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- rdf:value = " El señor VODANOVIC.-
Señor Presidente , en el día de hoy el Presidente de la República ha convocado y se ha reunido con los Jefes de Partidos para analizar el tema del terrorismo y de la delincuencia.
Creo útil reflexionar muy sucintamente sobre algunos aspectos del acontecer político de este momento.
Me parece que la materia que ha motivado la convocatoria del Primer Mandatario es del más alto interés ciudadano.
Y más allá de que conceptualmente terrorismo y delincuencia puedan desvincularse, lo cierto es que ambos constituyen en común un motivo de preocupación ciudadana. No es quizás éste el momento, y no contamos con la preparación suficiente como para abordarlos en profundidad, y mucho menos para hacer consideraciones ni tampoco proposiciones concretas que apunten a superar ambos graves y hondos problemas de la vida ciudadana.
Sin embargo, pienso que ello debe ser el trasfondo de un debate más amplio que, a partir de hoy, se inicia en el Senado y en otros círculos políticos.
Durante más de un año el terrorismo en sus diversas formas ha sido un tema de discusión. Y yo diría qué ha servido para que los distintos sectores políticos hagan uso de él, muchas veces a su amaño y en función de preocupaciones subalternas.
Creo que ha llegado el momento de que sea asumido y considerado por el conjunto de las fuerzas políticas como un tema que compromete el interés y preocupación de toda la sociedad.
En tal sentido, considero que las posturas que de los distintos extremos se han manifestado no se ajustan a la realidad, ni tampoco conducen a fórmulas de solución alguna. Ni atribuir al Gobierno democrático que hoy rige los destinos de la República la responsabilidad exclusiva en el no combate del terrorismo y de la delincuencia sirve para dar por superado un problema de esta naturaleza, ni las voces conformistas que a menudo, desde círculos de Gobierno o aledaños a él, se alzan para decir que en Chile no ocurre nada constituyen una receta o una fórmula que dé solución y respuesta a estos problemas.
Creo que ella más bien pasa y atraviesa por un debate muy a fondo, por el cotejo de opiniones y de posiciones que busquen realmente la verdad y que tengan la capacidad de llegar a acuerdos sustantivos para dar respuesta a lo que son dos problemas cruciales de nuestra sociedad.
Y, en ese sentido, es probable que los últimos sucesos políticos no sirvan tampoco para encontrar estas respuestas, en la medida en que se vinculan y se entrecruzan temas de muy distinta naturaleza y también de diversa significación.
Algunos días atrás y a propósito de una mención que hiciera el Presidente de la República sobre la altivez con que miembros de la Corte Suprema habían afrontado un cierto período histórico, esta Corte estimó oportuno sentirse lesionada en su dignidad y dar una respuesta que no era la adecuada.
Ciertos círculos o sectores políticos también estimaron pertinente atribuir al Primer Mandatario incluso desbordamientos en el ejercicio de sus facultades constitucionales o el atropello a las atribuciones de otros Poderes del Estado. Yo creo que ni una cosa ni la otra. No estamos en presencia ni de un desbordamiento de atribuciones constitucionales, ni mucho menos en el caso de la extralimitación de esas atribuciones por parte del Presidente de la República . Se podrá discutir, ponderar o analizar desde el punto de vista del mérito político lo que fueron las expresiones de la más alta autoridad del Estado. Pero, a mi juicio, no es lícito confundirlas con una situación extraconstitucional.
Posteriormente, este tema ha sido útil para ir hilando efectos y consecuencias que no son realmente lógicos y que de alguna manera han sido aprovechados como pretexto para que una alta institución entienda que expresiones de esta naturaleza, juicios políticos críticos vertidos hacia ella, pueden ser aptos o servir para configurar un clima de odiosidad en contra de los Tribunales de Justicia. Creo que tampoco eso es justo, y no corresponde ni a la realidad política, ni mucho menos a la exacta verdad de las cosas. Digamos, más bien, que estamos en presencia de una circunstancia política difícil por la que atraviesa el país; contradictoria; con elementos que ponen en juego la atención de distintas fuerzas, y que compete a todas hacer un gran esfuerzo de interés común y recíproco para poner término a esta situación.
Y ello es particularmente importante -retomando lo que constituye el inicio de mi intervención- para fabricar un espacio de entendimiento, en el cual todos tengamos algo que proyectar útilmente, para llevar el orden y la tranquilidad a nuestra sociedad.
Desde ese punto de vista, en lo personal, recibo con satisfacción algunas expresiones escuchadas desde voceros de la Oposición, que tratan de asumir con tranquilidad y seriedad este problema, y que cuando son convocados por el Presidente de la República hacen un esfuerzo, también, por dar una respuesta seria.
Me parece que por ahí va realmente la solución al problema; que por ahí empieza a construirse una respuesta a un mal que es social, que no es fabricado por unos, ni realizado en detrimento de otros.
Quizás, los problemas del terrorismo y de la delincuencia, que, en realidad, afectan a la sociedad en su conjunto y que han tenido cierto grado de agudización en los últimos tiempos, debieran ser útiles, entonces, como espacio de diálogo entre todos nosotros, para que a partir del Senado de la República podamos constituir una referencia de sana discusión, de diálogo que sirva, además, para efectuar propuestas que ayuden a la nación toda.
Nada más, señor Presidente .
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