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El señor BALBONTÍN .-
Señor Presidente , he querido intervenir hoy con el fin de hacer, más bien, una reflexión común que el de dar una respuesta a quienes por su conducta inconsciente e intrascedente no merecen una respuesta formal. Con todo, no me parece conveniente que la opinión pública permanezca desinformada sobre el punto al que me referiré. Es mejor que se entere claramente de lo que ha sucedido. Es necesario por motivos de ética y de higiene que ella pueda distinguir lo trascendente de lo farandulero. Es mejor que lo haga a través del debate que tenemos en la Sala -¡que está para estas cosas, entre otras!- y así permitir que se desvanezcan determinado tipo de perjuicios que son aparentemente difíciles de entender. Es bueno, y así espero que suceda, que como producto del debate se premie la calidad y que se castigue la falta de seriedad o de profundidad.
Me refiero a que hace algunos días hemos sido testigos, a raíz de la pérdida de las elecciones internas de nuestro partido, de la decisión adoptada por dos señores diputados de renunciar a la Democracia Cristiana para conformar un nuevo partido político denominado “Partido Popular Cristiano”.
Quiero señalar que la diferencia de apreciación que han tenido estos colegas con algunos de nosotros es muy grande. Aun siendo producto de la misma coyuntura en la cual aparecen comprometidos dentro de una elección interna, ellos adoptan una decisión, a mi juicio, mezquina. Es peor, porque no contentos con esto, como lo dijera hace mucho tiempo la literatura, “como aves de mal talante emporcan su propio nido”; en otras palabras, queman hoy lo que ayer adoraron, como si la política fuese igual que la comedia. No cabe dudas de que los partidos políticos están sometidos a una crisis, pero la verdad es que me parece -por decir lo menos- abstruso, no abstracto ni concreto, falto de visión general y grotesco, el pretender justificar su accionar exclusivamente en factores de carácter coyuntural y manifestar así su descontento. Por eso, emigran y cambian de hogar político después de casi cuatro décadas. Es como el chiste de don Otto ; me refiero al cuento de la venta del sofá. ¿Cómo se entiende esto cuando realmente se intenta una fuga hacia lo que el mercado o la bolsa le están señalando de acuerdo con sus propios intereses si se someten a la compra y a la venta de las posibilidades electorales para lograr del modo más superficial mantener su escaño en este hemiciclo? Renuncia uno de ellos, a su parecer, a la colectividad, porque en ella reinan el desdén, la falsedad, la manipulación de personas y no se escatima de ningún medio con el fin de obtener un objetivo determinado y, por lo tanto, se constata, con profundo dolor, el que se está abandonando los principios y los ideales que se compartieron durante mucho tiempo.
¿Qué ha cambiado en esta particular circunstancia? ¿Ha cambiado mi colega o ha cambiado el sentido profundo del accionar de los partidos? Creo que la apreciación que él ha hecho es injusta -a mi juicio, superficial-, porque lo que ocurre al interior de la Democracia Cristiana no es, ni más ni menos, que lo que sucede en otras tiendas políticas, y esto no obedece a una circunstancia exclusivamente propia de nuestro partido, sino también a la de otros partidos y del sistema político en general. Además, esto no sólo acontece aquí, sino en el mundo entero. Sin embargo, con su conducta -diría de mala intención- aparece sumándose a quienes quieran atentar, porque se malacostumbraron, se cebaron -diría- a un sistemático atentando en contra de la base de la cultura de carácter democrático.
En otras palabras, con la actitud que ellos tienen pasan a ser elementos colaboradores de quienes se sumaron a la lucha en contra de la democracia y estuvieron clara y abiertamente en contra de ella o fueron débiles para enfrentar condiciones de un régimen autoritario. Por lo tanto, se suman a quienes intentan destruir las bases de convivencia del sistema democrático. ¡Qué mejor para ellos, entonces, que se descomponga el sistema y, de esa manera, se termine con algo que fue tan difícil de construir, con el empeño y la fuerza humana y moral de tanta gente!
En fin, es la superficialidad la que denuncio. Quiero reclamar por el hecho de que se confunda una actitud egoísta y pequeña y se pierda de vista el fenómeno profundo que sucede en nuestro sistema político. No es una cuestión secundaria, no es una cuestión baladí que la crisis que afecta hoy a los partidos políticos esté vinculada con fenómenos que enfrentamos en el mundo contemporáneo y que han hecho variar sustancialmente los principales hitos de debate y las organizaciones partidarias.
En efecto, junto con la llegada de nuestra democracia, cayó el muro de Berlín y terminó la existencia de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Por lo tanto, comenzó a producirse un nuevo escenario internacional y el término de la guerra fría. Junto con la caída del sistema dictatorial y el advenimiento de la democracia, se produjo el hecho de que Chile se incorporó al mundo internacional de la manera más acelerada; por consiguiente, impactamos derechamente dentro del sistema de la globalización de la economía.
Es distinto, por decirlo de otra manera, lo que sucedía en la economía hace algún tiempo con lo que sucede hoy en la sociedad, lo cual tiene consecuencias mayores. Hoy lo que sucede en el mundo económico tiene efectos geométricamente mayores que en el pasado, no siempre bueno, como es la mercantilización de las relaciones y las políticas. Por eso, ha cambiado el sistema político, la forma de enraizamiento de ésta en la sociedad y, por lo tanto, la organización que requieren los partidos para responder a los desafíos de hoy.
En tercer lugar, también coincide con el cambio de escenario de carácter político el hecho de que el impacto que tienen los medios de comunicación de masas sobre la opinión pública es muy diverso al que tenían hace poco tiempo. Hoy, esta llamada “política circense”, este accionar de los políticos en razón de lo que puede o no tener impacto a la vista del marketing o del mercado de opinión, a la larga no ennoblece, sino que degrada, y tiende progresivamente a hacer cada vez más superficial la política. No es una cuestión secundaria, sino producto de la creciente importancia que tienen las comunicaciones o el acortamiento de las distancias o, por decirlo de otra manera, producto del perfeccionamiento técnico de ella y del cambio de la tecnología. Hoy prevalece el mensaje breve, la noticia impactante sobre los contenidos y razonamientos más elaborados.
Por lo tanto, he aquí una tercera realidad y, probablemente, hay una cuarta, quinta o más: el proceso que nosotros mismos creamos en las decisiones que hemos tomado de carácter democrático; la descentralización de la sociedad, el cambio de importancia que tiene el escenario geográfico, por lo tanto la descentralización, y además el medio ambiente para igualar las posibilidades de los de hoy con los de mañana, no son cuestiones que carezcan de importancia. Hoy tienen otra relevancia. Por eso, ha variado la importancia que tienen las 340 comunas del país y las 13 regiones, y la vida en las grandes ciudades, en términos de sus intereses por el impacto que deben tener sobre la vida nacional. Además, no podemos dejar de tomar en cuenta que hoy más notoriamente en nuestra sociedad no se ha logrado superar las diferencias tan impactantes del mundo de la miseria con el de la riqueza, y ya hemos tenido una notable diferencia de oportunidades. Ahora, tenemos el desafío de crear espacio para todos.
He querido señalar estos problemas, no exhaustivamente, a título de ejemplo, porque serían muchos más los que harán cambiar el escenario político definitivamente y en poco tiempo. Así las raíces de los partidos políticos se verán obligadas a cambiar de dirección, con el fin de asumir los nuevos desafíos que plantea la sociedad y que, por lo tanto, hacen periclitar, terminar las orientaciones y la estructura que estos partidos tenían. Pero eso no significa que se cambie la trascendencia de los valores permanentes en la Democracia Cristiana; no significa renunciar a mirarlos a través del prisma del humanismo cristiano; de construir paso a paso pacíficamente una sociedad más humana y solidaria. Lo que ha producido la salida de algunos de ellos, no responde a los requerimientos trascendentes de hoy, sino, probablemente, a sus intereses particulares. Por lo tanto, no a la esencia, sino la forma a la que responda. Eso puede tener defectos al no haber cambiado. Menos aún creo que tengan capacidad para enfrentar muchos de los problemas que hoy son necesarios que el país se plantee. Si hoy los partidos, especialmente la Democracia Cristiana, eje de la Concertación y partido central dentro del cuadro político nacional, a la luz de sus principios no enfrenta estos problemas profundos y no los circunstanciales, entonces, probablemente mantendrá un declive, como le sucederá a muchos otros partidos, bajo distintos parámetros, y eso habrá que verlo en varias dimensiones. Yo espero ser parte del Congreso Nacional para enfrentarlos colectivamente.
La solución a estos problemas está en cambiar las estructuras de esos partidos para recoger hoy los problemas que he mencionado, pero no para responder a los intereses particulares y a la mezquindad con que algunos quieren enfrentar como si la política fuera un objeto de la feria.
Así tenemos que enfrentar hoy la alternativa de un mundo que requiere solidaridad como el mayor de los sentimientos y que no tiene suficiente contenido de carácter ético y moral. Es necesario que los partidos políticos se acojan a la modernización de la sociedad y se termine con el fenómeno de la corrupción; pero éste es un problema de carácter general, no de Chile, sino de las formas de convivir dentro de la sociedad. Modernizar y descentralizar el Estado y las empresas es el desafío, y no sólo acusar.
Por lo tanto, no hay que echarle la culpa al empedrado, sino que enfrentar con dignidad y con entereza si hay diferencias al interior de un partido político; pero el mecanismo no es desacreditar la política y transformarla en basura, como si sencillamente fuese un circo.
He querido hacer esto no para agredir personalmente a nadie, sino para señalar que una diferencia muy sustancial, es la que tenemos con quienes toman la decisión, producto de una derrota interna y abandonan la causa. Esto nos distancia a quienes hemos tomado una decisión muy respetable de permanecer al interior de la Democracia Cristiana para que, en definitiva, ésta persiga resolver los problemas de hoy para que Chile pueda enfrentar el siglo XXI con un nuevo perfil y una democracia suficientemente sólida y arraigada.
He dicho.
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