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El turno siguiente corresponde al Comité del Partido Demócrata Cristiano.
Tiene la palabra el Diputado señor Renán Fuentealba.
El señor FUENTEALBA.-
Señor Presidente, el debate político de las últimas semanas ha girado en tomo a diversos temas que, en mi modesta opinión, merecen de nuestra parte algunos breves comentarios, los cuales quiero formular en el seno de la Corporación, pues estimo que es aquí donde parte importante de esa discusión debe llevarse a cabo, dada nuestra calidad de representantes de la ciudadanía.
Las opiniones que vertiré durante esta intervención son sólo mías y, por cierto, no comprometen ni a mi partido ni a mi bancada.
El 20 de septiembre pasado se efectuó el primer cambio de Gabinete del Gobierno del Presidente Frei. No obstante las circunstancias formales que rodearon esta decisión presidencial, que al menos al Partido Socialista mereció reparos, la cuestión de fondo implícita en esta readecuación del equipo gubernamental no ha sido objetada. Junto con reafirmarse una vez más la autoridad presidencial, también se ha generado al interior de la Concertación un debate en tomo a tres puntos.
Primero, la necesidad de definir claramente la articulación que deberá darse entre Gobierno y partidos de la coalición, de manera tal de esclarecer los distintos roles y responsabilidades que corresponden y competen a estos actores en la concreción y materialización del programa de Gobierno.
Esta nueva relación de trabajo deberá ser necesariamente pluralista, orgánica y fluida, por lo que resulta indispensable establecer los mecanismos e instancias más convenientes y acordes para el cabal cumplimiento de esta aspiración.
En segundo lugar, los partidos políticos adquieren como consecuencia de lo anterior un rol protagónico mucho mayor que el que tuvieron en el pasado, aumentando el peso de su interlocución al no existir ya ministros que los representen en el diálogo con el Ejecutivo. Pero su influencia no residirá tanto en el número de ministros con que cuenten, sino en la capacidad propositiva, de liderazgo y de interpretación de las demandas sociales.
Tercero, con el cambio aludido emerge un claro liderazgo en el equipo de Gobierno, que deberá profundizar la democratización del país, impulsar la modernización del Estado y superar las actuales condiciones de pobreza de miles de compatriotas, concertando con los partidos que componen la coalición de Gobierno la mayor participación social que sea dable alcanzar.
Simultáneamente con este ajuste ministerial, el país ha sido testigo de la discusión de un conjunto de reformas constitucionales que propuso el Ejecutivo a consideración del Parlamento, y que a estas alturas son archiconocidas, pero que no por su reiteración, recurrencia o repetición dejan de ser importantes para quienes formamos parte del Gobierno de la Concertación.
Estoy íntimamente convencido de que la Constitución no es un cuerpo legal estático, sino que en su carácter de fuerza normativa de la voluntad política y fuente de validez del sistema que consagra, debe recoger y plasmar' en sus preceptos las aspiraciones y orientaciones que se formulan como resultado del empuje dinámico de las fuerzas sociales.
En consecuencia, debe adaptarse a las exigencias políticas y sociales, las que periódicamente evolucionan, pues de otra forma se la somete a tensiones innecesarias, las que aumentan peligrosamente cuando las instituciones y poderes del Estado no recogen ni se hacen eco de la voluntad soberana de la ciudadanía.
Desafortunadamente, no tenemos los votos suficientes para hacer prevalecer ante la Oposición nuestro criterio. Sin embargo, el1 rechazo de algunas de ellas llevan implícitas para la Oposición responsabilidades que deberán asumir ante la ciudadanía del país, pues no fue una casualidad ni un golpe de suerte que Aylwin fuera elegido con el 56,7 por ciento de los votos, y que cuatro años más tarde el 58 por ciento del pueblo nuevamente depositara su confianza y representación en un nuevo Gobierno de la Concertación, encabezado por Eduardo Frei Ruiz-Tagle.
En esta materia, y sin desconocer la gravitación que tienen en nuestra organización institucional como Estado todas las modificaciones planteadas, me anima la más absoluta convicción de que no todas ellas son percibidas como importantes por la ciudadanía, o dicho de otro modo, no todas son igualmente priorizadas por aquéllos a quienes representamos.
A mi juicio, son tres las reformas que atraen y concitan la atención de la gente, y que son entendidas en su real dimensión y significado por la propia gente: la existencia de Senadores designados, la necesidad de elegir directamente a los alcaldes y la inamovilidad de los Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas y de Orden.
La presencia en el Parlamento de Senadores no elegidos por la ciudadanía atenta en forma directa contra el principio de la representación, elemento básico y consubstancial á todo régimen democrático. Su igual ponderación y equiparación con un Senador elegido por 100 mil, 300 mil ó 500 mil votos no deja de ser una ficción absurda creada por el autoritarismo de la época. Su sola presencia en una de las ramas del Poder Legislativo, en la que nunca en la historia sus miembros tuvieron otro origen que aquel que emana de la soberanía popular, es una bofetada a la democracia y una burla a la manifestación ciudadana.
Por su parte, la inamovilidad de los Comandantes en Jefe no dice relación con las personas. Lejos estamos de eso. Sólo quiero a este respecto que se restituya una potestad que es inherente al cargo de Jefe Supremo dé la Nación y Generalísimo de las Fuerzas Armadas. Mientras ello no suceda, nunca la subordinación y sometimiento del poder militar a la autoridad constitucionalmente elegida para tal función, será explícita, sino que constituirá una mera expectativa.
Reconocemos actitudes que indicaron en su momento que ello así se entendía en el estamento uniformado, pero tampoco podemos olvidar actos como los ejercicios de enlace, que nos señalan la precariedad en que aún se encuentra el poder civil frente al militar. No habrá autoridad presidencial afianzada en nuestra sociedad e institucionalidad mientras ésta carezca de la facultad de disponer el retiro de los Comandantes y de los oficiales generales de la Fuerzas Armadas y de Orden.
Por último, la elección directa de alcaldes surge como una necesidad de corregir las situaciones que hemos vivido en estos años de democratización de los gobiernos comunales. La gente quiere elegir a quien dirija y presida el gobierno comunal, y no votar por alguien con intención de que asuma como alcalde y que resulte luego sustituido por otro personaje, como producto de una negociación o protocolo que en todo momento desconoció el votante.
Nuestra insistencia especial en las reformas mencionadas y en las que tratará calendarizadamente el Parlamento responden a principios democráticos fuertemente arraigados en nuestro pueblo, y a una consecuencia política personal de que lo que se dice se condiga con hechos concretos. 1» Oposición, al rechazar algunas de ellas de plano y sin previa discusión, demuestra una vez más su apego nostálgico a un autoritarismo que le permitió gobernar, eludiendo el veredicto popular, con lo cual pretende mantener en la Constitución vestigios autoritarios, que más pronto que tarde deberán desaparecer, pues el imperio de la voluntad ciudadana, libremente expresada, sin duda así lo demandará.
Se nota, una vez más, que en el pacto opositor, al parecer, la pauta ideológica la dicta la UDI, que impone y arrastra a Renovación Nacional a posiciones obstruccionistas, que desmerecen los esfuerzos democratizadores que el país exige.
La modernización económica pasa necesariamente por una profunda democratización del país. Democratizar es modernizar, así como modernizar significa crear las condiciones para impulsar los avances institucionales que la voluntad mayoritaria del país demanda con urgencia. El país, la sociedad chilena, la Concertación y el Gobierno tienen una gran tarea pendiente: completar el sistema democrático. La lucha contra la pobreza está inserta en un espectro más amplio: el proceso que conduce a la liberación humana. Nos interesa el hombre sin carencias, el hombre sin miserias y, además, un hombre libre. El hombre que accede al pan de la libertad. Para esto es necesario seguir adelante y avanzar en la construcción de un sistema de convivencia en el que no haya espacio para la persecución, los temores ó la sospecha. Un sistema que cree libertad, pero que, fundamentalmente, dé justicia y paz social.
He dicho.
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