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- rdf:value = " NUEVO TRATO PARA LA AGRICULTURA Y LOS CAMPESINOS.El señor LATORRE (Vicepresidente).-
En el turno del Comité de Renovación Nacional, tiene la palabra el Diputado señor Ferrada .
El señor FERRADA.-
Señor Presidente, cumplo con el deber político de traer a la consideración de nuestra Corporación un problema bien conocido por muchos señores Diputados, de las más diferentes tendencias, unidos no obstante en la conciencia y en el conocimiento común de la realidad que por mucho tiempo enfrenta nuestro mundo agrícola y campesino, del que somos sus representantes.
No quieren mis palabras contener una crítica partidista ni lanzar dardos interesado en ganar pequeñas posiciones. Más bien, deseo de un modo sincero y respetuoso, como lo hacen con singular dignidad y humildad nuestros campesinos, traer aquí sus inquietudes, sus aflicciones principales y también sus esperanzas por salir de una situación de empobrecimiento y limitaciones que arrastran por largos años.
Por diferentes razones que debieran estudiarse con atención, el mundo agrícola chileno presenta un nivel de desarrollo distinto del experimentado en los últimos decenios por los chilenos que viven y se desenvuelven en las grandes urbes. El Estado, su presencia y su obra, no es el mismo en la ciudad que en nuestros campos. La inversión pública, la educación, las obras sociales, la salud, el subsidio habitacional, la ayuda al deporte, el desarrollo de la infraestructura vial, la telefonía, el correo, el transporte, los servicios públicos principales no resisten comparación alguna si se observan en uno y otro ámbito. Se ha llegado a decir, y quizás a creer, que los chilenos agricultores campesinos serían, desde este punto de vista, ciudadanos de segunda clase.
Si nuestra Corporación pudiera dirigir su mirada con interés hacia nuestros campos y lo hiciera deseando establecer un justo juicio de gran política nacional, se admiraría al comprobar hasta qué punto nuestro mundo campesino ha quedado a la zaga de la marcha del progreso y de la modernización experimentada en el país, y también se admiraría al observar cómo, a pesar de lo anterior, en ese mundo injustamente postergado se conservan valores culturales, morales y sociales muy finos y notables, que se continúan expresando en su ingenua alegría, en su fe, en su fortaleza para enfrentar con rara dignidad la pobreza, en su generosidad incomparable, en su solidaridad, en su inmensa decencia en el vivir cotidiano.
Ciertamente, la voz del mundo campesino, que deseo interpretar bien con mis palabras, es la del hombre de trabajo agrícola, de su esposa, de su familia, de las sencillas instituciones campesinas en que se reúnen en nuestros municipios rurales y en sus organizaciones laborales. Es decir, lo que suele llamarse la agricultura tradicional, que representa una inmensa mayoría de las familias que viven en nuestros territorios rurales y que trabajan, por lo demás, también la inmensa mayoría de los terrenos de cultivos disponibles.
Hay dos modos de analizar cuánto sucede hoy en nuestros campos: una visión es la económica-productiva que allí se presenta; otro punto de vista -a mi entender superior, de más perspectiva y profundidad, y que puede entregar antecedentes más valiosos de considerar al momento de adoptar decisiones políticas nacionales- es observar y constatar la realidad rural chilena en su conjunto, en sus valores, principios, cultura, religiosidad tan particular, historia propia; en síntesis, su sociabilidad tan interesante; y advertir también sus atrasos, su falta de asistencia pública, su desatención en aspectos que hoy se estiman esenciales en cualquier política social, su aislamiento, sus postergaciones del todo inmerecidas.
Desde la visión primera, surgen con evidencia problemas que bien se conocen y sobre los que existe discusión, debates eternos, diferentes y viejísimos diagnósticos. El endeudamiento agrícola, la baja rentabilidad de las producciones de alimentos básicos, la irregular situación de la propiedad agrícola, sus subdivisiones irracionales y el minifundio, la falta de capacitación tecnológica, la ausencia de políticas crediticias especializadas, la mínima infraestructura vial, los bajos precios, las deudas Cora e Indap , la falta de una legislación laboral para los trateros de temporada, la cesantía disfrazada y decenas de temas y subtemas como éstos, que llevan un continuo debatir, especialmente en períodos electorales, sobre si existe o no crisis en la agricultura.
Pero hay una segunda visión, que serviría para refundar una auténtica política nacional para la agricultura: un nuevo trato para el campesino chileno, consistente en preguntarse, más allá de las cifras que tanto usan nuestros técnicos y que conforman los mil árboles que nunca permiten ver el bosque, más sencillamente lo siguiente: ¿Cuál es el rol que hemos de asignar dentro del desarrollo moderno chileno a quienes producen nuestros alimentos, con buena calidad, con abundancia, con seguridad y precios razonablemente bajos? ¿Cuál es la contribución que esperamos de nuestros sectores rurales al progreso de nuestra economía nacional? ¿Cómo distribuiremos los frutos del esfuerzo nacional común, de la acción del Estado, entre los chilenos? ¿Continuaremos colocando sin pausa al mundo campesino en una situación de menor nivel o lo incorporaremos definitivamente al progreso, a un ritmo, velocidad y nivel similar al de los demás chilenos?
En lo que a mi representación política respecta, soy mandatario de un distrito que corresponde a la provincia de Linares, Séptima Región, uno de los territorios más hermosos y tradicionales de Chile y, a un tiempo, uno de los que concentra, en todos los índices oficiales, los signos de la mayor extrema pobreza nacional, del analfabetismo, en fin, de todo aquello que nadie quiere. Hacia las partes orientales de mi provincia viven chilenos, pobladores de cordillera, para quienes el Estado no existe de ninguna forma práctica. Para ellos, el Estado es, en todas sus formas, la presencia solitaria y noble de las avanzadas de Carabineros. Hacia el poniente, en lo que un poeta llamó "las tierras pobres" y que corresponde a los sectores de secano en nuestra cordillera de la costa, existe otro grupo humano interesantísimo, que vive sin conocer ni siquiera el teléfono que pudiera comunicarlos, en momentos de emergencia, con una asistencia médica distante a 30, 40 o más kilómetros. En Huerta de Maulé, Nirivilo , Cueva de León , Melozal , la gente vive y muere como hace cien años o más. A veces, peor que entonces, porque estos servicios públicos que desde antiguo existieron allí, como Correos o el Registro Civil, han ido lentamente desapareciendo, conforme a ciertas "políticas de ahorro público", que en las grandes ciudades multiplica, en cambio, sus gastos por decenas.
Señor Presidente, he procurado traer de un modo fiel a esta Sala, ajeno por completo a consideraciones político-partidistas que pudieran provocar toda discusión estéril y pobre, una parte de la voz de nuestros campesinos, tan poco escuchada y atendida por años.
Una parte muy importante de los miembros de esta Corporación somos representantes de campesinos y agricultores, a quienes conocemos bien y respetamos. Sabemos bien que, más allá de la imperfección de mis palabras, cuanto he dicho encierra gran verdad y revela un gran problema que merece ser encarado con seriedad, pues debe repararse esta gran injusticia.
Con este espíritu y por la representación que invisto, me permito invitar a toda la Corporación, en especial a los Diputados agrarios, que llevemos este tema de un nuevo trato para la agricultura nacional a un lugar preferente en nuestra agenda de preocupaciones.
Es posible, o es seguro, que nuestro país no puede reparar en cortos años un atraso y daño de muchos decenios; pero un día puede ser el primero para iniciar un gran y largo camino, siempre que éste conduzca de manera clara y segura a una estación definida. Ese primer día podemos determinarlo nosotros.
Para que ese primer nuevo día del mundo campesino chileno llegue pronto, quiero pedir a nuestra Corporación, por intermedio de la Mesa, que pueda incluirse, a la brevedad, en la agenda de temas especiales a ser tratados, según el programa impulsado por la propia Mesa de la Corporación, el presente y destino de la agricultura nacional. O bien, un número suficiente de Diputados de todos los partidos que representamos distritos agrícolas, podríamos pedir la celebración de una sesión especial al efecto, e invitar al señor Ministro de Agricultura para que nos explique sus programas de acción gubernamental, y también con el objeto de que asistan a esa sesión a las principales organizaciones laborales y gremiales del agro.
Todas estas iniciativas podemos llevarlas a cabo si tenemos sincera voluntad de iniciar el proceso de recuperación efectiva de nuestro mundo campesino, por muchas razones el más chileno de todos; el más humilde, pero el más noble; el más sencillo y sobrio y, al mismo tiempo, el más generoso; el de menos lujos y ostentaciones y, sin embargo, el más fino y verdaderamente culto; el más callado y silencioso y, no obstante, el más valiente y fuerte frente a la adversidad y el rigor de la vida. Se trata de un mundo, de un universo cultural dentro de la sociabilidad chilena que ha de merecer nuestro mayor respeto y consideración y del cual muchos de nosotros tenemos toda la razón al sentimos especialmente orgullosos de ser, mucho más que sus representantes, partes de su ser y de su identidad espiritual.
He dicho.
El señor LATORRE (Vicepresidente).-
La Mesa acoge su solicitud, a la que adhieren los Diputados señores Bayo , Makluf , García Huidobro , Soria , Latorre, Navarro y señoras Allende y Wörner .
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