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El señor BAYO.-
Señor Presidente, el informe del Diputado informante fue extraordinariamente completo y responde a la demanda que la Sala nos encargó hace cuatro meses para enfrentar el serio problema de la salud en Chile.
Recuerdo que la gravedad de este problema fue planteado en un trabajo que con antelación hizo la Comisión de Salud de la Cámara cuando dio a conocer los principales problemas de la salud en Chile, entre los cuales estaba precisamente la falencia de algunas especialidades y la mala distribución que se hacía en el país de los especialistas.
No quiero reiterar cosas que ya se han dicho, pero quiero destacar que si este problema nos preocupa ahora es porque la especialización en medicina es una realidad y una necesidad en el mundo de hoy. Además, la profesión de la medicina, como ninguna otra, requiere de un conocimiento científico permanentemente en revisión y en expansión, lo que obliga a una constante capacitación.
Debo destacar algo que todos los chilenos saben y se ha reiterado en esta Sala. Me refiero a la ausencia total de muchas especialidades en sectores alejados de los grandes centros urbanos de nuestro país. Ello constituye una evidente situación de iniquidad al acceso a especialistas que tienen los chilenos y que hoy se hace imprescindible. Y esta iniquidad no sólo se ve en el sector público, sino también en el privado. Porque ya está bueno que dejemos de hablar de una salud para ricos y otra para pobres; una salud del sector privado y otra, del público. En Chile existe, felizmente, un sistema de salud mixto, que es el mejor de los que está operando actualmente, por lo menos en América. Es perfeccionable, pero es el mejor. Es el menos malo de los que existen.
Esta iniquidad por falta de especialistas queda en evidencia en el documento que se acompaña al informe cuando habla de una gran incapacidad de formación de traumatólogos, oftalmólogos, otorrinolaringólogos. Esa es la realidad. Pareciera que no vamos a poder dar con la solución del problema en el día de hoy en esta Sala, ni tampoco mañana en las conversaciones que se seguirán sosteniendo con el Ejecutivo. Al parecer se deben buscar caminos que nos conduzcan a solucionar integralmente el problema, y en esa búsqueda debemos participar todos: los parlamentarios, el Ministerio, las sociedades científicas y los decanos de las facultades de medicina. La ausencia de cooperación de algunos de estos actores conduciría irremediablemente a una solución parcial del problema. Aun cuando es respetable que aquí se señale que hoy opera el mercado y que, además, la falta de especialistas y su iniquidad en la distribución a lo largo del país sea atribuible a la lógica del mercado, lamento disentir de esa opinión, que hace poco escuché, porque atribuirle a la lógica del mercado, en forma preferente, la causa del problema, no resiste ningún análisis. Hace dos o tres decenios era mayor la falencia y ausencia absoluta de especialistas fuera de Santiago.
En Chile, el 95 por ciento de las anestesias eran entregadas por no especialistas, y por funcionarios que no eran médicos. En 1973, eran aplicadas por auxiliares de enfermería. De manera que creer que la lógica del mercado es la principal causante del problema que hoy nos aqueja, en mi opinión, no es sustentable como un argumento valedero; incluso debería desecharse en políticas sobre la materia.
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