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- rdf:value = " CONMEMORACIÓN DEL SEXTO ANIVERSARIO DEL TRIUNFO DEL “NO”.
El señor ORTIZ (Vicepresidente).-
En el turno del Comité del Partido Demócrata Cristiano, tiene la palabra el Honorable Diputado don Juan Carlos Latorre.
-Pasa a presidir, en forma accidental, el Diputado señor Armando Arancibia.
El señor LATORRE (de pie).-
Señor Presidente , hoy, un número importante de Senadores y Diputados rinde homenaje en el aniversario de una fecha que, sin duda, es importante para nuestra ciudadanía.
Convocados por el ex Presidente don Patricio Aylwin Azócar y el Ministro de Obras Públicas, don Ricardo Lagos Escobar -ambos presidentes de dos corporaciones que realizan estudios de distinta naturaleza en el país-, muchos chilenos que estiman importante conmemorar el 5 de octubre participan en un acto en los salones del ex Congreso Nacional
En nombre de la bancada de la Democracia Cristiana y, desde luego, creyendo interpretar a toda la Concertación de partidos por la Democracia, quiero consignar en los anales de la Cámara algunas reflexiones que permitan dejar constancia de lo que representa para nosotros el día 5 de octubre y señalar muy brevemente los desafíos que en nuestra opinión aún se plantean a futuro.
El 5 de octubre quedará señalado como la fecha en que el pueblo de Chile, en forma soberana, dijo “No” al intento del gobierno autoritario de prolongarse todavía más en el poder, mediante lo que algunos llamaron una elección presidencial no competitiva, y otros, plebiscito presidencial, eufemismos ambos que la ciudadanía no tardó en advertir.
Es justo que hoy recordemos a quienes protagonizaron la historia, cambiando su curso. Desde luego, nos vienen a la memoria muchos que, durante tantos años, batallaron inclaudicablemente por el término del gobierno militar y por la instauración de un régimen democrático, de libertad, de tolerancia, de pluralismo, en que se respetaran los derechos básicos de las personas. En definitiva, a un régimen en que se garantizara el respeto a la dignidad de todas las personas, sin excepción.
Entre aquellos dirigentes que estuvieron presentes en esta lucha, se encuentran políticos y dirigentes sociales que no escatimaron esfuerzos para hacer frente a una maquinaria muy poderosa y, en algunos momentos, aparentemente incontrarrestable.
Asimismo, evocamos la actitud del pueblo de Chile, que con madurez y serenidad ejemplares se organizó, concurrió a las urnas y celebró, conteniendo incluso su euforia, la derrota que se había propinado a quienes deseaban seguir imponiendo al país un gobierno no querido y no elegido.
Contadas naciones han experimentado una vivencia similar, por cuanto, como desde muy antiguo se sabe, es extremadamente difícil vencer a los gobiernos dictatoriales, los que acostumbran, tradicionalmente, amañar este tipo de procesos, convirtiéndolos en una mera simulación de ejercicio democrático.
En Chile, todo llevaba a que se desvirtuara el genuino sentir ciudadano, lo que se prueba al repasar ciertos elementos del plebiscito de 1988, que nos parece importante dejar como constancia en este Parlamento.
De partida, estábamos en presencia de un candidato único, elegido en un cónclave militar en julio de 1988 por quienes conformaron la denominada Junta de Comandantes en Jefe. Más aún, la propia decisión de dichos comandantes en jefe se encontraba en los hechos predeterminada, en virtud de una serie de características que bien vale la pena recordar en este parlamento, integrado por representantes elegidos soberanamente.
En primer lugar -trasuntando la preeminencia del General Pinochet-, se había establecido que en dicho cónclave -a celebrarse simbólicamente en el Ministerio de Defensa Nacional, esto es, en un lugar a la sazón “neutral”-, la o las proposiciones de candidatos o candidato único y la votación de ellas, se realizarían siguiendo un orden conforme al cual el Comandante en Jefe del Ejército se pronunciaría al final. El destino de la denominación era de tal obviedad que, como se estableciera previamente, una vez decidido el nombre del candidato único, debía comunicarse el acuerdo a la persona nominada “si hubiere lugar a ello”.
Por otra parte, conforme lo anunciara anticipadamente el Ministro de Defensa de la época, don Patricio Carvajal , la reunión sería breve y, tras ella, correspondería al Almirante Merino dar a conocer al país el nombre del designado, en circunstancia de que texto legal alguno confería a dicho almirante la misión de hacerlo. Tal vez, ello se fundaba en el pudor del General Pinochet de figurar ante el país autoproclamándose, luego de autoproponerse y autoelegirse.
De allí que muchos chilenos consideraran como parte de una maniobra distractiva, cuando algunos partidarios del gobierno militar -quizás sí temerosos de que tal candidatura expusiera a las Fuerzas Armadas a un fracaso electoral- obviaron, en un comienzo, su apoyo explícito al Comandante del Ejército, así como otros abogaban por la nominación de un candidato de consenso, exponiendo, ingenuamente, que de este modo el plebiscito podría tener un carácter no confrontacional. El accionar de quienes así procedían se encontraba alimentado por la supuesta renuencia de algunos integrantes de la junta de comandantes, en cuanto al nombramiento del General Pinochet, pues habrían sugerido la designación de un civil a través de declaraciones equívocas. Sin embargo, tal cual el país lo sabía -y fuera un secreto a voces- todo indicaba que la designación no podría sino recaer en el General Augusto Pinochet.
Es comprensible que, luego de ese juego de máscaras, los chilenos fueran más impulsados todavía a decir “No” en el plebiscito de octubre de 1988. No era sólo la ocasión para reprobar la imposición de un régimen autoritario e impedir la prolongación del gobierno encabezado por el General Pinochet, sino también la oportunidad de decir basta a tan indignos métodos reñidos con antiguas y sagradas tradiciones cívicas de Chile.
Pero no fue fácil sobrepasar todos los obstáculos que se agregarían con relación al plebiscito mismo. Primeramente, atendida su crucial importancia, puntualicemos, una vez más, que la cuidadanía tendría opciones muy limitadas, lo que se demuestra con la sola invocación del procedimiento para imponer el candidato único, que se encontraba en las antípodas de lo que es una elección presidencial competitiva. No obstante, no existía otro camino, desvinculado de la violencia, que utilizar el espacio abierto y servirse de aquellas condiciones que contribuirían a una mayor limpieza del plebiscito, entre las cuales deben indicarse la existencia de registros electorales, de un tribunal calificador de elecciones y la admisibilidad de la abierta acción de los partidos políticos, entidades que pudieron nombrar apoderados en las mesas de votación, en cuya presencia se verificó el recuento de votos, como resultado de lo cual pudieron fiscalizarse los escrutinios, asunto que no fue un detalle en la tensa noche del 5 de octubre.
Por otra parte, es cierto que con el objeto de obtener la ratificación popular, el oficialismo recurría a un manido discurso que pregonaba muchas veces el terror y la idea del vacío de poder, en caso de no obtener él una mayoría. También es cierto que intentó manipular a la ciudadanía a través de los medios de comunicación, principalmente de la televisión, a lo cual debe agregarse que, además, le cupo una desembozada intervención electoral.
Sin embargo, el país se organizó, los partidos de la oposición se unieron, deponiendo legítimas diferencias y aspiraciones, y Chile se sintió convocado a marcar un hito que nos enorgullece y que hoy recordamos con emoción. Cuando la ciudadanía, en la intimidad de las urnas, dijo “no” el 5 de octubre, optaba por romper el continuismo del General Pinochet y abrir el camino a elecciones libres.
Por otra parte, recordemos que el país llegaría al 5 de octubre en un clima de sospechas, pero con el ánimo de concluir el proceso en las urnas.
En términos generales, aunque hubo signos de irregularidades, la votación se desarrolló en orden, observándose una masiva participación del electorado inscrito, el que votaría desde tempranas horas, recogiéndose a sus hogares con la mayor prontitud posible, lo que fuera públicamente solicitado por los dirigentes del Comando del No, encabezados en dicha época por el después Presidente de la República , don Patricio Aylwin , y el actual Ministro don Ricardo Lagos.
El asunto revestía importancia, toda vez que, de acuerdo con los antecedentes de que disponía la coalición opositora, la realización de manifestaciones públicas podría servir a la preparación de un escenario de violencia al tiempo de verificarse el recuento de los votos.
Sin perjuicio de lo anterior, los apoderados de la opción “No” debían permanecer en sus funciones hasta obtener copia del acta de cada mesa, a fin de nutrir los cómputos que efectuaría la oposición y, en la medida en que ello fuere necesario, documentar con ellas la versión que se había propuesto entregar al país.
La historia enseñará a las futuras generaciones lo que nosotros vivimos, las que podrán constatar cuán afortunada fue la estrategia de la oposición, que permitió, precisamente, conjurar fundados peligros. De hecho, el Gobierno del General Pinochet, a las 19:30 del 5 de octubre, suministraba el primer cómputo parcial mediante el cual se perfilaba ganadora, por apreciable margen, a la opción “Sí”. Las alegres cuentas tenían por base un ínfimo porcentaje del electorado. Por lo demás, el Gobierno disponía, ya a esas alturas, de más antecedentes que le habrían permitido entregar un recuento de más vastos alcances.
A las 22 horas del 5 de octubre, se entregaba un nuevo cómputo por el vocero del Gobierno, igualmente revestido de tremenda parcialidad.
Todo indica que en la cúpula del poder se analizaban resultados y cursos de acción distintos del camino que establecía la propia Constitución Política.
En tales condiciones, la fiscalización de los escrutinios que efectuamos los opositores al régimen militar resultó vital, debiendo rendirse homenaje hoy, desde esta solemne tribuna, a los chilenos que cooperaron a la sistematización de la información que emanaba de los escrutinios, lo que permitió dar a conocer al país un recuento serio de los votos, correspondiéndole una crucial participación en dicho acto al actual Presidente de la República , don Eduardo Frei , quien en un programa de televisión realizado en la misma noche de esa jornada enrarecida y tensa, entregó las cifras oficiales recabadas por el Comando del No.
Todos sabemos, incluidos quienes se desempeñaran como Ministro y Subsecretario del Interior , respectivamente, cuán esencial resultó la existencia de los cómputos electorales por el Comando del No.
Queremos recordar también que en la madrugada del 6 de octubre, y sólo cuando ya era una evidencia para todo el país, el gobierno de turno asumiría los resultados favorables del “No”, a través del Ministro del Interior.
Horas después, el General Pinochet asumía, con profunda amargura, el veredicto de las urnas. De hecho, el hasta pocas horas antes candidato único a la Presidencia de la República demostraría cuánto respetaba el juicio del pueblo, pues, permitiéndose una impropia analogía, señaló: “En la historia del mundo hay un plebiscito en el cual juzgaban a Cristo y a Barrabás y el pueblo votó por Barrabás”.
Señor Presidente , estimados colegas, el país tuvo razón ese 5 de octubre, que quedará en nuestras vidas como un recuerdo imperecedero, desafiándonos a continuar trabajando por el bien de Chile, el perfeccionamiento y consolidación de la institucionalidad democrática, de la cual depende que nunca más en Chile sea posible el tener que realizar un plebiscito que amenace el libre destino del país.
He dicho.
-Aplausos.
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