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El señor MONTES ( Presidente ).-
Tiene la palabra el diputado señor Enrique Krauss, quien rendirá el homenaje en nombre de la bancada del Partido Demócrata Cristiano.
El señor KRAUSS (de pie).-
Señor Presidente, estimados colegas, señores integrantes del directorio de la Junta Nacional de Cuerpos de Bomberos, oficiales y voluntarios:
Resulta difícil referirse a una institución como Bomberos de Chile, de la que uno no forma parte y entiende que ello constituye un honor, sino que se trata de un grupo de anónimos servidores, depositarios de los mejores valores de la ética social y a los que, por razones familiares y por profundos sentimientos de admiración, me siento ligado desde niño.
Conocí desde entonces, hace ya bastantes años, lo que significaba el servicio bomberil, pues uno de mis tíos, con el cual vivía, era voluntario de la 6ª Compañía de Santiago, como mi padre lo había sido en Valdivia. Gratos momentos viví en el patio del antiguo cuartel de la calle Santo Domingo, subiéndome a hurtadillas a la antigua telescópica de la 6ª, observando los testimonios de su historia, entendiendo lo que significaba el sentido de la convocatoria al cumplimiento del deber que importaba el tañido de la vieja campana, la inolvidable “paila” -instalada allí por Fermín Vivaceta - que desgarraba el silencio de las noches santiaguinas para avisarles a los bomberos que era necesario proteger la vida y los bienes amenazados por el fuego.
Mi relación con la institución bomberil se acrecentó cuando tuve el privilegio de desempeñarme en el servicio público y pude apreciar, desde el ángulo del gobierno, la importancia de sus funciones. Por ello me alegré profundamente cuando mis dos hijos varones decidieron vestir la cotona del bombero, y ellos me invitaron más tarde para que asumiera la condición de voluntario. Hoy soy voluntario honorífico de la 10ª Compañía y voluntario activo de la 13ª Compañía de Santiago.
Hablo, pues, como lo ha hecho Jorge Ulloa , como lo harán otros colegas también bomberos, de lo propio, y lo hago con cariño y con orgullo, bajo el influjo cierto de conceptos subjetivos, pero también con la fortaleza que otorga el historial de objetiva entrega que para Chile han tenido sus bomberos.
La historia de los cuerpos de bomberos de Chile entero está marcada por la lucha contra el fuego, primero, el más activo de los elementos, pero también causante de enormes daños y devastaciones.
Como se ha recordado, aquí en Valparaíso, las llamaradas de un incendio producido en diciembre de 1850, llevaron a que se estructurara, en junio de 1851, el primer cuerpo de bomberos del país -por eso, el 30 de junio, por disposición del legislador, desde 1962, es el Día del Bombero-. Luego, el ejemplo fue seguido por Valdivia, por Ancud y, en diciembre de 1863, luego del pavoroso incendio de la iglesia de la Compañía, por Santiago.
En la actualidad no hay, prácticamente, ninguna ciudad de Chile en que no exista una organización de bomberos que, en muchas ocasiones, con extrema modestia, responde a una común vocación de servicio a la comunidad. Se trata de corporaciones que, como dice el acta de fundación del Cuerpo de Bomberos de Santiago, han reunido espontáneamente a sus vecinos que sacrifican horas de descanso, que arriesgan su vida y que, incluso, contribuyen al financiamiento de las compañías mediante el pago de cuotas, porque, como sostenía don Enrique Mac Iver , los bomberos pagan por servir. Son organizaciones eminentemente disciplinadas y jerarquizadas, y como auténticamente democráticas, todos sus miembros eligen a sus oficiales, los que, una vez concluido su mando, vuelven a integrar las filas generales. Asimismo, son pluralistas, pues en ellas conviven, sin derecho a manifestar diferencias, quienes tienen distintas visiones políticas o religiosas.
El desarrollo de los cuerpos de bomberos de Chile ha ido aparejado con el crecimiento de las necesidades de la sociedad. El mejoramiento de la formación profesional del voluntariado, la dotación de modernos elementos para combatir el fuego y la atención de otro tipo de siniestros -que bomberos ha debido asumir por la dinámica del progreso-, el mejoramiento de cuarteles e instalaciones anexas y de las condiciones laborales del personal auxiliar remunerado constituyen un signo indiscutible del esforzado perfeccionamiento con que estas instituciones han seguido cumpliendo el compromiso de servicio voluntariamente adquirido.
En la satisfacción de este desarrollo importante, esencial labor ha cabido a la Junta Nacional de Cuerpos de Bomberos, reconocida legalmente en 1970 y actualmente presidida por Octavio Hinzpeter , voluntario del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa, quien ha seguido la obra iniciada por el doctor Guillermo Morales Beltramí , voluntario de la 8ª Compañía de Santiago.
Sin embargo, los distintos gobiernos y nosotros mismos, el Poder Legislativo, estamos en deuda con los bomberos chilenos. Existen numerosas materias respecto de las cuales es conveniente legislar. Algunas de ellas -como ha señalado, con vigor y claridad, mi doble colega, diputado y bombero, Jorge Ulloa - se encuentran pendientes en el Congreso Nacional, sin que haya existido interés por despacharlas. Resultaría conveniente recoger en un solo texto sistemático toda la normativa vigente sobre bomberos, superando sus carencias y omisiones, estableciendo, esencialmente, fuentes seguras, ciertas e importantes, que financien sus actividades y, principalmente, el oneroso equipo que los requerimientos de la sociedad moderna les demanda. Asimismo, que defina con claridad sus competencias, regule su operación en la vía pública y contemple necesarias normas de prevención y de control de su cumplimiento.
De esa manera, se estaría reconociendo la labor bomberil, previniendo aquellos ímpetus que de repente surgen y que sugieren trasladar la responsabilidad de su función a algún servicio público, incrementando la responsabilidad de la estructura burocrática o, incluso, aquellos ánimos privatizadores, como si la buena voluntad y la solidaridad fueran posibles de privatizar.
Se rendiría, además, un homenaje a los cientos de bomberos que en el desempeño de su deber han atravesado hacia la eternidad, cumpliendo con su vida el derrotero de honor, que es un mandato supremo para todo voluntario al incorporarse a la institución.
Germán Tenderini , el primer bombero mártir, muerto el 8 de diciembre de 1870 en el incendio del Teatro Municipal, marcó una ruta, seguida dramáticamente por cientos de voluntarios a lo largo del país: sacrificarse en aras de proteger el bienestar y la tranquilidad de personas desconocidas o salvando bienes que no les pertenecen.
Sólo aquí en Valparaíso, en la aciaga noche de Año Nuevo de enero de 1953, 36 voluntarios, encabezados por su Segundo Comandante, don José Serey Sagredo , perdieron la vida como consecuencia del estallido de un explosivo acumulado de manera irresponsable en una dependencia pública, alcanzada por un incendio generado por material pirotécnico.
Las distintas compañías de bomberos rinden homenaje a sus mártires cuando los oficiales a cargo pronuncian sus nombres en las listas de asistencia a incendios u otros actos relevantes. El personal, luego del deber cumplido, a menudo contesta emocionado un significativo “presente”.
Por todos aquellos que han entregado sus vidas en el cumplimiento anónimo de este compromiso de servicio, por lo que significan los bomberos chilenos, sería oportuno que la Cámara, el Congreso, el Gobierno y la sociedad les dijesen “presente”; que tomen en consideración sus pedidos, modestos para la gran tarea que cumplen; que les sean otorgadas las normativas legales que consideren sus labores y sus esfuerzos; que sean resarcidos en parte los perjuicios derivados de accidentes, en particular, cuando provocan la muerte de algún voluntario.
No sólo desde la noche de los tiempos, sino desde la extraordinaria potencia de su presente y porvenir, Bomberos de Chile merece esa respuesta.
¡Estimados, colegas, digámosle “presente”!
He dicho.
(Aplausos).
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