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El señor VIERA-GALLO .-
Señor Presidente , deseo sumarme a las reflexiones del Honorable señor Boeninger y expresar que hay dos formas de enfocar el tema: una, la ideal que uno imagina -desde mi punto de vista, que la elección no se realice en diciembre y volver a lo que era tradicional, en septiembre, que presenta varias ventajas-, y otra, lo que uno puede realmente lograr como cambio.
Como consta en el informe, siempre fui contrario a que mediara demasiada separación entre la primera y la segunda vuelta. Lo considero muy perjudicial, porque las personas que no votaron por ninguno de los candidatos que obtuvieron las dos primeras mayorías, en el fondo, se verán abocadas casi a decidir en una nueva campaña presidencial. Porque si pensamos en una segunda vuelta que tenga lugar a fines de enero o en febrero, habrá una nueva campaña, distinta de la primera. Y la gente, habiendo mediado Navidad y Año Nuevo, seguramente habrá borrado de su memoria -porque el mundo avanza muy rápido- lo que fue la campaña anterior, con lo cual se desvirtuará la naturaleza de la segunda vuelta.
Lo lógico sería que la segunda vuelta ocurriera 10 días o una semana después de la primera. Para eso, deberíamos aceptar -según entendí de la explicación dada por los representantes del Ministerio del Interior y del Servicio Electoral- que la calificación de la primera vuelta se hiciera a posteriori, o sea, que no fuera necesario calificar la elección de la primera vuelta en forma previa a la realización de la segunda. Según se informó, en Francia, la primera vuelta se califica posteriormente. Pero ésos son cambios muy mayores, que ojalá estuviéramos en condiciones de hacer.
En lo personal, el ideal sería que, de no ser posible volver a realizar la elección en el mes de septiembre, se llevara a efecto el 12 de diciembre, y la segunda vuelta el domingo siguiente, el 20 ó el 22. Sería lo natural, ahorraría dinero al país, la gente estaría más informada y tiene cierta lógica; pero se nos ha dicho que es imposible. Si lo es o no, el Senado podrá auscultarlo escuchando a las personas interesadas en la Comisión respectiva.
A mi juicio, eso es lo que debiéramos hacer. Pero como no se puede, después de mucha discusión se concluyó que el mal menor es que la segunda vuelta tenga lugar alrededor del 15 de enero, lo cual es bastante raro, pues significará que después de la primera vuelta vendrá el período prenavideño, en seguida la Navidad, el Año Nuevo y la segunda vuelta, la que psicológicamente va a estar bastante desligada de la primera. Pero, de todas maneras, parece mejor esa fecha que la de febrero o fines de enero.
Nosotros deberíamos abocarnos a una reforma más radical de esta materia. Pero no sé si podemos hacerlo estando ya -como quien dijera- ad portas de una campaña presidencial. Tal vez esto debió llevarse a cabo antes o, quizás, se trata de una reforma coyuntural a tener en cuenta cuando se efectúe otra más de fondo para la próxima elección presidencial, porque tiene que ver con el sistema de calificación (si es posterior o anterior), con el tipo de voto -según se nos ha explicado-, la cédula oficial, pues su confección para la segunda vuelta requiere de un plazo muy largo. Por eso que esta reforma supone el cambio de dicha cédula en la segunda vuelta, y que Chile abandone ese sistema, tal como la mayor parte de los países del mundo. Pero, en el fondo, esto supone cambios muy grandes en nuestra cultura electoral.
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