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El señor RUIZ-ESQUIDE .-
Señor Presidente , presumo que el proyecto contará con el voto favorable de todos los señores Senadores , y me sumo a las razones dadas por el señor Ministro en el sentido de que, probablemente, muchas de las situaciones que aborda el convenio no se dan en Chile. Pero, como es un tratado que compromete a la generalidad de los países del mundo, es obvio que todos deben aprobarlo en las mismas condiciones.
Por otra parte, atribuyo mucho valor al hecho de que un alto número de países le preste su aprobación y forme un frente común ante uno de los temas más lamentables de la sociedad actual: el abuso contra los niños en su conjunto, ya sea por la vía de las obligaciones laborales que se les impone, de los trabajos excesivamente repudiables, como aquí se dice, o especialmente siniestros, o los que, en general, ellos realizan en la sociedad.
Considero además que esta normativa adecua nuestra legislación, propia de los convenios internacionales que hemos suscrito, a la Convención de los Derechos del Niño, aprobada entre 1989 y 1990, cuyo artículo 32 aborda el problema en referencia.
En realidad, el tema en discusión no guarda exacta relación con el trabajo infantil en su conjunto, sino con situaciones muy específicas de éste. Debo advertir que la cuestión de fondo que me preocupa es que si bien vamos a prestar nuestra aprobación al convenio -con ello expresamos nuestro rechazo a la explotación excesiva de los menores-, lo cierto es que el punto central es si estamos en condiciones de asumir en el país - y en el caso en debate, como Senado, junto con el Gobierno- el compromiso del Presidente anterior y también del actual Mandatario, en cuanto a que los niños no deben trabajar. Los menores de 18 años deben estudiar y dedicarse a disfrutar de la vida. La sociedad tiene que generar las fuentes de trabajo suficientes para que sean sus padres quienes los atiendan.
El argumento a que tradicionalmente se recurre es decir: "Bueno, aceptemos el trabajo infantil, porque de otra manera los niños pueden practicar actos antisociales, caer en la prostitución o en diversas otras situaciones ilegales o inadecuadas", independiente de que, además, en muchas ocasiones en el trabajo que se les proporciona, a pesar de estar autorizado a partir de los 15n años -de los 16, de acuerdo con el proyecto que se encuentra en la Comisión de Trabajo-, no se cumplen en la medida adecuada los requisitos exigidos al respecto.
Pero mi planteamiento es mucho más de fondo. A mi juicio, debemos aspirar a que la tesis central del Gobierno y del Parlamento de Chile debe ser definitivamente la de que -aunque tal vez ahora no podamos lograrla- ningún joven por debajo de los 18 años trabaje. Si alguien me señala que eso es imposible, le replicaría que justamente las cosas más difíciles son las que con cierta razón tenemos que enfrentar,
Por eso, quiero pedir al señor Ministro del Trabajo que, acogiendo el planteamiento hecho ayer por el señor Presidente de la República , cuando intervenga nos señale cómo pretende enfrentar este tema. Debe ser abordado de tal manera que garantice, además, que el trabajo que se realiza en conformidad a la ley no sea inadecuado o irregular, como sucede hoy en día.
Ése es el punto. En Chile debe haber 200 ó 300 mil jóvenes que trabajan, la mayoría con deserción escolar. De ellos, gran parte son muchachos en riesgo de caer en la delincuencia. Y en momentos en que toda la sociedad chilena está preocupada acerca de cómo enfrentar lo relativo a la delincuencia, se debe tener mucho cuidado de no incurrir en la situación muy reduccionista de entender que todo lo que debemos hacer es aumentar las penas o disminuir la edad. Porque, en definitiva, es el vagón trasero de un tren donde la última consecuencia es ésa, pero la primera razón es que existe un número muy alto de jóvenes que se halla en absoluto riesgo. El 88 por ciento de los jóvenes que en Chile caen en delincuencia han desertado de la educación, conforme a las cifras que se discutieron en el último seminario realizado por el Ministerio de Justicia.
Pero para qué vamos a llegar a ese punto.
Hay que entender también -y aquí me aparto un poco de la discusión- que parte de los menores que caen en las redes de la prostitución, etcétera, entran en la violencia. Y la UNESCO ha demostrado que tal situación se encuentra íntimamente ligada a la violencia cultural de la sociedad en su conjunto. Ese organismo cuenta con un estudio hecho en Alemania y en el norte de Europa, donde se advierte que el 50 por ciento de los niños reconoce a "Terminator" como el gran paradigma y la imagen de lo que ellos quisieran ser en sus vidas.
Entonces, en esas condiciones, lo que estamos discutiendo aquí es claro: aprobamos un convenio que nos parece bueno, pero no es ése el tema de fondo. El tema de fondo es si mañana estaremos en condiciones de asumir que la tesis en que trabajamos es la eliminación del trabajo infantil, no de "las formas más crueles", como señala el acuerdo.
Apoyaremos el proyecto de acuerdo, pero con la reserva y planteamiento que hice presente. A estas alturas, debiéramos haber estado en condiciones de aprobar algo mucho más de fondo.
Finalmente, a propósito de las intervenciones ya realizadas, quiero hacer dos observaciones.
La primera, dice relación a lo mencionado por el Senador señor Romero respecto al informe de la Comisión. En efecto, en este mismo momento se discute un anteproyecto del Gobierno tocante al tema de la responsabilidad penal. Y me parece que deberemos tener mucho cuidado en compatibilizar las edades y los términos que ahí se usan.
Para la Convención de los Derechos del Niño (en una definición que el Tratado de la OIT recoge), "niños" son todos los menores de 18 años. Sin embargo, en el nuevo proyecto que viene se hace una distinción: de 16 hasta los 18 años, se les denomina "menores"; de 16 a 14 años, "adolescentes", y bajo los 14 años,"niños".
Entonces, cuando se usa este tipo de textos y no hay concordancia, pueden generarse dificultades.
Y, la segunda, se refiere a que efectivamente el Senado se verá enfrentado muy pronto a discutir esta materia, que se halla absolutamente ligada al tema de fondo que ahora discutimos: los niños que trabajan, los niños delincuentes, los niños sometidos a situaciones como las descritas. Y para ser exactos en la expresión que se utiliza, no se trata de un problema de los niños, sino de la sociedad que genera en ellos el peso de lo que con los mismos se hace.
En ese sentido y en tal perspectiva, votaré favorablemente el proyecto de acuerdo.
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