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Señor Presidente, Honorables Senadores:
Hace pocos días falleció el eminente profesor y doctor Rodolfo Armas Cruz .
De los tres médicos Senadores de la misma promoción universitaria y legislativa, ninguno fue alumno del profesor Rodolfo Armas Cruz , y a los tres -doctora María Elena Carrera y doctores Mariano Ruiz-Esquide y Nicolás Díaz Sánchez- nos une un idéntico sentimiento de admiración al maestro de generaciones y figura señera de la medicina chilena.
El no haber sido sus alumnos -lo fuimos de la cátedra del profesor Hernán Alessandri - nos da una perspectiva distinta, exenta de recuerdos y afectos propios de la relación profesor y discípulo.
El profesor Armas Cruz fue una de las tantas personalidades -poetas nobeles, músicos, estadistas y científicos- nacidas, criadas y educadas en provincias, provincias a veces un tanto olvidadas que, junto con aportar riquezas, han dado a la patria la materia prima de la inteligencia, del arte y del heroísmo.
Talca, su ciudad natal, la familia austera y numerosa, la formación de los religiosos de La Salle y la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, fueron modelando a un hombre cívicamente virtuoso, profesionalmente capacitado y socialmente sensible.
El adolescente Rodolfo Armas Cruz quería ser ingeniero. Fue médico y el gran maestro de la medicina chilena.
El joven Eduardo Frei Montalva quería ser médico. Fue abogado y el más admirado Presidente del presente siglo.
Somos como el cometa que luce en el cielo. Quienes nos ven juguetes del viento no ven la mano que los guía, ni el hilo que los une.
¡Providencial mano que guía el hilo oculto de la vocación!
Se gradúa el profesor a los 22 años de edad, con honores -el promedio de la graduación médica es entre los 24 y 25 años, y él lo hace a los 22-, y se incorpora con arrebato incontenible a la profesión que lo apasiona, a los enfermos que lo necesitan, a la investigación que lo desafía.
En el vértigo de la actividad hay una pausa para el amor; pausa fecunda y equitativa: el matrimonio Armas-Merino tiene seis hijos, tres mujeres y tres hombres. Uno de ellos hereda el nombre y conquista la profesión.
Su prolongada docencia de más de tres décadas va marcando rumbos, definiendo políticas; crea mística y recibe distinciones del país e internacionales.
Voz autorizada para informar de la contribución del profesor Armas Cruz es el doctor Sergio de Tezanos Pinto, quien, en su conferencia sobre "La Medicina Chilena en la Primera Mitad del Siglo XX", afirma: "El auge de la medicina chilena se gestó alrededor de los años 50 del presente siglo y es obra de grandes figuras. Hay unanimidad en reconocer la influencia de los binomios Alessandri-De Amesti , Armas Cruz-Alessandrini, Garretón-Vargas Molinari , Avendaño-Allamand , Rojas Villegas-Escobar", etcétera.
El profesor Hernán Alessandri vivió el exilio de su padre y, junto con comer el amargo pan del destierro, gustó la miel de la cultura europea y forjó amistades con los más preclaros médicos de la época, que mantuvo toda su vida. Y Chile entero se beneficia de esta correspondencia y de esta amistad.
El profesor Armas Cruz es enviado a Estados Unidos. Una carta del doctor Elliot Joslin, director de la más prestigiada clínica del mundo en diabetes y enfermedades reumáticas, al entonces Presidente de Chile me ahorra mucho discurso. El siguiente es su tenor:
"Sr. Presidente
" Juan Antonio Ríos
"Santiago
"Chile.
"Estimado Sr. Presidente :
"Quisiera expresar a Ud. mi personal agradecimiento por haber hecho posible la visita a Boston del Profesor Armas Cruz de la Universidad de Chile. Sus profundos conocimientos y experiencia nos han sido de gran ayuda, y no solamente nosotros, sino también nuestros pacientes le estamos profundamente agradecidos por su cooperación en su cuidado.
"Muy respetuosamente.
" Elliot S. Joslin
"Boston, 28-02-1944.".
Debo recordar que el profesor Armas Cruz, a la sazón, tenía 39 años de edad.
Es digno de destacar el conocimiento que tenía el Presidente de la República de los médicos formados en el extranjero. Así nació y creció la medicina chilena: al esfuerzo personal respondía el apoyo estatal. El Presidente Ríos mantenía vivo el lema de Aguirre Cerda: Gobernar es Educar. Educar, capacitar. A todos. También a los profesionales, quienes, con fuerte sentido social y de servicio público, asimilaban conocimientos y técnicas, pero volvían al país a entregar centuplicado lo que éste les había dado.
Hombres como el profesor Armas Cruz no atendieron por igual al rico y al pobre, porque privilegiaban a éste, por su doble condición de pobreza y enfermedad. Como Alejandro del Río, quien dicta: "Nunca debe dejarse de atender al que llegue herido o enfermo a un hospital".
Médicos nimbados por el prestigio que emanaba de su autoridad moral y científica. Profesores que no tenían temor a que los tildaran de retrógrados porque hacían suyas las reflexiones de otros grandes de la medicina mundial, avalados por una historia milenaria que relaciona las calamidades sanitarias con hábitos y costumbres de profunda relajación moral. Médicos que, junto con tener el diagnóstico clínico cierto, tratan y, sobre todo, educan, porque tienen clara conciencia de que la medicina fracasa cuando el éxito depende de la modificación de costumbres impuestas por modas absurdas a favor de la insensatez del hombre-masa y de la criminal inmoralidad de quienes muchas veces lucran con estas debilidades del género humano.
Los tres médicos Senadores de esta Alta Corporación fuimos alumnos de esa generación de la década de oro de la medicina chilena, privilegio que atesoramos como uno de los mayores dones de la vida.
La siembra de un maestro no es cosecha de una sola temporada. Recientemente ha sido distinguido con la medalla Hagedorn, por la Asociación Latinoamericana de Diabetes (ALAD), el doctor Manuel García de los Ríos. El significado de esta distinción lo valora muy bien todo el mundo científico.
Traigo la noticia a colación por lo que el agraciado expresó con motivo de su discurso de incorporación como miembro de número a la Academia de Medicina de Chile. Dijo: "Tuve la fortuna de ser ayudante de cátedra del profesor Armas Cruz, maestro cuyo nombre nos abría todas las puertas, y obtener de su imagen un deseo permanente de superación". Y en otra parte de su intervención agregaba, refiriéndose al Hospital San Juan de Dios: "Mi única casa de siempre" y "La familia del San Juan de Dios", expresión ésta frecuente de médicos y otros profesionales que trabajan en ese centro de salud.
Las sinceras expresiones de un estrecho colaborador del profesor Armas Cruz constituyen un homenaje apretado en cuatro frases: "Trabajar con él es una fortuna". "Su nombre abre todas las puertas". "Su ejemplo invita a la superación". "Su carácter lo transforma en un paterfamilias del San Juan de Dios" (este nombre recuerda a Juan Ciudad, hijo de la ardiente caridad, quien hace cinco siglos fundó hospitales en todo el mundo).
Pasteur, genio de la bacteriología del siglo pasado, tiene un socio formidable cien años más tarde: Fleming . Las llamadas "drogas milagrosas" --sulfas y penicilina-- parecen arrinconar a las enfermedades infecciosas. El cambio de perfil epidemiológico en el mundo y la mayor prevalencia de afecciones crónicas y metabólicas los capta certeramente el joven profesor chileno en su estadía en Boston, y crea las subespecialidades de diabetes y enfermedades reumáticas.
En esa época, coetáneos con los grandes clínicos, están también los médicos que legislan: Exequiel González Cortés , Eduardo Cruz-Coke , Salvador Allende, miembros todos de esta Alta Corporación, quienes forman una tríada tan discrepante en lo político como afín en lo médico-social, y dan pasos trascendentes en la salubridad del país.
George Young afirma categóricamente: "Tantas vidas se salvan en los Parlamentos como en los quirófanos, maternidades y clínicas." Así lo entendió Chile con los nombres recién enunciados.
El profesor Armas Cruz fue en su cabalidad un hombre del siglo XX: nace en sus inicios y muere casi en su final. Se dice que las ideas son permanentes, duraderas, y que los hechos son tan frecuentes y periódicos que pasan casi a ser efímeros. Las ideas perduran por siglos.
El profesor Armas Cruz, hombre de Chile y ciudadano del mundo, por la universalidad de su saber y quehacer, vivió todos los espasmos de este siglo violento, las expectativas de una ciencia asombrosa, los avances de una tecnología esperanzadora.
Como la casa bíblica construida sobre roca, la firme personalidad del doctor Armas Cruz resiste todo combate deshumanizador, toda arrogancia tecnológica con pretensión de desplazar la relación paciente-médico, toda invasión mercantil en la nobilísima misión de curar.
Y hago deliberada relación a lo bíblico. El Maestro que recorrió los campos de Samaria y Galilea hace dos milenios, en su corta vida pública de tres años, hizo sólo dos milagros ajenos a la curación: la transformación del agua en vino y la multiplicación de los panes y peces. Todos los demás son de curación de enfermedades.
La túnica de antaño es hoy el humilde uniforme blanco que usamos los médicos, que distingue a quien cuida de la salud de sus hermanos. La túnica del Maestro ha sido reemplazada hoy día por el uniforme blanco. Y este maestro de la medicina chilena fue un buen discípulo del Divino Maestro .
He dicho.
"
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