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La señora POLLAROLO.-
Señor Presidente , como acaba de manifestar el señor Ministro , se trata de un importante informe sobre un tema de gran interés y preocupación para la población.
La falencia de algunas especialidades médicas, de acuerdo con la experiencia que cada uno de nosotros tiene en sus respectivos distritos, representa muchas veces verdaderos dramas, pues constituye la base de las listas de espera que, en algunos casos, originan problemas serios de salud, llegando incluso a que la evolución de enfermedades sea negativa en cuadros recuperables, como lo ha podido detectar el Ministerio de Salud. El problema de los oftalmólogos, otorrinolaringólogos y anestesistas, es muy serio.
Cuando el Diputado señor Palma (don Joaquín ) se pregunta si hay falencia en algunas especialidades, alude a un aspecto que fue discutido en la Comisión de Salud, y que habrá que continuar haciéndolo, cual es el de una cultura médica que tiende a la sobreespecialización. Pero ello no quiere decir que efectivamente no haya una gran falencia en todas las especialidades, lo que en algunas es de gran gravedad. Lo decía el Diputado señor Tohá. No quiero repetirlo, pero me parece que el hecho de que una especialidad como traumatología, por ejemplo, esté en falencia de casi en un 50 por ciento es extraordinariamente grave. Cifras similares se dan en anestesia, en oftalmología, en cirugía infantil, sobre el 84 por ciento. Es decir, estamos frente a un problema serio en el sistema de salud.
También aquí se ha expresado, y brevemente me referiré al doble problema que significa la falencia de especialistas. Constituye un déficit en términos absolutos. Aquí se han entregado cifras; he agregado algunas; pero es un problema en términos de la iniquidad que representa. Ése, quizás, es el más serio.
Tenemos que formar más especialistas y distribuirlos de manera que operen en forma equitativa.
Creo que todos estamos de acuerdo en que si el 90 por ciento de los anestesistas está trabajando en el sistema privado, constituye una expresión clarísima de iniquidad.
Atenderse en el sector público, en un lugar apartado, significa carecer de especialistas y vivir el drama si se necesita concurrir a un otorrinolaringólogo, a un oftalmólogo, etcétera. El hospital de Antofagasta -la cual es una gran ciudad- pasó un año sin traumatólogo. Los había en las clínicas privadas, pero no en el hospital.
Por lo tanto, dentro del diagnóstico causal -que es importante para proceder a las correcciones- quiero quedarme con una expresión del decano de la Escuela de Medicina de la Universidad Católica, quien subrayó que en este tema estamos funcionando con la estricta lógica del mercado. Es decir, no hay planificación; no se determina cuántos especialistas se necesita formar; en qué especialidad, según lo señale el perfil demográfico; no se fijan metas; no existen registros, etcétera.
En resumen, una conclusión muy clara, que emana de este informe, es que la planificación es indispensable.
Conversé con dirigentes del Colegio Médico y se ha advertido que hay una instancia donde podría operar esta planificación. Son las comisiones docentes asistenciales, que funcionan en las regiones, y en las que están representados los académicos, el Ministerio de Salud y los colegios profesionales. Ahí podría darse la integración necesaria para una adecuada planificación y no estar -como lo dijo muy bien el doctor Tohá-, con que hoy los cupos los definen las universidades. Allí se define cuántos especialistas se formarán. Naturalmente, las explicaciones de por qué se definen tan mal, son múltiples.
Los especialistas y académicos con quienes conversamos reclaman que en las universidades faltan recursos para solucionar este tipo de problemas.
Por otra parte, los médicos se quejan de que en el Conacem y en las universidades hay un extremo academicismo y niveles de exigencias absurdos. Por ejemplo, el año pasado la universidad no consideró apta a la maternidad del Hospital Salvador para formar obstetras. Resulta absurdo, porque si es apta para atender a parturientas, ¿por qué no va a serlo para formar obstetras?
También me relataron el caso de un docente, profesor de urología durante años, que para acreditarse en el Conacem, que tiene algunos años de funcionamiento, le exigieron dar examen. Hay situaciones de estrechez, de coacción.
Ahora, para qué decir el problema de la presencia de las sociedades médicas y la tremenda preocupación respecto de que intervenga como monopolio. ¿Qué pasa cuando se instala la lógica del mercado? Que si hay más demanda que oferta, el producto tiene más valor. Esa lógica entra a funcionar en las personas más humanas y correctas, porque tiende a imponerse. Por eso, el escándalo que vivimos el año recién pasado por el reclamo y la imposibilidad que se colocó para que se formaran otorrinolaringólogos en Talca o Rancagua. El Conacem y la sociedad respectiva reclamaron.
Lo más absurdo en esta lógica del mercado es que quien financia la formación de especialistas es el Estado. O sea, para que haya equidad; para que los especialistas no lleguen sólo a una parte, los financiamos todos. Sin embargo, esta lógica que atrapa a todo el mundo, está determinando esta tremenda irracionalidad.
Me sumo a la aprobación de este informe y a la iniciativa de legislar. Creo que debemos profundizar sobre todos estos aspectos. Hay que reconocer una entidad que apruebe, que sea más amplia. En otros países, como Inglaterra y Canadá, son los colegios profesionales los que intervienen con mucho más peso que en el Conacem.
También es preciso que esta legislación establezca una planificación junto a los incentivos, que son necesarios, ya que hasta ahora han estado ayudando a solucionar el problema de las listas de espera, situación bastante particular, pero que tiene que regularse.
En síntesis, que en la legislación y en todo el debate que se lleve a cabo sobre la materia, sea la lógica social, y no la mercantil, la que guíe todo lo relativo a la formación de especialistas.
He dicho.
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