la dirección de las entidades de televisión de derecho público corresponde por regla general a tres órganos: el Consejo de Televisión, el Consejo de Administración y un Intendente.
Los miembros del Consejo de Televisión, en cuanto representantes de grupos sociales, defienden los intereses de la comunidad y ejercen el control social sobre la televisión de derecho público. Son elegidos por los Parlamentos de los Estados Federados o directamente por los partidos políticos, las comunidades religiosas y las organizaciones económicas y culturales. El Consejo de Televisión asesora al Intendente en la configuración de los programas y supervisa el cumplimiento de los principios programáticos. Por su parte, el Consejo de Administración fija los planes presupuestarios y controla la gestión de la entidad. La mayoría de sus miembros son elegidos por el Consejo de Televisión. El Intendente es también elegido por el Consejo de Televisión. El Intendente dirige la entidad conforme a las directrices del los dos Consejos.
En lo que respecta a la televisión privada, las entidades de derecho público se vieron confrontadas con la competencia de las privadas a partir del año 1985. Un canal privado, Premiere, ofrece servicios de televisión pagados. los que son recibidos a través un descodificador de señal. Se distingue entre “pay per view” (pago por espacios concretos) y “video on demand” (selección indívidualizada de determinadas secciones de la programación, como por ejemplo, películas). En general, los programas de la radiodifusión privada se emiten por cable y vía satélite y pueden recibirse también por frecuencias terrestres. Se pueden sintonizar, asimismo, en todo el país diversos programas de televisión extranjeros vía satélite. Los canales privados de televisión son gestionados por consorcios en los que participan sobre todo grupos empresariales del sector de la comunicación de masas.
g) Reino Unido.
Aunque se privatizó la empresa nacional de telecomunicaciones (British Telecom), la BBC, que ofrece servicios de radiodifusión y televisión, sigue siendo estatal. En 1991, se creó la Comisión para la Televisión Independiente (Independent Television Commission), como una entidad estatal responsable del otorgamiento de las concesiones y la regulación de los servicios televisivos comerciales, incluyendo la fiscalización de sus contenidos. Su ámbito de responsabilidad incluye los servicios ofrecidos por empresas privadas de televisión transmitida y vía cable y satélite. Por su parte, la BBC se regula según las estipulaciones de su propio reglamentación (charter).
III. ANTECEDENTES GENERALES.
1. Opiniones recibidas.
Durante el desarrollo de su trabajo la Comisión recibió las opiniones y exposiciones de las siguientes personas, cuyo tenor, resumidamente, se expresa a continuación, puesto que sus intervenciones “in extenso” forman parte de un anexo que se acompaña al presente Informe:
La señora Armanet , doña Pilar, Presidenta del Consejo Nacional de Televisión , señaló que su opinión se encuentra recogida básicamente en un documento, denominado Bases de Discusión de un Nuevo Proyecto de Ley de Televisión, que elaboró personalmente y que ha servido de base a la discusión que el Consejo Nacional de Televisión está teniendo sobre estas materias.
Agregó que, desde hace algunos años, existe una conciencia creciente de que el modelo de regulación de televisión que el país tiene desde hace varios años es insuficiente para dar cuenta de los cambios impresionantes y el proceso de desarrollo que ha tenido la industria de la televisión, tanto de televisión abierta, de aire, de televisión limitada, por cable satelital, y de televisión por aire, digital, que está por llegar.
Cree que la elaboración de un proyecto de ley exige una labor de reflexión muy seria e importante de todos los actores involucrados en este proceso. En general, opina, ha sucedido que en Chile se han discutido diversos proyectos de ley, a lo largo de la historia de esta industria, y, en general, ha habido poca reflexión respecto de la televisión que tenemos y de la televisión que queremos tener. Cree que ésta es una oportunidad para reflexionar seriamente sobre ese tema y reflejar esa reflexión en un proyecto que nos represente lo mejor posible.
¿Cuáles son, a juicio del Consejo Nacional de Televisión, los puntos centrales del déficit regulatorio que tiene la televisión chilena? ¿En qué radica esa especie de decaimiento o descontento que se expresa inorgánicamente respecto de esta industria? Fundamentalmente, señaló, el problema dice relación con una confusión que existe en el artículo 1º, que establece el correcto funcionamiento entre aquellos elementos que dicen relación específicamente con el tema de los contenidos y con aquellos contenidos que debieran estar regulados, como son, por ejemplo, la violencia excesiva, la pornografía, la truculencia o el uso de menores en actos reñidos con la moral y las buenas costumbres. El artículo 1º los confunde con aquellos requisitos que la ciudadanía y el Congreso estimaba que eran los compromisos de bien público que la televisión está obligada a cumplir.
El sistema de concesiones que existe en Chile, agregó, es un sistema único en el mundo. Las concesiones chilenas fueron entregadas tanto por ley como en concursos por licitación, posteriormente, y todas ellas, aun las más breves, tienen una duración de 25 años. La concesión de servicio público implica una serie de obligaciones, restricciones o compromisos, básicamente, que tienen que ver con ideas contenidas en el artículo 1º, que son, por ejemplo, la formación de los niños y jóvenes, lo cual tiene mucho que ver con las exigencias de programación orientada a ellos. En ese sentido, por ejemplo, una experiencia interesante es la obligación que ha establecido la Federal Comunication Commission, organismo de los Estados Unidos en materia de regulación, que exige que cada canal abierto debe transmitir, a lo menos, tres horas de televisión educativa a la semana para los niños. Ésa es una obligación de servicio público. Otra área en cuanto a obligaciones de servicio público tiene que ver con el pluralismo y la democracia. En este contexto se inserta, a juicio del Consejo, la obligación, que de alguna manera se ha establecido, de transmitir propaganda gratuita en períodos preelectorales, establecida dentro de la discusión como una de las obligaciones de garantía de servicio público que debe ejercer la televisión. Menciona sólo algunos, pero, agregó, puede mencionar muchos más. Por ejemplo, nuestra ley señala, en su artículo 1º, la obligación de velar por la protección del medio ambiente. Sin embargo, esa obligación, sobre la cual de hecho el Consejo Nacional de Televisión debería velar por su cumplimiento, resulta completamente imposible de cumplir en la práctica, porque no todos los programas ni todos los episodios de una serie están obligados a cumplir con el deber de velar por el pluralismo, la democracia, el medio ambiente y la formación de los niños, principios que, de alguna manera, deben estar asegurados a lo largo de la programación de los canales.
Expresó que ése es uno de los elementos centrales sobre el cual existe una especie de descontento, aunque hay una ley que en algunos aspectos es bastante restrictiva. No obstante, existe una falta de reconocimiento del trabajo que hace la televisión chilena por cumplir con su labor y porque se cumplan estos principios que reflejan la sensibilidad nacional.
De hecho, si se analiza con cuidado lo que fue la discusión de la última reforma legal en los años 90, se podrá notar cómo en ella cada una de las sensibilidades políticas y culturales fueron agregando lo que desde su punto de vista tenía más importancia y particular incidencia en lo que la televisión debía entregar en materia de contenido, y nadie podría oponerse a esos valores y principios.
El tema es que ellos están señalados desde el punto de vista de la regulación prohibitiva de los contenidos, en circunstancias que deberían estar involucrados en los compromisos de bien público, los cuales cada uno de los operadores o concesionarios de la televisión debería estar obligado a comprometerse a cumplir según su leal saber y entender. En todo caso, no pretenden en caso alguno que exista un código editorial o una forma de satisfacer los contenidos o los servicios de bien público, sino que simplemente proponen que una vez cada dos o tres años, cada canal haga un compromiso de bien público con la sociedad, reflejando de qué manera, según su leal saber y entender y de acuerdo con su línea editorial, pueden ellos, de manera efectiva, cumplir con los compromisos de bien público recogidos en el artículo 1º, los cuales, a su juicio, reflejan muy bien la riqueza de nuestra pluralidad cultural y política.
En consecuencia, los canales de televisión deberían comprometerse con la sociedad, así como lo hace la BBC de Londres todos los años, la cual señala, por ejemplo, que se compromete con los niños a transmitir tales programas para ellos, y lo mismo hace con las mujeres, los mayores y los jóvenes, y cree que nadie se atrevería a decir a la BBC de Londres cómo debe hacer mejor su trabajo.
En nuestro caso, expresó que no cree que el espíritu del Consejo, ni de nadie en particular, sea intentar modificar las fórmulas editoriales que cada canal tenga, pues eso tiene que ver con su propios valores y con sus propias líneas. Sin embargo, opina que la verbalización del compromiso con la ciudadanía de dichos principios y valores haría mucho para contribuir a que éstos efectivamente se cumplan y para que exista una mayor transparencia en la línea editorial de los canales, tanto con la sociedad como con el Consejo Nacional de Televisión.
A su juicio, la labor del Consejo debería ser simplemente verificar que los compromisos voluntariamente asumidos se cumplieran de acuerdo con los criterios de evaluación que se fijaran con cada uno de esos canales.
La discusión en este terreno apunta más bien hacia el tema de la libertad editorial. Por un lado, el Consejo la respeta y la valoriza, pero, al mismo tiempo, le fija ciertos caminos por los cuales debe andar, lo cual podría ser un avance importante. Cree que eso también tiene la ventaja de entrar en contradicción con una discusión mucho más complicada, como es la de los derechos adquiridos de los concesionarios, los que tienen concesiones denominadas indefinidas -pero que son a perpetuidad-, que son las legales y las que son a veinticinco años. Es decir, hace compatible el modelo de concesiones a tan largo plazo con el de los tipos de compromisos de bien público, los cuales estuvieron en el espíritu legal reconocer, pero que, en los hechos, están plenamente ciertos de que no pueden contribuir a hacer cumplir.
El señor Cortázar, don René , Director de Televisión Nacional de Chile , expresa que le parece muy importante la labor que está realizando esta Comisión, pues apunta a solucionar un hecho importante en el país, cual es la falta de instancias de reflexión a fondo respecto de la televisión abierta, lo que, por lo demás, está presente en la actualidad en todos los países. De hecho, estima que éste es un debate amplio y general, sobre todo respecto a dos grandes temas que interesan en esta reflexión, uno de los cuales podría ubicarlo bajo la etiqueta de la calidad de la televisión. Es decir, sobre cómo obtener una televisión de mejor calidad. Al hablar de calidad se refiere a ella tanto desde una perspectiva cultural, en el sentido de cómo mejorar el nivel cultural, como desde una perspectiva valórica, en el sentido de cuáles son los valores que se transmiten a través de la televisión abierta. Ése es, a su juicio, un primer gran tema, el de la calidad cultural y valórica.
El segundo tema que le parece de importancia es el del pluralismo, en el sentido de la forma en que puede expresarse de un mejor modo en las pantallas de televisión la diversidad que hay en la sociedad chilena y su pluralismo desde el punto de vista religioso, valórico, político, cultural y regional, y también le parece que un aspecto central sobre los desafíos que tenemos como televisión chilena dice relación con la calidad y el pluralismo.
Respecto del tema de la calidad, en particular de la cultural, le parece que se debe partir por alguna definición de cultura que sea útil para este debate sobre la televisión abierta. En este sentido, opina que lo más efectivo es tomar una definición de cultura que vaya más allá de la ciencia y las bellas artes. Es decir, deberían quedarse con una definición amplia, como la que tiene la Real Academia de la Lengua, que define cultura de la siguiente manera: “Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época o grupo social, etc.”. Además, define cultura popular de este modo: “Conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo”.
En consecuencia, señala que se trata de tomar una definición de cultura que, yendo más allá de la ciencia y las bellas artes, sea capaz de incorporar aquella definición más amplia que abarca el conjunto de manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo.
En ese sentido, dicha cultura amplia, definida en esos términos, se expresa en la televisión a través de un conjunto de géneros diferentes. Esto es, a través de películas y series, que en el caso de Televisión Nacional conforman un tercio de la programación; programas informativos, que en su canal corresponde al 14 por ciento de la programación; programas de servicio público, equivalentes al 18 por ciento de la programación; programas del área dramática -lo que abarca desde las comedias hasta las telenovelas-, correspondientes al 14 por ciento de la programación; programas infantiles, 8 por ciento; programas deportivos, 7 por ciento; documentales o programas llamados culturales -en la definición más rigurosa del término-, 4 por ciento, etcétera.
El señor Pozo, don Felipe , Director de Red Televisión Chilevisión S.A., considera que ésta es una muy buena instancia para llevar a cabo un debate que debió haberse iniciado hace mucho tiempo.
En primer lugar, en lo atingente a la industria de la televisión y la sociedad, estima que es evidente que hoy existe cierto nivel de desencuentro entre lo que la televisión está ofreciendo y lo que aspiran de ella algunos grupos de la sociedad, particularmente, algunos líderes de opinión. ¿Por qué sucede esto? A su juicio, ésta es la base de todo el conflicto. Cree que hoy se le hace a la televisión una doble exigencia, que es contradictoria en alguna medida. Por una parte, se le exige que se financie en el mercado y que juegue y opere con las reglas del mercado. Por otro lado, cree que aún queda pesando en el inconsciente, particularmente de la gente más formada, la idea de la ley de televisión de los años sesenta, que era estatal y universitaria y cuya misión era educar y propender a los valores nacionales. Esa ley de televisión es distinta a la que hoy existe; los mecanismos por los cuales funciona la televisión y las obligaciones que le propone el mercado son otros. Ésta es una dicotomía extremadamente difícil de resolver y, a su juicio, es la base de este desencuentro. La lógica de la televisión de los años sesenta sigue pesando muy fuertemente en el momento de evaluar lo que hoy propone la televisión. Sin embargo, hay que asumir lo siguiente: que el sistema televisivo que existe no fue creado por los operadores de los canales y no es una decisión de quienes los administran. El sistema televisivo actual es una decisión de la sociedad chilena, a través de su mecanismo de representación. La ley de televisión no fue hecha por los canales y la forma como ellos deben operar no fue definida por quienes los operan; fue definida por la sociedad chilena a través de sus mecanismos y se dio cierto sistema de televisión, que resulta ser más o menos coherente con cierto sistema de la sociedad.
El escenario, agregó, en que se desenvuelve la televisión es la competencia, la más dura, la más descarnada de todas las competencias. El mercado, en este caso particular, como diría el Presidente Aylwin , actúa con el máximo de crueldad: no perdona, no subsidia y no ayuda. El mercado es extremadamente cruel al momento de tomar decisiones respecto de dónde invierte y cómo invierte en la televisión. El sistema de televisión que existe es una creación colectiva de una ley, de un tipo de sociedad que se está construyendo y de múltiples actores, entre los cuales están los operadores de los canales, los avisadores y el público.
Manifestó que está de acuerdo en que se deberían buscar mecanismos de perfeccionamiento de esta circunstancia, de tratar de juntar estos elementos y de hacer menos cruel este mercado, a fin de privilegiar ciertos ámbitos, que son los más perjudicados, como son la cultura y la educación. Cree que es un camino poco posible de explorar, porque el mercado es particularmente poco generoso en estos ámbitos. Una solución es la ampliación o creación de fondos concursables reales, ya sea provistos por el Estado o por la empresa privada, a los cuales los canales abiertos puedan acceder, para financiar programas destinados a equilibrar un poco más esta sensación que existe de que hay dos ámbitos un poco más abandonados y a los cuales el mercado les va a tener menos cariño. Opina que por ese camino se puede avanzar y trabajar en conjunto.
La autorregulación y el control social es un segundo tema que le parece importante plantear. Tiene claro que la televisión es un medio de gran influencia y penetración y que, por ello, su existencia está condicionada a la libertad con la cual puede operar. En la medida en que a la televisión se le coarten sus libertades, se le está destruyendo como medio. Ahora, cuando se habla de la programación de un canal de televisión, están hablando de una cosa extremadamente compleja. Son, a lo menos, 15 horas diarias de programación en cada canal, destinada a públicos distintos en edad, en nivel de educación y en interés. Además, hay una altísima competencia y una enorme exposición de los resultados de esa competencia. No existe ningún otro medio de comunicación que esté tan expuesto en sus resultados y en lo que le esté ocurriendo, como es la televisión.
Por lo tanto, quien está llamado a ejercer el control principal o tiene las herramientas para controlarlos es el público, que es el destinatario de todo lo que hacen, pues son ellos quienes tienen la opción de decidir lo que quieren ver y lo que no, y deben ejercer esa opción. Deben ayudar a que esa opción se haga más conscientemente. En ese sentido, hay una responsabilidad no sólo de los canales, sino también del Consejo, de las universidades a través de las investigaciones, etcétera.
A su juicio, le parece importante que los canales de televisión sean transparentes en decir al público qué están entregando, que la gente tenga una información más definida respecto de los contenidos y de las características de los programas que se ofrecen, de manera que puedan tomar esa decisión con mayor conciencia. En ese sentido, cree que se puede avanzar mucho. Hoy existe una autorregulación que impuso la propia Anatel , ponerle a los programas una letra para definir cuál es su característica, lo que es bastante hermético. A lo mejor, es probable avanzar mucho más y señalar con mayor precisión de qué se trata cada programa que se está ofreciendo o colocando al aire, de manera que el público pueda decidir.
Expresó, asimismo, que desea insistir en que el control social es el punto fundamental, y él lo ejercen los padres. O sea, la responsabilidad de los padres es indelegable respecto de lo que pueden ver o no sus hijos, lo que no puede hacer la televisión ni otra instancia ajena a la propia vida familiar. Se podrán alegar muchas cosas como, por ejemplo, que los niños quedan solos, pero ésa es una responsabilidad que tienen que asumir los padres. Hay elementos tecnológicos que se pueden incorporar que permitan un control mucho mayor, pero es el padre el que debe decidir que quiere que se vea y lo que no. En eso, la conciencia crítica de la gente, el buen manejo de investigaciones que les permitan tomar decisiones adecuadas y la información más constante es muy buena.
Libertad, conciencia crítica del público y autorregulación de los canales son, a su juicio, las claves de un adecuado funcionamiento de la industria. La tentación restrictiva la estima como un camino improductivo y, por lo tanto, innecesario.
El señor Corona, don Ernesto , Director General de Red Televisiva Megavisión S.A. expresó que comparte la preocupación del diputado señor Krauss y de la Comisión en cuanto a que en un determinado momento nuestra televisión abierta pudo haber caído en programaciones de mal gusto o de bajo nivel.
Las causas pueden ser diversas. Sin lugar a duda, la primera la constituye el hecho de que están regidos, en forma estricta, por la generación de ingresos que provienen ciento por ciento de los avisos comerciales, así como por un sistema de medición de sintonía llamado “people meter”, el cual, a su juicio, tiene algunos elementos de distorsión y de perversión que hacen que los que ponen el dinero para financiar los medios de comunicación a través de la publicidad lo hagan sólo en aquellos programas que se disparan al tope de la sintonía.
Para explicarlo mejor, puede señalar que en la actualidad existen algunos programas de computación que generan el denominado optimizador de sintonía, mediante el cual, dependiendo de la agencia publicitaria, sólo los veinte o treinta primeros programas son analizados por ellas. Por lo tanto, una serie de otros programas, con muy buen rating, alcance en distintos estratos socioeconómicos, quedan fuera porque no reciben inversión publicitaria.
En consecuencia, se atreve a sugerir que esta conversación debiera darse con otros dos participantes: la Asociación Nacional de Avisadores, Anda, y la Asociación Chilena de Agencias de Publicidad, Achap . Considera que esto es necesario, porque la publicidad, por lo menos en televisión, ha dejado de considerar el elemento cualitativo, lo que conlleva que una infinidad de programas que generan interés en sectores importantes de la comunidad queden con muy pocas posibilidades de ser financiados, como los de conversación y de análisis, los cuales son muy necesarios para la comunidad.
El señor Jordán, don Rodrigo , Director Ejecutivo de la Corporación de Televisión de la Universidad Católica de Chile, expresó que esta instancia se originó antes de que él asumiera el cargo de Director Ejecutivo de UC-TV, lo que la convierte en especialmente interesante, legítima y oportuna. Agregó que desde siempre tuvo la intuición de que algún día se vincularía con la televisión. Durante muchos años trabajó en Teleduc y también realizó algunos documentales relacionados con sus expediciones. Esas experiencias le ayudaron a adoptar una visión crítica en el más amplio sentido de la palabra y a concordar en que la televisión es perfectible. En tal sentido, esta Comisión recoge un tema que no sólo circulaba en los sectores vinculados a la política, sino también en aquellos relacionados con la actividad empresarial, educacional, deportiva, etcétera: el rol de la televisión en nuestro país.
Señala que en las últimas semanas tuvo oportunidad de leer en detalle las intervenciones de sus respetados colegas René Cortázar y Felipe Pozo . Sin embargo y debido a que se encontraba de viaje, no ha podido examinar la exposición del señor Corona. De manera que no repetirá algunas cosas ya dichas y se centrará en lo que ha denominado “su visión de futuro” respecto de este tema.
Añadió que de la versión taquigráfica de las sesiones en que participaron los señores Cortázar y Pozo, puede desprenderse un primer punto de vital importancia: en el tema de la televisión: los operadores constituyen uno de los tantos actores involucrados en la discusión que se lleva a cabo. Es cierto que cada operador posee una línea editorial, pero el principal objetivo es el televidente. Dicho receptor, a quien deben respetar muchísimo, no sólo necesita del accionar del operador, sino también de agentes que procuren educarlo a fin de mirar en forma crítica el medio televisivo. En esta tarea están involucrados la empresa privada, los auspiciadores, los avisadores. No está de más mencionar que el 16 por ciento de la pantalla es ocupada por los avisos comerciales, detrás de los cuales se encuentran actores importantes, como las agencias de publicidad y los avisadores. Si los avisadores tan sólo valoran el tan mencionado “people meter” -el costo por contacto, instrumento de marketing muy utilizado-, se pueden perder perspectivas de mediano y largo plazo. De modo que habría que pensar en invitar a los auspiciadores, avisadores, a la empresa privada, incluso al Estado, como un avisador más, para reflexionar dónde y por qué avisan.
¿Es legítimo avisar, porque un determinado programa de televisión otorga una mayor sintonía y, por lo tanto, la decisión sólo debe estar basada en la sintonía? Vale la pena preguntarse por qué aviso en este medio y no en otro, por qué este programa o por qué no estoy dispuesto a auspiciar otro tipo de programas. Para ellos en el Canal es muy importante.
Su presupuesto proviene de los auspiciadores, quienes, de alguna forma, tienen relevancia en lo que hacen. Si ofrecen un producto atractivo para los televidentes, los auspiciadores están dispuestos a financiarlo.
También cabe preguntarse por qué avisan los empresarios y cuáles son sus criterios. Valdría la pena estudiarlos en el contexto que motivó la creación de esta Comisión y de la importancia de la televisión en el país. A diferencia de otros medios, la televisión tiene una tremenda penetración, ya que llega en todo el país, a 14 millones de habitantes. En ese sentido, entonces, no es comparable como un instrumento de llegada masiva con los otros medios.
Cree que falta un poco de altura de miras. ¿Dónde hago mi inversión publicitaria? Si la hago sólo pensando en un resultado de mercado o como una inversión a largo plazo. ¿Soy creativo con los medios y busco otras alternativas de auspiciar cosas que pueden tener sintonía, pero que pueden ser también de mucha utilidad para el país? Por ejemplo, una triangulación entre el Ministerio de Educación, la empresa privada y la televisión para un programa de educación formal, de apoyo a la sala de clases, de apoyo a la universidad. Cree que esto es factible de imaginar en este país. Opina que la empresa privada estaría dispuesta a pensar en eso, aunque no tenga una sintonía altísima.
Precisa que existe un punto en que hacen fuerza tanto René Cortázar como Felipe Pozo, y cree que la van a hacer todos: hoy, la televisión está regulada por el mercado. Cada uno tiene sus apreciaciones respecto de la validez o no de ese modelo, pero está ahí.
Así como está hoy la valoración del medio de difusión como un sistema de acceso a las grandes masas, no hay oportunidad de desarrollar, por las cotas de este sistema, los programas que mucha gente tilda de culturales y, por mucho tildarlos de culturales, tal vez no tienen alta sintonía. Se habla entonces de los fondos concursables. Cree que al Estado le cabe un rol tremendamente importante de ayudar allí donde el sistema libre, abierto, no logra desarrollarse; fondos concursables para programas culturales, de educación, de promoción del deporte, de trabajo con los niños, con los jóvenes, etcétera, para que cualquier canal de televisión pueda optar.
Agregó, que un tema que hay que mencionar es el de la familia. Es muy difícil accionar en lo práctico, pero piensa que el principal regulador de la televisión debería ser la familia. Lo dice -y lo va a mencionar más adelante- en el tema de futuro, la televisión es sólo un actor.
Cuando hoy existe Internet, televisión por cable, televisión digital, televisión satelital, cualquier tipo de regulación que se pueda imaginar estará siempre más atrás. Por tanto, fortalecer a la familia como la entidad base, que de alguna forma regula lo que se ve en un hogar, es muy importante. ¿Cómo visualiza eso? Con programas de educación en los colegios, con preparación de los padres, con enseñanza en las universidades o en los centros de estudios respecto de cómo ver críticamente la televisión. Cómo pueden informar más adecuadamente su cartelera, para que la familia pueda escoger libremente sus programas. En definitiva, piensa que, a futuro, será la familia la que regule qué es lo que se va a ver en cada hogar. En ese sentido, es importante fortalecer todas las instancias que permitan a la familia tener los instrumentos para regular la televisión.
Para concretar, piensa que hay actores, como la familia, los organismos educacionales, la empresa privada o la propia autoridad, que pueden actuar sobre el medio televisivo, sin cambiar el modelo que hoy existe, el de la libertad de mercado.
Cree que la única forma de regulación es la autorregulación. Piensa que cada canal debe ser responsable de su programación, de acuerdo con su política editorial. Cada uno tiene la suya; la de su canal está dictada por la universidad y la Iglesia. Que no existan normas restrictivas de ningún tipo y que se comparta la visión de que toda normativa atenta contra la libertad de programación. Uno de los elementos centrales en la exposición de René Cortázar es el pluralismo, lo cual comparte. El pluralismo es tremendamente relevante, sobre todo en medios tan penetrantes y llegadores como la televisión, que cualquier tema de normativa puede atentar contra la libertad de programación. De hecho, hoy tienen una, cual es que los programas o películas para mayores de 18 años se transmitan después de las 22 horas. Eso atenta contra la programación. No dice que no sea legítima esa regulación, pero atenta contra la programación; no puede poner una película de esa naturaleza en otro horario.
Por último, señala que, de alguna forma, como operadores de televisión, deben valorar algo del medio, no sólo como una defensa frente a una crítica bastante importante que se pudo haber hecho hace algunos meses, sino por ayudar en ese proceso de análisis crítico de la televisión. Cree que a los distintos actores les falta conocimiento sobre ella.
Agrega que entre los datos que entregó René Cortázar , estaba el siguiente: el 80 por ciento de la gente en Chile dice informarse sólo a través de la televisión, por lo cual les cabe una responsabilidad tremenda. La relación que le permite la televisión a este país con el mundo internacional es realmente espectacular. Cree que no hay, en este minuto, un medio masivo que lo pueda lograr. En ese sentido, si se mira la situación actual del país, lo que pueda ocurrir en términos de economía en Tailandia, en Japón, en Rusia o en Estados Unidos, hace tremendamente relevante estar allí en el minuto en que ocurre. El medio que lo logra es, sin duda, la televisión, y la posibilidad de llegar a cualquier parte del mundo, en forma inmediata y masiva, es muy valorable. Es algo que no se puede perder de vista, sobre todo en un mundo como el actual.
Señaló, asimismo, que otro aspecto es la potencia que tiene este medio masivo para la integración del país. Esto se asocia con la capacidad de solidaridad y de unidad que ha organizado la televisión para el país. Cree tremendamente importante lo que acaba de ocurrir con el Encuentro Continental de Jóvenes, cree importante lo que ocurrirá con la Teletón, cree importante lo puede ocurrir con el Jamboree a fin de año, etcétera. Y la única forma que se tiene de que esos eventos lleguen en forma masiva al país, es a través de la televisión, a fin de construir país y proporcionar valores. Cree que hay algo importante en la capacidad de la televisión de integrar y proponer al país cosas tremendamente atractivas como construcción de Nación.
Un dato que no le parece menor, aun cuando no desea mencionar cifras, porque no cree que sea el momento de hacerlo, pero en su canal -también lo hacen en los otros canales- hacen mucha causa de ayuda a la comunidad. Ello se manifiesta mediante la cobertura noticiosa, la divulgación de iniciativas como la del padre Baldo Santis para construir una clínica para jóvenes enfermos de Sida, o de una campaña para ahorrar electricidad, dada la situación que se vivió durante el invierno, por la escasez de lluvia. No es nada menor la cantidad de dinero que aportan los canales de televisión para esas iniciativas. No tiene costo directo monetario para ellos, pero tiene un costo alternativo bastante alto. Por lo tanto, hay un rol que ha cumplido la televisión, que se puede reforzar y que vale la pena mencionar.
Le parece, por otra parte, tremendamente importante analizar la televisión chilena con una visión de futuro, porque la tecnología y todo lo que se menciona y está en el tapete, de alguna forma en los canales del cable, Internet, los canales digitales que se aproximan, las señales satelitales, etcétera, hacen percibir que el tema de la televisión va a cambiar, sino mañana, en los próximos cinco años, y eso hace que esta discusión sea tremendamente relevante.
Del mismo modo, hizo presente que cree en dos valores que son importantes de analizar a futuro: el valor de la austeridad y la importancia de la integración social.
Si efectivamente la televisión por cable, Internet y la televisión digital estarán disponibles, entonces se debe asegurar que lo esté para todo Chile y no sólo para aquel sector que, gracias a sus recursos económicos, pueda acceder a ellos. Es en esa visión de futuro donde incorpora otros medios que hoy podrían parecer pequeños o poco importantes en el tema de la televisión, los cuales están regulados por un sistema de mercado.
Por otra parte, si se valora el mercado como mecanismo regulador, debe asegurarse que ese mercado sea muy transparente. Es decir, deben saber cuánta gente está suscrita en la actualidad al cable, cuánta accede a la televisión digital, cuánta tiene acceso a Internet, cuánta lee los periódicos, qué circulación tienen las revistas, etcétera. En la actualidad, esos datos sólo están absolutamente claros en la televisión. Es el único medio con datos que se publican diariamente en la prensa, pues eso es “on line”, es decir, minuto a minuto, y el que quiere puede acceder a esa información.
En un mundo futuro, de cuatro o cinco años más, donde el sistema multimedial será muy complejo debido a la presencia de distintos actores, la transparencia del mercado será un valor y un principio intransable. Todos los medios deberán ser muy transparentes a fin de que las familias puedan actuar en forma responsable respecto de qué medio utiliza para sus hijos, para que el empresario sepa con exactitud dónde poner su inversión publicitaria y para que el Estado pueda aportar en el lugar que está disminuido por problemas de recursos económicos.
Al respecto, expresa que personalmente valora el tan comentado people meter. Su crítica es que éste ha sido mal utilizado o ha sido sobrevalorado como instrumento en la valoración de la televisión, porque cree que en ciertas ocasiones los operadores han trabajado con el people meter como el único índice capaz de medir el éxito o fracaso de una transmisión televisiva. Cree que ha habido un error en el uso de dicho instrumento, pero no por eso piensa que sea algo variable.
Por lo tanto, se atreve a proponer -tal vez en una forma un tanto sardónica- sistemas de people meter para todos los otros medios, a fin de que realmente la información sea absolutamente transparente, lo cual es muy relevante en la circulación de esos medios. A partir de eso se puede tomar una gran cantidad de decisiones.
Concluyó su intervención expresando que para desarrollar la televisión chilena su visión es que se debe fortalecer a la televisión como medio responsable y capaz de ofrecer, en los distintos y legítimos géneros de su producción, algo más a su audiencia.
El señor Bornscheuer, don Jorge , Director Ejecutivo de la Corporación de Televisión de la Universidad Católica de Valparaíso, señaló que de los siete canales que tienen presencia en Santiago y, de alguna manera, cobertura dentro de las zonas más importantes del país, tres o cuatro pertenecen a empresas extranjeras que participan en el país con beneficios de lucro o buscan alguna rentabilidad en este negocio. En consecuencia, las normas que los rigen pueden llegar a ser distintas a las de los dos canales universitarios, que no tienen fines de lucro, específicamente el que representa, que se trata de mantener desde todos los puntos de vista como regional, perteneciente a una universidad y con una línea universitaria. Entiende que la tendencia actual del canal 13 es muy parecida. Sin embargo, Televisión Nacional de Chile es un canal que pertenece al Estado. Por lo tanto, no se efectúa un análisis desde el punto de vista de una empresa o de una industria normal, sino que son empresas que tienen distintas orientaciones, pero que hoy están muy globalizadas en su propiedad, están muy llevadas desde afuera, ya que quienes vienen del exterior su único objetivo es sacar una muy buena rentabilidad.
Por eso, actualmente resulta muy complicado legislar sobre esas actividades, ya que esta gente llegó con las reglas del juego listas desde afuera, por un lado; y, por otro, la existencia de los canales por cable los que, en un principio, resultaban muy restringidos, sólo para un cierto nivel socioeconómico alto -la influencia del cable iba a ser muy limitada dentro de ciertos segmentos-, y hoy, en Santiago tiene una amplitud de más de un 36 por ciento, lo que significa que más de un millón de hogares en Santiago tienen cable.
Por lo tanto, los temas que tengan relación con la censura o contenidos de ciertos programas, por ejemplo en su caso, donde existen ciertas limitaciones en el contenido de los programas, hacen que la disponibilidad de imagen o del contenido de la televisión sea tremendamente amplio. Distinto era hace diez años, cuando había tres o cuatro canales, donde se hacía muy fácil legislar porque todos tenían objetivos muy parecidos. Eran canales universitarios y estatales. Hoy no es así.
Entonces, estima trascendental, dentro del análisis que se haga, tener claro que hay tres o cuatro canales que son extranjeros.
Expresó que su canal no persigue fines de lucro y es el único canal regional que tiene aparición en Santiago. El resto de los canales regionales se ven solamente en las respectivas regiones.
El concepto de la Universidad, con su Canal, es tratar de hacer todos los esfuerzos posibles por mantenerlo como regional y apoyar la difusión de otros canales regionales. De hecho, la Universidad tiene uno en el norte, que les ha costado muchísimo en la zona.
En consecuencia, creen que, de alguna forma, el desarrollo del país tiene que ir asociado a medios de comunicación regional, y a la vez que éstos apoyen el desarrollo de las regiones.
Por eso, el canal de la universidad ha apoyado fuertemente el desarrollo de un canal en Puerto Montt. Incluso, mandaron una parte de su colaboración hacia allá; pero el resto, quieren que se dé en Puerto Montt.
Estima que, por un lado, es interesante la existencia de canales en Santiago; pero todo el país no es Santiago. Hay ciertas cosas propias de la región, que tienen intereses propios de la región. De ahí que, como canales regionales, les duele que para ciertas campañas de interés regional se asignen recursos a medios de comunicación que están sólo en Santiago, y si llegan acá como lo conversaba antes de iniciar la sesión en que para una campaña para prevenir el cólera en Arica, especialmente en la Primera Región , los recursos se asignan mediante organismos del Gobierno que se los entregan a una agencia de publicidad en Santiago, y toma un contrato publicitario millonario desde Arica a Punta Arenas, y la verdad no sabe cuándo hubo cólera en Punta Arenas.
Entonces, respecto del destino de los recursos, de alguna forma, se podrían buscar mecanismos en cuanto a que los medios sólo tengan acceso a cosas que sean propiamente regionales; de lo contrario, se empieza a ver que el objeto de los discursos es regionalizar; pero, en la práctica, nunca se logra.
Las distintas campañas de salud son siempre centralizadas en Santiago, administradas por agencias de Santiago, y donde los recursos se asignan sobre la base de mediciones hechas en Santiago. Entonces, si un canal tiene un alto rating en Santiago, significa que es un buen medio para exhibir la campaña, independientemente de si esa campaña tiene utilidad en Arica, Punta Arenas o en la Quinta Región. En distintas oportunidades, a lo largo de los años, ha visto que los recursos de algunas campañas publicitarias de organismos centrales, como Vivienda, Salud, etcétera, son asignados vía central.
Los gobiernos regionales rara vez disponen de recursos para apoyar a sus propios medios. No ven que a su canal se le tenga que apoyar en forma especial, sino a los distintos medios regionales; de lo contrario, la posibilidad de que se sigan desarrollando es nula. Hacen un esfuerzo enorme, pero no tienen ningún financiamiento por parte de la institución dueña, que es la Universidad Católica. En su caso, el único respaldo es que al director le paga el sueldo la universidad, porque es profesor de ella. El resto tiene que desarrollarse en base a la región. Al evaluar comparativamente un canal regional con uno central, las posibilidades de desarrollo son abismantes para el canal central en comparación con los medios regionales. En consecuencia, para poder subsistir, todo medio regional debe tener el apoyo de algún otro organismo regional, como podría ser el caso de una empresa regional que lo respalde, ya sea una universidad o cualquier otro organismo de ese tipo.
Piensa que, en algún momento, se va a tener que estudiar algún mecanismo a fin de que los recursos del gobierno se descentralicen, ya sea vía intendencia, vía consejo de televisión regional o consejos de medios de comunicación regional, ya que el 99 por ciento de los recursos se manejan en Santiago. Los intereses de las regiones son completamente distintos. La gente de Puerto Montt está preocupada de los problemas del frío, de las enfermedades de los animales y de cosas de ese tipo; en Arica, los problemas son completamente distintos. Y gastar a veces recursos importantes en una campaña publicitaria, en un spot -vale dos millones de pesos los treinta segundos en el Canal Nacional-, esos mismos recursos podrían financiar un mes de operación en un canal regional. Es un tema interesante de estudiar. Los otros canales regionales existen con enormes dificultades, diría subvencionados por otros organismos.
La otra parte está en que existe, a su juicio, un exceso de inspección sobre la televisión, especialmente sobre la televisión abierta y los canales locales. Hoy, la inversión publicitaria en Chile bordea los 500 millones de dólares, de los cuales, 250 millones -más o menos- se gastan en televisión abierta y 250 millones, en otros medios de comunicación. Sobre la televisión abierta se ejerce una visión diaria, minuto a minuto, orientada a saber qué está haciendo cada canal. Por este antecedente histórico de que la televisión abierta tiene gran penetración dentro de la comunidad, todo el mundo está preocupado de ella, de cuánto ganan sus ejecutivos, si tienen pérdidas en el primer semestre o si no las tienen. Asimismo, todos los otros medios se preocupan de ver qué está haciendo la televisión abierta. Pero hoy los medios escritos, prensa y radio a veces tienen tantos pecadillos en sus actividades, como lo que puede significar, por ejemplo, un escote más amplio en la televisión abierta. Pero el interés del público y de las autoridades está centrado en la televisión abierta, en los siete canales que existen, especialmente en los tres más grandes. Sin embargo, la prensa escrita no es revisada por nadie.
La prensa escrita efectúa sus mediciones de venta una vez al año. Cuando ellos quieren, las realizan en forma privada y nadie sabe el resultado. La radio tiene una revisión una vez al semestre, que es manejada dentro de un grupo muy privado y de cuyo resultado nadie se preocupa. En cambio, en el caso de la televisión abierta hay una supervisión minuto a minuto de lo que está ocurriendo; y si algún ejecutivo o algún elenco dice alguna frase o tiene algún comportamiento que, a juicio de terceros, no es apropiado, todo el mundo se preocupa. No quiere decir que no debiera existir esa preocupación, sino que también debiera existir hacia los otros medios. Se ve que, a veces, la televisión abierta genera actitudes perjudiciales sobre la juventud o sobre los niños; pero ¿no ocurre lo mismo con la prensa escrita o con las radios? Se escucha en las radios temas tan negativos, como puede ocurrir con la televisión abierta, y con una penetración tremendamente grande.
Por un lado, cree que hoy el Consejo Nacional de Televisión tiene todas las herramientas legales para efectuar una supervisión apropiada de la televisión abierta, en cuanto a lo que se está emitiendo, y, por otro, está la autorregulación que los propios medios debieran tener para saber qué van a emitir, según sus objetivos. En el caso de su Canal, que es un canal perteneciente a la Universidad Católica, supervisado por la Iglesia Católica, la programación está claramente orientada a lo que la institución les dice y obedece a las normas de valores más amplias de nuestro país.
Respecto de la presencia de los canales internacionales, la preocupación está centrada muy fuertemente sobre los siete canales de televisión abierta que existen en Chile; pero de éstos, tres son nacionales -dos de universidades y uno estatal- y tres son extranjeros, cuyo objetivo, imagina, es buscar rentabilidad en el negocio que están haciendo en Chile, dentro del esquema de libertad de empresas que existe en el país. Pero, a su vez, existe la televisión por cable, muy vista dentro del país -en Santiago abarca más del 30 por ciento- y existe la televisión por satélite, que ya está disponible; y por mucho que en la propaganda se plantea que se puede llegar a controlar lo que los hijos ven, en la práctica, para el padre de familia será muy difícil que exista ese control. Entonces, ahí deben buscarse mecanismos para fortalecer la actividad de la familia, a fin de que ese concepto que el padre y la familia tengan sea el que fortalezca la formación de sus hijos, y no eliminando esta pequeña cosa perjudicial. Uno de los factores más influyentes para la caída del muro de Berlín fue que, a través de la comunicación, los que estaban detrás del muro pudieron conocer qué pasaba en el lado libre. Entonces, en la medida en que se avance en la tecnología, en los medios de comunicación, será tremendamente difícil bloquear la llegada de señales al país. A esta búsqueda de recursos para generar programas de mayor contenido es donde debieran destinarse todos los esfuerzos, más que a regular todas las cosas que se están haciendo en los canales del país.
El señor Pandofo, don Marcelo , Gerente General de la Red , expresó que la empresa que representa opera en la frecuencia 4, de Santiago, y en la frecuencia 2, de Valparaíso. Tiene un total de 19 frecuencias, 17 de las cuales están actualmente en operación, que cubren las principales ciudades, desde Arica a Puerto Montt, por lo cual su cobertura alcanza al 84 por ciento de la población nacional.
En su opinión, existen varios puntos de especial relevancia que le parece importante plantear para que sean considerados en esta Comisión y, aunque estén en desacuerdo con la visión planteada, encuentren acogida como elementos de análisis.
Aun a riesgo de parecer reiterativos y poco originales, es fundamental tener siempre presente, con todas sus implicaciones, que la ley Nº 18.838, de 1989, y modificada en 1992, crea la posibilidad de entregar concesiones de servicios de radiodifusión televisiva de libre recepción a operadores privados. Este hecho se tradujo, en el corto plazo, en la creación de empresas privadas dedicadas al rubro televisión. Estos nuevos actores que aparecen en escena, junto con ampliar el abanico de oferta programática, necesariamente tendrán un comportamiento diferente del tradicional, pues se introduce la obligación no sólo de autofinanciarse, sino que, además, tienen la obligación de generar, en el mediano plazo, alguna rentabilidad para sus accionistas.
Para expresarlo en otros términos más claros, y tal vez más prosaicos, agregó, estas nuevas empresas tienen la obligación de explotar las concesiones televisivas que se les otorgaron, entendiendo por explotar el operarlas de manera de obtener beneficios económicos. Es decir, aparece la televisión como negocio.
Dado que les ha tocado escuchar variadas descripciones de lo que sería la esencia del negocio de la televisión, le parece necesario explicitar su visión de lo que es el negocio. Éste consiste en vender audiencia a nuestros clientes, los avisadores, para exponerla a su publicidad.
Una primera consecuencia es que sus clientes son los avisadores, que son quienes pagan por sus servicios, y no lo son los televidentes, como a menudo se piensa y se dice.
Más importante que esta simple definición, añadió, es el hecho de que queda en evidencia que en la televisión, como negocio, la programación será únicamente una estrategia para atraer audiencia, no existiendo un interés especial por incluir o excluir de ella ningún contenido en particular.
Se sigue, de este mismo razonamiento, que los contenidos de esta programación estratégica incluirán aquellos temas y tipos de programas que demuestren ser los más eficientes en la captación de las audiencias. Es decir, son los televidentes mismos los que mediante el voto de su sintonía deciden lo que desean ver en sus pantallas.
Es exactamente el tipo de democracia que, agregó, profetizó Ortega y Gasset hace sesenta años, al afirmar: “Asistimos al triunfo de una hiperdemocracia, en la que la masa actúa directamente, por medio de materiales presiones, imponiendo sus aspiraciones y sus gustos”. La preocupación que motivó la creación de esta visión no es más que una nueva manifestación de este mismo fenómeno.
Ha sido precisamente en el afán de recopilar información sobre las preferencias del público televidente que los canales de televisión, en un importante esfuerzo, financian el funcionamiento del Sistema Electrónico de Medición de Audiencia, el tan conocido y al mismo tiempo desconocido people meter. Por él los canales aportan cerca de cien mil dólares mensuales.
Debe darse por hecho que las cifras de audiencia, independientemente de que se pudiese perfeccionar el método de medición, representan de forma razonablemente fiel las preferencias del público. Los contenidos actuales de la programación televisiva no son más que un reflejo de esas preferencias.
La mayor crítica que se le podría hacer al people meter es que mide sólo en Santiago. Sin embargo, al contrario de lo que se ha dicho, no privilegia la medición de las preferencias del barrio alto. Éste, si se lo considera como el estrato ABC1, tiene una ponderación de solamente el 11 por ciento; el estrato C2 tiene un 22 por ciento; el C3 un 28 por ciento y el estrato D -el más popular que se mide- se pondera en un 39 por ciento. Estas ponderaciones coinciden con la composición relativa de la población de Santiago, y, es cierto, difiere de la composición en regiones.
Cabe entonces preguntarse, agregó, por qué el público prefiere ver lo que hoy vemos en la televisión. Piensa que ése es un tema para un delicado análisis, que cae dentro del ámbito de la sociología. Pero aun renunciando a participar en ese análisis se puede afirmar que si no nos satisface la imagen que nos muestra este espejo de la sociedad, que es la televisión, el cambio debe inducirse en la sociedad y no en su espejo, a través de la educación del propio público televidente, para que mediante esa herramienta tienda a ser más crítico en sus opiniones y selectivo en sus gustos. Al hablar de educación se refiere, principalmente, a entregar en las escuelas nociones específicas sobre cómo enfrentar el medio televisivo. Probablemente, añadió, varios de los presentes recordarán haber recibido, en alguna etapa de su educación, algunas nociones similares, orientadas a la lectura de diarios o revistas.
¿Por qué no hacerlo para el caso del medio televisivo, que es mucho más universal e infinitamente más complejo? Una vez desarrollado ese sentido crítico los televidentes sabrán decidir por sí mismos lo que vale la pena ser visto.
Expresó que para ayudar en esa labor de decisión por parte del televidente o a sus padres, si es el caso, los canales podrían entregar a los diarios -con la obligación de publicar-, junto a la plantilla semanal de programación la información relativa al contenido de los programas, ésta podría ser al estilo de la actual calificación, por rango de edad, o bien calificando directamente su contenido en cuanto a parámetros de interés. Por ejemplo, contenidos de violencia, sexo, truculencia, lenguaje fuerte, cultura, etcétera.
Por lo demás, opinó, esta suerte de autodeterminación ejercida por los televidentes es el único método que protege adecuadamente a los ciudadanos de la fuerte tentación de imponer de manera autoritaria, por parte de la aristocracia cultural, los contenidos que deba contener o excluir la televisión.
Coherente con la afirmación anterior, y haciendo abstracción a cualquier consideración relativa a otro tipo de libertad, considera que la autorregulación ejercida por los propios canales es un mecanismo esencial para ser capaces de responder a las preferencias del público; factor que es básico para la sobrevivencia en el mercado de toda empresa, también las de televisión.
La operación de empresas de televisión ya es bastante dificultosa hoy. La imposición de normas restrictivas o impositivas adicionales, por bien intencionadas que sean, pueden significar la lápida para varias de estas empresas con la consiguiente disminución de la oferta programática para el público.
En este punto aclaró que no postula que los operadores deban prostituirse por obtener rating. Simplemente ha querido plantear la visión más descarnada del problema porque es útil como hipótesis de trabajo, es un modelo de la realidad.
Las empresas, así como las personas, tienen valores y principios que, en el caso de esta industria, quedan bien reflejados por el artículo 1º de la ley de Televisión. Les parece adecuado que cada empresa explicite su visión de estos principios y responda ante el público por ellos.
Por lo demás, existe además un mecanismo secundario de realimentación que también frena la aparición de excesos en pantalla. Este mecanismo es la acción que ejercen los mismos avisadores cuya importancia no debe ser ignorada. Éstos actúan de dos maneras. Una, mediante los contenidos que ellos mismos introducen a través de su publicidad -que ocupa un 15 por ciento de las emisiones- y, la otra, mediante su aprobación o rechazo a ciertos contenidos, independientemente de la sintonía que alcance un programa.
Respecto del modelo planteado, por ejemplo él permite ver que el rating no es su objetivo, al menos como canal comercial. El rating es la vara con que les miden los avisadores para decidir si invierten o no en nuestra pantalla.
De aquí que podría diseñarse un incentivo tributario para aquellos avisadores que apoyen mediante su publicidad a programas que tengan bajo rating y que cumplan con ciertos criterios en cuanto a contenido cultural. Esto haría viables esos programas dentro de un esquema de televisión comercial, sin introducir peligrosas distorsiones.
El mecanismo de los fondos concursables que existe actualmente, se refiere a los del Consejo Nacional de Televisión, cuenta con recursos demasiados escasos como para hacer un real aporte. Cuatrocientos mil dólares en un mercado que ofrece 40 mil horas de programación a un precio de 300 millones, alcanzarían para comprar una hora a la semana, fuera del horario que prime en un canal durante un año.
Hasta aquí no han cuestionado la percepción de que la televisión estaría en una suerte de crisis de contenidos que, por lo demás, resultaría ser cuasi permanente si se examinan retrospectivamente los artículos que regularmente aparecen en la prensa.
Agregó que, como ha de ser de conocimiento de esta Comisión, en mayo de 1997 la Anatel hizo públicos los resultados de un estudio encargado de la empresa Adimark cuyo tema es “La televisión abierta y su impacto en la Sociedad”.
En ese estudio se aprecia que un 49,7 por ciento de la población se declara satisfecha con la televisión abierta, registrándose un nivel más alto entre los miembros de estratos socioeconómicos D -el más bajo- y los menos satisfechos los del estrato ABC1. Otro 24,7 por ciento se declara sólo regularmente conforme y sólo un 25,6 por ciento se demuestra insatisfecho en algún grado.
Es tentador inferir que el revuelo que habitualmente causa el tópico de “la calidad de la televisión” se origina en el mejor acceso que posee este último grupo insatisfecho a los otros medios de comunicación y en el uso de la capacidad de poner temas en agendas de ellos.
En el mismo estudio se observa que al pedir mencionar espontáneamente dos de los beneficios que les reporta la televisión a los encuestados, un 49,1 por ciento declaró que lo entretiene; un 46,2 declaró que lo informa y un 39,9 que lo educa.
Otra conclusión que se obtiene de estas respuestas es que claramente las cualidades de entretener, distraer y relajar son más apreciadas por el estrato ABC1, en circunstancias que las de informar y educar son mejor apreciadas por los estratos C2, C3 y DE.
Señaló que al citar este estudio de Adimark no pretende decir que están plenamente satisfechos con la situación actual o que no tengan la intención de hacer lo posible por mejorar; pero sí les interesa traer algo de objetividad al análisis pues se sienten injustamente evaluados. Esta injusticia se manifiesta no sólo por las opiniones que se vierten sobre el medio, sino también por las que se dejan de verter sobre los demás medios.
En este punto normalmente se invoca el hecho de que las empresas de televisión se diferenciarían de otros medios por gozar de la concesión de uso de un bien público escaso como es el espectro radioeléctrico.
Aquí es necesario aclarar dos aspectos. Primero, el hecho de tener la concesión de un bien público no convierte a la televisión en un servicio público. Las empresas de televisión tienen por objetivo explotar comercialmente la concesión entregada y para ello no reciben ningún subsidio.
El segundo aspecto se refiere a la supuesta escasez del bien entregado en concesión, la que, de alguna forma, lo haría especialmente precioso y justificaría por lo tanto un fuerte compromiso público de parte de los pocos afortunados concesionarios que podrían acceder a tan valioso bien.
Esta escasez, sin duda, fue un hecho indiscutible en los albores de la industria de la televisión, después de finalizada la Segunda Guerra Mundial. Por aquellas épocas no existía la tecnología necesaria para operar en las bandas de frecuencias más altas: la banda III de VHF y la de UHF. Actualmente el uso de estas bandas de frecuencia no presenta dificultades técnicas especiales: la banda III es la utilizada por los canales que van del 7 al 13 y en la banda de UHF, según la normativa de Subtel, existe cabida para hasta once estaciones más en cada ciudad. Esto se traduce en que, de acuerdo con la normativa vigente hoy día, prácticamente podría existir otra docena de redes nacionales de televisión, además de las cinco que ya existen hoy.
Pero si al día de hoy no existen más actores con mayor oferta programática, esto no se debe a que no exista el espectro radioeléctrico necesario para ello, sino que existe otro factor, de mayor importancia, que es el tamaño del mercado publicitario.
En Chile el gasto anual en publicidad televisiva es cercano a los 300 millones de dólares. Ése es el dinero que recibe el conjunto de canales chilenos, que básicamente son ocho, para financiarse y entregar utilidades.
Es de público conocimiento que esta industria no ofrece grandes márgenes de utilidad y a menudo es simplemente deficitaria. A modo de ejemplo puede citar el doloroso y cercano caso de la empresa que representa, que a esta fecha tiene una pérdida acumulada en el año cercana a los 4 millones de dólares. Agregó que siempre se le podrá observar que esto les ocurre por una administración torpe, crítica que no le queda más que recibir con humildad, pero ocurre que todos los operadores están permanentemente en situación muy similar.
Es así que la barrera de entrada para la aparición de más operadores no está dada por la supuesta escasez de este bien público. La barrera consiste en la alta inversión inicial necesaria y el know-how para manejar un negocio sumamente difícil. Se suma a esto lo poco atractiva que resulta esta industria por su baja rentabilidad sobre el capital. Es decir, si no hay más operadores es porque nadie más se interesa y no por falta de espacio.
A su juicio, la televisión no se merece un trato discriminatorio frente a otros medios, arguyendo el usufructo de un bien público que realiza.
Piensa que es importante no pasar por alto que las críticas adversas, como las que gatillaron la creación de esta Comisión, habitualmente se refieren a episodios específicos de programas, lo que representa un porcentaje ínfimo de las cerca de cuarenta mil horas de programación que emiten anualmente los canales chilenos.
Asimismo, a menudo se cita el caso de la BBC como ejemplo de calidad programática y consecuencia con sus principios declarados. Pues bien, la BBC recibe anualmente más de 3.300 millones de dólares para financiar su operación. Este dinero proviene en un 94 por ciento del pago de licencias anuales por poseer un receptor de televisión. Se pagan algo menos de 100 libras por un receptor en color y un tercio de ese valor por uno en blanco y negro. En su nacimiento esta corporación incluso recibía un porcentaje del 10 por ciento del valor pagado por la compra de cada televisor.
Como la BBC tiene también otras operaciones, sólo destina 2.240 millones de dólares a financiar sus operaciones en el campo de la televisión.
Si se extrapolara lo que significaría este aporte en el caso de nuestra televisión, mediante una corrección por ingreso per cápita entre el Reino Unido, que tiene 18.340 dólares, y Chile con 3.520 dólares -son cifras de 1994-, resulta un aporte de 430 millones de dólares. Es decir, más que suficiente para financiar toda la televisión chilena sin presiones comerciales.
En un escenario como ése, señaló, es mucho más fácil sentarse a reflexionar sobre la calidad de la programación.
Agregó que aún en este duro escenario económico que viven estas empresas, la televisión que producen y exhiben es de excelente nivel. Basta compararla con otras televisiones de América latina para sentirse orgulloso de lo que tenemos.
Esta calidad se ha logrado y mantenido aun a riesgo de la propia supervivencia, porque entendiendo la influencia que tiene este medio, asumen un compromiso con la sociedad que los acoge y también -es justo admitirlo- el marco legal que los regula, con su urdimbre aparentemente sutil, teje una red muy efectiva para detener cualquier exceso.
El señor Massoni, don Eduardo , Gerente General de Telenorte , expresó que habiendo tenido la oportunidad de leer y ahora escuchar las completas intervenciones de sus antecesores, las cuales en su esencia comparte, ha estimado necesario enfocar su intervención en un aspecto un tanto desconocido de la industria a la que pertenecen, cual es la televisión que se hace en regiones. Estima que así contribuirá a aportar a la Comisión antecedentes para una comprensión más global y, por ende, para conclusiones más completas del tema que en esta oportunidad les ocupa.
Agrega que la empresa que representa, que es Telenorte, red regional de televisión que cubre desde la Primera a la Cuarta Regiones del país, emite su señal desde sus estudios en la ciudad de Arica y por satélite cubre las frecuencias asignadas en Arica, Iquique , Pozo Almonte , Camiña , Antofagasta, Calama , Chuquicamata, San Pedro de Atacama , María Elena , Tocopilla , Copiapó , La Serena y Coquimbo. La señal también es transmitida por cable a las localidades señaladas. Transmiten 15 horas diarias, o sea, 100 horas semanales, aproximadamente 5.500 horas al año.
La distribución de su programación, en suma, son dos horas diarias de noticias; 3,5 horas diarias para programas infantiles; 5 horas para musicales, y 3,5 horas para la familia y el hogar.
Su programación se circunscribe a la programación en vivo, la que abarca preferencialmente toda la información que se genera entre la Primera y la Cuarta Regiones, privilegiando la producción propia en lugar del material envasado. En este sentido, puede aseverar que el 50 por ciento del total de la producción les pertenece.
En cuanto a la línea editorial, procuran que toda su programación, sin excepción, mantenga una línea de absoluto respeto al televidente. Para tal efecto, aplican la autorregulación dentro de lo que consideran éticamente apropiado, de acuerdo con el principio que norma su quehacer, por lo cual toda la familia puede ver Telenorte a cualquier hora.
Su línea editorial se inserta en la inclaudicable defensa de la calidad de vida de los habitantes del norte, la que entienden en toda la dimensión del ser humano: espiritual, cultural, social y ambiental. De este modo, amplían los espacios que necesita el tejido social de la región, a la vez que acercan a la gente a su entorno más próximo.
Los proyectos públicos y privados de todos los sectores, ya sean económicos, culturales, deportivos, de entretención o medioambientales, tienen un espacio en Telenorte. Esto no es privativo de su canal, por cuanto también responde a una política de las estaciones de cobertura nacional. Sin embargo, la televisión regional puede dedicar más tiempo, profundidad y continuidad a los temas de interés que afectan a los televidentes de su zona de cobertura.
El medio regional representa una fuerza distinta de la centrípeta que ejerce la capital, pues se encuentra lejos del poder político, económico y social. El medio regional mejora la comunicación entre la gente y las autoridades, dando más transparencia, oportunidad y amplitud a la información. La existencia de un medio regional establece mayores exigencias a las autoridades regionales y comunales e impone una mayor responsabilidad frente a la gente. Valoran el medio regional, por cuanto creen que representa una especie de alerta temprana en lo social y comunicacional. La televisión de cobertura nacional también abarca problemas y situaciones atingentes a las regiones, pero lo hace cuando el problema emerge o toma un volumen de cierta significación. Los espacios en la televisión regional son escasos y de difícil acceso. Por ejemplo, un accidente en Iquique es difundido inmediatamente en la televisión de cobertura nacional. Así, los televidentes de regiones tienen la sensación de que dichas estaciones atienden sus necesidades. En estos casos, no se separa la información de un hecho puntual, a veces de mucha gravedad, de la orientada a la vida, al desarrollo cultural, social y económico de las personas que viven en la región. En consecuencia, el televidente de regiones da más credibilidad y asigna mayor importancia a una noticia difundida a nivel nacional. Ciertamente, la televisión de cobertura nacional agudiza la sensación de centralismo, situación que ineludiblemente deben enfrentar los medios regionales.
Señaló que Dios nos dio una geografía larga, no cuadrada -ello habría sido mucho más cómodo en términos comunicacionales-, donde es posible encontrar climas desérticos y polares, que generan realidades sociales y culturales que deben conocerse y armonizarse. Esta particularidad geográfica hace más difícil el conocimiento y comunicación entre los habitantes. La televisión regional se debate en este escenario objetivo, buscando su espacio entre los televidentes. Están convencidos de que la televisión regional es una opción real de descentralización, pero van contra la corriente en relación a cómo vive y se desarrolla la televisión chilena. El centro decisional, en términos de asignación de recursos publicitarios, no está en regiones. Pertenecen a la industria de la televisión, forman parte de su diversidad, pero no tienen alcance nacional y tampoco están cerca de los centros de poder decisional del país. Justamente ese sentido de pertenencia es el que ha concitado su preocupación y los ha llevado a participar en esta Comisión.
El objetivo de la descentralización se logra con el tiempo; se requiere tiempo para que los habitantes de regiones tengan la voluntad de hacer frente a la fuerza de atracción que representa la concentración decisional política, social, cultural y económica existente en el país. Sin embargo, los medios regionales no tienen todo el tiempo del mundo y los recursos son limitados. Por eso y como una idea a debatir, propone que la asignación de los fondos concursables del Consejo Nacional de Televisión contemple segmentos diferenciados de asignación para apoyar programas de carácter educativo y cultural, entendiendo como tales aquellos que emiten toda su programación desde estudios regionales y que no llegan mediante libre recepción de la Región Metropolitana.
Cuando habla de regionalización y descentralización se refiere a difundir producciones locales y noticias todos los días del año, atender eventos artísticos, culturales, regionales y subregionales, mostrar eventos culturales, tradiciones, formas de vida, etcétera. Estiman que así están creando trabajo a jóvenes de regiones con inquietudes comunicacionales y artísticas e incentivándolos a fin de que muestren lo mejor de lo suyo.
Lo anterior, junto a otras medidas apoyadas por una efectiva voluntad de descentralizar, hará que los habitantes de la regiones privilegien su entorno. De ese modo, la televisión regional cumplirá cabalmente su rol enriquecedor al que todos aspiramos.
Manifestó que tales ideas complementan lo manifestado por Jorge Bornscheuer , quien demostró en forma práctica cómo el esquema global comunicacional tiende a la centralización. Si se quiere un país no fragmentado, deben propender a una real descentralización. No obstante de que se trata de un proceso largo y con múltiples variables, los canales regionales van a asumir el rol que les corresponde.
En cuanto al alto rating asociado a programas de contenido debatible, señaló que el fenómeno no es privativo de la televisión, ya que se reproduce en iguales términos en la prensa escrita y en la radio. La teleaudiencia, que otorga altos rating a dichos programas, tal vez no posea la arquitectura cultural deseada ni la que todos sueñan diseñar.
El señor Donoso, don Bernardo , Presidente de Anatel , expresó que la Asociación Nacional de Televisión es la entidad que agrupa a los principales canales de televisión abierta de nuestro país. En total son ocho operadores. Pertenecen a ella canales históricos y canales de reciente creación -quince años-, públicos y privados, y corporaciones pertenecientes a universidades nacionales y regionales.
Pertenecen a esta asociación: la Corporación de Televisión de la Universidad Católica de Valparaíso, la Corporación de Televisión de la Universidad Católica de Chile, Televisión Nacional de Chile, Chilevisión, Telenorte , Megavisión, La Red y Canal 2 S.A.
Anatel, agregó, declara en sus estatutos que, respetando la diversidad de orientaciones de sus miembros, concuerda en proclamar, mantener y defender un conjunto de principios.
El primer principio es el de la libertad de programación, ejercido con el debido respeto a las buenas costumbres y a los valores éticos que posibiliten una convivencia humana y justa, entre las que se cuentan la dignidad de la persona y de la familia. Así está declarado y acordado por la propia organización. Los canales, sin aspirar a sustituir a otros medios o a otras instituciones, velarán, a través de su programación, por el cumplimiento de sus funciones de informar, de formar y de entretener, en un ambiente de sano pluralismo, que busca la verdad, procurando exhibir, de una manera positiva, los valores éticos y evitando la presentación, como deseables, de las conductas que atenten contra tales valores, facilitando así la comunicación y el desarrollo individual y social de las personas, en una sociedad libre y solidaria.
De esta declaración, que resume muy ampliamente la mirada de Anatel respecto de la libertad de programación, fluyen el principio de libertad de línea editorial y los esfuerzos de autorregulación.
El segundo principio es el de libertad de información. Junto con privilegiar su adhesión a la libertad de información y de opinión, la Asociación reclama su irrestricto respeto a la privacidad y a la honra de las personas y velará para que las opiniones lleven al plano de la discusión nacional, facilitando el encuentro de las ideas, el debate pluralista y el respeto por todas las tendencias que expresan el pensamiento de distintos sectores.
De estos principios básicos se deriva el objeto de la Asociación. En primer lugar, promover el desarrollo, el perfeccionamiento y la protección de la actividad televisiva de libre recepción, procurando velar por el respeto de los valores nacionales, culturales y morales, considerando la dignidad y el respeto de los derechos de la persona y de la familia, entreteniendo sanamente, sin dañar la formación espiritual e intelectual de la niñez y la juventud.
En segundo lugar, defender íntegramente las libertades de programación, información y de emitir opiniones.
Añadió que de estas breves citas de principios y objetos, se puede concluir algunas cosas. Por una parte, que por lo menos hay explicitación. Pueden emitir juicios distintos o tener opiniones respecto de los actos, pero hay explicitación. De alguna manera, hay formas de compromiso. Cuando uno declara frente a otros, adquiere compromiso. La palabra implica compromiso. Asimismo, hay un espíritu de misión declarada que, a su vez, debe constituirse en un permanente espacio de reflexión.
Respecto de algunas afirmaciones atingentes a la televisión, expresó que ella se desenvuelve en un ambiente, como dice la Presidenta del Consejo Nacional de Televisión , de cambio impresionante y en proceso -dato de la causa- donde la tecnología de las comunicaciones, que caracteriza a la época, la impacta de manera diversa, pero muy fuerte. De la televisión VHF, de hace cuarenta años, ha habido un desarrollo hacia una televisión abierta UHF, a la televisión por cable y a la televisión satelital. Hay un cambio tecnológico y de globalización brutal. Se ha ido de lo artesanal y de lo pionero -cosa que pueden relatar muchos de los directores que han expuesto- a sistemas mucho más profesionales y sofisticados, fenómeno natural en una industria en desarrollo.
La televisión es un medio contemporáneo, importante en nuestra vida, del cual hablan las personas y hablan los otros medios. La televisión, entonces, se constituye en un medio central de la vida de todos, pero también se convierte en una cosa de la que se habla, no sólo por parte de los usuarios, de los que convivimos con ella, sino también por parte de los otros medios. Ella es noticia para la sociedad, se construye sobre ella y todos opinan sobre ella, incluso aquellos sobre los cuales nunca la sociedad dice nada. Es un medio que forma parte de la agenda de otros medios.
Ahora, añadió, la televisión es un medio entre otros. Nadie va a negar su impacto o su importancia, nunca claramente sostenida por los científicos, porque se sabe lo complejo que es en ciencias sociales poder sostener ciertas afirmaciones. A lo más que se puede llegar, en particular en las ciencias sociales, es a determinar, con cierta probabilidad, algunas relaciones o hipótesis. Pero, en general, sobre el medio, más se emiten juicios que hipótesis sostenidas, por la dificultad propia de las ciencias sociales. Pero es un medio entre otros, es un medio entre la prensa, la radio o Internet.
Por otra parte, la televisión abierta tiene a su lado -por ahora, y mientras no haya otras innovaciones- a la televisión por cable y a la televisión satelital, que forman parte de su entorno, y cuyos canales tienen una impresionante capacidad de segmentación. Se podría sostener que una de las sesenta frecuencias de entrada de cable tiene la posibilidad, que la televisión abierta no tiene, de la ultrasegmentación, del servicio exclusivo a mil personas, distinto de la frecuencia siguiente, que sirve en forma segmentada a las preferencias de otros mil distintos.
La televisión abierta, por tanto, es un medio de comunicación para grandes conglomerados de personas; dicho en el lenguaje vulgar, es comunicación de masas. Por tanto, es interesante, porque el criterio de análisis de una señal ultrasegmentada es distinto del criterio de análisis de una señal que es y que sirve masivamente. Éste es un antecedente que es necesario tener en consideración para el análisis, para la evaluación y para determinar los papeles, las expectativas y, desde luego, para la búsqueda en la que la Comisión está, y que todos están o debieran estar, que es la búsqueda de una mejor contribución, dada la naturaleza que ella tiene.
Por otra parte, nuestra televisión existe en un entorno altamente competitivo. Se ha escuchado a todos los directores hablar del tema en donde todas sus estaciones, sin importar la condición de pública o privada, universitaria o no, histórica o nueva, deben asumir su autofinanciamiento.
La televisión tiene un sistema de medición del cual también todos han hablado, pero mirado desde el otro lado de la medalla, es un sistema que lo financia principalmente ella -del orden del 80 por ciento-, reconocida como un sistema de punta, en términos tecnológicos, de acuerdo al estado de arte y costos que están considerados. No hay duda de que es un instrumento, el viejo dilema de los fines y de los medios, que siempre el ser humano debe tener presente y que debe ser considerado como tal, pero no sólo por aceptación de la televisión, sino por distintos factores sociales, desde luego por quienes invierten en los medios a partir del conocimiento que tienen de estos datos de rating, en el caso particular de la televisión y que pretenden llegar de la forma más eficaz con su mensaje a los consumidores.
Nuestra televisión, sostuvo, es perfectible y mejorable -como lo dijo Rodrigo Jordán -. Sin embargo, un análisis comparado de la televisión chilena con similares, permite concluir que con todos sus defectos es realmente superior en un contexto comparablemente razonable. Está hablando de Latinoamérica y por qué no penetrar en otros países más sofisticados en donde algunos expertos podrían afirmar, con la autoridad que no se tiene por ser grupos de interés, pero dar el atributo por la convicción personal que él tiene, de que es una “buena televisión”, pero siempre perfectible y mejorable. Por lo demás, en sus cincuenta mil horas, en que todos los miembros de Anatel están frente a la sociedad exponiéndose los 365 días del año, desde luego la probabilidad del error es algo realmente obvio, pero que podría contrastarse con los casos que son vistos por el Consejo Nacional de Televisión y por lo que algunos expertos declaran como porcentaje de la televisión que podría ser cuestionado y que realmente son menores.
Por otra parte, nuestra televisión tiene una historia de cumplimiento de su misión. Puede mencionar una media docena de ejemplos, aunque sea reiterativo, pero primero es bueno que tengan una convicción, que la competencia y las circunstancias del entorno de la televisión chilena la han hecho más chilena. Su primera experiencia profesional fue en la televisión, trabajó en UCV hace casi 30 años. Recuerda que conoció la gestación de la primera ley de televisión de los ’70, cuando se hablaba de porcentajes de programación nacional. Todo eso ya es irrelevante, porque todo porcentaje imaginado como un sueño en la época fue superado. Entonces, con lo que ha pasado en el desarrollo, en la historia de la televisión, las nuevas tecnologías y las nuevas competencias que se enfrentan, hoy la televisión chilena es más chilena y es una cuestión importante que tiene distintos outputs, en distintos sentidos, lo que es motivo de preocupación, de aplauso de reconocimiento simultáneamente.
En segundo lugar, los chilenos declaran que se informan principalmente por televisión, el 85 por ciento a través de los noticieros, lo que es un ejemplo positivo del ejercicio de la libertad, pluralidad y de oportunidades de expresión. Cree que en los noticiarios de la televisión chilena, en su percepción personal y en la de muchas personas con las que se encuentra, se nota un interesante esfuerzo válido en canales públicos, privados y universitarios.
En tercer lugar, las opiniones de los chilenos señalan dos beneficios principales de la televisión, por lo menos lo que se logra deducir de los estudios: entretención e información. Por otra parte, es integradora del país y lo es si se analiza el esfuerzo de las redes y si se analiza el esfuerzo de la televisión regional, que por lo demás ha significado un peso importante en instituciones universitarias muy grandes en algunos momentos, pero con las reglas universitarias en que no pueden afectarse los patrimonios universitarios por la mantención de canales, la verdad es que se enfrentan situaciones difíciles. Pero la televisión regional es un ejemplo de una perspectiva distinta a la integración.
Por otra parte, la televisión ha hecho una inversión importante en tecnología para ir con los tiempos y enfrentar los desafíos. Por otro lado, la televisión es una ventana abierta que lleva al país a los aires de la solidaridad, y cuando habla de esto, no lo hace por el gran evento anual de diciembre, sino de cada instante en que encuentre la forma de cómo ella está participando en la generación de una cultura solidaria. Desde luego, podrían tener un tremendo debate de expertos de distintas disciplinas que podrían sostener que esto es discutible y que toca emociones extrañas, etcétera. Sin duda que eso va a pasar, toda obra humana está sometida a tremendas críticas, y desde luego, hasta se podría sostener la hipótesis que a mayor grado de intelectualidad del opinante es mayor la crítica respecto de los esfuerzos que la televisión hace en los actos de solidaridad a nivel global y hoy muchos chilenos pueden ir al lugar que se llamó para cooperar frente a los miles de muertos que hay en centroamérica. Son actos de solidaridad y de humanidad como un todo, en donde la televisión juega un papel importante por su potencia comunicacional muy grande.
Tampoco pueden dejar de mencionarse los esfuerzos de la televisión chilena en señales internacionales, como la forma del rostro que somos, con lo bueno y lo malo, como ángeles y demonios. Entonces, la pregunta es ¿cómo mejorar la calidad continuamente, que es un poco lo que está en el espíritu?, ¿cómo asegurar ciertos estándares socialmente aceptables?, ¿cómo ganar espacios para nuevos programas que se podrían calificar como “cultos”?, porque esto es muy importante, respecto del cual desde luego se han hecho aseveraciones diversas, es decir, sobre el buen entendimiento de lo que es cultura como modo de ser y sobre lo que se entiende como culto en las bellas artes, que es un detalle importante para un justo análisis.
Si la televisión es parte de nuestra cultura, de nuestro modo de ser y es un dato contemporáneo en todo lugar de la tierra, el desafío es generar iniciativas respetuosas de la libertad, de las personas y de los principios que proclama, las que deben tender, en forma permanente, a dar vida al llamado del artículo 1º de la Constitución que la rige, el cual siempre es bueno tener presente y la que también podemos imaginar respecto de la operación de la televisión.
En ese sentido, fluyen algunos elementos a partir de las intervenciones y las respuestas que aquí se han formulado. Por ejemplo, sin duda se pueden perfeccionar los niveles de información que la televisión entrega al público o, dicho de otra manera, se puede buscar su orientación, esfuerzo que la sociedad industrial del norte hace con mucha frecuencia. Además, cree que es bueno tener presente y no olvidar que fue Anatel, es decir, la propia asociación, la que generó las letras para comunicar algún tipo de información a la familia, lo cual se impulsó hace varios años atrás. Sin embargo, no hay duda de que eso se puede perfeccionar sin necesidad de esperar las tecnologías de bloqueo, porque aquí están hablando de qué manera en la sociedad y en el país pueden mejorar los niveles de información y orientación.
Por otra parte -dejando a un lado la crisis asiática-, se debe considerar la inversión del Estado, en el sentido de que si hay “programas cultos” para masas, entonces, se requiere una inversión estatal de otro nivel.
Al respecto, existen datos muy interesantes acerca de la proporcionalidad de la inversión chilena en esta materia, corregidos por ingreso per cápita, en donde se aprecia que la inversión es muy pequeña y que tiene características como las que aquí se han señalado en intervenciones anteriores, como el hecho de que para acceder a ellas se debe concursar, fenómeno que ya forma parte de la cultura actual. Sin duda es bueno que se deba concursar, porque con ello se piensa, defiende y cuenta una idea, lo cual forma parte del concepto de accountability, del cual hoy se habla tanto en la sociedad.
Asimismo, es bueno que esto se encuentre presente en la televisión chilena con características como las que aquí se han mencionado, las cuales permitan asegurar que este tipo de programación se halle presente y que fortalezca los esfuerzos descentralizadores.
Por otra parte, estima que esto también se podría hacer para experimentar. En la actualidad, la televisión chilena invierte en muchos programas de orden cultural. En ese sentido los programas que hoy se pueden calificar como culturales son muchos más que aquellos que con gran esfuerzo en los viejos tiempos se emitieron en la franja cultural de los jueves, por el transcurso de una hora. Sin embargo, muchos de ellos cuentan con un subsidio interno, es decir, de los propios canales.
En tercer lugar, debe haber una valoración pública -sobre la cual la Comisión puede ayudar mucho-, con el fin de impulsar y reconocer los esfuerzos de autorregulación. En la actualidad, las personas cuentan, a lo menos, con tres puertas abiertas para golpear y recurrir en relación con su mirada, percepción o malestar respecto de la televisión. Una de ellas es la de los tribunales, en los cuales más de algún canal debe estar manejando alguna causa.
En el plano más cercano, está el Consejo Nacional de Televisión, que es una instancia importante, porque cuenta con todos los atributos legales para actuar, y de hecho así lo hace en muchos casos.
Además, existen, a lo menos, dos consejos de ética que son muy importantes: el Consejo de Ética de la Federación de Medios y el Consejo de Ética y de autorregulación publicitaria, los que abarcan ámbitos distintos.
El señor Kreutzberger, don Mario , Animador de Televisión, señaló que se ha hablado tanto sobre la televisión e, incluso, se le puso un título antes de que esta Comisión analizara si era o no chabacana. Hizo presente que trabaja en ella hace 37 años, por lo cual considera que la televisión chilena no es chabacana. Lo que sucede es que tiene un reglamento que no es respetado o, al menos, muy desconocido por las personas que trabajan en ella. Es bastante complicado hacer un reglamento, porque hay que tomar en cuenta la gran diferencia que existe entre la televisión abierta y la televisión por cable. Si se le ponen muchas limitaciones a la televisión abierta, lo único que se logra es hacer crecer la televisión por cable, lo cual perjudica bastante la producción nacional y las posibilidades de los profesionales chilenos. Además, por alguna razón, a pesar de que Chile se ha destacado por la exportación de diversos productos en los últimos 20 años, lo único que nunca ha exportado ha sido producción de televisión, en circunstancias de que siempre han tenido importantes instalaciones y un buen nivel. Eso se ha producido porque la televisión chilena ha tenido un régimen excepcional de televisión universitaria y estatal durante muchos años y no tiene más de 8 años de ser una mezcla de televisi��n estatal universitaria privada.
Por otra parte, en Chile no se han formado verdaderos empresarios de la televisión. Hoy, los conglomerados de televisión trabajan de una manera distinta en el mundo, porque abarcan varios ámbitos de comunicación. Es muy difícil para las cadenas de televisión tener solamente canales, puesto que también participan en el negocio del cable y poseen periódicos y radios. Es todo un conglomerado de comunicación.
Por eso, cuando se pretende reglamentar la televisión hay que tener mucho cuidado de no hacerlo en desmedro de la televisión por cable, porque ésta tiene una característica distinta. En el cable la persona contrata el sistema como quien compra un libro o una película. De manera que es muy difícil controlar qué libro o película va a comprar para su casa, porque es una decisión personal. En cambio, la televisión abierta tiene características distintas, es decir, cualquiera la puede ver.
En ese sentido, deben tener mucho cuidado, porque hay un espectro muy amplio de personas que ven televisión y se deben resguardar los aspectos morales, el lenguaje y una serie de materias que uno no tendría por qué inmiscuirse dentro del sistema de cable, puesto que la contratación de éste es voluntaria. Sin embargo, en Estados Unidos y en varios países europeos el Estado exige que los sistemas de cable tengan bloqueadores especiales para que los padres bloqueen algunas señales a sus hijos, cosa que en Chile no existe. Es un principio que desconoce, porque si viene a conversar sobre esto debería conocer muy a fondo la ley. No conoce la ley actual, pero está seguro de que no se está aplicando correctamente. Cuando hay algún litigio o algo problemático se acude al Consejo de Televisión y éste hace como juez. Entonces, primero, al legislar hay que tomar en cuenta que es muy importante no dañar la televisión abierta respecto de la televisión por cable.
El señor Northcote, don Henry , Presidente de Achap , expresó que en el año 2000 Achap cumplirá 50 años de existencia. Han vivido los grandes avances científicos y tecnológicos de la última parte de este siglo y han sido partícipes de los cambios políticos, sociales y económicos que han condicionado profundos cambios en la sociedad, en el mercado, en los consumidores y en la publicidad.
En este entorno de permanente cambio, el rol de los profesionales de la publicidad en todo el mundo y en nuestro país ha sido incorporar inteligencia, imaginación e ideas a las actividades de marketing para cumplir con metas mensurables de mercado.
La profesión del publicista es dar vida, insuflar vida a las marcas de los clientes a través de ideas, imágenes y palabras que, comunicadas por la publicidad a los consumidores, hacen que éstos se emocionen y se enamoren de las marcas de los clientes.
En el mundo de hoy, la función de las agencias de publicidad es ayudar a sus clientes a construir marcas en las mentes de los consumidores; crear preferencias, adopción de marcas, etcétera.
Su profesión tiene que ver con el arte, la estrategia, la economía y el conocimiento de los consumidores. Es conditio sine qua non que un publicista conozca qué pasa con el consumidor para poder actuar; es decir, en publicidad se parte del consumidor para llegar al consumidor, a través de investigaciones de sus hábitos, sus gustos, sus necesidades, etcétera.
La publicidad es vital, porque es el cordón umbilical entre la marca y el consumidor. Se vive en un mundo de marcas, al final de este siglo.
La sola enunciación de la temática que preocupa a la Comisión denota la importancia que la autoridad determina para este importante medio de comunicación social.
Para Achap la publicidad es esencial para la subsistencia de los canales de televisión y es un poderoso vehículo para el progreso de los ciudadanos. Son partidarios de la libertad de expresión y son ejecutores de una de sus formas más concretas: la libertad de expresión comercial.
En el mundo actual, repleto de informaciones, no es tan importante saber cómo poder tener acceso al mayor número de información, tanto en cantidad como en intensidad y calidad.
Es así que la publicidad ha permitido la adopción de hábitos de alimentación y de higiene; ha difundido principios y valores en la comunidad; ha enseñado el uso adecuado de bienes y servicios, etcétera.
Impedir la libre expresión comercial lo consideran propio de ideas retardatarias que trastrocan el progreso de la comunidad, que ponen obstáculos al libre acceso a las noticias esenciales o necesarias para la vida diaria. La información que no es libre es generalmente inconstante, subjetiva, parcializada, superficial o errada.
Dentro del concepto de libertad de expresión comercial comprenden que pueden existir abusos. No reconocerlo, sería una ingenuidad. Por ello, son fieles partidarios del principio de que nuestra libertad termina donde comienza la del otro.
De ahí que Achap, hace 20 años, en 1979, creó el primer Código de Ética Publicitaria, basado en el Código Internacional de la Cámara de Comercio de París que se creó en 1937 y que sigue vigente inspirando todos los códigos del mundo occidental que conocían como tales en el pasado, el que ha tenido seis o siete modificaciones entre 1937 y 1997, año en que se hizo la última modificación.
Durante ocho años, hasta 1987, el directorio de Achap actuó como tribunal de ética, recibiendo y fallando las denuncias de avisadores y agencias de publicidad. En 1986, la industria publicitaria utilizó el Código de Ética de Achap como base para la elaboración del Código Chileno de Ética Publicitaria, que los rige hasta hoy. En 1987 creó el Consejo de Autorregulación y Ética Publicitaria, Conar . Se contó así con un cuerpo de normas éticas aplicables a la actividad, un tribunal y un procedimiento sumarísimo en la tramitación y fallo. Desde la creación del Conar se han visto 356 denuncias, cuyas resoluciones han sido debidamente acatadas por agencias y avisadores.
De esta forma, se ha creado una sociedad intermedia establecida en el artículo 1º de la Constitución Política de la República, dotada de plena autonomía, que ha hecho innecesaria la regulación oficial de la publicidad.
Cree que en todas las transacciones de mercado existe la necesidad de informar. Mediante la información los mercados se acercan a la perfección, se sirve a la soberanía del consumidor y este último aprende quién le sirve y dónde le sirve. De esta manera, la información es absolutamente necesaria para el productor y el consumidor.
Creen en la libertad de publicidad sustentada en el principio de la libre circulación de las comunicaciones sociales, sin otra restricción que la responsabilidad profesional de los agentes de la información y las limitaciones impuestas por la ética, el orden público y las buenas costumbres.
No conciben ahora ni en el futuro la televisión sin publicidad.
El señor Abarca, don Samuel , Asesor de Achap , explica que expondrá dos instancias en su presentación.
Una, que podría llamar más de números, que es una recopilación de la información de dos fuentes, basada en un estudio que Adimark hizo para Anatel y que mencionó el señor Henry Northcote , y algunos datos que han recogido directamente de distintas fuentes y que están resumidos, los que podría llamar datos racionales.
Una segunda presentación tiene que ver con un estudio encargado por la Agencia Northcote para el tema televisión. Qué opinaba la gente, lo que llamaría un tema más emocional. Es un tratamiento de estudios de mercado en el que importó más la parte emocional.
Cuando prepararon la presentación fueron colocando los siguientes elementos, que son los contenidos de presentación: cuáles son las actividades de tiempo libre, es decir, a qué se dedica la gente cuando tiene tiempo libre; qué percepción tienen de los distintos medios de comunicación; cuáles son las fortalezas y debilidades de esos medios; los atributos de esos medios; cómo ven la televisión y la publicidad y cuánto es el consumo del telespectador en promedio diario. Después, estudiar la relación de oferta y consumo: tantas horas de transmisión, que sería la oferta, y qué pasa con el rating, que sería el consumo.
El primer tema se refiere a qué dedican el tiempo libre. Está dividido en dos grupos: primero, población total mayores de 15 años; segundo, niños.
El resultado es que la televisión es lejos a lo que más dedican el tiempo libre. Si las labores de casa fuera una actividad de tiempo libre, sería la menor y ver televisión, la mayor. Esto es más alto en grupos más bajos, y en los grupos más altos es más bajo.
Un primer dato es el tiempo que dedican los mayores de 15 años a la televisión. Si esto lo analizan en los niños, es dramáticamente más fuerte el tiempo que le dedican: el 72 por ciento del tiempo de un niño entre 9 y 14 años está destinado a ver televisión. Los niños de los grupos socioeconómicos medio y bajo tienen como segundo lugar jugar, y los de los grupos altos mencionan que el deporte o invitar amigos es su segunda actividad más preferida para el tiempo libre.
Respecto de la percepción de los medios. Al establecer notas de 1 a 7 el mejor medio es la radio, después viene la televisión abierta. En términos generales la radio aparece como la mejor evaluada. Después, dependiendo los grupos aparece el TV cable en segundo lugar junto con la prensa, y la televisión abierta en los grupos medios, medio-bajo aparece con mayor fuerza. Este es un dato interesante porque la pregunta a cuál es el mejor medio, las respuestas espontáneas están ahí. Pero cuando entran a la televisión empieza a comportarse un poco distinto. Esto tiene que ver con las fortalezas y debilidades de cada medio, y como el tema que interesa es la televisión tienen que considerar la radio, porque son los más importantes.
La televisión tiene dos fortalezas y con un porcentaje de preferencia bastante similar -52,51-: es un medio que entretiene y entrega información, calidad de noticia. Otra fortaleza que la caracteriza es que es muy masiva y acompaña.
Respecto de las debilidades de la televisión, una de ellas es que está ausente de entregar datos útiles prácticos. Ahí la radio aparece con una fortaleza mayor. Por ejemplo, la radio de provincia tiene la cualidad de avisar que la comadre llega en el tren o en el bus tanto. Esto ocurre especialmente en el sur. O sea, existe ayuda a la comunidad. La televisión ahí aparece como débil, lo mismo que en ayuda social y en cultura. Eso siempre se echa de menos en la televisión. Por último, está la creación de valores.
Respecto de la radio, la primera fortaleza es la ayuda social. Realmente se ve como un medio de ayuda al otro. Es oportuna, porque tiene mucho que ver con la noticia. También tiene la entrega de datos útiles y la creación de valores. O sea, los que aparecen como debilidades de la televisión son fortalezas de la radio.
En lo que respecta a los atributos de los medios, se refiere al que mejor cumple dicha función frente a una misma noticia. Aquí la televisión empieza a tomar una fuerza que en la declaración emocional o espontánea era distinta.
Frente a la misma noticia, cómo se valora la televisión y los otros medios. La televisión aparece como una cosa muy fuerte en cuanto a que es más entretenida. Tiene un 67 por ciento frente a la radio que aparece con un 24 por ciento. Y es más entretenida porque la gente dice que hay reportes en vivo, conexiones; está la cosa audiovisual. En esta materia, la radio tiene un 24 por ciento y los diarios y revistas un 4 y 3 por ciento, respectivamente. En estos medios, las noticias son menos entretenidas que en la televisión, por lejos. Frente a la misma noticia, la televisión la muestra más completa con un 52 por ciento, y la radio apenas alcanza a un 20. Los diarios la superan con un 21 por ciento, porque nuevamente se combina esto.
Las debilidades de la radio son la seriedad de los temas, porque es vista como un poco más liviana en su contenido, la profundidad con que trata los temas, la cultura y el tema de la educaci��n. A la televisión se la ve más educativa o que da más instrumentos que la radio.
Frente a la misma noticia, la televisión es más completa, más entretenida y más veraz, y aparece con un 41 por ciento frente a la radio que marca un 22. Esto llama la atención porque en otros estudios que han visto, normalmente la radio aparece con un nivel de credibilidad muy alto o superior a la televisión. Pero cuando se empieza a desgranar, que es completa, informativa, entretenida, el tema “veraz” nuevamente marca preferencia.
El señor Westphal, don Patricio , Presidente del Muac , expresó que ésta es una materia de mucha importancia para la vida de una nación, pues aquí no están en presencia de un problema neutral, sino que él afecta de manera importante, empero, no única, el destino de una sociedad tanto en su vertiente cultural cuanto en su desarrollo democrático.
Hace presente que Umberto Eco escribía en 1964: “Una prudente política cultural (o mejor, una prudente política de los hombres de la cultura, como corresponsables de la operación televisión) será la de educar, a través de la televisión, a los ciudadanos del mundo futuro para que sepan compensar la recepción de imágenes con una rica recepción de informaciones “escritas”. “No sería desacertado proponer a la televisión una serie de transmisiones didácticas encaminadas a “descondicionar” al público, a enseñar a no contemplar televisión más de lo necesario, a dominar e identificar por sí solos el momento en que la escucha no es ya voluntaria, en que la atención se hace hipnosis, la convicción asentimiento emotivo”.
Es obvio, añadió, que las propuestas de Eco han encontrado cero réplica en la actualidad y los efectos del fenómeno televisivo han ido mucho más allá de lo que el mismo Eco podía prever.
En 1993, el Presidente Clinton , su esposa Hillary y la Procuradora General, Janet Reno , atacaron a gran parte de los medios de comunicación de masas por presentar la violencia en forma frecuente y favorable, lo que aseguraron, contribuía a mantener y aumentar los niveles de violencia en la sociedad norteamericana. Los empresarios del espectáculo respondieron que, a juicio de ellos -en este caso-, la violencia televisiva es casualmente neutra y que a lo más no es sino el reflejo de lo que ocurre en la sociedad.
En un plano diferente la Unión Americana por las Libertades Civiles defendía el derecho a expresarse que tienen grupos como los nazis y los miembros del Ku Klux Klan, pues este derecho no es consecuencia de la inefectividad o inocuidad de sus expresiones, sino a pesar del daño que provocan lo que dicen. “Sea porque permitir el discurso perjudicial fomenta una actitud de tolerancia deseable o porque conduce a un mayor descubrimiento de la verdad, o porque así se respeta el proceso de participación democrática en el deliberación pública...” (Schauer).
Desde perspectivas diferentes, entonces, Eco y el Presidente Clinton se adentran en el problema y lo afrontan sin que ello signifique caer necesariamente en los vicios del paternalismo y el Estado ético, aceptando en consecuencia que no existe visión liberal o liberista que justifique la ausencia total de reglas en relación con los contenidos de la televisión.
Esto le permite, agregó, una primera aproximación al problema. Lo hará desde la perspectiva de la libertad de expresión, pues ella siempre está en el centro de cualquiera discusión sobre los contenidos del mensaje de los medios de comunicación masivos y, en este caso específico, de la televisión chilena.
De ahí la pregunta inevitable: ¿Existe libertad de expresión en la televisión chilena? Antes de responder, desea fijar el marco conceptual desde donde la evaluará. El jurista español Virgilio Latorre Latorre , citando a Marcuse, nos dice que en la actualidad “la libertad de expresión como libertad formal de poder expresarse se respeta, pero no la material o real, si no se disponen los medios para hacerla escuchar... y sin ninguna posibilidad ni opción de incidir en la realidad que los afecta”.
Desea detenerse en este aspecto. Si se le pide que defina una de las características de la televisión chilena, se vería en la obligación de señalar las tremendas limitaciones que afectan a la libertad de expresión -en el sentido referido anteriormente-.
En primer lugar, por la existencia del Consejo Nacional de Televisión, que si bien no censura, sanciona cuando aplica normas relativas a valores morales que están mal definidos y exceden los límites aceptados por el derecho internacional para la restricción de la libertad de expresión. Sin embargo, existe una diferencia importante entre la protección de la moral pública y la inhibición del debate moral o ético o de material que cuestione los puntos de vista tradicionales. Esta distinción es relevante. Lo que observan en la televisión chilena es la notoria ausencia de espacios que permitan el análisis crítico de nuestra sociedad, de los mensajes que entrega la televisión y amplíen el espectro de alternativas valóricas e intelectualmente válidas. Nuestra televisión es unidimensional, impide que se exprese la inteligencia y la cultura. Para ella no existe la diversidad. Todo se parece a todo y la masa media se constituye en el dictador que guía las decisiones de los editores y es más bien una multiplicación del totalitarismo del poder y un instrumento de homologación de las masas.
Además, al no estar debidamente definidos algunos conceptos que emplea el Consejo Nacional de Televisión (por ejemplo, la extraña decisión frente a Chilevisión en las películas para adultos que exhibió ese canal), los canales tienden a autocensurarse, impidiendo de este modo el desarrollo de nuevas exploraciones. Son múltiples los ejemplos que puede mostrar. Lo cierto es que la autocensura es una práctica constante, no obstante que muy pocos lo admiten.
Por lo tanto, no menos puede esperarse de nuestra televisión cuando existe una censura sin que se llame así (éste es un país donde el lenguaje común se desarrolla a través de los eufemismos) y donde la existencia de la televisión depende de la inversión publicitaria que hacen los grandes grupos económicos. Y sería simplemente una estupidez pensar que a éstos les interesa que existan espacios críticos que afecten o modifiquen la realidad cuando esta realidad les satisface y les permite controlar las conciencias de las masas y determinar la naturaleza consumista y dependiente de las subculturas que promueven.
Señala que esta dependencia económica de la televisión chilena es un factor muy limitante al momento de generar los espacios para que la libertad de expresión pueda desenvolverse en toda su magnitud. Por cierto, no proponen una televisión puramente estatal, pero sí les parece que el Estado debiera cautelar -tal como lo hace en materia de moral pública, aun cuando no comparten su actual alcance- que la televisión chilena permita que a través de ella pueda expresarse la diversidad y el pluralismo propios de una sociedad democrática.
Querámoslo o no, lo aceptemos o no, la televisión influye en el funcionamiento de la democracia o hace que se descomponga un aspecto determinante: la formación de la opinión y el juicio, pues aquí lo verdaderamente esencial es que entramos en el campo de las garantías ofrecidas a la sociedad para que ésta pueda permitir el desarrollo de la capacidad de discernimiento de sus ciudadanos a través de los medios de comunicación. En este sentido, nuestra televisión más que llamar al discernimiento, invoca la sumisión y la uniformidad. Mas nos acercamos a una sociedad clonada que a una con seres humanos capaces de formarse su propia opinión y actuar en consecuencia. Y no es raro que así suceda: el día que los chilenos recuperen su capacidad de reflexión y crítica, la forma actual de hacer televisión se quedará sin espectadores.
Una segunda aproximación al problema lo lleva al problema de los contenidos. Sabe de la discusión existente en cuanto a si la televisión tiene por misión entretener o educar, o bien, que no se le debe pedir a la televisión más de lo que ella puede dar. No se pronunciará al respecto, pues desde su perspectiva cualquier opinión parte necesariamente de un prejuicio valórico y excluyente; más bien le interesa proponer una óptica que contenga la diversidad como su eje central. Una segunda precisión: la reflexión estará enmarcada en la televisión abierta, que es el área donde esta discusión adquiere más sentido, y dejará a un lado la televisión por cable.
Una cuestión previa: el problema de los contenidos es delicado porque pueden caer fácilmente en aquello que repudian naturalmente: la censura (independientemente de que sea legal o no) o la autocensura. Al pronunciarse sobre la naturaleza de los contenidos, de alguna manera están proponiendo su continuidad, eliminación o modificación, y en este aspecto son tajantes en opinar que cualquiera decisión al respecto recae finalmente en el propio televidente quien, haciendo uso en plenitud de su libertad y responsabilidad, actúa en consecuencia. Distinto es que regulen su contenido en horarios de acuerdo a consideraciones comúnmente aceptadas, por ejemplo, que programas o películas que puedan afectar el desarrollo afectivo, emocional o sexual de los niños, sean exhibidas en horario nocturno.
Sin embargo, esto les lleva a una posición que, por lo menos, puede calificarse de discutible. En efecto, ¿significa entonces que la televisión puede exhibir lo que se le ocurra en cuanto satisface las exigencias de la mass media? En otras palabras, ¿podemos pedirle a la televisión que ignore lo que refleja la sociedad o lo que es la sociedad? Si nuestra sociedad es frívola, vanidosa, superficial, chabacana, exitista, ¿podemos pedirle a la televisión que sea seria, profunda y medida? Cuando todo Chile se identifica con Luciano Bello , ¿podrá la televisión elevar la figura de Gandhi o Luther King o conocer -ni siquiera profundizar- en la obra de Cervantes, Beethoven o Miguel Ángel ? Por lo demás, si acepto la diversidad y el pluralismo, ¿con qué autoridad podré imponerle a otros mi peculiar concepción de mi existencia y mi vida?
Entonces, el problema no se resuelve por la vía de una imposición de una vía editorial ni mucho menos con la adscripción a un paradigma que erradica el pluralismo y niega la diversidad. En su opinión, es deber de la sociedad entregarle al homo videns, esto es, a un animal que ve sin saber, los elementos indispensables para que el homo sapiens recupere su papel dentro de la sociedad, pues bien puede ocurrir que si la democracia no es otra cosa que un disfraz de este homo sapiens, y éste está en peligro, será por tanto la democracia la que está en peligro.
La televisión chilena no ofrece alternativas. El zapping no es (lamentablemente) una divinidad capaz de exorcizar todos los males.
Todos los noticiarios hablan de lo mismo. De acuerdo a su línea editorial ponen el énfasis dentro de un espectro extremadamente limitado. No hay novedad en la interpretación de la noticia. Los hechos noticiosos son los mismos: el asesinato, el incendio, el choque. Los días domingo Chile sólo existe en función del fútbol o de Salas, Zamorano o Ríos (cuando juega, no se lesiona y no está aburrido). Televisión Nacional de Chile tiene una entrevista tan breve que termina cuando está comenzando.
Los programas de entretención son banales, frívolos, superficiales y grotescos. Se parecen unos a otros como las caras de una misma moneda. Los invitados son siempre los mismos y dicen las mismas cosas. Claro. Los canales se aseguran de que nadie se saldrá de madre y los invitados saben exactamente cuáles son las reglas del juego para asegurarse una próxima invitación. En fin, si pudieran determinar una característica de contenido de la televisión chilena, se atrevería a señalar una severa falta de imaginación, una pobreza paupérrima de inteligencia y una irresponsabilidad al determinar sus contenidos rayana en el delito social.
¿Qué esperan? ¿Cambiar la televisión? No, no es su papel y espera que nadie se sienta con el derecho a hacerlo desde la cúpulas del poder, sea ético, social o político. Lo que corresponde es abrir el espacio a la diversidad y el pluralismo. No toda la gente quiere esta televisión. El zapping no basta, especialmente cuando no se tiene la televisión por cable. Si hay gente que quiere chabacanería, pues bien, hay programas para satisfacerlos, pero otros tienen igual derecho a enriquecerse con la televisión de manera diferente y es deber de la sociedad generar los espacios alternativos.
Si el Consejo Nacional de Televisión debe velar por el pluralismo -y agregan la diversidad- debiera tener por primordial preocupación que la televisión (o el Estado) se haga cargo de que los valores que sostienen la democracia -entre otros, pluralismo, tolerancia y diversidad- sean parte del acervo informativo y formativo del televidente. Hasta ahora, el CNT ha reducido notoriamente su jurisdicción al plano de lo moral, poniendo énfasis en lo sexual (verbi gratia, Chilevisión), y ya es hora de que considere que su función va más allá de ser puramente reactiva, pues ella se debe a la sociedad chilena en su totalidad y a la democracia en su objetivo más precioso.
No serán los canales de televisión per se los que reaccionen frente a su propia mediocridad ni los televidentes inmersos en el mensaje enajenante que le entregan los medios los que lograrán que la televisión sea parte del amplio proceso de formación de la personalidad de una nación. Sin embargo, cualquier iniciativa que tenga esta finalidad debiera considerar la diversidad -en su sentido más amplio- como “su” conducta esencial y la gradualidad como condición temporal indispensable para la asunción de una nueva relación entre el mensaje televisivo y el receptor responsable”.
El señor Ajenjo, don Luis , Director del Canal 2 de Televisión , expresó que tratándose de una Comisión Especial que tiene que ver con las actuales características de la televisión chilena, va a aportar su visión personal del problema. Con esto quiere señalar que no se va a centrar en la empresa en que se desempeña, sino que va a entregar opiniones personales que pueden enriquecer el trabajo de la Comisión.
Hace presente que tiene una trayectoria personal de más de 20 años en radio, prensa escrita y, en estos últimos 4 años, en televisión. Para ayudar en lo que deben discernir, podría aportar cuestiones desde distintos puntos de vista.
Primero, en el aspecto técnico, el espectro o las bandas que ocupa la televisión están totalmente copadas. Es imposible extender redes de televisión. De hecho, Canal 2 funciona solamente en Santiago y no podría establecer una red, porque en la mayoría de las ciudades no existen canales disponibles. Aquí en Valparaíso, por ejemplo, es absolutamente imposible instalar un nuevo canal, porque los 7 canales que caben ya están todos otorgados, cuestión que ocurre en la mayor parte de las ciudades con una población urbana relevante. Esto, que puede ser visto como algo negativo, también representa una cuestión positiva por el hecho de usarse intensamente y en forma muy eficiente el espectro asignado a la televisión.
Hay 450 estaciones de televisión que cubren todo el territorio nacional, incluido el territorio antártico.
El Canal 13 de la Universidad Católica tiene una pequeña estación en la base Antártica Arturo Prat y se comenta que esta señal se ve en todas las bases de otros países que están habitando la Antártica. Por el extremo norte cubre hasta poblados de la Primera Región tales como Visviri y Chilluma, donde existe una pequeña estación de televisión que transmite las señales de Televisión Nacional y de la Universidad Católica.
De un total de 450 estaciones, 150 pertenecen a Universidad Católica; 155 a Televisión Nacional; 27 a Chilevisión y el resto a otras empresas de televisión del país.
Una segunda característica es que hay un alto grado de concentración en la industria de la televisión, por cuanto el 65 por ciento de las estaciones que hay en el país pertenecen a dos empresas, ambas iniciadoras y pioneras en el campo de la televisión. Por lo tanto, sólo 75 pertenecen a canales privados, lo que representa un poco menos del 20 por ciento.
Desde el punto de vista de la capacidad técnica, de cómo se usa este espectro -si se usa bien o mal- y haciendo una comparación con América latina, la televisión chilena es de alta calidad. Ello se debe a que las normas que se usaron fueron internacionales, al contrario de lo que ocurrió en Argentina, donde se inventó un sistema de televisión a color. En el mundo se desarrollaron dos sistemas de televisión a color: el NTSC, norteamericano, y el PAL, que es de origen francés. Argentina tomó el sistema francés y le cambió una norma para hacerlo exclusivamente argentino. Eso significa que no tienen equipamiento ni materiales, lo que genera una serie de dificultades.
En el caso chileno, la autoridad reglamentaria, inicialmente la Superintendencia de Servicios Eléctricos y ahora la Subsecretaría de Telecomunicaciones, han tenido una labor bastante destacada en este campo que, incluso, con la participación de los propios canales de televisión, han definido normas que han permitido usar eficientemente este recurso escaso denominado espectro radioeléctrico.
Si nos comparamos con países desarrollados, la televisión chilena es de alta calidad. Se ve bien, hay una total ausencia de conflictos entre los canales de televisión por el uso del espectro radioeléctrico, no hay superposición de canales ni de bandas, cuestión que en países de Latinoamérica es una permanente polémica, incluso en ciudades como Buenos Aires, donde existen canales de televisión que están superpuestos en la banda. También hay barrios importantes en la ciudad de Buenos Aires donde no se puede ver televisión porque hay superposición de canales. Eso en Chile no existe, lo que también tiene que ver con el uso eficiente de este recurso, que es propiedad de todos. Además, hay un ambiente de colaboración entre los usuarios, que son los canales y la Subsecretaría, y los canales entre sí.
Un dato anecdótico. Hace pocos meses hubo un pequeño conflicto entre dos canales de televisión en Chiloé, pero antes de llegar a la autoridad el problema fue resuelto por un cambio de frecuencia.
Respecto de la programación -que es la característica esencial del servicio que se presta-, los canales generan 10 mil horas en conjunto anualmente. No están restadas las repeticiones, las que representan un porcentaje del orden del 15 al 20 por ciento. O sea, podría decir que son 8 mil horas de programación originales, lo que da origen a 10 mil horas de transmisión.
De esa cifra más de la mitad es de origen nacional, cuestión importante de destacar, por lo menos en América latina, donde los estándares son bastante más bajos. Si uno observa países del área del Pacífico, como Perú o Ecuador, se encuentra con que los niveles de producción nacional no alcanzan a un tercio del total de las horas de transmisión; un 55 por ciento para ser preciso. Este dato es del año 97, aún no tiene los del 98. Éstos son datos del Consejo Nacional de Televisión, los cuales fueron corregidos respecto de la cantidad de horas de repetición que el Consejo no había considerado, dato esencial a tomar en cuenta por la Comisión.
La televisión chilena tiene horas de programación, una variedad temática interesante, una calidad objetiva comparable con respecto a otros países y la capacidad de exhibir todos los eventos que ocurren en el mundo, ya sean éstos deportivos, artísticos, religiosos, etcétera. O sea, los canales chilenos tienen capacidad de comprar material internacional, cuestión que tampoco pueden hacer países importantes de América latina.
Desde el punto de vista de la adhesión del público, que es otro elemento al que le da importancia y que caracteriza a la televisión chilena, en general, los canales de televisión tienen una alta adhesión del público, lo que no quiere decir que esté exenta de crítica. Y ello ocurre porque es lo que más hacen los chilenos. Si uno ve a nivel de cualquier segmentación socioeconómica con variables tradicionales, tales como sexo, edad, nivel socioeconómico, se encuentra con que todos los grupos declaran como principal actividad de entretención ver televisión. En el caso de grupos particulares como las dueñas de casa, ver televisión es la actividad principal de entretención en más del 90 por ciento de los casos. Más atrás se ubican actividades como vitrinear, que alcanza al 3 ó 4 por ciento.
Ahora bien, la televisión no sólo es percibida como el principal elemento de entretención para las familias chilenas, sino como el primer elemento de información. Se debe recordar que la prensa escrita sólo llega al 30 por ciento de los hogares chilenos, y con una medición bastante benevolente, que es considerar como lector de diario al que lo lee, por lo menos, 2 veces a la semana.
Estas personas que ven tanta televisión -y que por así decirlo son expertos en ella, porque pasan largas horas mirando programas- la califican bien en su conjunto y en relación con otras instituciones. Si se analiza la televisión como una institución, el primer lugar de esos estudios lo ocupa la radio. La radiodifusión tiene los mayores niveles de aceptación por parte del público y la televisión ocupa uno de los primeros lugares respecto de muchas otras instituciones del país que no son bien calificadas.
Añade que una cosa que desea recalcar es que no hay mucha diferencia por estratos. Entre jóvenes, adultos, niños no hay grandes diferencias. Los niños ven más televisión que los adultos, pero no son diferencias tan significativas.
Esta adhesión del público a la televisión no está exenta de críticas. La gente critica que es poco diversa y que pareciera que los canales se pusieran de acuerdo para transmitir lo mismo a la misma hora. Además, los televidentes señalan que los canales hacen todo igual. Parece que esa crítica también se extiende al tema de la televisión pública, en cuanto a que no ha habido un aporte significativo de diferenciación o de representación de la diversidad cultural o de intereses, gustos, necesidades y preferencias de la población.
El cuarto nivel de caracterización que se podría hacer de la televisión tiene que ver con el tema de la situación económica financiera. En general, a los canales de televisión les va mal. No es lloriqueo, porque hay cifras que lo demuestran. Curiosamente les va mal, a pesar de que la inversión publicitaria en televisión ha crecido muy significativamente entre 1988 y 1998. A lo largo de esos diez años, la inversión publicitaria creció a tasas bastante superiores en relación con el producto interno bruto. Si tuvieron un crecimiento promedio de 6,5 por ciento del producto interno en esa década, la inversión publicitaria creció incluso sobre ese porcentaje y la participación de la televisión dentro de esa inversión publicitaria creció aún más. Es decir, la televisión prácticamente ha duplicado sus ingresos reales en la última década; sin embargo, igualmente le va mal. Probablemente se podría decir que se trata de una cierta inflación de costos al interior de la televisión. A pesar de este gran crecimiento de la inversión publicitaria en televisión, esta inflación de costos propia de la industria, ha hecho que los canales tradicionales y las empresas privadas emergentes tengan en general malos resultados, una de las cuales lleva alrededor de siete años de funcionamiento.
Otra característica es que la televisión tiene una baja participación relativa en relación con otros países en materia de inversión publicitaria, la cual es de 45 por ciento. La prensa escrita tiene una participación relativa mucho más alta que la de otros países. Hay un fenómeno muy particular de Chile que hace que los diarios tengan una participación relativa en la inversión publicitaria más alta. Eso significa que la televisión está más baja que en otras economías. La radio está bastante pareja, en torno al 10 por ciento. Eso es un estándar internacional.
Otro dato económico-financiero es la altísima concentración. Así como el 80 por ciento de las estaciones de televisión pertenecen a dos empresas, también el 80 por ciento de los ingresos se los llevan ambas empresas. El caso particular de Megavisión ejemplifica muy bien esta situación, porque es el tercer canal y está muy cerca de los dos primeros en porcentajes de audiencia y adhesión de público durante 1998, pero muy lejos si se consideran los ingresos. O sea, se mantiene una muy alta concentración de los ingresos en las dos empresas más tradicionales que son Televisión Nacional y el canal de la Universidad Católica. Eso tiene una importancia decisiva. El hecho de que dos empresas tengan el 80 por ciento de los ingresos deja para los otros cinco operadores más los canales regionales pequeños sólo el 20 por ciento restante. Ése es un dato fundamental para cualquier política de cambio que se quiera impulsar en el terreno de la televisión.
Por otra parte, es una industria con altísimas barreras a la entrada, definidas como la posibilidad que tiene un operador de acceder a los recursos y servicios necesarios para ejercer la actividad. Técnicamente se pueden definir las barreras a la entrada en una industria, puesto que hay consolidación, prácticas que probablemente no están reñidas con la ley que regula la libre competencia, pero que representan una dificultad en el acceso a la industria, tanto en la posibilidad de desarrollar canales regionales como de establecer antenas en zonas urbanas, acceder a servicios satelitales, contratar recursos humanos, comprar materiales internacionales, acceder a eventos indicados como los mundiales de fútbol, olimpiadas u otros, los que han sido comprados a largo plazo por los canales tradicionales. Por lo tanto, es imposible que los canales emergentes, y en particular los privados, tengan acceso. Por ejemplo, Megavisión ha quedado absolutamente fuera de la posibilidad de transmitir eventos deportivos, porque esos programas están vendidos y negociados de antemano. Eso constituye una barrera a la entrada, sobre todo si consideran que el deporte es uno de los deseos principales de la población como elemento constitutivo de la programación de la televisión.
Respecto de la propiedad, penúltimo elemento que caracteriza a la televisión chilena, hay una fuerte participación de empresas no comerciales. La televisión pública y los canales ligados a la Iglesia Católica forman parte de las empresas no comerciales. Esto no sólo es importante hoy, sobre todo en relación con el tema de las altas barreras a la entrada de la industria, sino a la historia de la televisión, es decir, cómo se desarrolló la televisión. Ésta se ha desarrollado y ha llegado a tener un buen nivel técnico y una alta cobertura geográfica del país gracias a una altísima protección del Estado y a un fuerte subsidio. Hoy, es imposible pensar que se puedan desarrollar las grandes redes que cubren todo el país con la dificultad que tiene Chile, puesto que es un país de muy baja densidad poblacional y muy largo. Por lo tanto, es muy difícil cubrirlo en forma radioeléctrica si no se consideran los subsidios estatales directos e indirectos, tanto en el caso del canal de la Universidad Católica como en el de Televisión Nacional durante muchos años, por la imposibilidad de que surgieran nuevos competidores, las facilidades para instalar sus plantas transmisoras, las donaciones de terreno por parte del Estado para instalar sus plantas transmisoras, etcétera. Eso configuró una industria que tiene una característica muy especial, la cual es distinta a otras industrias que existen en el país. Por lo tanto, requiere una comprensión distinta.
La existencia de importantes operadores no comerciales llevó a que, de acuerdo con la ley que regula la industria, haya canales de primera y de segunda, canales que tienen la concesión indefinida. Muchos interpretan este concepto como que no tiene fin, o sea, perpetua, y otros como que no tiene definido el fin, lo cual no quiere decir que sea perpetua. Los canales de segunda son los que tienen fijada la concesión por 25 años. Eso también tiene una serie de repercusiones. A su juicio, los canales no deberían ser entendidos como una misma cosa.
El señor Trabucco, don Sergio , Presidente de Unicine , señaló que es Presidente de uno de los dos gremios que asocian al conjunto de productores en el país. Además, es educador y director de la Escuela de Cine de la Universidad Arcis y vocal de la Federación Iberoamericana de Productores de Cine de Iberoamérica. El señor Fernando Acuña , que lo acompaña, es representante de la Asociación de Productores de Cine de Chile, que preside el señor Silvio Caiozzi . Además, durante los últimos años han desarrollado un organismo asesor-técnico, llamado “La Factoría” que tiene como objetivo fundamental la exportación de producciones audiovisuales y cuyo gerente general es el señor Alejandro Caloguerea y su presidente , el señor Fernando Acuña .
Manifiesta que los dirigentes del sector vinculado a la producción audiovisual, particularmente al cine y la televisión, están unidos férreamente en el estudio de un proyecto de ley de fomento al medio audiovisual, viejo sueño del recientemente desaparecido y destacado cineasta chileno, don Patricio Kaulen , miembro honorario de la Unión de Productores y Directores de Cine, Unicine.
Agrega que están organizados en una instancia que han denominado “Plataforma del Audiovisual”, comisión que se reúne con el apoyo de la División de Cultura del Ministerio de Educación, cuyo informe final estará disponible en la segunda quincena de junio, fecha en que se celebra el día del Cine.
Añadió que el proceso de globalización les está develando la necesidad urgente de que las expresiones del imaginario colectivo de una nación, que construyen y reafirman su identidad cultural a través de las artes audiovisuales, no pueden abandonarse a las leyes del mercado. Un país no puede negarse a crear imágenes propias.
Los productores independientes del país están realizando serios esfuerzos por desarrollar esta industria cultural. El Estado, con algunas medidas de fomento, y la ciudadanía con su audiencia están apoyando este proceso.
La Televisión Chilena debe abrir inequívocamente sus pantallas a la producción nacional y, para ello, el Estado debe establecer normas y mecanismos claros.
Si se quiere mejorar la televisión, esto debe hacerse no pensando en la televisión de ayer, ni como es hoy, sino cómo va a ser o cómo quisiéramos que sea mañana.
La autorregulación y el financiamiento, sólo por la vía del mercado, significan en los hechos que los avisadores determinan qué es lo que ve la sociedad chilena, lo que implica un sesgo y un tipo de censura muy sofisticados.
El 90 por ciento de la inversión publicitaria está en manos de 70 empresas, las cuales pertenecen a ocho grupos económicos, según fuentes de la propia Achap . Evidentemente, la inversión publicitaria apoya diversos programas y contenidos de la televisión.
La televisión pública, enmarcada en iguales condiciones de autofinanciamiento y en competencia con las privadas, en los hechos, la hace imposible para asumir toda la dimensión de lo público. Esto, agravado por las facilidades adicionales con que cuenta la Corporación de Televisión de la Universidad Católica.
Las concesiones deben tener un tiempo limitado, (25 años, por ejemplo) como en cualquier parte del mundo por constituir un bien escaso. Esto permite a los organismos del Estado una mayor capacidad para asegurar que se cumplan los objetivos para la que fueron otorgadas y evita negocios especulativos con estos derechos, como vemos hoy. De otra manera, es inexplicable que pasen años en que los canales declaren pérdidas impresionantes. En “El Mercurio”, una vez más, podrán ver que todos los canales han declarado pérdidas en el año. El único que tuvo utilidades fue el estatal, lo que es un contrasentido, porque eso debió invertirse en activar lo público, que es lo que más necesita la ciudadanía.
Se deben observar con atención los cambios tecnológicos y las tendencias mundiales. En este sentido, la digitalización de las señales permitirá a los canales nacionales -en este caso el 13 y el 7 que llevan la delantera- poder tener más canales con una señal de mayor ancho de banda. Televisa, en México, tiene seis canales, y España, dos nacionales y uno regional.
La experiencia internacional ha demostrado que la democratización, diversidad, pluralismo y acceso a las más variadas propuestas creativas lo asegura fundamentalmente la participación de productores independientes. El ejemplo europeo es paradigmático en este aspecto.
Se observa que la industria audiovisual mundial es uno de los sectores industriales de más sostenido crecimiento y una fuente muy importante de generación de empleo. Esto se reforzará aún más con la llamada “revolución digital”.
En los nuevos mecanismos de regulación a la televisión de países desarrollados industrialmente están considerando a la Industria Audiovisual como un todo y no con leyes sectoriales”.
Este proceso de cambio o eventual mejoramiento de la legislación de la televisión pudiese estar enmarcado en un proceso general de lo que es el espacio audiovisual latinoamericano, del espacio audiovisual chileno. Es decir, desde una óptica global. Entienden que todavía es una aspiración muy ambiciosa, por lo que deben ir por parte, pero están de acuerdo en que hay que mejorar la ley de Televisión y trabajar paralelamente en una regulación de lo que sería el fomento en la industria audiovisual.
Por último, los estados desarrollados han definido la Industria Audiovisual como un sector estratégico en sus economías y han dado una importancia crucial a las políticas de fomento y apoyo a este sector.
Por otra parte, partiendo del reconocimiento de la capacidad que tiene el cine para captar la realidad de una sociedad, su diversidad e imprimirla en la pantalla, para que, de una forma u otra, las películas sean la suma de retratos que permanecerán en el celuloide, formando parte importante de la imagen y memoria de un país.
Asimismo, partiendo del interés, existente en distintos países por tener políticas de apoyo que han hecho posible que existan el cine argentino, francés, brasileño, español, etcétera, experiencias de las cuales podrían sacar provecho para el desarrollo de nuestra cinematografía. Piensan que es importante analizar algunos antecedentes de la relación existente del cine chileno en la televisión chilena.
En todos los países la televisión es un pilar fundamental para la existencia de las cinematografías nacionales. La mayoría de las legislaciones sobre televisión tienen un capítulo especial referente a las “películas del país hechas para salas de cine” que, posteriormente, a su explotación comercial en los diferentes circuitos son exhibidas finalmente en la televisión abierta.
La mayoría de los filmes en el mundo entero son coproducidos por los canales de televisión. Es el caso de la RAI Italiana, TV Francesa, TV Española, Globo TV Brasil, etcétera. Esto se debe a que el Estado promueve las producciones nacionales como una forma de promover la identidad nacional frente a la avalancha de películas, principalmente norteamericanas, que exhiben las cadenas de televisión.
El objetivo final de esto es cambiar el rol pasivo de la televisión, de ser menos exhibidores de material extranjero, con el correspondiente gasto de divisas anualmente, y promover que las cadenas de televisión se conviertan en coproductoras y exportadoras de producciones nacionales.
El cine chileno en la televisión ha tenido una historia muy particular. Después de muchos años en que literalmente no se exhibió ninguna producción nacional, se logró realizar un ciclo de cine chileno en la televisión a comienzo de los noventa. Las películas fueron adquiridas por un promedio de 10 mil dólares, logrando el canal un fuerte ingreso por avisaje vendido debido al éxito obtenido en el rating.
Más adelante, el año 95, según consta en recorte de “El Mercurio”, cuatro películas ocupan los puestos 15-17-26 y 32 dentro de los 50 programas más vistos del primer semestre de la televisión chilena de ese año, superando a películas como Batman, Danza con Lobos, Rocky , y a programas como Copa Libertadores, etcétera.
Los precios pagados por TVN fueron diversos. Cada productor negociaba lo que podía con la grave dificultad de saber de la existencia de una especie de monopolio, debido a que los otros canales no tenían la costumbre de comprar películas chilenas.
El año 98, dos películas chilenas -las únicas que se exhibieron ese año- “Historias de fútbol” y “Gringuito” obtuvieron nuevamente un altísimo rating. “El Gringuito”, exhibida por Canal 13, tuvo el rating histórico más alto de los programas en televisión.
Pese a todos estos éxitos, la situación para los productores nacionales continúa siendo difícil frente a los canales de televisión. No existe una política en las distintas cadenas con respecto al cine nacional, lo que hace que la producción tenga que partir negociando de cero, un claro ejemplo de que el Estado tiene que desarrollar mecanismos de fomento, puesto que por sí solo no hay reacciones en los canales.
Piensan que exigiendo que se establezca un porcentaje de cinco por ciento de las películas exhibidas en televisión al año (alrededor de 2.000), sean chilenas y coproducidas por chilenos, sería un impulso decisivo para el desarrollo del cine nacional”.
El señor Acuña, don Fernando , Gerente Ejecutivo de Nueva Imagen S.A., expresó que es fundamental que se reforme la ley. En 1991 participaron activamente en la ley Nº 18.838, actualmente vigente, y sabían que sería necesario que hubiera una nueva modificación.
Don Sergio Trabucco acaba de agradecer que se nos haya invitado a hablar de la televisión, sin embargo, creen que el tema en general es el audiovisual. A lo mejor, eso lo van a dejar para el próximo siglo, pero les parece que es un tema que hay que tratar. También habla de Internet, los CD Room y todo el despliegue audiovisual. Por ejemplo, en Italia, la sintonía promedio de los canales de televisión abierta bajó en un 4 por ciento. Se estudió por qué ocurría esto y era que había más gente en Internet. Es decir, en un mediano plazo van a estar hablando de la audiovisual en general. Sin embargo, les parece fundamental que se perfeccionen los instrumentos que se tienen.
No van a decir que la calidad de la televisión chilena es mala, pero sí es mediocre. ¿Por qué? Estudios realizados por las universidades de la Unión Europea señalan que una televisión de calidad es aquella que logra representar a los distintos públicos en los distintos tipos de programas, es decir, tiene que haber un equilibrio programático.
Cuando la televisión se rige solamente por las leyes del mercado, tiende a irse fundamentalmente hacia la entretención. Que quede claro, no están en contra de la entretención, porque sus empresas también lo hacen. Es más, la próxima semana tendrá al aire una serie sobre el fenómeno Ovni. Con Patricio Bañados recorrieron la Nasa durante más de un mes en Estados Unidos; pero eso no es cultura, sino que tiene que ver más bien con la entretención. También hace el Show de los Libros, que sí es un programa más cultural. No esta pidiendo que a éste se le dé el dinero que tiene el otro programa sobre los ovnis, sino que esta hablando de que se logren equilibrios programáticos.
Un ejemplo concreto de desequilibrio programático en Chile es la televisión infantil, la cual es escasa y mala. ¿Por qué es mala? Ha tenido la oportunidad de compartir con los ejecutivos de los tres canales más importantes, quienes coinciden en que no hay forma de financiar la televisión infantil. Le dicen: “Fernando, me sale muchísimo más barato comprar dibujos animados japoneses o americanos que comprarte un programa”.
Por lo tanto, piden que exista una regulación en la proporcionalidad de la televisión para los distintos grupos, por cuanto, en este momento, hay una carencia enorme para la programación infantil, el cine y los documentales chilenos. Cuando se habla de documentales la gente siempre dice que son tan aburridos, lo cual es un mito. Tienen el ejemplo del Discovery Channel , con un altísimo rating mundial. Por eso, creen que es fundamental que el Estado ocupe el rol de subsidiador para equilibrar los desequilibrios.
El fondo del Consejo Nacional de Televisión destinado a equilibrar la programación no alcanza los 400 mil dólares ¿Saben cuánto se ha llegado a gastar por un programa prime time de los canales grandes? Por ejemplo, Viva el Lunes ha llegado a gastar más de 400 mil dólares, es decir, lo que el Estado invierte al año para equilibrar la programación, canal 13 lo gasta en un día.
Agregó que le dio mucho gusto participar en la elaboración de la ley anterior y la asociación de productores trabajó muy duro, asesorada por abogados constitucionalistas. Hoy están dispuestos a volver; ofrecen su trabajo, porque lo aman y porque creen que tiene una tremenda importancia. No se saca nada con invertir una enorme cantidad de millones de dólares para mejorar la educación de nuestros niños si pasan 3.2 horas promedio viendo televisión.
En concreto, creen que el fondo pro del consejo nacional de televisión es tremendamente escaso. La inversión que hace anualmente el Estado para equilibrar la calidad de la televisión chilena equivale a un show de un canal de televisión, y eso ya lo deja muy claro.
También creen que se debe tener cuidado con el oligopolio que existe en estos momentos en los canales de televisión, porque están enfrentados a una situación en la que prácticamente tres personas deciden los proyectos que deben verse en la televisión. Al respecto, en muchísimos países desarrollados, como Inglaterra -país mítico en este sentido, porque todos quienes han estado allí han quedado asombrados por la calidad de su televisión-, por ley un porcentaje de la televisión debe ser hecha por productores independientes, quienes acceden mediante licitación. Con este sistema se estimula la creatividad externa y también tiene que ver, en un sentido más amplio, con la democracia, porque pueden acceder a dicho medio distintos sectores y pensamientos. Por lo tanto, a modo de ejemplo, un canal de televisión puede decidir licitar los programas dirigidos a las personas de la tercera edad, las que están absolutamente abandonadas, ya que no existe ninguna programación preocupada de ellos, y además puede determinar el monto máximo que está dispuesto a pagar, así como las garantías y la cantidad de minutos que desea. Ha habido experiencias en ese sentido, pues Televisión Nacional llamó a una licitación cerrada, y de las diez productoras que se presentaron ganó el concurso la empresa Paula Producciones , del señor Roberto Edwards . Entonces, cabe preguntarse por qué no se sigue haciendo esto.
El señor Calaguerea, don Alejandro , Gerente de La Factoría , manifestó que la televisión abierta, exceptuando canal 13 que no declara balance y canal 2, perdieron el año pasado 14 millones de dólares, y las televisiones por cable, VTR y Metrópolis Intercom, ganaron, entre las dos, once millones de dólares. Esto significa que la televisión abierta está bastante atrasada respecto de cómo han enfrentado las televisiones europeas este tema.
Las televisiones abiertas, en Europa, incluso, Estados Unidos, lo han enfrentado produciendo producto local, contenido local de alta calidad. Y es la única manera que se diferencian, porque ya no pueden estar comprando películas de largometraje, porque en los cables sale a los tres meses de haber sido estrenada. Y las televisiones por cable están pagando cada día más cantidades enormes de dinero para escoger primero los estrenos de largometraje. Es decir, la televisión abierta ya no tiene competencia, porque la televisión abierta se financia con la publicidad y la televisión por cable la paga uno.
El señor Tapia, don Luis Alfonso , Periodista Canal 13, expresó que trabaja hace 24 años en la Corporación de Televisión de la Universidad Católica de Chile, hace 48 años que ejerce el periodismo y cada día que pasa se siente más saturado de la pobre programación que en ocasiones se ofrece so pretexto de vender fantasías a un mercado que no está preparado mental ni culturalmente para absorber lo que la televisión internacional les entrega como competencia de la criolla.
Lamentablemente, en Chile los valores nacionales se han ido perdiendo. Por otra parte, pareciera que Santiago es Chile, y las regiones, en las que como periodistas han estado muchas veces, sólo son noticia cuando ocurren hechos policiales o algún suceso que llama la atención de la audiencia. En estos días ha escuchado a muchos padres manifestar su preocupación por el hecho de que un canal de televisión -no sabe cual- transmite un programa japonés que violenta a los niños. Asimismo, hay programas para adultos que violentan a la familia y que uno se hastía de verlos. De hecho, aunque uno pertenezca a una estación de televisión local, prefiere sintonizar canales como Travel Channel u otros que, incluso, transmiten programas relacionados con nuestro país. Sin embargo, existe una mezquindad enorme, porque pareciera que el fin justifica los medios y ese fin continúa siendo mercantilista.
Quien haya leído “El Mercurio”, se habrá impuesto de la reacción de uno de los mineros que fue rescatado con vida. El trabajador señaló que había una loca competencia de los canales respecto de cuál de ellos podría obtener entrevistas exclusivas. Los ofrecimientos iban desde 1 millón de pesos hasta bienes de uso habitual en los hogares, como televisores, lavadoras, etcétera. A pesar de lo unido del grupo, se generaron disputas debido a que algunos de los mineros aceptaban los ofrecimientos y otros no.
Ahora bien, muchos de los programas que se transmiten en vivo no otorgan importancia a lo nacional; por el contrario, la tendencia es transmitir contenidos que tienen que ver con realidades extranjeras. Si se revisa la programación, son escasos los programas que tienen como tema nuestro país. Hay hombres que han hecho grande este país, que tienen grandes historias que contar, pero que han sido disminuidos al máximo, porque no tienen cabida en la televisión. Ha tenido la suerte de conocer el país desde Arica a la Antártica y ha visto cómo hombres y mujeres hacen patria, pero ellos jamás saldrán en televisión, salvo que ocurra un hecho de carácter policial, aparezca un ovni, etcétera. Como periodista jubilado hace un mes le inquieta, sobre todo por nuestros hijos, que la televisión no salvaguarde la ética. La competencia por obtener mayor rating ha llevado a los canales a sostener verdaderas batallas campales que desde lo que alguien alguna vez llamó la “caja idiota” transforman a la sociedad chilena.
Hace 20 años, cuando era muy difícil tener un televisor, se transmitían a Isla de Pascua programas policiales como Área 12, producción que estaba pensada para la mentalidad norteamericana. En uno de los episodios, un joven entra a un banco premunido de un cuchillo, amenaza al cajero y huye con 50 mil dólares. Una semana después, un pascuense se dirigió a la oficina del Banco del Estado de la isla y le dijo al cajero entre español y pascuense que le entregara 50 mil pesos. El cajero, luego de ponerse a reír y entregar la suma solicitada, dio cuenta a Carabineros quienes detuvieron al joven y recuperaron el dinero sustraído. Cuando la policía le preguntó por qué había robado respondió: “¡Pero si es refácil. Así se ve en televisión!”
Aclaró que con este ejemplo no esta arremetiendo contra la televisión nacional, sino contra la forma como se está planteando y llevando adelante una serie de políticas. Sabe que se hacen grandes esfuerzos por mantener en alto los valores nacionales, pero ¿qué sucedió con el rodeo que tuvo lugar el domingo pasado en Rancagua? Se le dio la misma cobertura que pudo haber recibido un partido de barrio, no obstante que se trata de unas de las tradiciones más importantes de nuestro país. Por otra parte, la Teletón sólo tiene la posibilidad de realizarse una vez al año, los programas en vivo no transmiten cultura y tampoco tienen la intención de mostrar Chile.
Aquí una cosa es clara: el rating manda. Además, han abierto las puertas a una televisión internacional que nos está transformando. En Chile, la gente se está acostumbrando a usar palabras extranjeras y a utilizar el acento que se escucha en las telenovelas venezolanas o mexicanas. Por ejemplo, en la actualidad todos usan la expresión española ¡vale!
A su juicio, ésta debe reforzar mucho más los contenidos nacionales más allá de posiciones políticas o económicas. Hoy es noticia el racionamiento eléctrico, pero no lo es el hecho de que se estén haciendo investigaciones en las universidades que buscan combatir enfermedades importantes. Son noticia los problemas críticos de los hospitales, pero no lo son -así lo ha señalado tanto el Gobierno como la Oposición- las buenas cosas que se hacen en este país. Para ellos es difícil constatar que dentro del trabajo periodístico hay que dejar a un lado noticias importantes para destacar hechos de violencia o sucesos que provocan inquietud en otros lugares. Ello ha transformado al chileno en una especie de ciudadano del mundo, en circunstancias que apenas conoce la esquina de su casa.
Desea hacer énfasis en que la franja cultural no debería ser semanal. La cultura debiera estar permanentemente presente en nuestros programas de televisión. La televisión por cable argentina, cada 20 minutos muestra, durante por lo menos un minuto y medio, su territorio, por ejemplo, Entreríos , Gualeguaychú, Mendoza , etcétera. Sin embargo, nosotros no usamos a nuestro hermoso país en postales que se vendan internacionalmente. Este país está segmentado televisivamente hablando.
Cuando fueron a la Laguna del Desierto con el señor Fidel Oyarzo se reían con furia, porque no podían hacer nada al ver como nuestros representantes trataban de comunicarse con Santiago a través de una antena parabólica que manejaba un ex soldado de la Armada que había estado en Cambodia y que venía con la mente transformada. Él decía: “usted tiene un minuto para llamar a Santiago. No hay comunicación satelital. Se le pasó el minuto”. En cambio, los argentinos tenían conexión directa desde el área con Buenos Aires y sin costo alguno. La gente todavía no se comunica televisivamente con el país. Sólo lo hacemos con las ocho manzanas del Gran Santiago y el resto se pierde.
Por lo tanto, la franja cultural debería ser un espacio permanente para dar a conocer lo nuestro. Es tarea de los legisladores propender a un subsidio estatal o algo semejante, tal vez, a través de avisos, para los canales regionales y dieran a conocer lo que realmente interesa a la región.
En Valparaíso, hay dos o tres canales de televisión. Uno de ellos, el de la Universidad Católica, tiene programas en los cuales se entrevista a la gente respecto de los problemas que afectan a los barrios.
Por otra parte, la pornografía está en la televisión hace rato. Está inserta en Internet y en muchos programas de televisión, y los canales, para subir el rating, no tienen ningún empacho en darle loas sutilmente al tercer sexo. Entonces, ya nadie se asombra de nada.
La droga es otro tema que no se aborda con la fuerza que debería. No hay enseñanza para combatirla. Tenemos miedo a muchas cosas. Como lo señaló el señor Oyarzo , hay temas tabú y van a seguir siéndolo, como lo fueron por muchos años en la televisión el uso del preservativos y de los anticonceptivos. Seguimos siendo una pequeña aldea en el tema la comunicación internacional. Pareciera que saltamos violentamente de la cocina a parafina al horno microondas, sin haber entendido primero el tramo que debíamos aprender a manejar.
El señor Videla, don Juan , Periodista Canal Gran Santiago de Televisión, señaló que representa a un canal chico, continuador de un canal de la Universidad Católica de Valparaíso.
Su principal característica fue haber sido el único canal que transmitía semanalmente la actividad del Parlamento, invitando a diputados y senadores, de lunes a viernes, con el objeto de discutir, no desde el punto de vista político, sino del quehacer del Congreso, lo cual les interesaba sobremanera. Lo han suspendido un poco, porque por razones de salud tuvo que parar una temporada.
Comparte la misma apreciación de su colega en el sentido de que la televisión se maneja en función del rating, específicamente. La causa original es la economía de mercado, la libre competencia.
Piensa que el gran fijador de las condiciones de la televisión, es el público, porque éste, con su gusto, determina a dónde se mueven los canales. “El Mercurio” de hoy les muestra cómo el canal nacional ha sobrepasado a los otros canales en materia de rating, tanto en los noticiarios como en los programas de telenovelas.
Por otro lado, los canales internacionales que se ven en Chile están también en la misma competencia, sobre la base de que ya trabajan con mucho avisaje. Entonces, están en una competencia abierta con los canales nacionales.
Ahora, ¿qué solución hay? Cree que entrar a reglar el funcionamiento de la televisión en Chile no corresponde, porque están en un sistema de libertad. Existe el Consejo Nacional de Televisión que determina las sanciones que se deben aplicar a diversos programas de televisión que no son los adecuados.
En la mayoría de los canales predominan las películas de violencia, que obviamente se han ido transformando en una especie de escuelas del delito. Ahí corresponde una acción a la gente que maneja los canales.
En el caso del canal católico, la universidad debería establecer un sistema. Incluso, las teleseries que se dan obviamente conspiran con el quehacer de una institución tan respetable como es la universidad, porque se permite una libertad absoluta en el lenguaje. Se ha perdido el lenguaje chileno. A uno le cuesta entender el parlamento de los actores que trabajan en las teleseries. Hablan con palabras en inglés y con un castellano mal dicho. Se expresan de una manera muy especial. Tanto es así que cuando quisieron exportar estas teleseries a otros países de América, en el Perú pensaban que los actores estaban hablando en alemán.
Ahora, ¿qué se puede hacer? Tal vez la fórmula sería hablar con los organismos encargados del control de la televisión, para que les señalen a los canales la necesidad de realizar programas de corte educativo, de enseñanza en materia del quehacer nacional, en materia de ayuda social, en materia de educación.
Hay un canal que transmite espacios educativos excelentes -que no llegan a los colegios, salvo aquellos que quieren verlos- pero la gente prefiere ver otro tipo de programas en lugar de lo cultural.
Los días sábados, el canal internacional TNT exhibe una programación de violencia inusitada; todo el día da películas de pistoleros.
Piensa que la fórmula es establecer una información permanente con aquella institución que tiene el Estado chileno para controlar los canales de televisión, y buscar la manera de tener programas educativos y formativos.
En su canal los programas de formación parten a las 18.00 hasta las 00.30 horas con programas de corte educativo y de información. No tienen teleseries ni películas. Se conforman con un rating que no llegue mucho más allá de un 1 ó 2 por ciento. El 1 por ciento representa un universo de 80 mil personas, que es mucho más que lo que significa la circulación de “El Mercurio” en Chile.
Pero aquí la pelea permanente es lograr un rating superior al 30 por ciento. Esto lo vivió también en la radio. Se peleaba por el rating y por saber quién les escuchaba. Se pelea también por la ayuda económica y el avisaje para que éstos vayan en función de los canales que tienen un alto rating.
El señor Oyarzo, don Fidel , Periodista Canal 7 de Televisión, expresó que sostiene la tesis de que no hay medio de comunicación completamente independiente. Cree que Televisión Nacional de Chile es el medio más pluralista, porque tiene los controles más pluralistas. Tiene un directorio multipartidario, algo así como nuestros senadores designados, y cada uno representa a una tienda política, independientemente de quien los haya nombrado. Es decir está bien parcializado el control de las emisiones del canal. En consecuencia, la televisión chilena, al igual que el resto de la prensa nacional, tiene un sesgo ideológico, doctrinario y valórico tremendo.
Este país, en cuanto a medios de comunicación, se está convirtiendo en un país unicolor. Según los cálculos del Colegio de Periodistas, más del 85 por ciento de los medios está en manos de la derecha, por una cosa ideológica. El mercado generó esto. Por ejemplo, la gran prensa escrita -léase el grupo Copesa y el grupo Edwards- pertenece a grupos económicos de derecha. En su momento, la Concertación trató el tema. Finalmente, se aplicó la política de Tironi y Correa, en el sentido de dejar hacer a los medios.
En el caso de la televisión, hay un sesgo ideológico muy marcado desde el punto de vista político. Por ejemplo, para canal 13 no existe el tema del divorcio. No es debate. El tema del divorcio no existe; la mano de la iglesia es muy fuerte y controladora.
En el caso de Megavisión, el control económico del grupo Claro es muy fuerte. Está patente -lo vimos a diario durante un año y medio- el caso del ex senador Sebastián Piñera , quien fue vetado por las cámaras de Megavisión. Cuando el ex senador Piñera hacía noticia, simplemente lo borraban.
La Red, también tiene su sesgo ideológico.
En el caso de Televisión Nacional -no porque esté él en el medio-, han dado garantías de pluralismo al país; pero también ha tenido que entrar en el juego de ganar el rating, lo cual es una cosa brutal.
¿Y cómo ganar el rating? Es cierto que hay algo de chabacano en la televisión. Ahora, que se puede hacer más por la cultura, también es cierto; y que ha faltado voluntad política nacional, también.
Establecer la franja cultural, le parece una gran iniciativa, porque eso es obligar. Siempre se habla del pluralismo y de que no hay que dejar sin control el sistema. Cree que tiene que haber cierto control. El que se haya establecido una franja cultural, deja a todos por igual. Ahora, lo que hagan los medios con sus franjas va a depender de su talento.
Es indudable que se deben a sus televidentes. Existe una eterna pugna entre lo que quiere el lector y lo que le dan los medios o lo que quiere el televidente y lo que debería darse al televidente. Cree que es necesario conjugar el tema.
Es partidario de los subsidios estatales a los medios de comunicación regionales. Por ejemplo, Televisión Nacional tiene canales regionales. Canal Trece debió cerrar su canal de televisión en Concepción por un problema de financiamiento, lo cual generó una situación grave donde varios colegas quedaron cesantes. Tal vez debería aplicarse un subsidio estatal a los medios regionales, donde el mercado ha sido de una crueldad inmensa.
Respecto del control ideológico de los medios, están en una situación que ya no tiene solución. Todos saben que lo único que quieren los grupos Copesa y Edwards es poseer un canal de televisión para cerrar la trilogía ideológica, lo que es lícito, porque el mercado lo permite. No es que sea partidario de un control ideológico de los medios -no es partidario de ningún tipo de dictadura-, pero debería haber algún tipo de institucionalidad respecto del tema del pluralismo en los medios.
Por ejemplo, muchas veces los políticos se acercan a los periodistas o a los canales de televisión a preguntar por qué determinado parlamentario aparece siempre en un canal y por qué tal otro no. La respuesta es simple: los periodistas responden a la política de sus medios. En el mundo del periodismo no existe una cláusula de conciencia, y los favoritismos políticos se dan en la televisión, tal como en la prensa escrita. Entonces, el político que ha salido favorecido no alega -nunca ha escuchado a uno que se haya favorecido y que alegue-, pero el que ha sido perjudicado lo hace, y con justa razón. De manera que hay una responsabilidad muy grande de parte del mundo político respecto de cómo generar una institucionalidad sobre el tema. Eso es respecto del mundo unicolor ideológico que existe en los medios de comunicación.
En cuanto a cómo solucionar lo que se considera chabacano. Si a los niños se les enseña literatura, por qué no se hace lo mismo con la televisión. El problema es que para lograrlo el proceso es muy largo, porque hay que preparar profesores para ello.
De manera que hace un llamado de atención a los miembros de esta Comisión, porque el país les va a pasar una cuenta muy grande, de aquí a un tiempo más, porque están metiendo el dedo en la llaga en el mundo de la cultura nacional. Si ella no se preocupan del tema, el país les va a pasar la cuenta porque ahora están bajando Internet y tienen televisión por cable, cosas que hace ocho años eran impensables en este país.
Agregó que le tocó estar con el Presidente Frei en Japón , donde vio el sistema de comunicación de Internet por televisión. ¿Cómo se comunicaba por televisión un ciudadano de Santiago con Japón antes? Había que tener una estación de televisión y parabólicas satelitales en cada país para recibir la señal. Sin embargo, ahora basta un simple aparato.
Entonces, si este tema no es incorporado en la educación de nuestros hijos, la historia les va a pasar la cuenta por no haber hecho un llamado de atención en cuanto a todo lo que están recibiendo los niños.
Le gustaría hacer una encuesta para saber quién controla lo que los niños ven en el cable. Los padres lo pueden hacer, pero sólo cuando están en la casa. Nuestros hijos bajan violencia, truculencia, chabacanería y de un cuanto hay. A veces también bajan cultura, pero pensar que ellos, por sí solos, van a tomar ese tipo de decisiones tan trascendentales, lo encuentra difícil. Cuando niño le enseñaron lo que debía leer y por Dios que le sirvió. Entonces, por qué no establecer en la institucionalidad educacional chilena la enseñanza de lo que deben ver los niños. Ése es el mundo del siglo XXI, que ya está encima.
La señorita Carreño , doña Claudia , Periodista Red Regional de Valparaíso, Televisión Nacional de Chile, expresó que como periodista le preocupa el grado de desinformación que existe respecto de los mensajes que entrega la televisión; es decir, lo que realmente la gente entiende. Muchas veces se pregunta cuánto de lo que selecciona, de lo que recibe, es realmente lo que está entregando, y por qué selecciona lo que selecciona para entregarlo a sus auditores. Siempre se pregunta: ¿cuánto de lo que entregó realmente llegó a su fin y cómo se entendió? Por ejemplo, si está hablando de la Conama, ¿qué porcentaje de televidentes que la está escuchando sabe qué es la Conama y cuánto tiempo tiene para explicarlo?
Tiene la impresión de que en muchos programas televisivos no se considera el aspecto de la desinformación, en el sentido de que se emplean conceptos que se dan por entendidos o asimilados, pero que mucha gente no entiende, razón por la cual interpreta cosas bastante distintas y desacertadas respecto de lo que se quiso entregar.
La señora Silva , doña Ana Josefa , Presidenta de la Asociación de Periodistas de Espectáculos, señala que para ellos fue una sorpresa muy grata saber que los señores diputados le daban una importancia -que es la que corresponde- al tema del contenido de la televisión. Les sorprendió gratamente porque, por lo general, la política está ocupada de otros temas, que son más urgentes. No obstante, consideran que la cultura popular es de mucha importancia. En este caso, están hablando de un medio como es la televisión, sobre todo en el área de la entretención -porque advierte que la discusión se ha centrado ahí-, que tiene una penetración importante en grupos de gran riesgo cultural.
Como Asociación de Periodistas de Espectáculos tienen actividades variadas. Posiblemente los conocen por la entrega anual de premios que hacen, la cual pretende evaluar la actividad en distintos ámbitos, entre ellos el de la televisión. La intención es destacar lo que se hace por un camino positivo.
¿Qué quiere decir con el tema de la preocupación por la cultura popular? Es una realidad que a través de la televisión las grandes masas de nuestro país obtienen la mayor cantidad de entretención. En general, los grandes líderes en nuestro país asocian la cultura con una gala en el Teatro Municipal , pero eso es vida social.
Le parece interesante que los diputados -como el señor Krauss , que formuló declaraciones muy asertivas sobre este tema- se preocupen de algo que está afectando de manera significativa a la población. Es posible que lo hayan discutido en otras sesiones, pero es necesario advertir que lo que es importante y no urgente, termina incidiendo en lo urgente. El problema de la violencia en los estadios o el de la violencia ciudadana tiene que ver con aquello que está consumiendo una población que llama “de alto riesgo cultural”.
El Consejo Nacional de Televisión, de acuerdo con la ley que lo rige, está preocupado sólo de una parte de esto que llamo el “área de riesgo cultural”. Pero el aspecto que el diputado señor Krauss tocó no está dentro de esa legislación.
Es importante que alguien haya puesto el dedo en la llaga respecto de algo que no necesariamente corresponde a la ética sino a la estética, que es igualmente difícil de mensurar, por cuanto no se puede cuantificar -es un asunto cualitativo-, pero que incide en problemas que preocupan a la mayoría de los ciudadanos.
Entiende que los canales de televisión están pidiendo que se respete su libertad editorial. Si bien no es el ánimo de esta Comisión pasarla a llevar, es un aspecto que le parece importante definir.
También hay otro asunto que es necesario acotar, como es esta definición que señaló con el concepto de “estético”. Así como el Consejo Nacional de Televisión a veces tiene dificultad para medir aquello que se considera no correspondiente a las buenas costumbres o a la moral, también es bastante complejo definir categorías estéticas. Cuando hablan de la chabacanería o del mal gusto, es definitivamente complejo determinar dónde van a poner el límite. Su opinión, como periodista, es que esto no es nebuloso; es claro y es evidente. Cree que la ciudadanía entendió perfectamente cuando un grupo de diputados se sentó a discutir el tema, y lo agradeció; no sólo se refiere a los líderes.
Como una proposición personal, ya que no van a crear un nuevo consejo nacional de televisión -y es difícil que el actual pueda abordar este tipo de materia- podría considerarse la posibilidad de que organizaciones ciudadanas, como la Asociación de Padres de Familia, puedan denunciar una situación que les parezca que atenta contra las leyes. Asimismo, podría estructurarse un sistema para que agrupaciones ciudadanas, en general, puedan acceder a algún organismo a fin de denunciar los atentados contra la estética.
Agregó que su principal llamado es que esta materia no termine en esta Comisión y que se instaure un debate permanente, al que ellos, como periodistas de espectáculos, se sumaran gustosos cada vez que nos llamen.
El señor Donoso, don Jorge , Presidente del Colegio de Periodistas , expresó que aunque no hay una discusión formal sobre la televisión en el consejo del Colegio de Periodistas, tuvo la oportunidad de distribuir la intervención que realizó en un foro que tuvo la Apes sobre la materia, la que de alguna manera refleja el enfoque que el Colegio da a la misma.
A su juicio, el debate que ha habido sobre la televisión está mal enfocado, en el sentido que se está discutiendo sobre las consecuencias y no sobre el origen. La televisión chilena tuvo un cambio sustancial desde el momento en que se introdujo la televisión privada, a diferencia de lo que había sido el enfoque anterior, en el que sólo el Estado y las universidades tenían esa responsabilidad. En esto también se debe reconocer el mérito que le cabe al Presidente de la República don Jorge Alessandri , quien tuvo una posición muy firme en ese sentido, la que posteriormente fue ratificada durante el gobierno del Presidente Eduardo Frei con la legislación que se dictó en ese momento.
Sin embargo, el cambio no sólo se produjo con la introducción de la televisión privada, sino también con la aceptación de la libre competencia, la que no tenía ningún límite en la programación de la televisión. Aún más -lo que es peor-, tanto a Televisión Nacional, la televisión del Estado, como a las universidades se les sometió al mismo estatuto cuando en 1990 ó 1991 se modificó la legislación sobre la materia. Cree que en ese momento, cuando a los distintos canales de televisión se les hizo competir por la audiencia -con lo que en último término se buscaba el financiamiento de cada una de esas empresas- se estableció que el único medio para eso era la publicidad. En consecuencia, como lo que primaba era la perspectiva exclusivamente económica a los canales de televisión les interesaba justificar ante las agencias de publicidad y los avisadores el mayor número de televidentes, lo que permitiría financiar sus distintos programas.
En ese sentido, creen que debido al liberalismo exagerado y al individualismo desorbitado que existe se ha desmerecido mucho el papel del Estado, el que para él no es el monstruo que algunos plantean que es, sino que el representante del bien común. Como tal debe intervenir en algunas materias -especialmente en ésta- desde un punto de vista positivo. Es decir, es perfectamente posible, como ocurre en algunos países europeos, que para el financiamiento de los canales estatales y de los que son auténticamente universitarios se entregue una subvención del Estado que les permita tener un cierto colchón para abordar programas culturales, para que no estén sujetos en forma exclusiva a las reglas de la competencia. Aún más, en la actualidad existe en la ley del Consejo Nacional de Televisión un fondo de disposición del mismo para fomentar programas culturales. Sin embargo, desde que se instituyó dicho fondo los recursos que se han entregado han sido absolutamente insuficientes.
Por lo tanto, volviendo a lo que señaló al principio de su intervención, se tiene la televisión que se tiene porque, de alguna manera, han decidido, a través de los órganos del Estado, crear las condiciones para que se produzca esta situación, porque si no existiera ninguna limitación en el presupuesto para asignar más recursos para la producción de programas culturales es evidente que se crearían mejores condiciones para ese fin, además de que no existirían excusas de parte de lo canales en ese sentido. Cree que es posible perfeccionar esa legislación, porque establece ciertas exigencias que han resultado complicadas, como la exigencia del patrocinio de los canales, el que a veces no se concreta, lo que conlleva a que algunos programas sean producidos, pero que al final no se exhiban.
Al respecto, cree que también es posible que el Fondo de Cultura, que es concursable, sea interpretado como una posibilidad de financiar programas de televisión. Es decir, existen mecanismos de intervención del Estado que en forma legítima podrían mejorar la situación de la televisión. Sin embargo, si dejan a los canales entregados exclusivamente a la competencia, incluidos el del Estado y los de las universidades, cree que la situación que se observa en la actualidad continuará manteniéndose.
Por otra parte, también cabe hacer notar que, sin perjuicio de que existen estas limitaciones, a veces se hace una crítica muy cerrada y global de la televisión, y no se reconocen ciertos méritos, en circunstancias de que debería haber un estímulo cuando los canales tienen aciertos. Por ejemplo, hay muchos programas culturales, incluso en el más estricto sentido de la palabra, que han obtenido un rating excelente, los que, por lo tanto, tienen financiamiento. Es el caso de El show de los Libros y de algunos concursos que también son un aporte, como Maravillozoo, los que además han tenido un buen éxito en el público. Además, hay programas de cierto contenido social, como el que señaló Ana Josefa Silva , que también tienen ese carácter -como aquellos en los que hay intervención de los telespectadores, a quienes se les solucionan problemas-, los que también tienen un aporte importante que hacer. Por lo tanto, junto con criticar lo que es criticable se debe reconocer lo que corresponde, porque eso constituye un estímulo.
Cree, asimismo, que en ese sentido también acierta la Apes, Asociación de Periodistas de Espectáculos, cuando entrega los premios de estímulo y reconocimiento, porque la sociedad también debe reaccionar, no sólo los organismos estatales, en este caso el Consejo Nacional de Televisión, que sanciona cuando la gente se pasa de la raya, sino también la sociedad a través de sus distintos organismos puede reconocer estos aciertos.
También hay un cuestionamiento -a lo mejor dicho desde un punto de vista más personal- de la franja cultural, en el sentido de que si efectivamente cumplía con su contenido cultural, éste se ha dejado de lado. Se sabe que en la actualidad existe la obligación de transmitir programas culturales, pero se pueden hacer en cualquier hora y con eso se cumple la ley.
Es cierto que lo de la franja tenía una serie de inconvenientes y al final ocurrió que muchos buscaron un resquicio para cumplirla; por ejemplo, se transmitían partidos de fútbol y algunos daban por sentado que con eso se cumplía dicha disposición legal, pero de alguna manera la existencia de dicha franja obligaba a los distintos canales de libre recepción a usar la imaginación para competir en el terreno y hacer un aporte.
Coincide con Ana Josefa Silva en que la entretención en sí no es mala. Al contrario, creo que es posible culturizar en forma entretenida y entretener otorgando cultura. Le parecen elementos compatibles y ha dado ejemplos de ello. Cree que en la actualidad existen instrumentos, pero no se utilizan.
En lo propiamente periodístico, no quiere dejar de formular una autocrítica. Es efectivo que a veces la competencia exacerbada lleva a preferir lo espectacular por sobre lo efectivamente noticioso, es decir, la definición de noticia que les enseñan en la universidad. A veces se busca -como dijo el diputado señor Aldo Cornejo - lo escandaloso o morboso. Es un problema de competencia, pero también de ética, de formación, en lo que ellos, como Colegio de Periodistas, están muy interesados.
Todas las iniciativas que refuercen la ética en los medios de comunicación, no sólo en la televisión, cuentan con su apoyo, además de haber tomado medidas dentro del Colegio.
Se sabe que debido al capitis diminutio que sufrieron los colegios profesionales durante la dictadura, en la actualidad no tienen la fuerza que en un momento se tuvo, pero igualmente celebran la existencia del Colegio de Ética de los medios de comunicación que si bien no aplica sanciones que signifiquen desmedro patrimonial o una sanción mayor, a veces la sanción moral también surte efecto.
En ese sentido, tanto la formación en la universidad -que debe poner énfasis en lo noticioso- como los colegios profesionales y los medios de comunicación, pueden y deben hacer aportes para corregir el enfoque que muchas veces se da en los noticieros de televisión.
El señor Silva, don Rodolfo , Presidente de la Asociación de Padres de Familia del Colegio San Ignacio , expresó que hay un producto que entrega la televisión, que son los programas, y ese producto se ve en las casas. Por lo tanto, los receptores de ese producto son las familias, los niños, los adultos, los jóvenes.
En el colegio creen que es la familia la que tiene que saber ver televisión. Por lo tanto, el tema educación es fundamental para ver televisión como corresponde y poder tener la capacidad de discernir lo que ve o no ve.
Hoy la televisión entrega lo mismo a todas las horas para poder parearse. Todos los noticiarios se ven a las 9 de la noche; las teleseries, a la 7 de la tarde; los programas infantiles, entre la hora de almuerzo y las 7 de la tarde. O sea, no existe tiene posibilidad de elegir. Por lo tanto, toda la televisión chilena funciona igual, independiente de quienes sean los dueños, y funciona igual por el rating.
Respecto de sectores de alto riesgo, creen que tiene que ser solucionado justamente con el tema educativo, porque lo otro sería ponerle cortapisa al tema y decir, ustedes van a transmitir sólo programas culturales, de animales o que tengan que ver con las leyes de la República. A eso apuntan como colegio y como papás. Ahora, el trabajo es fuerte en términos educativos, es decir, enseñar a la familia a ver televisión, discutiendo con los niños los programas que están viendo, aunque sean políticos.
Explicó que tiene dos lolos, uno de 14 y otro de 15 años, y el colegio les ha dado herramientas para discernir respecto de cómo ver televisión apoyados por sus padres. Cree que ése es el tema central, por lo menos desde el punto de vista de la familia. Entra la televisión y se queda en los hogares; si no soy capaz de apagarla va a seguir estando ahí.
El señor Viera-Gallo, don José Antonio , senador, expresó que en la Hora de Incidentes de la sesión del Senado emitió un juicio crítico sobre los noticiarios de la televisión abierta chilena de alcance nacional. En particular, se refirió a los de Televisión Nacional, de Canal 13 y de Megavisión, porque los otros dos canales últimamente han introducido cambios en sus noticiarios, que los apartan del juicio que se pudiera tener respecto de los tres principales.
Precisa que las críticas están focalizadas a los noticiarios centrales, porque en algunos canales hay cambios interesantes en la forma de presentar las noticias. Por ejemplo, en el programa “Medianoche” es completamente distinto al noticiario del “Buenos días a todos”.
Estas críticas nacen a raíz una profunda insatisfacción personal al ver los noticiarios centrales de las tres principales redes de la televisión abierta del país, y sentir que no tenía acceso a ninguna información relevante. Posteriormente, encontró un estudio, realizado este año, -que deseo aportarlo a la Comisión- que evalúa la televisión en el campo de la información. Por lo tanto, su intervención fue una síntesis de ese estudio, más algunas observaciones personales. Cree que no es del caso repetirla, pero algunos aspectos le parecen relevantes por la enorme importancia que tiene la televisión para la gente en materia informativa.
Por ejemplo, el estudio señala que más del 70 por ciento de la gente dice que se informa por este medio; es decir casi las tres cuartas partes de la población chilena que, en general, son personas de recursos medios o bajos y de cierta edad. Este segmento es el más importante, porque no son los que compran diarios. O sea, las personas de más altos recursos tienen acceso a información más variada: leer el diario, escuchar la radio o ver televisión.
De este estudio se desprende que existe una enorme valoración de la función informativa de la televisión. O sea, hay ansias de informarse por la televisión. Esto se refleja por la evaluación que se hace de los noticiarios cuando se les pone nota, lo que también los puede inducir a engaño. Por ejemplo, artículos como el de Eugenio Tironi señalan que los noticiarios eran bien evaluados porque tenían buena nota, pero esa calificación se refiere -como queda después demostrado en el estudio- al hecho de que hay un canal de información televisivo, al espacio informativo.
Después hay un capítulo entero que se llama “Señales de insatisfacción informativa”. Ahí se explica por qué la gente que ve estos noticiarios siente una muy profunda insatisfacción. Entonces, cree que no hay que engañarse. Por una parte, la gente valora la función informativa y, por otra, se considera desinformada.
Ante la pregunta ¿cuán informado se siente usted respecto de los hechos que pueden afectar su vida? El 64 por ciento de los encuestados responde que no está informado o que está muy poco informado. O sea, el noticiario no le sirve para hechos relevantes, o para lo que ellos llaman los problemas reales de la gente.
Esta percepción de desinformación es compartida por todos los sectores y los afecta en forma desigual, siendo mayor en las mujeres, en grupos de nivel socioeconómico bajo y, especialmente, en los habitantes de zonas rurales.
La respuesta a la pregunta ¿cuán informado se siente respecto de los hechos que pueden afectar su vida? está determinada por sexo, por edad y por área rural urbana. O sea, la inmensa mayoría de la gente dice que el noticiario lo desinforma.
Por otra parte, existe un porcentaje muy alto de gente que piensa que los noticiarios ocultan información. El 66 por ciento dice que hay noticias que no se dan a conocer en forma intencional. De los encuestados que opinan que la televisión les oculta información, el 72 por ciento señala que todos los canales encubren noticias. Este supuesto ocultamiento informativo excluye a un importante sector de la población de acceder a información certera, considerando que la televisión es el medio más utilizado para informarse.
Posteriormente, el estudio considera el perfil de quienes creen que hay noticias que no son dadas a conocer intencionalmente. Esta opinión abarca a los sectores bajo y medio. En el sector alto mucho menos. En la etapa de escolaridad básica o media piensan que hay mayor ocultamiento de información.
¿Cuáles son los tipos de noticias no dadas a conocer intencionalmente según la gente? Primero, las políticas -41 por ciento-; segundo, curiosamente, las policiales y delincuenciales y, en tercer lugar, los conflictos sociales o laborales. O sea, hay mucha gente que sostiene que los conflictos sociales no son adecuadamente informados por los noticiarios.
Después hay otro estudio muy interesante respecto de la desconfianza hacia la información. Dice que los noticiarios distorsionan, minimizan o agrandan las noticias, lesionando la credibilidad y confianza de las personas que los ven. O sea, es bastante el porcentaje que considera que respecto de los noticiarios hay desconfianza. En general, es de un 49 por ciento, casi la mitad de las personas.
Después se señalan causales de este fenómeno: Por ejemplo, que en los noticiarios existe un distanciamiento entre la pauta de las noticias de la televisión -que se llama agenda informativa- y la agenda social de la gente. Es decir, existiría un divorcio entre la prioridad que dan los medios de televisión a las noticias y lo que opina la gente.
También se formula una crítica a la forma como se enfocan determinados temas. Por ejemplo el 32 por ciento considera que se da demasiado tiempo a los deportes. Casi un 21 por ciento dice que se da demasiado tiempo a los accidentes y a las catástrofes. En general, la gente no se siente interpretada por esta agenda noticiosa pública.
Es interesante señalar la pregunta ¿cuánta atención se le presta habitualmente a las diferentes noticias? A deportes -la mayoría de la gente-, el 35 por ciento le presta poca atención, y a espectáculos, casi un 40 por ciento; a iniciativas y proyectos gubernamentales, un 40 por ciento le presta muy poca atención o no le interesa; a Relaciones Exteriores, un 42 por ciento; a conflictos sociales, un 30 por ciento; etcétera. O sea, es muy interesante saber que un noticiario se construye de manera distinta a lo que la gente quiere ver. Sin embargo, ese noticiario se hace en razón del rating y del people meter, que sólo está en Santiago. O sea, ¿por qué se transmite tanto deporte? Porque cuando el people meter indica un rating bajo, la noticia cambia. Muchos han estado en programas de televisión. Recuerda uno, de Canal Trece, que le impresionó mucho, porque el rating se veía a cada minuto y cuando éste bajaba, la gente cambiaba de noticia.
No obstante, el people meter registra el número de televisores encendidos, pero no la calidad del juicio que el telespectador tiene sobre lo que aparece en la pantalla. Lo que sucede es que las empresas avisan en los canales según el número de televisores encendidos. No hay estudios de calidad, focus group, etcétera. Entonces, el canal puede hacer que una empresa avise en un noticiario, porque éste tiene tanto porcentaje de audiencia. Si a la gente le gusta, si lo tiene encendido porque no hay otra alternativa, ése es otro problema. Éste es un punto al que la Comisión podría dedicar bastante atención.
Ahora, el tiempo de cobertura es bastante impresionante. La principales coberturas de los noticiarios como 24 Horas, Teletrece y Meganoticias son de miscelánea y deportes, seguida de seguridad ciudadana, hechos sociales y lo más bajo son las noticias económicas.
Además, un 64 por ciento de la gente considera que la televisión es sensacionalista, o sea, que para captar audiencia utiliza los sentimientos y sufrimientos de las personas. El 81,7 por ciento de la gente estima que los noticiarios se aprovechan del dolor humano para tener mejor audiencia.
Concluye haciendo tres consideraciones. Primero, es muy importante que exista esta Comisión y que se debata sobre esta materia, porque puede haber un gran autoengaño colectivo. Los canales transmitan lo que creen que la gente quiere ver como noticias, que encienden el televisor porque no tienen otra opción; sin embargo, hay mucha insatisfacción en el televidente. Lo mismo ocurre con las empresas que avisan en los canales porque creen que ése es el camino. Existe una especie de engaño colectivo, que al final es perverso para la sociedad.
Segundo, esta realidad debería ponerles una luz de alerta respecto del sistema de televisión chilena, que nació en su origen, cuando se creó el Consejo Nacional de Televisión, con una cierta idea de que la televisión es un medio de comunicación que, por su importancia, tiene una función pública. No pretende atacar la libertad de expresión ni la propiedad privada de los medios, ni nada que se le parezca, pero una televisión cuya regulación se deja únicamente al mercado puede tener este tipo de distorsiones que están analizando.
Tercero, cuando la Comisión de Constitución analizó el problema de los medios regionales, recibieron a las agencias de publicidad, que son siete en Santiago. Éstas tienen un corte completamente sesgado respecto de cómo entregan su avisaje, porque lo hacen según las pautas de consumo de Santiago y no hay estudios de mercado y de consumo regional. Por ejemplo, el helado tanto se avisa desde Arica a Punta Arenas, aunque en esta última ciudad la gente no lo consuma. O sea, no hay segmentación del mercado.
Por otra parte, hay un aspecto todavía más preocupante. Hoy día una parte creciente de la publicidad de los grandes productos multinacionales se está distribuyendo en Miami y no en Santiago para toda América latina.
El señor Arizón, don Ramón , Presidente Fide , señaló que coincide con lo señalado por el senador, en el sentido de que existe una desproporción, no sólo en los noticiarios, sino en todos los programas. Existen muchos programas traídos del extranjero, que no dicen mucha relación con nuestra idiosincrasia. Asimismo, existen otros, realizados en Chile, pero que de alguna manera copian esquemas de otras nacionalidades.
También existe gran desproporción en la violencia, la cual se transmite a los niños. Según varias encuestas realizadas, los niños ven televisión tres horas diarias, debido a la influencia que ésta ejerce, ya que es algo agradable, estimulante y que atrae mucho más que leer un libro o hacer vida social. Existe desproporción en la violencia y en el sexo, sea éste normal o anormal. La escritora italiana Susana Tamaro decía que ella no siente ninguna satisfacción intelectual por la televisión, por cuanto está en manos de inescrupulosos y de gente sin valor -lo dijo con la crueldad que caracteriza a esta escritora- y porque ha logrado, en dos decenios, pulverizar toda una serie de valores que la sociedad ha creado durante miles de años. Ella tiene razón, porque ven que la sociedad actual actúa de manera totalmente distinta a como lo hacía hace veinte o treinta años. Entonces, existe inconsecuencia en aquellos entes que deben velar por la televisión.
¿Qué fines tiene la televisión? Entretener, informar, servir. En el servicio pone educar, pues el Estado debe preocuparse de educar a los ciudadanos. Frente a esto, la influencia de la televisión es muy grande.
Existe una situación ambivalente. Por una parte -lo decía el senador Viera-Gallo-, la televisión no se puede refutar: Lo dijo la televisión, por lo tanto, así es, aunque sea la barbaridad más grande; pero, por otra -también lo dijo el senador- la televisión dice lo que quiere y manipula las cosas. Eso lo saben todos.
Desde el punto de vista de los niños y de la juventud, les preocupa el hecho de que se transmitan programas que en sí no recogen los valores que ellos y todas las familias desean inculcar en sus niños. Además, los transmiten en horarios en que normalmente sabemos que los niños están viéndolos.
Hay programas para adultos que podrían transmitirse perfectamente en horario para adulto, que ya tiene su criterio y puede tomar una decisión. También se transmiten programas que proporcionan violencia y sexo en horarios cuya mayor audiencia es de niños o jóvenes, que son los más vulnerables. Incluso, en los inocentes monos animados también hay mucha violencia y mucho mensaje subterráneo.
No entiende, por ejemplo, que programas educativos y valiosos como “Maravillozoo”, de Canal 13, que reunía a toda la familia, lo den a las 10 de la noche, cuando la mayoría de los niños a esa hora está durmiendo. Un programa que todo el mundo alabó, un programa con el que todo el mundo estaba de acuerdo y que tenía un rating fenomenal lo daban a las 10 de la noche, cuando lo podrían haber transmitido en horario donde los niños estuvieran despiertos.
Desgraciadamente, todo se mueve en función del rating, y lamentablemente están viviendo un poco en función de valores materialistas.
El senador decía que había una hora de noticias. No es una hora, pues hay noticia y publicidad, noticia y publicidad. Entonces, la realidad es que sólo hay como media hora de noticias. En algunos países no se permite publicidad en los telediarios, ya que se distorsiona la noticia.
El señor Bastías, don Mario , Asesor en materia de comunicaciones del Gran Maestro de la Gran Logia de Chile, expresó que la organización que representa es una institución de carácter universal, esencialmente ética, filosófica e iniciática, cuya estructura fundamental está constituida por un sistema educativo tradicional y simbólico.
La institución, que está fundada en el sentimiento de fraternidad, constituye el centro de unión para los hombres de espíritu libre de todas las razas, nacionalidades y credos.
Como institución docente tiene por objeto el perfeccionamiento del hombre y, a través de éste, el perfeccionamiento de la humanidad. Asimismo, promueve, entre sus adeptos, la búsqueda incesante de la verdad, el conocimiento de sí mismo y del hombre en el medio en que vive y convive, con el propósito de alcanzar la fraternidad del género humano.
La institución no es una secta ni un partido político, exalta la virtud de la tolerancia y rechaza toda afirmación dogmática y todo fanatismo, alejando de sus talleres toda discusión de política contingente o de sectarismo religioso.
La Gran Logia de Chile se sustenta en los postulados de libertad, igualdad y fraternidad y propugna la justicia social y el término de los privilegios y de las intolerancias.
Los principios de su institución le sirven como introducción para adentrarse en lo que se ha denominado por algunos la crisis cultural de nuestra sociedad, culpándose de ella a los medios de comunicación social y, principalmente, a la difusión televisiva.
Estos principios, inspirados en la convicción de que el hombre gracias a su inteligencia y libre albedrío goza de la más completa libertad para crearse y recrear para sí y los suyos un mundo mejor y más humano, nos demuestran que a través del curso de su largo peregrinar ha sido capaz de la más excelsas virtudes y de las más abominables iniquidades. Sin embargo, cada vez que se ha pretendido limitar su voluntad y autonomía, nuestra civilización ha sufrido grandes conflictos, los que, al decir de muchos, han demorado su crecimiento y desarrollo integral.
A juicio de ellos, lo anterior importa que el hombre no puede ser encasillado o amordazado, porque, por naturaleza y por designio del Gran Arquitecto del Universo, ha nacido libre, conoce el bien y el mal y es responsable de sus actos, de lo que se colige que para ellos en materia de televisión no debe existir ninguna expresión que coarte el libre juego de las voluntades que inspiran el accionar de los productores, directores, escritores, actores y periodistas que trabajan en dicho medio de comunicación social.
Puede señalar como antecedente que alguien escribió que el sesenta por ciento del público que ve televisión es analfabeto, semianalfabeto, o que tiene menos de doce años de edad mental. Por consiguiente, los que trabajan en este medio escriben para ellos. Al respecto, no existe ninguna duda de que quienes trabajan en televisión podrían hacerlo mejor, pues todos, sin excepción, son excelentes profesionales. Lamentablemente, si mejoraran desde el punto de vista cultural sus creaciones, se produciría la ruina del negocio. Por lo tanto, nos da la impresión de que la televisión debe estar por debajo de sus posibilidades para estar al alcance del gran público al cual va dirigida su programación. En consecuencia, la solución tal vez no va por la vía de exigir a los productores, directores, periodistas y actores que mejoren los programas, sino que deben perseverar en elevar el nivel educacional y cultural de nuestro pueblo, pues en la medida que se avance en su crecimiento este pueblo educado será más culto y más exigente respecto de lo que entreguen los medios de comunicación social, especialmente la televisión.
Asimismo, se debe considerar que tal vez exista en nuestro país -que ha probado todas las formas de hacer televisión- una falta de regulación más estricta respecto de una exigencia específica en cuanto a las horas de transmisión, por ejemplo, a que haya más horas de programación educativa, cultural y musical, porque son espacios dirigidos a resaltar los valores morales y culturales propios de nuestra civilización o de nuestra nación, tal como lo establece la ley que creó el Consejo Nacional de Televisión. No obstante, esto debe hacerse sin limitar, bajo ninguna circunstancia, las horas de transmisión, a fin de obtener un mejor provecho de un recurso escaso, como son las frecuencias del espectro radioeléctrico, razón por la cual deberían transmitir las 24 horas del día. A modo de ejemplo, en Estados Unidos y en otros países desarrollados los canales de televisión funcionan con distintos dueños, quienes aprovechan al máximo dicha frecuencia, en circunstancias de que en la mayoría de los países en vías de desarrollo sólo se utilizan algunas horas de transmisión al día, dejando este recurso escaso sin utilización y sin sacarle un provecho que vaya en apoyo de la educación del pueblo.
En la actualidad, hasta donde tienen conocimiento, no existe ninguna regulación que indique el número de horas que deban transmitir los concesionarios o permisionarios de los servicios de televisión. Pareciera que los concesionarios son soberanos para determinar el número de horas que estarán en el aire; hasta hace muy poco existían transmisiones que duraban hasta poco más allá de la medianoche, las que comenzaban alrededor de las siete de la mañana. No obstante, la televisión por cable y las transmisiones satelitales de televisión al parecer están obligando a los dueños de los canales de televisión a efectuar programaciones durante las 24 horas del día.
Otro aspecto no suficientemente regulado por el Estado dice relación con la propiedad de los medios de televisión, la que hoy aparece muy poco clara. Las facilidades para transferir a cualquier título las concesiones, así como las facilidades que existen en el marco regulatorio de las sociedades para las transferencias de acciones, fusiones y absorciones de sociedades, están permitiendo que los responsables, esto es, los dueños de los canales de televisión, sean extranjeros e incluso que no vivan en el país en el cual transmiten sus programaciones. Aún más, en la mayoría de los países latinoamericanos es muy restringida la participación de extranjeros en el quehacer televisivo; sin embargo, en nuestro país, al parecer por razones de conveniencia económica, la televisión se orienta en la dirección contraria. Esto, según muchos, atenta gravemente contra nuestra identidad.
Ejemplo de lo anterior es lo que ocurre con el Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar, que ha perdido su identidad y se ha transformado en un mosaico que resalta valores culturales distintos de los de nuestro pueblo.
Pero si la televisión fuera perfecta, preciosa, real, si nos informara de verdad, si cada uno de sus detalles fuera un acabado proceso de elevación espiritual, ¿no sería tal vez una experiencia intolerable?
Añadió que cuando emergió el libro impreso asustó a muchas personas, ya que difundía lo bueno y lo malo. Con la televisión se ha comprobado que el atractivo de lo malo es mucho mayor que el de lo bueno. Se gastan millones de dólares en campañas de adicción al tabaco o al consumo de bebidas alcohólicas. En nuestro país todavía no nos atrevemos a señalar que el tabaco es altamente cancerígeno y que debe restringirse su consumo porque mata al ser humano, y no nos atrevemos porque las compañías de tabaco financian los espacios televisivos.
El problema de la televisión no es sólo de ella, sus causas son más profundas. Será necesario producir grandes definiciones, no sólo en este campo, sino también en lo que queremos de nuestras autoridades, que deberán adquirir un compromiso mayor para proteger al ciudadano de la destrucción de su entorno. Deberá convocarse a los mejores, quienes deberán ser implacables en la búsqueda de excelencia, puesto que nos hallamos en una embarcación que ha perdido el rumbo o se hunde de manera lastimosa en la mediocridad. Pareciera que no hubiera tiempo para vacilaciones ni espacio para compromisos ni favoritismos.
Como institución ética y docente, creen que sólo a través de la educación -la que deberá hacerse más autoconsciente- saldremos airosos del asunto objeto de esta reunión.
Con educación audiovisual en las escuelas básicas, con manejo del lenguaje del cine, de la escritura televisiva y del análisis de programas como asignaturas fundamentales, con una disciplina de la expresión que permita distinguir el grano de la paja en medio de las ofertas mediocres, será posible obtener una mejora positiva que -reitero- no debe ser sólo de los medios de comunicación social y de la televisión en particular, sino que debe involucrarnos a todos. Si quieren una televisión que no caiga en lo chabacano, debemos dejar de ser chabacanos.
En la enseñanza media deberá desarrollarse una fuerte capacidad de análisis sociológico, antropológico y psicológico, como una manera de explorar las magníficas capacidades de nuestra juventud. La enseñanza profesional y técnica no sólo deberá formar excelentes profesionales sino inculcar a todos ellos, además de los conocimientos científicos y técnicos de las artes en las que van a trabajar, una completa formación ética y valórica fundada en nuestra tradición grecolatina judeocristiana, que ponga a las personas, a esta criatura creada a imagen y semejanza del Gran Arquitecto del Universo, como la principal preocupación de todo nuestro quehacer como individuos civilizados y cultos.
A manera de conclusión, junto con reiterar los agradecimientos por la invitación a departir sobre un tema de interés nacional, que les desvela y les preocupa, como a todos los ciudadanos de nuestra patria, creen que la censura de la autoridad o la autocensura en nada ayudan a mejorar la programación de los canales de televisión chilenos o extranjeros, de transmisión abierta o pagada. Los problemas de la programación y -por qué no decirlo- del funcionamiento de las estaciones de televisión pasan, principalmente, por su financiamiento, por sobrevivir en un medio ambiente altamente competitivo. Además, están seguros de que el Estado no subvencionará espacios televisivos destinados a mejorar su programación, porque los recursos económicos son escasos y existen otras prioridades, como la educación y la salud, que todo el mundo considera prioritarios.
Los escasos programas de alto contenido educativo y cultural que se transmiten a diario por la televisión abierta y pagada, no figuran en los de mayor audiencia; por consiguiente, carecen de publicidad o, dicho en otras palabras, las empresas que gastan grandes recursos para promover sus productos no financian programas que, de acuerdo con el people meter, no son vistos por los televidentes.
En estas circunstancias, ¿cómo saldremos adelante? La orden masónica está convencida de que eso se logra a través de la educación. Un pueblo educado es un pueblo culto, que está en condiciones de poner término a la guerra del rating. Con más educación, es decir, con más cultura, hará uso de su libertad, hoy un poco obnubilada por tan malos programas televisivos, y pondrá fin a dichos programas utilizando el control remoto para apagar su televisor o para cambiarse de canal a aquellos que transmitan valores culturales que realmente le ayuden en su formación y crecimiento como persona, como ciudadano. Entonces, sólo entonces, dejará de ser un individuo utilizado por quienes pretenden definir sus gustos, su modo de pensar, de qué debe alimentarse y cómo debe vestirse. A partir de esa toma de conciencia se tendrá una mejor calidad de televisión y, por ende, de vida, esto es, viviremos una vida mejor.
Ese horizonte no está lejano y les invitamos muy cordialmente a propagar y ayudar en la educación y crecimiento cultural y espiritual de nuestro pueblo, labor en la que nuestra institución despliega sus mejores esfuerzos a través de todos sus integrantes.
El señor Palet, don Enrique , Diácono Permanente y Vocero de Conferencia Episcopal de Chile, señaló que concurre a la Comisión en representación del Obispo de Talca , Monseñor Horacio Valenzuela Abarca, presidente del área de comunicaciones de la Conferencia Episcopal de Chile, quien le ha encargado expresar sus agradecimientos más sinceros por la invitación motivada por el profundo interés de la Iglesia Católica de colaborar con la Comisión en el trabajo que desarrolla, por su enorme valoración para la vida social, cultural y comunitaria de nuestra nación.
Aclara que para su exposición recurrirá a dos textos, uno de los cuales se utilizó en la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal de Chile en diciembre de 1997 y mayo de 1998; el otro es más conocido y contiene implicancias bastante fuertes desde el punto de vista de la Iglesia en torno al tema que ocupa a la Comisión. Se trata de la Aetatis Novae, nueva era, instrucción pastoral del Consejo Pontificio para las comunicaciones sociales, relativa precisamente a la nueva era de las comunicaciones y su impacto, en especial de la televisión.
Tanto la Iglesia como las organizaciones de la sociedad valoran enormemente los medios de comunicación social en general y la televisión, en particular, por su impacto en el desarrollo de la vida social; impacto positivo en los procesos de humanización, de convivencia social y de desarrollo de las personas.
La vida diaria del hombre, gracias a esta mejor intercomunicación que hemos obtenido particularmente por la televisión, ha podido mejorar en diversos aspectos, es especial, su condición de desarrollo. El ser humano ha tenido la posibilidad de conocer y hacer cercanas otras realidades. Por lo tanto, hoy puede confrontar sus conductas y valores con múltiples otras visiones. Eso puede ayudar, sin lugar a dudas, a separar el grano de la paz, así como abandonar y encarnar sin tibieza aquello realmente valioso de lo que es propio.
También nos acerca a la instantaneidad -sobre todo la televisión- y nos replantea el tema del tiempo y el espacio, como conceptos ligados entre sí. El hecho de que se pueda presenciar simultáneamente más de un acontecimiento o ser testigos cuasipresenciales de hechos que suceden a miles de kilómetros de distancia de donde nos encontramos, sin duda, tiene implicancias en nuestro desarrollo humano, personal y social. Ése es un camino que la humanidad está empezando a recorrer, cuyos límites son increíbles para quienes estamos educados en un sistema más tradicional y cuyas potencialidades y posibilidades futuras son inconmensurables. Justamente, el detenerse, particularmente en el tema de la televisión, nos permite imaginarnos todo lo que es la ampliación de la imaginación visual hacia la incorporación de diferentes ángulos en este proceso de humanización. La exposición de emociones y su posibilidad de traspaso intergeneracional de valores y experiencias le da a la televisión, sobre todo, una potencialidad enorme. Es un vehículo privilegiado para exponer y conversar situaciones de carácter conductual y valórico con similar atractivo para todos los miembros de un grupo familiar o de otro carácter. Bien aprovechado esto, posibilita el traspaso de juicios y valores sobre ciertas situaciones entre padres a hijos o entre grupos comunes, acción que sería imposible de otra manera.
Según la instrucción pastoral Aetatis Novae , el cambio que se ha producido hoy en las comunicaciones y, particularmente, en la televisión supone, más que una simple revolución técnica, la completa transformación de todo aquello a través de lo cual la humanidad capta el mundo que le rodea y que la percepción verifica y expresa. El constante ofrecimiento de imágenes e ideas, así como su rápida transmisión de un continente a otro tiene, al mismo tiempo, consecuencias positivas y negativas sobre el desarrollo sicológico, moral y social de las personas, la estructura y el funcionamiento de las sociedades, el intercambio de una cultura con otra, la percepción y la transmisión de los valores, las ideas del mundo, las ideologías y las convicciones religiosas.
La revolución de las comunicaciones está, sin duda, potenciada por la televisión, realidad que también afecta la percepción que se pueda tener de la Iglesia o de las convicciones religiosas de las personas humanas. En este sentido, la Iglesia valora en gran medida la preocupación que la Cámara de Diputados ha tenido respecto de este tema por su enorme importancia y expresa también sus preocupaciones por alguno de los problemas que surgen de esta realidad. En particular, la captación de ideas complejas o abstractas, es un problema que dificulta la mejor utilización de estos medios.
Además, la televisión genera un grado de atención inconstante, estimula el aburrimiento ante estímulos que son más prolongados, muchas veces conduce a una cierta pérdida del sentido, derivado de la experiencia fragmentada, particularmente en la televisión. Por lo tanto, hay, inicialmente, a partir de estos efectos, numerosas consecuencias sobre el desarrollo sicológico de las personas, que preocupa enormemente a la sociedad, a la Iglesia y que ha sido motivo de preocupación de la Cámara de Diputados, que la Iglesia comparte.
El tema de la televisión se puede abordar desde diversos aspectos, y que por su complejidad no estamos, en estos momentos, en condiciones de tratarlos detenidamente. Desde luego, desde el punto de vista de los emisores en la televisión, su calidad depende de las personas que trabajen en ella; ya sean los comunicadores sociales como los distintos participantes en la industria televisiva y, particularmente, desde el punto de vista de los propietarios de la televisión. Ése es un campo que hay que analizar y explorar muy detenidamente. Pero, desde el punto de vista de los receptores, el impacto cultural y su preparación para afrontar la recepción del mensaje televisivo, es enormemente importante y nos parece que la formación de las personas, en este sentido, es un elemento fundamental.
Desde el punto de vista del desarrollo tecnológico y desde la perspectiva jurídico-legislativa, los fenómenos de la interactividad que se van a ir desarrollando, y que ya lo están haciendo, generarán también espacios de estudios y de preocupación enormemente significativos.
Les parece fundamental abordar este tema de la televisión, desde el punto de vista de su evaluación crítica. En este sentido, quiere compartir algunas reflexiones que están en el documento Aetatis Novae bastante importantes a considerar en su trabajo.
“Si la Iglesia adopta una actitud positiva y abierta hacia los medios de comunicación, tratando de penetrar en la nueva cultura creada por las comunicaciones modernas, es necesario que proponga también una evaluación crítica de los medios de comunicación y de su impacto sobre la cultura.
“Como se ha dicho en tantas ocasiones, la tecnología de las comunicaciones constituye una maravillosa expresión del genio humano, del que los medios de comunicación aprovechan considerablemente a la sociedad. Sin embargo, como también se ha subrayado, la aplicación de la tecnología de las comunicaciones y, en particular, de la televisión no se ha hecho bien del todo, y todos sabemos que su utilización adecuada necesita valores sanos y elecciones prudentes por parte de las personas, del sector privado, de los gobiernos y del conjunto de la sociedad. La Iglesia no pretende dictar estas decisiones y estas elecciones, sino que trata de proporcionar una verdadera ayuda, indicando los criterios éticos y morales aplicables a este campo, criterios que se encontrarán en los valores a la vez humanos y cristianos.
“En la situación actual, ocurre que los medios de comunicación exacerban los obstáculos individuales y sociales que impiden la solidaridad y el desarrollo integral de la persona humana. Estos obstáculos son especialmente el secularismo, el consumismo, el materialismo, la deshumanización y la ausencia de interés por la suerte de los pobres y los marginados.
“En esta situación, la Iglesia, que reconoce en los instrumentos de comunicación social “actualmente el camino privilegiado para la creación y transformación de la cultura,” considera un deber proponer una formación a los profesionales de las comunicaciones sociales y al público para que miren los medios de comunicación social con un “sentido crítico animado por la pasión, por la verdad”. Juzga también que es deber suyo realizar una “labor de defensa de la libertad, del respeto de la dignidad personal, de la elevación de la auténtica cultura de los pueblos, mediante el rechazo firme y valiente de toda forma de monopolización y de manipulación”.
Por su parte, agrega a la necesidad de educación, de formación, que no sólo debe alcanzar a los aspectos críticos como receptor, sino que debe extenderse a la forma de comunicarse, porque los avances tecnológicos los están llevando a un uso multimedial que impulsa la interactividad. Y en la interactividad es necesario que las personas no sólo estén en condiciones críticas para recibir, sino también para participar activamente en la comunicación, y para ello no basta la educación simple. El uso de los medios requiere una formación y una educación especial.
Continuando con el aporte de “ Aetatis Novae ”, en cuanto a políticas y estructuras, “es evidente que determinados problemas son el fruto de determinadas políticas y estructuras de los medios de comunicación. Citemos, sólo a título de ejemplo, el hecho de que ciertos grupos o clases ven cómo se les impide el acceso a los medios de comunicación, la reducción sistemática del derecho fundamental a la información en ciertos lugares, la extensión de la autoridad que determinados grupos económicos, sociales y políticos ejercen sobre los medios de comunicación.
“Todo ello es contrario a los objetivos fundamentales y la misma naturaleza de los medios de comunicación, cuyo papel social específico y necesario es contribuir a garantizar el derecho del hombre a la información, promover la justicia en la búsqueda del bien común y ayudar a las personas, grupos y pueblos en su búsqueda de la verdad. Los medios de comunicación ejercen estas funciones capitales cuando favorecen el intercambio de ideas y de informaciones entre todas las clases y los sectores de la sociedad y cuando ofrecen a todas las opiniones responsables la oportunidad de hacerse oír.
“No se puede aceptar que el ejercicio de la libertad de comunicación dependa de la fortuna, de la educación o del poder político. El derecho a la comunicación pertenece a todos.
“Esto requiere especiales esfuerzos nacionales e internacionales no sólo para otorgar a los pobres y a los menos pudientes el acceso a la información que necesitan para su desarrollo individual y social, sino también para hacer realidad que ellos mismos tengan un papel efectivo y responsable en la decisión de los contenidos de los medios de comunicación y en la determinación de las estructuras y de las políticas de sus instituciones nacionales de comunicaciones.
“Allí donde las estructuras jurídicas y políticas favorecen el dominio de los medios de comunicación por parte de grupos de presión, la Iglesia debe insistir en el respeto del derecho a la comunicación y, especialmente, sobre su propio derecho al acceso a los medios de comunicación, sin olvidar la búsqueda de otros modelos de comunicaciones para sus propios miembros y para el conjunto de la población.
“Por otra parte, el derecho a la comunicación forma parte del derecho a la libertad religiosa, el cual no debe quedar limitado a la libertad de culto”.
Agregó que le parece que los criterios que señala el documento vaticano del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales puede ser un aporte en la reflexión que tiene que hacer el país y que esta Cámara de Diputados ha tenido el estupendo criterio de iniciar.
El señor Arellano, don José Pablo , Ministro de Educación , señaló que debe partir destacando la enorme importancia -y sobre eso no necesita extenderse- que atribuye a la televisión en la educación no formal -por llamarlo de alguna manera-, en la formación de su personalidad, de conceptos, de ideas de parte de los niños y de los jóvenes. Baste decir que las estadísticas indican que unas tres horas diarias promedio se ocupan en ver televisión. El Ministerio está tratando de extender la jornada y tienen esta competencia enorme en que ya están en la televisión durante esta cantidad de horas. Sin querer abundar más en el tema de la importancia de la televisión desea referirse a las iniciativas que están llevando adelante para hacerse cargo de esta realidad.
En primer lugar, los programas de estudio. La reforma educacional tiene como uno de sus ámbitos importantes de acción el cambio en los planes y programas de estudio. Una reforma curricular que se inició en la enseñanza básica y que este año se extiende a la enseñanza media en todos los establecimientos educacionales del país. Para tal efecto, el Ministerio de Educación ha establecido un marco nacional que todos deben cumplir, donde se desarrollan los objetivos fundamentales y los contenidos mínimos que los alumnos deben lograr en cada nivel y para cada nivel de aprendizaje o asignatura. Y todos los establecimientos educacionales del país, todos, tienen libertad para elaborar programas de estudio, pero sujetos al referido marco. El Ministerio elabora programas de estudio para todos los establecimientos que quieran utilizarlo y que no quieran hacer programas propios.
En este marco curricular definido para la enseñanza básica y media se hacen cargo de la realidad de los medios de comunicación y, en particular, de la televisión, porque la entienden como una realidad cotidiana para los alumnos y que deben conocer y saber manejar. Tal es así que la tradicional asignatura de castellano, hoy día se denomina en los nuevos programas de estudios “lenguaje y comunicación”. Es decir, la tradicional asignatura de castellano, que contemplaba gramática, literatura, teatro, hoy se extiende a los procesos de comunicación, tanto en la interacción humana como en los medios de comunicación. O sea, quieren que el joven se forme en la comunicación que debe desarrollar, tanto en lo que recibe como en lo que comunica. Por lo tanto, les interesa el lenguaje como un medio de comunicación, la gramática para desarrollar el lenguaje en pro de la comunicación. Pero para el éxito de esta orientación no sólo es menester el rol activo del alumno, sino también el de los medios de comunicación masivos.
En los programas se incorporan algunos contenidos mínimos haciendo énfasis en el aprendizaje respecto de los medios masivos de comunicación y, en particular, de la televisión. Por ejemplo, los alumnos de segundo medio -respecto de los medios masivos de comunicación- deben tener la oportunidad, a través de actividades que se desarrollen con el profesor en la sala de clases, de comparar informaciones y versiones de un mismo hecho entregadas por diferentes medios, estableciendo similitudes y diferencias y proponiendo explicaciones para ellas. Deben comparar entre imágenes del mundo que proponen los medios masivos de comunicación y las propuestas en otras expresiones de la cultura; deben tener oportunidad de evaluar la eficacia y el valor de los medios masivos de comunicación en cuanto instrumentos de transmisión y difusión de información, ideas, valores, creación de imágenes de mundo, formación de una opinión personal, y una actitud reflexiva y crítica sobre esas funciones de los medios de comunicación. Y no sólo ellos como sujetos que desarrollen la capacidad para comparar y evaluar, sino también para producir algunos tipos de manifestaciones propias. O sea, no es raro encontrar hoy en una escuela, en un liceo, una radio escolar, un periódico o, incluso, un pequeño noticiario o canal interno de televisión dirigido por los propios alumnos. Sin ir más lejos, hace pocos días inauguraba en Pintué, comuna de Paine, la ampliación de un establecimiento para la extensión de jornada, y se encontró con la sorpresa de que los alumnos tenían un pequeño canal interno de televisión para entregar sus propias noticias, como un medio de ayuda para corregir el lenguaje y la expresión de comunicación, a través de producir sus propias noticias. Es decir, generan una capacidad para comparar la información y evaluarla a fin de producirla.
En resumen, el nuevo marco curricular se preocupa de que en la tradicional asignatura de castellano, hoy, lenguaje y comunicaciones, tengan un lugar destacado las comunicaciones, tanto para que sepamos -entre otros- ver y escuchar televisión con una visión crítica y también aprender a usarla como un medio de comunicación.
La señora Croxatto, doña Luz, Directora de Sidarte , manifestó que, a su juicio, en Chile la televisión se limita a ofrecer opciones de consumo. No entiende por qué ello deba ser así, pues no existen razones económicas que la limiten a crear cauces culturales de comunicación, entendiendo por cultura una opción de vida.
Opina que la televisión es un medio que puede ofrecer opciones de vida, y lo afirma desde su condición de actriz, oficio que cumple con la función de describir la condición humana sin juzgarla. Incluso, en medios tan populares como las teleseries, el actor tiene la capacidad de “mostrar vidas”. Como rol social, es de suma importancia mostrar, sobre todo en un país como el nuestro, que la rabia, por ejemplo, puede expresarse sin violencia. Más allá de la posición política que se sustente, considera que no se le ha “hincado el diente” a ese potencial que tiene el medio televisivo. Por ejemplo, quienes votan, confían que la prioridad de cualquier gobierno es combatir la pobreza. En ese marco, la televisión es un vehículo que permite mostrar a la gente cuáles son los recursos con que cuenta para dignificar y organizar esa pobreza; dar a conocer conductas alternativas y formas de pensar distintas de las que está acostumbrada a ver, y estimular la reflexión y el conocimiento de otros lenguajes. Desde ese punto de vista, tal vez lo único que están juzgando es el uso que se da al medio televisivo.
Expresó que los brasileños son más conscientes cuando hacen televisión. Producen lo mismo que nosotros: teleseries, programas de fútbol, noticiarios y programas de magazine. Tampoco realizan muchos programas de corte educativo-cultural; sin embargo, su televisión es de una calidad mucho mayor, y ello por una razón fundamental: no desconoce al espectador. Por ejemplo, cuando realizan teleseries, las hacen de tal manera que los 4 millones de dólares que gastan no los ocupan sólo con miras a vender productos bancarios, celulares o yogures, sino también buscando algún beneficio para la gente. En ese marco, las teleseries se ocupan de temas que tienen que ver con problemas locales. Insiste en señalar que no se desconoce al espectador; al contrario, se le hace sentir que se lo conoce, que no está solo, que el medio sabe cuáles son sus problemas. En Chile, si bien cumplen el rol de describir la condición humana, se les ha limitado desde siempre a mostrar más bien la cretinidad humana. Con esto no se refiere a la falta de programas culturales o educativos, sino a la incapacidad de ocupar imaginativamente los espacios que muestran un buen rating. En esto, hay que tener muy presente que la gente de nuestro país tiene muy poco acceso a la lectura, al arte, al cine y al teatro, ello por razones variadas: se trata de actividades caras, somos un país que por motivos geográficos está muy desconectado y donde toda la actividad se centra en Santiago.
Los brasileños, que tienen problemas muy similares a los nuestros, ocupan los programas masivos a fin de inculcar a lo menos conciencia cívica. En tal sentido, se “hace” cultura cuando se obliga a reparar en el hecho de que la rabia no sólo debe expresarse a través de la violencia. Sin embargo, cuando se mira la televisión chilena se encuentra que sus contenidos son absurdos, porque a lo que más se llega es a entregar mensajes del tipo “señora, no aguante que su marido le pegue”, cuando lo que debería señalar es “señor, no le pegue a su señora”.
Los brasileños cuentan historias sobre el perdón, la tolerancia, sobre la posibilidad de disentir y convivir, de construir a pesar de la divergencia. En cambio en Chile -lo saben porque conocen la presión que existe al respecto- se cuentan historias desconociendo al público que las ve, tratándolo como si no fuera capaz de entender, procurando no crear la menor polémica, como si ella no fuera sana y necesaria. No se puede aspirar a tener un pueblo más tolerante si no lo dejan discutir con tranquilidad. Ya es bastante difícil ser chileno con un Código Civil que desconoce la naturaleza de nuestra conducta. Ello está reforzado por el medio televisivo, que también la desconoce. Insiste en el punto: la televisión brasileña no abandona al ciudadano ni lo desconoce como lo hace la nuestra. Nuestra televisión trata al ciudadano como un imbécil que no es capaz de levantar sus propias conclusiones. Lo trata como si tuviera miedo de identificarse con lo que es; lo trata como si no fuera capaz de reflexionar; lo trata como si el único camino para cambiar de existencia consistiera en consumir más televisores y celulares. No entiende por qué. Entiende el problema de la cultura y la televisión; entiende, también, la necesidad de autofinanciamiento.
Agregó que la televisión es un medio poderosísimo. Provoca un impacto muy grande. De hecho, la empresa privada invierte enormes cantidades de dinero en vender sus productos. No entiende por qué el Estado chileno no invierte en vender el producto chileno, en vender su proyecto, en vender una reflexión, en vender dignidad.
La señora Izquierdo, doña María , Secretaria de Sidarte , manifiesta que en Canal 13 se vive una realidad muy específica, pues tiene una larga herencia de un sistema bastante medieval que se vivía con don Eleodoro Rodríguez . Algo así como de pequeños reinos. Eso, de alguna manera, le da la impresión que dejó como huella que el Canal 13 no tuviese objetivos. No le queda claro si es exactamente así en los otros canales, pero se han dado cuenta de que el único objetivo de las respectivas áreas es ganar en el rating. Ahí empieza y ahí termina. Por lo tanto, no hay métodos ni crítica. ¿Por qué no se ganó en el rating? Porque eso no es lo que quiere la gente. Para ganar en el rating, la gente quiere esto. Entonces, ése es el plano que tienen de discusión en torno a los contenidos y a las formas. No hay ningún otro lenguaje dentro de las reuniones que discutir del rating. Es así de fome y de chato. Ése es un elemento con el cual conviven.
Por otra parte, son rostros de Canal 13 y, al mismo tiempo, son actrices free lance que pueden pasar seis meses trabajando en el canal y después no están más. En ese sentido, como representantes de la televisión, más bien, son personas muy marginales y, desde el punto de vista de una actriz que hace teatro y que pertenece a la vida académica, con una vida cultural bastante rica, porque casi no ve televisión, pero que antes sí, porque había un programa que se llamaba Franja Cultural, que por algún motivo que desconoce dejó de existir. Después aparecieron programas sensacionalistas que convirtieron la Franja Cultural en una cosa forzada o morbosa que al final tenía mucho más rating que cualquier espacio cultural.
En busca de soluciones, le parece que el Estado, de alguna manera, debería regular la responsabilidad en los objetivos que tienen estos medios de comunicación de tan amplio alcance. Porque dentro de la televisión no tienen ningún poder. Habría que regular los objetivos y las responsabilidades de estos medios y, si eso no se pudiera, porque el mercado es muy poderoso, habría que imponer nuevamente la Franja Cultural, aunque fuese sólo una hora al día.
El señor Muga, don Alfonso , Rector de la Universidad Católica de Valparaíso, señaló que el canal UCV Televisión acompaña la fundación de la industria de la televisión en Chile, donde la tecnología se desarrollaba al interior de los laboratorios de las universidades. De ese modo, fue posible emitir las primeras señales y, desde luego, les enorgullece que las personas que en aquella época estudiaban ingeniería electrónica tuvieran el privilegio de levantar uno de los primeros canales de televisión de nuestro país. De manera que el origen de la televisión chilena es universitario.
La sociedad, consciente de la importancia que este medio podía adquirir en el quehacer cultural y en el desarrollo general del país, delegó en las universidades existentes en aquella época la administración de este importante medio de comunicación. La concesión de que goza nuestra corporación de televisión tiene carácter indefinido.
Otro aspecto que quiere destacar es el hecho de que nuestra corporación, junto con Telenorte, es uno de los dos canales abiertos con asiento fuera de la capital. Sin embargo, el 75 por ciento de Telenorte es de propiedad de Radio Chilena y el 25 por ciento restante está en manos de la Universidad Católica del Norte. ¿Por qué destaca este hecho? Porque en el centro de los problemas que encierra la globalización y representando la otra cara de la medalla, está adquiriendo gran vigor la importancia de la localidad. De manera que todos los esfuerzos que se hagan por reforzar aquellos aspectos que nos ayudan a identificarnos mejor con una región determinada y, adquirir a través de ese hecho una noción de país, sin duda que es muy importante en el campo de la formación cultural, de cara a los distintos tipos de mensajes y de contenidos valóricos que provienen de la globalización que se está viviendo en la industria de la televisión y en otros medios de comunicación.
Un tercer aspecto que desea destacar es que el canal de la UCV es el único medio televisivo de provincia que llega a la capital.
Como toda televisión, su canal también debe autofinanciarse. La intención de que actúe en forma independiente de la universidad persigue la obtención de determinados resultados, con un control a distancia, un manejo empresarial bastante libre, una dirección muy clara respecto de los segmentos a que está dirigido y unas características estratégicas muy definidas.
El hecho de que esa corporación de televisión esté sujeta a una dinámica de carácter empresarial, somete al canal a una creciente competencia. De ese modo, la relación fundacional entre Estado-universidad se ha ido distanciado y ha obligado a otro tipo de arreglos entre ambos polos, donde el mercado ocupa un papel muy relevante. Ellos entienden que este giro es del todo indispensable, toda vez que el cambio tecnológico es muy fuerte, pero cada vez más accesibles, porque los montos involucrados en las inversiones son menores.
Históricamente, el canal de la UCV se ha orientado al segmento infantil, procurando entregar una producción propia a través de 4 ó 5 programas y transmitiendo programas y cortos de tipo infantil. Normalmente tienen mucho cuidado en que los contenidos estén limpios de aspectos relacionados con la violencia y con otros patrones culturales que muchas veces también están incorporados en los contenidos de estas películas que se pueden adquirir para público infantil en horarios en que indudablemente los jóvenes no están viendo televisión.
Ellos han procurado también ser un canal de ideas. Creen que un canal de ideas siempre tiene la posibilidad de tomar un segmento de la población. En esto tienen la convicción de que la cuestión de la idea no está relacionada con ciertos grupos socioeconómicos en particular.
La necesidad de encontrar un canal de ideas y una programación de mayor contenido está presente en todo grupo socioeconómico. Por lo mismo, tienen la preocupación de enfatizar estos dos aspectos: la programación infantil y otra asociada al mundo de las ideas, en la que pueden poner de relieve aspectos que dicen relación con el quehacer cultural en los ámbitos de expresión artística y cultural, propias del mundo nacional. Ésas son algunas de las características de su canal.
Como es un canal muy menor, es probable que tengan un rating en algunos programas del orden de un 2 ó un 3 por ciento. En promedio toman una proporción del orden del 1 por ciento en inversión publicitaria.
No están dispuestos a someterse a los patrones que comiencen a imponer la existencia del people meter, entre otras cosas, porque tienen distancia sobre el people meter como instrumento de medición. No sabe cuál sería su comportamiento si fuéramos un canal de mayor envergadura.
Lo dice con la mayor franqueza, pero tienen distancia porque creen que finalmente induce a ciertos cambios sobre la programación que afecta la línea editorial y terminan por crear un aspecto en que la línea editorial se difumina en un espectro de intereses en que pareciera que lo que tiene que atender un canal de televisión son los intereses manifestados a través del people meter antes que sostener una propia línea conductora.
Por otro lado, el people meter significa un costo operacional, un gasto que no es desdeñable dentro del volumen de recursos que manejan. De estar suscritos a este mecanismo, tendrían que destinar aproximadamente una cifra del orden de un 8 ó un 10 por ciento del total de los ingresos del canal como para financiar esta actividad.
Ahora, están instalados en la parte alta de Viña del Mar. Ahí está la sede de la corporación. Allí se emiten las transmisiones hacia Santiago y a la zona de Valparaíso. Tienen también una concesión activa en La Serena y otra en Puerto Montt. En ambos casos, están operando con programación envasada que env��an desde la unidad productiva central. Adicionalmente, incorporan uno o dos programas de corte noticioso en la programación correspondiente a través de acuerdos que alcanzaron con gente de las respectivas localidades, a los cuales les interesa tener la posibilidad de contar con acceso a un medio de televisión como es el nuestro.
En resumen, son una corporación pequeña que ha tratado de mantener, en su opinión, el espíritu inicial de características universitarias, lo cual lo traducen en una línea programática con énfasis en lo infantil y en la parte de ideas y difusión de tipo cultural. Territorialmente tienen presencia en Puerto Montt, Santiago , Valparaíso y La Serena; en Santiago y Valparaíso en directo y, en Puerto Montt y La Serena, en diferido.
Según lo conversado con intendentes, con personas de regiones y con rectores de universidades cada vez es más difícil sostener medios de características regionales. De hecho, conocen muy bien el caso de las radios, en particular de la zona de Valparaíso, donde han desaparecido casi todas las radios locales. En este momento, las radios que se mantienen están sometidas a cadenas de carácter nacional. En ocasiones estas cadenas han cambiado de manos y los propietarios no son nacionales, sino extranjeros.
Pretenden que en el desarrollo estratégico futuro de este canal se mantengan ciertas condiciones, como las de funcionamiento, que han caracterizado a esta institución hasta ahora, y puedan sostener una línea en la que se enfaticen los aspectos de carácter local y regional. Incluso, es factible que a través de su corporación de televisión se pueda, tal como ocurre con el canal de la Cámara de Diputados, tomar un área temática determinada y tratar de llegar con ella a todos los hogares. En su caso, por sobre las temáticas que ha identificado, podrían también tomar otras de carácter regional. En la práctica, las regiones aparecen sólo cuando hay problemas, desórdenes, violencia, accidentes carreteros o por dificultades de distinta naturaleza. Les parece que es importante construir una opinión en términos de que el país es bastante más que la Región Metropolitana. Desde luego, en este marco de un país que es muy extenso y que es bastante más que la Región Metropolitana, los aportes culturales que se puedan hacer, entregando a esa región valores y presencia de carácter regional, son de la mayor importancia.
En este mismo orden de ideas, hace pocos meses suscribieron un convenio con la Corporación Cultural Mapocho, con la idea de desarrollar, como UCV, algunas actividades en esa corporación. Lo mismo han hecho también con el Museo de Bellas Artes.
En general, es posible canalizar en dirección de la Región Metropolitana los aspectos que guardan relación con lo que señalaba hace un momento; es decir, cómo le dan valor a las localidades, cómo contribuyen a generar identidades que vayan favoreciendo el arraigo de las personas y la identificación de ellas con las localidades de las cuales son originarios. Por último, cómo le dan sentido integrador también a la condición nacional como país. Entonces, este esfuerzo es como país.
Sin duda, en ese aspecto, tienen un compromiso con la identidad nacional tan fuerte como aquel que el satélite puede dar y cuando intentan hacer un trabajo en La Serena, en Valparaíso, en Santiago y en Puerto Montt lo que están buscando es poner de relieve este aspecto.
Una segunda cuestión: el rol del Estado puede ir más allá. El rol del Estado está orientado a establecer una regulación relativamente flexible y liviana sobre el funcionamiento de los canales de televisión. Les parece apropiado que ese tipo de regulaciones flexibles y livianas exista. También hay una autorregulación que los propios canales pueden establecer, ya sea a través de una agrupación como Anatel, o cada corporación conforme a la orientación y a los valores que inspiran a la respectiva entidad.
Por otro lado, el Estado debiera fomentar ciertas líneas de actividad relacionadas con la industria televisiva.
La mayor parte de los recursos del Estado, a diferencia de otros años, en que efectivamente había fondos del Estado para fomentar ciertos tipos de actividades, están dirigidos a financiar el funcionamiento del Consejo Nacional de Televisión, pero son muy pocos los recursos que quedan para desarrollar algunas actividades de fomento.
Agrega que, seguramente, se deben conocer muy bien las cifras respecto de la participación del Estado en la industria televisiva en otros países, más allá de tener un canal de producción propia que fomente ciertas iniciativas en las entidades que participan en la industria. El Estado podría asumir un rol mayor en términos del fomento, buscando fortalecer aspectos de contenido culturales y relacionados con la educación de niños en televisión, a través de mecanismos de fondos concursables que queden abiertos a las distintas instituciones que están participando. No son partidarios de una mayor regulación formal por parte del Estado.
Sin embargo, en esta orientación tan fuerte hacia el mercado que inevitablemente han adquirido los canales de televisión, cualquiera sea su tamaño, es importante involucrar al Estado de tal manera que indirectamente regule el fomento de ciertas actividades y líneas de carácter programática a través de ciertas preocupaciones, a fin de que esto no sea hecho de una manera discrecional, sino premiando la calidad, el espíritu emprendedor y el esfuerzo de las instituciones que puedan estar abiertas a través de algún mecanismo de fondos concursables.
En síntesis, expresa, han funcionado como Corporación de Televisión desde 1958 en adelante y sólo como corporación desde que la ley los habilitó. Lo han hecho sin poner en riesgo en ningún momento los equilibrios de la institución madre -en este caso, la Universidad-, porque el canal ha sostenido en una línea de mucha responsabilidad el trabajo que siempre se ha proyectado y con el estilo que los caracteriza. Son un canal pequeño, con características regionales y orientado hacia un segmento determinado de población, o sea, público infantil y personas que buscan exponer, a través de las programaciones de televisión abierta, ideas en el plano de la política, la cultura y la expresión general del quehacer artístico.
IV. DISCUSIÓN EN LA COMISIÓN.
Una rápida mirada retrospectiva permite constatar que desde la década de los ’80 la televisión a escala mundial y en Chile está experimentando un profundo proceso de transformación. Los cambios más importantes se están produciendo, principalmente en su economía, en su tecnología, en su oferta y consumo y en su regulación.
Respecto a la dimensión económica son dos los procesos que están produciendo mayor impacto: la concentración y la globalización. Tal como en otras industrias del sector comunicaciones, la tendencia a la concentración de la industria televisiva en un relativamente pequeño número de compañías es cada vez más evidente tanto a nivel internacional como nacional. Al mismo tiempo, muchas de estas compañías están globalizando crecientemente sus actividades y produciendo bienes para un mercado internacional.
Con relación a su tecnología, la televisión hasta hace poco apenas había evolucionado, siendo su cambio más importante la adición del color. Desde hace algunos años, su sistema de distribución mas común, que era una señal analógica por el aire, está transformándose significativamente. En primer lugar, se están masificando sistemas de distribución alternativos. El más antiguo es el cable que permitió un aumento de los canales disponibles y que hoy en día alcanza altos niveles de penetración en muchos países. Más recientemente es la aparición de la televisión directa satelital que ha permitido una mayor distribución de canales traspasando fronteras nacionales. Sin embargo, el cambio más revolucionario se relaciona con la digitalización de todos estos sistemas de distribución. La televisión satelital digital ya es una realidad en muchos países, parte de las redes de cable son digitales y la televisión abierta comenzó a transmitir digitalmente a fines del año pasado en Estados Unidos y Gran Bretaña. Junto con ello, ya están a la venta en los mercados más desarrollados los primeros aparatos receptores de televisión digitales. Cabe destacar que este cambio será mas radical en la televisión abierta, cuyas potencialidades para ofrecer nuevos canales y servicios aumentará notablemente.
Este contexto ha acelerado otra dinámica central para la televisión que es su proceso de convergencia con la industria de las telecomunicaciones y de la informática. La tecnología digital posibilita que ahora imagen, sonido, texto y dato informativo puedan ser emitidos en conjunto por un mismo medio, y no a través de medios diferentes como hasta hace poco ocurría. Si bien este proceso es reciente y existe bastante incertidumbre de cuál será su dirección definitiva, no cabe duda de que su impacto en las respectivas industrias, en el hogar y las prácticas de consumo mundial será muy importante.
En tercer lugar, es necesario destacar que en este contexto se están produciendo cambios importantes en la oferta y consumo televisivos. Tres dinámicas aparecen como las más relevantes. En primer término, se ha generado un gran aumento en la oferta de contenidos televisivos. En segundo lugar, esta oferta creciente de contenidos destinada a convocar audiencias mundiales se produce al mismo tiempo que se incrementa la oferta de contenidos nacionales y locales alentada por televidentes que buscan reconocer en la televisión su propia realidad. Por último, esta mayor oferta se orienta hacia audiencias globales segmentadas en razón de su edad, sexo, ingreso, educación y gustos.
Todos estos cambios están creando un nuevo escenario para la televisión que plantea preguntas cruciales a los sistemas regulatorios hasta ahora imperantes. Es un hecho que estos sistemas están atravesando por una profunda crisis a nivel internacional y nacional y que se requiere de nuevas respuestas para resolver los desafíos que estas transformaciones imponen.
La reforma de la legislación chilena, impulsada en 1992, no pudo prever los desarrollos de la televisión por cable y satelital ni mucho menos imaginar la llegada de la televisión digital y no tomó en cuenta las diferencias y particularidades de cada una de estas nuevas tecnologías y su impacto en la televisión abierta.
La Comisión espera poder contribuir a una discusión abierta y seria en torno a estos temas. Para ello, a continuación, se exponen los principales temas objeto de su estudio y los antecedentes que le sirvieron de fundamento, precisando que, en general, corresponden al aporte que le hicieran sus propios invitados.
1. Facultades del Consejo Nacional de Televisión.
Por mandato constitucional, el Consejo está encargado de velar por el correcto funcionamiento de los servicios de televisión, para lo cual debe supervigilar y fiscalizar el contenido de las emisiones que a través de ellos se efectúen. El Consejo no puede intervenir en la programación de los servicios de televisión, sino sólo realizar un control a posteriori. No hay, en consecuencia, censura en materia de televisión, entendida como revisión previa del material a ser exhibido.
Por correcto funcionamiento de los servicios de televisión la ley entiende el permanente respeto, en su programación, a los valores morales y culturales propios de la Nación; a la dignidad de las personas; a la protección de la familia; al pluralismo; a la democracia; a la paz; a la protección del medio ambiente, y a la formación espiritual e intelectual de la juventud dentro de dicho marco valórico.
Además de estos valores de aceptación universal, hay ciertos contenidos que especifican determinados aspectos del correcto funcionamiento y cuya exhibición en pantalla puede ser sancionada, tales como, violencia excesiva, truculencia, pornografía y participación de menores en actos reñidos con la moral o las buenas costumbres. Cada uno de estos conceptos fueron definidos por el Consejo en las “Normas Generales sobre Contenidos de las Emisiones de Televisión”, adoptadas en sesión de 5 de agosto de 1993 y publicadas en el Diario Oficial del día 20 del mismo mes y año.
El Consejo también ha dictado normas especiales publicadas en la misma fecha, cuyo objetivo central es la protección de la niñez y la juventud. Entre ellas puede mencionarse, entre otras, que las películas calificadas para mayores de 18 años por el Consejo de Calificación Cinematográfica sólo pueden exhibirse entre las 22.00 y las 06.00 horas; la transmisión de publicidad de alcoholes y tabacos puede realizarse únicamente después de las 22.00 y hasta las 06.00 horas; se prohíbe toda publicidad del uso y consumo de drogas; los servicios de televisión están obligados a indicar diariamente y de manera destacada la hora en que pueden comenzar a emitir películas calificadas para mayores de 18 años.
La metodología de trabajo del Departamento de Supervisión, desde mediados de 1997, está orientada por dos objetivos básicos: focalizar el esfuerzo en los géneros que se han detectado como potencialmente conflictivos con las disposiciones legales vigentes y entregar una visión de contexto de la programación, que no se agote en el análisis del caso a caso.
Desde esa perspectiva se han definido cuatro herramientas de relación entre este Departamento y el Consejo. Ellas son los Informes de Supervisión de Televisión de Libre Recepción, los Informes de Supervisión de Televisión por Cable (de carácter semanal y mensual, respectivamente), los Informes de Programa y los Informes de Género.
Los Informes de Supervisión de Televisión de Libre Recepción y de Televisión por Cable dan cuenta de las emisiones específicas que en sus contenidos presentan algún nivel de conflicto con la normativa legal.
Los Informes de Programa versan sobre un programa específico, pero abarcando varias emisiones, con la idea de identificar los rasgos o tendencias que permanecen y de contextualizar lo que se ha detectado como conflictivo en un continuo de emisiones, para así poder entregar una visión más acabada del programa. La evaluación del programa pone el énfasis en variables comunicacionales que coadyuvan a interpretar la normativa legal y que pueden tener el efecto de contextualizar, enfatizar o diluir los elementos conflictivos que pudiera presentar el programa, determinando si ellos permanecen a lo largo de sus emisiones o se focalizan en una emisión específica.
El Informe de Géneros constituye un esfuerzo de largo plazo, que pone su énfasis analítico en los contextos de desarrollo de los géneros y subgéneros. Estos Informes incluyen una selección de géneros a los cuales se aplica un esquema de análisis homogéneo. Primero, se presenta una contextualización cuantitativa de la oferta y del consumo; luego, un análisis de los subgéneros que se han identificado de acuerdo a las dimensiones y variables analíticas previamente definidas (contextuales, sustantivas y de lenguaje audiovisual); y, por último, el análisis de las tendencias del género, con énfasis en lo emergente.
Además existen diversas líneas de apoyo que tienen la misión de complementar la labor de supervisión con diferentes aspectos y enfoques que permitan entregar una visión más acabada del fenómeno audiovisual que rodea un programa, un género, una tendencia detectada, etc. Algunas líneas de apoyo son el Informe sobre pluralismo en el reciente período preelectoral y el Informe balance de supervisión (donde se detallan los casos informados, las formulaciones de cargos y las sanciones o absoluciones).
La ley establece que cualquier particular puede denunciar ante el Consejo la infracción a las normas de correcto funcionamiento y la exhibición de violencia excesiva, truculencia, pornografía y participación de menores en actos reñidos con la moral y las buenas costumbres. Las Normas Especiales dictadas por el Consejo, por su parte, señalan los requisitos de la denuncia: formularse por escrito; señalarse el Canal y programa que se denuncia; precisar el día y hora aproximada de su transmisión; especificar el fundamento de la denuncia. El denunciante, naturalmente, debe individualizarse.
Una vez que el Consejo ha tomado conocimiento de una aparente infracción a la normativa que rige la actividad televisiva, formula el correspondiente cargo. La concesionaria o permisionaria tiene el plazo de 5 días para presentar sus descargos y solicitar un término de prueba. Vencido este plazo, sin descargos o existiendo éstos, sin que se haya decretado un término probatorio, o vencido dicho término, se haya rendido prueba o no, el Consejo debe fallar sin más trámite. En caso de aplicarse sanción, la resolución respectiva se notifica a través de notario o receptor judicial.
La resolución que imponga amonestación, multa o suspensión de transmisiones es apelable ante la Corte de Apelaciones de Santiago y la que declare la caducidad de una concesión es apelable ante la Corte Suprema.
Las infracciones a las normas de la ley y a las que dicte el Consejo en uso de sus facultades pueden ser sancionadas, según su gravedad, con:
Amonestación
Multa no inferior a 20 ni superior a 200 UTM.
Suspensión de las transmisiones hasta por un plazo de siete días, tratándose de infracciones graves y reiteradas.
Caducidad de la concesión
Debe hacerse notar que el Consejo nunca ha impuesto la sanción de suspensión de transmisiones y ha declarado la caducidad de concesiones únicamente por la causal de no inicio del servicio dentro del plazo legal.
En resumen, la Comisión estima que el Consejo debe continuar cumpliendo con sus labores fundamentales de supervisión y regulación de contenidos, asignación de frecuencias, información y fomento. Cree que esta institución debe mantener su independencia del Gobierno, pues es el estatuto que garantiza su autonomía. Asimismo, cree que debe mantenerse y reafirmarse la diversidad cultural de los miembros del Consejo, eliminando los requisitos que restringen la posibilidad de integrarlo al cumplimiento de ciertas capacidades.
2. Avances tecnológicos.
La industria de las comunicaciones está cambiando vertiginosamente. Liderada por el avance tecnológico día a día ofrece nuevas alternativas, ya sea en el mundo de las telecomunicaciones, de las computadoras o de la televisión.
La incorporación de la tecnología digital ha venido a modificar completamente el escenario de la televisión que no había visto grandes cambios desde la aparición del color y el control remoto. La digitalización permitirá que los canales de televisión por aire se multipliquen varias veces o que puedan emitir programas en alta definición o las dos cosas a la vez dependiendo del tipo de mensaje que se difunda.
La tecnología digital exige reorganizar la utilización del espacio radioeléctrico destinado a la televisión, asignando espacios para los canales que emitan usando esta tecnología, manteniendo, al mismo tiempo, la transmisión en forma analógica para aquellos usuarios que no cuenten con receptores adecuados para recibir la nueva señal.
En Estados Unidos y Europa se avanza aceleradamente para realizar los cambios y adaptaciones que exige la nueva tecnología. Las soluciones son diversas como distintas son las realidades de la industria en cada país.
La televisión no ha variado mucho para el usuario en sus dimensiones tecnológicas desde la introducción del color y años más tarde el control remoto. Hoy se abre una oportunidad que puede cambiar la forma en que las personas ven e interactúan con el aparato gracias a la digitalización de las señales y la oferta de nuevos canales. Básicamente, la Televisión Digital (TVD) consiste en que la frecuencia asignada del espacio radioeléctrico que permite transmitir una señal de televisión analógica puede, mediante la digitalización y compresión de canales, difundir por la misma frecuencia 4 a 5 señales.
Esta alternativa se da en un mundo donde la TV tradicional terrestre enfrenta un conjunto de amenazas competitivas. Por una parte, la oferta de multicanales se afianza por el éxito del cable, la introducción de TV satelital y la amenaza de las empresas de telecomunicaciones que pueden ser nuevos actores en el mundo audiovisual. Desde otro ángulo, en países desarrollados, la TV generalista experimenta una baja de su audiencia y la amenaza de menores ingresos debido al consumo de sistemas basados en el pago de los usuarios.
Este cambio se verifica en un proceso de convergencia donde confluyen las industrias del sistema audiovisual, de telecomunicaciones, de computación y de contenidos. Una fuerza detrás de ello es la posibilidad de digitalizar y comprimir las señales, haciendo, en la práctica, indistinguible el mensaje del medio. Los contenidos se independizan de la infraestructura y, como proceso, industrias separadas se dirigen a ofrecer nuevos servicios que pueden substituirse entre sí. Los factores que impulsan este cambio son económicos, tecnológicos, regulatorios y de política pública.
Si bien no se pueden predecir los productos específicos y tiempos de esta convergencia, los gobiernos han iniciado reformas que, manteniendo el concepto de interés público, buscan flexibilizar las barreras regulatorias a fin de que las industrias compitan entre ellas. Ello se debe a un marco donde cada medio ha sido regulado con doctrinas diferentes. Por ejemplo, telecomunicaciones con políticas de “common carrier” y servicio universal, prensa basada en la libertad de expresión y TV como depositaria del interés público debido al uso de un recurso de los ciudadanos que es escaso como el espectro radioeléctrico. Otros factores que justifican esta flexibilidad son los llamados a construir infraestructuras o sociedades de la información donde, para Gran Bretaña , la transición a la TV digital puede ser la “puerta de entrada” de los ciudadanos.
En cualquier hipótesis, el usuario necesitará adquirir un aparato de TV cuyos precios se sitúan hoy entre US$ 3.000 y US$ 5.000 aunque, si se producen en forma masiva, sus costos pueden bajar significativamente. Una segunda alternativa es adquirir una caja decodificadora (“set top box”) para utilizarla con el televisor actual (US$ 200 a US$ 500).
Para el broadcaster significará diseñar cuál será su oferta y cómo se diferenciará con otros canales. Asimismo, si ofrecerá el servicio directamente o por medio de acuerdos con otras empresas.
Sin embargo, la pregunta más difícil es cómo organizar la transición ya que significa entregar espacio radioeléctrico para transmitir los nuevos servicios digitales o retransmitir los canales actuales, mientras se mantiene la difusión de señales analógicas para quienes no cuentan con los nuevos aparatos.
En nuestro país, la legislación actual establece la obligación de licitar, de oficio o a petición de parte, cualquier frencuencia que se encuentre vacante en el espectro, ya sea UHF o VHF. Hasta la fecha, salvo contadas excepciones, las frecuencias UHF no han sido puestas en operación y muchas de ellas se encuentran asignadas a particulares y sus plazos de caducidad son variables. El Consejo Nacional de Televisión no está facultado para dictar una moratoria en la adjudicación de frecuencias UHF con miras a facilitar una transición eficiente hacia la televisión digital.
Un paso fundamental, es el de determinar cuáles son los espacios existentes en el espectro radioeléctrico chileno y cuantas las frecuencias disponibles y su cobertura para proceder a la transición digital.
3. Concesiones.
La ley Nº 18.838 establece la facultad que tiene el Consejo Nacional de Televisión de otorgar concesiones de servicios de radiodifusión televisiva de libre recepción, las que sólo pueden ser entregadas a personas jurídicas de derecho público o privado constituidas en Chile y cuyos directores, gerentes, administradores y representantes legales deberán ser chilenos.
La globalización de la industria de la televisión ha configurado grandes conglomerados internacionales que participan en la propiedad de estaciones locales abiertas. En nuestra legislación, la inversión extranjera en la industria de la televisión está permitida y de hecho participa en la propiedad de varios canales. Ello, sin embargo, no se traduce, por expresa disposición legal, en la composición de los entes directivos formales aunque es bien sabido que están involucrados en los hechos en la gestión de las empresas.
Corresponde, entonces, al Consejo Nacional de Televisión otorgar, modificar y poner término a las concesiones de radiodifusión televisiva de libre recepción. También le compete pronunciarse acerca de la transferencia, cesión, arrendamiento u otorgamiento del derecho de uso de la concesión de radiodifusión televisiva de libre recepción.
Nuestra legislación dispone una serie de requisitos, derechos y obligaciones de los concesionarios que pueden resumirse de la siguiente forma:
A. Titulares de las concesiones: personas jurídicas de derecho público o privado, constituidas en Chile y con domicilio en el país.
B. Duración: 25 años desde el 8 de abril de 1992. Con anterioridad las concesiones se otorgaban con plazo indefinido.
C. Procedimiento de otorgamiento: concurso público.
La tramitación que se observa en el llamado a concurso público es la siguiente:
1. Particular remite carta al Consejo solicitando se llame a concurso de radiodifusión televisiva.
2. El CNTV llama a concurso a petición del particular.
3. El CNTV solicita bases técnicas a la Subsecretaría de Telecomunicaciones.
4. El CNTV publica en el Diario Oficial tres avisos de llamado a concurso para adjudicación de canal de TV.
5. Plazo de 30 días de la última publicación para presentar proyecto técnico.
6. El CNTV solicita a Subtel la evaluación técnica de proyectos concursantes.
7. El CNTV adjudica canal al proyecto que reúna las condiciones técnicas de transmisión necesarias.
8. Adjudicatario debe publicar, por una sola vez y en el mismo día, en el Diario Oficial y en un diario de la capital de la región la adjudicación los días 1º o 15º del mes o al día siguiente si éste fuere inhábil, dándose un plazo de 30 días para reducir oposición.
9. El CNTV pasado dicho plazo solicita a Subtel informe técnico definitivo, o de oposiciones si fuera el plazo.
10. El CNTV resuelve si acoge o rechaza oposición y acuerda otorgar o rechazar la concesión.
11. El CNTV envía resolución que otorga concesión a toma de razón a Contraloría General de la República .
D. Responsabilidad de los concesionarios: son exclusiva y directamente responsables de todo y cualquier programa, nacional o extranjero, que transmitan, aun cuando se trate de transmisiones o retransmisiones vía satélite.
Debe hacerse presente, en todo caso, que la ley actual consolidó el régimen de concesiones que habían sido otorgadas por ley y las declaró de duración indefinida y estableció un plazo de 25 años de vigencia para todas las que se entregaran en el futuro. Estos plazos excepcionalmente largos, reducen el nivel de competencia en el ámbito de la televisión abierta, ya que dificultan el acceso de nuevos actores a la industria, lo que sólo se produce a través de transacciones realizadas por los propios concesionarios en negociaciones de carácter privado en las que no existe oportunidad alguna de establecer requerimientos de bien público. A mayor abundamiento, la inexistencia de compromisos de servicio público asociados a las concesiones, que son la principal fuente de regulación en la mayor parte de los países cuyas legislaciones se han analizado, convierte a la legislación chilena en un cuerpo jurídico excepcional en que la regulación sólo se realiza en función de los contenidos emitidos.
4. Programaciones Regionales.
Los canales regionales de televisión VHF son empresas en permanente riesgo, a causa de los altos costos de mantenimiento. Por su parte, las estaciones regionales pertenecientes a canales de televisión emitidos en la Región Metropolitana presentan un futuro bastante incierto. Al parecer la suerte de la televisión VHF en regiones no va a estar regida por la expansión de redes con gran cobertura territorial, sino que por el fortalecimiento de pequeños canales privados o universitarios. Algunas de las tendencias que están en juego son:
a) El mercado publicitario global no ha crecido tanto como el propio sector televisivo. En el plazo de seis años, el número de empresas televisivas prácticamente se ha duplicado, muchas de ellas han alcanzado cobertura nacional. Ello ha significado una intensa competencia entre las principales empresas de televisión, con el fin de obtener una mayor participación en la cuota de inversión publicitaria.
b) Por su parte existe un mercado publicitario a nivel regional insuficientemente desarrollado, que dificulta el mantenimiento de estaciones de televisión regional.
c) El sistema de medición de audiencias no se ha extendido hacia el resto del país impidiendo a los avisadores conocer las reales potencialidades que presenta el mercado regional.
d) La extensión de la cobertura nacional vía satélite de los canales emitidos desde Santiago , ha presentado una seria competencia a los canales regionales. Ésos han optado por adquirir nuevas tecnologías para transmitir imágenes digitalizadas vía satélite a todo el país, haciendo inviables los proyectos regionales de televisión.
e) Los canales regionales universitarios, han sufrido un retroceso producto de las propias crisis financieras de estas instituciones académicas. De ello da cuenta la desaparición de los canales regionales universitarios como el de la Universidad Austral de Valdivia, la Universidad del Bío-Bío en Chillan, Canal 8 de la Universidad Católica de Valparaíso en La Serena, las dificultades económicas de Telenorte y el cierre de Canal 5 de Concepción, que no pudo expandirse a otras regiones donde había obtenido concesión.
f) Los actuales canales de libre recepción que operan en regiones, son empresas que han podido mantenerse tal vez porque tienen pequeña cobertura territorial. Telenorte sólo opera en la I y II Región, Canal 9 de Concepción cubre la VIII. Incluso el recién aparecido Canal 11 de la Universidad de Concepción, quiere cubrir sólo el área de la misma región.
Ello hace necesario profundizar el debate respecto de la importancia del desarrollo de una televisión regional o que, en su defecto, los canales con cobertura nacional incluyan dentro de sus programaciones espacios de cobertura regional.
Una de las consecuencias más evidentes que acarrean los problemas que afectan a los medios regionales, tiene que ver con las carencias que se producen en el plano de los contenidos propiamente locales. Esto es especialmente crítico en el sector de la televisión abierta que luego del cierre de las estaciones en provincias, ya no podrán contar ni con los servicios informativos ni otra programación hecha en las localidades.
Esta situación genera un impacto directo en el rol que juegan los medios y en especial la televisión, en la conformación de identidades culturales a nivel local. Dicho rol adquiere mayor relevancia que nunca en el contexto de modernización que experimenta nuestro país. El solo hecho de compartir un determinado espacio territorial con otras personas es insuficiente para elaborar percepciones y valoraciones comunes que en definitiva aporten a un sentido de comunidad. Guardando las debidas proporciones, estos fenómenos que experimentan con fuerza las diversas sociedades modernas, también se dan en nuestro país. Fenómenos vinculados a dicho proceso -como la globalización de los contenidos, la urbanización, las migraciones, los cambios en las relaciones sociales, entre otros, han alterado la construcción y preservación de un mundo más próximo.
Frente a este déficit que presenta la comunicación audiovisual a nivel local y regional, el cable, control remoto mediante, ofrece la posibilidad de jugar un doble rol en apariencia paradójico: nos conecta instantáneamente al mundo a través de contenidos internacionalmente estandarizados para millones de televidentes, pero también permite sintonizarnos con lo que sucede en nuestra localidad o comuna, con contenidos que posiblemente interesan a quienes vivimos en ella. De esta forma, y recordando los tradicionales modelos de comunicación, el canal de transmisión (el cable) transporta varios subcanales (señales) con contenidos segmentados hacia diversas audiencias, en función no sólo de características socio-culturales comunes, sino también de las referencias locales, específicas y determinadas para una comunidad.
En síntesis, en la medida que la televisión abierta no satisfaga adecuadamente las necesidades de una comunidad local o regional por tener su propia identidad o realidad reflejada en la pantalla de su televisor, más espacio irá ganando el cable en detrimento de esa propia identidad.
5. Mecanismos de regulación y autorregulación.
La regulación de la televisión en cuanto medio de comunicación debe fortalecer y proteger el principio fundamental de la libertad de expresión, garantía individual consustancial a la libertad y la democracia. Este principio elemental debe estar siempre presente a la hora de considerar cualquiera regulación que pretenda imponerse. El bien jurídico que se intenta proteger y los instrumentos que se utilicen deberán ser los estrictamente necesarios para cautelarlo sin admitir, en consecuencia, ninguna restricción infundada a la libertad de expresión. Para ello, en la experiencia europea se ha acuñado el concepto del “test de la proporcionalidad” de toda medida de regulación de contenidos en relación con el principio de libertad de expresión.
En la mayoría de los países la importancia que se atribuye a la televisión ha conducido al establecimiento de una serie de restricciones y regulaciones que exceden con creces a las de otras industrias del ámbito de las comunicaciones. Es una realidad que con el desarrollo tecnológico la televisión puede hacer una contribución muy importante en la incorporación de las grandes audiencias al proceso de convergencia de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones. Mucho se habla en torno a este nuevo escenario que cambiará significativamente la forma en que los seres humanos viven, estudian y trabajan. Se puede presentir que la capacidad de acceso será un nuevo elemento diferenciador entre los que tienen acceso y los que no lo tienen. En algunos países, se ha señalado que la televisión por su amplia difusión en la mayoría de los hogares puede ser un instrumento fundamental de conexión en este nuevo escenario.
Una de las principales debilidades de la ley que nos rige dice relación con el escaso papel que se entrega a las audiencias en su papel regulador de sus opciones de consumo y las de sus hijos. La multiplicación de la oferta nos está indicando claramente que el principal actor del proceso de regulación es y será cada vez con mayor fuerza el propio consumidor. Asimismo, los concesionarios y permisionarios realizan una importante función de autorregulación, cuyos criterios, salvo la excepción de Televisión Nacional de Chile, no están recogidos en códigos de conducta transparentes y objetivos, por lo que su labor es considerada muchas veces como autocensura. Por último, el Estado tiene un papel fiscalizador que objetivamente no puede cumplir eficazmente respecto de una oferta creciente. Por ello, resulta inapropiado afirmar que el Consejo Nacional de Televisión realiza una función de supervigilancia que puede garantizar que los contenidos emitidos por la televisión, en todos sus soportes, se ajustan a la ley vigente.
Por su parte, la autorregulación es la contribución que hace la propia industria de la televisión a las audiencias. Los códigos de conducta voluntariamente suscritos por los actores empresariales han sido un elemento fundamental para dotar de validez, eficacia y flexibilidad a los instrumentos regulatorios. Concesionarios y permisionarios tienen una responsabilidad central por la programación que emiten.
La ley que nos rige reconoce ese papel fundamental y reafirma la autonomía y libertad de emisión que tiene la industria, prohibiendo expresamente al Estado intervenir de modo alguno en la programación.
Una tendencia creciente en las legislaciones es que sea la propia industria la que establece de común acuerdo los estándares y códigos de conducta a los que deberán someterse los concesionarios y permisionarios en la programación, instituyendo instancias de autorregulación que actúan como órganos de control para velar por el cumplimiento de las normas por ellos acordadas y que son además la expresión de la voluntad de competir en un clima de respeto por las audiencias.
Nuestra legislación no recoge esta experiencia y establece ella misma estos parámetros de conducta, los que son, al mismo tiempo, demasiado abstractos y difíciles de operacionalizar en la práctica diaria de la programación. Los códigos de ética de la industria suelen ser mucho más pormenorizados de lo que una ley puede serlo y son al mismo tiempo mucho más flexibles, lo que les permite adaptaciones que son el fruto de la propia experiencia de una industria en permanente cambio. Asimismo, los códigos de conducta voluntariamente acordados y las instancias de regulación colectiva privada tienen una gran legitimidad y efectividad práctica, como ha quedado demostrado en nuestro país por la experiencia fructífera del Consejo de Autorregulación y Ética Publicitaria (Conar) y del Consejo de Ética de los Medios de Comunicación.
Los nuevos criterios de regulación debieran estar basados, preferentemente, en los compromisos de programación, estableciendo marcos de referencia para la regulación de contenidos, eliminando de las programaciones la violencia excesiva y la truculencia, la pornografía y la protección de la dignidad de las personas.
Como instrumentos de dicha regulación debieran existir códigos de conducta de la industria de televisión abierta, los que, idealmente, debieran contener el respeto de la franja de protección al menor, la proscripción de la violencia excesiva y de la truculencia, la protección de la dignidad de las personas y la proscripción de la pornografía, estando la verificación de su cumplimiento en manos, principalmente, de los propios concesionarios.
Del mismo modo, es importante resaltar el papel de las audiencias en la responsabilidad del usuario en las decisiones de consumo, procurándole una adecuada información, señalización en pantalla y la utilización de controles parentales.
Asimismo, cabe al Estado una función reguladora y sancionadora respecto de los delitos penales, de los contenidos y de la protección del bien público.
6. Mecanismos de control por los usuarios.
La multiplicación de la oferta disponible para las audiencias es, indudablemente, uno de los principales cambios que ha experimentado la industria de la televisión en los últimos tiempos. De una oferta de alrededor de 40.000 horas anuales de la televisión abierta se escala bruscamente al millón de horas por año que ofrece la televisión por cable.
Las audiencias con sus decisiones de consumo contribuyen decisivamente a moldear la programación de la oferta televisiva destinada a complacerlos. El actor fundamental es el televidente con su control remoto en la mano.
Resulta imposible, ante la magnitud de la oferta, que el Estado pueda realizar una regulación efectiva que tome en cuenta la sensibilidad de todos y cada uno de los consumidores.
En el escenario actual el usuario cuenta con muy pocos elementos para adoptar decisiones de consumo en forma libre e informada. La valorización de la contribución de los televidentes pasa por entregarle herramientas efectivas para actuar responsablemente en beneficio suyo y de su familia.
Debe avanzarse resueltamente por vigorizar el papel de los consumidores favoreciendo un rol más activo en sus decisiones de consumo, estimulando a la industria a entregar herramientas tecnológicas, información y señalización en pantalla.
Unido al tema de la señalización y la información se encuentra la disponibilidad de herramientas tecnológicas actualmente existentes y por aparecer en el mercado, que permiten a las audiencias controlar efectivamente sus opciones de consumo y las de sus hijos, tanto en la televisión abierta como en la televisión de pago.
Un bloqueador de televisión es un aparato que viene incorporado o que se conecta al televisor y que contiene un dispositivo electromagnético que permite decodificar la clasificación que traen incorporados los programas, bloqueando a través de una clave secreta aquellos previamente determinados. Estados Unidos y Canadá han sido los pioneros en la concepción y uso de este tipo de aparatos, teniendo como objetivo final que sean los propios padres los que regulen y controlen -mediante una tecnología eficiente y económica- los programas que ven sus hijos.
La clasificación de la programación se puede realizar según criterios de edad -similar a la cinematografía- o según contenidos, por ejemplo violencia y sexo. Estados Unidos ha privilegiado la primera alternativa mientras que Canadá ha optado por una combinación de ambas, es decir, clasificar la intensidad de ciertos contenidos y además clasificar la edad esperada de la audiencia.
En ambos países han sido los organismos estatales encargados de las comunicaciones (FCC y Crtc) los que han impulsado el uso de bloqueadores, siendo la industria televisiva la que ha propuesto los criterios de clasificación. Corresponde en todo caso a la industria incorporar en definitiva los elementos de clasificación a sus transmisiones.
Las legislaciones modernas ponen el acento en la capacidad efectiva del consumidor para elegir libre e informadamente sobre aquellos contenidos que considera adecuados para sí y para sus hijos menores.
7. Calidad y Contenidos en la programación.
Sin lugar a dudas el área más compleja de la regulación se refiere al tema de los contenidos. En la mayoría de los países existen sistemas más o menos rigurosos en la materia y muchas veces los marcos legislativos han sido desmantelados y vueltos a implantar, dependiendo de las evoluciones sociales y culturales.
Si se pretende abordar el tema de la regulación de contenidos es imprescindible establecer con claridad un compromiso con el principio de libertad de expresión recogido por la Constitución Política de Chile como garantía fundamental.
Nuestra legislación reconoce la predominancia de este derecho estableciendo expresamente la libertad de programación, esto es, el derecho de los concesionarios y permisionarios de emitir cualquier contenido programático sin censura previa de ningún tipo. Resulta evidente, en consecuencia, que la legislación debe mantener en el futuro este compromiso a través de una norma similar a la que hoy nos rige.
Este principio no es, sin embargo, absoluto en ningún lugar. La libertad de expresión puede ser restringida por la ley, pero estas restricciones deben ser objeto de un límite muy concreto: para que una medida restrictiva sea considerada necesaria en una sociedad democrática es imprescindible que responda a una necesidad social imperiosa y que sea eficaz, sin ser desproporcionada, en relación con las limitaciones a la libertad que por ella se impongan. Esta apreciación surge de una prueba de proporcionalidad.
Este ejercicio es realizado permanentemente en relación con las restricciones de la libertad informativa. Los periodistas han contribuido significativamente a profundizar y ampliar este concepto. Asimismo, organizaciones internacionales realizan periódicamente estudios destinados a investigar comparativamente su vigencia en diferentes países. No es posible, sin embargo, encontrar el mismo desarrollo conceptual en relación con otros géneros programáticos que están destinados a la entretención y a la cultura y respecto de los cuales existe una tendencia a imponer restricciones con mayor facilidad.
Un primer conjunto de restricciones y limitaciones de la libertad de expresión va dirigido a eliminar determinados tipos de contenidos que se estiman insoportables tanto para el individuo como para la comunidad y que atentan contra las bases de la sociedad y especialmente de la dignidad humana.
Los Estados cuya legislación se ha analizado, tienen regímenes generales de prohibición respecto de este tipo de contenidos cuya producción, distribución, importación y publicidad va acompañada de graves sanciones financieras y penas privativas de libertad, establecidas en el marco del derecho penal o en leyes específicas. Por su carácter general, estas prohibiciones afectan a todos los tipos de soportes y de servicios, incluidos aquellos que no se conocían en el momento de la adopción de las normas.
Para la regulación de estos contenidos las legislaciones suelen hacer referencia al concepto amplio de “moral y buenas costumbres”, que si bien es cierto aparece con frecuencia en nuestra legislación, ha encontrado críticas frecuentes debido a su imprecisión, lo que produce necesariamente una apreciación subjetiva al momento de su aplicación.
De allí que, aun reconociendo el valor de un concepto de antigua raigambre en nuestro derecho positivo, para responder a los requisitos de proporcionalidad y especificidad de las limitaciones a la libertad de expresión, se deba intentar señalar con precisión los contenidos específicos que estarían atentando contra las buenas costumbres” en esta dimensión amplia que se refiere a la protección de la dignidad humana.
Por ello, es posible reconocer en la mayoría de las legislaciones un objetivo común: la lucha contra todos los contenidos que, directa o indirectamente, inciten al odio, a la discriminación o a la violencia frente a personas o grupos de personas en razón de su nacionalidad, color de piel, sexo o religión.
En esta perspectiva, se instituyen también restricciones y limitaciones a la violencia real o ficcional en televisión cuando ésta aparece como excesiva, gratuita o “glamorosa”.
Una de las principales preocupaciones de las audiencias se refiere precisamente a la exhibición de excesiva violencia en la televisión. En especial les preocupa que los programas destinados a los niños tengan contenidos violentos.
Por otra parte, el contenido más unánimemente prohibido a nivel internacional es ciertamente el de la pornografía infantil. Restricciones generalizadas en las legislaciones internacionales abarcan contenidos que se refieren generalmente a la pornografía dura y a la pornografía asociada a la violencia.
Este concepto no es unívoco y existen diversas aproximaciones en tomo a su tratamiento: la frontera entre pornografía y erotismo no es clara y el debate sobre este tema resulta ineludible a la hora de definir los códigos de conducta de la industria.
Asimismo, en la legislación vigente la protección de la dignidad de las personas ha cobrado una connotación especial que fluye de la aplicación de la norma a través del tiempo. Se ha interpretado este concepto como el cuidado necesario de la imagen personal del hombre y la mujer común. En esta dimensión se recoge la particular preocupación por explotar el dolor humano al momento de informar, la humillación como resorte para entretener, el juicio público y descarnado entre otras conductas, que producen profundo rechazo en las audiencias y que difieren del ámbito más específico de la injuria o la calumnia.
Es útil resaltar que en nuestra legislación actual no existe un régimen especial de protección a los menores que tome en cuenta su especificidad como grupo vulnerable, cuya formación y desarrollo es necesario proteger. En concreto, las normas señalan un conjunto de contenidos violatorios del “correcto funcionamiento” cuya emisión debe ser sancionada. En caso de haberse emitido tales contenidos en horario familiar este hecho será considerado como una agravante.
Esta particularidad de nuestra ley hace que en definitiva no exista en los hechos un régimen efectivo de protección al menor que tome en cuenta las características y requerimientos sicológicos e intelectuales de los niños.
Igualmente, no existe una red de protección del sistema social. Este amplio concepto engloba una serie de demandas que la sociedad reclama de la televisión y que están plasmadas en el concepto legal de “correcto funcionamiento”.
La democracia, la protección del medio ambiente y el pluralismo son valores que recogen la aspiración de una televisión que contribuya al desarrollo social e institucional y que difícilmente podrán ser consideradas prescindibles en un nuevo régimen jurídico sobre televisión.
Este conjunto de valores requiere procedimientos distintos para su protección y tutela y puede ser mejor garantizado a través de compromisos asumidos por los propios concesionarios.
En lo que respecta a la calidad de los contenidos, el tema de la televisión aparece muy cercano a las personas, y genera gran cantidad de juicios, basados en un conocimiento muy íntimo y especializado del medio.
Es así como el estudioso de este tema puede constatar que el público de todas las edades y segmentos sociales ha desarrollado en el tiempo criterios de evaluación y análisis muy precisos de la oferta televisiva. Paralelamente también ha generado opiniones y conceptos más abstractos relativos a tendencias de la industria, a características y evolución de los géneros y sub-géneros programáticos y a la oferta global del sistema. En el último tiempo además ha comenzado a utilizar diversos criterios y puntos de vista para comparar la televisión abierta y por cable, y en algunos casos satélite y otros medios tecnológicos.
Es en esta complejidad del discurso general sobre la televisión -en el que se conjugan valoraciones positivas, críticas, expectativas y demandas- que aparece muy centralmente, la dimensión de calidad, algunas veces en forma explícita y otras implícita.
Si bien, la calidad de la televisión es sin lugar a dudas un criterio evaluativo utilizado por el público y que determina juicios y opiniones, éste muchas veces no se puede aislar analíticamente, puesto que aparece estrechamente ligado a otras escalas de valor de las personas, en particular al de las valoraciones positivas y preferencias programáticas.
Una segunda dificultad para extrapolar las opiniones sobre calidad de la televisión, es que, en su discurso al respecto, las audiencias televisivas focalizan sus opiniones en programas específicos, ejemplificando aspectos concretos de los mismos, pero referidos a muy distintos niveles de análisis, en los que se sintetizan muchas veces categorías y escalas de valor diversas.
Es así como la percepción de calidad de los programas se asocia muchas veces a elementos de distinto orden: por ejemplo, a las funciones que se le atribuye a la televisión -o a las necesidades del público- o bien a los estándares profesionales y técnicos de la producción audiovisual.
En tercer lugar, el objeto de la opinión de la audiencia son concretamente los programas televisivos, pero el tema de la calidad no se agota ahí y se extiende a objetos más generales, como son los géneros televisivos, los canales -y señales- de televisión y la oferta televisiva en su conjunto.
En el discurso sobre la calidad en la televisión, se evidencia, según una encuesta preparada por el Consejo Nacional de Televisión, en primer lugar, que las personas aplican un criterio -o una escala- para medir calidad de los programas. Sin embargo, paralelamente a esta constatación, se advierte que en muchos casos, existe sobreposición entre lo que se considera de calidad y los gustos y preferencias personales.
La afirmación anterior implica, por lo tanto, que la percepción de calidad es muchas veces relativa -y que en algunos casos presenta la misma variedad que la de las valoraciones de la programación televisiva. En otras palabras, así como en la evaluación de los programas por parte de la audiencia concurren distintos aspectos -sociodemográficos, culturales, del sistema de valores y de los gustos personales-, también en el concepto de calidad operan estos mismos factores.
En segundo lugar, el estudio también evidencia que la dimensión de calidad es focalizada y específica y forma parte -pero no necesariamente determina- la evaluación general de un programa o de la oferta televisiva en su globalidad. Es así como la evaluación final depende también de otros factores que generan opinión y juicios (funciones que cumple un género, o coincidencia entre contenidos televisivos e intereses y gustos particulares). Por otro lado, la calidad aparece como la dimensión más exigente y selectiva en comparación a otras consideraciones.
En términos generales, se puede afirmar que la percepción de calidad en la programación televisiva produce gratificación en el público. Sin embargo, las personas paralelamente afirman gustar de programas televisivos que no necesariamente son de calidad. Es así como las preferencias programáticas aparecen menos exigentes que los criterios de calidad.
Cuando el televidente tiene la experiencia de preferir un programa y, a la vez, considerarlo de calidad, la modalidad de consumo televisivo aparece más activa, por cuanto se invierte cierta energía -tanto antes, como durante y después de su exhibición-. Es así como el espectador parece preocuparse de la selección y búsqueda consciente del programa en cuestión y -una vez sintonizado- concentra su atención en la pantalla.
En este punto es importante señalar que la calidad de los programas no sólo conlleva inversión de energía y consumo televisivo concentrado. Las personas también desean tener un consumo televisivo distraído y poco exigente y por ello eligen programas cuya finalidad es la de distender al público. Aquí, la calidad de los programas parece radicar en la efectividad con que el programa logra estos objetivos.
Un tercer elemento que apunta a la calidad de los programas y que refuerza el interés por los mismos, es la percepción de cercanía. Es así como un programa que se percibe cercano, aumenta el interés de las personas por éste y la percepción de calidad. La cercanía puede referirse a distintos aspectos de importancia para el televidente y que de alguna forma se ven reflejados en un programa, cuales son, la identificación cultural o grupal, el reconocimiento de situaciones cotidianas o bien la inclusión de contenidos significativos particulares.
Una especificación de este elemento lo representan los contenidos programáticos que apuntan a una presencia nacional. Es así como la programación que de algún modo muestra nuestro país, su gente, sus costumbres, independientemente de su standard de calidad, muchas veces gratifica al telespectador.
En cuarto lugar, se evidencia que existe una relación entre el standard de calidad y la preferencia por un programa y la percepción de funcionalidad educativa y cultural del mismo en un sentido amplio y que apunta a su cualidad de aportar al crecimiento personal, la sociedad o la especie en general.
Finalmente, otro aspecto que destaca en la asociación de la teleaudiencia entre preferencia y percepción de calidad de los programas, es el profesionalismo de quienes trabajan y conciben un programa, en particular, de quienes aparecen frente a las cámaras.
Aún en consideración de lo anterior, el discurso sobre el consumo televisivo es más complejo. Es así como las personas paralelamente afirman ver programas de mediana o deficiente calidad, los que muchas veces se asocian a pasatiempo y distensión.
El consumo de programas de calidad conlleva un esfuerzo para las personas. Es así como, en contrapartida, el televidente afirma también preferir (en el sentido de seleccionar un programa sobre otro) y consumir programas que pueden no ser considerados de gran calidad, pero que, sin embargo, logran satisfacer una necesidad importante, cual es, la de distraerse, relajarse o incluso evadirse frente a la pantalla.
Por otro lado, para algunos públicos es evidente que ciertos programas, por sus contenidos, pueden ser considerados de alta cultura, lo cual en sí mismo conlleva una impronta de calidad, pero que, sin embargo, no se seleccionan porque no resultan atractivos.
Frecuentemente también, las personas se refieren al consumo televisivo de terceros o a los puntajes de audiencia y para ejemplificar la disociación entre consumo de un programa y calidad, entregan como ejemplo el rating. Sostienen que un programa de alta calidad puede tener bajo rating y que, asimismo, un alto rating no asegura calidad.
Parte importante de las personas considera incluso que la televisión manifiesta una tendencia al sensacionalismo y a la exhibición de imágenes impactantes con el fin de sorprender y cautivar a la audiencia. Es así como el sensacionalismo aparece reñido con la calidad en un programa.
En el discurso del público sobre la calidad de la televisión las referencias y opiniones tienen como foco programas concretos, a partir de los cuales se puede inferir un conjunto de características más generales, referidas a los géneros televisivos a los que pertenecen.
A diferencia de las alusiones a programas concretos, la caracterización de los géneros tiene un nivel de abstracción mayor y, por lo tanto, tiende a aparecer en forma explícita sólo en aquellos segmentos mas ilustrados de la teleaudiencia, aun cuando se infiere conceptualmente en todos los grupos estudiados. Los indicadores que distinguen un género de otro se evidencian en el discurso de las personas sobre la forma en que se relacionan con los distintos géneros, su forma de consumo y expectativas respecto de tipo de contenidos y tratamiento de los mismos.
En términos generales, se pueden establecer cuatro constataciones a partir de los datos recogidos, en relación a la dimensión de calidad de los géneros televisivos.
Una primera constatación evidenciada en el discurso de las audiencias, es que éstas aplican distintos criterios de calidad a los distintos géneros. Basados en sus expectativas de los mismos, las personas ponen énfasis en distintos aspectos, tales como sus contenidos temáticos, su estética o su eficacia para lograr ciertos objetivos.
Así también, la exigencia de calidad a los géneros aparece mayor en algunos y menor en otros.
En tercer lugar, se denota que para las personas, existe una relación entre las funciones atribuidas a la televisión y los criterios de calidad de los géneros televisivos.
Finalmente se evidencia que la audiencia televisiva le atribuye cinco funciones básicas a la televisión, cada una de las cuales tiene un valor en sí misma. Éstas son, la información; la educación; la entretención; la distensión; y la función instrumental y de prevención. Es así como al referirse a la calidad, las personas identifican ciertos atributos de los géneros y programas, que apuntan a las funciones arriba mencionadas y que cobran mayor o menor relevancia en los distintos géneros.
Primeramente se puede afirmar que los géneros informativos se consideran de calidad por la importancia que se les atribuye y por el reconocimiento de su función social. En sí misma esta función de dar a conocer y comunicar los acontecimientos de la actualidad mundial y del país se asocia a calidad. En otras palabras, las personas tienden a otorgarle a este género un standard mínimo de calidad, que dice relación con los contenidos propios del mismo.
En segundo lugar, este género se percibe como representativo de una opinión muy arraigada en las personas relativas a la historia y tradición inicial de la televisión en cuanto servicio público -opinión que permanece como un ideal para la ciudadanía, aun reconociendo los cambios de la modernidad, la privatización y el mercado.
Finalmente, en este género los criterios de calidad y requisitos impuestos por las personas aparecen especialmente exigentes en comparación a otros.
En el género documental se identifica una función educativa y de divulgación de conocimientos generales, la cual se resignifica como una dimensión de calidad.
Por su parte, el género reportaje contiene en su interior distintos tipos o sub-géneros, muy diversos entre sí, y en los que la percepción de cada uno de ellos y los estándares de calidad exigidos por la audiencia, presenta gran variabilidad.
En general, la calidad de estos géneros se percibe en las funciones de informar, educar y sensibilizar al público.
Los reportajes que concitan más consenso en cuanto a calidad, son, en primer lugar aquellos con contenido científico, cultural y artístico y gran parte de los periodísticos. Es así como los distintos segmentos de la audiencia coinciden en esta apreciación.
A diferencia de lo anterior, la calidad de los reportajes tipo ‘Reality Show’ y de algunos reportajes periodísticos es reconocida o cuestionada en distintos segmentos de la audiencia, de acuerdo a los programas específicos. Si bien se percibe que cumplen con la función de informar y sensibilizar a la audiencia, algunos segmentos -principalmente en el estrato alto- critican la forma en que se entregan los contenidos, con lo cual se perciben de menor calidad. Otra parte de la audiencia, sin embargo, principalmente segmentos de estrato bajo y jóvenes en general consideran estos mismos tipos de reportajes de calidad, atribuyéndoles además un valor instrumental de prevención.
Las campañas televisivas son representativas de un género que -en términos generales- y debido a su función de bien público, se considera de alta calidad. En esta apreciación tienden a coincidir todos los segmentos de la audiencia.
Por otro lado, y similarmente a lo que ocurre con los géneros informativos, las campañas se asocian al ideal de una televisión masiva, para todos los ciudadanos, y que cumplen un rol de utilidad para la sociedad.
Paralelamente a las campañas de bien social como género en sí mismo -en la forma de spots audiovisuales-, en este mismo plano se consideran también otros espacios programáticos que incluyen actividades para reforzar las mismas.
Respecto del género conversación, en él se incluyen distintos sub-géneros en los que destaca el de ‘Talk show y autoayuda’, por la función de utilidad y servicio que prestan muchos de los programas del mismo. Nuevamente, la calidad se percibe en su función social.
Otros sub-géneros mencionados al interior de los programas de Conversación son los de Entrevista y Comentario. Ahí la calidad se percibe en sus contenidos y factura, porque invitan a la reflexión.
Las referencias al género misceláneo apuntan principalmente al sub-género ‘Concursos’ cuya calidad se percibe radica en las funciones de educar y entretener al público, como así también, los programas misceláneos tipo ‘Variedades/Magazine’, en especial en sus espacios informativos y de servicio público.
En los géneros de ficción, los criterios de calidad están estrechamente asociados a las funciones de entretención y educación. La calidad de las mismas se releva en particular en los sub-géneros, historia y drama.
Sin embargo, también se asocia a calidad, la capacidad de las series de entretener y captar la atención de la audiencia.
La percepción de calidad del género teleseries está estrechamente unida a las funciones de entretención y distensión. En este sentido, la calidad se percibe en la eficacia de las mismas para lograr estos objetivos.
En segundo lugar, la dimensión de calidad en este género, se asocia a sus contenidos educativos y de divulgación cultural.
Un tercer elemento de calidad en las teleseries, apunta a su representatividad de la realidad, lo cual se valora en este género, y -en la percepción de los públicos- eleva su calidad.
Se ha considerado la programación infantil como un género, si bien en rigor, ésta incluye una gran variedad de géneros, principalmente misceláneos y documentales, pero también dibujos animados, series y otros, así como señales del cable. El motivo para tratar aquí los géneros infantiles, es que para la audiencia, la percepción de calidad de los mismos depende principalmente de sus funciones de entretener y educar, más que de los géneros específicos.
Otro indicador de calidad en la programación infantil -que en el caso de los padres aparece como un requerimiento y demanda- es la ausencia de violencia. Es así como aquellos programas dirigidos a niños, que contienen violencia, son mal evaluados y considerados da mala calidad.
En lo referente a la calidad de los programas, la audiencia percibe cuatro tipo de contenidos como indicativos de calidad de los programas. Éstos parecen ligados a necesidades de las personas que de alguna forma pueden verse satisfechas a través de los programas de televisión.
Es así como la calidad se percibe en contenidos de actualidad -que entregan a la audiencia información-; en información general sobre la actividad humana; en la divulgación de conocimientos científicos; y en contenidos programáticos que refuerzan valores.
La información aparece -por sus propias características- como un contenido de calidad de los programas. En este plano destacan los programas periodísticos y noticiosos -en especial de señales de cable- y las campañas de bien público.
En general se asocian estos contenidos de los programas televisivos al crecimiento personal. Es así como las audiencias de distintas edades y estrato social, concuerdan en identificar el aprendizaje sobre el desarrollo de las especies -particularmente el ser humano- y sobre las problemáticas sociales y personales como un criterio de calidad.
Este mismo indicador de calidad referido a los contenidos de divulgación de conocimientos sobre la actividad humana y la vida en general, se percibe también en programas de entretención e infantiles. Al respecto destacan aquellos programas dirigidos a un público amplio, que incluye distintos segmentos etarios.
Este criterio de calidad se extiende también a la ficción y se percibe en películas, series y teleseries que abordan diversas temáticas relevantes al conocimiento del desarrollo humano, tales como relaciones interpersonales, contextos socio-culturales, costumbristas y situaciones y conflictos históricos.
Existen variaciones en los distintos segmentos del público en relación a los contenidos considerados de calidad de algunos programas que entregan conocimientos sobre situaciones y problemáticas humanas. Sin embargo, en términos generales, los públicos consideran de calidad un programa que aborda temáticas de relevancia social, tales como conflictos y problemas sociales o desastres naturales.
Las polémicas relativas a la calidad surgen cuando un programa aborda algunas temáticas del ámbito privado de las personas o de lo que se denomina crónica policial. Es así como ciertos segmentos -en especial de los estratos medio-alto y alto- evidencian disgusto ante este tipo de temáticas, en particular cuando caracterizan un programa o son abordadas muy frecuentemente en el mismo.
A diferencia de lo anterior, se puede afirmar que en términos generales, predomina en los estratos bajos una opinión que identifica gran parte de las temáticas de los programas del género reportaje y micro-reportaje como de calidad. La diferencia entre las opiniones de los estratos altos y bajos parece radicar en la definición de relevancia social. Es así como para estos últimos, la crónica policial aparece como un tema de gran relevancia, producto también de una percepción de cercanía y de representación de la realidad social.
Un aspecto particular de los contenidos sobre la actividad humana que se consideran como un signo de calidad son los referidos a la ciencia y la tecnología. Es así como los programas que tratan estos temas, en particular los más cercanos a la cotidianeidad de las personas, tales como la salud y ecología, son evaluados como de calidad.
En algunos segmentos del público, la divulgación de conocimientos científicos en la forma de ayuda profesional está estrechamente asociada a la calidad. Se percibe que aquellos programas que entregan conocimientos profesionales en programas -o espacios de servicio público- elevan su calidad. Esta percepción se evidencia particularmente en los segmentos de estrato bajo.
Otro contenido considerado de calidad se refiere a valores culturales, sociales, morales y religiosos. Las audiencias consideran que un programa que transmite valores tales como la dignidad, el amor y el cuidado de la naturaleza, entre otros, eleva su calidad.
Así como ciertos contenidos aparecen como indicativos de calidad para el público televisivo, también la factura de los programas está sujeta a ciertas características que elevan su calidad, de acuerdo a las personas. La factura se refiere aquí principalmente al tratamiento que se le da a los contenidos de un programa.
En este plano, las audiencias identifican ocho indicadores de calidad, por un lado referidos a un tratamiento temático que se caracterice por su profundidad, complejidad, objetividad, transparencia y credibilidad.
Por otro lado, los criterios de calidad apuntan a una actitud general del programa que se caracterice por el respeto al objeto del mismo y por un lenguaje apropiado. Finalmente, la calidad en la factura de un programa también se percibe en la innovación y creatividad del mismo.
Un criterio de calidad en el tratamiento de contenidos programáticos es la percepción del público relativa a la profundidad en la indagación. Es así como un programa se considera de calidad cuando se percibe que existe un nivel de profundización en los temas y opiniones vertidas en los programas. Al respecto, las personas se refieren principalmente a programas informativos, de reportaje o documental y conversación.
Otro criterio asociado a la calidad de la televisión utilizado por el público, se refiere a la complejidad con la que se tratan los temas en los distintos programas. La complejidad, aparece también asociada a la profundización, pero aparece en el discurso de las personas en referencia a una mayor variedad de programas, tanto de ficción como de no-ficción.
La percepción de objetividad y pluralismo de un programa también aparece como indicador de calidad para la audiencia. Más aún, la ausencia de estos dos componentes en la factura de un programa es objeto de rotunda crítica.
La transparencia es otro criterio asociado a la calidad y dice relación con la percepción de veracidad y explicitación de puntos de vista con que los programadores se dirigen a su público. Esta dimensión se asocia principalmente a los programas no ficcionales, en particular de tipo noticioso. Existe, sin embargo, la percepción entre el público, de que la televisión -así como otros medios de comunicación- responden a ciertos intereses empresariales o políticos, que impiden la transparencia de los programas.
Si bien se percibe que la televisión -al igual que otros medios de comunicación- responde a ciertos intereses, se considera que en este medio se ven agudizados y agravados, por la constante lucha por puntos de audiencia. Es así como para algunas personas, el modelo ideal a la transparencia parece ser la comunicación vía Internet.
Frecuentemente, los televidentes afirman que existe autorregulación y moderación propia de los chilenos y de la televisión chilena, que muchas veces oculta realidades más profundas o verdaderas intenciones. Algunos segmentos que cuentan con servicios de cable, perciben en este sentido que existe mayor transparencia en la oferta de cable.
En algunos casos, la transparencia de un programa se asocia a lo que se percibe como una transgresión a esta autorregulación de la televisión chilena ya señalada.
En otros casos, se percibe falta de transparencia en el tratamiento de hechos noticiosos, de acuerdo al actor social involucrado en el mismo. En particular, para los segmentos de estrato bajo, la falta de transparencia dice relación con la percepción de que existe un tratamiento desigual de las noticias que involucran de manera negativa, principalmente cuando inculpan a personas con mayor status social. A diferencia de esto, se considera que los hechos noticiosos en los que los actores son personas de estrato bajo, existe mayor transparencia -pero en un sentido negativo- por razones de falta de consideración con estos grupos o bien por ausencia de temor a quejas o represalias legales hacia los reporteros o canales de televisión.
Muy asociada a la transparencia, aparece en el público otro criterio de calidad, aplicable tanto a los géneros informativos y periodísticos, pero también a la ficción- y es, el de la credibilidad. Ésta dice relación principalmente con la capacidad de los programas televisivos de representar la realidad, de acuerdo a las personas.
El respeto es otro criterio de calidad de la factura de los programas. Él se refiere a una variedad de programas y dice relación con la actitud de productores, entrevistadores o presentadores, hacia las personas que no son parte del elenco y que aparecen en pantalla -como por ejemplo, invitados, entrevistados, o personas de la calle.
Este criterio, sin embargo, se percibe en la actitud general que se destila del programa en su conjunto y se extiende al objeto o tema del programa en cuestión -no sólo a las personas- sea éste ser vivo en general, idea o creencia.
El lenguaje utilizado en los programas también aparece como un criterio de calidad. La buena calidad del lenguaje para las personas apunta a un vocabulario no especializado pero que de algún modo eleve la capacidad de expresión y conceptualización de la audiencia. Es así como se considera que un lenguaje vago y poco preciso es de insuficiente calidad, así como la excesiva utilización de palabras tipo “muletilla”, propias de un idioma que se empobrece.
Por otro lado, el lenguaje grosero es generalmente indicativo de baja calidad de un programa para las personas.
Finalmente, otro criterio de calidad evidenciado en el discurso de las audiencias, es el de la innovación, originalidad y creatividad de los programas. Si bien esta dimensión también se refiere a los contenidos de los programas, frecuentemente la alusión a la innovación dice relación con la factura de los programas.
En su discurso sobre calidad, las personas hacen referencia a aspectos técnicos de los programas, en distintos planos. Si bien la calidad técnica aparece como una dimensión claramente identificable para el público en todos los géneros televisivos, se ha de notar que éste no siempre tiene el conocimiento técnico para verbalizar estas opiniones. En otras palabras, las personas evidencian un gran acercamiento y conocimiento del lenguaje televisivo, adquirido en su experiencia como consumidoras de televisión, pero carecen de precisión conceptual para traducirlo en lenguaje oral.
La calidad técnica de los programas se identifica en cinco elementos de acuerdo a la audiencia: el profesionalismo, principalmente de quienes son más visibles y están frente a las cámaras; la estética general; el trabajo de cámara y el ritmo del programa.
Finalmente, se identifica el presupuesto de un programa como un elemento que en general eleva -o debiera elevar- la calidad técnica del mismo, si bien -tal como se verá- no es una pre-condición.
El profesionalismo de los programas está referido principalmente a quienes aparecen delante de las cámaras. En la no-ficción, la calidad de los profesionales se asocia a la percepción de trabajo y dedicación a su oficio, cualidad que trasunta las apariciones en pantalla. Se identifica en este punto a entrevistadores, conductores, así como invitados del mundo intelectual, artístico y deportivo. Como un indicador más visible de profesionalismo, aparece muchas veces la trayectoria y el reconocimiento nacional e internacional de los profesionales.
En relación al profesionalismo de conductores y presentadores, aparece la espontaneidad y la expresión directa, como un indicador de calidad. Muchas veces, esta cualidad se asocia a figuras nuevas de la pantalla.
La calidad de la actuación también aparece como una forma de profesionalismo, pero tiene un status diferente para las personas y se refiere a programas artísticos tanto ficcionales como no ficcionales. En particular respecto de las telenovelas nacionales, existe una percepción de que la actuación ha experimentado un desarrollo hacia un mayor nivel de calidad.
La estética general de un programa aparece como una dimensión de calidad y se refiere al equilibrio entre imagen y color en dibujos animados y a la escenografía y ambientación en telenovelas.
Si bien las personas no caracterizan en forma precisa lo que consideran un trabajo de cámara y/o de edición de calidad, identifican estos aspectos como determinantes de un buen programa de televisión.
El ritmo de los programas televisivos aparece como otro factor técnico de importancia para las audiencias. Es así como existe un concepto de ‘tiempos televisivos’ distintos al tiempo real o al tiempo de lectura, y que es muchas veces determinante para fijar la atención del público.
Finalmente, las personas consideran que existe una relación entre calidad técnica y recursos económicos, en el sentido que éstos pueden elevar la calidad de la producción de los programas televisivos. Esto aparece más evidente en algunos géneros televisivos.
Sin embargo, también se afirma que los recursos económicos no siempre son condición de programas de calidad.
Respecto de la calidad de la Oferta Televisiva Global, existen ciertas opiniones referidas a la calidad que tienen por objeto la oferta global de televisión y que abarcan, por lo tanto, los distintos canales y señales de televisión abierta y cable.
Al evaluar la calidad de la oferta televisiva en general, las referencias se focalizan en la diversidad de la programación.
La diversidad de la programación dice relación principalmente con la diversidad de géneros y programas que puede ofrecer el conjunto de canales a disposición. Más específicamente, la diversidad también dice relación con una oferta de diferentes tipos de programas en un mismo horario. Es así como en la televisión abierta, se percibe una cierta saturación de la oferta en algunos géneros en determinados bloques horarios, lo cual incidiría en la calidad de la televisión.
En contraste, también se percibe que los programas de mayor calidad se exhiben en horario paralelo en distintos canales, lo que impide verlos todos y por lo tanto predomina la percepción de escasez de programas de calidad.
La percepción de baja calidad de la televisión también dice relación con la opinión que algunos programas de calidad se transmiten en días y horarios de difícil acceso para el público.
Una segunda dimensión evaluativa de calidad de la oferta televisiva global, es la innovación. Ésta no sólo se refiere a programas, sino también a la televisión en su conjunto.
Es así como al evaluar la calidad de la televisión chilena, las personas usan el criterio de innovación, como contrapuesto a la sobreutilización de fórmulas estandarizadas en programas o a la imitación o copia de otros programas.
En términos generales, un primer juicio respecto de la calidad de la televisión abierta afirma que la televisión chilena es de mediana a baja calidad. Para algunos, incluso, la calidad de nuestra televisión ha empeorado.
En un segundo momento, sin embargo, se considera que en comparación a otras televisiones latinoamericanas, la televisión chilena es buena, presentando su programación, un cierto standard profesional.
Parte de la evaluación de una calidad deficiente de nuestra televisión, dice relación con lo que se percibe como una falta de transparencia. En varios segmentos de hecho, tal como se mencionara en el capítulo anterior, se critica lo que se considera autocensura de los canales chilenos, como reflejo de la cultura de este país.
En este mismo plano, algunas audiencias critican lo que se percibe como falta de profesionalismo por parte de los canales de televisión chilenos, en lo que se refiere a contrataciones para los programas. Es así como se considera que muchas veces se priorizan relaciones de compadrazgo por sobre la calificación profesional, situación que por lo demás, reflejan aspectos de la cultura chilena, según se afirma.
En el contexto de las opiniones señaladas, las personas muchas veces consideran que la televisión en nuestro país carece de mayor calidad, debido a su vocación de públicos masivos, propia de una televisión generalista.
En cuanto a la calidad, los distintos canales de televisión, exhiben comparaciones favorables a uno y otro, de acuerdo a los segmentos de la audiencia y los gustos personales.
Objeto de opinión favorable son, en general, los canales de más larga trayectoria, el canal Nacional y el de la Universidad Católica, si bien también se menciona el resto de los canales abiertos.
En términos generales, los segmentos de estrato medio y alto señalan que el canal Católico ha tenido tradicionalmente una mejor calidad en su programación que el resto de los canales nacionales.
Se entrega como razón para ello, una percepción de público objetivo más segmentado, que apunta a los sectores más educados de la población. En opinión de las personas, este canal sería menos masivo y, por lo tanto, más preocupado de la forma en que presenta sus contenidos. Esto se asocia principalmente a una cierta sobriedad de su línea editorial -opuesta a lo que se considera sensacionalismo- y a un lenguaje apropiado, como indicadores de calidad.
Afirmado lo anterior, sin embargo, en estos mismos segmentos se critica lo que se percibe como un cambio en la línea editorial del canal Católico. Se considera que éste ha asimilado un perfil más masivo con el fin de ganar audiencia. En este mismo plano, algunos también critican lo que consideran una falta de prevalencia de la ética católica en parte de su programación. Se ha de notar que a esta última crítica muchas veces se suman personas de estrato bajo, en particular, madres de familia.
Los segmentos de los estratos medio-bajo y bajo, consideran que la calidad del canal nacional, así como de algunos canales privados, es mayor que la del canal católico, en particular en referencia a los programas informativos. Se aduce como razón, la percepción de una mayor transparencia y una menor autorregulación de contenidos, como indicativos de calidad.
Algunas personas, sin embargo, consideran que la calidad de los canales más pequeños es superior a la de los canales 13 y 7, por cuanto estos últimos responderían a instituciones que de algún modo influyen en sus líneas editoriales: el canal trece a la Iglesia Católica y el canal nacional al Gobierno.
En general, los grupos estudiados consideran que la oferta de la televisión por cable es superior a la de televisión abierta.
Por un lado, la parrilla programática del cable cumple con uno de los criterios de calidad propuestos por las personas, cual es, la diversidad de la oferta. En este sentido, la cantidad de la oferta también parece generar un cambio cualitativo en la misma. Asimismo, la diversidad de géneros y programas y la amplia gama de públicos objetivo son indicativos de variedad.
Se ha de considerar que en este contexto de opinión, la comparación entre televisión abierta y cable se basa en lógicas de programación distintas presentes en ambas ofertas, en la medida que se comparan los canales nacionales con las señales segmentadas de cable y no con los canales extranjeros.
Es así como para parte importante de las personas que cuentan con servicios de cable, la calidad de las señales segmentadas es superior en calidad, a los programas del género emitidos en los canales nacionales.
Para algunas audiencias en todos los segmentos estudiados -pero en particular para los jóvenes- la calidad del cable dice relación con la mayor transparencia y apertura comunicativa que manifiestan en general las señales extranjeras, tanto generalistas como segmentadas.
En el caso de las señales noticiosas, se afirma que éstas cuentan con una mayor cobertura de noticias que las entregadas en los canales de televisión abierta.
También se considera que éstas presentan perspectivas distintas y una mayor objetividad en la cobertura informativa, por tratarse de programas realizados en el extranjero.
Se ha de notar, sin embargo, que en algunos casos, esta percepción de mayor objetividad en la cobertura noticiosa de los canales segmentados, si bien se considera de calidad, le resta cercanía a los contenidos de los programas informativos, para algunas personas.
Otro foco de las referencias de las personas respecto de la oferta de televisión por cable, son las opiniones respecto de las señales infantiles.
Es así como los padres de familia consideran que éstas son de buena calidad y una fuente de entretención sana y, en algunos casos, educativa para sus hijos.
En el discurso sobre la calidad de la televisión, el público evidencia ciertas demandas bastante cristalizadas y se dirigen particularmente a los canales nacionales.
Existen tres tipo de demandas. Una primera demanda está referida a la oferta global de los canales chilenos; otra más específica apunta a cuidar los contenidos y factura de los programas. La tercera, se focaliza en dos géneros televisivos, el de noticiarios y el infantil.
En cuanto a la oferta global de los canales abiertos, se demanda en primer lugar, una mayor diversificación de la programación, en cuanto a géneros y público objetivo de los programas.
También se demanda una mayor inclusión de programas considerados culturales y educativos. Esta demanda proviene principalmente de los grupos que no cuentan con televisión por cable.
Existe otra demanda relativa a los valores, en el sentido de que la televisión proponga ciertos valores culturales y morales -y específicamente en el caso del canal Católico, cristianos-. Esta demanda aparece como la contracara de un diagnóstico más bien negativo respecto de la televisión -como se ha mencionado anteriormente- la cual, en opinión de las personas, prioriza un afán comercial por sobre la calidad.
Existe una demanda específica respecto de los programas noticiosos, en la que concurren distintas exigencias por parte de los públicos estudiados.
En primer lugar, se demanda corregir los criterios de selección de las noticias a fin de evitar el sesgo de noticias negativas;
En segundo lugar, se demanda un mayor análisis y profundización de las mismas. Otro tipo de demandas se focaliza en la programación infantil.
Una primera conclusión de dicho estudio, es que la calidad forma parte del discurso de las personas sobre la televisión y aparece como una dimensión de gran importancia.
Por otro lado, si bien la calidad televisiva es muy importante discursivamente, el consumo televisivo de las personas no depende sólo de esta dimensión.
En tercer lugar, se evidencia que las personas -al hablar de calidad- tienen como referencia principal, programas específicos. Es así como los juicios aparecen muy diversos cuando se generaliza a géneros televisivos, canales o al sistema televisivo propiamente tal.
Finalmente, se denota que la evaluación de la calidad televisiva se asocia -y en algunos casos incide- en la percepción de país que tienen las personas. De alguna forma, aspectos considerados de alta o baja calidad en los programas, confirman diagnósticos de la audiencia sobre el país y su cultura.
De acuerdo a los datos recogidos se puede afirmar que existe una relación entre tres factores: percepción de calidad de los programas televisivos, tipo de función que cumplen los mismos (o necesidades que satisfacen) y forma de consumo televisivo.
Las personas perciben calidad en programas que informan y educan, lo cual a su vez incide en una actitud de consumo más activo frente a la pantalla.
En programas que se asocian a funciones de distensión, relajación y evasión, en cambio, la percepción e incluso exigencia de calidad es menor y el tipo de consumo televisivo aparece menos concentrado y más pasivo.
Se evidencia que existe una relación ambigua entre las preferencias programáticas y la percepción de calidad de los programas. La calidad aparece como parte importante del discurso televisivo de las personas, pero su consumo no depende sólo de la calidad.
En algunos casos, existe complementariedad y retroalimentación entre consumo y calidad de los programas, mediado por el interés de la audiencia.
En otros casos, parece existir una escala valórica aplicada a la televisión, que se autonomiza de la calidad y se asocia más bien a hábitos de consumo televisivo y rutinas distensivas.
En lo que respecta a las demandas relativas a la calidad, en primer lugar, se denota la existencia de opiniones muy cristalizadas y de expectativas relativas a la calidad de los programas televisivos.
También se denota que las audiencias han adquirido un conocimiento del lenguaje audiovisual -que si bien cuesta conceptualizar- exige un alto standard a la programación televisiva.
En cuanto a la oferta global de televisión, existen demandas de una mayor diversificación de géneros y programas y de contenidos innovadores.
8. Fondos concursables.
De acuerdo con la ley que rige al Consejo Nacional de Televisión este organismo está dotado de facultades que le permiten realizar una importante labor de fomento de la televisión en el país.
Lo anterior se concreta en dos Fondos de recursos fiscales asignados por la ley de Presupuesto al Consejo y destinados a promover distintas áreas relacionadas con el medio televisivo.
El primero, denominado Fondo Pro es un Fondo de Apoyo a Programas Televisivos de Alto Nivel Cultural o de Interés Nacional o Regional y tiene su origen en la modificación a la Ley del Consejo Nacional de Televisión del año 1992. En virtud de ella y de acuerdo a la letra b) del artículo 12 de la citada ley, se creó un fondo de recursos para promover, financiar o subsidiar la producción, transmisión o difusión de programas de alto nivel cultural o de interés nacional o regional, así calificados por el Consejo Nacional de Televisión.
Anualmente, la ley de Presupuestos del sector Público debe contemplar los recursos necesarios para este efecto. Esta ley exige que los recursos sean asignados por medio de un concurso público en el que pueden participar concesionarias de televisión de libre recepción y productores independientes del país. En el caso de estos últimos, la entrega de los recursos está supeditada a que se acredite la transmisión del programa por una concesionaria de libre recepción. Para conseguir dicha acreditación los responsables del proyecto beneficiado tienen un plazo de 60 días contados desde la resolución del concurso.
En mayo de 1993 se publicó el primer llamado para concursar al Fondo. En el reglamento y bases de ese concurso se estableció que se premiarían ocho proyectos que recibirían $ 7.500.000 cada uno, de un total de sesenta millones que constituía el Fondo total. En esa oportunidad se pudo entregar recursos a sólo seis proyectos, ya que muchos de los seleccionados no pudieron acreditar la emisión del programa por un canal de libre recepción. Finalmente, de un total de once proyectos seleccionados, seis recibieron dinero y sólo cinco llegaron a materializarse.
En el segundo año de vida, el Fondo financió dos proyectos que recibieron $ 35.000.000 y $ 31.000.000, respectivamente. Uno de ellos corresponde a la serie épica “El Cautiverio Feliz,” realizada por Cristián Sánchez y emitida por canal 9 Regional de Concepción. El otro proyecto es la serie documental “Identidades,” producida por Nueva Imagen, bajo la dirección de Gastón Ancelovici y transmitida por la señal de cable Discovery Channel en más de diez países. Aún está pendiente su emisión por una concesionaria de libre recepción nacional.
Durante los años siguientes -1995 y 1996- el Fondo financió dos campañas de microprogramas y spots publicitarios dirigidas a la familia y a los niños para promover y fomentar valores culturales y de convivencia social. En ambos casos, y por tratarse de campañas de bien público, el Consejo concertó a los canales de libre recepción, quienes transmitieron en forma gratuita las campañas durante los meses de febrero y marzo.
Se trata de la campaña “Vivamos la Cultura” producida por Nueva Imagen, bajo la dirección de Marcelo Ferrari y la campaña “Atrévete con Este Cuento”, realizada por Filmocentro y dirigida por Ricardo Larraín .
En el año 1997, el Fondo Pro recibió un substancial incremento de recursos -alcanzando la suma de $ 160.000.000-, razón por la cual se decidió llamar a dos concursos diferentes. El primero tuvo por objeto financiar una campaña de spots publicitarios dirigidos a promover la distinción entre el bloque horario de todo espectador y la programación adulta, a partir de las 22:00 horas. El ganador fue el proyecto “Oh-Oh son las diez”, que consiste en cuatro spots realizados por la productora Schmidt & López, que se hizo acreedora a $ 40.000.000 del Fondo. Dichos spots se comenzaron a emitir en febrero de 1998 por todos los canales de libre recepción del país y algunas señales de cable que adhirieron a la campaña.
El segundo concurso se resolvió durante el mes de enero de 1998, seleccionándose como ganador al proyecto “El Desquite”, dirigido por Andrés Wood junto a un equipo profesional y técnico de reconocida trayectoria en el medio audiovisual. El proyecto consiste en una miniserie especial para televisión basada en la conocida obra del autor chileno Roberto Parra . Esta miniserie fue financiada completamente por el Fondo con un aporte de $ 120.000.000 y emitida por Televisión Nacional de Chile.
En el año 1998 el Fondo Pro contó con $ 165.528.000, los cuales se adjudicaron en dos concursos diferentes. De acuerdo al Reglamento y Bases del primer concurso, se asignaron $ 40.000.000 para la realización de una campaña de promoción de las relaciones entre padres e hijos “Criar es Crear con Amor” realizada por Valcine S.A bajo la dirección de Arnaldo Valsecchi. De acuerdo al Reglamento y Bases del segundo concurso se asignaron $ 123.000.000 para financiar una serie de televisión infantil en 10 capítulos, denominada “Vigías del Sur”, realizada por la productora Nuevo Espacio Comunicaciones y dirigida por Sebastián Alarcón . De acuerdo a las Bases de este concurso, se otorgaron además, dos premios especiales: “A La Excelencia en la Presentación” como estímulo al esfuerzo e inversión de recursos destinados a la formulación de las propuestas concursantes. Con este premio fueron distinguidos los proyectos “Qué Bien, Qué Bueno, Qué Bien” y Notiniños , presentados por el canal 9 Regional de Concepción y Filmocentro en asociación con la Fundación Chile Unido, respectivamente. Cada uno de estos proyectos recibió la suma de $ 2.000.000.
El segundo de los Fondos, responde a la facultad legal del Consejo para recibir aportes especiales del Estado con el fin de financiar o subsidiar la producción, transmisión y difusión de programas televisivos en aquellas zonas fronterizas, extremas o apartadas del territorio nacional en que, por su lejanía o escasa población, no exista interés comercial que incentive a concesionarias de servicios de libre recepción para llegar a dichos lugares.
Desde al año 1994 el Consejo ha recibido y distribuido, mediante concurso público, estos fondos de extensión. En los años 1994, 1995 y 1996 pudieron contar con servicios de televisión las siguientes localidades: Sibaya, La Pampa, Conay , Las Breas , Molinos , Chalaco , Ralún , San Pedro de Atacama , Chanco , Puerto Saavedra, Poconchile, Toconao , Pichasca , Samo Alto , Tahuinco, El Sobrante, Cahuil, Laguna Verde , Quillahua, Inca de Oro , Trovolhue, Botalcura, Paillaco , Isla de Pascua , Puerto Ramírez, Pedregoso , Melipeuco, Totoral , Cucao , Hornitos, Villa Santa Lucía , La Junta Puyuhuapi, Villa Mañihuales , Cochrane, Puerto Edén, Río Negro, Balmaceda y Puerto Toro. En 1997 se asignaron $ 108.252.920 para portar las transmisiones de televisión a las localidades de Colchane, Huara , Canela , Troyo , Puerto Domínguez, Neltume y Mehuín. En cada uno de estos lugares operarán Televisión Nacional de Chile, Red Televisiva Megavisión y la Corporación de Televisión de la Universidad Católica de Chile.
Durante el estudio verificado por la Comisión ha sido recurrente la mención que sus invitados han hecho acerca de la importancia que los fondos concursables tienen para el desarrollo de proyectos televisivos que no se encuentren motivados exclusivamente por el acicate de la competencia del mercado. De allí que se ha estimado que el sistema no sólo debe mantenerse sino incrementarse, entregando al Consejo recursos suficientes para cumplir estos propósitos.
9. Programación cultural.
La existencia de la diversidad cultural y la necesidad de responder a los intereses de la “masa” de telespectadores, es lo que han reivindicado los directores y programadores de la televisión local, para responder a las críticas sobre la calidad de sus emisiones.
La inquietud por la orientación de los programas televisivos y su influencia en las conductas sociales, viene desde la creación de la televisión, en octubre de 1957 cuando, por iniciativa de la Universidad Católica de Valparaíso, se hicieron las primeras transmisiones. Como se ha dicho, en agosto de 1959 entró en funcionamiento el canal de la Universidad Católica de Santiago y, al año siguiente, se sumó la Universidad de Chile. El sistema se consolidó en 1962, con la transmisión del Campeonato Mundial de Fútbol que se celebró en Chile.
Cuando el Presidente Jorge Alessandri entregó las concesiones de los canales a las universidades Católica y de Chile, en los años 60, se pensó que esos centros de estudios superiores eran los más indicados para manejar este medio masivo con un sentido educativo y de información. Al mismo objetivo respondió Televisión Nacional, cuyo fin de servicio público se inspiró en la BBC de Gran Bretaña, cuando el 24 de octubre de 1970 se creó por ley, como empresa autónoma del Estado.
No obstante, la preocupación por los contenidos de la televisión continuó latente. Fue así como la obligación de dedicar un número de horas a la cultura se estableció por primera vez en 1976 y comenzó a funcionar a principios de junio de ese año. La disposición establecía que debía transmitirse una “franja cultural” los días jueves, de 22.00 a 23.00 horas. Entonces fue cuando, dentro de este concepto, se dieron programas tan disímiles como Mundo, conducido por Hernán Olguín y La pequeña casa en la pradera, que emitía TVN. La disposición se mantuvo por doce años, hasta cuando ésta se suprimió en medio de las críticas que cuestionaban los contenidos de los programas culturales de entonces.
Por lo demás, la Constitución de 1980 había establecido el régimen de regulación de la televisión chilena, el que incluyó la creación de un Consejo Nacional de Televisión autónomo y con personalidad jurídica, “encargado de velar por el correcto funcionamiento de este medio de comunicación”.
Entonces la inquietud en torno a la televisión no ha girado sólo en torno a sus contenidos, sino también al régimen de dominio. Éste se modificó en 1989, al abrirse la propiedad de los canales a empresas privadas, con la venta de frecuencias que tenía Televisión Nacional. Así, a partir de 1990, el espectro de corporaciones televisivas se amplió de cuatro a seis (a los canales de TVN y de UCTV, UCV-TV y UCH, se agregaron Megavisión y La Red).
El proceso de “privatización de la televisión”, así como el traspaso de empresas estratégicas fiscales, fue una tendencia que comenzó en esos tiempos y coincidió con el fin del gobierno militar.
Una década más tarde se hizo evidente que el cambio debería haber sido acompañado por una revisión y ampliación de las normas reguladoras sobre la televisión, para evitar la “tiranía del rating”.
Es en ese contexto, donde se ubica actualmente el debate acerca de la orientación de la televisión y su entroncamiento con la cultura, el que se complica aún más cuando se está en presencia de la televisión por cable, cuya primera concesión se entregó en Chile en 1988, y de la satelital, que ya tiene dos empresas compitiendo por los abonados.
El hecho de que se asuma o no la televisión como medio cultural tiene más de un enfoque.
Una primera línea de discusión se relaciona con las distintas definiciones de cultura que están en juego y con la identificación de la televisión como medio cultural.
Un segundo elemento es el significado del concepto de identidad, que es donde se afincan los valores culturales.
Un tercer punto es el escenario de la modernidad, tremendamente cambiante, en el cual se desarrolla la discusión, en especial en los países que llevan la batuta en la investigación y producción de nuevas tecnologías y contenidos (Estados Unidos, Japón y la Comunidad Europea), sin perder de vista el impacto cultural que tendrá la televisión digital y el sistema de multimedia.
Con respecto a la definición de cultura y la realidad televisiva, Jesús Martín-Barbero introduce el concepto de las “lógicas de uso” de la televisión, es decir el papel que le otorgan los televidentes al medio, tanto en su espacio geográfico (el living, el dormitorio) como en el ámbito de los valores simbólicos. Y aquí, afirma, los hábitos de clase influyen directamente en los modos de ver. “Mientras hay una clase que a la televisión no le pide normalmente más que información, porque el entretenimiento y la cultura lo busca en otros sitios -en el deporte, el teatro, el libro o el concierto- hay otras clases que le piden todo esto a la televisión”, escribe el autor.
Agrega que así como hay “lógicas de uso”, hay “lógicas de producción”. En este punto, dice que hay que tomar en cuenta, entre otros elementos, la competitividad industrial, entendida como capacidad de producción, en un contexto de desarrollo tecnológico; y la competencia comunicativa, que se mide por el nivel de reconocimiento del público.
La tensión entre ambas “lógicas”, más la mediación de los géneros, (melodrama, ficción, suspenso, etc.) genera los formatos que, finalmente, determinan la línea programática de un canal.
Visto de este modo, lo “cultural” podría adoptar infinitas formas y versiones. Sin embargo, esa oferta múltiple, esa diversidad de la que se habla cuando se mira a la amplitud de ofertas de los canales no sería tal, si se analiza la génesis de la producción y distribución de los programas de TV. Los datos vigentes en el mundo occidental muestran un 70% o más de los programas que se transan en los mercados audiovisuales internacionales, son hechos en Estados Unidos. Y el que en ese país conviva una diversidad de culturas, no asegura una mirada plural. Allí entra en juego otro de los considerandos en torno al uso de la televisión como medio cultural: el de la identidad.
La experta en comunicaciones Imma Tubella , vicerrectora de la Universitat Oberta de Catalunya, dirigió un exitoso proyecto de normalización lingüística cultural en la Televisión Autónoma de Barcelona.
Según señaló en un seminario organizado por la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica de Chile, las tendencias actuales definen la identidad como algo que se construye de acuerdo a valores o conductas vigentes, o a partir de elementos que se suponen establecidos, como un lenguaje, una cultura, un patrimonio.
La especialista apunta que la televisión no sólo refleja hábitos culturales, sino que también los crea. En el caso de España, cuando se aceptó la existencia de las “Autonomías” en las regiones, éstas reivindicaron el derecho a tener sus propios medios de comunicación. En este contexto surgió la Corporación Catalana de Radio y Televisión, creada como una herramienta de culturización.
Uno de sus primeros objetivos fue fomentar el habla del catalán. Se usó como “gancho” la transmisión de la segunda parte de la popular serie Dallas en lengua catalana, obligando a los entusiastas seguidores a hacer el esfuerzo de recordar el idioma que tenían en desuso. Y lo lograron. Cuando se inició el proyecto, a comienzos de los años 80, el nivel de conocimiento de la lengua era de un 64 por ciento; a fines de los 90 aumentó al 97 por ciento.
Este proyecto también ha sido aplicado con éxito en otros territorios con similares inquietudes con respecto a su identidad, como Gales, en Gran Bretaña.
Para Tubella , una de las máximas en el ámbito de las comunicaciones es aquélla que señala que “quien domina el mundo simbólico domina la identidad”. Eso, sostiene, lo han tenido claro quienes manejan la industria audiovisual. Estados Unidos ha internacionalizado su forma de vida y patrones culturales a través del cine y la televisión y tiene normas bastante restrictivas en relación a la propiedad de los medios (también Japón y Canadá).
Añade que la Unión Europea ha asumido la importancia del tema en los últimos años y está invirtiendo en producción de programas propios para contrarrestar la avalancha que viene del otro lado del Atlántico.
La masividad y popularidad de la televisión ha sido utilizada como un medio para expandir ideas o valores o como un agente de rescate de identidades nacionales.
En Japón se hicieron grandes esfuerzos de producción para neutralizar la imagen estereotipada sobre ese pueblo “de guerreros empecinados e inclementes”, que provenía del cine occidental. En Estados Unidos se ha buscado “corregir” fenómenos como la violencia o el embarazo precoz a través de series que promueven valores positivos en los jóvenes.
En Chile, algunas teleseries como Iorana o La Fiera han intentado dar cuenta de la diversidad de identidades que conviven en el país (la primera introdujo palabras en idioma Rapa Nui), pero el esfuerzo todavía tiene un carácter casi anecdótico y pintoresco, como lo reconocen los propios guionistas de teleseries locales.
El mismo sesgo se ha visto en la programación de algunos canales de televisión de nuestro país. En ciertas producciones, incluso se han reescrito guiones por considerarse que no correspondían a la imagen corporativa de un determinado canal.
Como sea, e independiente de las buenas intenciones y de lo que se entiende por cultura, lo cierto es que ésta, y hasta ahora, aparece como la inquilina del medio televisivo, en circunstancias en que, en un mundo globalizado comunicacionalmente, su importancia es creciente.
Así lo admitió, en 1993, Samuel Huntington , en su libro el “Choque de las Civilizaciones”, cuando sostuvo que la fuente principal de conflictos del futuro no será lo ideológico, ni lo político, ni lo económico, sino lo cultural.
10. Televisión educativa.
Entre las funciones que la ley entrega al Consejo se encuentra la de estudiar los efectos de la radiodifusión televisiva en los habitantes del país. Esta tarea recae en el Departamento de Estudios, cuyo objetivo central es desarrollar y fomentar investigación y discusión sobre el impacto de la televisión en la sociedad chilena, apoyar con conocimientos y datos empíricos la función regulatoria del Consejo y apoyar el diseño de políticas y acciones concretas en el área.
La televisión, desde la última década, se encuentra en un período de profundas transformaciones, marcadas principalmente por la globalización, la digitalización y la convergencia de distintas tecnologías de comunicación. En este contexto, el Departamento se ha constituido en un espacio de observación y análisis de este fenómeno a nivel nacional e internacional, concentrándose en cuatro dimensiones centrales del cambio: opinión pública y audiencias; oferta de programación; innovaciones tecnológicas; y redefinición de los marcos regulatorios del sistema.
Los estudios que elabora este Departamento están orientados básicamente hacia el diseño de políticas para el sector, proporcionando información y datos a quienes toman decisiones, tanto a nivel del Estado como de la industria, y a la intervención práctica en el área, principalmente entregando información a las familias sobre la programación televisiva y otorgando herramientas a los públicos masivos y a los principales actores del sector para un debate informado respecto del tema.
Desde 1992 el Departamento ha venido realizando estudios a través de metodologías cualitativas y cuantitativas, entre las que destacan encuestas, grupos focales, observación participante y análisis de contenido. Así, desde los inicios del Departamento se han realizado más de 200 grupos focales sobre audiencia y tres encuestas sobre el tema de la televisión, dos a nivel nacional y una en la Región Metropolitana. Esto ha permitido recoger y sistematizar una gran cantidad de información y llegar a un importante nivel de conocimiento de la televisión, particularmente en lo que respecta a sus ofertas y públicos. Con esta información se ha contribuido a la labor regulatoria del Consejo y se han identificado, además, aquellos temas que resultan de mayor relevancia para la opinión pública masiva, a saber: violencia televisiva y televisión y desarrollo infantil.
Debido a su evidente importancia, ambos temas se han constituido en los ejes principales de la investigación del Departamento en los últimos años. En relación al tema “Televisión y Desarrollo Infantil”, se ha implementado una línea de investigación y desarrollo que comprende diversos proyectos e instancias de información dirigidos a la industria, a los padres y a las audiencias en general. Entre éstos destacan:
a) Proyecto de investigación acerca de los Niños y la Televisión, que consistió en una primera etapa, en una revisión bibliográfica de la investigación nacional e internacional acerca del tema, titulada “Estado del Arte de la Investigación sobre Niños y Televisión”. Una segunda etapa, corresponde a un estudio realizado en convenio con la Escuela de Psicología de la Pontificia Universidad Católica de Chile, en que se realizaron entrevistas semiestructuradas a niños de 2º básico, 5º básico y 1º medio en distintos colegios de la Región Metropolitana. El objetivo de este estudio, titulado “La Televisión y los Niños en Chile: Percepciones desde la audiencia infantil”, fue indagar en distintas dimensiones de la relación de los niños con la televisión -desde la mirada de los propios niños- destacando principalmente, el equipamiento de medios electrónicos del hogar, el lugar que ocupa la televisión en su vida cotidiana, los hábitos de consumo televisivo, las preferencias programáticas, el nivel de comprensión de lo que ven en televisión, el impacto emocional y la influencia de la televisión como instrumento educativo.
b) Estudios de observación participante, desarrollados desde 1993. Esta línea de investigación comprende tres estudios, enfocados a los distintos sistemas televisivos, llamados “Consumo Televisivo Infantil: El caso de la Televisión Abierta”, “Consumo de la Televisión Infantil: El caso de la Televisión por Cable”, “Consumo de la Televisión Infantil: El caso de la Televisión Satelital”. Estos estudios tienen como objetivo indagar y describir -dentro del contexto natural en que se desarrolla el consumo televisivo- los hábitos y conductas efectivas de los niños en relación a la televisión.
c) Línea de análisis de la programación infantil, desarrollada en conjunto con el Ministerio de Educación, que tiene como objetivo cuantificar la programación infantil de la televisión chilena y evaluar su calidad en términos de su aporte educativo, presencia de violencia y presencia de publicidad. El primero de estos estudios llamado “La programación Infantil de Televisión Abierta: Característica, Calidad y Potencial Educativa”, se publicó durante 1998 y estuvo centrado en la programación infantil de televisión abierta. Actualmente, se está trabajando en el segundo de estos estudios, que abarca la programación infantil tanto de televisión abierta como por cable.
d) Por otra parte, en convenio con el Ministerio de Educación, se está desarrollando desde noviembre de 1997 una Cartelera para Padres sobre Programas Educativos, la cual consiste en una guía de orientación que se publica en diversos medios de prensa del país, acerca de programas de televisión -abierta y por cable- que tienen contenidos educativos para niños y jóvenes.
A partir de esta línea de investigación, se ha desarrollado a su vez una importante línea de trabajo en el área “Televisión y Educación”, la que tiene como objetivo conocer y potenciar el uso de la programación educativa en la escuela, viendo a la televisión como un posible colaborador en la educación de los niños y jóvenes. Es así como este Departamento en convenio con la Universidad Diego Portales, desarrolló durante 1997 y 1998 un proyecto de investigación, cuyo objetivo fue conocer el uso y las percepciones que tienen los profesores de la televisión y otros medios y tecnologías de comunicación en la tarea docente, llamado “La Televisión y otros medios y tecnología de comunicación en la tarea docente”.
Por otra parte, en convenio con otras instituciones, se han creado diferentes materiales de apoyo a la labor docente. El primero de éstos se llevó a cabo en el año 1996 en conjunto con la Fundación Integra. En este proyecto se abordaron temáticas específicas de la infancia, a saber: consumo televisivo de los niños, formación de hábitos y compresión de contenidos, y análisis del tema de la infancia en los noticieros de televisión. El producto final de este proyecto -en el que participó además el Ministerio de Educación- consistió en un material de trabajo titulado “Conversemos sobre la Televisión”, en el que se propone a los educadores una serie de actividades que tienen como objetivo entregar herramientas para que conversen y reflexionen sobre el tema de la televisión con los padres y otros adultos responsables de la educación y cuidado de los niños.
El segundo de estos proyectos, llamado Guías para Profesores, fue desarrollado en 1998 en convenio con el Ministerio de Educación y la Escuela de Comunicaciones de la Pontificia Universidad Católica, y consiste en un set de guías de trabajo sobre programas educativos de la televisión abierta y por cable, para ser utilizados en el sistema escolar según los contenidos curriculares. Una segunda etapa de este proyecto, se está desarrollando en el transcurso de este año, en convenio con diversas instituciones: Ministerio de Educación, Unicef, Fundación Andes , Fundación Chile, Reuna , VTR y Sky. Este proyecto también incluye la selección de material audiovisual y elaboración de guías de trabajo para el profesor. Sin embargo, en esta ocasión está inserto en un proyecto mayor, en el que se busca aplicar y evaluar distintas modalidades de uso de este material, y desarrollar recomendaciones para una política de integración sistemática del material audiovisual al sistema escolar.
Resulta evidente para la Comisión la importancia que la televisión tiene como recurso educativo, pues ella influye en todos los ámbitos del desarrollo de la persona, en especial del niño, por lo cual estima conveniente que las autoridades del sector la utilicen como un factor de extensión de sus actividades.
11. Fomento de producción independiente y/o exportable.
La participación del sector privado en televisión se abrió recién en 1990, corrigiendo una omisión histórica de larga data, pues, como se sabe, el desarrollo de este medio fue inicialmente responsabilidad de las Universidades desde 1958 y desde 1969 de la televisión estatal. Del modo indicado, más de treinta años de desarrollo de este importantísimo medio fueron regidos en base a criterios muy específicos, propios de las instituciones rectoras indicadas.
Esta circunstancia ha marcado de una manera muy peculiar el desarrollo de la industria, por cuanto generaciones de gestores y trabajadores de televisión se formaron y ganaron experiencia prácticamente al margen de los principios, métodos y valores que caracterizan el sistema privado de gestión.
Inicialmente se pensó en las potencialidades del medio para promover la educación y la cultura, de un modo novedoso y entretenido, lo cual era la misión propia de las instituciones patrocinadoras. Sin duda, este enfoque, encomiable, natural y funcional a los objetivos universitarios, ha sido el origen del establecimiento de un sistema valórico de la televisión chilena, bastante distinto del que se puede apreciar en los sistemas televisivos latinoamericanos y que le han dado a la televisión chilena una especial aura y un creciente prestigio.
Los iniciadores de la televisión chilena pronto analizaron y compararon los sistemas de televisión vigentes en los países desarrollados, especialmente buscando solución a los acuciantes problemas de financiamiento que, tempranamente, enfrentaron los nacientes canales universitarios. Las modalidades utilizadas en Europa, en esa época, consistían en pagos mensuales a la emisora, hechos por parte de los poseedores de televisores. Ese tipo de financiamiento fue encontrado, por algunos, como afín a la naciente televisión universitaria. Otros, exploraron la modalidad de financiamiento originado por venta de publicidad.
Como muchas veces ha ocurrido en nuestro país, el desarrollo antecedió a la legislación reguladora. El Gobierno de la época del nacimiento de la televisión universitaria, consideró inadecuado el financiamiento por publicidad y determinó que sólo las universidades podrían operar canales de televisión.
En muchos círculos académicos el financiamiento por publicidad se consideraba pernicioso, debido a lo que se temió como indebida influencia del patrocinador financista del programa. Se estigmatizó este tipo de financiamiento donde existía, pues se le atribuyó una influyente tendencia decadente en la calidad y excelencia de los programas, los cuales, se suponía, terminarían siendo inconducentes a los altos valores de la cultura y se tornarían chabacanos y de mal gusto.
La conjunción de la legislación restrictiva sobre la propiedad de las estaciones de TV y las preferencias sobre un sistema de pago vía impuesto, directo, en el caso de los sistemas europeos o indirecto, en el caso del financiamiento universitario, impidieron de hecho la aparición de la televisión privada.
Con el correr del tiempo, quedó en evidencia la incompatibilidad del sistema de financiamiento con el desarrollo del medio, al mismo tiempo que se apreció la fuerte dinámica interna de este medio de comunicación, que lo impulsaba a convertirse en el sistema más potente de comunicación social, de vasta influencia social, económica y política.
Sin duda, las modalidades que afectaron al desarrollo de la televisión eran el reflejo de las ideologías predominantes en esos tiempos, caracterizadas por una fuerte participación del Estado, una sospecha latente y una desconfianza manifiesta sobre las capacidades del sector privado y un temor de la expresión libre de los diversos estamentos de la sociedad.
Las contradicciones que generó el sistema de financiamiento universitario, fue insensiblemente abriendo paso a un financiamiento mixto, vía aportes universitarios más ingresos por venta de publicidad, los cuales se fueron dando en diversas proporciones en las dos principales estaciones universitarias. Al mismo tiempo, el reconocimiento de la influencia social y política de este medio, concitó el interés de participación política partidista en distintas modalidades y con diversos grados de aperturismo a tendencias contrapuestas.
Tal situación llevó hacia la concepción de una nueva modalidad de televisión, con participación más directa del Estado, sin la intermediación universitaria. También llevó al primer intento serio de legislar sobre el medio televisivo. A estas tendencias obedeció el diseño y puesta en servicio de la televisión pública, en la modalidad que encarnó Televisión Nacional de Chile en 1969.
De esta breve reseña histórica de los primeros diez años de la televisión chilena, se desprende la poca influencia que pudo tener entonces la iniciativa privada. La legislación de 1970 y sus modificaciones posteriores, tampoco permitieron una industria privada de televisión. A partir de 1990, cuando se modificó fundamentalmente la legislación, recién se reconoció el derecho a existir de la televisión privada.
El desarrollo descrito condicionó en varios aspectos a la iniciativa privada y lo hizo en términos mayoritariamente desfavorables. En efecto, la televisión privada parte en 1990 con una notoria desventaja competitiva inicial. En el mercado publicitario de la TV, de un volumen ya interesante, dos canales, uno universitario y otro estatal, concentraban en porciones parecidas, cerca del 90% del mercado. El 10% restante, se repartía en otras tres estaciones universitarias subvencionadas.
En otro aspecto, la legislación que abrió la participación privada a la televisión dispuso que las concesiones de frecuencias en las regiones más rentables fueran el resultado de licitaciones, en las cuales los nuevos concesionarios debieron efectuar notables inversiones, de varios millones de dólares. En contraste, los canales existentes recibieron gratuitamente sus concesiones sin haber tenido que inmovilizar ni hacer rentables tales fuertes inversiones.
Si esta pesada carga ha debido soportar la industria nacional de la televisión privada, fácil resulta imaginar a las que han estado expuestos los productores independientes carentes de políticas claras de fomento para el desarrollo de la industria del cine y la televisión y faltos de apoyo en la realización de sus innumerables proyectos artísticos.
A pesar de ello y haciendo gala de un considerable coraje y determinación para emprender la aventura de gestar producciones independientes, nuestro país ha ganado un merecido prestigio a nivel internacional por su producción cinematográfica gracias al esfuerzo de algunos destacados productores y cineastas.
Resulta evidente que esta industria necesita de fuertes y decididas políticas de apoyo gubernamentales, a través de fondos concursables con recursos muy superiores a los actuales, o financiamiento directo a través de recursos provenientes del Fondo de Asistencia Técnica de la Corporación de Fomento de la Producción.
Del mismo modo, útil resulta destacar que esta industria es potencialmente exportadora y que su desarrollo se ha debido al esfuerzo de algunas destacadas personalidades, haciéndose necesario la elaboración de políticas fiscales de fomento a la industria del cine y la televisión independientes.
12. Propiedad de los Medios.
La globalización de la industria de la televisión ha configurado grandes conglomerados internacionales que participan en la propiedad de estaciones locales abiertas. En nuestra legislación, la inversión extranjera en la industria de la televisión está permitida y de hecho participa en la propiedad de varios canales. Ello sin embargo no se traduce, por expresa disposición legal, en la composición de los entes directivos formales aunque es bien sabido que están involucrados en los hechos en la gestión de las empresas.
La ley actual establece que sólo podrán ser concesionarias las personas jurídicas de derecho público o privado, constituidas en Chile y con domicilio en el país. Sus presidentes, directores, gerentes, administradores y representantes legales deberán ser chilenos.
Esta disposición refleja la intención de reservar la televisión abierta para los chilenos. No obstante, no existe ninguna prohibición respecto de la posibilidad de capitales extranjeros de participar en la propiedad. Es así como crecientemente inversiones mexicanas, venezolanas, canadienses y norteamericanas han adquirido porcentajes importantes de la propiedad de estas concesiones, manteniendo eso sí la formalidad de constituir sociedades chilenas.
En los hechos la norma antes citada no asegura que la televisión abierta se encuentre efectivamente dirigida por entidades nacionales, sino que contribuye a generar falta de transparencia en el sector.
Del mismo modo, esta incongruencia entre propiedad y gestión resta vigencia efectiva a la norma establecida en el artículo 15 inciso final de la ley Nº 18.838 que señala que no podrá adjudicarse una concesión nueva a la persona jurídica que sea titular de una concesión VHF o que controle o administre a otra concesionaria de servicio de radiodifusión televisiva de libre recepción VHF, en la misma zona de servicios del país, norma que puede ser superada por la simple constitución de una persona jurídica distinta, aun cuando el capital y la gestión se encuentren confundidos.
Aunque, en general, se comparte el espíritu de la legislación que nos rige, en el sentido de garantizar que sean ciudadanos chilenos los que preferentemente gestionen los canales de televisión abierta, no existía entonces ni existiría ahora la decisión de circunscribir dicha industria en exclusividad a capitales nacionales. Por el contrario, la globalización de las comunicaciones en el mundo moderno permite establecer requisitos de proporcionalidad entre capital extranjero y gestión chilena que garanticen que los propietarios puedan estar presentes en la sociedad para que su responsabilidad pueda hacerse efectiva contribuyendo a una mayor transparencia.
Debe reconocerse, entonces, la presencia de capital extranjero en las empresas de televisión abierta estableciendo un debido equilibrio con la necesaria participación de chilenos en el directorio y en la gestión.
La ley actual, con miras a evitar la concentración y asegurar la diversidad, ha establecido la prohibición de que una persona jurídica tenga más de una concesión en una misma zona de servicio.
No obstante, la constitución de sociedades destinadas a cumplir con los requisitos legales hace que, en los hechos, los mismos propietarios puedan tener uno o más canales de televisión abierta, atentando en la práctica a una efectiva transparencia en la propiedad y la gestión a fin de garantizar su aplicación.
13. Lenguaje televisivo.
Hablar de la importancia del lenguaje en la televisión chilena es plantearse, como expuso el Profesor don José Luis Samaniego en el Seminario que realizara esta Comisión, en primer lugar que, englobando a las tres funciones consabidas de la televisión -educar, informar, entretener-, subyace una función que es fundamental en estos tiempos de globalización de las comunicaciones (televisión por cable, internet) cual es la de ser espacio de identidad en cuanto a reconocimiento del sentido de pertenencia propia y colectiva. Corresponde señalar que esta función subyacente de la televisión es compartida con uno de sus medios de expresión: el lenguaje articulado. En efecto, la lengua, por el hecho de ser instrumento de comunicación a la vez que por constituir un patrimonio comunitario, y en el caso de la lengua española, un patrimonio cultural plurinacional y multiétnico, es espacio de encuentro en el que alcanzamos nuestra propia identidad personal y el reconocimiento de nuestra pertenencia a una comunidad.
Ahora bien, por constituirse ambos medios de comunicación -lenguaje y televisión- en espacio de encuentro, conllevan no sólo ese principio de identidad personal y comunitaria, sino también el principio de alteridad, esto es, el ser para otro. En efecto, así como no cabe concebir la televisión sin la teleaudiencia tampoco se concibe el lenguaje sin un destinatario, el oyente, porque la palabra en cuanto signo en uso tiene un inmensurable poder vivificante, fundante de sentido y vinculante con respecto a nosotros mismos, en nuestra propia identidad interior, como, para desde allí, poder luego, en actitud dialógica de apelación-respuesta, salir fuera a establecer vínculos con el otro, transformándolo en “tú”, entendido como copartícipe de una relación personal mutua, profundamente creativa y enriquecedora para ambos.
Asimismo, y compartiéndolo con este poderoso medio de comunicación que es la televisión, la lengua desempeña un papel fundamental como generador y transmisor de cultura y como configurador de pensamiento. Cada lengua supone una categorización de la realidad extralingüística, pues si bien, como producto histórico, ella ha sido forjada por la acción determinada de hombres situados en una realidad concreta y por ello su organización léxico-semántica y sintáctica responde a esa acción de generaciones sucesivas, en un momento dado, esto es, a nivel sincrónico, se impone al individuo. Por ello, la lengua opera como lente, como prisma que recorta internamente la realidad y, en último término, actúa sobre ella. Así, la lengua transmite, refleja, orienta la manera de percibir la realidad, a la vez que es determinada por la experiencia no lingüística de la comunidad. Y en cuanto configuradora de pensamiento, ella opera como agente mediador entre una determinada experiencia y su estructuración conceptual y como soporte de todas las posibilidades que el pensamiento mismo puede desarrollar. De este modo, lengua, cultura y pensamiento se imbrican en un complejo juego de factores del que sólo conocemos algunos elementos.
Si esto es así a nivel de la lengua como sistema, también en el empleo concreto que los usuarios hacen de ella, es decir, en el nivel del discurso como acto individual se mantiene la correlación entre lengua y cultura y lengua y pensamiento. De aquí que, por una parte, la riqueza y propiedad del léxico empleado permita expresar en el hablante y distinguir en el oyente matices más finos de la realidad y acceder a ella en toda su complejidad, sin desvirtuarla; y por otra, que la acertada selección de la combinatoria sintáctica posibilite expresar las múltiples formas posibles de relación que se dan entre las realidades, disponiendo la mente y la atención del oyente para apreciar la realidad desde una determinada perspectiva.
Cabe considerar, además, que este papel fundamental de la lengua se ve necesariamente potenciado desde la perspectiva de la televisión, porque en ella convergen como medios de expresión lengua, imagen y sonido.
Este enorme poder social del lenguaje, mayor todavía cuando se constituye en habla pública, y elevado a su máximo grado por el no menos innegable poder social de la televisión, conlleva, por cierto, un desafío y una enorme responsabilidad para todos y particularmente para quienes lo utilizan desde el estatus de poder que por sí mismo otorga este medio poderoso de comunicación.
Dado este desafío y responsabilidad en el uso de la lengua en y desde la televisión, por el poder social que ella alcanza y por los principios de identidad y alteridad que están en juego, debemos reflexionar sobre el problema que aquí nos ocupa, situándolo en su contexto real. Para esto es necesario tener presentes los siguientes aspectos:
1. Los profesionales de la televisión -animadores, locutores, periodistas- trabajan con la expresión oral más que con la escrita, teniendo que improvisar constantemente; trabajan, además, con el acontecer cotidiano, con aquello que es esencialmente efímero -lo que es noticia hoy deja de serlo mañana- y cuyo gran volumen informativo circula por todo el planeta, lo cual permite entender que se deslicen gazapos e incorrecciones idiomáticas.
2. La democratización creciente de la sociedad contemporánea, que va borrando las diferencias entre niveles y estratos, determina que exista un acceso a la televisión por parte de hablantes que hasta ahora no constituían voz pública llevando consigo -como es natural- las peculiaridades de sus formas de habla, reflejo de la diversidad regional, sociocultural y laboral propia de toda lengua y cuya existencia no puede ni debe cuestionarse.
3. La competencia ante el tema del rating tiende a favorecer programas de carácter eminentemente popular y condiciona muchas veces a locutores y animadores a recurrir conscientemente a formas de expresión no aceptadas por la cultura oficial. En este sentido, es conveniente que los auspiciadores tengan presente que el “rating” suele ser inversamente proporcional al sector de teleaudiencia de mayor poder adquisitivo.
Las consideraciones anteriores hacen posible hablar hoy de una variedad idiomática del español, que es propia de la televisión y de los medios de comunicación en general. Constituiría ésta una variedad diafásica configuradora de una lengua funcional, la lengua de los medios de comunicación. Variedad que, además, tiende a expandirse, homogeneizando el uso del español y convirtiéndose en verdadera lengua modélica, con poder ejemplar y emblemático para toda la comunidad. Sería éste el nuevo modo de existir de la lengua general, influida por la lengua de los medios, con un fuerte componente oral, alejada de los modelos literarios anteriores, niveladora de los niveles socioculturales en su expresión lingüística y que se estaría conformando como una lengua mucho más homogénea.
Esto ha llevado a decir que el español del futuro será lo que los medios de comunicación, y entre éstos principalmente la televisión, quieran que sea, manifestándose así el poder que ejercen dichos medios, más allá del prestigio de la palabra literaria, del papel regulador de las academias y del papel educativo de la enseñanza formal.
Precisamente, porque la lengua de la televisión es fiel testimonio de la lengua viva, del uso real que acoge “incorrecciones”, giros nuevos, préstamos no siempre necesarios -todos ellos producto de tendencias bullentes en su seno, propias de un proceso de gestación que nunca termina-, al acogerlos y darles el estatus y prestigio, se convierte esta lengua en poderoso agente del cambio lingüístico, siempre necesario para que el instrumento esté a punto, a la altura de los tiempos.
No obstante las consideraciones precedentes y precisamente por la responsabilidad y principios de identidad y alteridad ya señalados, ante el uso del lenguaje en y desde la televisión, es necesario plantearse también en el sentido del lingüista rumano Eugenio Coseriu que saber hablar es manifestar un saber, sujeto a juicios de conformidad en planos diferentes como lo son los planos biológico y cultural.
Plano biológico. Si bien se considera un saber no estrictamente lingüístico, por el hecho de referirse a saber utilizar el mecanismo sicofísico y los instrumentos naturales de que dispone el ser humano para producir los sonidos, cumple un importante papel en televisión y en el habla pública en general. La mala articulación oral de los sonidos de la lengua puede, de hecho, interferir u obstaculizar la comunicación, llegando a bloquearla. Por ello existe el derecho a exigir que, por lo menos, el discurso sea comprensible, a que se cae muchas veces en articulaciones deficientes que afectan a la codificación del mensaje por parte del oyente, violando así en el nivel mínimo el principio de alteridad. En este sentido, la educación de la voz cumple plenamente su objetivo para animadores, cantantes, locutores, oradores, políticos, profesores y todos aquellos que por su ejercicio profesional acceden al habla pública. Y ciertamente es deseable se pudiese extender a la educación formal de todo el país.
Plano cultural. Corresponde a un saber más estrictamente lingüístico y abarca un doble nivel: el histórico y el discursivo.
En el nivel histórico se trata de saber hablar la lengua según las tradiciones idiomáticas, esto es, saber usar el sistema de la lengua manifestado en reglas fonológicas, gramaticales y léxico-semánticas. Es en este nivel donde cabe emitir juicios de gramaticalidad o agramaticalidad, de corrección o incorrección, de riqueza o pobreza léxica, de riqueza o pobreza en el empleo de recursos sintácticos. En nuestra opinión, constituyen estos dos últimos un grave problema por concernir al núcleo de imbricación que existe entre lenguaje y cultura y lenguaje y pensamiento, como quedó señalado anteriormente. La pobreza léxica en el uso de la lengua en general y de los medios y, por ende, de la televisión, en particular, recorta burdamente la experiencia extralingüística, no permitiendo dar cuenta de matices, distorsionando la realidad a la vez que simplificándola, condicionando de este modo en el oyente una percepción también pobre y burda de la realidad que para nada favorece el desarrollo de un espíritu crítico y alerta. La pobreza en el uso de recursos sintácticos, por su parte, también impide la captación de las distintas formas posibles de relación entre las experiencias que se comunican, expresadas a través de los variados esquemas de relaciones sintácticas. Ambas deficiencias llevan a mirar lo real desde perspectivas restringidas, manipulando en cierta medida, involuntaria o intencionalmente, la mente de la teleaudiencia. Estas formas de pobreza léxica y sintáctica implican, al menos, un reduccionismo tanto lingüístico como cognitivo altamente peligroso.
En el nivel discursivo, el plano cultural corresponde a saber construir discurso en cuanto acto de habla individual que expresa el propósito del hablante y que corresponde a la circunstancia exterior o situación concreta de comunicación, al estatus de poder del hablante, a la simetría o asimetría de estatus entre hablante y oyente, al manejo compartido de contenidos culturales, al dominio de lo presupuestado y de lo implicado en lo que se dice. En este nivel, la distinción entre el hablar privado y el hablar público adquiere toda su importancia y es en este nivel donde cabe emitir juicios de lo coherente o incoherente, lo congruente o incongruente, lo apropiado o inapropiado, lo conveniente o inconveniente, lo oportuno o inoportuno, lo natural o rebuscado, lo eficaz o ineficaz, lo verdadero o falso, como asimismo del buen criterio o mal criterio, del buen gusto o mal gusto de los hablantes. Un discurso no manifiesta sólo saber lingüístico; manifiesta también el ser intelectual y moral del hablante, por ser un acto de conducta que como tal puede corresponder o no a determinadas normas y convenciones sociales, puede concordar con las costumbres o no concordar con ellas. Es, precisamente, el juicio del buen gusto o mal gusto el que preferentemente suele escucharse sobre ciertos programas de la televisión chilena o sobre ciertos animadores de los mismos. Antonio de Nebrija , autor de la primera gramática de nuestra lengua, publicada en 1492, da testimonio de que Isabel la Católica tenía este juicio como criterio rector en el uso de la lengua. Hoy, como ya se sabe, este criterio del buen gusto está expresamente vigente en las programaciones de la televisión británica.
Ahora bien, el mal gusto en materias idiomáticas corresponde a la vulgaridad y chabacanería, nunca justificables y menos en el hablar público, aun cuando la sociedad permita ciertas licencias a los humoristas pero sólo en esas situaciones de comunicación y dentro de ciertos límites; jamás a los locutores, animadores y demás profesionales de la televisión.
También es cierto que el mal gusto no sólo puede manifestarse en el uso de la lengua, sino en todo orden de cosas y en los contenidos mismos de la programación. La programación de la televisión chilena debe aspirar a cubrir toda la gama de la cultura nacional, todos aquellos aspectos que configuran la realidad nacional, los intereses de la teleaudiencia en toda su diversidad, desde los temas más excelsos de la cultura a las expresiones legítimas de la llamada cultura popular, sin que se confunda -como suele ocurrir erróneamente- calidad en la programación y cultura de elite, por una parte, y cultura popular y vulgaridad o chabacanería, por otra.
14. Educación para ver televisión.
La Comisión estima que resulta primordial la existencia de una instancia que ensamble el tema educación-comunicación-televisión, con una participación activa de los usuarios y, principalmente, de los padres.
En tal sentido, el niño debe ser enseñado por sus padres y profesores, tanto a ver espacios televisivos gratificantes y enriquecedores, como a no ver aquéllos que le puedan degradar en su dignidad humana. Una adicción desordenada a la televisión, por lo demás, impide el juego del niño y la convivencia con la familia.
La capacidad de imitación que tiene el niño debe ser orientada al conocimiento de personajes reales ejemplares y no hacia “héroes” imaginarios dudosos.
Los padres no deben abdicar frente a la televisión al deber y la responsabilidad formativa que les corresponde. Por su parte, la televisión infantil debe fomentar aquellos espacios que tengan que ver con el desarrollo de valores y derechos humanos, valores familiares, ocupación positiva del tiempo de ocio, estudio y cultivo de la cultura y del espíritu.
Asimismo, estima que no es conveniente que el niño vea el programa que se le antoje, sea con la complicidad de sus padres, como a escondidas de éstos. Ver o no ver televisión no debe convertirse para el niño en un premio o castigo.
El niño debe aprender los valores morales en el ámbito de la familia, la escuela y la convivencia con los demás, no en los personajes y acciones de la televisión.
Cualquier espacio que incluya erotismo, sexualidad, violencia, maldad, permisividad, masoquismo, materialismo, delincuencia, racismo, etcétera, no es apto para niños.
Los padres de familia deben esforzarse por buscar alternativas a la televisión: visitas a museos y parques naturales, sesiones de teatro, proyección de videos, cinefórum, fomento de tertulias familiares, práctica de acciones solidarias en favor de los demás, etcétera.
La cultura de la imagen debe llegar a los niños por medios que no sea exclusivamente la televisión, es decir, fotografías, exposiciones, mapas, etcétera.
Las tertulias en las que sean comentadas tras su proyección películas o videos pueden enriquecer la comunicación familiar y ser un buen apoyo pedagógico y didáctico.
Los padres y educadores deben estar atentos para que la televisión no convierta a los niños en caprichosos y egoístas consumidores de todo lo que se anuncia.
No hay que hacer caso de la publicidad de juguetes que incite a la violencia, a la discriminación, al racismo, a los juegos con dinero, etcétera.
Los señores diputados integrantes de la Comisión estiman, asimismo, que a los poderes públicos, a las empresas audiovisuales, a los profesionales especialistas en comunicación infantil, les compete una gran responsabilidad referida a crear una mejor televisión para niños.
Cualquier espacio de televisión infantil, estructurado sin ética, sin competencia profesional, sin respeto a los valores y a los derechos de los niños, debe ser tipificado como hecho punible. Una televisión dirigida a niños ha de estar limpia de ñoñerías, bobaliconería, procacidad y precocidad, salvajismo y brutalidad, envidias y enemistades, odio, rencor, pérdida de respeto a la dignidad y a la vida.
La televisión infantil “basura” tiene su origen en el menosprecio a la dignidad del niño como persona. Si los espacios y programas de televisión “basura” son vistos por el niño, éste llegará a confundir realidad con ficción, se desorientará y equivocará al comprender y valorar el sentido de la vida, e irá deformando su propia conciencia.
Transigir con la mala calidad de aquellos programas de televisión inadecuados para los niños equivale a transigir y hacerse cómplice de lo que distorsiona los valores y los derechos de la infancia.
Las actitudes groseras, los hábitos y comportamientos antisociales, las obscenidades, el lenguaje soez, la pérdida del sentido de la autoridad, la vulgaridad y la frivolidad, la apología subliminal o fáctica de conductas reprochables, cualquier menosprecio a la vida humana, etcétera, deben ser erradicados, especialmente de los espacios que tengan a los niños como destinatarios.
Con tal de no perder audiencia infantil, no es válido para la televisión hacer programas “basura”, porque no se trata sólo de satisfacer los gustos de los niños -a veces subliminal y perversamente inducidos-, sino fomentar sus necesidades y aspiraciones nobles.
Ante una programación infantil con baja, discutible y reprobable calidad, los padres de familia, educadores y expertos están legitimados para poner en marcha una crítica constructiva y una “pedagogía de choque”. Ella pasa por rechazar los productos y servicios de quienes patrocinan esos programas con su publicidad. La crítica y la “pedagogía de choque” ante una televisión de mala calidad sirven de poco cuando no se forman corrientes de opinión y no se manifiestan ante los canales de televisión y ante las instituciones públicas que velan por los valores y los derechos de los ciudadanos.
Los padres de familia y educadores deben hacer comprender a los niños que la televisión no es imprescindible para llenar su tiempo de ocio. El ejemplo resulta una terapia eficaz. Si algunos padres ven mucha televisión, ¿con qué criterio van a evitar que sus hijos vean indiscriminadamente aquellos programas negativos para ellos? Sólo quien ama al niño es amigo del niño, respeta y defiende al niño, es sensible y tiene conciencia clara sobre cómo ha de ser una televisión verdaderamente infantil.
Finalmente, la Comisión considera necesaria, en los distintos niveles de los programas educacionales, la inclusión de asignaturas de enseñanza de normas críticas para la calificación de las obras televisivas, tal como se hace con la literatura, la música o la pintura. El niño y el adolescente debieran recibir tanto desde el punto de vista teórico como práctico los rudimentos que les permitan configurar subjetivamente una apreciación estética y ética sobre lo que entrega la televisión, de tal manera que tengan suficiente capacidad para discernir la aceptación o rechazo de las propuestas de los diversos canales.
15. Censura.
En el ámbito de los medios de comunicación y, por tanto, en la televisión, son los propios medios los destinados a velar por la libertad de expresión en términos de su derecho a informar, entretener e instruir de acuerdo con sus propios códigos editoriales.
Los canales de televisión son quienes pueden definir con mayor precisión y claridad los criterios que deben orientar su programación en un marco de respeto por las audiencias. La experiencia internacional recomienda que la función reglamentaria específica debe fluir de los códigos de conducta que pacten entre sí los canales para regular su competencia.
Uno de los problemas más serios de la aplicación de la actual legislación sobre la televisión se refiere a que en Chile el Consejo de Calificación Cinematográfica, establecido en el D.L. Nº 679, de 1974, tiene criterios más restrictivos que los que se aplican en los países de origen de las señales internacionales que se reciben a través del cable o de las películas que se exhiben en la televisión abierta. Los mecanismos de censura de los filmes han sido, por lo demás, cuestionados, y en el Congreso Nacional están pendientes iniciativas que los derogan o perfeccionan.
Este hecho, unido al aumento exponencial de la oferta de televisión, dificulta seriamente la capacidad de los operadores de cumplir con la ley y del órgano regulador de verificar y sancionar su incumplimiento.
En el mundo audiovisual, y en especial en la televisión por cable y satelital, existen cada vez más señales internacionales que emiten para el mundo entero y que se encuentran sometidas a sus legislaciones de origen. En un entorno crecientemente globalizado de la economía y la cultura, la tendencia regulatoria prevaleciente es la de exigir que todos y cada uno de los actores dé cumplimiento a su propia legislación. Sin duda, podrá haber áreas grises en las que nuestra realidad cultural habría sido más estricta o más tolerante, pero la aplicación de nuestros propios criterios de calificación resulta inapropiada para un sistema de televisión abierto y globalizado.
Ello no obsta para exigir que los operadores de televisión deben hacer respetar la franja horaria infantil exigiendo que durante ese horario las señales extranjeras o en sus propias programaciones no exhiban contenidos para adultos de acuerdo a la calificación vigente en su país de origen.
16. People meter.
En julio de 1993, los ejecutivos de TVN tenían una buena razón para estar inquietos: sus programas mostraban una caída en el rating que les parecía sospechosa. ¿Estará el people meter funcionando adecuadamente?, era la pregunta que rondaba en el ambiente. Para averiguarlo, pidieron un estudio a Skopus, Centro de Investigaciones de Mercado y Opinión Pública, quienes detectaron numerosos problemas al revisar el método empleado, tales como una muestra muy pequeña y fórmulas estadísticas mal aplicadas. Propusieron un sistema de medir el rating alternativo para comparar resultados.
Si bien este proyecto nunca se materializó, la inquietud de TVN es un ejemplo de las suspicacias que genera un sistema que pocos saben a ciencia cierta cómo funciona y que, sin embargo, determina qué se ve en la pantalla chica y quién se lleva la mejor parte de la inversión publicitaria destinada a televisión. Esto no es poco, pues en Chile se gastaron, en 1998, 132 mil millones de pesos por este concepto, lo que equivale al 42.9% del total de la inversión publicitaria.
En general, nadie pone en duda que el people meter es, por ahora, el más confiable método posible. No es perfecto, pero aún no hay nada mejor. Utilizado en Estados Unidos desde mediados de los ’80, se instaló en Chile en 1992 y vino a reemplazar al célebre cuadernillo, que no era otra cosa que un papel donde las personas encuestadas marcaban diariamente los programas vistos. Su principal debilidad era estar basado en la memoria humana, que es frágil y fácil de manipular. Al contrario, el people meter se maneja con variables exactas.
En 1991 se realizó la licitación del actual sistema, convocada por las asociaciones de televisión (Anatel), de publicidad (Achap) y de avisadores (Anda). Tres empresas compitieron: la estadounidense Nielsen , AGB Inglaterra y la chilena Time, asociada con Ibope, compañía líder en Brasil, Perú, México y Colombia, ganando esta última. La construcción del aparato fue asumida por Micrológica, empresa de servicios de ingeniería. Básicamente, se trata de una máquina que contiene una pequeña computadora, con una memoria de 32 kilobytes, la que se conecta a cada televisor del hogar encuestado. Son 340 hogares de Santiago, elegidos al azar, los que forman la muestra, 85 por cada grupo socioeconómico, es decir, unas 1. 600 personas y 900 televisores con su correspondiente people meter.
En cada casa hay un aparato “maestro” y uno o más “esclavos”. Estos últimos mandan la información al aparato principal, el que, a su vez, está conectado a una antena. La antena se comunica con un nodo en el cerro San Cristóbal , desde donde se envía la información de los 340 hogares a la central de Time-Ibope, en el barrio Bellavista. Aquí los datos son tabulados y enviados a cada canal. Todo el proceso, asegura el gerente general de Time-Ibope, Patricio Moyano , no dura más de un minuto.
En contraste a la aparente perfección del mecanismo de comunicación de los datos, el proceso de recopilación de éstos se advierte más vulnerable.
Aquí entra en juego el hombre y se sabe que esto significa un margen de error difícil de cuantificar. En efecto, los miembros de cada hogar encuestado deben estar dispuestos no sólo a colaborar -hay un 20% de rechazo a participar-, sino también a manejar correctamente el aparato y a no manipular los datos. La familia debe hacer un esfuerzo por aparentar que nada ha cambiado y que sus hábitos de ver televisión siguen siendo los mismos.
Pero esto no es fácil. De partida, cada miembro debe identificarse con un número para ver televisión. Así, al sentarse frente a la pantalla lo primero es apretar el botón del control remoto correspondiente a su código -1 para el padre, 2 para la madre, etc.- y luego el de su canal de preferencia. Si hay varias personas viendo televisión, debe anteponerse el código de cada uno de ellos. Si hay visitas, también. Y si una persona pasa más de 15 minutos sin cambiar de programa, una luz en el aparato comienza a parpadear lo que le recuerda que debe volver a identificarse para saber si realmente sigue frente a la TV, y no se quedó dormido o se fue a la cocina y se olvidó de apagarla.
Micrológica reconoce que los problemas más frecuentes se deben a una operación incorrecta del aparato por parte de los encuestados. Esto último alude a otro aspecto controvertido del sistema: ¿qué se le entrega a cambio de su cooperación a las familias? Según el gerente de Time-Ibope, no se les paga pero se les dan “incentivos”, entre los cuales está precisamente un servicio técnico gratuito y permanente de sus televisores, a cargo de la misma empresa Micrológica.
Probablemente el punto menos infalible sea la posibilidad de que personal no autorizado tenga acceso a las personas de la muestra, con la intención de influir en los resultados. Esto ha generado suspicacias en el medio televisivo, ya que muchos aseguran que algunos canales se han acercado a los encuestados y les han ofrecido estímulos materiales -como televisores anexos- para comprometer sus preferencias. Sin ir más lejos, una auditoría realizada en 1993 por Deloitte & Touch concluyó que el sistema era “vulnerable”.
Los testimonios de personas que han colaborado con el sistema de medición revelan, además, que no se estaría cumpliendo un requisito que está especificado en las bases: la rotación total de la muestra de 340 hogares cada seis meses. Desde el punto de vista estadístico, también hay críticos. No cuestionan el sistema, pero discrepan de su aplicación, puesto que la muestra de 340 hogares “es muy pequeña” y por eso las diferencias que resultan no son “estadísticamente significativas, sobre todo cuando se dan separadas por nivel socioeconómico”. Si un programa tiene 25 puntos y otro 21, esa diferencia no es relevante y perfectamente podrían estar empatados.
Otro asunto que se considera discutible, es que se entreguen resultados por hogares y no de personas, puesto que un hogar puede tener tres televisores encendidos al mismo tiempo y no tener sólo a una persona frente a la pantalla ya que pueden ser varias por aparato.
Es claro, no obstante, que el sistema no será totalmente representativo mientras no incluya los canales del cable y no se aplique en otras ciudades fuera de Santiago. Si lo primero comenzará a medirse a partir de febrero, lo segundo deberá esperar a la nueva licitación para medir sintonía televisiva, que se decidirá en mayo. Y, por supuesto, dependerá de la suma que los canales estén dispuestos a desembolsar.
El próximo 30 de noviembre vence el plazo para que las empresas interesadas en medir la sintonía de la televisión chilena presenten sus proyectos.
La única exigencia de la próxima licitación es que el sistema de sondeo debe ser al menos igual al que está en vigencia pero más barato. Entre las escasas informaciones que hay sobre las innovaciones técnicas, debido a que todas las compañías acordaron mantener silencio, trascendió que se planea establecer un people meter en todo Chile y que el rating on line (minuto a minuto) sobrevivirá sólo por ocho años más, duración del próximo período.
Si bien es legítimo el uso del “people meter” para medir sintonía, su variedad “on line”, en opinión de muchos especialistas, genera una distorsión de las programaciones “en vivo” que se están transmitiendo, pues desencadena entre los canales una competencia a menudo intuitiva y carente de reflexión.
17. Identidad cultural.
Los temas de identidad cultural y televisión han ocupado un espacio significativo y recurrente tanto en el debate y en la literatura académica, como en la discusión entre los profesionales de la TV, en particular cuando los países discuten sus políticas culturales en materia audiovisual o definen sus marcos regulatorios televisivos.
Con todo, y a pesar de la relevancia del tema, en América latina, la discusión sobre estas materias se ha caracterizado por ser en extremo genérica y especulativa, adoleciendo de graves inconsistencias e imprecisiones en el plano teórico, fundada más en hipotéticos implícitos conceptuales que en una sólida evidencia empírica.
En Chile, sin embargo, el problema de la identidad cultural y la televisión no ha suscitado, ni a nivel académico ni a nivel político, la atención y las controversias que era razonable esperar. Sólo en los últimos años, a instancias del Consejo Nacional de Televisión se ha iniciado una línea de investigaciones sobre televisión, donde el tema de identidad cultural ha comenzado a ser abordado.
Lo primero que cabe consignar en relación a este tema, es el importante consenso existente acerca del hito que han significado los medios de comunicación -y particularmente la televisión- en la constitución de los procesos de identidad cultural y nacional de las sociedades modernas.
Muchos analistas coinciden en afirmar que la televisión preside un tránsito crucial en el despliegue de la modernidad, en el sentido de haber contribuido a desencadenar el paso de una cultura organizada jerárquicamente, con accesos diferenciales y fuertes distinciones estamentales respecto al consumo cultural, a una cultura distribuida masivamente mediante nuevas relaciones entre los mercados, las industrias y los bienes culturales.
Ante un público a la vez diverso y diferenciado, la televisión despliega ahora una pluralidad de lenguajes y consumos simbólicos que se han constituido en un factor que gravita poderosamente en la existencia y pensamiento de sus audiencias. Con el ingreso de la televisión, irrumpen las nuevas condiciones de la modernidad, donde las jerarquías canónicas de la cultura se ven sometidas a una profunda redefinición. Como lo dice Eco, “la televisión y el sistema general de industria cultural extiende un conjunto o una red tal de condicionamiento recíproco que incluso la idea de cultura se ve afectada”.
En estos términos, con la televisión la cultura deja de ser tan sólo una manera distintiva de comportarse y de vivir de las clases sociales, y se transforma también en un espacio central de producción, intercambio y consumo de bienes y signos simbólicos comunicados. Pero sobre todo, en este proceso, la televisión misma emerge como una poderosa fuente de identidad nacional y cultural.
Se entiende como identidad cultural, toda aquella dimensión valórica simbólica que contribuye al proceso de construcción de sentido a los miembros de una sociedad. En palabras de Castells, los procesos de identidad cultural de una sociedad son la fuente de sentido para sus miembros. Una sociedad, como nos recuerda McQuail, tiene un conjunto central de atributos culturales que identifican a un agrupamiento humano, en especial a aquel que posee una ubicación clara en el tiempo y el espacio, como una nación, una minoría étnica o religiosa. La cultura, entendida de esta manera, expresa un sentido de pertenencia a un lugar, un período o una comunidad.
Por lo mismo, la cultura concurre decisivamente a que los seres humanos encuentren o elaboren un sentido personal de su experiencia individual, y un sentido compartido de su experiencia colectiva. No es de extrañar, entonces, que el advenimiento de la televisión altere radicalmente los procesos de identidad, de construcción de sentido y pertenencia de los miembros de una sociedad.
Tal como lo plantean autores como Thompson y Morley , los medios -y la televisión en particular- introducen un cambio específico importante con respecto al conjunto de prácticas y actividades que una comunidad realiza en conjunto y que reconoce como centrales para establecer quién es y a qué mundo pertenece.
Con la irrupción de los modernos medios, estos procesos simbólicos dejan de requerir un espacio común físico, deslocalizándo -dislocando- el presente, la historia y los horizontes compartidos de una comunidad.
Para la sociedad y sus miembros -como lo señala Thompson- es cada día más central recurrir progresivamente a los materiales simbólicos transmitidos a través de los medios para formar una identidad coherente sobre ellos mismos. Los medios -en particular la televisión- extienden y masifican experiencias que anteriormente habían sido localizadas y restringidas y, por otro lado, crean y reconvierten el pasado y la tradición de una comunidad.
Dentro de estos procesos de constitución y redefinición de identidades culturales, la televisión ha sido muy importante en la conformación de ese particular pero relevante proceso de identidad cultural que es la formación de las naciones modernas. La radio, y luego la televisión han sido claves para que las audiencias se sientan e imaginen miembros de una comunidad nacional e incluso se asuman como responsables de un destino común.
Este rol ha sido particularmente importante en América latina, donde el cine, la radio y la misma televisión se han constituido en agentes centrales a través de los cuales las personas se representan y se viven a sí mismas como miembros de una comunidad nacional. Aún más, si uno recurre a la literatura especializada que trata de este fenómeno en Latinoamérica, prevalece la opinión de que estos medios le habrían proporcionado a los habitantes de distintas regiones y provincias, la primera experiencia masiva y cotidiana de nación, y habrían convertido la idea política de la nación en experiencia y sentimiento.
Dentro de estos medios, la televisión por su organización nacional, por su masividad, por su impacto y accesividad, y por su capacidad de crear la ficción de una interacción cara a cara a través de la presencia del otro en el hogar, sería el agente que cumplió el rol más significativo en la nacionalización de las prácticas y de las dimensiones simbólicas de nuestras culturas. Tomando las debidas precauciones de no adjudicar a los medios, y particularmente a la televisión, el carácter de único agente de integración nacional, hay bastantes evidencias para avalar la tesis sobre el rol protagónico de este medio en la conformación de la identidad nacional. Para Jesús Martín-Barbero , los medios han sido determinantes en el proceso de nacionalización de las masas, es decir, todos aquellos procesos en los que las personas se incorporan a la nación.
Barbero nos señala que la significación social de los medios, y en especial de la televisión en América latina, no radica en su organización industrial ni en su dimensión ideológica, sino en las modalidades por las cuales las capas populares se han “apropiado” de los medios masivos y reconocido su identidad. De esta forma, ‘la nación ha absorbido al pueblo, transformando la multiplicidad de la diversidad cultural en una sola aspiración: el sentimiento de nacionalidad. Entonces, la diversidad legitimó la unidad irreemplazable de la nación’, tejiéndola a través de la construcción de caminos, ferrocarriles, redes de telégrafo y telefonía, prensa, música, cine y fundamentalmente a través de la radio y la televisión.
Sin embargo, el impacto de la televisión en la constitución de la identidad nacional se da en un contexto bastante preciso: medios organizados nacionalmente con una oferta limitada en términos de canales y cobertura horaria, y un relativo equilibrio en la programación de la pantalla entre producción nacional y extranjera.
Ahora bien, hacia mediados de los ’80, este escenario cambia en la mayoría de nuestros países, iniciándose un proceso de veloces y profundas transformaciones del sistema de comunicación, y particularmente de la industria audiovisual, marcado principalmente por la creciente dinámica de globalización. Este proceso, todavía en pleno curso, está redefiniendo de manera drástica los efectos de los medios en los mecanismos de construcción de identidades culturales y, particularmente, de elaboración de las identidades nacionales en la región.
El sistema televisivo chileno no ha sido ajeno a este proceso de cambio. Desde comienzos de la década de los ’90 ha venido experimentando quizás su mayor transformación en sus casi 40 años de existencia.
Un primer plano de las transformaciones y cambios que operan en las últimas décadas en el sistema televisivo en Chile tiene que ver con el crecimiento y expansión de la oferta de programación televisiva.
En primer lugar, se desarrolla en los últimos años un aumento significativo de la oferta total de horas de televisión. En 1990 la oferta no alcanzaba las 20 mil horas anuales de programación. En la actualidad, el sistema ha casi triplicado la oferta total de horas de libre recepción, alcanzando las casi 60 mil horas.
Por otro lado, ha aumentado también el número de canales de televisión. Es así como en Santiago, desde 1989, con el advenimiento de la televisión privada, aumentan de 4 a 8 los canales de libre recepción. A escala nacional, también se producen cambios. En efecto, el acceso al satélite -con su mayor capacidad de cobertura y sus menores costos de retransmisión de señales-, hizo posible que estaciones televisivas con una reducida cobertura del territorio nacional iniciaran un proceso de expansión de su red. Esto ha permitido transitar de un esquema histórico, vigente hasta fines de los ’80, de sólo 2 redes con cobertura nacional a un sistema de 5 redes con una amplia cobertura a nivel nacional.
En este mismo plano de la oferta, otro cambio en extremo significativo, está asociado a la irrupción de la televisión por cable. A inicios de la década, la televisión por cable se circunscribía prácticamente a sólo 1.000 suscriptores. En la actualidad, la cifra de suscriptores de cable se acerca a los 800 mil hogares, convirtiéndose en una realidad masiva para los estratos altos y medios, y encontrándose en un proceso de penetración en los estratos populares. Estas cifras implican una tasa de penetración cercana al 25%; es decir, uno de cuatro hogares chilenos contaría con servicio de cable. En lo que concierne a su cobertura territorial el cable llega a más de 70 ciudades, estando presente prácticamente en casi todas las ciudades que cuentan con más de 50 mil habitantes. Los operadores de cable ofrecen anualmente más de 1.200.000 horas de programación.
Hay que destacar que estos sustantivos cambios en la oferta se hacen en el contexto de ingreso a la propiedad televisiva chilena del actor privado y, en especial, del capital extranjero. Por primera vez en la historia de la televisión chilena, importantes empresas y grupos extranjeros, entran a controlar tanto la televisión abierta como la televisión por cable. Es así como tres importantes grupos latinoamericanos tienen una injerencia importante en el control de tres canales chilenos: Televisa controla el 50% de Megavisión, Venevisión controla el 99% de Chilevisión y el grupo multimedial centroamericano de Ángel González controla el 60% del canal chileno La Red. En lo que dice relación con la televisión por cable, el grupo UIH acaba de acceder a la propiedad y control del principal operador de cable en el mercado chileno, VTR; en tanto que Telefónica de España en conjunto con TCI controlan el 55% de la propiedad del segundo operador de cable local, Metrópolis-Intercom.
Paralelamente al incremento significativo de canales y de horas de programación, crece también significativamente la proporción que tenía históricamente la programación nacional. En efecto, en materia de televisión abierta, se produce un aumento cualitativo y cuantitativo de la programación nacional. En 1987, cuando existían cuatro canales y se emitían solamente 40 mil horas, la producción nacional no alcanzaba a ser el 40% del total de la programación. En 1998, el porcentaje de programación de contenido nacional en las más de 50 mil horas que transmiten las señales abiertas, supera el 60%. Pero este protagonismo que asume la producción nacional es más significativo cuando se analiza el horario prime time. De acuerdo a estadísticas del Consejo Nacional de Televisión, durante algunos meses de 1998 la programación en este horario -cuando están encendidos más del 70% de los televisores- el 81% de los programas transmitidos eran totalmente de producción y contenido nacional.
Este protagonismo de los contenidos locales y nacionales también aflora en el cable. Aunque la oferta de televisión por cable es abrumadoramente de origen extranjero (en Chile de las 180 señales transmitidas en el cable, 96 son extranjeras), la presencia de contenidos nacionales y locales no deja de ser significativa. Lo es aún más si se considera el origen y el idioma en que se emiten. Al respecto, cabe señalar que sólo un 33% de la oferta extranjera y un 20% del total es norteamericana. En definitiva, hay que enfatizar que cerca del 80% de estas señales se emiten en idioma español, correspondiendo en su mayoría a señales latinoamericanas.
Además, las cifras relativas a las señales locales nos muestran un fenómeno de gran relevancia. En términos históricos, la oferta regional-local en los orígenes y en la primera etapa de la televisión chilena era prácticamente inexistente. Con la expansión e irrupción del cable, sobre todo en provincias, comienza a desarrollarse un fenómeno inédito, cual es la emergencia de pequeñas señales locales, cuya programación incluye espacios destinados a informar, dar a conocer y expresar la realidad local, la que antes prácticamente no tenía cabida en la organización nacional de la televisión. De esta forma, en 1994 ya eran 24 las señales de contenido local que correspondían al 34% del total de señales que ofrecía el cable. En 1995 las señales de procedencia nacional suben a 61, en 1996 a 76, representando el 44% de la oferta total de señales ofrecidas en el cable. Estos datos evidencian una presencia inédita y protagónica de lo local y regional en este escenario de cambio que introduce el cable; si bien hay que señalar que la mayoría de estas señales son pequeñas, con pocas horas de transmisión, con escasos recursos y financiamiento. En todo caso, lo decisivo es que, aun con este carácter limitado y muchas veces precario, estas señales emiten contenidos locales y nacionales que antes no estaban presentes en el escenario audiovisual chileno.
En un contexto de grandes transformaciones en el campo del consumo televisivo, caracterizadas por la fragmentación y segmentación de las audiencias, llama poderosamente la atención la tendencia de los públicos a concentrar sus preferencias en los programas de contenido nacional.
Según los datos medidos a través del ‘people meter’, en Chile el share o porcentaje de la audiencia en programas nacionales ha crecido más de 10 puntos en los últimos años. En 1994 los programas nacionales controlaban un 52,8%, mientras que en 1997 su porcentaje era de un 62,9%. Si tomamos otro indicador, cual es el de los 10 programas con mayor audiencia entre 1996 y 1998 nos encontramos que todos son de origen nacional.
Las razones de este protagonismo de los programas nacionales en la audiencia chilena lo evidencian de una manera clara los estudios e investigaciones de carácter cualitativo del Consejo Nacional de Televisión. Estos estudios nos demuestran que el factor principal que motiva la demanda y el consumo por este tipo de programación es la identificación con los contextos culturales nacionales y locales, y con las situaciones y personajes del entorno inmediato que aparecen en dicha programación televisiva. Los estudios son concluyentes en cuanto a que las personas reconocen en estos programas significados, intenciones, actitudes, roles, y un sinnúmero de representaciones propias de la sociedad y de la cultura de la que los televidentes son parte y que, por consiguiente, aparecen dotados de una plenitud de sentido y refuerzan los sentimientos de pertenencia e identidad de la audiencia. En definitiva, la identificación de contenidos culturales de la cotidianeidad en la programación televisiva produce cercanía y sentido entre las audiencias, aumentando a su vez el interés y el compromiso emocional con dichos contenidos.
Por otra parte, y reafirmando lo anterior, los estudios de audiencia también nos muestran que la alta demanda por los programas nacionales, tiene que ver con el alto potencial de sociabilidad que estos contenidos televisivos generan, en la medida en que son susceptibles de ser compartidos con otras personas, produciendo así una forma de participación colectiva en torno a tópicos mediáticos y experiencias comunes.
Pero quizás uno de los aspectos más interesantes es el hecho de que los estudios revelan que para las audiencias la identidad cultural constituye un factor clave en la evaluación de la calidad de la programación televisiva. En efecto, a partir de los estudios cualitativos de opinión, se puede sostener que de todas las funciones que las audiencias reconocen en la televisión, la identidad -con sus componentes conexos de cercanía y sentido de la realidad- constituye uno de los factores más gravitantes tanto en la dimensión de gratificación que proporcionan, como en la incidencia que tiene respecto a la evaluación que se hace de la calidad de los programas. Si bien los datos muestran que los programas mejor evaluados en términos de identidad y calidad se concentran en los géneros de noticiarios, documentales, reportajes y teleseries nacionales; en los últimos años este componente local, nacional e identitario se extiende a un conjunto de otros géneros, que se han agregado con este carácter.
Al respecto, es altamente emblemático en relación con el tema de la identidad y calidad, lo que las audiencias masivas chilenas piensan en torno a las teleseries nacionales. La percepción de calidad de las mismas, depende en gran parte de la identificación cultural de las personas con sus contenidos. En la medida en que las teleseries muestran realidades locales y cotidianas con las cuales las personas se pueden identificar, aumenta la percepción de calidad por parte de las audiencias. Esto es lo que explica el que las teleseries nacionales hayan aumentado en los últimos tiempos no tan sólo sus ratings promedios, sino también su valoración de calidad por parte de las audiencias.
Las transformaciones del sistema televisivo chileno, tanto en el nivel de la oferta como en el de la demanda y el consumo plantean algunas realidades que parecen interesantes subrayar cuando se trata de analizar y reflexionar sobre los problemas que se plantean entre identidad cultural y calidad de la programación televisiva.
En primer lugar, dichas transformaciones sugieren que en pleno proceso de globalización comunicativa, tanto la programación nacional como la preferencia de las audiencias por este tipo de programación se fortalecen. Lo anterior reafirmaría la tesis de que los procesos de globalización comunicativa no se oponen, sino que son complementarios a los procesos de localización. En otras palabras: cuando la globalización se intensifica, se acrecientan también en el ciudadano y el consumidor mediático los requerimientos y las demandas que tienen que ver con su entorno más cercano, con aquello que le reintegra lo que siente como su realidad más propia y familiar: su país, su ciudad, su vecindario. Cuando la programación transnacional se despliega en la oferta del cable, en ese momento y en paralelo, es cuando aparecen decenas de señales locales, respondiendo a los intereses y a las demandas mediáticas del ciudadano de pequeñas ciudades, y cuando se fortalece, se expande y triunfa en materia de rating la programación nacional en los canales generalistas.
A la luz de estos antecedentes, se debe reconocer que si bien la programación global y extranjera -con su nueva lógica temática y de segmentación- penetra distintos segmentos y mercados de nicho, la televisión nacional se potencia y consolida con una programación que apela a contenidos locales e identitarios masivos de extensa e intensa convocatoria.
En efecto, lo que demuestran estos datos es que, en televisión, la globalización no es necesariamente antagónica a los contenidos locales y nacionales. Acceder y consumir programación global supone, según la evidencia empírica recogida, consumir también programación local y nacional. En este sentido, la globalización no implica -como muchos piensan- una desterritorialización de la cultura y de nuestras vidas; al contrario, podría significar que para sumergirse y navegar en la programación y ambientes globales es necesario hacerlo desde una cultura y desde sus múltiples lugares concretos.
En una dimensión más profunda, lo anterior reafirmaría que una vez más ha sido el consumidor televisivo y no tanto la industria de la televisión el factor determinante para configurar una dieta equilibrada entre las culturas locales y la cultura global. En definitiva, han sido nuevamente los públicos los que han impulsado a que la televisión nacional gire en esta nueva división del trabajo y se especialice en la producción de contenidos locales, dejando que la oferta extranjera se despliegue en lo fundamental en las nuevas modalidades de televisión satelital y por cable.
Se debe precisar, asimismo, que los estudios sobre programación y audiencia en Chile también revelan que los cambios en curso originan consecuencias y efectos en lo que concierne a la calidad de los programas. En efecto, la expansión de la programación nacional y local en alrededor de un 50% en 5 años, ha significado una presión generalizada sobre la producción nacional que ha afectado de manera diversa los estándares de calidad. Además se ha forzado a que la programación nacional se involucre en géneros en que el know-how de la producción local es débil y, en consecuencia, donde resultan fuertes los formatos extranjeros (talk show, concursos, etcétera).
Por último, los datos de la audiencia chilena indican que por lo menos para el 30% de la audiencia que también accede al cable, los estándares y las referencias de calidad en muchos géneros, que hasta hace poco eran liderados por la programación nacional, en la actualidad comienzan a modificarse. Hoy en día la llegada de programación internacional ha provocado un aumento de las expectativas en el público, generando nuevos desafíos para las producciones nacionales.
18. Televisión de servicio público.
La televisión tiene un importante papel que cumplir en la sociedad chilena y existe un fuerte compromiso de la industria de satisfacer estas expectativas. Reactualizar y reformular este compromiso es un desafío del presente y del futuro.
La opinión de las audiencias nos muestra con claridad que la televisión es un elemento central de la vida contemporánea. Es la principal fuente de información, de cultura y entretención de vastos sectores de la población chilena; de allí la necesidad de reflexionar seriamente acerca de la obligación de servicio público que deben cumplir todos los actores que participan en la radiodifusión televisiva.
Aunque el servicio público suele traducirse en un monopolio de gestión, dentro de éste también cabe la competencia. No hay, pues, que excluir que el servicio público sea gestionado por distintos concesionarios, entre los que puede generarse una cierta competencia, que salvando las distancias puede acercarse más o menos al régimen de concurrencia que se da en las actividades libres. Esto es lo que ocurre con la televisión, cuya gestión ha sido concedida a distintos entes, públicos y privados, de ámbito nacional y regional, que entran entre sí en una relación de competencia por la audiencia y por la financiación.
Ciertamente, no ha sido éste un caso frecuente, ya que una de las razones más atendidas para la declaración de una actividad como servicio público es precisamente su carácter de monopolio natural. Sin embargo, como la posibilidad de que la competencia en la gestión del servicio se produzca no puede marginarse de antemano, como en nuestros días se evidencia respecto de muchos servicios que tradicionalmente han sido prestados en régimen de monopolio y que ahora, en cambio, se están abriendo a la competencia.
El servicio público reserva la titularidad de la actividad al Poder público, y con ello incorpora unos mecanismos que permiten imponer una ordenación interna de la actividad y unas limitaciones a las empresas gestoras del servicio particularmente intensas.
Sin embargo, una vez más, frente a esta dinámica, nos encontramos en un ámbito que debe estar presidido por el derecho de información y la libertad de expresión. Por ello dentro del marco del servicio público, debe hacerse una interpretación lo más favorable posible a la libertad de televisión, fortaleciendo jurídicamente la posición del concesionario. La independencia de la televisión, un objetivo a conseguir también dentro del servicio público, impide al Estado tratar de proyectar su influencia sobre los concesionarios. Dentro del marco que establece el Estado, titular del servicio, las empresas concesionarias deben poder ejercer su actividad libremente.
En consecuencia, el Estado no puede tratar de condicionar el contenido de la programación. La Administración no puede imponer a los concesionarios más restricciones que las específicamente establecidas en las condiciones de la concesión y las que deriven del ordenamiento jurídico en general. Estas limitaciones han de ser necesarias y proporcionadas; deben traducirse en directrices generales, como la obligación de emitir informativos, reportajes, programas culturales o educativos, etc. Queda, pues, excluida no ya sólo todo tipo de censura, sino cualquier fiscalización sistemática del contenido de los programas y, en general, de la actividad de las empresas. La libertad de programación debe permitir a los concesionarios decidir el contenido, la forma y el horario de los programas.
En el ejercicio de su actividad, el gestor del servicio está vinculado al orden constitucional. La programación televisiva debe ser con los valores informadores de nuestro texto constitucional, el respeto a la dignidad humana, el pluralismo en todas sus manifestaciones, la libertad, la igualdad y la justicia.
En especial, el gestor del servicio público de televisión está vinculado a los principios y límites relacionados con el derecho de información y de libertad de expresión contenidos en nuestra Carta Fundamental. Esta vinculación se proyecta específicamente a condensar los principios que deben guiar la actuación de los medios de comunicación social.
De esta forma, la actividad de televisión debe respetar los siguientes principios:
a. Objetividad, veracidad e imparcialidad de las informaciones.
b. Separación entre informaciones y opiniones, la identificación de quienes sustentan estas últimas y su libre expresión, con los límites impuestos por el legislador.
c. Respeto al pluralismo político, religioso, social, cultural y lingüístico.
d. Respeto al honor, la fama, la vida privada de las personas y cuantos derechos y libertades reconoce la Constitución.
e. Protección de la juventud y la infancia.
f. Respeto a los valores de igualdad recogidos en la legislación vigente.
19. Publicidad.
Muchas de las críticas que recibe la televisión chilena se refieren a su carácter eminentemente comercial, a su interés por capturar grandes audiencias con su lenguaje fácil, a su falta de innovación y a su insuficiente contribución a la educación de los niños.
Lo que se olvida es que el financiamiento de la televisión chilena en la actualidad proviene única y exclusivamente de la publicidad y que la principal característica de los avisadores es que buscan medios masivos para comunicarse con los consumidores.
La Asociación Chilena de Agencias de Publicidad estima que la publicidad es esencial para la subsistencia de los canales de televisión y un poderoso vehículo para el progreso de los ciudadanos, puesto que ha permitido la adopción de hábitos de alimentación e higiene, ha difundido principios y valores en la comunidad, ha enseñado el uso adecuado de bienes y servicios, etcétera. A su juicio, impedir la libre expresión comercial lo consideran como propio de ideas retardatarias que trastrocan el progreso de ella, que pone obstáculos al libre acceso a las noticias esenciales o necesarias para la vida diaria. La información que no es libre es generalmente inconstante, subjetiva, parcializada, superficial o errada.
El legislador ha optado en Chile por eliminar las subvenciones directas a la televisión. La ley vigente contempla fondos concursables para financiar proyectos culturales, de interés nacional o regional para equilibrar este sesgo comercial de la televisión chilena. Pero ése es sólo el espíritu y la letra de nuestra ley. En los hechos la inversión publicitaria mueve alrededor de US$ 300 millones al año y, como se ha dicho anteriormente, el financiamiento concursable supera levemente los US$ 400.000, lo que evidentemente no alcanza para realizar un aporte efectivo a la programación de nuestra televisión.
La Comisión estima que, efectivamente, éste es un debate pendiente que es necesario reponer en la mesa de discusión y constituye uno de los temas fundamentales cuando se pretende calificar la calidad del contenido de nuestra televisión.
V. CONCLUSIONES Y PROPOSICIONES.
Al término de su cometido, la Comisión acordó dejar constancia de que su trabajo se ha centrado en recoger antecedentes acerca del actual estado de la televisión chilena, el ámbito de sus regulaciones, en particular por lo que dice relación con sus contenidos, y considerar las expectativas que es necesario encarar en el dinámico desarrollo que caracteriza a este medio. Su labor no ha tenido por propósito verificar un enjuiciamiento cultural o ético y menos técnico del medio televisivo. En función de ese objetivo y como resultado de las entrevistas, antecedentes y análisis de que da cuenta el presente Informe, propone a consideración de la honorable Cámara y, por su intermedio, a la comunidad nacional, algunos elementos de reflexión y pautas de definiciones que permitirían un mejor desenvolvimiento de la televisión chilena, tomando en consideración los intereses de bien público que, ineludiblemente, debieran estar presentes en su gestión:
1. Es imprescindible, en primer lugar, reconocer la importancia formativa y educativa que tiene la televisión y el soporte que significa en cuanto sostenedor de la imagen unitaria del país en medio de las presiones globalizantes que caracterizan a la sociedad contemporánea.
Coincidente con lo anterior, la Comisión tiene el convencimiento de que la televisión de nuestro país ostenta niveles profesionales y técnicos homologables con otros sistemas semejantes existentes en el continente e, incluso, en otros medios más desarrollados. Con todo, es evidente que existen aspectos perfeccionables, cuestiones que prever y criterios que definir, siendo esas materias las que han justificado su trabajo e inspiran las conclusiones de este informe.
2.1. En ese sentido, la Comisión estima que es conveniente complementar la legislación vigente introduciendo normas que dispongan que el otorgamiento de nuevas concesiones importe el compromiso, por parte del concesionario, de prestaciones de servicio público consistentes en determinados niveles de programación orientados a sectores etarios y con contenidos de interés general.
2.2. Del mismo modo, considera que un aspecto de la legalidad vigente que es menester clarificar dice relación con la participación de extranjeros en el capital y en la administración de las empresas televisivas chilenas. El anacronismo y la ambigüedad de las normativas actuales ha conducido a recurrir a estratagemas que, incluso, han comprometido la imagen de respetables institutos de la cultura superior. Todo indica que, en esta materia, es imprescindible un pronunciamiento nítido del legislador tendiente a imponer límites a dicha participación, facultando al Consejo Nacional de Televisión para flexibilizarlo cuando exista reciprocidad con el país del inversor.
2.3. Asimismo, estima que es imprescindible extender claramente la competencia del Consejo Nacional de Televisión a la televisión por cable, satelital y a cualquier otra forma técnica de transmisión de imagen y sonido que exista en la actualidad o pueda surgir en el futuro. A su juicio, es pertinente anticiparse a los hechos y configurar el cuadro jurídico en que estos medios podrían desenvolverse, otorgando a las normas la suficiente flexibilidad para operar en función de los vertiginosos adelantos de la técnica.
2.4. Por otra parte, considera que las modificaciones recomendables al actual estatuto de la televisión chilena, establecido en la ley Nº 18.838, se contienen en el documento “Bases de Discusión de un Nuevo Proyecto de Ley de Televisión” elaborado por el Consejo Nacional de Televisión, cuyos lineamientos comparte, en general, esta Comisión. En atención a que una iniciativa de esta especie, que necesariamente debe aludir a funciones o atribuciones de servicios del Estado, es de exclusiva atribución del Presidente de la República , en conformidad a lo dispuesto en el Nº 2º del artículo 62 de la Constitución Política de la República, esta Comisión se ha abstenido de proponer un proyecto de ley que recoja las conclusiones de que ella da cuenta, sin perjuicio de que considera que dicho documento será un aporte importante a la discusión que, en la oportunidad que corresponda, se haga de la correspondiente iniciativa modificatoria. Al respecto, acordó proponer a la Corporación solicite al Ejecutivo que impulse decididamente las modificaciones recomendables al actual estatuto de la televisión chilena sobre la base de las modificaciones sugeridas.
3. Consecuente con el pleno respeto por la libertad de expresión, la Comisión estima que la regulación del medio televisivo debiera quedar radicada, en lo esencial, en lo que respecta a contenidos, en los propios canales. Asimismo, cree conveniente recomendar que ellos deberían dictar, sobre la base de pautas de política general dictadas por el Consejo Nacional de Televisión, un Código de Conducta de la Industria, documento integral que sería explicitado en cartas específicas de los distintos canales que fijarían su compromiso programático. Estos instrumentos serían públicos y depositados, con la periodicidad que se pactara su revisión y eventual modificación, en el Consejo, al cual competería su supervigilancia, sin perjuicio de servir de árbitro resolutor de las denuncias por infracción que se formularen en ejercicio de la acción pública de que sería titular toda la ciudadanía.
En los referidos Códigos, a juicio de la Comisión, debería establecerse el compromiso de no exhibir programas en que se incite al odio y a la violencia, se incluyan elementos pornográficos o se afecte la privacidad y dignidad de las personas lo que sería especialmente exigible en los horarios en que exista potencial audiencia juvenil o infantil. Asimismo, no debieran ser admisibles programaciones en que se desconozcan los principios pluralistas de convivencia democrática.
Estima la Comisión que compromisos sociales de las características de los propuestos permitirán concretar de mejor modo y con resultado práctico “el correcto funcionamiento de los servicios de televisión” a que actualmente hace genérica referencia el legislador en el inciso segundo del artículo 1º de la ley Nº 18.838.
4. Le parece, del mismo modo, importante consagrar un determinado espacio horario dedicado a programas infantiles y de contenido pedagógico y educativo, experiencia esta última que ha tenido éxito en nuestro país. Esta programación debiera ser cuidadosamente seleccionada, de modo de evitar que subliminalmente se incluyan mensajes que contraríen los valores a los que la televisión adhiera.
5.1. Con todo, la experiencia demuestra que la regulación más eficiente es la que aplican los propios usuarios, asumiendo las definiciones de consumo que les abre la creciente oferta televisiva. Para que ese derecho del usuario pueda ser ejercido adecuadamente por quienes sean guardadores de familia y tengan sentido de tal responsabilidad, es menester dotar a los receptores de televisión de los elementos técnicos, que existen en variedad y a los cuales muy limitadamente se les ha incorporado al mercado chileno, que les permitan programar la utilización de sus televisores, razón por la cual es conveniente implementar su importación y venta masiva en el país, pudiendo disponerse, como requisito de norma, que, en lo sucesivo, los televisores deberán expenderse con ellos.
5.2. Para el adecuado empleo de estos controles parentales, la Comisión estima que es imprescindible que los televidentes cuenten con información oportuna de los contenidos de los programas que se transmitirán, lo que debe hacerse utilizando símbolos de clara captación en las propias pantallas o entregando el detalle que sea pertinente en las informaciones que sobre la programación entregan los canales a través de sus propias transmisiones o por la prensa escrita.
6.1. En todo caso, es necesario asumir que en el actual modelo económico y en su proyección hacia la oferta televisiva, los canales están irremediablemente sometidos al rating, toda vez que éste es el que determina el respaldo de la publicidad, fuente esencial para su operación y funcionamiento. Esta circunstancia determina que a cierta clase de programaciones, que no tienen una convocatoria de audiencia significativa, se les otorgue un espacio subalterno en cuanto a horario y a expectativas de público. Así ha ocurrido con numerosas experiencias de carácter cultural o con programaciones de divulgación de temas históricos o ambientales. Esa clase de producciones, generalmente, no tiene cabida en las definiciones programáticas centrales de los canales de televisión abierta chilenos y su aparición se sustenta en la mayoría de los casos en los productores independientes.
6.2. Un factor caracterizante de las influencias directas que en el contenido de la televisión chilena tiene el mercado está constituido por el people meter, instrumento de medición de audiencias perfectamente aceptable, que debiera aplicarse también en Regiones, pero que no puede constituir el único y excluyente factor con el cual los diversos agentes vinculados con la producción televisiva, incluyendo patrocinadores y sus publicistas, toman sus definiciones.
La aplicación del people meter en su variedad de on line, es decir, de aplicación inmediata en los programas que se estén trasmitiendo, desencadena entre los canales, a juicio de la Comisión, una competencia a menudo apresurada y carente de reflexión e incrementa aspectos como la chabacanería, ramplonería y el uso, en algunos casos, de un lenguaje coprolálico, si con ello el rating se incrementa. Ella estima que el Consejo Nacional de Televisión y los Canales debieran restringir esta aplicación del sistema people meter.
6.3. Para paliar esta situación, la mayoría de los señores diputados integrantes de esta Comisión creen que existe una solución frontal, cual es disponer que Televisión Nacional u otra distinta empresa del Estado opere una señal alternativa cuya programación sea exclusivamente de servicio e interés público. Tal ha sido la fórmula adoptada exitosamente en países como Francia e Inglaterra en los cuales a los canales marcados por el signo de la competencia se adiciona uno de contenido cultural, de formación y difusión, que no se encuentra tensionado por los resultados de audiencia y los consecuenciales efectos económicos en su gestión. También se podría considerar, a juicio de otros señores diputados, la posibilidad de flexibilizar la exigencia de autofinanciamiento integral de Televisión Nacional, de tal manera que ésta pueda asumir, en parte de su programación, las exigencias planteadas precedentemente, o bien, la creación de un Fondo especial concursable para la prestación de tal servicio.
En concepto de la Comisión resulta evidente que una definición de esta especie importa un pronunciamiento político de la mayor entidad. Ella estima que el tema debe ser analizado en profundidad pues, de asumirse, se estaría introduciendo una trascendental innovación en nuestro sistema televisivo que permitiría que los requerimientos que se planteen a los canales de televisión, sean abiertos o de cable, carezcan de las críticas a su contenido que en la actualidad, con razón, se les formulan.
6.4. Otro aspecto, a juicio de ella, que permitiría mejorar el nivel de la programación actual radica en la facultad de que dispone el Consejo Nacional de Televisión, de acuerdo con la letra b) del artículo 12 de su ley orgánica, para promover, financiar o subsidiar la producción, transmisión o difusión de programas de alto nivel cultural o de interés nacional o regional. Conforme se consigna en el cuerpo de este Informe, los recursos asignados por las sucesivas leyes de Presupuestos han sido exiguos para los objetivos que se tratarían de cumplir, de tal manera que los resultados han sido, hasta ahora, limitados. En este sentido, la Comisión recomienda solicitar del Ejecutivo un incremento importante y significativo de estos fondos concursables, como asimismo del Fondart, asignación que debería estar en directa relación porcentual con la inversión publicitaria privada, lo que permitiría cubrir aspectos de la producción televisiva que no son comercialmente rentables para las estaciones en competencia. Adicionalmente, cree que correspondería que el Consejo Nacional de Televisión se preocupe de obtener que las producciones logradas con estos recursos sean transmitidas en los canales en horarios de adecuada audiencia.
7. En este ámbito, la Comisión ha constatado que un sector que se ha mantenido en actividad gracias, entre otros, a los modestos recursos a que se hace mención en el párrafo anterior, es el de los productores independientes. Por ello cree que es procedente estimular y promover sus actividades, pues, a menudo, corresponden a verdaderas reservas de tratamiento de temas culturales o de interés general, ignorados por los canales comerciales.
Al mismo tiempo, las producciones de este sector constituyen un rubro de exportación por el cual debiera existir preocupación por parte de las autoridades encargadas del sector económico y de las relaciones internacionales por abrir nuevos rubros de exportaciones, entre los cuales los de carácter artístico cultural debieran ser incluidos.
8. Otro tema que concitó el interés de los señores diputados integrantes de la Comisión fue la colisión existente entre las calificaciones dispuestas, en ocasiones hace varios años atrás, por el Consejo de Calificación Cinematográfica y los criterios de exhibición de películas en el medio televisivo. Estiman que la determinación del horario y montaje de los filmes que se incluyan en los canales de televisión abierta debiera quedar a criterio de los Directores de ellos, los cuales tendrían que considerar los valores esenciales de la televisión chilena y, cuando ellas existan, las normas de los Códigos de Conducta de la Industria y las Cartas Valóricas de los propios canales.
9. Por otro lado, estima que el papel de soporte de la integración cultural, social y política que corresponde cumplir a la televisión abierta se ratifica si se potencia la transmisión de las realidades regionales. Las redes nacionales de televisión proyectan, en general, exclusivamente los sucesos y noticias de la capital y se desconoce tanto en los noticiarios centrales como en las transmisiones locales lo que ocurre en esas comunidades, aspecto que suplen con sacrificio algunos canales de cable de precaria existencia y alcance limitado, como asimismo las redes regionales de Televisión Nacional. Al respecto, la Comisión considera que sería deseable, en virtud de los intereses de bien público que conllevan, que todos los canales de cobertura nacional implementaran noticieros regionales, producidos en el mismo territorio, los cuales debieran insertarse parcialmente en segmentos de los noticiarios nacionales.
10. Por otra parte, considera que las características del medio televisivo requieren que para su adecuada evaluación se disponga de conocimientos mínimos que permitan su enjuiciamiento tanto desde el punto de vista estético como de contenido valórico. En ese sentido cree importante que en la malla curricular de los establecimientos educacionales se introduzcan cursos que entreguen a los alumnos, como ocurre en otros planos del arte, los aspectos culturales que se adicionan a los criterios subjetivos de la propia sensibilidad y que conduzcan a la consciente, espontánea y positiva selección de la programación.
11. Otro aspecto que, de alguna manera, estuvo vinculado con el origen de esta Comisión dice relación con el lenguaje utilizado en los programas de televisión. El lenguaje es una fuerza vital que, además, de ser elemento esencial en la comunicación constituye uno de los patrimonios de la sociedad. La degradación del lenguaje llega a constituir un atentado ético y la utilización de estas formas groseras y vulgares en un medio de tal penetración como la televisión contribuye a disminuir el nivel de la comunicación esencial y básica de los seres humanos. Por ello, la Comisión, teniendo en cuenta el papel formador que la televisión tiene entre las grandes masas ciudadanas, recomienda que el Consejo Nacional de Televisión y los Canales de Televisión dispongan, adoptando las instrucciones y las medidas de control que fueren convenientes, que el lenguaje y las formas foniátricas de expresión utilizadas en sus programas sean las mejores posibles, evitando en todo lo que sea necesario el empleo de expresiones equívocas, de alusiones vulgares o de palabras mal pronunciadas.
12. La Comisión considera procedente, asimismo, recomendar al Consejo Nacional de Televisión que arbitre las medidas que fueren necesarias para que los canales de televisión abierta cumplan estrictamente sus anteriores instrucciones que ordenaron contar, a lo menos, en los espacios informativos con expertos en lenguaje seña, lo que permitiría que los discapacitados del sistema auditivo accedan al conocimiento de este medio. Del mismo modo, estima que esa facilidad debiera extenderse a otros programas que completen la incorporación a la cultura y la información a este sector de nuestros compatriotas.
13. Por último, la Comisión cree conveniente recomendar que el texto de este Informe, si fuere aprobado por la honorable Cámara, sea enviado a S. E. el Presidente de la República , al Presidente del honorable Senado , al Presidente de la Excma . Corte Suprema, a los señores Ministros del Interior , Secretario General de Gobierno y de Educación , a la Presidenta y a los miembros del Consejo Nacional de Televisión, a los Directores de los Canales de Televisión, a la Asociación Nacional de Televisión Anatel, al Consejo Nacional del Colegio de Periodistas, al Consejo de Ética de los Medios de Comunicación Social, a la Asociación Chilena de Agencias de Publicidad, y a todas las demás entidades y personas que entregaron su aporte al trabajo de ella.
-o-
Sometidas a votación las consideraciones y conclusiones precedentes fueron aprobadas por la unanimidad de los señores diputados presentes en la sesión respectiva.
Votaron a favor de ellas, los señores Alessandri, don Gustavo ; Jeame Barrueto, don Víctor ; Cardemil, don Alberto ; Cornejo, don Aldo ; Huenchumilla, don Francisco ; Krauss, don Enrique ; Mora, don Waldo ; Rocha, don Jaime y Vilches, don Carlos .
-o-
Sala de la Comisión, a 31 de agosto de 1999.
Acordado en sesión de fecha 31 de agosto de 1999, con la asistencia de los señores Alessandri Valdés, don Gustavo ; Barrueto Jeame, don Víctor ; Cardemil Herrera, don Alberto ; Cornejo González, don Aldo ; Huenchumilla Jaramillo, don Francisco ; Krauss Rusque, don Enrique ( Presidente ); Mora Longa, don Waldo ; Rocha Manrique, don Jaime y Vilches Guzmán, don Carlos
Se designó diputado informante a don Enrique Krauss Rusque.
(Fdo.): PEDRO N. MUGA RAMÍREZ, Abogado-Secretario de la Comisión”.
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