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El señor VALDÉS .-
Por razones familiares que no puedo explicar, fundamentaré muy brevemente mi voto.
En primer lugar, deseo contestar al Honorable señor Urenda que al Senador que habla no lo mueve ninguna odiosidad. Creo no tenerla con nadie. Tal vez los años me han ayudado a ello. No tengo empatía con todo el mundo, pero estoy libre de aquel sentimiento, a pesar de que también fui un poco víctima. Fui amenazado de muerte. Quien quiera conocer los detalles podrá imponerse de ellos en un libro que se presentará el 16 de este mes. Estuve dos meses preso; mis hijos estuvieron en el exilio. Tendría razones, pero no me mueve ni me ha movido ese sentimiento desde el momento en que recibí del General Pinochet la banda presidencial. Sólo me motiva una intensa preocupación por lo que está pasando.
Creo que la sesión ha sido útil. Pero se notan diferencias muy importantes. Después de lo ocurrido, no cabe seguir diciendo que somos los ingleses de América Latina.
Las palabras del Secretario de mi Partido , el Honorable señor Moreno , y de los Senadores señores Boeninger y Foxley me ahorran comentarios. Se han expresado muy bien. No obstante, debo destacar que apoyo al Gobierno, particularmente al Presidente de la República , al Canciller -de quien, con razón, se ha hablado bien- y al Presidente del Senado , que se manifestó oportunamente.
No acepto la jurisdicción de los tribunales españoles. Considero que es un arrebato inaceptable, a pesar de que se avecina una ola de respeto por los derechos humanos, así como hoy se defiende el medio ambiente y otros valores, y se combate la droga. Los derechos humanos son anteriores al Estado. Y no habrá jurisdicción en el mundo -y espero que luego- que permita decir: "Yo hago lo que quiero en mi territorio: torturo, mato, exilio." Creo que eso se está acabando.
A diferencia de lo manifestado por el señor Díez , aplaudo a Europa. De ella pueden provenir cosas malas, pero también es origen de nuestra cultura, civilización y Derecho, y no de países tan notables como China u otros.
El señor DÍEZ.-
De Europa de otros siglos.
El señor VALDÉS .-
No, de ahora. Europa ha sido siempre así. Le legó su apellido, porque Su Señoría no es de origen mapuche.
El señor DÍEZ .-
¡Y no sería ningún deshonor!
El señor VALDÉS.-
Entonces, le doy la bienvenida a la ola de los derechos humanos que va a expandirse por todo el mundo, superando los conceptos de soberanía, dignidad e independencia, que todos respetamos.
Los Estados no son eternos. El ser humano es anterior al Estado, institución que emergió a partir de Enrique IV, en 1580. De ahí proviene la noción de Estado. Y en el siglo XVIII se le dio soberanía absoluta. Y el Estado, que es una invención nueva, empieza a derrumbarse en todas partes. Por la globalización de la economía, no se sabe de quiénes son los teléfonos, los caminos, la electricidad. En este ámbito estamos globalizados, pero también deben globalizarse jurídicamente los derechos humanos. Y por eso soy partidario de un Tribunal Internacional donde pueda recurrir, no cabe duda, Sofía Prat , si aquí no encuentra justicia, o un inglés o un francés. El hombre está antes de esta creación artificial que se llama Estado.
Pues bien, este debate ha sido bueno (no voy a repetir los argumentos que se han dado), porque ha puesto de relieve una falla de nuestra transición. Ha sido eficaz en el orden político: el Congreso ha funcionado, aunque no es la expresión total del pueblo, como diría Jefferson . Este Senado no es perfecto, tiene limitaciones fuertes. Y hay otras instituciones que tampoco responden a una concepción integral de la democracia; pero con ella hemos caminado y lo hemos hecho bien.
En economía hemos dado -como señaló el Honorable señor Foxley - una demostración que todo el mundo celebra. Tenemos el mejor índice de desarrollo social y humano entre los países emergentes de América Latina. Sin embargo, nos faltó una cosa: tener coraje, valor y conciencia de que los derechos humanos se hallan en la base de todo. Y si ellos no son atendidos, no hay legitimidad jurídica. Por mucho que ésta sea probada en la forma, carece de fondo. Y eso es lo que me preocupa, pues ha quedado develado con motivo del lamentable, imprevisto y -diría- casi temerario viaje del Senador Pinochet, que ha provocado esta evolución tan difícil.
Señor Presidente , deseo proponer al Senado que esta falencia nuestra no sólo sea cubierta con gestos. La palabra "gesto" ya la encuentro gastada. No hay gestos que valgan si no hay justicia. Y me refiero a una justicia posible, más allá de lo que propuso el Presidente Aylwin , porque han pasado los años y la herida está más grave que antes. Ha caído nuestro prestigio internacional duramente, y eso es importante para un país que vive del exterior. Estamos rotos internamente.
Hagamos un esfuerzo real. Me dicen: "Es muy difícil encontrar a los desaparecidos". ¡No se ha intentado! "Yo sé donde estaban", pero hoy no están los de Chihuio. "Me han dicho quienes fueron, pero no lo digo porque no puedo comprobarlo". ¡Todo eso se puede dilucidar! ¿Por qué no aclaramos algunos casos? No para castigar, sino para saber el destino. ¿Por qué no nos ponemos de acuerdo, sobre la base de la autoridad moral que nos convoque, entre nosotros, privadamente -si no hay que hacer política; esto no tiene nada que ver con las candidaturas, con los partidos-, y como chilenos hacemos un gran esfuerzo para demostrar a las víctimas que realmente ellas son una llaga para todos nosotros?
Eso propongo, señor Presidente.
Voto por el proyecto de acuerdo número 2.
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