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El señor OTERO .-
Señor Presidente , voy a hablar de otro tema, pero comparto absolutamente las palabras del Senador señor Díez , lo que me evita referirme al tema.
Deseo intervenir respecto de la República Popular de China de hoy, en atención al hecho de haber sido invitado por la representación parlamentaria de ese país.
Señor Presidente , como es de su conocimiento, tuve el honor de ser invitado por el Grupo Nacional Chino de la Unión Inter-parlamentaria para visitar la República Popular de China y la Provincia autónoma de Tíbet .
Esta visita se desarrolló entre los sábados 20 y 27 de mayo, recién pasados, y no tengo palabras para expresar con fidelidad, la gratitud que me merecen las atenciones, gentilezas y honores que me dispensaron.
La primera conclusión a que uno llega es que conocemos muy poco de la realidad que hoy existe en la República Popular de China, tanto en cuanto a su situación política interna, como a su desarrollo actual y al extraordinario potencial económico que, en un futuro próximo, deberá convertirla en una de las grandes potencias del mundo.
La segunda conclusión es que, de una vez por todas, debemos aprender que cada país tiene una realidad histórica, cultural, social, política y económica distinta, que es preciso conocer muy en detalle antes de emitir juicios a su respecto. Como corolario de ello, cabe sostener que es una grave equivocación pretender imponer a los países esquemas políticos, soluciones económicas y ordenamientos constitucionales que no condicen con su propia realidad. Este es el gran error en que habitualmente se incurre cuando se juzga a la distancia los aconteceres de otro país. Chile, por lo demás, lo experimentó en carne propia durante el Gobierno de las Fuerzas Armadas y de Orden.
Es útil recordar que China, hasta la Revolución Comunista, fue un imperio y que, por lo tanto, nunca tuvo un régimen democrático de gobierno. Más aún, a nivel regional y local existían verdaderas tiranías de los mandarines, de los funcionarios imperiales e, incluso, de los señores de la guerra. De otro lado, no hay que olvidar que desde fines del siglo pasado y en las primeras décadas del actual, China fue objeto de abierta intervención por parte de potencias europeas y del Japón. El corto período de Kuomitang en nada alteró estas realidades.
Lo anterior nos hace posible entender el porqué del triunfo de la Revolución Comunista y el fortalecimiento del Régimen de Mao. Paradójicamente, esta Revolución y este Régimen son los que transforman a China en un país independiente de la influencia y presiones extranjeras, dando a su pueblo un concepto de nacionalidad y de orgullo patrio que fueron hábilmente explotados por Mao durante la Revolución Cultural.
Asimismo, en sus inicios, el Régimen de Mao tiende a solucionar las grandes diferencias sociales existentes; pone fin a las tiranías y demasías de las autoridades regionales y locales, y termina con las endémicas hambrunas que diezmaban su población. Lamentablemente, el Régimen de Mao impone una dictadura en base al culto de su personalidad, que culmina con la Revolución Cultural. En este período, como nunca antes, se abolió toda libertad personal, se combatió el pensamiento y la libertad intelectual, se destruyó el patrimonio cultural y los sistemas educacionales, se afectó gravemente la constitución de la familia y se cometieron errores económicos de tal magnitud que afectaron seriamente la producción agrícola e industrial del país.
Por ello, a la muerte de Mao, el nuevo Gobierno de la República Popular de China se enfrentó con un desafío monumental en lo social, en lo cultural, en lo económico y en lo político. Esta es la realidad que debemos conocer y entender para apreciar la situación que hoy se vive en la República Popular de China.
Hace nueve años la visité y comprobé la carencia de libertades; el absoluto control policial de sus habitantes; la existencia de una economía totalmente estatista y socialista, y una población temerosa de pensar de un modo distinto a lo que establecía el oficialismo.
Hoy, la República Popular de China es un país absolutamente distinto. En el campo político, a pesar de que el régimen no evoluciona en su integridad, hay claras manifestaciones de libertad personal que antes no existían. Las universidades y cole-gios han vuelto a ser centros de educación y cultura, y no de mera concientización y propaganda política. En lo económico, se palpa el florecimiento explosivo del país. En todos los lugares que visité, incluso en el Tíbet, se constata un "boom" de la construcción, tanto en lo habitacional como en edificios para industrias y oficinas.
En síntesis, reconociendo que aún existe un largo camino por recorrer para que se llegue a una democracia de tipo occidental como la nuestra, no es posible ignorar los significativos avances que en esta materia se han producido en los últimos años.
De otro lado, hay que tener clara conciencia de que la República Popular de China tiene un mil doscientos millones de habitantes, a los que hay que alimentar, vestir, educar y preparar para el desafío que implica una economía social de mercado. El camino trazado parece ser el adecuado y el más acorde con la realidad del país.
Estoy cierto de que muchos quedarían sorprendidos si analizaran el temario y las discusiones habidas en la última Asamblea Nacional del Pueblo, que se llevó a efecto en marzo de este año. Especial preocupación le mereció: detener la inflación; fortalecer la débil base de la agricultura; reformar el estatuto de las empresas estatales, dándoles autonomía, incentivos y competitividad; mejorar la educación y la investigación tecnológica, y la lucha en contra de la corrupción, el tráfico de influencias y la delincuencia. Este Senado no encontraría grandes diferencias entre las preocupaciones de la Asamblea Nacional del Pueblo y las nuestras, en estas materias.
De igual manera, estoy cierto de que las palabras del discurso de cierre del Presidente de la Asamblea del Pueblo , señor Li Ruihuan , son compartidas por nosotros y por cualquier Parlamento. Así, insistió en la necesidad de mantener sólidos contactos con la gente para conocer sus puntos de vista y entender sus sentimientos, de modo de reflejar sus deseos y salvaguardar sus intereses.
Especial mención merecen los siguientes párrafos de su discurso: "Unidad y estabilidad son los intereses superiores de la nación y representan la aspiración del pueblo". "Debemos enfrentar los problemas y no tratar de evadirlos, superando las deficiencias y no ocultándolas, disipando el resentimiento entre la gente más bien que desatendiéndolo. En todo caso, dificultades y problemas no son excusas para el pesimismo e inercia, más bien ellos deben proveer las bases de unidad y un compromiso de duro esfuerzo. Ellos no pueden ser usados como excusa para deprimirse y culpar a todos menos a uno, más bien deben proveer una oportunidad para temperar la voluntad y utilizar las habilidades de cada cual. La experiencia muestra que las dificultades y el éxito siempre van de la mano. A mayores dificultades mayor el éxito alcanzado al superarlas.".
Este discurso refleja la actitud que existe hoy en la República Popular de China.
En la última semana se han publicado en Chile distintos artículos sobre la importancia de la economía china dentro del marco macroeconómico mundial. Se reconoce que, en poco tiempo, formará parte de las naciones económicamente más poderosas. Más aún, su población la mayor del planeta constituye un mercado potencial inigualable.
Lo anterior me lleva a señalar ante este Senado la miopía con que se encaran nuestras relaciones con la República Popular de China . Nuestra Embajada en Beijing tiene cuatro funcionarios, incluido el Embajador, y carece de Cónsules. Como muestra de su equipamiento, basta señalar que dicha representación diplomática cuenta sólo con un automóvil japonés de 1989, cuya vida útil ha expirado.
En contraste con esta falta de visión del Ministerio de Relaciones Exteriores, está la excelente labor que realiza el Embajador, don Eduardo Arriagada . Me tocó estar con él en reuniones sostenidas con altos dignatarios del Congreso del Pueblo, en el banquete a que fuimos invitados, y también en la comida que él mismo ofreció con motivo de mi visita. En todas estas oportunidades pude aquilatar el profundo conocimiento que el señor Embajador ha logrado adquirir respecto de la realidad de China, así como de las posibilidades comerciales que presenta para nuestro país. La opinión de las autoridades chinas respecto de su desempeño es muy positiva, y me consta que permanentemente establece contacto con empresarios chilenos para motivarlos a un mayor intercambio comercial con la República Popular de China. Sin embargo, su gestión no se ve reconocida ni avalada como debería serlo por el Ministerio de Relaciones Exteriores.
La realidad diplomática que observé en China también la he constatado en nuestras Embajadas en Corea del Sur y Japón , países claves y fundamentales para mantener y ampliar nuestro desarrollo económico. Sus economías, más que competitivas respecto de la nuestra, son complementarias, y constituyen la única y real fuente ilimitada para ampliar nuestras exportaciones.
Es evidente que la distribución e importancia que el Ministerio de Relaciones Exteriores asigna a nuestras Embajadas en estos países no obedece a un criterio lógico, atendida la realidad política y económica del mundo actual. ¿Cómo explica el Ministerio de Relaciones Exteriores que en Filipinas y en Singapur haya más funcionarios diplomáticos que en China? ¿Cómo explica que en Colombia existan ocho funcionarios y en Rusia sólo tres? ¿Que en España haya 16 funcionarios, y ante las Naciones Unidas y en Alemania, 13 y 19, respectivamente, en circunstancias de que en Japón sólo hay 6, en Corea del Sur 5, y en China 4? ¿Cómo se justifica que en Italia y en Francia contemos con dos representaciones diplomáticas en cada país y con no más de tres ante los países africanos?
Este es un tema que, obviamente, deberá ser materia de un análisis en el Senado, pero no es el objeto de la presente intervención.
En conclusión, quiero reiterar que es imprescindible acrecentar nuestras relaciones con la República Popular de China; establecer intercambios culturales y universitarios; fomentar el intercambio de misiones empresariales, e incentivar la inversión de Chile en Chile y viceversa. Nuestro país debiera ser la puerta de entrada de los productos chinos para Latinoamérica, y la de salida de los productos latinoamericanos hacia China. Esta es una perspectiva de futuro que no podemos olvidar.
Termino, señor Presidente , solicitando que tenga a bien oficiar a Su Excelencia el Presidente de la República y al señor Ministro de Relaciones Exteriores , transcribiéndoles esta intervención.
He dicho.
"