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El señor MUÑOZ BARRA.-
Señor Presidente, estimados señores Senadores, dirigentes y amigos de don Manuel Bustos Huerta:
La formación de un auténtico líder gremial corresponde a un proceso lento, en el que deben darse repetidas muestras de capacidad, facultades muy evidentes de conducción y, principalmente, de lealtades hacia los trabajadores, como en este caso, asumiendo, como parte de su tarea, el enfrentamiento y el riesgo de las persecuciones, la cárcel, la tortura, la relegación, el exilio e, inclusive, la muerte. Y eso lo saben muy bien ustedes.
El surgimiento de un dirigente sindical o gremial se inicia generalmente en los pequeños grupos de trabajadores organizados, desde donde comienza la proyección hacia los sectores donde la fuerza gremial puede expresarse por su consistencia numérica y la búsqueda constante de la justicia social, que aún no logra establecer los equilibrios en el respeto a la condición humana.
Mientras en otras áreas de la actividad pública se pueden dar casos de improvisación, en que la simple suerte y muchas veces la audacia son los únicos títulos que permiten alcanzar cargos, en el gremialismo, donde los intereses de los trabajadores apuntan a la solución de los problemas comunes, el dirigente o el líder deben probar sus fortalezas y capacidades, así como su competencia, para aspirar a una dirigencia legítima.
No siempre -en Chile, al menos- es posible separar completamente la acción gremial del compromiso que puede ligar a un dirigente con un determinado partido político -como lo señaló el Honorable colega Senador que me antecedió-, dualidad de intereses que a veces puede conturbar la pureza y transparencia del gremialismo.
El partido, considerado como fuerza social importante y mirado como apoyo de las causas que defienden a los trabajadores, puede facilitar y ayudar a la condición de dirigentes del gremialismo y a situarlos en cargos relevantes. Eso hay que reconocerlo. Pero siempre existirá la posibilidad de que, en alguna ocasión, los intereses partidarios no coincidan con las líneas impuestas mayoritariamente por la masa de los asalariados. La solución del conflicto creará naturales problemas de conciencia para todo aquel que tome responsablemente su papel conductor en la lucha por mejorar las condiciones laborales, y que sólo unos pocos pueden sortear con dignidad.
Al formular estas consideraciones, generales, pero de principios y profundamente éticas, pienso -y excúsenme que lo recuerde esta tarde- en Clotario Blest ; igualmente recuerdo -perdónenme también por traerlo a la memoria ahora- a Tucapel Jiménez , y por supuesto, en estos minutos, sentimos la cercanía de la presencia humana de Manuel Bustos , que son, para mi visión como dirigente gremial en el pasado, como ex Diputado y hoy como Senador de la República , las tres más altas cumbres y las figuras paradigmáticas de la vieja y nunca acabada lucha por mejorar las condiciones de los asalariados de nuestro país.
No se ha olvidado a Clotario Blest ni a Tucapel Jiménez , ni se olvidará, por cierto, a Manuel Bustos , porque el sentimiento popular es generalmente perdurable y generoso y porque sus nombres, a pesar de estar inscritos en la frialdad de una lápida, viven abrigados en el corazón de los trabajadores de Chile.
Bustos representa a aquellos connacionales nuestros de excepción, que han sido capaces de vencer los obstáculos de la pobreza, la ignorancia y el peso miserable de las injusticias sociales que azotan inexorablemente el destino de los pobres, para avanzar con su esfuerzo, inteligencia y sacrificio hacia otros estadios, que -como es su caso- les ha permitido participar de la solidaridad y confraternidad laboral.
Quienes creemos que el trabajo es una fórmula de perfectibilidad humana, vemos en Bustos un caso ejemplarizador, que combina aquellos valores que caracterizan la superación personal y el sacrificio por la lucha solidaria, en la defensa de los sectores sociales más desposeídos y más desprotegidos en sus intereses.
La vida sindical de Manuel Bustos no tuvo vacilaciones en su dirigencia, incluso -como se decía- para censurar a los hombres de alguna colectividad cercana, cuando sentía lesionadas las aspiraciones laborales. Siempre luchó por sus derechos e impulsó la unidad de los trabajadores como un modo directo y superior de hacer realidad las ideas de libertad, igualdad, tolerancia, idealismo, justicia y esperanza. Debía estar, entonces, inevitablemente dispuesto a enfrentar el riesgo cierto de todo tipo de persecución, dominación ilegítima, atropello a derechos y contra todas las indignidades que apuntan siempre hacia los trabajadores.
Aunque fue un militante destacado de la Democracia Cristiana, Partido al que representó en la Cámara de Diputados hasta su muerte, muchos lo sentimos definitivamente más comprometido en las luchas gremiales, procurando siempre mantenerse, en esta dualidad de obligaciones, bajo ambas condiciones: como dirigente gremial y activo militante de su colectividad.
No me detendré, ni me he detenido, en otros antecedentes curriculares, ni en sus datos biográficos, porque algunos seres humanos incorporan en sus nombres todo el significado trascendente de sus vidas útiles. Es lo que sucede con Manuel Bustos , y éste es uno de los rasgos que me permito destacar, con respeto, en este homenaje.
Su liderazgo natural, su ascendencia en la clase trabajadora le habrían permitido -¡qué duda cabe!- postular desde hace tiempo a un cargo en este mismo Senado; pero prefirió llevar su sencillez, su modestia y también su capacidad y experiencia en el gremialismo a la Cámara de Diputados.
El paso silencioso de la muerte puso término al nuevo trabajo que había emprendido, siempre en conexión con lo que fue su acción en el campo social y que había elevado a una poderosa y bella razón de existir.
La Democracia Cristiana perdió a uno de sus hombres valiosos; pero el movimiento sindical y gremial ha sido golpeado dramáticamente en el alma institucional.
Señores dirigentes, Honorables colegas, adherimos y participamos en este homenaje, no como un compromiso circunstancial ni como una simple formalidad parlamentaria. Lo hacemos con un sentido de confraternidad que sobrepasa largamente nuestras diferencias ideológicas. Quiero decir, además, que, al hablar en nombre y representación del Partido Por la Democracia, lo hacemos con el sentimiento de quien se identifica con la idea superior que Bustos dio a su vida, en una definición de sacrificio y lucha.
Ruego al señor Presidente enviar, en nombre de la bancada de Senadores del Partido Por la Democracia, nuestras condolencias a su distinguida viuda, a la Central Unitaria de Trabajadores y al Partido Demócrata Cristiano.
He dicho.
--(Aplausos en la Sala y tribunas).
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