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El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
Señores diputados, por las razones que sus Señorías entenderán, la Mesa, durante la sesión, procurará el respeto absoluto de todas las normas reglamentarias y de orden establecidas por la Comisión de Régimen Interno, así como de todas aquellas sobre el derecho al uso de la palabra de los diputados. Dichas normas, en lo que corresponde, rigen también para los invitados que nos acompañan en las tribunas -a quienes agradecemos su presencia- a fin de escuchar un debate democrático entre los representantes de la soberanía popular.
En suma, me refiero a la posibilidad de utilizar una facultad reglamentaria para permitir una discusión política. Tanto esta Cámara como las anteriores, centros políticos de discusión del país, han tenido la capacidad para sostener todo tipo de debates, aun en los tiempos más difíciles y sobre los temas más complicados.
En ese espíritu, solicito la máxima colaboración de los diputados y diputadas, como asimismo de nuestros invitados. Sin perjuicio de ello, y con la misma seguridad, debo aseverar que la Mesa cumplirá irrestrictamente con el rol que le corresponde en esta materia.
En virtud del artículo 74 del Reglamento, 44 señores diputados han pedido que se realice esta sesión especial, cuyo objeto es tratar el tema “Rol del General Augusto Pinochet Ugarte en el proceso de transición hacia la democracia”.
De acuerdo con el Reglamento, corresponde iniciar la sesión, con el planteamiento introductor o fundamental de la petición, al Comité del Partido Demócrata Cristiano, que reúne mayor número de firmantes en la solicitud de convocatoria a la sesión, el cual, de acuerdo con las mismas normas reglamentarias, ha acordado distribuir su tiempo de 15 minutos en la siguiente forma: 8 para el Diputado señor Ignacio Balbontín; 3 minutos y medio para el Partido Socialista y 3 minutos y medio para el PPD, el cual indicó que hará uso de ellos a través del Diputado señor Nelson Ávila.
A continuación, de acuerdo con el Reglamento, ofreceré la palabra en el orden correspondiente a Incidentes, esto es, Comité Demócrata Cristiano: 27 minutos y tres cuartos; Comité de Renovación Nacional: 26 minutos y un cuarto; Comité Unión Demócrata Independiente: 12 minutos y tres cuartos; Comité del Partido por la Democracia: 12 minutos, y Comité Socialista: 11 minutos y un cuarto.
Asimismo, de conformidad con las normas reglamentarias, los comités pueden hacer uso de su tiempo totalmente en el primer turno o, si lo estiman necesario, dejar parte de él para un segundo turno.
Ruego a los señores comités hacer llegar a la Mesa los nombres de los señores diputados que harán uso de la palabra en los tiempos de las respectivas bancadas, con indicación de los minutos. La Mesa avisará cuando reste un minuto a cada orador.
Repito que seré estricto en cuanto a que nuestro comportamiento sea concordante con la importancia del tema que se quiere tratar. Por lo tanto, ruego encarecidamente a los señores diputados tomar asiento y que, si tienen interés en sostener algún tipo de diálogo, lo efectúen fuera de la Sala.
De acuerdo con el artículo 74, el tiempo previo de 15 minutos corresponde al Comité del Partido Demócrata Cristiano.
Tiene la palabra, en primer lugar, el Diputado señor Ignacio Balbontín.
El señor BALBONTÍN .-
Señor Presidente , al iniciar esta sesión especial quiero hacerlo señalando claramente los tres objetivos que persigo con mi intervención: en primer lugar, señalar por qué todos los chilenos hemos sido objeto de un engaño o manipulación que agota la transición y la reconciliación; en segundo lugar, qué fundamentos básicos y éticos puede tener una eventual acusación constitucional; y en tercer lugar, por qué es imprescindible que el pueblo juzgue, a través de un plebiscito, los acontecimientos que estamos viviendo.
Ese es el sentido que tiene este juicio político. Más que eso, de hacer un juicio ante la historia, ante la ética colectiva de Chile de hoy y mañana. Tiene como finalidad que se cumpla aquella frase del Evangelio que dice: “la verdad nos hará libres”.
En esta Sala no le faltaremos el respeto a nadie como persona. Sencillamente pretendemos exponer al país, a través de esclarecer ante la opinión pública -y, por lo tanto, (ruego a los medios de comunicación, por la importancia y trascendencia histórica que tienen estos hechos, que no se distorsione lo que señalamos en esta Sala)- y establecer cuáles son las responsabilidades políticas de un hombre político. Es decir, de un hombre que ha ejercido, ejerce y pretende seguir ejerciendo el poder. Es ni más ni menos que emitir un juicio acerca de las conductas y de las acciones políticas de un político que ha desempeñado dos cargos centrales y pretende desempeñar un tercero de esa misma índole.
Ha sido dictador y, como consecuencia, ha ocupado el cargo de Presidente de la República , sin haber sido elegido legítimamente por el pueblo en democracia plena. Lo logró por la fuerza; siguió como Comandante en Jefe, contra la voluntad del Presidente electo de aquel entonces, Patricio Aylwin , y quiere ostentar ahora el cargo de Senador vitalicio, por disposiciones que él mismo introdujera en la Constitución Política del Estado que nos rige.
Como dijera Marañón , antes que Pinochet naciera, aquí ha habido tres etapas en su vida política: la primera la de dictador, de hacer justamente lo que condenó en otros, abusando en el ejercicio del poder; la segunda, la de prolongar su fuero a través de su condición de Comandante en Jefe, es decir, haciendo uso del recurso al parapetarse detrás de las instituciones armadas; y la tercera, de seguir prolongando su fuero, a través de su condición de senador vitalicio o patriarca.
La pregunta que tenemos que hacernos es por qué esta persona ha querido, con tanto empeño, con tanto esmero, mantener un fuero permanente o sempiterno Desgraciadamente, creo que en ese empeño ha dañado profundamente el alma de Chile, a través de una mentira. Hemos sido víctimas de una manipulación. Ha roto la confianza, con un engaño. El pueblo de Chile, el 5 de octubre de 1988, derrotó con un lápiz y un papel, a través del voto, un régimen dictatorial y esa derrota pretendía que Chile se convirtiera en un país de todos, para todos y construido por todos, como lo exige la democracia plena.
Sin embargo, se advierte nítidamente que este propósito emblemático que congregó a la inmensa mayoría de los chilenos, no se ha podido cumplir.
Por eso, se ha ido creando una distancia entre quienes ocupan los cargos públicos o cargos políticos o la condición de militantes y los que desempeñan las funciones en la vida de la sociedad, sea lo social, cultural, económico o religiosos.
Creo firmemente que el origen de este desencanto se encuentra en que hay una percepción crítica de la actividad política, porque hay un creciente déficit y distancia entre lo que se comprometió, en lo que nos comprometimos (y de ahí la justa ira) al comienzo de la democracia, a través de la Concertación, y lo que hoy sucede.
Hay una mala evaluación producto de la distorsión. ¿De dónde proviene el engaño? A nadie se le escapan las dificultades que ha tenido el proceso democrático posterior a la dictadura.
Pero, desgraciadamente, ha habido una intermediación oculta para el ciudadano común, que surge del hecho de haber mantenido este fuero permanente o sempiterno en poder de Pinochet Ugarte. Para poder lograr su propósito de mantener dignidades o poderes, sin que éstos le hayan sido otorgados por el pueblo, ha querido mantener una serie de ataduras formales, de válvulas de seguridad, de mecanismos de coacción bajo su dominio. Esto es lo que se oculta a la vista lo que se esconde tras las instituciones formales, pero es ni más ni menos que la burda amenaza o coacción ilegítima.
Para eso sirven, por presencia, los senadores designados y vitalicios. Ése es el sentido que tiene, desde este ángulo, el Consejo de Seguridad Nacional. Ése es también el sentido que tiene un régimen electoral que con una tercera parte de los votos se logre tener una mayoría o que se abuse con los quórum calificados en el Senado de la República por parte de la derecha. Permiten el ocultamiento de la verdad; que se haga imposible para los chilenos vivir en democracia plena y “ver” realmente lo que está detrás de las apariencias. Porque no se vive en democracia plena en estos días, no se puede cumplir con la suficiente rapidez y velocidad legal, los cambios sociales, económicos y a través de la presencia de Augusto Pinochet Ugarte en el Senado de la República.
Con ello se sacraliza la mentira; los ciudadanos deben renunciar ahora y para siempre, si se mantienen las cosas a una fiel representación.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
Hago presente a su Señoría que queda un minuto de su tiempo.
El señor BALBONTÍN .-
No pueden cambiar lo que han deseado en democracia. Los acuerdos sólo quedan en poder de quienes manejan las válvulas, sea por el poder económico, sea en la condición de padrinos o gatopardos.
Quiero participar en este juicio político hacia un político, porque deseo evitar que se siga manteniendo esta mentira colectiva que constituye un impedimento a la reconciliación verdadera. Necesariamente se asocia a Augusto Pinochet con el régimen autoritario del pasado y además, con su condición de Jefe del Ejército y, además, de defensor de las obras realizadas durante el tiempo en que ejerció el poder. Este fantasma del pasado que la derecha insiste en mantener vivo nos impide avanzar en los cambios.
A mi juicio, la acusación constitucional tiene sentido. Si no es posible entonces, por la mayoría espuria del Senado. Si tenemos que pagar un precio por develar la mentira. Que sea el pueblo soberano el que juzgue a través de un plebiscito.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
Ha terminado su tiempo, su Señoría.
-Manifestaciones en la Sala y en las tribunas.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg (Presidente).-
Hago presente a la Sala que debo hacer cumplir dos normas, y quiero sentar las bases de inmediato.
Los invitados están para escuchar el debate. Si la Mesa, después de hacer un llamado de atención, con la prudencia que corresponde, se ve obligada a desalojar sectores de las tribunas, lo hará, porque ésta es una sesión formal de una institución democrática y se está transmitiendo por televisión a todo Chile entero. Por ello, nuestra obligación es que los diferentes puntos de vista sean conocidos por todos.
Por lo tanto, la Mesa no admitirá manifestaciones como las que se han escuchado. Estoy mirando a las personas que las hicieron y sé perfectamente cómo controlar las tribunas.
-Manifestaciones en las tribunas.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
Por primera vez, llamo al orden a los asistentes a las tribunas.
-Manifestaciones en las tribunas.
-Suenan los timbres silenciadores.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
Advierto a los asistentes a las tribunas que les está prohibido hacer manifestaciones. Si la situación lo requiere, me veré en la obligación de adoptar medidas drásticas.
-Manifestaciones en las tribunas.
-Suenan los timbres silenciadores.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
Nuevamente, advierto a los asistentes a las tribunas que les está prohibido hacer manifestaciones. De continuar en su actitud, se procederá a su desalojo.
-Manifestaciones en las tribunas.
-Suenan los timbres silenciadores.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
Se suspende la sesión por dos minutos.
-Transcurrido el tiempo de suspensión:
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
Continúa la sesión.
Señores diputados e invitados que nos acompañan, manifestaciones como las observadas impiden que la sesión se desarrolle con normalidad, y la Mesa tiene la facultad de desalojar las tribunas. Debo comunicarles, en primer lugar, que es exactamente lo que haré en caso de que sea necesario. Por lo tanto, les ruego la debida colaboración para que los señores diputados puedan exponer sus planteamientos.
En segundo lugar, debo comunicarles a los oradores que a la Mesa no le cabe otra cosa que hacer cumplir en forma estricta las disposiciones relativas a los tiempos, porque en una discusión como la presente no hay posibilidades de tener un comportamiento diferente. Eso implica que a cada uno se le avisará con un minuto de anticipación y, una vez cumplido, perderá el derecho al uso de la palabra.
Al Diputado señor Balbontín se le terminó su tiempo.
El señor BALBONTÍN.-
¡No, señor Presidente ! ¿Me permite?
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
Necesito colaboración para actuar. Terminó su tiempo.
El señor BALBONTÍN.-
¿Me permite?
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
No, señor diputado . Usted utilizó 8 minutos 23 segundos, y tenía asignados 8 minutos.
Tiene la palabra, por 3 minutos y medio, el Diputado señor Camilo Escalona.
El señor ESCALONA.-
Señor Presidente, no hay mal que dure cien años ni pueblo que lo soporte.
Así ocurre también en nuestro país. Llegó el momento en que Pinochet, aunque le pese, debe entregar el mando del Ejército de Chile.
Semanas más, semanas menos, deberá entregar el bastón de mando, aquel que recibió del General Carlos Prats, por decisión del entonces Presidente Salvador Allende , en agosto de 1973.
-Manifestaciones en las tribunas.
El señor ESCALONA.-
Con ese bastón de mando traicionó a ambos y encabezó el golpe de estado de 1973. Se refugió detrás de él para organizar la Dina y realizar la persecución más implacable de nuestra historia. Rompiendo las tradiciones republicanas que más nos enorgullecían, arrasó con las instituciones democráticas, liquidó el orden constitucional y gobernó amparado en la tortura y el terror.
De ese modo, se aferró al poder durante 17 años.
La historia ha demostrado que los dictadores más fieros son también los más cobardes. Así fueron Hitler y Stalin.
-Hablan varios señores diputados a la vez.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
Llamo al orden, por primera vez, al Diputado señor Correa.
Puede continuar el Diputado señor Escalona.
El señor ESCALONA.-
El peso histórico y moral de su propia responsabilidad y su impotente porfía de negar los crímenes y horrores cometidos, le llevaron a imponer leyes de amnistía o procurarse la ilegítima condición de senador vitalicio, situación que ahora permitirá a Pinochet incorporarse al mismo Parlamento que clausuró a sangre y fuego.
La conciencia culpable no le permite desprenderse de celosas maquinarias de protección, en que se entrecruzan prepotentes guardaespaldas y obsecuentes servidores intelectuales. Estos últimos han intentado blanquear al ex dictador y pagar el status adquirido bajo su sombra, esmerándose en lisonjas y repugnantes adulaciones,...
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
Le resta un minuto, señor Diputado .
El señor ESCALONA.-
...con el objeto de oscurecer el conocimiento de la historia, dañar la memoria de la nación y engañar a las generaciones futuras.
Tratan, por cierto, de salvar el propio prestigio tan deshonrosamente conseguido.
Los funcionarios de ayer, delatores, propagandistas o difusores del ex dictador, quieren embellecer el régimen más siniestro de nuestra historia, justificar el oprobio más indigno y lograr que desaparezcan desde la memoria del país las injusticias cometidas contra miles de chilenos y chilenas.
Por eso, este debate es necesario. Ayer, hoy y mañana. Así fue con el informe Rettig y así es ahora en esta sesión de la Cámara de Diputados, para que los aires de falso modernismo no empañen la conciencia nacional; para que los desbordes consumistas no signifiquen cómplice amnesia; para que la verdad histórica derrote el cinismo y la hipocresía y nos oriente en la dirección de ser un país de hermanos y florezca la democracia.
He dicho.
-Aplausos.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
Tiene la palabra por tres minutos y medio el Diputado señor Nelson Ávila, saldo del tiempo de los quince minutos.
El señor ÁVILA .-
Señor Presidente , hemos alcanzado el clímax de las paradojas que suscita nuestra democracia. Quien la destruyó en un holocausto de sangre y fuego, hoy viene a guarecerse bajo uno de los símbolos representativos. El más devastador pirómano de la República estará entre nosotros. Llega con tono decrépito y ademanes cansados.
Pinochet es el ayer. Por eso la Derecha padece obsesión de futuro. Quiere que esta sociedad no retenga el pasado; pretende contagiarnos de su amnesia histórica. Es que las malas conciencias optan por el olvido.
La historia y la vida son inseparables como proceso. Así lo entendía Heráclito cuando, sentado en la ribera, veía pasar las aguas. Hacia arriba, frente a él o más abajo, el río era uno solo.
El deteriorado caudillo y sus acólitos nos piden dejar atrás el ayer. Pero, al mismo tiempo, construyen un trono en el Congreso de la República a la más provocativa encarnación del pasado. Claro que al longevo general será imposible cubrirlo con un manto blanco, como a los senadores romanos. Él deja tras de sí a medio país sumido en el luto.
El vitalicio patriarca resultó aficionado a la historia. Ladino como es, se ha pretendido comparar con Cincinato, general que abandonó la vida bucólica para salvar a Roma. Éste, una vez alcanzado su propósito, dejó el poder y regresó a la paz del campo.
Nada de la vida de Pinochet se compara con dicho ejemplo. Si ahondara con más rigor y consecuencia la historia romana se encontraría con otro personaje. Respecto de él, don Augusto , es una clonación tan perfecta como Dolly, la oveja replicante. Me refiero a Calígula, éste fue obediente, servil...
-Manifestaciones en las tribunas.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
Resta un minuto de su tiempo, su Señoría.
Llamo al orden en las tribunas.
Le advierto a la persona que está haciendo manifestaciones que, a la próxima, voy a ordenar su desalojo.
Tiene la palabra por un minuto el Diputado señor Nelson Ávila.
El señor ÁVILA .-
Es que el sargento me ha quitado más de un minuto, señor Presidente .
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
Resta un minuto al Diputado señor Ávila para terminar su discurso.
-Manifestaciones en las tribunas.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
Ruego a las personas que se encuentran en las tribunas mantener silencio.
-Manifestaciones en las tribunas.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
Se suspende la sesión por cinco minutos. Llamo a reunión de Comités.
-Transcurrido el tiempo de suspensión:
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
Señores diputados, la Mesa acaba de tener una reunión con los Comités y les ha indicado que desafortunadamente no hay posibilidades de que la sesión continúe desarrollándose normalmente con público presente en las tribunas.
Por lo tanto, voy a suspender la sesión, desalojar las tribunas, y después reiniciarla sin público.
Se suspende la sesión.
-Transcurrido el tiempo de suspensión:
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
Se reanuda la sesión.
El señor PAYA.- Señor Presidente, asunto de Reglamento.
El señor ESPINA.- Punto de Reglamento, señor Presidente.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
Señores diputados, le resta un minuto de su intervención al Diputado señor Ávila, pero, antes de darle la palabra, me la han pedido, por una cuestión reglamentaria, los Diputados señores Darío Paya y Alberto Espina, en ese orden.
Tiene la palabra el Diputado señor Paya.
El señor PAYA.-
Señor Presidente , el devenir de esta sesión resultaba predecible e inevitable. El desate de pasiones, la reapertura de divisiones que, a nuestro juicio, constituyen la antítesis del aporte que esta Cámara de Diputados debe hacer hoy al país.
Por esta razón, le comunico nuestra decisión de retirarnos de la sesión en este instante.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg (Presidente).-
Tiene la palabra el Diputado señor Espina.
El señor ESPINA.-
Señor Presidente , asistimos a esta sesión porque la experiencia demuestra que las ideas hay que debatirlas en la Cámara de Diputados.
Pensamos que era una buena oportunidad para haber tenido un debate sobre la transición con altura de miras, más aún cuando creemos haber colaborado con ella; pero la forma en que se ha enfrentado el debate, la incitación a la odiosidad, que tanto daño le ha hecho al país, y la irresponsabilidad que significa esto en un momento en que Chile vive una situación económica inestable y difícil, son situaciones y actitudes que no justifican que nos sigamos prestando para una sesión que no conduce a nada. Por lo mismo, no continuaremos participando en un show de esta naturaleza.
-Los Diputados de la Unión Demócrata Independiente y de Renovación Nacional, con excepción de la señora Prochelle y del señor Longton , se retiran de la Sala.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
Tiene la palabra el Diputado señor Andrés Aylwin, por una cuestión de Reglamento.
El señor AYLWIN (don Andrés).-
Señor Presidente , las expresiones de los colegas de Derecha, antes de retirarse, parecieran indicar -según ellos- que lo pasado y el clima que se ha creado aquí es consecuencia de esta sesión.
Creo que en el país hay algo mucho más grave, que éticamente debemos plantear. Es la llegada del señor Pinochet al Senado de la República , a este Parlamento que es cuna de la democracia, lo que provocará los más graves conflictos y tensiones en el país. Las provocaciones de la Derecha, que hemos visto en esta sesión son una prueba de lo que pasará en Chile si el señor Pinochet insiste en llegar al Senado. Por eso, aquí debe recurrirse a todas las instancias morales del país para evitar que se consume algo que va más allá de lo que la conciencia ética de millones de chilenos puede soportar.
He dicho.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
Señores diputados, es evidente que lo sucedido provoca reacciones y la necesidad de dar opiniones. Los Comités cuentan con tiempo para intervenir, por lo que ruego a sus Señorías continuar con normalidad la sesión.
Tiene la palabra el señor Ávila, a quien le resta un minuto de su tiempo.
El señor ÁVILA .-
Señor Presidente , hasta en los partidos de fútbol se descuentan las interrupciones, por lo que espero que usted haga lo propio.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
Señor diputado , según me indica el señor Secretario , están debidamente descontadas.
El señor ÁVILA .-
Señor Presidente , entiendo que la comparación ha sido fuerte para “Calígula”. Calígula fue obediente, servil y sumiso. Gracias a ello, Tiberio lo nombró sucesor; pero cuando accedió al poder, su transformación tuvo la velocidad de un vórtice. La muerte y la tortura se extendieron por todo el Imperio. Era de reacciones impredecibles. Un día amaneció con fobia contra los calvos, es decir, los Viera-Gallo de la época. Ordenó que fueran arrojados como alimento para las fieras del circo. No se les permitió redención alguna ante un Pérez Yoma . Luego, ordenó la deportación de los filósofos. Hizo cortar la cabeza de todas las estatuas, mandando poner la suya.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
Señor diputado , se ha cumplido su tiempo.
Si le parece a la Sala y el Comité del Partido por la Democracia así lo estima, podría ceder parte de su tiempo para que el Diputado señor Ávila finalice su intervención.
¿Habría acuerdo?
No hay acuerdo.
El señor SCHAULSOHN.-
Pido la palabra por un asunto de Reglamento.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
Tiene la palabra su Señoría.
El señor SCHAULSOHN .-
Señor Presidente , ¿qué pasa con el tiempo de las bancadas de la Derecha? ¿Por qué no se reparte entre los parlamentarios de la Concertación?
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
Señor diputado , el señor Longton ha manifestado que hará uso de la palabra en el tiempo correspondiente a su bancada.
El señor SCHAULSOHN .-
¿Ocupará todo el tiempo, incluyendo el de la UDI?
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
No, pero la Diputada señora Prochelle , que también está presente, puede ocuparlo.
El señor SCHAULSOHN.-
Perdón. No había reparado en la presencia de los honorables diputados.
El señor PÉREZ (don Aníbal).-
Pido la palabra por un asunto de Reglamento.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
Tiene la palabra su Señoría.
El señor PÉREZ ( don Aníbal) .-
Señor Presidente , considero que no se requiere la unanimidad de la Sala para que el Comité del Partido por la Democracia ceda su tiempo. En consecuencia, si un Comité decide ceder su tiempo, no veo por qué el resto se puede oponer.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
Señor Diputado , lo que sucede es que se está haciendo uso del tiempo correspondiente a la Democracia Cristiana y es ese Comité precisamente el que no ha dado su acuerdo para acceder a lo solicitado.
En el tiempo del Comité de la Democracia Cristiana, tiene la palabra el Diputado señor Rodolfo Seguel, por ocho minutos.
El señor SEGUEL .-
Señor Presidente , el país presiente que la historia juzgará, sin duda alguna, a Augusto Pinochet Ugarte . Pero nosotros, representantes de la voluntad de millones de chilenos, no podemos dejar entregada a la pluma de los historiadores la opinión que nos merece el régimen represivo y dictatorial que él encabezó.
Al finalizar la época de los amarres constitucionales y de los poderes fácticos, la mal llamada transición a la democracia se hace absolutamente necesaria. Como un imperativo moral y de conciencia, es preciso volver la mirada hacia el pasado para rendir tributo, aunque sea tarde e ineficaz, a los miles de personas y familias que sufrieron en carne propia los rigores de una dictadura sangrienta y repulsiva, sobre la cual se construyeron los enclaves de poder y de riqueza que hoy muy pocos chilenos detentan.
Ellos merecen esta sesión pública, y en su nombre, quiero participar hoy en este hemiciclo -cuna de la democracia y crisol de las voluntades democráticas que llevaron a Chile de vuelta a la civilidad- para expresar el repudio de un pueblo que no tiene más voz que la nuestra para hacer sentir su disgusto e impotencia al ver que la figura del tirano estará sentada en medio de nosotros.
Quien borró de un plumazo el orden constitucional en 1973, de un bandazo el Congreso Nacional el mismo año, se manchó las manos de sangre asesinando a tres parlamentarios y abominó de los partidos y de los políticos, ahora pretende, en un ataque de amnesia, olvidándolo todo, convertirse en senador. Si estuviéramos en una obra de teatro del absurdo, podríamos entenderlo, pero estamos en el mundo real, y tratar de comprenderlo es absurdo.
¿Qué país del mundo se permite el lujo de tamaña incongruencia? Sólo los que no tienen conciencia de su historia ni vergüenza de su pasado.
Afirmo que este país podrá haber perdido muchos valores, vidas y bienes durante la dictadura, pero nunca perdió la conciencia de que era una nación libre, por la razón o la fuerza, y nunca podrá olvidar un pasado vergonzoso y humillante en materia de derechos humanos.
Señor Presidente , fui líder sindical durante muchos años en la dictadura militar, encarcelado y perseguido, condenado muchas veces a vivir en la clandestinidad, pero, gracias a Dios y a muchos amigos, conservé la vida, a diferencia de muchos otros compañeros y camaradas que hoy no pueden acompañarnos.
No traten de justificar las bancadas que hoy defienden a Pinochet los excesos que cometió mientras en este país no se movía una hoja sin que él lo supiera; no se hagan cómplices de actos de barbarie y satanismo; no se burlen como él de los chilenos desaparecidos, torturados o exiliados; demuestren la grandeza moral que él no tiene y háganse cargo también de sus errores y debilidades.
La clase trabajadora de este país pagó el costo de su desarrollo. Sobre sus hombros y privaciones se construyeron y amasaron, bajo el amparo de una mal llamada libertad económica, las enormes fortunas que hoy se encuentran en manos de muy pocos chilenos. Las empresas que tanto esfuerzo costó al país construir fueron regaladas a sus acólitos, para que a la vuelta de los años fueran vendidas a extranjeros, como acaba de ocurrir con una del sector eléctrico.
La seguridad social, obligación del Estado, se convirtió en una empresa privada generadora de cuantiosos recursos que benefician a los pocos dueños de las empresas que hoy en día manejan. ¿Cuánto ganan las sociedades propietarias de las AFP y cuánto ganan los fondos de pensiones de los trabajadores? Las diferencias son abismantes: las utilidades de las primeras superan 600 veces las de las últimas.
El movimiento sindical se atomizó y sobre él se volcó la furia empresarial para tratar de extinguirlos, quedando los trabajadores en la más absoluta indefensión gracias al famoso plan laboral, cuyo autor se ha perdido en el anonimato después de ver frustrados sus intentos para alcanzar alguna figuración política.
En el plano de las libertades individuales, sólo se permitieron las de los partidarios del régimen absolutista, conculcándose los derechos y libertades de millones de chilenos que disentimos de la tiranía, a los que se hostigó, expulsó de sus trabajos, arrancó de sus hogares y condenó a vivir durante muchos años en el ostracismo.
¿Acaso se olvidan, colegas, de los mal llamados programas de empleo, como el Pojh y el Pem, limosnas con que se humilló a los trabajadores y se condenó a la prostitución a miles de mujeres chilenas? Sí, colegas, escucharon bien, se condenó a la prostitución a miles de mujeres chilenas, que para alimentar a sus hijos, sacrificaron su más preciado don: la dignidad.
¿Acaso se olvidan también de los ancianos, de los pensionados, de los enfermos, a los cuales se les dejó en el olvido durante mucho tiempo en los años del terrorismo de Estado, cuando los cuantiosos recursos del Fisco se invirtieron para armar a la Dina, manejada por un desquiciado que, gracias a Dios y a la dignidad recuperada de nuestros jueces, hoy está en la cárcel?
¿Acaso se olvidan de Tucapel Jiménez, de Nattino, Parada y Guerrero, de Letelier, Prats , Lorca , Atencio y Lobos, del joven Martínez , del transportista Fernández , Bernardo Leighton y tantos otros chilenos anónimos que pagaron con su vida su lucha por recuperar la dignidad pisoteada en nuestro país?
¿Acaso Pinochet cree que podemos olvidar la tragedia que afectó a nuestra Patria? ¿Cree, acaso, que el viento y la arena borrarán las huellas del verdadero genocidio que se cometió en nuestro país en contra de quienes creía sus enemigos, en una guerra que sólo él declaró en contra de un pueblo indefenso?
¡No, jamás olvidaremos! En la memoria de cada uno de nosotros y de nuestros hijos, perdurará fresco el recuerdo de aquellos años que ustedes quisieran que olvidáramos. Su recuerdo fortalecerá nuestra voluntad para impedir que la tragedia se repita.
Muchos de ustedes -fundamentalmente los que se fueron de la Sala- querrán traer a esta sesión mi gesto de abril de 1990, cuando en aras de una verdadera reconciliación estreché la mano de mi opresor y carcelero. Créanme cuando les digo que no me arrepiento de haberlo hecho, porque ese gesto respondió a mi ferviente deseo de que este país se reconciliara. Pero cuando ahora escucho al dictador amenazar, amedrentar, chantajear y burlarse de sus atrocidades, no puedo sino concluir que él busca las condiciones para que en Chile no exista reconciliación y pueda nuevamente sembrarse la cizaña de la sinrazón que nos lleve de nuevo a un quiebre institucional.
Su presencia en el Senado busca ese objetivo: dividir profundamente a la clase política para que su cizaña germine, y desde este monumento a la locura -lo constituye este edificio, símbolo, como muchos, de toda dictadura; alejado físicamente del poder político, de las necesidades de la gente-, de este Parlamento, carente de verdaderas facultades por enclaves trasnochados y de poder, de los cuales hoy él mismo se aprovecha, buscará, en su desvarío permanente, que el sistema democrático fracase para poder justificar su dictadura y todas y cada una de las barbaries cometidas durante su régimen despótico.
Pero se olvida Pinochet que, frente a él, ahora está un pueblo dispuesto a luchar por su libertad con las armas de la verdad, la justicia y la equidad, el cual evitará que se hagan realidad las utopías que en su régimen de terror no pudo realizar.
Mi intervención responde al propósito de esta sesión, cual es la de formular un juicio ético sobre la gestión pública de Augusto José Ramón Pinochet Ugarte y condenarlo, moral y políticamente, como ya lo ha hecho la inmensa mayoría de nuestro pueblo.
No busco revanchismo ni protagonismo. Sólo quiero expresar en esta tribuna con mi voz, esa condena de miles y miles de chilenos, y la de miles de compatriotas nuestros que no tienen voz, sino que tampoco vida, gracias a Pinochet.
He dicho.
-Aplausos.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
Tiene la palabra la Diputada señora Mariana Aylwin, por nueve minutos.
La señora AYLWIN (doña Mariana).-
Señor Presidente , lo que ha pasado recientemente en esta Sala demuestra que no podemos seguir tapando el sol con la mano. Ninguno de nosotros puede acallar un debate que ha estado silenciado por mucho tiempo y, más aún, creo que es nuestro deber encauzarlo. De lo contrario -y aquí hay un presagio-, si no lo hacemos en forma razonable -este es un llamado a nuestros colegas de la Oposición y a nosotros también-, esto nos arrastrará a la irracionalidad, a la frustración, a la confrontación. Este debate no sólo se refiere a Pinochet, sino también a las dificultades que está enfrentando nuestro proceso democrático.
El general Pinochet y los defensores del régimen militar no pueden pretender que el paso del comandante en jefe del Ejército al Senado no genere indignación, aunque esté contemplado en una norma constitucional que todos conocemos. Tampoco pueden pretender tener el privilegio de ser intocables y de saltarse, como ahora, todos los juicios judiciales y políticos -por eso felicito a la Diputada señora Prochelle y al Diputado señor Longton , que han permanecido en la Sala- y llegar incólumes al juicio inevitable de la historia.
Como una dictadura que se precia de tal, ésta dejó todo bien atado con la ley de amnistía; la inamovilidad de los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas; el Ejército bajo el mando de Pinochet por ocho años, después del retorno a la democracia; un puesto vitalicio para él en el Senado, cuando terminara esa función, probablemente para seguir teniendo fuero e inviolabilidad; una institucionalidad hecha a la medida, como él dijo varias veces, para proteger a su gente. ¿A cuál?, me pregunto. ¿A los que participaron en el gobierno militar? ¿A los que hicieron el trabajo sucio de la represión? ¿O también a los sectores privilegiados de este país, que se ampararon y enriquecieron bajo un sistema que los protegió con esmero? ¿No fue explícito el general cuando dijo que había que cuidar a los ricos?
Es cierto que los demócratas chilenos aceptamos una transición pactada. Decidimos derrotar a la dictadura con sus propias reglas del juego. Lo hicimos, porque siempre rechazamos la violencia como método político. También, porque el régimen militar fue insensible a la movilización social y se cerró a las alternativas de una apertura. Seamos realistas: lo hicimos porque no teníamos más opciones. Asumimos el reto; dimos gestas heroicas; derrumbamos la dictadura con el voto de un pueblo que se sobrepuso al temor y manifestó su voluntad de recuperar su ciudadanía, dignidad y libertad y avanzar por una senda de justicia.
No nos arrepentimos del camino asumido. Al contrario, éste ha tenido muchos logros, y creo que es deber nuestro reconocerlos y valorarlos. Nos sentimos orgullosos -yo me siento orgullosa- de lo que hemos logrado. Pero seamos claros. Lo que hemos conseguido ha sido muchas veces a pesar de Pinochet, y con la resistencia casi continua de las fuerzas políticas de la Derecha.
Es evidente que la institucionalidad heredada ha entrampado nuestro proceso. En ese marco, Pinochet no ha hecho más que asumir el papel que le asignó el sistema institucional. Por lo tanto, el problema de fondo es la institucionalidad, no el general Pinochet . No obstante, la actitud que ha tenido el general y la Derecha, que lo respalda, no se compara con el esfuerzo hecho por la inmensa mayoría de los chilenos: actuar con prudencia, buscar la paz, restablecer la convivencia para construir un país común, respetando las diferencias; asumir las responsabilidades históricas que a cada uno nos corresponden. Al contrario, él siempre ha querido mantenerse en el límite de lo permitido, intentando hacer sentir el peso de su poder a través de presiones, provocaciones, amenazas y amedrentamientos, especialmente cuando se ha sentido afectado en lo personal.
Recordemos que en los casos conocidos como “ejercicio de enlace” y “boinazo” el hecho determinante fue la situación procesal que afectaba a su hijo en relación con unos cheques que había recibido del Ejército.
Si bien el general Pinochet nunca ha conseguido lo que pretendía ni ha logrado poner en peligro la estabilidad institucional, su forma de actuar, en una lógica de poder reñida con la democracia, sigue siendo un factor de división y perturbación.
Se ha hecho referencia a opiniones expresadas por mi padre, el ex Presidente Aylwin, quien fue elegido por todos los chilenos, pero que no será senador vitalicio, institución en la cual, por cierto, no cree ni aspira a formar parte de ella. Se ha mencionado que él dijo que la presencia del general Pinochet en la Comandancia en Jefe del Ejército ha servido para que en Chile no se produjeran situaciones de alzamiento, como las que en otras naciones protagonizaron algunos coroneles en períodos de recuperación democrática. ¿Alguien puede decir que eso no es una realidad? Sin duda, la gran autoridad y ascendiente de quien ha sido tanto tiempo jefe absoluto ha sido un factor que ha evitado ese riesgo. Por ende, ha sido un factor de estabilidad.
Sin embargo, el tiempo nos demuestra que no basta la estabilidad. Tras ocho años de gobiernos democráticos, muchos sentimos que la senda por la cual hemos transitado está bloqueada. Lo que parecía aceptable hace algunos años hoy se hace cada vez más insostenible para más chilenos. Vivimos una democracia anómala, en la cual en vez de gobernar la mayoría con respeto a la minoría, gobierna la mayoría siempre que la minoría se lo permita. Dos programas presidenciales, aprobados mayoritariamente por los chilenos, han chocado con la estructura de un Senado que no representa la voluntad popular.
Los partidos de Derecha siguen apegados a los poderes fácticos y no han sido capaces de vivir en democracia sin los subsidios que les legó el régimen militar.
El riesgo de la marginación del sistema es creciente. ¿Para qué participar y votar si el poder no está en las instituciones democráticas, sino que lo detentan, en definitiva, los que tienen la fuerza y el dinero? Frente a ello, ¿nos quedamos de brazos cruzados? Quería apelar a los partidos de Oposición a que se pusieran en nuestro lugar.
Esperamos que la naturaleza se encargue de hacer lo suyo y que, en unos años más, en vez de ser Pinochet el senador vitalicio lo sea Eduardo Frei ; y que en vez de tener escasas opciones para designar senadores democráticos y progresistas, haya muchas más, y que la Derecha, entonces, en forma generosa, se disponga a hacer las reformas, porque lo mismo que ahora la favorece dejará de convenirle.
Nuestra gran distancia con el general Pinochet está en cómo concebimos el poder. Él ha entendido la política como una acumulación de poder sin restricción; lo ha ejercido sin un concepto ético, desligado de valores superiores. Ni el respeto a la dignidad humana, ni la libertad, ni la justicia inspiraron sus acciones.
Por eso, durante su gobierno se usaron métodos que permitieron violaciones masivas a los derechos humanos. Por eso impuso una lógica de guerra y un clima de odios. Por eso, nos ponía frente a la disyuntiva de optar por la modernización o la vida humana, por el desarrollo o la democracia. Por eso, en todos estos años no ha sido capaz de hacer un gesto de reconocimiento, de generosidad, de reconciliación.
Señor Presidente , podemos tener opiniones distintas respecto de la historia y del porvenir; pero, por sobre esas distancias, el país necesita que seamos capaces de construir una visión ética común acerca del poder, ligada a valores básicos.
A quienes comparten, más allá de las legítimas diferencias, una manera de concebir la política lejos de los personalismos y vinculada a la realización del bien común, les hacemos un llamado para que no sigan cerrando filas con un esquema que violenta la conciencia democrática y la aspiración de paz y de justicia de la inmensa mayoría de los chilenos.
He dicho.
-Aplausos en la Sala.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
En el tiempo del Comité de Renovación Nacional, tiene la palabra el Diputado señor Arturo Longton.
El señor LONGTON.-
Señor Presidente , una vez solicitada esta sesión -por lo demás, se está desarrollando en forma bastante accidentada-, el lunes recién pasado nuestra bancada decidió, por mayoría, con el voto en contra de quien habla y de otro diputado , asistir a esta reunión. Yo era partidario de no hacerlo, pero acepté y acaté democráticamente el acuerdo mayoritario de mi bancada. Cuando uno acepta eso, y una vez aquí adentro, hay que enfrentar el debate. Para quienes estamos en la política, no es bueno eludirlo.
Estoy cumpliendo con mi deber de estar presente en un debate que hubiese preferido que no se realizara, porque sabemos que el país necesita el esfuerzo de todos los chilenos para salir adelante, porque hay importantes sectores de nuestras poblaciones que todavía viven en una pobreza y miseria muy grandes. Pero también esta Cámara es política, y aquí es ineludible hablar de ella. Ése es un deber insoslayable de todos los diputados. Por eso estoy aquí.
Me asiste la confianza de que mis colegas respetarán esta decisión. De lo contrario, estaríamos haciendo las cosas al revés: no respetaríamos la democracia.
Esta sesión y este debate se habrían evitado si hace unos meses hubiésemos aprobado las reformas constitucionales que nos propusimos llevar a cabo sectores de Gobierno e importantes sectores de la centroderecha, en la cual se encuentra el partido que represento. Lamentablemente, oscuros designios decidieron lo contrario: mantener a ultranza una Constitución que a todas luces le viene haciendo un enorme daño al país y a nuestra democracia.
-Aplausos en la Sala.
El señor LONGTON.-
Pero, de nuevo, hay que ser respetuoso de la democracia. Esas mayorías dijeron que no, y yo las respeto. No por eso claudico en mis deseos y aspiraciones de hacer perfectible la Constitución en los aspectos públicamente conocidos.
Ha sido importante realizar esta reunión, porque así queda planteado el tema y estamos presentes. Pero parece inoficioso e inadecuado que el debate continúe la línea que está siguiendo cuando las cosas se plantean respecto de una persona.
Hay una Carta Fundamental que, nos guste o no, debemos respetar. Pero cuando se respeta en forma parcial -aprobamos lo que nos agrada y rechazamos lo que nos desagrada-, se comete un gran error, en especial por los sectores oficialistas.
Los plazos se cumplen, la historia avanza y, tarde o temprano, las cosas serán distintas.
Ojalá tengamos debates como éste; pero creo que el país, hoy en particular, necesita abordar temas de muchísima más urgencia. Debatir estos temas no es óbice para no tratar los otros. Creo que se pueden analizar simultáneamente.
Pero hay un llamado de atención importantísimo, que recogí el 11 de diciembre pasado: existe un amplio sector del país, como lo señalaba la Diputada señora Aylwin , que no quiere participar o no tiene deseos de hacerlo, porque hay un Congreso, donde se supone que está la representación del pueblo de Chile, disminuido.
Esta Cámara no tiene facultades; el Senado, tampoco. Entonces, con un poder presidencial omnímodo es muy fácil el desprestigio, el desaliento y la frustración de un pueblo como el chileno.
Ése es el propósito que debemos tener: no sólo avanzar en reformas de carácter político, sino también en aquellas que signifiquen más poder para la Cámara y el Senado. En definitiva, hacer posible el equilibrio de los Poderes, cuestión que, en teoría, aprendemos desde muy jóvenes.
Ojalá también podamos avanzar en una efectiva regionalización, para que el poder se pueda dispersar.
He dicho.
-Aplausos en la Sala.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
Ofrezco la palabra al Comité de la UDI.
Ofrezco la palabra.
En el tiempo del Comité del Partido por la Democracia, tiene la palabra el Diputado señor Aníbal Pérez.
El señor PÉREZ ( don Aníbal) .-
Señor Presidente , la actitud observada en las tribunas y en el hemiciclo, tanto de la gente que asistió a la sesión como de nosotros, los parlamentarios, refleja medianamente lo que ha significado Augusto Pinochet en la vida de los chilenos desde hace 24 años.
Las actitudes llenas de violencia, de odio, de menosprecio, de mutuos insultos, son consecuencia de la conducta permanente que ha mantenido el general Pinochet: creó una guerra ficticia; dividió el país entre buenos y malos, entre amigos y enemigos, lo que después de 24 años se ve reflejado en la gente que acudió a escuchar este debate en las tribunas. Estas imágenes que han salido hacia el país y el mundo entero, valen más que cien discursos, porque demuestran ante la faz del mundo lo que aún subsiste en Chile: división, rencor, odio, violencia, producto de lo que ha sido la actitud permanente de Pinochet en la vida del país.
Con el pretexto de restablecer la institucionalidad quebrantada, exterminó, encarceló y exilió a miles de compatriotas; disolvió el Congreso Nacional y al Tribunal Constitucional, proscribió los partidos políticos, implantó el estado de sitio, incineró los registros electorales, cesó en sus cargos a los alcaldes y regidores, intervino las universidades, cortó la actividad sindical, censuró a la prensa, clausuró a los medios de comunicación; en fin, eliminó cualquier actividad que pudiera encauzar la disidencia y concentró en sus manos todo el poder.
Hoy, después de 24 años, ¿qué tenemos? Lo reitero: lo que aquí se ha visto ahorra comentarios y palabras. Eso ha significado Pinochet en la vida del país. Estas imágenes de rencor entre los chilenos, claritas para todo el país, laceran a la sociedad en su conjunto.
Por eso, como diputados del PPD, públicamente acusamos al general Pinochet , en primer lugar, de haber instaurado una sangrienta dictadura en el país. En segundo lugar, de haber dividido a los chilenos, de destruir familias, del exilio y asesinato de miles de chilenos que hoy aún son víctimas de lo que ocurrió en esos años.
Quien gobernó pasando por encima de todos los derechos más esenciales de la humanidad, ¿tiene autoridad moral para ocupar un lugar en el Parlamento que él cerró? ¿Tiene autoridad moral quien durante 24 años ha menoscabado y denostado nuestra actividad con la frase recurrida, “los señores políticos” para sentarse entre nosotros? ¿Tiene consecuencia moral para sentarse entre quienes hacemos la actividad política?
Entonces, no sólo se trata de si existe o no fundamento constitucional para que lo haga, sino que hay otros que son más importantes: los fundamentos éticos, valóricos, morales, de principios que, obviamente, no los tiene Augusto Pinochet Ugarte .
Gran parte de los gestos de reconciliación que se han conocido en el país han emanado de nosotros, de quienes fuimos sus víctimas. ¡Miren qué paradoja! Quienes fueron perseguidos durante todos esos años son los que han hecho gestos de reconciliación. Por el contrario, ¿ha existido algún gesto de grandeza moral del general Pinochet para buscar la reconciliación del país?
Le diría que lea el titular que apareció el sábado en “El Rancagüino”, el diario de la ciudad que represento en el Parlamento. El Obispo de Rancagua , Monseñor Prado , Secretario General de la Conferencia Episcopal , expresa: “Pinochet debería retirarse. Debe desistir de ir al Senado. Duele que las Fuerzas Armadas digan que no tienen que pedir perdón”. No lo decimos nosotros, sino una autoridad moral y espiritual. ¿No le dice nada esto a Augusto Pinochet Ugarte ? Son los gestos que el país necesita.
Aparte todo lo que he señalado, estableció un modelo económico que hizo a los pobres más pobres y a los ricos más ricos, en particular a sus partidarios más cercanos, concluyendo con la más profunda corrupción que se tenga memoria en el país, hasta pasar bienes de todos los chilenos, un gran número de empresas del Estado, a manos de particulares con absoluta falta de transparencia, decoro y dignidad para el Estado. Y hoy se nos critica cuando intentamos privatizar alguna empresa del mismo.
El PPD acusa a Pinochet de establecer un modelo de sociedad injusto en extremo, que generó más de cinco millones de pobres; de amparar, permitir y proteger a un pequeño grupo de sus fieles seguidores que se enriquecieron en forma ilícita con los dineros de todos los chilenos.
Como corolario, recordemos la imposibilidad consagrada en un artículo transitorio de la ley orgánica constitucional del Congreso, de hacer efectivos los mecanismos de la acusación constitucional por actos ocurridos con anterioridad al 11 de marzo de 1990, con lo cual los máximos responsables del régimen militar cubrieron con un manto de impunidad su actuar funcionario.
Los diputados del PPD emplazamos al general Pinochet a que apoye sin condiciones la derogación de dicha norma, si es que no tiene nada que ocultar o temer.
El arribo de la democracia obtenida después de derrotar en las urnas al General Pinochet, no marcó el término de su intervención en la política contingente, pese a que la Constitución que él mismo impuso al país establece en su artículo 90: “Las Fuerzas Armadas y Carabineros, como cuerpos armados, son esencialmente obedientes y no deliberantes”. Así, el accionar del general Pinochet en su cargo de comandante en jefe, ha sido un obstáculo permanente para el normal desarrollo del proceso político del país. Él ha impuesto un clima de violencia verbal y de confrontación que se ha traducido -ustedes lo saben y Chile lo sufrió- en los famosos “Ejercicios de enlace” y el llamado “Boinazo”, destinados a amedrentar al país cada vez que se ha sentido afectado en alguno de sus intereses.
El Estado chileno ha pagado los costos por su conducta. No en vano Amnistía Internacional ha prevenido a la Unión Europea acerca del militarismo chileno, o la Organización de los Estados Americanos ha concluido que el decreto ley de amnistía es incompatible con la Convención de Derechos Humanos. No es grato tampoco que hoy la justicia española quiera juzgar a Pinochet por la muerte de ciudadanos españoles ocurrida durante la dictadura. ¡Y cómo ha empañado la imagen del país, cuando señaló -y agraviaba naciones amigas de Chile- que las fuerzas armadas alemanas estaban llenas de sindicalistas, homosexuales y drogadictos! Eso también significa empañar la imagen pública, la imagen de nuestro país en el exterior.
Por eso, los diputados del PPD hoy acusamos al general Pinochet de ser causa permanente de desprestigio para la imagen internacional del país.
Desde esta perspectiva, a nadie puede escapar que la presencia del general Pinochet en el Congreso constituirá un factor aun mayor de división entre los chilenos, puesto que todas las odiosidades que creó su régimen surgirán otra vez con más fuerza y vehemencia, trayendo consigo graves problemas de credibilidad a los esfuerzos de democratización en que está empeñada la gran mayoría de los chilenos.
Su incorporación al Congreso representa una burla a la inteligencia de todos los chilenos y constituirá una constante fuente de legitimación del mismo y costará, ¡vaya que costará!, que la amplia mayoría democrática del país así lo acepte.
Pero lo que resulta más penoso aún es lo que hemos visto aquí en esta oportunidad, con excepción de destacados diputados de la Derecha, aun después de 24 años del golpe de Estado: la existencia de una Derecha que ha sido incapaz de sacudirse del tutelaje de Pinochet, lo que aquí ha quedado demostrado, ya que su actuar político solamente ha considerado defenderlo y mantener los enclaves autoritarios que permiten desconocer permanentemente la voluntad soberana del pueblo de Chile.
Quiero hacer una observación al Diputado Longton : todos los mecanismos que hemos empleado están dentro de la Constitución; nada de lo que hemos hecho y vamos a hacer estará fuera de ella, y nadie puede sentirse menoscabado cuando uno ocupa la Constitución para expresar sus ideas. Nada ha estado fuera de la Constitución y nada lo estará.
Señor Presidente , el PPD, consciente de los principios y fiel a los objetivos para los cuales fue fundado, reitera su compromiso de desplegar todos los mecanismos existentes para construir una sociedad democrática y solidaria, por lo cual expresamos nuestro público rechazo a la incorporación del general Pinochet al Congreso Nacional.
El PPD, representando a los marginados y en memoria de las víctimas de su régimen, lo declaran culpable.
He dicho.
-Aplausos.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
En el tiempo del Comité Socialista, tiene la palabra el Diputado señor Jaime Estévez.
El señor ESTÉVEZ.-
Señor Presidente , honorable Sala, quiero pedir, en primer lugar, que me acompañen a escuchar una cinta magnética que, pienso, resume trágicamente la marca que Pinochet ha puesto sobre una etapa ya demasiado larga de la historia de nuestro país:
“-Carvajal: Atención puesto 1, puesto 1, puesto 1, a puesto 5, 5. Adelante. Cambio.
Patricio necesito hablar con Augusto. Adelante. Cambio.
Puesto 1 (Pinochet): Conforme.
-Pinochet: Augusto escuchando, Augusto escuchando.
Voz en off: Comunicación interna entre el general Augusto Pinochet y el almirante Patricio Carvajal .
-Carvajal: Allende está en La Moneda.
-Pinochet: Entonces, hay que estar listo para actuar sobre él. Más vale matar la perra; se acaba la leva, señor.
-Carvajal: Exacto.
Están ofreciendo parlamentar.
-Pinochet: Rendición incondicional. Nada de parlamentar. Rendición incondicional.
-Carvajal: Bien, conforme. Rendición incondicional. Se le toma preso, ofreciéndole nada más que respetarle la vida, digamos...
-Pinochet: La vida y su integridad física, y en seguida, se le va a despachar para otra parte.
-Carvajal: Conforme. O sea, ¿se mantiene el ofrecimiento de sacarlo del país?
-Pinochet: Se mantiene el ofrecimiento de sacarlo del país; pero el avión se cae, viejo, cuando vaya volando.
-Carvajal: Conforme.”
Señor Presidente , la grabación de la conversación entre el general Pinochet y el almirante Carvajal , hecha por radioaficionados, culmina cuando Pinochet le dice: “Se mantiene el ofrecimiento de sacarlo del país; pero el avión se cae, viejo, cuando vaya volando.” Y luego, la risotada.
Eso marca lo que ha sido y es Pinochet: la violencia; nada de parlamentar, rendición incondicional; la falsedad, el engaño, lo que se nos quiere presentar a veces como astucia, pero no es otra cosa que el desconocimiento de la palabra empeñada y el desprecio por la vida.
Fueron 17 largos años de ejercicio de la dictadura. Es tan natural que ahora tengamos todavía una sesión tensa, convulsionada. El general Pinochet está asociado al dolor, a la muerte, al sufrimiento, a que gran parte del país se haya sentido y se sienta amenazado, humillado. ¿Cómo esperar que pueda pretender asumir una senaduría vitalicia en el Senado sin que haya una reacción de irritación, de molestia, de confrontación?
Se nos dice “Olvidemos”. Puede ser la única salida posible; pero nos deja, como dice Marco Antonio de la Parra en su reciente libro “Desmemorias”, sin historia, sin peso; vaporosos, tenues, traslúcidos. Es extraño oír a tanto parlamentario de Derecha, a tanto ex funcionario del gobierno militar, repetir que miremos hacia adelante, que dejemos el pasado y, al mismo tiempo, quejarse de la levedad de las cosas, de la moral hecha añicos y de un país sin sustancia.
El juicio de la historia ha sido y es, en nuestra opinión, categórico sobre Pinochet. Él rompió la Constitución de 1925, que juró respetar; derrocó al Presidente , a quien le juró obediencia. El golpe militar era evitable. No vamos a aceptar jamás la idea de que era un curso inevitable de las cosas. El país estaba tensionado; sin duda, estaban dificultados los caminos democráticos. Es conocido que el Presidente Allende resolvió, como lo anunció públicamente, convocar a un plebiscito para dirimir la situación política. El general Pinochet aceleró el golpe de Estado para evitar este camino, forzando lo que buscaba y deseaba hacer. Para dar el golpe, hubo primero que dar un golpe previo en el seno del Ejército; por cierto, el asesinato del general Schneider , Comandante en Jefe del Ejército ; luego, un golpe con el derrocamiento del general Prats , y la salida de los mandos de los generales Pickering y Sepúlveda . El general Prats fue asesinado más tarde en Buenos Aires por un comando, como se sabe hoy, de la Dina, bajo el mandato de Pinochet. Dos comandantes en jefe asesinados por la Derecha para imponer en Chile un golpe de Estado.
El golpe, que era evitable, no tenía tampoco que ser necesariamente de la crueldad que fue. La decisión de bombardear La Moneda fue absolutamente innecesaria, que muestra, sin embargo, la crueldad y la implacable voluntad de someter al país por el terror, bombardeando el símbolo de la democracia, con el Presidente constitucional de la República en su interior.
Pinochet nunca deseó restablecer la democracia en el país. Lo dijo ya en 1975: “Moriré yo, morirá mi sucesor, y no habrá elecciones en Chile.” Ésa fue su voluntad, pero no la pudo imponer, porque fue derrotado por nosotros, por la sociedad chilena.
Aceptó la Constitución de 1980 presionado por las circunstancias, pero en el convencimiento de que el plebiscito de 1988 era sólo un mero artificio para prolongar su mandato hasta el año pasado.
Derrotado en el plebiscito, en una hipótesis que no previó, en la soberbia absoluta de pensar que tenía un respaldo popular, que, claro, se lo fabricaban, pero que era inexistente, se ha encastillado en el Ejército, confundiendo el papel de una institución de la patria, como es el Ejército, con sus intereses personales.
Efectivamente, durante estos años no ha intervenido en política contingente -no faltaba más; hay un Presidente constitucional de la República -, salvo cuando sus intereses personales han sido puestos en jaque.
Como era de esperar, a poco de iniciado el gobierno de Aylwin, como era natural, surgieron evidencias de irregularidades o negocios con apariencias fraudulentas que involucraban a familiares directos del general Pinochet. Los cheques emitidos por el Ejército de Chile a su hijo por la compra de una empresa de armas -uno de los cuales, de 1 millón de dólares-, se justificó como una comisión pagada por la compra de esa empresa; a su hija Lucía se la denunció por comisiones obligatorias del Instituto de Seguros del Estado por alrededor de 25 millones de pesos, y a su yerno, Julio Ponce , acusado de haberse adjudicado Soquimich en un precio vil.
Cuando estos hechos fueron planteados y la Cámara de Diputados los analizó en diciembre de 1990; Pinochet ordenó un acuartelamiento del Ejército, lo que se denominó posteriormente “Ejercicio de enlace”; fue una clara, abierta y franca amenaza a la democracia.
Puestos en un dilema histórico, por cierto nosotros, que somos gobierno del país y, por lo tanto, tenemos la responsabilidad de pacificar a Chile, gestionar y asegurar la democracia, tomamos la opción prudente, que en ese momento era inevitable. Pero debo ser muy claro en señalar que la tensión cívico-militar con este acuartelamiento no se debió a los derechos humanos, a las relaciones cívico-militares, a la política económica del país, sino única y exclusivamente a que el general Pinochet se sintió amenazado en sus intereses personales y familiares. Lo mismo se repitió un poco más tarde en la denominada operación “Boinazo”.
Es decir, el juicio de la historia es claro y categórico para condenar al general Pinochet por anteponer sus intereses como persona a los del Ejército y a los de la patria; para condenarlo en su gestión política con una obra tan sólida y dura de recordar como fue el informe de la Comisión Rettig, la cual reunió a juristas y personalidades de distintos ámbitos del país, quienes analizaron lo que había ocurrido con las violaciones de los derechos humanos durante el período de Pinochet y dieron un juicio indesmentible y categórico, condenando la violencia, la muerte, la tortura, el terror.
Al mismo tiempo, se ha querido crear en el plano económico social, el mito de que Pinochet habría construido una nueva sociedad económica en Chile. Esto es falso. El gobierno de Pinochet hizo sufrir mucho a la gente, quienes recuerdan hasta hoy el Pem, el Pojh y las humillaciones a que fueron sometidas en este terreno.
El juicio de la historia es categórico y no depende de mayorías o minorías en el Parlamento, que, por cierto, las hay; pero hoy él continúa ejerciendo un papel negativo respecto de la consolidación democrática de Chile.
Por lo tanto, es natural que estemos preocupados ante la prolongación de esta sombra para la consolidación de nuestro país, para el camino que buscamos. Sin embargo, no hay que desesperarse. Hay que seguir trabajando como lo hemos hecho hasta hoy, con serenidad y firmeza, en la defensa de las instituciones, en el recuerdo del pasado, no para resucitarlo o revivirlo, sino que para construir la sociedad del futuro en sólidas bases y evitar que esos hechos se repitan.
Nuestra responsabilidad, como parlamentarios, como servidores públicos, es unir a la Patria, no sobre la base del olvido, sino que en la generosa oportunidad de la reconciliación a quienes busquen la justicia, la paz y la verdad.
He dicho.
-Aplausos.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg (Presidente).-
En el tiempo de la Democracia Cristiana, tiene la palabra, por ocho minutos, el Diputado señor Juan Carlos Latorre.
El señor LATORRE.-
Señor Presidente , en esta sesión histórica, en que tenemos la oportunidad de entregar una opinión sobre el juicio político que nos merece el general Augusto Pinochet , tiene sentido dar especial relevancia al testimonio de tantos hechos que nos hablan de intolerancia, de atentados permanentes y sistemáticos a la dignidad de las personas, a sus derechos fundamentales, a su libertad e, incluso, a la vida de muchos chilenos.
Sin embargo, más allá de estos aspectos tremendamente dolorosos para la conciencia democrática de todo ciudadano, con los cuales se justifica el severo juicio ético, jurídico y político presente en muchas alusiones en este foro democrático, quisiera centrar mi exposición en uno que, desde un punto de vista ético, cultural, histórico y político, estimo más penoso, para muchos, incomprensible, y cuya trascendencia hasta estos días tiene como principal responsable al general Augusto Pinochet Ugarte .
Muchos estudiosos señalan en sus textos que el aparente apoliticismo y rechazo a las ideologías que impregnaban a la denominada “doctrina de seguridad nacional”, encontró, en una época especialmente crítica de nuestra historia, un aliado propicio entre aquellos que, pregonando un engañoso apoliticismo, se agrupaban políticamente en lo que en su época se autodenominó el gremialismo.
Quiero referirme hoy a la responsabilidad política del general Augusto Pinochet por haber puesto y expuesto a las Fuerzas Armadas a una concomitancia, a una alianza espuria, a un vínculo sórdido de inapreciables efectos culturales, éticos, políticos y económicos, con aquellos que audazmente, y escudándose en un supuesto apoliticismo, coparon la decisión sobre aspectos conceptuales básicos para el quehacer global y sectorial del régimen militar. El general Pinochet, consciente o inconscientemente, permitió que ese grupo de chilenos, que nunca habría tenido acceso al poder gubernamental a través de elecciones democráticas, asumiera la capacidad de decisión sobre aspectos que condicionarían institucionalmente el futuro del país y de la sociedad en todas sus expresiones. Éstos, usurpando el poder asumido por los uniformados, dejaron que la responsabilidad de ordenar, de reprimir, de hacer la tarea sucia, apareciera como una responsabilidad estrictamente militar, permitiéndose, incluso, la posibilidad de criticar débilmente este quehacer para así, en alguna oportunidad, poder lavarse las manos de la responsabilidad que sin duda han tenido en muchos de los hechos que hoy son materia de nuestro análisis.
Me refiero también a muchos que se pagaron muy bien de sus servicios gubernamentales, llevándose a su casa, incluso, empresas del Estado privatizadas y enriqueciéndose ilícitamente. El país, recientemente, conoció en detalle un ejemplo patético de esa situación. Otros, incluso, después de su paso por dicho gobierno, señalan hoy, de una forma u otra, su crítica a los desatinos en materia de respeto a los derechos humanos ocurridos en esos años y cuya responsabilidad, obviamente, descargan explícita o implícitamente sobre los uniformados.
Los conocemos. Hoy tienen su expresión política. Son los mismos que en la actualidad, a través de la expresión pública de su máximo líder, el alcalde Joaquín Lavín , y con una especial frivolidad, desconociendo los efectos tan dolorosos que para nuestra patria traen consigo las desavenencias cívico-militares, señalan sin ningún pudor que Pinochet es cosa del pasado. El general Pinochet, de acuerdo con disposiciones constitucionales vigentes, deberá dejar la Comandancia en Jefe del Ejército antes del 11 de marzo y, de acuerdo con esas mismas disposiciones -que compartimos- tendrá, eventualmente, la oportunidad en el Senado de reiterar o no su afinidad política con esos sectores y nos dejará a los demócratas de este país la enorme y difícil tarea de restituir esa relación de plena identidad entre los ciudadanos y quienes, sin dejar de serlo, visten dignamente el uniforme de nuestras Fuerzas Armadas.
Es en el juicio político que tiene lugar en este foro donde corresponde destacar el enorme desafío que nos deja la lamentable debilidad de aquellos que, consciente o inconscientemente, afectaron esa tradición histórica que es necesario restituir y que permitirá en el futuro volver a identificar en torno a una idea de país, a nuestras tradiciones, a nuevas expresiones culturales, la necesaria identidad que debe existir en la relación entre civiles y uniformados.
El Ejército no puede estar a disposición de los humores, devenires o actuaciones de una sola persona, cualquiera que sea el rol que ésta haya cumplido. No se puede confundir a la persona de Pinochet con nuestras Fuerzas Armadas. Ellas están por sobre las personas y responden a una tradición, a una cultura histórica que se ha desarrollado desde los tiempos de la República.
En consecuencia, hoy no tiene lugar un juicio a nuestras Fuerzas Armadas, sino a Augusto Pinochet. Hoy es la oportunidad para dejar un testimonio de uno de los hechos que incluso ha estado presente en muchas opiniones de aquella derecha republicana, liberal o conservadora, cuya expresión política ha sido avasallada en las últimas elecciones por los que cultivan un engañoso apoliticismo y que no dudan en dejar a un lado -cuando así les conviene-, diciendo que son cosas del pasado, a aquellos que les permitieron el uso y abuso del poder por tanto tiempo.
El retiro de esta sesión, en forma explícita y penosa, del debilitado presidente de Renovación Nacional , Diputado Alberto Espina , quien habló también en nombre de la UDI, nos demuestra la evidente decisión, de hoy y también de mañana, de dejar solo a Pinochet en el Parlamento, eludiendo la Derecha chilena su responsabilidad en el análisis necesario de los desafíos democráticos de nuestro país en el futuro.
Termino mis palabras haciendo un llamado para que nuestras convicciones democráticas también sean asumidas plenamente en el futuro por aquellos que conduzcan a nuestras Fuerzas Armadas, de manera que en conjunto, con todas las instituciones democráticas del país, podamos superar esta etapa de nuestra historia que -repito- aún nos presenta muchos desafíos.
He dicho.
-Aplausos.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
En el tiempo del Comité de la Democracia Cristiana, tiene la palabra el Diputado señor Sergio Morales por tres minutos.
El señor MORALES.-
Señor Presidente : “Antes que nada, una aclaración. El título de este trabajo (que obviamente va a tratar de tres novelas: “El Recurso del Método”, de Alejo Carpentier, “Yo, el Supremo”, de Augusto Roa Bastos y “El Otoño del Patriarca”, de Gabriel García Márquez ) no es un mero juego de palabras. Por un extraño azar, estos tres narradores apelaron al mismo recurso: narrar la vida de un dictador latinoamericano, ese supremo patriarca que, en un caso, el de la obra de Roa Bastos, tiene nombre y apellido, y en los otros dos es algo así como un ente promedial.”
Así comienza Mario Benedetti un enfoque crítico acerca de las tres novelas mencionadas y que fue publicado en un libro del mismo título: “El recurso del supremo patriarca.”
Lo cierto es que, al patrocinar el motivo de la convocatoria a esta sesión especial, lo relacioné inmediatamente con el objeto del estudio a que me he referido, con la notoria diferencia de que aquí deberemos abocarnos a examinar no a personajes literarios, sino la conducta de un tirano que, después de ocho años de expirada formalmente su dictadura, desde la Comandancia en Jefe del Ejército , ha seguido siendo una sombra siniestra sobre nuestra débil democracia renaciente y que se apresta a incorporarse en forma vitalicia a la Cámara Alta del Congreso Nacional, cuestión que ni el más imaginativo de los escritores hispanoamericanos -eximios exponentes de lo real maravilloso y del realismo mágico- hubiese podido esbozar con algún grado de verosimilitud.
Pero, aquí se trata de ser serios y realistas, sin perjuicio de dejar claramente establecido que nuestros adversarios son aquellos que se oponen a la democracia y a la plena soberanía popular; aquellos que ayer fueron acérrimos partidarios de la dictadura y profitadores de la misma en lo crematístico, más, incluso, que la mayoría de los propios militares que la sostenían con la fuerza de las armas, la represión y la tortura, aquellos que hoy pretenden que nada cambie y, lo que es peor, han obtenido proyectar la imagen de que todo se desliza de manera similar o no muy distinta y que esto ha sido bueno y conveniente para el país y así debiera proseguir.
Sin embargo, más que nunca, estamos obligados, como hombres públicos, a mantener una ética en la responsabilidad que implica no poner tronos a los principios sin pensar en los cadalsos que sus consecuencias conllevan y, por consiguiente, se debe evitar todo trastorno institucional que provoque un perjuicio gratuito para nuestros sufridos conciudadanos, sobre todo cuando, a priori, el destino definitivo de una acusación constitucional, aun cuando prospere en una cámara política por antonomasia como ésta, se esterilizaría debido a la composición del raro honorable Senado llamado a resolverla como jurado.
De tal modo que, dejando expresamente establecida la convicción que nos asiste de la multitud de hechos y razones que hay para sostener la ilegitimidad de la incorporación del general Pinochet al Senado de la República, es posible tener por suficiente el juicio mayoritariamente adverso que en esta sesión emita nuestra honorable Cámara, puesto que, si no se tratara de quien se trata, debería ser bastante para que el cruel y atrabiliario militar desistiera de su innoble pretensión de acceder al Senado, lo que, de ocurrir, será un sarcasmo más para nuestra también rara democracia.
He dicho.
-Aplausos.
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- bcnres:esParteDe = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/666417/seccion/akn666417-ds3
- bcnres:esParteDe = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/666417