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- rdf:value = " El señor ELGUETA.-
Señor Presidente, en sucesivos editoriales de algunos diarios, en especial, en una entrevista dada por el señor Carlos Paul a "El Mercurio", de Valparaíso, se nos ha imputado una serie de acciones con variados calificativos en relación con el proyecto sobre Ley de Prensa.
Señala, por ejemplo, que dicho proyecto está siendo "charqueado" en la Comisión de Constitución, Legislación y Justicia; que en su estudio no hay rigor legislativo y que, en definitiva, lo único que estaríamos haciendo sería intentar un protagonismo personal.
El origen de la irritación de estos editorialistas y del señor Paul está en la vieja confusión entre la libertad y la propiedad.
El dueño siempre es soberbio. Dice: "El medio de comunicación es mío y publico lo que quiero". Yo elijo la noticia y la califico de tal. "Digo quién es importante o quién no lo es". En definitiva, se declara poseedor exclusivo de la libertad de expresión, de opinar, de informarse e informar. Sin embargo, esta soberbia propia de los dioses, oculta los poderes de la publicidad y del dinero.
Siendo así el criterio de los dueños de los medios, tiene lógica que les disguste que se vele por el derecho de la comunidad a ser informada, que se salvaguarde sobre el pluralismo real de los medios en nuestra sociedad, que se pretenda favorecer al periodismo regional, que se regule la concentración de la propiedad de los medios de comunicación, que se sancionen sus contravenciones, que se vele por la transparencia del mercado comunicacional, que se asegure la correcta difusión de los datos y su reserva en el caso de los medios computacionales, que se establezca el derecho a reclamar contra el silencio deliberado de hechos relevantes de la vida nacional que son patentes para todos, pero que en esos medios, simplemente, no existen, porque no corresponden a sus convicciones políticas, económicas y sociales.
La abogada Ángela Vivanco Martínez, autora del libro sobre la libertad de opinión y de información, dice que en esta materia existen los marginados, los pobres o los débiles en el campo de la información, que son aquellos que por imposibilidad económica, material, física, geográfica, etcétera, no tienen acceso a los medios informativos, ya sea para informarse o para ejercer su derecho a la expresión de ideas y de juicios.
Vuelven aquí a resonar las viejas palabras de Condorcet: "En la lucha de los débiles contra los poderosos, es la libertad la que mata y sólo la ley la que salva".
No impulso la información estatal, pero en el campo privado, los monopolios informativos, los abusos y sus manipulaciones sobre el público, el exceso de propaganda, la mentira deliberada, la destrucción de los pequeños medios por la presión económica, la desinformación, el silencio premeditado y otras acciones, denotan que lo que se trata de "charquear" no es el proyecto sobre la ley de prensa, sino la democracia misma y una real y auténtica libertad de expresión, sin la cual la primera muere ahogada en los criterios de unos pocos que son los dueños de los medios.
Pareciera que, a juicio del señor Carlos Paul Lamas, Presidente de la Asociación Nacional de Prensa, la Constitución Política no asegura la libertad de expresión sino que el derecho al silenciamiento, y en consecuencia, los chilenos, en lugar de conocer la verdad y la posición de la comunidad nacional, tuviéramos que ser conducidos como hato de borregos por las ideas que escriben los dueños en sus periódicos o que leen en sus radios o en la televisión.
He dicho.
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