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El señor BARTOLUCCI (Presidente accidental).-
En el turno del Comité del Partido Demócrata Cristiano, tiene la palabra el Diputado señor Fuentealba.
El señor FUENTEALBA.-
Señor Presidente, el derecho de todo ser humano a que se respete su persona y su familia se ha transformado en un tema recurrente, que emerge cada cierto tiempo, provocando serias controversias al entrar en conflicto con otros derechos esenciales como el relativo al que tiene la comunidad a ser informada en forma veraz, objetiva y oportuna, o como la libertad de informar sin censura previa en cualquier forma y por cualquier medio.
Esta cuestión que incide en la primacía de valores básicos de la convivencia se inserta en el campo de la ética y tiene estrecha relación con la dignidad de la persona humana, dignidad que debe ser amparada por la autoridad en un estado de derecho. Cuando no se reconoce el valor ni la trascendencia de la persona y los derechos de ésta se nutren de ideologías que los relativizan, significa que estamos inmersos en un sistema totalitario y no democrático. La democracia supone la convicción .moral fundamental de la dignidad absoluta de la persona humana. La carencia de una concepción moral universal del hombre y de sus relaciones interpersonales conduce al relativismo y al liberalismo extremo, corrientes que hoy parecen invadir el mundo contemporáneo.
Las consideraciones anteriores tienen por objeto sostener que cuando un medio de comunicación social comete abusos contra las personas, imputándoles hechos 6 actos falsos o causándoles injustificadamente daño o descrédito a ellas o a sus familias, no sólo incursiona en el terreno delictual, sino que, lo más importante, atropella la dignidad de las mismas. Nuestro actual ordenamiento jurídico establece un orden de prelación respecto de las libertades públicas fundamentales. La Constitución, primero, asegura a todas las personas el respeto y protección a la vida privada y pública y a la honra personal y familiar; luego, garantiza la opinión y la de informar. Es sabido que la libertad sin límites no existe. La moral, el bien común y lo lícito jurídico puede establecer fronteras para que la libertad de información coexista con otras libertades, salvaguarde la dignidad de las personas y evite las arbitrariedades y abusos. A nuestro juicio, la libertad de información no puede atropellar la dignidad personal. Esto debe estar absolutamente claro para todos. El periodismo denuncia, que algunos medios practican, debe respetar los lineamientos anteriores. En caso contrario, los medios de comunicación abandonarán su condición de tales, para convertirse en órganos con facultades jurisdiccionales, en circunstancias de que éstas pertenecen exclusivamente a los tribunales establecidos por la ley, violando, de esta forma, la norma que dicta que ninguna persona ni grupo de personas puede atribuirse otra autoridad o derechos que los que expresamente tengan conferidos en virtud de la Constitución o del ordenamiento legal. Es más, en un Estado de derecho democrático se presume la inocencia de toda persona, mientras no se establezca legalmente su culpabilidad. En Chile, la ley no puede presumir de derecho la responsabilidad penal. Si algún medio de información efectúa denuncia y atribuye, por su propia cuenta, culpabilidades individuales, sometiendo a las personas al escarnio pública de verdaderos procesos en serie, sin garantías mínimas, sancionándolas con la pena de muerte moral, no sólo infringe la ley, sino que, además, se coloca al margen de la Constitución.
Para que un medio de información pública no incurra en conductas abusivas de esta especie es necesario que sepa distinguir con nitidez las diferencias que existen entre denunciar un hecho e individualizar culpabilidades o responsabilidades eventuales y efectuar condenas sociales sin forma de juicio previa y legalmente tramitado.
Los medios deben creer en la dignidad de la persona y trabajar para que la democracia se nutra en forma permanente de este valor. No sólo deben respetar las normas del Estado democrático de derecho, sino que, además, deben construir una alianza entre los valores de la persona y la democracia y romper la vinculación actual entre democracia y relativismo ético.
Por ello, creo que el tema de la responsabilidad de los medios de comunicación debe ser discutido en las instancias correspondientes. En consecuencia, requiere que se hagan todos los esfuerzos para que una pauta ética regule y vele por el comportamiento de los mismos.
Cuando el constituyente otorgó al derecho a la libertad de información y de opinión un lugar en el ordenamiento jurídico, es dudoso que pensase en esos espacios o programas televisivos que someten a escarnio a las personas, porque ello habría significado darle fuerza al abuso del poder comunicacional y, de paso, reconocer que los medios que lo conforman están facultados para provocar la muerte moral de las personas y para vender u obtener ratings a cualquier precio, incluso el de la honra.
Lo ocurrido recientemente en Televisión Nacional de Chile y el arrastre de sucesos y situaciones producidas con anterioridad, algunas no suficientemente aclaradas aún, debe llevamos a formular los siguientes planteamientos:
En primer lugar, reiterar su carácter autónomo y público, lo que implica observar un comportamiento prescindente de influencias políticas, económicas, sociales, culturales, religiosas o ideológicas parciales e interesadas.
En segundo lugar, establecer que su función básica está al servicio de la democracia y del bien común de la sociedad.
En tercer lugar, asegurar y garantizar el respeto a la dignidad de las personas.
En cuarto lugar, definir con urgencia una pauta ética que, al tener como fundamento la verdad, restablezca con claridad el imperio de valores inherentes a la persona humana, como son la defensa e integridad de la vida física y síquica, el derecho a vivir, la importancia de la familia, etcétera.
La televisión nacional no se defiende con pronunciamientos atentatorios a su autonomía. La autonomía televisiva se defiende colocándola al servicio de las personas y de sus valores, al servicio dé la democracia y del bien común.
He dicho.
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