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El señor DÍAZ .-
Señor Presidente , cuando discutimos el tema en la Comisión de Medio Ambiente entendimos que no todo estaba solucionado con la ley marco respectiva, razón por la cual continuamos el debate. De lo contrario, sencillamente nos habríamos ahorrado una prolongada y polémica discusión.
Se ha hablado mucho de la contaminación atmosférica y visual. Todo el mundo comprende el problema: basta observar los avisos, informaciones y noticias que aparecen todos los días respecto a la gravísima situación atmosférica, especialmente en Santiago. Si se trata de evitar la contaminación acústica, indiscutiblemente debemos hacerlo, procurando la dictación de una buena normativa. Y, a mi juicio, éste es un buen proyecto. No es excluyente ni contradictorio con lo vigente: al contrario, es perfectamente compatible.
Si consideramos los informes del eminente siquiatra chileno doctor Otto Dörr sobre la contaminación acústica y los riesgos que implica para la salud, tendríamos argumentos de carácter médico para apoyar con fuerza estas normas. Ese facultativo dice que este tipo de contaminación es capaz de provocar muchas enfermedades, como las que afectan el sistema nervioso, las que causan úlceras, las mentales, las que generan agresividad, etcétera.
Respecto a lo que un señor Senador explicó sobre los ruidos nocturnos que muchas veces no permiten el reposo adecuado a quienes trabajan durante el día, quiero recordar que hay muchos que laboran de noche, como los mineros en turno, los funcionarios de los hospitales y de muchísimos otros servicios, y que requieren de un debido sueño diurno. Por tanto, el elevado grado de decibeles que alcanzan los ruidos en algunos sectores de Santiago sin duda es altamente nocivo para la salud.
Los que hemos sido alcaldes sabemos que cada vez que se analiza la posibilidad de aplicar normas para prohibir la propaganda ruidosa de circos, de espectáculos, de eventos deportivos, etcétera, hay grandes discusiones, generalmente muy polémicas y controvertidas. Pero a menudo tal regulación se burla. En mi opinión, todo lo que favorezca una mayor exigencia y fiscalización que la actual, es bueno. Es cierto que dimos a las municipalidades la facultad de fiscalizar este tipo de situaciones; pero no se está cumpliendo.
El proyecto que nos ocupa ayuda al propósito de luchar contra una de las expresiones de la contaminación: la acústica, que es bastante más grave de lo que creemos. La contaminación atmosférica es quizás más visible, más impactante, más molesta, más noticiosa; pero aquélla también es grave.
Por eso, estoy de acuerdo con la idea de legislar.
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