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El señor BITAR.-
Señor Presidente , hablo como Senador de un Partido que no existía en el momento de producirse los hechos que generaron esta situación, y que, por lo tanto, no basa su argumentación en términos de intereses que apunten a recuperar o no recuperar algo que se tenía.
Es cierto que algunos de los sectores políticos que a la sazón estaban activos y fueron dañados por las injusticias de la época integran el Partido que hoy presido. Las disposiciones que se proponen dan pie para tener también acceso a esos bienes. Pero no es éste el punto principal. Creo que la base de la argumentación para dar nuestro voto favorable se sustenta en principios; no en intereses.
Dos ejes principales deben mover una decisión, y sostienen la nuestra: el que expuso el Senador señor Díez y el que manifestó el Honorable señor Valdés. Sobre ambos planteamientos fundaré el mío: respecto al primero, en que hay que actuar en la lógica del derecho; tocante al segundo, en que debe procederse conforme al criterio de generar confianza de la ciudadanía en la política, en cuanto ésta se funda en principios, y los principios no son cambiantes, no se adaptan a distintos intereses en cada momento.
En tal sentido, debo expresar que en este caso están afectados personas naturales, organismos sindicales y también personas jurídicas.
El estudio que se nos entregó muestra que a los partidos políticos corresponderían 113 bienes, con un valor estimado en 7 mil 500 millones de pesos; no los 22 mil millones y fracción a que apunta la cifra global. Por lo tanto, tenemos que entender que esto va más allá de los partidos y que está vinculado estrictamente a la cuestión de la propiedad.
Hay dos argumentos que quiero destacar como contrarios a lo que considero los principios que deben sustentar nuestra acción. El primero, formulado por los Senadores señores Larraín y Otero , en cuanto a que no habría que volver atrás o a que el asunto está prescrito. El derecho de propiedad no prescribe, según la Constitución vigente, y creo que esa argumentación constituye más bien un resquicio, pero no se apoya en un concepto claro del derecho; y el segundo, planteado por el Honorable señor Larre , en el sentido de que o se hace justicia a todos o no se hace justicia a nadie, y de que no podría votar a favor del proyecto, aun cuando fuera justo, porque, a su entender, habría injusticia en lo relativo a la reforma agraria, y que, mientras ello no se corrigiese, no podría darse este paso.
Es evidente que, desde el punto de vista del derecho y de la lógica del desarrollo gradual de las sociedades -aun cuando se tuviera razón, y que las 19 leyes sobre la reforma agraria no se hubiesen dictado-, uno no puede, conforme a ningún principio, resistirse a dar un paso que es justo porque aún persisten situaciones de injusticia. De lo contrario, estaríamos cayendo en una visión totalista de las cosas: solamente podría darse un paso cuando es transformador absoluto de todo. Y sabemos que en democracia los procesos son graduales.
Rechazados, por tanto, esos dos argumentos, no nos queda sino afirmarnos, primero, en las razones de justicia y reparación en cuanto a un despojo llevado a efecto incluso con violencia y no existiendo a la sazón condiciones para acudir a los recursos judiciales normales; y segundo, en el derecho de propiedad violado. Hago constar la inconsistencia de aquellos que, votando en contra de este proyecto, por ejemplo, fundaron un recurso de protección ante el Tribunal Constitucional para que se indemnizara, y eventualmente se expropiaran los predios que se sitúan en los bordes de lagos o playas para dar acceso a un derecho público. Entonces, resulta incoherente que quienes fueron partidarios de que el derecho de todos los chilenos -el de usar las playas- quedara obstruido debiendo pagarse para acceder a su uso, ahora esas mismas personas voten en contra del derecho a recuperar lo que fue confiscado en contra de las leyes, de la Constitución y de las normas más elementales de propiedad.
Hay que actuar sobre la base de principios, y en este sentido queda clara la posición que hemos expuesto y la que ha expresado la mayoría del Senado para votar a favor el proyecto. Me alegro de ello, porque habla bien de esa mayoría.
Voto que sí.
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