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- rdf:value = " El señor VALDÉS (Presidente).-
Ofrezco la palabra.
Tiene la palabra el Honorable señor Piñera.
El señor PIÑERA.-
Señor Presidente, Honorables Senadores:
Nos toca hoy día abocarnos al estudio de una reforma tributaría. Sin embargo, no debemos poner la carreta delante de los bueyes. La reforma tributaria no es el objetivo; es tan sólo el instrumento. Lo fundamental, el objetivo y la justificación, es un Programa Social, que significará un importante avance en la solución de los problemas sociales más urgentes de los sectores más pobres de nuestro país y más sentidos por la inmensa mayoría de los chilenos. El instrumento, lo complementario, es la reforma tributaria, que permitirá un financiamiento serio y responsable para este programa social.
El desarrollo histórico de un país puede mirarse desde varios ángulos; el político, el cultural, el económico y el social son los principales.
Hace un tiempo, en un ensayo muy ilustrativo respecto del desarrollo de Chile durante este siglo XX, histórico (y no cronológico), el que se inició en 1891 y terminó en 1973, el historiador Gonzalo Vial lo calificaba de inarmónico, señalando que el desarrollo social durante todo este siglo se había quedado largamente rezagado con relación al desarrollo político, cultural y económico, y llamaba la atención acerca de la permanente y enorme capacidad demostrada por la sociedad chilena para negar o minimizar la existencia de pobreza en su seno.
Señor Presidente, durante los últimos cinco años, posteriores a la crisis de los años 1982-1984, la economía chilena, basada en un modelo de economía social de mercado, abierto y competitivo, ha logrado éxitos notables en materia de crecimiento económico, de incremento de la inversión, de creación de empleos productivos, de dinamismo de las exportaciones, de modernizaciones estructurales y de fortalecimiento de los equilibrios macroeconómicos básicos.
Estos notables resultados, que sólo la ceguera o el sectarismo político puede hacer desconocer, adquieren todo su verdadero valor y significado al contrastarlos con la gran mediocridad y total estancamiento mostrados durante igual período por la inmensa mayoría de los países de América Latina. Sin estos resultados notables, el Programa Social que hoy día analizamos simplemente no sería posible.
Sin embargo, con igual fuerza y claridad, y a pesar de lo mucho que se ha avanzado en los últimos años en esta materia, especialmente en la focalización y administración eficiente del gasto social, es necesario destacar que los frutos de este desarrollo económico no han llegado con equidad a todos los chilenos. Subsisten aún graves y urgentes problemas sociales. Subsisten todavía niveles de pobreza simplemente inaceptables para un país con el grado de desarrollo económico alcanzado en Chile.
El 20 por ciento más pobre de la población -esta cifra ha permanecido estancada durante muchas décadas- participa de algo menos del 4 por ciento del producto, en tanto que el 40 por ciento más favorecido representa aproximadamente el 75 por ciento del ingreso nacional. Esto significa que con una transferencia del 5 por ciento del ingreso del 40 por ciento más favorecido podría duplicarse el ingreso del 20 por ciento de los chilenos más pobres de nuestra nación.
El problema de la pobreza en Chile, un país con un ingreso per cápita superior a los dos mil dólares, ya no es un problema de recursos, como lo es en naciones como Haití o Bangladesh, cuyo ingreso per cápita aún no supera los 400 dólares.
El problema de la pobreza en Chile es esencialmente un problema de voluntad política: querer derrotar la pobreza, y de capacidad técnica: saber derrotar la pobreza.
Hoy día tenemos la voluntad política y la capacidad técnica para hacerlo. En consecuencia, desde un punto de vista moral, político, económico y social, nada en el mundo debiera impedirnos que, en un plazo razonable, de aproximadamente cinco años, manteniendo un crecimiento económico alto y sostenido, Chile pueda transformarse en el primer país de América Latina que derrota la pobreza, que se desprende del subdesarrollo y que lo hace con libertad y con democracia.
Señor Presidente, es en este contexto que adquiere toda su trascendencia el acuerdo logrado entre el Gobierno y Renovación Nacional con relación a un programa social. Este acuerdo constituye una gran victoria en la lucha contra la pobreza y por la creación de oportunidades para todos.
Existen dos tipos de políticas para luchar contra la pobreza: las que apuntan a paliar sus consecuencias y aquellas que se orientan a erradicar sus causas.
El programa social que el país hoy día conoce incorpora ambos tipos de políticas. Este programa social significará una ayuda, un alivio o una oportunidad muy merecida para 900 mil pensionados que hoy reciben la pensión mínima o asistencial; para 860 mil receptores del subsidio único familiar, y para 4 millones de beneficiarios de la asignación familiar.
Por otra parte, este programa favorecerá a más de 8 millones de chilenos a través de mayores y mejores servicios de educación, salud y alimentación escolar y preescolar.
También permitirá mejorar e incrementar los programas de construcción de viviendas para allegados; de equipamiento urbano y comunitario; de asistencia técnica y crediticia para pequeños agricultores; de capacitación técnico-laboral y profesional para trabajadores; y de auxilio a más de 300 mil deudores de agua, de luz y habitacionales de menores ingresos.
La inmensa mayoría de esos programas sociales no significan un incremento en el tamaño del Estado o de su burocracia, sino que representan una ayuda directa a la gente, a los sectores menos favorecidos, actuando el Estado, básicamente, como intermediario en la redistribución de los ingresos.
Este programa social, señor Presidente, tiene un costo anual de aproximadamente 550 millones de dólares, lo que equivale a 2% del producto nacional bruto. El año pasado la economía chilena creció en 10%. En consecuencia, este programa social significa destinar la quinta parte de este crecimiento a solucionar graves y urgentes problemas sociales y de pobreza.
Creo que estas cifras hablan por sí solas de la razonabilidad y moderación del programa social y su consiguiente reforma tributaria, que significará incrementar la recaudación tributaria en moneda nacional de aproximadamente 16% a 18% del producto nacional. A nuestro juicio, esta reforma tributaria es estrictamente necesaria para proveer de un financiamiento serio y responsable a este programa social, y ella es y debe ser moderada, equilibrada y terminal. Moderada, porque no debemos volverá las altísimas tasas de impuesto del pasado, que favorecieron al Estado y a su burocracia, en detrimento del sector privado y su capacidad de emprender, con graves consecuencias de estancamiento y pérdida de libertad económica. Equilibrada, porque es necesario distribuir equitativamente la carga tributaria entre empresas y personas, y entre el ahorro y el consumo. Y terminal, porque, de acuerdo al compromiso, ésta será la única reforma tributaria del actual periodo presidencial y no el primer peldaño de una interminable escalera, como tantas veces lo fue en el pasado.
Estos son los criterios básicos que han orientado la reforma tributaria, que comprende cuatro componentes principales:
1) Restitución del impuesto de primera categoría a las empresas, del 10% sobre base devengada y de 15% en forma transitoria durante el periodo 1991-1993.
2) Incremento transitorio del IVA, dell6%a! 18%, durante ese mismo período.
3) Alza moderada en las tasas de impuestos a las personas, tanto de segunda categoría como del global complementario, sin afectar en absoluto a las personas con ingresos inferiores a 300 mil pesos mensuales.
En nuestra opinión, el aumento del impuesto a las personas debiera ser también transitorio; y así lo hemos propuesto en una indicación ya presentada.
Durante los próximos cuatro años, de mantenerse el crecimiento en cifras cercanas al 5%, el Estado podrá contar con ingresos fiscales adicionales por una cifra cercana a los 1.000 millones de dólares.
4) Finalmente, por razones de equidad tributaria entre sectores, evolución desde un régimen de renta presunta a uno de renta efectiva para los grandes productores en los sectores de minería, transporte y agricultura, manteniendo para los productores pequeños y medianos, que representan la inmensa mayoría, el régimen actual de renta presunta, por condiciones y justificaciones de carácter operativo. Por ejemplo, en el caso de la agricultura, más del 95% de los contribuyentes agrícolas permanecerá en el régimen de renta presunta.
Quisiéramos reconocer en todo su valor en la forma abierta y franca con que el Gobierno, a través del señor Ministro de Hacienda y sus personeros, mantuvo las conversaciones con Renovación Nacional. Creemos que este ejercicio representa una nueva forma de hacer política, más sana y más eficiente.
Algunos plantean que el programa social podría haberse llevado a cabo sin una reforma tributaria. Estamos plenamente conscientes de que esta reforma ha recibido críticas de ciertos sectores. Es natural. ¿A quién le gusta que suban los impuestos? Más aún, ¿a quién le gusta que suban "sus" impuestos?
Creemos que quienes plantean que este programa social pudo haberse llevado a cabo sin necesidad de una reforma tributaria están profundamente equivocados e inducen a la opinión pública a confusión y a error- El presupuesto fiscal de 1990 no está ni desfinanciado, como han sugerido personeros del actual Gobierno, ni sobrefinanciado, como han planteado personeros del Régimen anterior. Cada uno ha enfatizado una parte de la verdad, pero no toda la verdad.
Es cierto que existen ingresos sobreestimados, pero también lo es que otros están subestimados y que el presupuesto fiscal de 1990, analizado en su globalidad -que es la forma correcta de hacerlo-, está básicamente equilibrado.
En consecuencia, un financiamiento serio y responsable de este programa social requería de recursos adicionales por 550 millones de dólares, que es precisamente la cifra que esta reforma tributaria aportará. Lo contrario hubiera significado hacerlo "a la latinoamericana", es decir, con déficit fiscal, como tantas veces se hizo en el pasado distante en nuestro país.
Las experiencias de países como Perú y Argentina son demasiado cercanas, dolorosas y elocuentes como para ahondar más sobre la incoveniencia de estos caminos fáciles. Estos caminos significan siempre un paso adelante hoy, seguido de muchos pasos atrás i mañana.
Hay quienes han sostenido que existirían otras fuentes de ingresos que no hacían, necesaria la reforma tributaria. Sin embargo, ellas son de carácter incierto -por ejemplo, el mayor precio del cobre más allá de los 7 centavos de libre disponibilidad, o son por una sola vez (el caso de ventas de empresas o de activos públicos). Esa tampoco es, en nuestro concepto, una solución seria y responsable para financiar este programa social.
Otros han criticado la restitución del impuesto de primera categoría a las empresas, del 10 ó 15% transitorio sobre base devengada, pregonando que, al afectar la inversión, ello significará hipotecar el futuro del país.
Permítanme discrepar de esa posición, por tres razones fundamentales:
En primer lugar, la tasa de 10 ó 15% transitoria es adecuada, en términos tanto históricos como internacionales, y la mayor parte del notable proceso de recuperación de la inversión experimentado por la economía chilena en los últimos años se produjo con tasas de impuestos superiores a las mencionadas.
En segundo lugar, el programa social involucra un enorme componente de inversión altamente productiva, no en maquinarias, ni en fierros, ni en chimeneas, sino inversión social, inversión en las personas y en su capital humano, y en forma muy especial, en la gente que menos oportunidades ha tenido en nuestra sociedad.
Sin duda, una mejor educación, mejor capacitación, mejor alimentación y mejor salud se traducirán en una fuerza de trabajo más productiva, más creativa y más participativa. Es cierto: esta inversión social no se refleja en las cuentas nacionales; pero no por ello -y más allá de su valor social- deja de ser altamente productiva en términos económicos amplios.
Y, en tercer lugar, los empresarios chilenos no son tan ciegos ni egoístas como para tomar sus decisiones de inversión basados solamente en las tasas de impuestos. Sin duda, ellos tienen visión, criterio y compromiso con el país, y para tomar sus decisiones de inversión también consideran el tipo de nación que se está construyendo, su estabilidad política y económica, y su armonía y paz social.
Yo soy empresario, y puedo asegurar que, al igual que la gran mayoría, invertiría mucho más en un país con tasas de impuestos del 10% ó 15% pero con estabilidad y armonía, que en otro sin impuestos pero lleno de conflictos y desigualdades.
En verdad, estoy convencido de que lo que realmente significaría hipotecar el futuro de Chile sería no atacar hoy, con voluntad y decisión, los graves y urgentes problemas sociales y de pobreza que afectan a importantes sectores de nuestro país.
Otros han criticado el aumento del IVA, argumentando que perjudicará a los más pobres. Sin embargo, olvidan decir que el 60% más pobre de la población contribuirá con el 25% del mayor IVA que se va a recaudar, es decir, con aproximadamente 50 millones de dólares. Ese mismo 60% más pobre de la población deberá recibir beneficios del programa social por cerca de 500 millones de dólares.
En consecuencia, parece casi una ironía o una burla criticar o atacar este programa social y esta reforma tributaría porque ella perjudicaría a los más pobres.
Hay otros que han sostenido que deberíamos esperar los mayores recursos fiscales provenientes del crecimiento económico para llevar adelante este programa social. Estamos absolutamente convencidos de que el crecimiento económico alto y sostenido es un elemento indispensable e insustituible para tener éxitos verdaderos en la lucha contra la pobreza. Pero estamos igualmente convencidos de que el crecimiento económico por sí mismo no basta.
En su discurso en la CEPAL, el Papa nos llamaba la atención respecto de evitar dos extremos: pan para hoy y hambre para mañana, o hambre para hoy y pan para mañana. Este programa social intenta precisamente un justo intermedio, buscando compatibilizar el necesario e insustituible crecimiento económico con la creación de oportunidades para todos; la solución de los problemas más graves y urgentes de la población, y la incorporación de muchos chilenos a la gran tarea del desarrollo.
Señor Presidente, quisiera reiterar una vez más que el problema de la pobreza en Chile es esencialmente de voluntad política y de conocimiento técnico. Tal como decía el historiador Gonzalo Vial, la sociedad chilena tiene una enorme capacidad para negar la existencia de la pobreza en su seno. Yo agregaría algo más, y que es igualmente negativo: tiene también una gran capacidad para encontrar "muy buenas razones" para enfrentar mañana y no hoy el problema de la pobreza, lo que, en último término, se traduce en una permanente postergación.
Renovación Nacional es un partido cuya preocupación social no florece sólo durante las campañas políticas, para morir junto con el cierre de la última mesa el día de la elección. No pretendemos tener el monopolio de la preocupación social, pues detrás de estos pretendidos monopolios o de la utilización política de la pobreza muchas veces se esconde más soberbia que solidaridad.
Consideramos firmemente que este programa social, desde un punto de vista moral, constituye simplemente lo que había que hacer y lo que la inmensa mayoría del país quiere que se haga; y de ahí la gran concordancia de prioridades sociales entre el Gobierno y Renovación Nacional. Desde un punto de vista político, contribuye favorablemente a la estabilidad y calidad de nuestra naciente democracia. Desde un punto de vista económico, fortalece los verdaderos pilares de una auténtica economía social de mercado al crear oportunidades para todos e incorporar a muchos chilenos a los frutos del sistema. Y, finalmente, desde un punto de vista social, favorece la consecución de una mayor armonía y paz en nuestra sociedad.
Es por estas razones, señor Presidente, que Renovación Nacional ha apoyado desde el primer día este programa social y un financiamiento serio y responsable para el mismo. Es por estas razones -y no otras, ni mucho menos por subterfugios, como argumentaron algunos- que condicionamos la aprobación de la reforma tributaria a que los recursos por ella generados se destinaran íntegramente al programa social y a que éste fuese conocido en forma clara y transparente por todo el país. Y es por estas mismas razones, señor Presidente, que Renovación Nacional será muy estricta en la fiscalización del destino de los fondos y en el desarrollo de este programa social.
Queremos un gran salto adelante en la lucha contra la pobreza y la creación de oportunidades para todos, y no un gran salto atrás, hacia el estatismo y su burocracia, que claramente en Chile y en tantas partes del mundo han mostrado su fracaso.
Por eso, ratificamos hoy día, una vez más, nuestro pleno respaldo al modelo de economía social de mercado como el mejor instrumento de desarrollo para Chile y para todos los chilenos.
Muchas gracias, señor Presidente.
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