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El señor JOCELYN-HOLT.-
Señor Presidente , para muchos el tema puede parecer bastante ininteligible, muy técnico y casi absurdo, pero, en realidad, no lo es.
Como las nuevas normas sobre capital hacen una exigencia patrimonial a los bancos, que varía dependiendo del riesgo de sus activos, en este caso hay que preguntarse cuál es el riesgo de los que manejan créditos para la vivienda, porque, a mayor riesgo, mayor requerimiento de capital, y a menor riesgo, menor exigencia patrimonial. Y si un banco debe aumentar su capital para financiar una cartera de colocaciones, tal vez le convenga emplear ese mismo capital en un tipo de colocaciones cuya ponderación por riesgo no le sea tan cara. Entonces, el problema de fondo es cómo y hacia donde se orienta el crédito.
¿Cuál es el riesgo asociado a los créditos de la vivienda? Basilea, el estándar internacional, lo fija en 50 por ciento más bajo y, por ende, lo considera un activo más seguro que el 75 por ciento propuesto por el Ejecutivo en su proyecto primitivo.
Si uno observa el sistema financiero como un todo, la diferencia entre ambos valores plantea una mayor exigencia de capital absolutamente marginal e insignificante cerca del 3,1 por ciento del capital y reservas de todo el sistema. El problema es que ese 3,1 por ciento está concentrado en seis bancos que se llevan cerca de las tres cuartas partes del crédito de la vivienda de todo el sistema.
Uno de los bancos principales es nada menos que el Banco del Estado, con 37 por ciento de sus colocaciones en créditos para la vivienda y con una mayor exigencia de capital, como consecuencia de un cambio del inflactor, del 50 al 75 por ciento, equivalente a cerca de 40 millones de dólares a fin de sostener su actual cartera para la vivienda, es decir, una exigencia adicional de capital cercana a un 12 por ciento entre el ponderador del 50 y el 75 por ciento.
¿Quién le va a dar la plata? ¿El Parlamento? ¿Lo vamos a eximir, agudizando el debate sobre la competencia desleal que algunos quieren ver en ese banco? ¿O le vamos a decir que reduzca sus créditos para la vivienda? Orientemos al Banco del Estado a las operaciones de comercio exterior. Ahí la ponderación es del 20 por ciento. Sería una orientación en una dirección determinada.
Ahora bien, ¿por qué esta propuesta del 75 por ciento? Los autores de la idea sostienen que estamos algo así como en una especie de amenaza inmobiliaria, donde, gracias a la especulación, la volatilidad de los precios de la propiedad raíz, especialmente en economías pequeñas y menos desarrolladas, como la nuestra, la naturaleza de la evolución de este tipo de créditos, el desfase entre el ingreso de las personas y sus dividendos, generan un riesgo que debería preocupar, si es que no queremos repetir algo parecido a lo que los norteamericanos tuvieron al final de los años ochenta y los japoneses, últimamente.
En realidad, la crisis del “saving alone”, en Estados Unidos, no se produjo por la volatilidad de los precios de las casas, sino debido a descalce entre plazos de captación y colocación de letras de crédito por inversionistas institucionales, situación muy distinta de personas que ahorran y pagan su casa en operaciones inmobiliarias de centros comerciales, canchas de golf, centros para la tercera edad, turismo y oficinas. Esas personas nos plantean que en Chile hay que recordar la crisis de 1982 y lo que ocurrió con los precios de las viviendas y cuánto tiempo tardó la recuperación. Pero en 1982 no sólo cayó la vivienda; cayó todo: la vivienda, el empleo, los productos de exportación, los bancos, todo.
Ante una crisis semejante nadie se libera, ni siquiera con un inflactor del ciento por ciento. Por lo demás, los reguladores tienen otras maneras de intervenir: hay mecanismos de control, alerta temprana y tasas de interés. La misma Superintendencia y el Banco Central, en este proyecto, quedan con la atribución de cambiar la ponderación de ciertos activos, previendo una situación parecida. Incluso, en caso de liquidación de un banco, esta cartera tiene un tratamiento diferente al de sus otros activos, y los créditos inferiores cuentan con un seguro estatal para operaciones de subsidio inferiores a 670 unidades de fomento, lo que disminuye el riesgo.
En el caso de viviendas sociales, aparte del subsidio, hay ahorro previo y crédito bancario limitado. Ese crédito nunca equivale a más del 75 por ciento de la vivienda. El crédito decrece en el tiempo y la garantía se aprecia entonces, convirtiendo estos activos en extraordinariamente seguros. En realidad, no nos convence ese riesgo sistémico o inmobiliario que algunos nos quieren vender.
¿Cuál es el nivel de morosidad que justificaría el temor hacia los deudores hipotecarios? Históricamente, ha sido la mitad de la del sistema financiero. El año pasado, los deudores hipotecarios morosos fueron un tercio en el sistema financiero, y en los últimos años, ese porcentaje tiende a bajar, es decir, baja y es siempre sustancialmente inferior en porcentaje a los demás morosos del sistema.
Los deudores, en total, son cerca de 400 mil personas que, en promedio, deben 5.500.000 pesos cada uno, aproximadamente. El 90 por ciento debe menos de 8 millones de pesos. Son gente de clase media, muy atomizados y bastante cumplidores, atendidos básicamente por seis bancos de la plaza que se dedican a créditos de aproximadamente 4 mil UF cada uno para propósitos muy ligados a una necesidad básica.
Por último, estos bancos no son todos del mismo tamaño: hay grandes y pequeños. El impacto de un ponderador que signifique elevar los requerimientos de capital para estas colocaciones tendrá un impacto diferente entre bancos con la capacidad suficiente para hacer el esfuerzo y aquellos que no pueden hacerlo, y afectará la competencia entre bancos de distinto tamaño que compiten por el mismo segmento de mercado.
Nuestra labor es hacer una norma neutra y no influir sobre el mercado, sobre todo cuando no hay razones para ello. Aquí no hay razones para aumentar ni para disminuir las exigencias patrimoniales a los créditos de la vivienda. Por eso, en la Comisión de Hacienda tratamos de hacer un ejercicio en el sentido de producir un inflactor que reflejara la situación actual sin modificarla. Si la situación actual generaba un aumento de las colocaciones para la vivienda, con disminución del número de morosos, nos parecía lógico no innovar. ¡Para qué hacerlo! Es así como tradujimos la norma que establece el límite de endeudamiento de cada banco en función de veinte veces su capital y reserva, es decir, a partir de sus pasivos, y lo invertimos para hacer lo mismo ahora a partir de sus activos, y produjimos el inflactor o ponderador de 60 por ciento, que es básicamente homologable a la situación actual. Ese porcentaje fue aprobado por la Comisión de Hacienda y también algunos lo aprobaremos hoy.
He dicho.
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