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Señor Presidente , creo que estamos todos de acuerdo en que tanto el Gobierno del ex Presidente Aylwin como el del Presidente Frei han reducido los niveles de pobreza de manera sustancial, lo que es un suceso extraordinariamente importante. De tal manera que las palabras que pronunciaré no constituyen una crítica a la forma como han disminuido los pobres en Chile; por el contrario, creo que ha sido un proyecto exitoso, y que con él se ha cumplido con creces lo que muchos esperaban.
Sin embargo, también quiero decir que no debe confundirse pobreza con equidad; pueden ser términos complementarios, pero no equivalentes.
Otro aspecto relevante es definir qué se entiende por pobres. De acuerdo con algunos parámetros internacionales, lo son aquellos a quienes les alcanza sólo para comer, y a los que no, son indigentes. Pero, tal como se señaló, ocurre que hay personas que se encuentran dentro del 20 por ciento más pobre y tienen ingresos por debajo del nivel de subsistencia, mientras que hay gente de clase media que tiene para comer y para muy poco más, pero no se considera pobre. Es por eso que, con una distribución del ingreso tan desigual, el sector de la clase media prácticamente está desapareciendo en Chile.
Ahora bien, el Gobierno ha exhibido algunas cifras de la encuesta CASEN que indican que 20 por ciento de los hogares más necesitados reciben alrededor de 4 por ciento del ingreso, en circunstancias de que el mismo porcentaje de los más ricos concentra el 57 por ciento. Estas cifras de por sí son realmente dramáticas. Sin embargo, ellas adolecen de un error importante, señalado, en parte, por el Senador señor Muñoz Barra : el primer grupo está conformado por 60 por ciento más de individuos que el segundo.
Por lo tanto, si se considera la encuesta desde el punto de vista de ingresos monetarios directos, las cifras son distintas: al 20 por ciento más pobre va 3,5 por ciento de los ingresos, y para el mismo porcentaje más rico, 62,03 por ciento. Esto es grave, porque si aspiramos a ser un país desarrollado, en ninguno en esta condición el 20 por ciento más rico se lleva más del 45 por ciento de los ingresos. Y en Chile, en este país que pretende ser estrella, el 20 por ciento más rico se lleva el 62,03 por ciento. ¿Qué significa esto? Que el 80 por ciento de los chilenos restantes tiene que vivir con menos de 38 por ciento.
Eso es grave, de manera que no podemos seguir con tal sistema, porque, si deseásemos resolver los problemas de la pobreza con un crecimiento sostenido de 6 por ciento durante diez años --lo cual, como lo saben lo economistas, es inalcanzable, porque nunca hay una tasa de crecimiento en esos términos--, lograríamos derrotarla en veinticuatro años. Pero, si el crecimiento fuera de 4 por ciento --tasa espectacular a la cual aspiran los países desarrollados--, podríamos eliminar la pobreza en cuarenta años. Ésta es la injusticia social.
Ahora bien, cuando se miden las injusticias sociales, hay varios parámetros: uno de ellos es el global, que hemos descrito; otro se refiere al ingreso directo, que es de 62,03 por ciento para el 20 por ciento más rico, y 3,5 por ciento para el sector más pobre. Esta situación durante el Gobierno de don Eduardo Frei Montalva fue muy diferente: el 20 por ciento más rico se llevaba el 44,8 por ciento, y el 20 por ciento más pobre, el 7,6 por ciento. Observen los señores Senadores que, después de mucha modernidad y progreso, los ricos del 44,8 pasan al 62,03 por ciento, y los pobres de 7,6 al 3,5 por ciento.
La injusticia social se aprecia a través de esas cifras y de la polarización creciente entre los más ricos y los más pobre en el país y --tengo que reconocerlo--, lo que afecta tanto a nuestro país como a todas las naciones del mundo que han adoptado el modelo neoliberal sin regulaciones. Por su parte, las privatizaciones han profundizado aún más esa brecha.
Lo anterior no solamente ocurre a nivel macro, sino también al interior de las empresas. Hay empresas de gran categoría cuyos gerentes y ejecutivos, mediante la incorporación a sus sueldos de una participación del 5 ó 7 por ciento de las utilidades, obtienen una renta que alcanza entre los 24 y 30 millones de pesos mensuales, mientras que en el resto de los trabajadores se produce una brecha gigantesca. ¡Para qué decir si tal situación la comparamos con la del junior!
La injusticia social se puede manifestar además a nivel de regiones. En un libro del cual soy autor y que acabo de publicar --tengo un ejemplar en mis manos-- figura lo relativo al ingreso de distintos sectores, comunas y regiones. En la Región Metropolitana, por ejemplo --no dispongo de tiempo para mencionarlo en forma más extensa--, el promedio de crecimiento es de 5 mil 229 de pesos por persona. ¿Cuánto es en la Novena Región? De 2 mil 760. ¿Cuánto en la Décima? De 3 mil 753. ¿Y cuánto en la región costera, que va de la Octava a la Décima Regiones? De mil 700 pesos. Eso refleja la injusticia social en regiones.
¿Cuánto es el Índice de Desarrollo Humano (IDH) en Providencia? De 0,955, en circunstancias de que, de acuerdo al mismo estudio del PNUD, los países, las comunas y los habitantes viven bien cuando están por sobre el IDH de 0,800. El promedio del país es 0,880. ¿Cuánto es en la Novena Región? De 0,651. ¿Cuánto en la Décima? De 0,751. Estamos muy lejos de la verdad al tomar en cuenta promedios macros para definir la situación. Sobre el particular, se puede sostener que aquí sucede lo mismo que cuando alguien ofrece un sándwich de perdiz y de caballo, y dice que están en proporciones iguales, porque se ha puesto de ambos. Eso es lo que pasa cuando se usan estos promedios tan generalizados y no se llega a cifras micros, para determinar realmente la profundidad de la injusticia social y ver cómo abordar el tema de la pobreza.
Lamento no poder abundar más sobre el tema; pero para los señores Senadores que se interesen en el problema, pongo a su disposición mi libro.
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