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- rdf:value = " COMENTARIO SOBRE HECHOS PRIVADOS OCURRIDOS EN INGLATERRA.El señor ÁVILA.-
Señor Presidente, merced a esa particular forma de simplificar las cosas que suele caracterizarnos, otrora conocimos a Londres como la ciudad de la bruma y el misterio. Luego que el sol logró penetrar las tinieblas, cuales setas después de la lluvia, han empezado a aflorar los lances sexuales.
No es un problema de acosos, tan de moda hoy en día. Se trata de un ardor incontenible que recorre la piel de las majestades. El PríncipeCarlos derrite el hilo telefónico con volcánicas declaraciones de amor. Sin las complejidades del multicarrier, su dedo, al marcar el número apóstata, no experimenta desgastes innecesarios con tanta cifra. Naturalmente, como corresponde al espíritu de sabueso de los ingleses, las conversaciones han sido grabadas por terceros y, después del respectivo chantaje, publicadas.
Pero la Princesa Diana es más pragmática y menos apegada a las tecnologías de la comunicación. Ella optó porque nada en absoluto se interpusiese entre su persona y la del profesor de equitación. Ni siquiera la cabalgadura. Entonces, con envidiable vocación de amazona, montó sobre el propio instructor. Y “en pelo”, a la usanza campesina.
El problema, quizás no evaluado con celo cortesano, es que la gente cada día se pone más mal pensada. Han, freído de, inmediato que la noble dama es protagonista de un impetuoso romance clandestino. ¡Encuentro que es el colmo!.
Son incapaces de comprender que el arte de cabalgar, desde Jenofonte hasta nuestros días, ha sido objeto de constante perfeccionamiento. Y la Princesa es una estudiosa del tema. Ella intenta demostrar que es perfectamente posible montar sin silla, sin estribos y sin cabestro. Quizás se inspiró en la escuela posrenacentista, la cual plantea “hablarle a la inteligencia” del caballo. Es decir, los movimientos en este caso de la jineta son señales que indicarían al animal lo que se le pide.
Así, con el tronco erguido y las piernas dobladas en posición vertical, significaría cubrir la etapa de reconocimiento del picadero. En cambio, doblada completamente sobre el equino, daría signos manifiestos de querer galopar tendido, con trenzas al viento.
Ahora bien, la Princesa Diana pensó, con gran sentido del riesgo, que la parte teórica era conveniente ejercitarla con un vertebrado más manuable que el caballo. Por lo demás, su profesor de equitación, al igual que cualquier corcel, también es un ingénito mamífero, cualidad no irrelevante para una maternal miembro de la realeza.
En fin, desde este remoto punto del planeta, deseo solidarizar con Diana, la incomprendida. Ella no sólo debe cuidar cada paso, cada gesto, cada expresión que sale de sus labios. También, algo que luce natural: cuando adopte la postura a horcajadas, será práctico examinar qué animal de la especie queda debajo y si está con los atavíos de rigor.
He dicho.
"
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