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El señor ROCHA (Vicepresidente).-
Tiene la palabra el Diputado señor Ulloa .
El señor ULLOA.-
Señor Presidente, en la reforma de 1993, que culminó a principios de 1994, en el Congreso Pleno, fui el único parlamentario que se manifestó en contra de reducir el período presidencial a seis años. En aquella ocasión expresé los inconvenientes que se generarían. Dije claramente que era importante hacer coincidir las elecciones parlamentarias con la presidencial y señalé, me parece que hasta el año 2005, las votaciones que se debían realizar.
En consecuencia, ya en aquel tiempo anunciaba, sin ninguna duda, que acuerdos instrumentales como aquél, finalmente iban a terminar en el descrédito, y es lo que hoy estoy viendo.
¿Cuál fue la versión de la Democracia Cristiana en aquella época? Dicha colectividad, a través de uno de sus diputados, el señor Cornejo , quien intervino en la sesión del 15 de diciembre de 1993, dijo lo siguiente: “Soy de los que creen que el introducir como plazo presidencial los seis años, eliminando la simultaneidad de las elecciones parlamentarias con la presidencial, desde un punto de vista institucional, es crear condiciones similares a las existentes al año 1973, en que puede darse el caso de tener Presidente por seis años con minoría en el Parlamento al no existir la simultaneidad, o que parte de su período, a lo menos los dos últimos años, pudiera eventualmente no tener mayoría en el Parlamento. Al eliminar la simultaneidad, de una u otra forma, vamos establecer un incentivo para que se afecte de manera muy importante la estabilidad de las coaliciones de gobierno o de oposición.”
Opiniones parecidas señalaron otros parlamentarios. En aquel minuto tuve posiciones discrepantes, incluso con mi partido, porque también votó a favor de una reforma que, a todas luces, parecía perniciosa.
Sin embargo, hoy, al parecer, con una conducta bastante impropia de una Cámara que tiene la responsabilidad política de conducir y de dirigir la institucionalidad del país, nuevamente nos vemos enfrentados a otras propuestas de cambio, las que, sin mayor profundización en los estudios y en forma muy ligera, se están planteando y aceptando, con una Sala prácticamente vacía, con señores parlamentarios que no prestan atención y, en consecuencia, no hacen sino depositar la confianza en algunas personas respecto de un tema tan relevante como éste.
Al respecto, siento una profunda decepción, básicamente porque estamos en presencia de una reforma de enorme importancia para el desarrollo institucional del país, y en este sentido, nadie ha argumentado ni entregado visiones acerca de que el desarrollo debe ser planificado por períodos de largo plazo.
Aquí nadie ha dicho que una elección por cuatro años, con o sin reelección del Presidente de la República, va a significar un ejercicio de gobierno de dos años, ya que al cabo de los cuales vamos a encontrar a un Ejecutivo, si hay reelección, destinado exclusivamente a autoelegirse nuevamente; y si no se permite la reelección, intentando otorgar sus preferencias, como ocurrió en el siglo pasado durante los decenios, a quien le interese que se mantenga en el poder.
Por esta razón, creo indispensable señalar que fijar objetivos de desarrollo a largo plazo que deben materializarse es la conducta necesaria de un gobierno. El desarrollo es un imperativo de los gobiernos.
Mi impresión es que esta materia no se va a conseguir.
Señor Presidente, con su venia, concedo una interrupción al Diputado señor Ferrada .
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg (Presidente).-
Puede usar de la interrupción el Diputado señor Ferrada .
El señor FERRADA.-
Señor Presidente, sólo deseo hacer una aclaración histórica y advertir con este testimonio que sí estamos siguiendo muy atentamente el debate que nos propone el Diputado señor Ulloa .
Durante el siglo pasado y hasta 1920, todos los gobiernos duraron cinco años. Los cuatro primeros decenios, de Prieto, Bulnes , Montt y Pérez , corresponden a mandatos presidenciales por cinco años, que luego fueron renovados por otros cinco. Después, hasta 1920, los sucesores presidenciales sólo fueron elegidos por cinco años.
He dicho.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg (Presidente).-
El Diputado señor Ulloa recupera el uso de la palabra.
El señor ULLOA.-
Señor Presidente, con su intervención queda muy claro que el Diputado señor Ferrada no estaba atento, porque dije exactamente lo que él señaló.
Quiero mantener mi postura, en el sentido de señalar que esta discusión es absolutamente anormal, desde el punto de vista de su significado, y, por esta razón, estimo imprescindible que no se tome a la ligera la decisión que se debe adoptar al respecto; que se tenga claro que lo que se está persiguiendo ahora es exactamente lo contrario de lo que se señaló en 1993 y que, incluso, el actual Presidente de nuestra Cámara lo expresó en uno de sus discursos exactamente al revés.
Creo firmemente que es un imperativo para nuestro país establecer la simultaneidad; sin embargo, ella debe ser acorde con todo el resto de la institucionalidad vigente en la Carta Fundamental de 1980.
Por esa razón, quiero insistir en lo provechoso, en lo significativo que sería fijar en ocho años el período presidencial, porque permitiría desarrollar proyectos y objetivos de largo plazo, y, en segundo lugar, porque, sin ninguna duda, se evitarían los desaciertos y los desatinos que han sido bastante frecuentes en nuestra conducta política, sobre todo cuando se trata de la intervención del Poder Ejecutivo en materias tan delicadas como es el sistema de elecciones.
Votaré por el rechazo de esta iniciativa, pero quiero dejar sentado que mantengo mi opinión, como lo he hecho siempre, de que es prudente para un país como el nuestro, un mandato presidencial de ocho años, porque permite salvar todos los inconvenientes que se manifestaron aquí hoy día, así como los expuestos en la otra reforma constitucional por los mismos que hoy cambian sus dichos de ayer.
En consecuencia, solicito se estudie el tema, no pensando en intereses de corto plazo, no pensando si estamos trabajando para determinado candidato y después para reelegir a otro, sino que considerando el bienestar de Chile.
Por esas razones, votaré que no, manteniendo mi línea argumental desde 1993, y pido a todos mis colegas que, por favor, no borren con el codo lo que escribieron ayer.
He dicho.
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