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Señor Presidente, señores Senadores:
Muchas veces los homenajes a instituciones o a personalidades se efectúan en medio de un conocimiento general relativamente amplio de las razones y circunstancias que motivan el acto de honor.
Hoy, una personalidad extraordinariamente interesante, cuyo aporte en diversas áreas de la Administración del Estado tuvo una trascendencia indiscutible, pero pocas veces recordada con el nivel que merece, me invita a traerla a la memoria en el Senado, con motivo del centésimo aniversario de su nacimiento. Me refiero a don Oscar Fenner Marín , abogado, Ministro de Justicia e Instrucción Pública de Luis Barros Borgoño ; Ministro de Tierras y Colonización, y Secretario General de Gobierno en la primera Administración de Carlos Ibáñez, y Ministro de Economía y Comercio y de Relaciones Exteriores en su segunda Administración; Presidente del Consejo y Director del diario La Nación , en 1928; Auditor General de Guerra; y autor, entre otros documentos de relevancia nacional, del Código Militar y del Escalafón Judicial que señala las normas de calificación del personal de la Magistratura, del decreto ley que creó Carabineros de Chile y del Estatuto Orgánico del Ministerio de Relaciones Exteriores. En suma, señor Presidente , la evocación de Oscar Fenner me parece justa y muy necesaria.
Creo que la oportunidad brindada por el natalicio de este preclaro hombre público, el 19 de abril, no podía dejarse pasar. Por lo general, la desaparición de una figura pública, y sobre todo de alguien que haya tenido una destacada trayectoria de servicio a la nación en múltiples ámbitos, es motivo de homenajes periódicos, destinados a perpetuar su memoria, así como su perfil humano y profesional. Con Oscar Fenner ha ocurrido precisamente la excepción: su obra, vasta, trascendental y gravitante hasta el día de hoy, no ha tenido el despliegue usual a que he aludido. Sin embargo, me parece que las generaciones venideras no deben permanecer al margen del conocimiento de una figura política e intelectual de su talla. Su creatividad y su pluma, estampadas en documentos claves de la vida del país, han pasado a ser parte del acervo de la nación.
Oscar Fenner nació en Curicó y vivió su infancia en Angol. En 1906 ingresó a la Escuela Militar, donde perteneció al arma de Caballería. Su carrera militar fue el comienzo de una vida pública brillante, que lo llevó a ocupar los cargos de Oficial de Estado Mayor, Profesor de institutos militares, Auditor General de Guerra y Ministro de la Corte Marcial .
A los 32 años, durante el período en que sirvió la Vicepresidencia don Luis Barros Borgoño , fue nombrado Ministro de Justicia e Instrucción Pública . En su calidad de tal redactó el Código de Justicia Militar, que reemplazó a la arcaica Ordenanza General del Ejército y que entró en vigor en marzo de 1926. Asimismo, como Secretario de Estado de Barros Borgoño , modernizó la legislación económica mediante nuevas leyes sobre quiebras, letras de cambio y realización de la prenda; sentó las bases de la carrera judicial con el establecimiento del escalafón del Poder del Estado respectivo y su correspondiente legislación y reglamentación. Como responsable de la Instrucción Pública, fue autor del decreto ley en virtud del cual se concedían becas por tres años, en Europa, a escogidos cultores de distintas ramas de la actividad artística nacional. Además, figura entre los constituyentes de 1925.
En octubre de 1932 fue designado Ministro de la Corte Marcial , cargo que desempeñó durante 20 años. Innumerables fallos redactados por él constituyen un aporte muy serio a la jurisprudencia de los tribunales militares.
En enero de 1953 fue nombrado Ministro de Economía y Comercio. Tres meses más tarde asumía como titular de Relaciones Exteriores. En esta Cartera, su lucidez para comprender el tiempo que vivía y su clarividencia para enfrentar los desafíos elevaron su prestigio como político de dotes muy particulares. Por un lado, se esmeró a fondo para que fuese promulgado el DFL N° 69, sobre inmigración y que establece los criterios generales de selección de inmigrantes; y por otro, a menos de un año de permanencia en el cargo, concretó las bases de la organización actual de la Cancillería, dio inicio a la carrera diplomática propiamente tal y afirmó con decisión la continua formación profesional del personal diplomático chileno. El Estatuto Orgánico del Ministerio de Relaciones Exteriores, de 1953, convirtió en realidad dicho propósito. Como medio para facilitar la preparación de los funcionarios de carrera, el referido cuerpo normativo, contempló la creación de la Escuela Diplomática, idea que cristalizó a comienzos de 1954 al fundarse la Academia Andrés Bello.
La nueva organización de la Cancillería, promovida por Fenner , rompía los moldes establecidos aplicando criterios novedosos y funcionales, cubriendo tres grandes áreas: la política, la económica y la administrativa.
El período ministerial de Oscar Fenner presenta rasgos de sorprendente lucidez en materias vinculadas con las orientaciones que debían tener las relaciones internacionales de nuestro país. Visiblemente inspirado en Bello y en la participación de nuestro Canciller, señor Eduardo Matte , en la Primera Conferencia Internacional de Naciones Americanas, en 1889, trató de avanzar en el concepto de integración económica, pensando que la manera más realista de lograrla era buscar la complementación en ese ámbito con las naciones más cercanas. Fenner decidió adentrarse en la visionaria y significativa tarea de negociar con Argentina un Tratado de Unión Económica, que llegó a ser firmado, en julio de 1953, por los Presidentes Perón e Ibáñez . El destino de este proyecto es conocido. Su erosión se debió a la diversidad de concepciones de desarrollo que inspiraba a los Gobiernos de entonces; pero resalta, sin duda, la visión de futuro que lo imaginó.
A pesar de que la permanencia de Oscar Fenner al frente de la Cancillería fue más bien corta, su sello está firmemente grabado en ella. Los cambios por él promovidos son objeto de alabanzas por quienes colaboraron en su gestión ministerial. Su orientación, de brazos abiertos con los vecinos y en favor de una convivencia pacífica, fue ampliamente reconocida en el exterior.
Pocas veces encontramos en nuestra historia contemporánea un hombre con tal variedad de intereses; con tal capacidad de asumir exitosamente responsabilidades complejas en la conducción del Estado; tan multifacético en sus actividades, y tan prolífico en su herencia profesional.
Pocas veces tenemos la oportunidad de ensalzar el legado de un hombre tan comprometido con el Estado de Derecho y, por consiguiente, con el sistema democrático.
Oscar Fenner fue un ciudadano ilustre que supo captar las tendencias básicas de la época que le tocó vivir. Los torbellinos sociales jamás desviaron su atención y su compromiso con el Estado de Derecho, aun en circunstancias dramáticas de fervor revolucionario o quiebre institucional, como en septiembre de 1924 o de 1973.
Hombre de aspecto reposado que, según el historiador Gonzalo Vial , aportaba sapiencia en los círculos que frecuentaba, Oscar Fenner Marín es, sin duda, merecedor de un homenaje muy cálido. Por su obra -cuyo conocimiento necesariamente debe extenderse-, se ha granjeado el respeto y admiración de las generaciones que le han reemplazado en el servicio público.
He dicho.
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