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El señor VALDÉS (Presidente).-
Proyecto de ley de la Cámara de Diputados que crea el Instituto Nacional de la Juventud.
Hago presente que existe acuerdo de Comités para considerarlo en esta sesión.
--Los antecedentes sobre el proyecto figuran en los Diarios de Sesiones que se indican:
Proyecto de ley:
En segundo trámite, sesión 22ª, en 11 de diciembre de 1990.
Informes de Comisión:
Gobierno y Hacienda, sesión 32ª, en 10 de enero de 1991.
El señor VALDÉS (Presidente).-
En discusión.
Ofrezco la palabra.
Tiene la palabra la Honorable señora Carmen Frei.
La señora FREI .-
Señor Presidente , cuando la Concertación de Partidos por la Democracia asumimos la responsabilidad de gobernar el país durante este período de transición, el desafío y tareas futuros fueron enunciados por el Presidente Aylwin en el Mensaje que pronunció ante el Congreso Pleno el pasado 11 de marzo.
Allí el Presidente de la República señaló como principal compromiso la tarea de buscar los instrumentos que nos permitieran saldar la llamada deuda social.
En el Parlamento hemos tenido la oportunidad de aprobar las iniciativas del Ejecutivo tendientes a dar solución a ese grave problema. Es así como uno de los primeros proyectos aprobados fue el que reorganiza a la Oficina Nacional de Planificación convirtiéndola en Ministerio, con el objeto de llevar adelante una acción más eficiente contra la pobreza, que aflige a tantos compatriotas.
Luego, estudiamos y aprobamos el proyecto de ley que crea el Servicio Nacional de la Mujer, respecto del cual en días recientes su Directora juró como Ministra de Estado , dando así la seriedad y jerarquía necesarias a esta institución, lo que nos permitirá asumir con mejores perspectivas el tratamiento de la problemática de la mujer.
Hoy estamos aquí para analizar la posibilidad de dar respuesta a los problemas que afligen a un 29,3 por ciento de la población del país, sector de la sociedad comprendido entre los 15 y 29 años de edad. Son los jóvenes de nuestro país, grupo social que hoy nos pide respuestas, y que, como las mujeres y los pobres del país, requiere de organizaciones necesarias para su integración plena en la sociedad.
Hay graves problemas que aquejan a la juventud. Y quisiera señalar sólo algunos de ellos.
Primero: la alta tasa de desocupación juvenil, que alcanza a un 16 por ciento, cifra que llega hasta un 30 por ciento en los sectores urbanos, sin tomar en consideración a quienes se encuentran en situación de subempleados.
Segundo: el alcoholismo, que en la población estudiantil alcanza a un 12 por ciento, y aumenta en los sectores urbanos populares a un 28 por ciento.
Tercero: el consumo de marihuana, que ha llegado al 30 por ciento en los últimos años; y no tenemos cifras del uso de solventes volátiles en jóvenes y niños, que, como sabemos, tienen un potencial de daño mayor.
Cuarto: el embarazo juvenil, que es quizás el más grave de los problemas que aquejan a este sector de nuestra población. Actualmente nacen 38 mil niños de mujeres menores de 19 años, lo que constituye el 16 por ciento del total de nacidos vivos anualmente. Este es uno de los problemas más complejos, ya que, en muchos casos, la madre adolescente, al quedar embarazada, abandona la educación escolar, sufre o afronta el rechazo de su grupo familiar o su pareja y desempeña el rol de madre cuando aún no ha concluido su desarrollo emocional.
El desempleo juvenil da origen a otros problemas graves. ¿A qué se debe tan alta cifra de desempleo? A mi juicio, ello se produce por la falla en el sistema educacional -hoy en crisis-, el cual, por un lado, ha perdido su capacidad de movilidad social, y por otro, refleja un aumento considerable de matrículas, lo que a su vez significa que los jóvenes poseen mayores expectativas que en el pasado, las cuales se convierten en frustraciones al no poder insertarse plenamente en la vida laboral.
La educación chilena, hoy en día, mayoritariamente prepara para seguir estudios superiores, pero en ningún caso permite al joven integrarse totalmente en el mundo del trabajo.
Señor Presidente , si este panorama a nivel nacional me impulsó a dedicar especial atención al análisis de este proyecto de ley, la situación que afecta a los jóvenes de la II Región me hace actuar con más fuerza en este tema. Ellos alcanzan al 27 por ciento de la población regional. La cobertura del sistema de educación media llega al 68,8 por ciento de este total, pero, al igual que en el resto del país, básicamente está orientada a preparar al joven para que continúe sus estudios superiores. El sistema de educación superior de la Región sólo ofrece un 30 por ciento de matrículas a este universo juvenil.
¿Qué ocurre con el resto? Aquellos que no pueden continuar estudios en otras instituciones de educación superior del país deben permanecer en la Región sin más horizontes que acceder a un empleo ocasional, mal remunerado, y que, por sobre todo, los lleva a una frustración respecto a la sociedad, que no puede satisfacer sus requerimientos.
Es así como en la educación media encontramos una tasa de alcoholismo juvenil del 85 por ciento, un alto grado de delincuencia, el que, aun cuando no está cuantificado, tiene una activa presencia en la Región a través del fenómeno de las "pandillas".
El consumo de marihuana entre los jóvenes de la educación media alcanza a un 9,02 por ciento, y en los jóvenes urbanos-populares sube a un 10 por ciento el consumo inmoderado de alcohol y drogas. En cuanto a la inhalación de solventes orgánicos, no hay una cuantificación, pero, por antecedentes recogidos por la Prefectura de Carabineros de la capital regional, este problema es cualitativamente más grave.
Por su parte, los casos de embarazo juvenil alcanzan a un 13,6 por ciento de la natalidad en la Región, que es de un 25,9 por ciento.
Estos problemas que aquejan al joven nortino son similares a los nacionales; pero si a esto unimos el alto costo que significa para una familia el tener que enviar a estudiar a su hijo a otras Regiones, nos encontramos con que la gran mayoría de los egresados de enseñanza media se encuentran sin perspectivas.
¿Cómo construir en este contexto un futuro para nuestros jóvenes, llenos de expectativas, pero subempleados; viendo morir sus esperanzas en la esquina de su población; queriendo olvidar sus problemas en el alcohol y las drogas, o muchas veces buscando patrones de conductas que los convierten en sujetos socialmente inadaptados?
Hoy, el Ejecutivo pretende establecer un organismo técnico, con carácter de servicio público, que tendrá como misión diseñar, planificar y coordinar las políticas que deban llevarse a cabo para dar solución a la problemática que afecta a la juventud de nuestro país.
A menudo hemos dicho que los jóvenes son el futuro de Chile, el cual, según creo, debe ser atendido hoy. Las respuestas debemos darlas también ahora si todos, más allá de nuestras diferencias, ayudamos a crear canales de participación y oportunidades.
Tengo plena conciencia de que con la creación del Instituto Nacional de la Juventud, dependiente del Ministerio de Planificación, no vamos a resolver todos los problemas de los jóvenes. Ello implicaría una acción de los sectores público y privado, de las instituciones religiosas y sociales, de los organismos de educación, de cultura y de deporte; es decir, un esfuerzo verdaderamente nacional para enfrentar las nuevas demandas y preguntas que ellos nos hacen.
Cuando se habla de la juventud, es fácil caer en la retórica, muchas veces sin sustancia, para quedar bien con los mismos.
Hoy, quiero invitar al Gobierno, a los Partidos Políticos, al Congreso, a buscar propuestas concretas y prácticas, para conducir y canalizar el esfuerzo nacional a que me referí.
Señor Presidente , tengo una profunda preocupación por la juventud del país. No deseo, frente a este sector tan importante de nuestra patria, cargar las culpas al pasado reciente, porque sé que es un problema difícil y mundial.
Todas las naciones del mundo enfrentan el desafío de cómo satisfacer los anhelos de los jóvenes, de cómo crearles canales de participación, de cómo encauzar su creatividad, de cómo respetar su identidad generacional.
Son todas preguntas sin respuestas fáciles, sobre todo en cuanto a cómo darles un estímulo alternativo para evitar la droga, el consumismo, y, en algunos casos, la vida fácil o la frustración de la pobreza.
Quisiera poder interpretar aquí la angustia de las familias frente al futuro y a las oportunidades de la juventud. Creo que ellas nos pedirían un favor especial ante él, diciéndonos: "No se dividan; actúen con responsabilidad y con un sentido creador".
No debe manipularse ideológicamente a los jóvenes, sino respetar su identidad.
Espero que el Instituto de la Juventud no sea nunca un instrumento del Gobierno de turno para alcanzar objetivos políticos electorales, sino realmente un lugar para crear, estudiar y proponer soluciones que unan al país e interpreten a los jóvenes de nuestra patria.
Por eso, señor Presidente, quiero pedir especialmente a los señores Senadores que aprobemos este proyecto, porque si la juventud es el futuro, para nosotros, el futuro es hoy.
He dicho.
El señor VALDÉS (Presidente).-
Ofrezco la palabra.
Tiene la palabra el Ministro señor Correa.
El señor CORREA (Ministro Secretario General de Gobierno).-
Doy excusas a la Sala por no haber llegado al comienzo del debate. Estaba interviniendo en la Cámara de Diputados en la discusión de otro proyecto de ley.
Hemos desarrollado un extenso debate sobre esta iniciativa, tanto en el trabajo de Comisión y de Sala de la Cámara de Diputados, como en las Comisiones de Gobierno, Descentralización y Regionalización y de Hacienda en el Senado.
Durante el transcurso del proceso legislativo, el proyecto ha sido mejorado en sus aspectos más sustantivos y, del mismo modo -como ocurrió con el debate de la iniciativa que creó el Servicio Nacional de la Mujer-, se ha ido desarrollando en mejor forma y definiendo de una manera más precisa principalmente lo referente al capítulo que dice relación con las funciones y objetivos del Instituto, que representa lo que se quiere de esta nueva institución pública que el Ejecutivo propone crear.
En verdad, no existen diferencias muy sustanciales entre el proyecto despachado por la Cámara de Diputados y el que fue expedido por las respectivas Comisiones de Gobierno y de Hacienda del Senado.
A mi juicio, una de las modificaciones más relevantes efectuadas al Mensaje del Ejecutivo referente al tema, es la que dice relación con la creación de una Comisión asesora del Instituto Nacional de la Juventud.
Llegamos a un criterio concordante en la Cámara de Diputados sobre esta materia, comprometiéndonos para que el Instituto tenga una comisión que sirva como organismo colaborador de la Dirección Nacional del Instituto. Ello fue desestimado hasta el momento por la Comisión de Gobierno del Senado, pero me parece importante manifestar, señor Presidente , que mantenemos nuestra disposición favorable a fin de lograr un acuerdo respecto de la creación de ese organismo, porque ello contribuiría de una manera bastante decisiva a la participación de distintas entidades y personeros interesados en los asuntos juveniles en cuanto a lo que pudiéramos llamar "la orientación global del Instituto".
Por otro lado, la creación de una Comisión de esa naturaleza tiene la virtud de dar un carácter más nacional a las políticas del Instituto, porque si bien es cierto que éste es un organismo dependiente del Ejecutivo , no lo es menos que permitiría que, en la fijación de sus políticas, participaran personeros de las más variadas corrientes políticas y culturales.
Naturalmente, nosotros estamos siempre sujetos al debate y a los criterios de las mayorías en el Parlamento en relación con las distintas iniciativas, pero manifiesto desde ya nuestra disposición a colaborar a fin de que se pueda buscar un consenso en torno de esta materia, ya que, en mi opinión, ha sido el único aspecto más sustancial que hasta ahora se ha modificado del proyecto despachado por la Cámara de Diputados.
Como estamos en la discusión general de la iniciativa, haré algunas consideraciones globales muy breves respecto de ella.
El proyecto de creación de un Instituto dedicado a los temas juveniles obedece en estricto sentido al mismo modelo que orientó la constitución del Servicio Nacional de la Mujer, que terminó siendo aprobado unánimemente en el Parlamento.
En definitiva, se trata de la creación de un servicio público destinado a resolver los problemas de los jóvenes, que dé garantías de nivel técnico, neutralidad política y dedicación efectiva a las normas públicas dirigidas hacia los jóvenes, reemplazando por otro -no quiero hacer referencia a las experiencias del pasado en cuanto a si fueron buenas o malas- el concepto de Secretaría de la Juventud, que, por muchos cuidados que se tengan, sin duda alguna, debido precisamente a la amplitud de sus atribuciones, puede fácilmente convertirse en un instrumento que, en momentos de urgencias, más bien sirva para movilizaciones políticas con objetivos partidistas, hecho que es totalmente ajeno a nuestros propósitos en lo que dice relación con la juventud.
Por lo tanto, ése es el concepto clave que guía al proyecto que presentamos al Parlamento y que es el mismo que condujo a la transformación de la Secretaría Nacional de la Mujer en Servicio Nacional de la Mujer.
También debo hacer notar que el Instituto es un organismo que tiene básicamente la función de coordinar, asesorar y promover iniciativas del Ejecutivo con respecto a la juventud.
Actualmente sucede que un conjunto muy amplio de ministerios y servicios públicos tienen programas relacionados con la juventud, pero no existe en el Estado un organismo que agrupe todas esas iniciativas en un cuerpo coherente que ofrezca políticas favorables a nuestros jóvenes. Desde ese punto de vista, se trata de la creación, no de una institución inmensa que toma en sus manos la ejecución directa de todos los planes referentes a los asuntos juveniles, sino que de una Institución cuya función principal es la ordenación de las distintas políticas actualmente dispersas en el Estado que se vinculan con aquellas materias que atañen a la juventud.
Otro aspecto que también es importante destacar en lo referente a la creación del Instituto, es el hecho de que si bien dicho organismo esencialmente realiza funciones de coordinación a nivel de lo que pudiéramos llamar "las políticas públicas que el Gobierno impulsa en materias juveniles", nos parece que desde ya debiera contemplar la dimensión regional.
Hemos debatido esta materia y, durante la tramitación de la iniciativa en el Congreso, se han efectuado indicaciones destinadas a la eliminación de las Direcciones Regionales, porque se trataría de un Instituto pequeño, muy tecnificado y que, básicamente, tiene una función de coordinación, razón por la cual, aparentemente, no se justificaría la creación de ellas.
Ello no representa nuestro parecer. Pensamos que es indispensable desarrollar la dimensión regionalizadora de las políticas juveniles. No basta sólo con proponerlas y coordinarlas a nivel central, sino que se requiere de un seguimiento y de una evaluación de esas políticas. Y, para ello, el Instituto necesita de brazos que desarrollen ese trabajo en las regiones.
Desde el punto de vista del riesgo que pudiéramos correr al ampliar por esta vía el tamaño de la burocracia del Estado, la verdad es que ello no sería el caso. La situación es más simple que en la del Servicio Nacional de la Mujer, porque, en la práctica, los cargos que se crean para el Instituto Nacional de la Juventud son los mismos que se suprimen en la Secretaría General de Gobierno, con la salvedad de que se agregaría uno más, correspondiente al nombramiento de un Director Metropolitano , que fue propuesto por la Comisión de Gobierno.
En seguida, quiero rápidamente referirme, a lo que llamamos "el concepto clave de la política del Ejecutivo hacia la juventud"; es decir, qué es lo que se busca implementar por la vía del Instituto.
El concepto clave con el que nos movemos es el de ampliación de ofertas a la juventud. Tenemos un desafío, que es el de toda la sociedad, de todas las fuerzas políticas, de todo el Estado, en el sentido de ampliar las ofertas a la juventud para asegurar su efectiva integración a la vida social moderna. Y eso tiene que ver con el aumento de los programas educacionales (de todo tipo), ocupacionales y de recreación. El Instituto busca, precisamente, de un modo u otro, coordinar políticas en esa dirección.
Finalmente, señor Presidente , nosotros estimamos que la prueba de fuego para el Instituto, una vez creado, consistirá en ser un coordinador eficaz de un ambicioso programa de capacitación de jóvenes para el trabajo, que vincule de un modo más audaz y novedoso las ofertas de capacitación con las de trabajo, y que, además, constituya una instancia de ayuda efectiva entre los organismos del Estado y el sector privado, de tal manera que en torno al tema de la juventud establezcamos la oportunidad de una colaboración inédita entre servicios públicos y sectores empresariales privados.
He dicho.
El señor VALDÉS (Presidente).-
Tiene la palabra el Honorable señor Navarrete.
El señor NAVARRETE .-
Señor Presidente , tengo la impresión de que el proyecto de ley que hoy nos preocupa se enmarca dentro de los desafíos que todos los chilenos estamos llevando a cabo, como consecuencia del restablecimiento de las instituciones democráticas en nuestro país.
Esta iniciativa legal, que busca la reinserción plena en el nuevo Chile de un sector tan significativo como es la juventud, ha sido propuesta por el Ejecutivo. Y, como señala su texto, está destinada a que exista un organismo que pueda canalizar planes y programas tendientes a fomentar la educación, el deporte, la cultura, la recreación y el bienestar juvenil, y a que, a su vez, sirva también como vehículo relacionador de nuestra juventud con la del resto del mundo.
Esto es inmensamente necesario, sobre todo cuando los informes socioeconómicos y las estadísticas del sector nos demuestran, por una parte, que nuestra sociedad está compuesta en un 30 por ciento por un grupo de personas cuyas edades fluctúan entre los 15 y los 30 años, que tienen un significativo nivel educacional, donde se comprueban inquietudes, se constatan tendencias a la superación, al perfeccionamiento, y, por otra, que no se hallan los espacios para que todo ello se haga realidad, ya que tampoco existen las oportunidades para insertar a ese sector, de tanta significación en nuestro país, en el mundo laboral, porque las tasas de desempleo indican una cifra muy alta en el sector juvenil (se estima una desocupación superior a los 150 mil jóvenes).
Asimismo, también es necesario el establecimiento de dicho organismo cuando hay antecedentes preocupantes en materia de alcoholismo; cuando existe una deserción estudiantil, y una tendencia al consumo de estupefacientes y drogas, como la marihuana -que en algunos sectores del radio urbano de las grandes poblaciones de nuestro país supera el 30, el 35 y hasta el 40 por ciento-, y cuando han aumentado los embarazos de adolescentes.
Creo que el tema juvenil no puede sino ser una materia que preocupe y que llame a la reflexión, para que todos los sectores representados en el Congreso Nacional, y particularmente en el Senado de la República, nos aboquemos al despacho de este proyecto de ley planteado por el Ejecutivo.
Para que las materias aludidas puedan tener respuesta, se canalicen debidamente y tengan feliz destino, se requiere una institución gubernamental que se encargue de diseñar, planificar y coordinar la política juvenil.
Ello, en el Régimen pasado fue de responsabilidad de una Secretaría Nacional que probablemente respondió a las mismas inquietudes, a iguales anhelos, y que buscó los mismos objetivos. Ella debe ser de alguna manera un antecedente de lo que significa y lo que pretende este proyecto destinado a crear el Instituto Nacional de la Juventud.
Entre los objetivos que se han planteado, se persigue el propósito de que en los próximos años se entregue capacitación y empleo a más de 100 mil jóvenes. La coordinación de las acciones es ciertamente de responsabilidad del Gobierno; pero el destino de las mismas, los objetivos de su política, no tienen por qué recaer exclusivamente en el Gobierno, ni mucho menos en quienes se identifican con éste. Se trata de una tarea de Estado, de una obra nacional, que está por encima de las identidades ideológicas, de las connotaciones partidistas, y que busca la satisfacción plena del sector.
De ahí que haga bien el señor Ministro en recordar el despacho en su oportunidad por parte del Senado de la República del proyecto de ley que creó el Servicio Nacional de la Mujer. Me parece que con el mismo criterio adoptado para tratar esa iniciativa -que finalmente contó con la aprobación unánime de los señores Senadores- deberíamos actuar frente a ésta.
La creación de este organismo, como también lo señalaba el señor Ministro , no entraña un alto costo, ni supone un aparato administrativo complejo. Es más: los esfuerzos de reducción de gastos del Ministerio Secretaría General de Gobierno de alguna manera van a contribuir indirectamente al financiamiento que demandará la creación del Instituto Nacional de la Juventud.
Para la eventualidad de que el proyecto sea aprobado por el Senado de la República, se encuentra en estudio un programa de capacitación, en colaboración con el Banco Interamericano de Desarrollo y con apoyo del sector privado, que en los próximos años beneficiaría a más de 100 mil jóvenes permitiéndoles abordar el mundo laboral en condiciones más ventajosas que las actuales.
En síntesis, señor Presidente y Honorable colegas, no hay duda de que en el marco de nuestra democracia la política juvenil es especialmente relevante y significativa. Creo que es preciso, que es necesario, contar con una instancia técnica de alta legitimidad que proponga soluciones serias y eficaces a los problemas de ese sector; pero que también sea capaz de llevarlas a la práctica, de hacerlas realidad, de que puedan percibirse por los jóvenes chilenos, a fin de que en definitiva contribuyan a mejorar sus condiciones de vida y a abrir nuevos horizontes en su desarrollo, en su futuro.
Por último, estimo que es bueno recordar que nuestra juventud en general tuvo un papel destacado, una alta participación, en las tareas por la democratización del país; que en el cumplimiento de estos objetivos, en la inspiración de los nobles ideales democráticos, supo actuar con sensatez, responsabilidad y moderación en la democratización de sus instancias: en el surgimiento de federaciones y de centros de alumnos, en el movimiento estudiantil universitario, en la conformación de distintos ámbitos recreativos, sociales y culturales.
Por ello, al finalizar mis palabras y al anunciar mi voto favorable a este proyecto quiero señalar que estimo necesario reconocer en la juventud chilena un factor fundamental en lo que es hoy día el espacio en que nos desenvolvemos en nuestra vida de reencuentro con el régimen democrático.
He dicho.
El señor VALDÉS (Presidente).-
Tiene la palabra el Honorable señor Palza.
El señor PALZA.-
Señor Presidente , señores Senadores, el tema de los jóvenes se ha convertido en un punto recurrente de discusión pública en los últimos meses. Es así como en esta misma tribuna en no pocas ocasiones hemos analizado con preocupación lo relativo a su destino.
Lamentablemente, el énfasis puesto en la materia muchas veces sólo se ha quedado en la crítica negativa respecto de las actitudes o conductas de determinados sectores, los que obviamente no son representativos de la juventud chilena. En cambio, en muy pocas oportunidades hemos cuestionado en profundidad lo que la sociedad en su conjunto les ofrece.
¿Qué ideal de vida se plantea a los cientos de miles de muchachos que día a día recorren las calles de nuestro país? ¿Son acaso el afán por el consumo, el materialismo extremo, el anhelo del éxito rápido y fácil, el individualismo exacerbado y el egoísmo los ejes centrales del desarrollo de una nación y, por ende, el ideal de vida que ésta ofrece a sus jóvenes?
La respuesta, para quienes asumimos el humanismo cristiano como fuente inspiradora, es categórica: no habrá una sociedad en donde los jóvenes puedan desarrollarse integralmente si no está sustentada en valores profundos que den sentido y trascendencia a la acción humana.
Desafortunadamente, la afirmación anterior, no tiene correlación con lo que ha sido la realidad en los últimos años, y en especial durante los del Gobierno pasado, cuando se vio a los jóvenes, más que como verdaderos ciudadanos al servicio del país, como un peligro permanente para ellos. Fueron los propios jóvenes quienes demostraron que los desvalores que se les intentaba imponer no eran los que esperaban.
Se hace necesario señalar en este momento la importancia que la población juvenil reviste para el país. Nunca antes habían existido tantos jóvenes en Chile, y según las estadísticas de crecimiento, no volverán a repetirse los mismos porcentajes. Hoy representan el 30 por ciento de la población nacional; es decir, aproximadamente 3 millones de personas que se ubican entre los 15 y los 29 años, y de ellas, el 80 por ciento vive en zonas urbanas, en una gran proporción en condiciones de marginalidad.
Estas condiciones tienen una expresión concreta: los índices de desempleo en los sectores juveniles triplican el porcentaje de los adultos en la misma condición. Recordemos que en 1989 la desocupación total en los primeros alcanzó al 16 por ciento; en cambio, en los segundos llegó sólo al 5 por ciento. Ello significa que en Chile, hoy, existen más de 200 mil jóvenes desempleados.
El drama de la juventud se ve agravado por la ineficacia del sistema educativo. De nada sirve egresar de la enseñanza media, si ésta no capacita para el trabajo y no da reales oportunidades para continuar estudios superiores. A lo anterior se suma el alto porcentaje de deserción escolar: más de 50 mil jóvenes año a año abandonan la enseñanza media sin terminarla, y por consiguiente, salen al mercado laboral sin capacitación alguna. Ciento treinta mil jóvenes anualmente terminan sus estudios medios, de los cuales 30 mil ingresan a alguna universidad tradicional, y de los 100 mil restantes, sólo un pequeño porcentaje se incorpora a las llamadas "universidades privadas".
En síntesis, la educación que nuestra sociedad está impartiendo no ha cumplido con el objetivo de lograr el desarrollo integral de las personas: los 120 mil jóvenes que anualmente se ven imposibilitados de incorporarse al mercado laboral en condiciones favorables así lo demuestra.
El cúmulo de frustraciones juveniles, tanto laborales como educacionales y de capacitación, traen consigo la aparición de conductas anómalas y agresivas, las que pueden llegar a cristalizarse en profundos daños biosicosociales.
Diversos estudios han comprobado que las situaciones de pobreza y de falta de oportunidades, junto a otros factores de índole cultural y sociopolítica en los sectores juveniles, la drogadicción, el alcoholismo, el embarazo en adolescentes y la violencia juvenil corresponden precisamente a fenómenos que obedecen a aquellas causas.
El consumo frecuente de alcohol en la población estudiantil alcanza al 28 por ciento en los sectores marginales.
Por otra parte, cifras recientes demuestran que el consumo de marihuana en sectores populares llega a más del 30 por ciento de la población joven. Pero más grave aún se ha tornado el uso frecuente de drogas con un potencial de daño mucho mayor -solventes volátiles y "Flunitrazepan"-, estrechamente ligadas a conductas violentas de la juventud.
La dramática realidad de los embarazos en adolescentes representa hoy el 16 por ciento de los nacimientos anuales. Es decir, cada año son 38 mil los niños que nacen de madres menores de 19 años. A esto se agrega la imposibilidad de conformar familias estables, en las que se pueda crecer integralmente.
Por otro lado, es necesario señalar el grado de exclusión económica, social y política de vastos sectores juveniles, que a nuestro juicio es grave y perjudicial no sólo para ellos, sino también para el país como un todo.
La juventud requiere ser tomada en cuenta y que se la haga participar, ya que constituye un sector vital desequilibrante para el éxito o fracaso de la reciente democracia. En este período de transición, los jóvenes son, por un lado, acreedores de la deuda social acumulada durante los últimos años, y por otro, determinantes del progreso y la estabilidad política.
Los jóvenes de hoy no pueden esperar más. El país debe tomar conciencia de la realidad que los afecta y abrir los canales para que participen entusiasta, responsable y activamente.
Las tareas propias de un período de transición relegan muchas veces las aspiraciones juveniles a un segundo plano. Creemos que esto no debe ocurrir, y para ello debemos enfrentar el verdadero desafío en su real profundidad. Por su relevancia, debemos cumplir con éste ahora y no mañana.
En virtud de lo anterior, cumpliendo con lo señalado en la campaña presidencial y parlamentaria de 1989, el Gobierno del Presidente señor Patricio Aylwin Azocar envió al Congreso un proyecto de ley que crea el Instituto Nacional de la Juventud. Este organismo, que dependerá del Ministerio de Planificación, tendrá la función de diseñar, planificar y coordinar políticas hacia los jóvenes, para lo cual deberá ser un agente autónomo y evitar los errores que en el pasado cometió la ex Secretaría Nacional de la Juventud, para el efecto de no transformarse en una entidad de propaganda del Gobierno o de un partido. En su seno tomarán cuerpo programas de cooperación y empleo, de recreación y tiempo libre, de orientación e información, de coordinación y colaboración, de proposición e impulso de iniciativas tendientes a mejorar la situación de la juventud.
Los programas que llevará a cabo el Instituto se desarrollarán en diferentes áreas.
El área socioeconómica agrupará las líneas de acción tendientes a aumentar la calidad de vida, para lo cual en los próximos cuatro años se pretende entregar capacitación y empleo a más de 100 mil jóvenes, tal como se ha elaborado en los planes del Gobierno, a través del Ministerio de Educación.
En seguida, se proyecta un área de desarrollo integral, cuyo propósito es el de proporcionar los medios para que las etapas de la juventud y la adolescencia se desarrollen en un medio ambiente adecuado y en las mejores condiciones posibles. Esta acción, dirigida especialmente a los grupos con problemas de drogadicción, alcoholismo y otros daños sociales; se concretará a través de los siguientes programas:
a) Conversión de los actuales centros de adolescencia en centros de desarrollo integral juvenil que constituyan lugares de encuentro y formación,
b) El programa nacional de educación sexual, mediante el cual se procurará una sexualidad sana y una discusión pública acerca del tema,
c) Atención y prevención del embarazo de la adolescente, y
d) Creación de talleres productivos.
En suma, son distintos ámbitos en que se pretende hacer participar a la juventud e impulsarla a cumplir el papel que la sociedad debe realmente entregarle.
Creemos, estimados señores Senadores, que esta iniciativa, en la que el Gobierno nos interpreta plenamente, no es todo lo que se puede hacer hoy por la juventud; pero constituye un paso trascendental que esperamos que sea compartido por todos los señores Senadores presentes.
Honorables colegas, ¿cuál será nuestro aporte a las actuales y nuevas generaciones de jóvenes? Crear los canales adecuados de participación y tomar conciencia real de su problemática.
¿A qué podemos invitarlos? A construir una sociedad nueva, basada en la libertad, en la fraternidad, en la solidaridad y en la participación. Nuestra invitación debe ser a amar la vida, a amar a los demás, a comprometerse con ellos. Tenemos que invitarlos -e instarlos- a sentirse parte de este país y a comprometerse con los destinos de esta renaciente democracia, para que sea sólida y permanente; a soñar, para que juntos podamos efectuar el cambio que esta sociedad requiere; a ser los protagonistas, en definitiva, de este Chile que aspira a ser una gran nación.
Nosotros, los Senadores democratacristianos, creemos en la juventud, y aspiramos a que todos crean en los jóvenes, para lo cual debemos establecer los canales de participación adecuados.
Por todo lo anteriormente expuesto, anuncio los votos favorables de nuestra bancada. Y ojalá que el proyecto sea aprobado por la unanimidad del Senado.
He dicho.
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El señor VALDÉS ( Presidente ).-
Nos encontramos ante la circunstancia de que se ha agotado el tiempo fijado para el Orden del Día, si bien podríamos prorrogarlo por algunos minutos, en vista de que algunos señores Senadores me han anunciado que no podrán concurrir en la tarde.
La Mesa propone suspender la sesión, como es costumbre en estos casos, a las 14, y reanudarla a las 15:30, porque aún quedan seis señores Senadores inscritos para hacer uso de la palabra.
Acordado.
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El señor VALDÉS ( Presidente ).-
Tiene la palabra la Honorable señora Feliú.
La señora FELIÚ.-
Señor Presidente , señores Senadores, con relación al proyecto que crea el Instituto Nacional de la Juventud quiero hacer presente que coincido en cuanto al concepto básico de la iniciativa, que es crear un servicio descentralizado para atender las funciones de coordinación, de promoción y todo lo necesario para mejorar la calidad de vida de los jóvenes chilenos.
Sin embargo, a mi juicio, el proyecto exhibe algunas deficiencias que podrían mejorarse a través de indicaciones, además de un inconveniente de carácter grave, respecto a la imputación de los gastos que involucra la creación del Servicio. Lo califico de grave porque realmente no podría un Senador, a través de una indicación, corregir o cambiar dicha imputación. Y por lo tanto, de subsistir la norma pertinente en la forma como está concebida, necesariamente deberé votar negativamente la iniciativa en la discusión general.
El artículo 2° transitorio señala que "El Presidente de la República , por decreto supremo expedido por el Ministerio de Hacienda, creará las partidas de ingresos y gastos del Instituto Nacional de la Juventud en el presupuesto de la Nación para 1991, con recursos provenientes de reasignaciones presupuestarias del Programa de Operaciones Complementarias del Tesoro Público".
Con relación a esta materia, el inciso cuarto del artículo 64 de la Constitución Política prescribe que "No podrá el Congreso aprobar ningún nuevo gasto con cargo a los fondos de la Nación sin que se indiquen al mismo tiempo las fuentes de recursos necesarios para atender dicho gasto". De acuerdo con el mismo concepto, el artículo 17 de la Ley Orgánica del Congreso dispone que "la comisión de hacienda deberá señalar en su informe la fuente de los recursos reales y efectivos con que se propone atender el gasto que signifique el respectivo proyecto, y la incidencia de sus normas sobre la economía del país".
Lo cierto es que el precepto transitorio que acabo de leer no indica una fuente real y efectiva de recursos para financiar el gasto correspondiente. Por lo anterior, este aspecto debe ser corregido antes de aprobar la iniciativa.
Asimismo, con relación al gasto, cabe señalar que el señor Ministro ha dicho que la dotación de este Servicio será igual a la que existe hoy en el Ministerio Secretaría General de Gobierno en lo que respecta a la función relacionada con la juventud. Sin embargo, el artículo 3° transitorio del proyecto consigna que la dotación máxima de personal se reduce en 21 funcionarios, y sólo la planta que se aprueba tiene 52 cargos.
En consecuencia, no resulta efectivo que se mantendría igual dotación, que incluye personal de planta y a contrata, reduciéndose -repito- en 21 funcionarios, pero creándose la planta mencionada, sin perjuicio de que naturalmente podrá existir personal a contrata, de acuerdo con las reglas generales, por lo menos en una cantidad ascendente al 20 por ciento.
El señor Ministro se refirió también a la posibilidad de que se cree un consejo asesor de la directiva máxima del Instituto.
En realidad, a mi juicio, ello sería conveniente, pero, en todo caso, tal organismo debería estar establecido en la propia ley, porque no cabe la existencia de consejos asesores sin que se encuentren en la estructura básica del servicio. Con relación al Servicio Nacional de la Mujer se aprobó una entidad de esa índole, pero ésta quedó expresamente consignada en el artículo 8° de la ley N° 19.023.
En cuanto al artículo 7° del proyecto, que entrega al Presidente de la República el determinar la organización interna del Servicio, quiero destacar que, en lo formal, esa norma no es correcta, a mi modo de ver, al decir que faculta al Primer Mandatario para establecer las funciones de las dependencias. Las funciones de los cargos públicos son materias de ley, y ésta no es propiamente una ley delegatoria. Creo que la norma está correcta en su esencia, estimando que ella se refiere a la organización de detalle del Servicio, aspecto inherente a la potestad reglamentaria. Considero, en consecuencia, que debería redactarse en otra forma para lo cual voy a proponer una indicación.
Finalmente, quiero referirme al precepto que permite que las funciones del Servicio se realicen a través de las municipalidades, en los términos del artículo 34 de la Ley Orgánica Constitucional de Bases Generales de la Administración del Estado.
Ese cuerpo legal autoriza a los servicios públicos para ejecutar sus funciones mediante convenios con las municipalidades o con el sector privado, siempre que la ley lo permita. Si la que ahora nos ocupa llegara a ser la ley que otorga esa facultad, pienso que podrían desarrollarse ciertas funciones por intermedio de la fórmula indicada, pero no con el sector privado en general, sino con los municipios.
He dicho, señor Presidente.
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El señor GAZMURI.-
Pido la palabra, señor Presidente.
El señor VALDÉS ( Presidente ).-
Tiene la palabra Su Señoría.
El señor GAZMURI.-
Solicito a la Mesa recabar el avenimiento de la Corporación a fin de que la Comisión de Hacienda, que está citada para las 15:30, pueda funcionar paralelamente con la Sala.
El señor VALDÉS ( Presidente ).-
Si no hay inconveniente, se accedería a la petición formulada.
Acordado.
Tiene la palabra el Honorable señor Lagos.
El señor LAGOS.-
Señor Presidente , pido autorización para que a esa misma hora la Comisión de Transportes y Telecomunicaciones se reúna durante quince minutos con el objeto de recibir a una personalidad internacional.
El señor VALDÉS ( Presidente ).-
Ella se otorgaría en el entendido de que sería sólo por el lapso indicado, señor Senador , para el efecto de que la Sala cuente con el quórum necesario, pues es preciso despachar el proyecto que estábamos tratando, cuya urgencia vence hoy.
Si no hay oposición, así se acordaría.
Acordado.
El señor PACHECO.-
¿Me permite, señor Presidente?
Tengo entendido que la Comisión de Legislación está citada para las 16.
El señor VODANOVIC.-
No es así, Honorable colega.
El señor VALDÉS ( Presidente ).-
No es efectiva esa información, señor Senador.
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El señor VALDÉS (Presidente).-
De acuerdo con lo propuesto, suspenderemos ahora la sesión para reanudarla a las 16.
Se suspende la sesión.
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--Se suspendió a las 14:7.
--Se reanudó a las 16:7.
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El señor VALDÉS ( Presidente ).-
Continúa la sesión.
Tiene la palabra el Honorable señor Papi.
El señor PAPI.-
Señor Presidente , pareciera, por las intervenciones que escuchamos en la mañana, que acerca de este proyecto va a haber la buena disposición de este Honorable Senado para aprobarlo.
No voy a insistir en las buenas razones que existen para llevarlo adelante. Solicité la palabra tan sólo para referirme al artículo 7°, donde se señala que la Dirección Nacional tendrá la asesoría y colaboración de una comisión integrada por 16 personas que nombrará el Presidente de la República .
Las dudas que me provoca esa comisión dicen relación, no tanto a su existencia, sino a de dónde deben ser nombrados por el Presidente de la República esos miembros. Y, así, se expresa que a cuatro de ellos deberá designarlo de entre quienes pertenezcan a partidos legalizados y con representación en el Congreso.
En este aspecto, la disposición no es en absoluto clara. ¿Cabría entender que la facultad del Primer Mandatario de nombrar cuatro puede ser nominando a cuatro de un solo partido? ¿Está obligado, a la inversa, a designarlos de distintos partidos? ¿Y con qué criterio podría el Presidente de la República excluir, de haber más de cuatro partidos legalizados, como de hecho ocurre?
De la misma manera pasa con los representantes de los niveles secundarios y superiores de enseñanza, o con los representantes de organizaciones sociales juveniles legalmente constituidas. ¿A qué tipo de organizaciones juveniles legalmente constituidas nos referimos?
En síntesis, me parece discutible la forma en que el artículo 7° plantea la posibilidad de designar a los miembros de ese organismo. Y me preocupa el problema, pues si bien dicho precepto fue rechazado en la Comisión, sé positivamente que se presentará una indicación para reponerlo en los mismos términos en que venía en el texto del Ejecutivo.
El señor VALDÉS (Presidente).-
Tiene la palabra el Honorable señor Ruiz De Giorgio.
El señor RUIZ (don José) .-
Señor Presidente , Honorables colegas, he leído con mucha detención este proyecto de ley. Y, junto con felicitar la iniciativa y también el trabajo realizado por la Comisión, que me parece bastante minucioso -aun cuando siempre existe la posibilidad de mejorar-, me parece del caso dejar constancia de una preocupación que puede ser compartida por parte importante del Senado respecto de un problema que, si bien es tocado en la argumentación que se da para crear el Instituto Nacional de la Juventud, vale la pena considerar, por la trascendencia que tiene dentro de nuestra sociedad.
En la comunidad nacional, producto de distintas situaciones, parte de nuestra juventud no sólo es víctima de las lacras aquí mencionadas, sino que también pasa a convertirse en una especie de parásito de la sociedad, al ser empujada a diversas actividades que finalmente llevan a la delincuencia.
Estimo que no sólo debe abrirse la posibilidad de que el Instituto que se crea tenga centros de rehabilitación de alcohólicos y drogadictos, sino también la de que canalice su preocupación por los jóvenes que han caído a las cárceles del país. Para este efecto, es necesario desarrollar más unidades de rehabilitación juvenil. Porque si bien existe inquietud en este sentido, las medidas adoptadas son del todo insuficientes, atendida la magnitud del problema que afecta actualmente a los recintos penales.
Me parece importante crear un centro especializado que se dedique a enfocar el problema de la rehabilitación juvenil en el país. Esto implicaría que parte importante de los esfuerzos del Instituto Nacional de la Juventud se orientara a promover la recuperación de nuestra juventud dañada, de nuestra juventud delincuente.
Creo que, políticamente, puede no ser muy interesante. Y muchas veces, cuando uno se refiere a los problemas carcelarios y de rehabilitación, esto se mira con cierto menosprecio.
Es probable que numerosos adultos que han caído en las cárceles y que no cuentan con posibilidad alguna de recuperación constituyan un elemento respecto del cual la sociedad no tenga ninguna motivación para preocuparse. Pero cuando este problema afecta a la juventud, estimo que debe concitar el interés de la sociedad. Y nuestra responsabilidad, cuando miramos el futuro del país, es hacer algo también por aquellos que nunca tuvieron una oportunidad, por aquellos chilenos -especialmente jóvenes- a quienes no se dio la ocasión para ocupar un lugar digno dentro de nuestra sociedad.
Por eso, opino -y quiero dejar constancia de esta inquietud- que el Instituto Nacional de la Juventud debiera tener, como una de sus tareas relevantes, preocupación fundamental por la rehabilitación de los jóvenes que han sufrido la desgracia de caer en las cárceles -éstas hoy día no ofrecen ninguna posibilidad para recuperarse-, impulsando a lo largo del país la formación de centros que acojan sobre todo a quienes no tuvieron las oportunidades que ahora se brindan a parte importante de nuestra juventud.
Este proyecto también debe considerarse como el inicio de un proceso a través del cual la juventud chilena va a participar en la estructuración de una nueva sociedad. Porque normalmente en los discursos se destaca a los jóvenes como un elemento clave del futuro. Yo quisiera agregar que éstos no son sólo el futuro del país, sino también el presente.
Debemos construir el futuro de nuestra patria con la participación activa y responsable de los jóvenes. De otra manera estaremos provocando -a mi juicio, en forma equivocada- la marginación de un sector que, como aquí se ha dicho, representa más de un tercio de la población del país.
Deseo terminar diciendo que la ley en proyecto será recibida con mucha alegría por los jóvenes. Y a nosotros nos debe llamar a meditar, porque no cabe ninguna duda de que durante los largos años pasados tuvimos en Chile una juventud postrada. Este es un signo que va a despertar esperanzas en los jóvenes, porque se les comienzan a abrir espacios reales de participación.
Cuando se discuta en otro trámite la iniciativa, espero poder entregar una función especial al Instituto que recién se forma. Porque creo que debemos asignarle algunas tareas concretas.
Así como en su oportunidad hacía presente la necesidad de que el Servicio Nacional de la Mujer se abocara al estudio de un proyecto de ley respecto de la familia, me parece que también será importante entregar una responsabilidad al Instituto sobre iniciativas legales que aborden el tema de la juventud como conjunto, para que aporte ideas que puedan servir, tanto al Gobierno como al Parlamento, para impulsar nuevas normas que incorporen efectivamente a este importante sector-ciudadano al proceso de reconstrucción democrática del país.
He dicho, señor Presidente.
El señor VALDÉS ( Presidente ).-
Tiene la palabra el Honorable señor Núñez.
El señor NÚÑEZ.-
Señor Presidente , la Comisión de Gobierno, Descentralización y Regionalización -que he tenido la oportunidad de presidir- ha debatido dos relevantes iniciativas del Gobierno democrático: las que crean el Servicio Nacional de la Mujer y el Instituto Nacional de la Juventud.
Esos son importantes aportes a una definición más global de las políticas sociales del país. Sin embargo, echamos de menos proyectos que digan relación con la tercera edad, sector de la sociedad chilena extraordinariamente desprotegido. Y, en consecuencia, esperamos tener la oportunidad, durante el próximo período legislativo, de iniciar un debate sobre ese grupo de personas, que también merece especial atención por parte del Estado y la ciudadanía.
Ahora bien, en cuanto a la creación del Instituto Nacional de la Juventud, cabe señalar que estamos frente a una iniciativa que, por primera vez en Chile, pretende generar políticas de Estado frente a un sector muy importante de la población nacional.
Hasta la fecha sólo hemos tenido intentos de manipulación de la juventud. Y no deseo señalar con esto que únicamente fueron prácticas del Gobierno anterior; en general, en nuestro país -y desde hace muchos años- se intentó aplicar hacia la juventud un tipo de política que, en definitiva, pretendía manipularla desde los puntos de vista ideológico, doctrinario y, también, religioso.
En consecuencia, estimo que, con esta iniciativa, por primera vez en la historia del país nos hallamos frente a la posibilidad cierta -espero que así sea, y confío para ello muy firmemente en quienes serán las autoridades- de generar una política de Estado para la juventud, a fin de que nuestra nación se modernice -como se ha hecho en otras latitudes del mundo- desde la perspectiva de hacer factible que el conjunto de la sociedad tome conciencia de los problemas específicos de los jóvenes.
Aquí se han dado a conocer cifras extraordinariamente elocuentes sobre la situación que ese sector tiene frente al Estado.
Deseo destacar solamente -para aportar algún dato a esas cifras- la apremiante situación que viven los jóvenes en ciudades como Santiago. Según una encuesta realizada hace un mes, en comunas del barrio alto -por denominarlo de alguna manera; o sea, de Las Condes, Providencia y Vitacura -el 8 por ciento promedio reconoció fumar marihuana; en contraposición, en las comunas populares -Huechuraba, Colina , Quinta Normal, etcétera- más del 45 por ciento de los jóvenes de entre 19 y 24 años declaró fumarla.
En una reciente encuesta efectuada por el Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Católica quedó demostrado que más del 56 por ciento de los jóvenes estudiantes de colegios católicos tienen pocas perspectivas de futuro; o sea, sienten que no les es factible aprehender éste en cuanto a posibilidades ciertas de materializar sus anhelos y esperanzas.
Por lo tanto, enfrentamos un profundo problema de la juventud chilena, más aún cuando en encuestas sobre la materia pudo establecerse que es la juventud en particular la que tiende a no creer en los partidos ni en los políticos; es decir, respecto de la noble actividad política, la juventud tiene una visión que la lleva a no creer en ella.
Entonces, estamos frente a una cantidad no despreciable de situaciones extremadamente delicadas para el futuro de nuestro país, para la posibilidad de integración social y, naturalmente, para la factibilidad de generar un objetivo nacional que los jóvenes compartan.
Señor Presidente , tengo muchas esperanzas en que el Instituto Nacional de la Juventud dará cuenta de tales demandas. A esos efectos, pienso que su carácter de coordinador, planificador y orientador de las actividades públicas en ese terreno podrá dotarlo de los medios suficientes para enfrentar los grandes desafíos de nuestros jóvenes.
Resultan claros los índices de alcoholismo, drogadicción, delincuencia y violencia que afecta a los jóvenes de Chile, lo cual constituye un tema diario y permanente.
Me parece que el Honorable Senado, en un futuro próximo, debería realizar un análisis más a fondo -más allá del que se ha hecho con motivo de la creación del Instituto- sobre lo que está ocurriendo en un sector tan vital para el desarrollo económico, social, cultural y espiritual de nuestro pueblo.
Respecto a ciertos planteamientos formulados durante el debate en la Sala, deseo manifestar que en la Comisión de Gobierno, Descentralización y Regionalización algunos señores Senadores plantearon -y tengo entendido que fue acogido, con la abstención del Honorable señor Huerta- la eliminación de la comisión asesora que, según el proyecto original, debiera tener la Dirección Nacional del Instituto.
Debo señalar, en nombre de estas bancadas, que no tenemos inconvenientes en acoger la petición del Ministro señor Correa en orden a reponer la citada comisión, sobre la base de que quede claramente establecida en la ley. En consecuencia, estamos dispuestos a discutir nuevamente el punto.
Sin embargo, no me parece adecuado instituir permanentemente consejos en todo tipo de organismos públicos o del Estado, sobre todo cuando pueden generar un sistema de cuoteo político que, en mi opinión, constituye una herencia que debemos erradicar. Creo en los consejos cuando efectivamente son asesores, tienen capacidad técnica, entregan elementos orientadores y forman parte del conjunto de la política que la entidad respectiva debe realizar.
Por lo tanto, en el debate que sostengamos con motivo de la reposición de la comisión del Instituto Nacional de la Juventud seremos muy exigentes en cuanto a la necesidad de que las atribuciones y características de su composición obedezcan a los principios fundamentales de buena administración y orientación de un organismo tan vital para la sociedad chilena.
Por último, nos encontramos dispuestos a debatir las indicaciones y planteamientos formulados recientemente. Pero sería conveniente que el Senado realizara todo el esfuerzo posible -y la Comisión de Gobierno está llana a poner lo necesario de su parte- para que esta iniciativa de ley fuera aprobada en el transcurso de la próxima semana.
Al mismo tiempo, deseo felicitar a quienes han estado detrás del proyecto, particularmente a aquellos que han asumido la responsabilidad de la actual Secretaría Nacional de la Juventud -que todavía es un organismo formal existente al interior del Ministerio Secretaría General de Gobierno-, por la capacidad que han demostrado al ir perfilando esta normativa, salvando todos los obstáculos y generando un consenso que espero que también se produzca entre los señores Senadores, para los efectos de aprobar la iniciativa que nos ocupa.
He dicho.
El señor VALDÉS ( Presidente ).-
Tiene la palabra el Honorable señor Ríos.
El señor RÍOS.-
Señor Presidente , brevemente, quiero fijar mi posición y la de los Senadores de mi Partido respecto a la creación del Instituto Nacional de la Juventud.
En la Comisión de Gobierno, Descentralización y Regionalización prestamos nuestra aprobación al proyecto, por cuanto se está creando un organismo técnico que deberá cooperar en las funciones y responsabilidades propias del Gobierno y de la sociedad en lo concerniente a los problemas de los jóvenes.
El artículo 2° establece que el Instituto Nacional de la Juventud será un organismo técnico. Y, al detallar sus funciones, señala que deberá estudiar y sugerir al Presidente de la República políticas y planes; coordinar con servicios y organismos públicos; proponer e impulsar programas; mantener y desarrollar un servicio de información; estimular el conocimiento y la participación de los jóvenes; vincularse con organismos nacionales e internacionales; estudiar y proponer al Primer Mandatario iniciativas legales, etcétera.
Ello significa que estamos creando básicamente un organismo técnico y no ejecutivo. Y es precisamente en ese sentido que apoyamos la iniciativa del Presidente de la República de crear el Instituto Nacional de la Juventud.
Ahora, ¿por qué nos parece que ése es el sentido que tiene la creación de dicho Instituto? Porque, como lo han manifestado los señores Senadores que me antecedieron en el uso de la palabra, la solución de los problemas de la juventud no puede quedar radicada en ese organismo. Sus dificultades, sus aspiraciones, el abrir caminos hacia el futuro, etcétera, corresponden a la sociedad, partiendo por los padres y por las instituciones que aquélla se ha dado para enfrentar las distintas situaciones que aquejan a ese importante segmento del país.
La drogadicción; las aspiraciones frustradas ante las posibilidades de mayor progreso cultural y científico; los naturales intereses por ir buscando nuevos caminos y alternativas cuando nos acercamos al siglo XXI, y todo lo que dice relación a los anhelos naturales del mundo juvenil, corresponden a una responsabilidad de toda la sociedad. Por tal motivo, si entregáramos sólo al Instituto mencionado la responsabilidad de resolver esas situaciones, en el fondo estaríamos creando un organismo sujeto a fiscalización por parte del Congreso Nacional -particularmente por la Cámara de Diputados-, lo que en definitiva no le permitiría disponer de la tranquilidad suficiente para desarrollar sus actividades.
En ese sentido cabe entender -desde nuestro especial punto de vista- la creación del citado Instituto. Y así lo dejamos establecido en el informe. Por tal motivo, en ese entendido votaremos a favor del proyecto.
Por otro lado, hemos presentado algunas indicaciones -ya están en poder de la Mesa-, referidas unas, a aspectos de carácter administrativo, y otras, a cuestiones más de fondo.
El artículo 12 del proyecto de la Comisión de Gobierno establece que los Directores Regionales, ubicados en las 13 Regiones del país, quedarán encasillados en grado 5. Nosotros proponemos -aunque le pese a la juventud- rebajarlos a grado 6, a fin de igualar su nivel al de los funcionarios similares del Servicio Nacional de la Mujer, pues no deben existir diferencias en ese aspecto.
Nos interesa sobremanera, por otro lado, eliminar el inciso segundo del artículo 16, que dice: "Será obligatorio, para los referidos Ministerios, servicios, organismos y entidades, proporcionar oportuna y debidamente la información de los antecedentes requeridos.".
Nos parece inadmisible que respecto de un organismo fiscal se establezca la obligación legal de informar y que no ocurra lo mismo con las demás instituciones.
Se entiende -por una razón lógica y obvia- que todos los entes mencionados en el artículo 16 tienen la obligación -dentro de un desarrollo armónico natural en el proceso de la administración superior del Estado- de avanzar en la entrega de las informaciones requeridas por los distintos servicios públicos para efectuar una acción más profunda y consecuente con sus responsabilidades.
Por tal motivo, nos parece conveniente eliminar ese inciso segundo, lo que ya propusimos en la Comisión de Gobierno.
También sugerimos la eliminación del artículo 17 completo. ¿Por qué? Porque, como lo señaló la Honorable señora Feliú , esa norma basa su aplicación en el artículo 34 de la ley N° 18.575, que es precisamente la disposición que faculta para celebrar determinados acuerdos con servicios públicos (no privados).
Nos parece importante que quede para futuras leyes (si así lo resolvieran el Instituto Nacional de la Juventud y el Ministerio de Planificación) la alternativa de firmar convenios para actividades diversas. Queremos evitar que se caiga en lo que cayó la Secretaría Nacional de la Juventud, que se constituyó en una gran administradora de muchos organismos y de numerosos estamentos -su objetivo era impulsar la acción de ese organismo-, pero sin tener los elementos técnicos fundamentales y las coordinaciones adecuadas para solucionar problemas propios de la juventud.
Con relación al artículo 5° transitorio, que dice que "Todos los planes, programas o proyectos que a la fecha sean de responsabilidad de la Secretaría Nacional de la Juventud, seguirán siendo administrados por el Instituto Nacional de la Juventud", hemos considerado conveniente presentar una indicación para agregar un inciso destinado a establecer que todas las funciones y obligaciones de aquélla pasen a éste, según lo dispuesto en el artículo 2° permanente, y, en lo tocante a otras acciones que realizaba la Secretaría Nacional de la Juventud y no consignadas en dicho artículo 2°, a que el Instituto disponga las medidas del caso para ponerles término.
Creo que en esta forma estamos llegando a una conclusión muy positiva en el sentido de configurar -como lo hemos señalado en otras ocasiones- un proyecto "limpio"; es decir, bien armado desde el punto de vista legal, con responsabilidades definidas y claras, constituyendo así una eficaz herramienta a fin de que las personas que van a asumir las tareas que esta ley les entrega puedan cumplir un gran papel en Chile.
Finalmente, deseo referirme a un hecho muy importante.
Como recordaba el Honorable señor Papi , el proyecto traía un artículo 7° que proponía la creación de un ente colegiado, pero la Comisión -como lo señaló el Honorable señor Núñez -, por cuatro votos y una abstención, acordó suprimirlo. ¿Por qué se adoptó esta determinación? Precisamente para que las personas encargadas de asumir las responsabilidades correspondientes cuenten con la suficiente libertad y no estén sujetas a ninguna situación ajena al trabajo propio del Instituto. Dicha norma consignaba que en esta especie de consejo habría cuatro representantes de los partidos políticos con representación en el Congreso Nacional -aquí hay cinco; por lo tanto, uno no sería considerado-, con los consiguientes problemas para el Presidente de la República que debía nombrarlos. También origina conflictos la representación de los sectores estudiantiles: universitarios y secundarios. ¿Quién los va a proponer? ¿Habrá una actuación y una presencia política? ¿Para qué, señor Presidente ? Esto hay que eliminarlo. Por lo demás, el mismo artículo 2° -que detalla las diversas funciones del Instituto- le permite organizar grupos de trabajo que posibilitarán el desarrollo de sus actividades.
Por eso, me parece que la Comisión, al suprimir tal precepto, actuó en forma acertada por cuanto se dota al Instituto de mayor libertad de acción y, al mismo tiempo, se crea un organismo mejor armado, con menos responsabilidades externas, con directivos ceñidos a un ámbito de competencia muy preciso.
He dicho.
El señor VALDÉS (Presidente).-
Tiene la palabra el Honorable señor Gazmuri.
El señor GAZMURI .-
Señor Presidente , no me referiré a los contenidos generales del proyecto abordados por distintos señores Senadores ni a la importancia, a nuestro juicio, trascendente de la creación del Instituto Nacional de la Juventud como un signo de la preocupación estatal por un problema social y cultural muy serio que afronta el país respecto de más de la mitad de su población.
Me limitaré a tratar los aspectos que nos correspondió revisar en la Comisión de Hacienda, relacionados básicamente con la situación patrimonial del Instituto, con sus plantas y financiamiento.
En lo que atañe a las plantas, quiero enfatizar que se está creando un organismo técnico con una dotación mínima: en total, 52 funcionarios, cantidad que considera el personal que se suprime de la actual planta de la Secretaría General de Gobierno. Al respecto, ello resta validez a la crítica -a mi juicio, infundada y liviana- en el sentido de que por la vía de estos proyectos se está aumentando de manera innecesaria el volumen de la Administración Pública. Y me gustaría desvirtuar tal argumento por lo menos en el Senado. Me parece que el incremento de 31 empleados de un Instituto que deberá desarrollar las funciones descritas no constituye un número relevante, dada la importancia del organismo y la trascendencia y gravedad de los problemas de la juventud chilena.
Por otra parte, efectivamente hay un problema en la redacción del artículo 2° transitorio -no fue advertido en el informe aprobado por la Comisión de Hacienda, y lo señalo como una explicación al Senado- en el sentido de que no indicaba ni el número específico del ítem correspondiente al aumento del gasto, ni tampoco el traspaso del ítem de gastos ya aprobado en el Presupuesto de 1991 para la Secretaría General de Gobierno. Por lo tanto, desde el punto de vista de técnica legislativa, y como lo apuntó denantes un señor Senador, hay aquí un problema. En consecuencia, sugiero solicitar al Ejecutivo -en esta materia le corresponde iniciativa exclusiva- que durante la discusión particular, que en Comisión comenzaremos la próxima semana, contemos con una indicación redactada en términos jurídicamente exactos. No obstante hallarse la iniciativa debidamente financiada, la redacción del precepto no contiene las especificaciones indispensables desde el punto de vista constitucional. Se trata de un problema de fácil resolución, siempre que la próxima semana, con la oportunidad del caso, el Ejecutivo mande la indicación.
He dicho.
El señor VALDÉS ( Presidente ).-
Tiene la palabra el Honorable señor Guzmán.
El señor GUZMÁN.-
Señor Presidente , creo que el proyecto que nos ocupa daría para muy amplias consideraciones por cuanto sin duda la juventud representa, en cualquier país y en cualquier época, un segmento o sector de la sociedad de incuestionable trascendencia.
No se trata sólo de una etapa de la vida, camino de la madurez, sino además envuelve a un grupo humano que, en cada etapa de la historia del país, va percibiéndola de manera propia, peculiar y diferente. Es lo que denominamos generación, y el país se constituye de sucesivas generaciones que no sólo pasan biológicamente, en conjunto, por una etapa determinada de la vida, sino que lo hacen con una percepción, una sensibilidad y una manera de apreciar esa realidad cada vez distinta, variable y a veces original.
En esa perspectiva me parece que, tan importante como la misión de formar y guiar a la juventud, que siempre compete a las generaciones mayores, destaca también el deber de interpretar la sensibilidad juvenil para comprender y captar cómo percibe sus problemas y, al mismo tiempo, cómo puede el país, en conjunto, abordarlos para resolverlos adecuadamente.
La juventud -aquí se ha dicho- tiene problemas peculiares, propios de esa generación en un instante determinado de la historia. No abundaré en ellos porque ya han sido mencionados, pero creo importante poner el acento en que no se trata únicamente de los de orden socioeconómicos. Ciertamente, los de naturaleza laboral, o de oportunidades en lo que se refiere a opciones educacionales, representan desafíos de especial importancia en el ámbito juvenil. Pero también hay algo más profundo y que está en el origen de problemas como la drogadicción, que aquí se han abordado. Observamos hoy en el mundo que muchas naciones que han alcanzado el desarrollo sufren el problema de juventudes que carecen de ideales y que se han dejado llevar por el materialismo, el hedonismo o el nihilismo, donde finalmente no hay valores ni principios en los cuales creer ni causas o ideales por los que valga la pena sacrificarse.
Y esa realidad que se percibe en los países desarrollados también nos alcanza a nosotros. Naturalmente, en los sectores más modestos del país los problemas socioeconómicos ocupan lugar prioritario, pero en aquellos que van logrando un nivel más acomodado vemos surgir, en cambio, estos otros problemas de naturaleza espiritual, moral y cultural.
Es aquí, señor Presidente , donde deseo hacer una breve observación en el sentido de que no corresponde ciertamente al Estado invadir la esfera de la intimidad propia de cada persona, de su familia o de sus relaciones interpersonales. Creo que no hay nadie en Chile que auspicie visiones de carácter integrista, fundamentalista o totalitaria, que desconozcan que hay ámbitos del orden moral que, por importantes que sean, no pueden ser objeto de definiciones por parte del Estado ni de acciones de éste en el plano coercitivo, que es inherente al Derecho. Sin embargo, estimo que con la misma claridad hay que hacerse cargo de la existencia de una dimensión del orden moral frente a la cual el Estado no puede ser neutro. No digo, señor Presidente , que haya una dimensión del orden moral ante la cual el Estado no deba ser neutro. Voy mucho más lejos: hay una dimensión del orden moral frente a la cual, lo desee o no lo desee, el Estado no puede ser neutro, y en el hecho no lo es en ningún país del mundo y ni lo ha sido en ninguna época del mundo.
Al verse abocado a la configuración de un orden jurídico, que es tarea prioritaria y esencial de las autoridades estatales, el Estado siempre define en algún grado una opción moral para dar contenido a esa normativa jurídica. Y me parece que si de allí pasamos a un plano que vaya algo más allá de lo propiamente jurídico y tratamos de proyectarnos a lo que es la nación o la patria, descubriremos que siempre en ese concepto hay también un ideal, un proyecto de sociedad, algo que va más allá simplemente del desarrollo económico y social.
Buscar la justa ecuación entre una sociedad que respete profundamente la pluralidad de visiones religiosas, políticas y culturales que se dan dentro de su seno, pero que al mismo tiempo tenga un conjunto de valores morales que dé sentido a esa expresión que llamamos patria y que sentimos todos propia, es ciertamente una tarea ardua, pero no por ardua pienso que haya que eludirla, ni mucho menos que, frente a los riesgos que ella presenta, el camino sea desconocer que envuelve la necesidad de una adecuada definición y enfoque por parte de todas las autoridades estatales.
Quiero hacer fe, señor Presidente , de que el Instituto de la Juventud que ahora se creará abordará este tema -no podrá dejar de hacerlo- en una perspectiva técnica, como le corresponde, pero también desde un plano más amplio, de carácter patriótico, donde los elementos plurales estén considerados y debidamente sumados para enriquecerse en una visión que ninguna sociedad del mundo puede abandonar sin el riesgo, en definitiva, de sufrir consecuencias muy graves y que se traducen en fenómenos como los que mencionaba hace un momento: el materialismo, el hedonismo o el nihilismo.
Tenemos un desafío muy importante hacia el futuro y, por ende, pienso que este proyecto dista obviamente de tener la pretensión de que un instituto u organismo cualquiera del Estado pueda abocarse en su integridad al problema de la juventud, el que deberá ser abordado, en lo que al Estado le compete, por múltiples entidades, partiendo por el Ministerio de Educación y otras.
Es igualmente evidente que la solución de los problemas de la juventud no corresponde solamente al Estado, sino también a todos los grupos intermedios y a la familia. Más aún: el Estado debe tener especial respeto por el ámbito propio de los grupos intermedios, de la familia e, incluso, de la intimidad de cada ser humano.
Resulta absolutamente indispensable la existencia del Instituto, que lógicamente debe tener características distintas a las de la Secretaría Nacional de la Juventud en el Régimen anterior, por tratarse de dos situaciones políticas diferentes.
No quisiera omitir en este debate una referencia a la Secretaría de la Juventud , porque me correspondió colaborar con ella durante varios años. Fue un organismo que I respondió a una necesidad de la Administración anterior, en la que no existían partidos políticos. Como consecuencia de ello, era el vehículo natural de comunicación que buscaba el Régimen de las Fuerzas Armadas y Carabineros con la juventud, así como también lo buscó, mediante diversas entidades, respecto de otros sectores sociales.
Hoy día existe un Gobierno democrático, con partidos políticos funcionando, que cumplen una tarea propia y reflejan la pluralidad del arco político chileno. Y no corresponde que un organismo de esta naturaleza tenga un rasgo proselitista que, en cambio, era perfectamente explicable que tuviese la Secretaría Nacional de la Juventud, lo que nunca se pretendió esconder a nadie. Resulta básico, cuando se analizan problemas como éste, tener siempre la honestidad de reconocer cómo fueron las cosas, cómo se concibieron que fuesen y, por último, cómo resulta perfectamente lógico que sean distintas en dos situaciones históricas diferentes y en dos regímenes políticos que, sin ser antagónicos, son naturalmente diversos.
Deseo terminar señalando mi discrepancia con el Honorable señor Ríos en cuanto al consejo o cuerpo asesor que creaba el artículo 7° del proyecto aprobado por la Cámara de Diputados, y que me he permitido plantear que se reponga en el segundo informe mediante una indicación que he hecho llegar a la Mesa. Considero que ese organismo colegiado es un canal adecuado para traducir la pluralidad no sólo en el campo político, sino también en los diversos ámbitos en que se manifiesta la juventud. Si el número de cuatro miembros del consejo resulta inadecuado para reflejar a los partidos políticos representados en el Congreso, no veo inconveniente alguno en aumentarlos en uno o dos para que todas las colectividades que cumplan este requisito tengan ahí su expresión. Incluso es discutible si debiera quedar consagrada en la ley una representación de los partidos legalizados y con presencia en el Parlamento de modo tan explícito. Sin embargo, estimo importante que entre las diversas variedades o pluralidades que concurran a ese cuerpo asesor se considere obviamente toda la gama política que, de alguna manera, los partidos reflejan y canalizan. En esta perspectiva he presentado una indicación para reponer el artículo 7° en los mismos términos en que lo aprobó la Cámara. Lógicamente, si hay variantes que puedan conversarse para que la idea del precepto quede plasmada de modo más ajustado y más perfeccionado dentro del espíritu original que lo inspira, naturalmente que, en lo que a mí concierne, estaría dispuesto a considerarlas.
He dicho.
El señor VALDÉS (Presidente).-
Tiene la palabra el señor Ministro.
El señor CORREA ( Ministro Secretario General de Gobierno ).-
Señor Presidente , con relación al último punto abordado por el Senador señor Guzmán , el Ejecutivo está dispuesto a respaldar, patrocinar o dar su acuerdo a una proposición que reponga esa comisión, probablemente en términos más genéricos y no tan precisos como el artículo 7° aprobado por la Cámara.
En la Comisión podremos discutir el mejor modo de restablecer ese precepto, con el que coincidimos.
El señor VALDÉS (Presidente).-
Tiene la palabra el Honorable señor Thayer.
El señor THAYER .-
Señor Presidente , éste es uno de aquellos proyectos que no podrían votarse en general en forma negativa. Dificulto que -pueda ser razonable que un Parlamento niegue a un Gobierno, que prácticamente inicia su gestión, las herramientas para establecer un organismo técnico destinado sustancialmente a estudiar y coordinar los esfuerzos encaminados a resolver los problemas de la juventud.
Estoy hablando a una hora de la tarde en que el público ha raleado en las tribunas del Senado y, por consiguiente, mis palabras carecen de significación demagógica y, al igual que las de quienes me antecedieron en el uso de la palabra, corresponden al deseo de aportar al señor Ministro aquí presente y a este debate nuestra experiencia y entusiasmo por el buen logro de los objetivos del proyecto.
Cada vez que se presenta una iniciativa respecto de un sector social numeroso, como puede ser el de los jóvenes, las mujeres, los pobres, los jubilados u otro, hay el riesgo de que nos ocupemos de ellos no en cuanto tales, sino por su gran número. Lo importante es coordinar los esfuerzos y orientarlos a solucionar las dificultades que específicamente afectan a determinada categoría social. Y creo, honestamente, que el proyecto que se nos ha presentado apunta a esa dirección, y tengo la esperanza de que tal orientación persista. No es fácil mantenerla.
Decimos con frecuencia que Chile es un país joven. Efectivamente, lo es, aun cuando los avances en la medicina social y en otros elementos del desarrollo han ido cambiando un tanto la composición de nuestra población y ha aumentado la presencia de los habitantes de tercera edad, que en algún momento -un señor Senador lo decía- requerirán de preocupación o atención más específica.
Hoy día es extraordinariamente seria la responsabilidad que asume el Gobierno con la presentación de este proyecto y la que empezamos a compartir los Parlamentarios y, en definitiva, la comunidad nacional toda para cooperar en la solución de los problemas de la juventud. Y esto no corresponde sólo a un gesto romántico, de generosidad social o de atención impetuosa hacia los jóvenes, que merecen por tantos conceptos una dedicación o consideración muy especial; es un problema de sobrevivencia de la sociedad misma.
A mi entender, la principal dificultad que hoy vive nuestro país, desde el punto de vista del logro de los fines de la llamada "democracia participativa", radica en que, a lo menos, hay un aspecto en el que Chile ha llegado a ser plenamente desarrollado. Ignoro si hay otros, pero por lo menos nuestra nación ha enfrentado el desafío de ser una sociedad plenamente avanzada desde el punto de vista de la participación popular en las elecciones.
La forma como actualmente influye el pueblo chileno a través de las elecciones corresponde a la de cualquier democracia del más alto nivel de desarrollo en el mundo. Pueden faltarnos -y ciertamente así es (aquí entra a jugar el Instituto que se pretende crear)- elementos de formación cultural. Porque el proceso de internalización de las normas jurídicas para hacer de ellas reglas culturales que las cumplamos por convicción íntima y no porque el Derecho externa y coercitivamente nos obligue a hacerlo, es una de esas bases de desarrollo cultural que tienen que ver particularmente con el mundo de la juventud.
¿Cuál es, señor Presidente , ése en cierta manera bendito pero peligroso desajuste que se advierte en nuestra sociedad inarmónicamente desarrollada?
Chile ha llegado a alcanzar la plenitud de su desarrollo desde el punto de vista -repito- de que participa electoralmente, en plebiscitos o elecciones, el ciento por ciento de su población adulta, con una abstención que puede considerarse mínima, según la experiencia de los últimos comicios, y óptima para una nación con poco más de doce millones de habitantes. La participación electoral es del orden de los ocho millones de ciudadanos, y en las últimas elecciones votaron sobre siete millones y medio, proporción que no cumple Estados Unidos o no la supera ninguna de las democracias del mundo.
Ello no ha sido fácil. Dispongo de cifras que me ha costado reunir. Quizás estén contenidas orgánicamente en alguna publicación. Confieso que he debido buscar en muy distintas fuentes para completar una información -que ciertamente no leeré completamente- que muestra cómo se ha producido de modo correlativo el avance de la participación ciudadana en el derecho a sufragio y el ejercicio del mismo en el transcurso del tiempo.
Quizás no todos tengan presente que la primera elección de que se tiene noticia en Chile se efectuó por disposición de la Junta de Gobierno de fecha 15 de diciembre de 1810 para integrar el primer Congreso Nacional con 36 Diputados. ¿Cómo debían ser esos Parlamentarios? Textualmente, se dice que debían ser "individuos que por su fortuna, empleo, talento o calidad gozan de alguna consideración en los partidos en que residen" -provincias, entonces- "siendo mayores de 25 años, sin excluir a los eclesiásticos regulares, a los curas, subdelegados y militares; pero sí a los extranjeros, fallidos, deudores de la Real Hacienda y a los que estuvieren procesados o hubieren sufrido pena infamatoria.".
Esa norma de la Primera Junta de Gobierno, de 15 de diciembre de 1810, dio como resultado que a la elección del primer Congreso Nacional fueran convocados a sufragar 800 electores, de los cuales votaron aproximadamente 600, de una población que se calculaba cercana a un millón de habitantes.
O sea, para elegir a los integrantes del primer Parlamento en nuestra naciente República -no digamos todavía "democracia", porque aun con la Junta de Gobierno dependíamos de la Corona de España- participó menos del uno por mil de la población de Chile.
Para la elección de don Manuel Bulnes , en 1841, en pleno ejercicio y aplicación de la Constitución de 1833, cuando la población -según cálculos estimativos, pues no había censos exactos- excedía en muy poco de un millón de habitantes, intervinieron unos 4 mil 200 electores, es decir, algo así como el 4 por mil del total de la población.
Veinte años después, en 1863, la población llegaba a los 2 millones de personas; pero, no obstante tener derecho a sufragio el uno por ciento de ellas, sólo intervino en las elecciones la mitad de los sufragantes, esto es 10 mil ciudadanos, que representaban el 5 por mil de la población.
En 1873 la participación electoral había aumentado a 2,44 por ciento; en 1888, a 5,15 por ciento, y en 1925, al aprobarse la Constitución de esa fecha votó poco más del 7,25 por ciento de los 3 millones 900 mil habitantes de esa época.
En 1932, con el desarrollo cultural paralelo -porque iba creciendo el alfabetismo y, por consiguiente, incrementándose el derecho a sufragio-, la participación electoral subió a 13,7 por ciento; y 20 años más tarde, en 1952, cuando comenzaron a sufragar las mujeres, dicha participación crece espectacularmente, alcanzando a 17,5 por ciento.
En 1964, en la elección del Presidente Frei , a raíz de la aprobación, en 1962, de la Ley de Inscripción Electoral Obligatoria, la votación aumentó en forma substancial, llegando al 34 por ciento.
En 1973, en la única elección parlamentaria efectuada durante el Gobierno de don Salvador Allende, al aplicarse por primera vez la reforma constitucional aprobada en las postrimerías del Gobierno de don Eduardo Frei, que permite votar a los mayores de 18 años, la población electoral sube a 44,1 por ciento, y llega, finalmente, a 55 ó 56 por ciento en los tres últimos plebiscitos y elección presidencial y parlamentaria en que resulta elegido el Presidente Aylwin .
Pues bien, de toda esa población, de esa participación electoral, de esa tremenda presión social forma parte significativa la juventud. El problema reside en que este país, que ha alcanzado el pleno desarrollo participativo, especialmente entre los jóvenes, no ha logrado todavía el pleno desarrollo económico y social y, por consiguiente, no puede satisfacer las legítimas aspiraciones de aquellos a quienes invita a participar.
Por eso, la convocatoria a constituir un Instituto de la Juventud para examinar estos problemas, en especial desde el punto de vista de cómo presiona, ansia, consigue o se frustra una juventud cualitativa y cuantitativamente tan importante para la democracia de Chile, es una iniciativa que no puede menos que merecer la aprobación del Senado y, por ello, el Comité Independiente de 3 Senadores le dará su voto favorable.
He dicho.
El señor VALDÉS ( Presidente ).-
Tiene la palabra el Honorable señor Díaz.
El señor DÍAZ .-
Señor Presidente , me impactó una frase de la Honorable señora Frei , al referirse a los jóvenes de las Regiones. Dijo: "deben permanecer en la Región". Conozco el sentido con que Su Señoría lo expresó, porque a quienes somos de Regiones nos afecta esta especie de obligación -casi como un castigo- de que los jóvenes deban permanecer en sus lugares de origen.
Creo que de eso puede sacarse una conclusión: es preciso convertir las Regiones en fuentes de trabajo atractivas de tal magnitud que los jóvenes se sientan arraigados a ellas y no experimenten absolutamente ningún interés en trasladarse a las grandes urbes, a la metrópoli o a las capitales de sus zonas. Esta debe ser parte de nuestra tarea.
Sé que la señora Senadora dijo esa frase pensando en los jóvenes de la Segunda Región -que ella representa-, que tienen pocas perspectivas, escasas motivaciones, pero están prácticamente obligados a quedarse allí.
Por eso, al oír al Honorable señor Thayer cuantificar respecto de los pobres, de las mujeres, de los jubilados y, también, de la juventud, pienso que deberíamos hablar en cuanto al futuro. Porque aquí no sólo interesa el número de personas, sino el futuro de ellas.
Es indudable que en un país como el nuestro, debe ser tema prioritario el preocuparse de esa juventud. Estimo que todos -partidarios del Gobierno y gente de Oposición- debemos alegrarnos de que la Administración del Presidente Aylwin y de la Concertación manifieste inquietud acerca de un tema tan candente como el de la juventud y su futuro. Porque somos una nación joven, pues las dos terceras partes de los habitantes son jóvenes y niños.
Ayer no más estudiábamos una fórmula para ayudar a quienes dan a luz, sobre todo a mujeres de los estratos más pobres. Indiscutiblemente, eso también influirá en la atención a las jóvenes; y, en la medida en que esa atención sea adecuada y eficiente, repercutirá en los aspectos físico y psicológico del niño, como asimismo en la parte espiritual del desarrollo del infante y del joven.
Por consiguiente, si proporcionamos a la mujer apoyo material con relación al nacimiento y en los primeros meses de vida del niño, es fundamental que nos preocupemos, también, del desarrollo posterior de él.
Y aquí deseo abordar un punto que el Honorable señor Guzmán ya trató, a mi juicio, muy bien. Esta no es una obligación exclusivamente del Gobierno, ni del Instituto de la Juventud que se formará, sino, fundamentalmente,...
Aquí viene ingresando a la Sala el Honorable señor Guzmán . Hice referencia a Su Señoría por lo bien que analizó el tema. Reitero que me apoyo en un punto que él mencionó.
Como decía, el problema es, fundamentalmente, de familia. Nada se saca con que haya un Instituto de la Juventud -o veinte de ellos- si existe un desquiciamiento a nivel familiar. La primera y más importante orientación que deben recibir el niño y el joven está en su familia. Es indiscutible que una familia desquiciada, por mucho esfuerzo que realicen el Gobierno, o los profesores y las escuelas, no logrará entregarles una formación adecuada.
Ahí está el quid del asunto: la delincuencia, la drogadicción, el alcoholismo, la prostitución -incluso infantil-, el embarazo de la adolescente -cuyas cifras, impactantes, se mencionaron aquí esta tarde- no pueden resolverse mediante la formación de un Instituto Nacional de la Juventud. Deben solucionarse sobre la base de valores morales que deben inculcárseles a estos jóvenes; valores que -como aquí se dijo- no tienen nada que ver ni con el nihilismo, ni con el hedonismo, ni con el consumismo. Hay que desarraigar estos falsos valores y fomentar los verdaderos, que son los fundamentales.
Se ha hablado del altísimo porcentaje de cesantía que existe entre los jóvenes. Pero al respecto quiero mencionar también un punto muy importante: el de aquellos que estudian y disponen de mucho tiempo de ocio. Si recordamos aquel axioma que dice que "La ociosidad es madre de todos los vicios", ¿qué podríamos hacer con los jóvenes? Darles trabajo, educarlos y, en el tiempo de ocio, entregarles la entretención adecuada.
El problema es complejísimo. Si quienes somos de Regiones le preguntamos a un habitante de Litueche, de Lolol, de Pichilemu, de Paredones, o de cualquier otro lugar, qué quiere el joven de ahí -sea la Segunda Región, la Sexta, o la Metropolitana-, responderá, primero que todo, y de acuerdo con su instinto vital: "subsistir dignamente". Pero, después llega la juventud y, con ella, el acicate de la sexualidad. Entonces el joven quiere cumplir con el mandato divino que dice: "¡Creced y multiplicaos, llenad la tierra y dominad en ella!". Por lo tanto, desea casarse. ¿Y cómo puede casarse si no tiene posibilidad alguna de trabajo, está cesante y carece de dinero? Al no casarse; al no tener la posibilidad de procrear ni de realizarse desde el punto de vista de su masculinidad -o de su feminidad, en el caso de las mujeres-, indiscutiblemente que ese joven, privado de la posibilidad del matrimonio a una edad apropiada, cae en el vicio.
Vayamos por etapas: primero, trabajo; segundo, posibilidades reales de matrimonio a una edad compatible con él, y, tercero, llenar los tiempos de ocio, tarea fundamental que compete a los Gobiernos. Creo que todos los países del mundo se van a ver enfrentados, en forma cada vez más seria, con este problema: ¿qué hacer con un mundo tecnificado, que cada día está robotizado en el trabajo, donde hay cesantía y mayor tiempo de ocio, si no se crea, también, una "cultura del ocio"?
En mi opinión, en esto último tendría una importancia fundamental el Instituto Nacional de la Juventud, ya que deberá abocarse a crear una "cultura del ocio". ¡No una cultura para los ociosos -¡perdónenme!-!, sino los medios para llenar ese tiempo de ocio con actividades entretenidas, educativas y agradables.
Señor Presidente , nos quejamos mucho de que los jóvenes son drogadictos, alcohólicos, de que están prostituidos, de que hay mucha delincuencia; pero, en el fondo, ellos son nuestros hijos, y si son así sé debe, en gran parte, a nuestra culpa, a nuestra responsabilidad. Es muy fácil eludirla diciendo que son delincuentes, drogadictos, alcohólicos o viciosos. Bueno, ¿y en quién se miraron ellos para ser así? ¿No tendremos una culpa importantísima y una cuota muy alta de responsabilidad, porque se han mirado en nosotros como en un espejo digno de contemplar? De modo que también nos corresponde una responsabilidad muy importante en esta situación.
Señor Presidente , creo que debemos tratar, además, otro tema, relacionado con un problema a que aludió el Honorable señor Thayer , al hacer una relación académica -a la que presté mucha atención, pues me pareció muy entretenida- acerca de cómo había evolucionado el proceso electoral en Chile. Y fíjense los Honorables colegas -porque eso es parte de la historia- en la primera expresión que tuvo el señor Senador al señalar cómo se elegía a los Diputados en ese tiempo: primera condición: ¡fortuna! A mi juicio, tenemos que cambiar los valores, pues la última de las condiciones para ser elegido representante del pueblo, quizás debería ser la fortuna.
Señor Presidente , tenía muchas cosas más que decir, pero las haré presente en otra oportunidad para no cansar a los señores Senadores.
He dicho.
El señor RÍOS.-
Señor Presidente , deseo solicitar votación en homenaje a las palabras expresadas por el Senador señor Díaz.
El señor VALDÉS ( Presidente ).-
Así se hará, Su Señoría.
Deseo agradecer la contribución que han hecho los distinguidos señores Senadores para la mejor comprensión del proyecto.
Habiéndose terminado el debate, vamos a llamar a votación general de la iniciativa.
El señor RÍOS.-
¡Pero si tenemos quórum, señor Presidente!
¿Vamos a votar en general?
El señor VALDÉS ( Presidente ).-
Sí, señor Senador, pues se han presentado cinco indicaciones.
El señor RUIZ-ESQUIDE.-
Señor Secretario , solicito que se llame a los Senadores que están en la Comisión de Hacienda.
El señor GUZMÁN.-
Señor Presidente , si no hay problemas de quórum, pediría que votáramos sin necesidad de esperar a los señores Senadores que pueden estar en otros lugares del edificio.
El señor VALDÉS ( Presidente ).-
El Reglamento establece que debe haber una espera de cinco minutos cuando hay reunión de Comisión.
Hemos requerido la presencia de los miembros de la Comisión de Hacienda. No son necesarios para el quórum, pero sí pueden ser importantes para el resultado de la votación.
De manera que tendremos que esperar un par de minutos más.
El señor RÍOS.-
Señor Presidente , entiendo que hay unanimidad en la Sala. ¿Por qué no la solicita?
El señor VALDÉS ( Presidente ).-
¿Algún señor Senador votará en contra del proyecto? Si todos se manifiestan favorablemente, se dará por aprobado en general.
Aprobado.
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El señor VALDÉS ( Presidente ).-
Quiero hacer presente que tomamos el compromiso de entregar el informe de la Comisión que estudió el proyecto que establece nuevas normas sobre organizaciones sindicales y negociación colectiva. Pero, como su compaginación ha tomado un tiempo mayor del previsto -se trata de un documento extenso-, en lugar de entregarlo en la Sala, solicito el consentimiento de los señores Senadores para enviarlo a sus respectivos domicilios durante el transcurso del día, a fin de que cuenten con el tiempo necesario para estudiarlo entre hoy y la sesión del próximo martes, cuando sea discutida en general la iniciativa.
Tiene la palabra el Honorable señor Ruiz.
El señor RUIZ (don José).-
Señor Presidente , solamente quiero dejar constancia en la Sala del trabajo realizado por el equipo del Senado y, muy en especial, del Secretario de la Comisión , quien trabajó durante todo el día de ayer, siguió haciéndolo hasta la madrugada -la Comisión terminó su labor a las 21:30-, y ha continuado su labor en el día de hoy.
En verdad, la preparación del documento se complicó demasiado, porque tuvimos que resolver diversas materias muy importantes. Así que, desgraciadamente, el terminar el documento ha demorado más de la cuenta, por problemas de imprenta y de compaginación.
Por eso, señor Presidente , deseo dejar expresa constancia de la labor del personal de Secretaría, para que no quede duda alguna de la tarea realizada y del esfuerzo que ellos han puesto, y, en especial, de la dedicación del Secretario de la Comisión .
Muchas gracias.
El señor VALDÉS ( Presidente ).-
Se dejará constancia de ello, Su Señoría.
De manera que, si le parece a la Sala, el informe será entregado en los domicilios de los señores Senadores, como se ha propuesto.
Acordado.
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El señor VALDÉS ( Presidente ).-
Tiene la palabra la Honorable señora Feliú.
La señora FELIÚ.-
Señor Presidente , quiero dejar constancia de mi aprobación en general al proyecto de ley que crea el Instituto Nacional de la Juventud.
En los momentos en que se votaba la iniciativa, me encontraba en una reunión de la Comisión de Hacienda.
He dicho.
El señor VALDÉS (Presidente).-
El proyecto ya fue aprobado por unanimidad, señora Senadora.
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