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El señor DÍAZ.-
Señor Presidente , me limitaré a hacer unas breves reflexiones.
En cuanto a cuál sería el salario justo, en una hermosa intervención realizada esta mañana el Honorable señor Ruiz De Giorgio leyó lo que al respecto señaló León XIII en la Encíclica "Rerum Novarum". Y me permitiré repetirlo en forma textual, porque quizá valga la pena a fin de que quede claro el concepto que por lo menos nosotros aceptamos. Y dice así: "aunque concedido que el obrero y su patrono libremente convengan en algo y particularmente en la cantidad del salario, queda, sin embargo, siempre una cosa, que dimana de la justicia natural y que es de más peso y anterior a la libre voluntad de los que hacen el contrato, y es ésta: que el salario no debe ser insuficiente para la sustentación de un obrero frugal y de buenas costumbres; y si acaeciese alguna vez que el obrero, obligado por la necesidad o movido por el miedo de un mal mayor, aceptase una condición más dura, que, aunque no quisiera, tuviere que aceptar por imponérsela absolutamente el patrón o el contratista, sería eso hacerle violencia y, contra esta violencia, reclama la justicia.".
Me parecen muy claros la explicación y el concepto que al menos nosotros tenemos de qué es un justo salario.
Respecto de esto mismo, deseo hacer otra breve reflexión.
Si la remuneración se fijara en relación directa con la productividad, sería lógico que, cuando las ganancias fueran excepcionalmente altas, los empleadores las compartieran en forma justa con los trabajadores. Lamentablemente, no es así.
Y deseo recordar una anécdota que contaba un español, que puede ser una caricatura o una exageración. Dice más o menos así: si el obrero es malo, ineficiente, irresponsable y ebrio, se va; pero si el patrón es ineficiente, irresponsable y ebrio, quiebra la industria, se van todos los trabajadores y el patrón queda muy bien puesto de todas maneras.
Quizás sea una exageración o una caricatura. Pero a veces se ha dado esa situación, que ojalá no se repita nunca más en Chile.
Otro punto.
Esta mañana oí, entre las tantas brillantes intervenciones que hubo, la de un Senador de Renovación Nacional, quien habló de la lógica que tenían las leyes, las que, a su juicio, deberían ser justamente para proteger a los débiles. Dentro de esa lógica, los trabajadores más débiles son aquellos a quienes aludía el Honorable señor Gazmuri : los temporeros, quienes no tienen defensa alguna. Y creo que el Gobierno que apoyamos, cuyo lema es proteger a los más pobres y desamparados, tiene como primerísima obligación en el corto plazo la de defenderlos.
Hay trabajadores que a lo largo de décadas de experiencia, a veces con decenas de mártires, tienen una real organización y un prestigio muy bien ganado: los sindicatos y las confederaciones del cobre, los bancarios, los profesores, los de la construcción y tantos otros.
Abogo para que nos preocupemos, creando conciencia desde ya, por ese sector. Y, aunque no sea el motivo de la iniciativa en debate, quiero decir desde luego que nos preocupa en especial la situación de las mujeres que trabajan en el campo, para quienes ya hay disponible una infraestructura que un país pobre como el nuestro debiera aprovechar: las escuelas de los sectores agrícolas de la Cuarta, Quinta, Sexta y Séptima Regiones, para acoger, si no a las madres, por lo menos, a sus niños, pues deben dejarlos prácticamente abandonados. Solicito a mis Honorables colegas que busquemos una fórmula para dar solución a ese problema, que no es únicamente remuneracional; se trata de determinar cómo atender con un mínimo de dignidad y seguridad a lo más valioso que Chile posee: los hijos de la mujer campesina.
Creo que habrá buena voluntad para que juntos legislemos al respecto. Ya está informado el señor Subsecretario de Educación acerca de cómo aprovechar esa infraestructura, que es bastante buena para un país pobre como el nuestro, a fin de dar solución a tal problema.
Respecto de la injusticia de las remuneraciones, como aquí se ha hablado del Papa, de los Evangelios y de tantas cosas, deseo recordar sólo al dueño de la viña que dio el mismo salario a quienes llegaron a la hora nona y a aquellos que lo hicieron a la hora prima.
He dicho.
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