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El señor OMINAMI.-
Señor Presidente , deseo iniciar mi intervención reiterando algo que se ha dicho y que, desde mi punto de vista, me parece importante repetirlo: no estamos haciendo un juicio a personas, sino una evaluación respecto de una determinada institución.
Se ha argumentado aquí que un Senado de composición mixta puede ser democrático. En mi opinión, ello es cierto. Efectivamente, hay experiencias en otros países, como Italia, donde un Senado de composición mixta es perfectamente consistente con un ordenamiento plenamente democrático.
En todo caso, a mí no me gusta la idea de un Senado mixto, aun cuando convengo en que puede ser consistente con un ordenamiento democrático. Y, desde ese punto de vista, me parece muy interesante la idea que se ha estado discutiendo esta tarde, en cuanto a que es posible generar un acuerdo mayoritario en el Senado destinado a lograr un resultado muy preciso: que todos los Senadores sean producto de la voluntad popular, que no haya en el Senado ningún tipo de representación distinta de aquella que emane directamente de la soberanía popular.
Opino que si fuera posible generar una mayoría en torno a esa idea, se obtendría un resultado muy bueno.
Lo que sí no es democrático es un Senado de composición mixta, donde un grupo importante de Senadores no electos por la ciudadanía terminan afectando la expresión de la soberanía popular. Y ésa es desgraciadamente la situación en nuestro país.
Desde esa perspectiva, lo que ocurre en Chile no tiene un mínimo punto de comparación con alguna otra institución del mismo tipo existente en un país de reputación democrática bien establecida en el mundo. No existe. Somos un Senado claramente anómalo, raro, tan raro que, producto de esa institución, quienes constituimos una consistente mayoría en el país durante los últimos diez años, seguimos siendo minoría en el Senado. Eso no es democrático ni es justo, es un abuso de la institucionalidad.
El Honorable señor Larraín señaló que también hay autoridades designadas, lo cual no significa que no sean democráticas. Es cierto. Y mencionó el caso de los intendentes y gobernadores. Sin embargo, deseo hacer dos alcances al respecto. En primer lugar, se trata de altos funcionarios públicos que han sido nombrados por una autoridad, como el Presidente de la República , que sí emana del sufragio universal.
En segundo término, son autoridades que no ejercen como legisladores. Los intendentes y gobernadores no vienen al Parlamento a votar las leyes en proyecto. Ése es el punto de fondo.
Se dio como ejemplo también a los partidos políticos. Yo comparto ¿aunque sea paradójico- parte de la crítica que el Senador señor Larraín hizo en cuanto a la forma en que debemos designar a nuestros candidatos al Parlamento. Pero esas formas, que obligan a que un grupo reducido de militantes deban resolver sobre candidaturas, resultan de una institución que es prima hermana de los Senadores designados: el sistema binominal. Si éste no existiera, los partidos políticos podrían proponer a la ciudadanía más de un candidato y no tendríamos que pasar por el proceso -muchas veces dramático, muy difícil y doloroso, y demasiado traumático para las colectividades políticas- de tener que resolver internamente una materia que debiera ser resuelta por la ciudadanía. Antiguamente, en las circunscripciones y distritos, podía postular más de un candidato de un partido, y no teníamos que someternos al proceso, que muy bien describió el Honorable señor Larraín , proveniente de una institución que también desearíamos cambiar: el sistema binominal.
Por lo tanto, a mi juicio, hay que ser consistente en las argumentaciones que se dan.
En mi opinión, si uno analiza la historia legislativa de los últimos siete años, se encuentra con que, a lo mejor, es efectivo lo que señaló el Honorable señor Fernández , en cuanto a que los Senadores institucionales han votado favorablemente una cantidad muy importante de proyectos de ley propuestos por el Gobierno. Pero ése no es el punto. El asunto de que se trata es que, en todas las cuestiones fundamentales, cruciales, los nudos de la propuesta programática de los Gobiernos de la Concertación han estado en una posición distinta.
Más aún, a decir verdad -porque me he dado el trabajo de hacer un seguimiento bastante pormenorizado de la discusión legislativa en estos últimos años-, si tuviéramos una situación distinta en el Senado, nuestro país sería muy diferente en muchos aspectos. Por de pronto, no estaríamos aún discutiendo acerca de cómo generar una institucionalidad plenamente democrática. Seríamos una nación con una institucionalidad democrática claramente establecida, un país en el cual existiría una relación más equilibrada entre trabajadores y empresarios.
En mi concepto, una de las preocupaciones importantes que debiéramos tener respecto de lo que ocurre hoy en Chile, no obstante los grandes éxitos que hemos alcanzado en muchos campos, es la existencia de un gran desequilibrio en las relaciones entre trabajadores y empresarios. Estos últimos lo tienen y lo pueden prácticamente todo, lo cual no es el caso de los trabajadores. Y el Senado no ha sido generoso con los trabajadores de nuestro país, sino que ha constituido un obstáculo para generar una legislación laboral que permita a éstos tener mayor capacidad de negociación, contar con mayores garantías desde el punto de vista de sus reivindicaciones. No dispongo de tiempo para entrar en todos los detalles, pero si existiera la posibilidad de discutir al respecto, en mi opinión, hay una argumentación muy sólida con relación a esa materia.
Otro tanto ocurre con todo lo que tiene que ver con la organización social en nuestro país. Me parece que otro de los déficit de nuestra nación es el alto grado de desarticulación social. Chile ha retrocedido mucho en este campo. Y, en tal sentido, el Senado tiene una responsabilidad muy importante. Por ejemplo, en cuanto a no promover, sino, al contrario, más bien obstaculizar la organización sindical. Fue la Cámara Alta la que desconoció la trayectoria de las organizaciones populares y buscó multiplicar la constitución de organizaciones vecinales. Fue este Senado el que también despachó una ley muy importante, la que protege los derechos de los consumidores, con limitaciones fundamentales en el ámbito de la organización de éstos.
Siento, señor Presidente , que este país podría ser distinto y tener resueltos muchos de sus problemas esenciales si hubiésemos contado con un Senado donde se expresara fielmente la soberanía popular.
El Gobierno, en su presentación, ha dicho algo que considero muy relevante: que va a continuar insistiendo en esta reforma. No sabemos cuál será el resultado de la discusión que realizamos en este momento. Espero que en los próximos días ella pueda madurar y que finalmente, la próxima semana, al momento de pronunciarnos, tengamos los votos necesarios para resolver positivamente esta situación. Creo que ello sería una gran noticia para la democracia, para la estabilidad institucional de nuestro país. Pero si eso no ocurre, es muy importante que se sepa que, simplemente, quedará planteada una postergación por algunos meses; que quienes logren en la próxima votación generar una minoría lo suficientemente alta como para evitar la aprobación de esta reforma constitucional no canten victoria, no se equivoquen: este tema seguirá planteado en el país, porque debe ser resuelto.
En tal sentido, me parece muy relevante el compromiso establecido por el Gobierno en cuanto a replantear el próximo año la discusión sobre el particular.
Nosotros haremos campañas, en forma legítima, para pedir a la ciudadanía que envíe al Senado representantes comprometidos con una institucionalidad plenamente democrática. Creo que a partir de marzo próximo existirán otras condiciones en la Cámara Alta y que será absolutamente posible aprobar aquello que tal vez no consigamos en estos días. Y eso, con las armas de la democracia; simplemente, generando la mayoría necesaria para lograr algo que hemos venido planteando desde el principio.
Nosotros no hemos engañado a nadie. No hemos tenido dobles discursos en relación con este tema.
Más aún, quiero decir que no tenemos una visión electoral del problema. Mucha gente piensa que cometemos un error, pues, a su juicio, podríamos contar con una mayoría sólida en el Senado utilizando la institución que deseamos eliminar. Con mucha franqueza, sostengo que, aunque eso fuera así, yo estaría en contra, porque es una cuestión de principios y no de conveniencias electorales.
Desde ese punto de vista, si quince días después de la elección de diciembre el Presidente de la República debe proceder a la designación de nuevos Senadores institucionales, es muy importante dejar en claro frente a la ciudadanía que ello se hizo porque no hubo más remedio, porque se agotaron todos los esfuerzos para evitar dicha situación.
No me cabe la menor duda de que, si no logramos aprobar ahora esta reforma, haremos un tremendo daño a instituciones fundamentales de nuestro país. No es el tema de discusión hoy. Pero, por ejemplo, todos hemos visto -creo que con mucha preocupación- cómo nuestro Poder Judicial se ha ido deteriorando a pasos agigantados durante los últimos días. Y yo me pregunto qué va a significar para el Poder Judicial , con esa discusión ya planteada, llevarlo a otra, que será muy compleja: la de tener que designar a tres Senadores en los próximos meses. A mi modo de ver, eso significa jugar de manera muy peligrosa e irresponsable con las instituciones.
Por eso, reitero que aquí no caben los cálculos electorales. Lo que sí cabe es poner por delante cierta forma de entender la democracia y cierto respeto por las instituciones. La democracia se fundamenta en un principio básico: el de la soberanía popular. No es democrática una institución donde quienes son mayoría terminan siendo minoría. A nadie le podrán explicar eso.
Me parece que ha llegado el momento de tomar una resolución que haga de nuestro país una democracia como se entiende en la mayor parte de las naciones de Occidente. No una democracia rara; no un Senado anómalo, como el que desgraciadamente tenemos hoy.
Señor Presidente , termino expresando mi esperanza en que podamos culminar exitosamente este debate durante los próximos días y en que nuestro país tenga una democracia como merece.
He dicho.
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