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El señor HORMAZÁBAL .-
Señor Presidente, en la víspera de las festividades del 1º de mayo, para un Senador como el que habla, que viene del mundo sindical y, además, es hijo de un dirigente sindical, el cumplimiento de sus tareas siempre está marcado por el simbolismo en el cual nos desarrollamos y crecimos.
En días pasados, por ejemplo, concurrimos, invitados por los empresarios de una gran mina de cobre en la Cuarta Región, a visitar la obra de Los Pelambres. Y constatamos una experiencia estupenda del trabajo profesional que los chilenos son capaces de emprender con la audacia y la creatividad que durante tanto tiempo distinguen las características propias de nuestra patria.
A 3 mil 200 metros de altura, al interior de un pique subterráneo, a 4 kilómetros de la frontera con Argentina, dialogábamos con los mineros y conocíamos de su jornada de trabajo de 8 horas diarias y de 11 días de permanencia en el campamento, con 3 días de descanso junto a sus familias. Comprobábamos el estado de seguridad de sus implementos y las condiciones de alimentación y vivienda que se les otorgan. Y, ciertamente, pensábamos cuan lejanos estábamos, aún en 1990, de aquella aspiración que en 1516 Santo Tomás Moro planteaba: que el hombre debía trabajar 6 horas al día, ya que era el tiempo suficiente para procurarse los recursos necesarios.
Dimos un salto en la relación con esos empresarios cuando ahí, al interior de la mina, se daba la autorización -¡fíjense qué singular!- para que los trabajadores pudieran organizar sindicatos, porque allí no tenían todavía la posibilidad de hacerlo.
Vimos también con agrado cómo dichos empresarios acogieron con interés las demandas de contratar mano de obra en la Región; observamos atentamente su disposición a permitir que los estudiantes de las escuelas industriales de la zona pudieran realizar sus prácticas en la empresa; advertimos con complacencia de qué manera estaban dispuestos a que empresas de la Región proveyeran de los insumos posibles de generarse precisamente allí; notamos con satisfacción que cumplieron la promesa de que, al cerrarse una industria, recontrataran justamente a la gran mayoría de los trabajadores en la obra de Los Pelambres; y, al mismo tiempo, constatamos que mantienen una deuda importante con el pueblo del Choapa cuando han cerrado una planta de tratamiento de minerales muy valiosa y trascendente para la zona y que compraron en 1980.
Junto con destacar la actitud positiva de este sector empresarial, solicito oficiar, en mi nombre, a la Empresa Nacional de Minería para que informe sobre los contratos que se celebraron en el momento de la licitación, a fin de establecer el grado de compromisos y obligaciones que se generaron en la licitación pertinente de la planta El Centinela, en el año 1980, y que hoy se ha convertido en lo que he denominado "El Museo Luksic", en las cercanías de Illapel.
Del Choapa saltamos hacia el Elqui, y nos adentramos en Andacollo, con el gerente general de la ENAMI, que ratifica la decisión de esa empresa de convertirse en líder en la tarea de fomento y desarrollo de la minería, para lo cual fue generada la ley respectiva. Hablamos con la Asociación Minera, y comprobamos coincidencias entre el Sindicato de Pirquineros, que visitamos en la oportunidad, respecto de los intereses comunes que la comunidad andacollina tiene para el progreso de la zona. Nos internamos a los piques mismos, y verificamos cómo las normas legales hoy existentes no se cumplen cuando se trata de las faenas mineras, donde las medidas mínimas de seguridad, contempladas en el Reglamento de Seguridad Minera, publicado en el Diario Oficial del 27 de enero de 1986, no se aplican. Consultadas las autoridades pertinentes, nos informaron que el SERNAGEOMIN, encargado de fiscalizar precisamente, la seguridad en estas faenas, cuenta en toda la Cuarta Región con sólo un inspector, con lo cual le es imposible cumplir una tarea vital, no para algo banal, señor Presidente , sino para la seguridad de la vida de los sacrificados pirquineros y trabajadores, que en el siglo XX, a las puertas del siglo XXI, laboran en condiciones realmente lamentables.
Pido, adicionalmente, señor Presidente, oficiar a SERNAGEOMIN para que informe acerca del número de inspectores que tiene destinados en la Cuarta Región para fiscalizar el cumplimiento de la ley vigente con relación a la seguridad en el trabajo en las minas.
Señor Presidente, al comenzar mi intervención decía que hablaba en la víspera del 1º de mayo. Y señalaba este ejemplo valioso de la relación entre los trabajadores y los empresarios, porque es necesario que el país entienda la necesidad del diálogo y del encuentro. La disposición del mundo del trabajo, manifestada por la Central Unitaria de Trabajadores y la Confederación de la Producción y del Comercio, llevó a la Comisión de Trabajo del Senado a felicitar a los dirigentes de ambas organizaciones por los esfuerzos que hacían para llegar a un acuerdo.
Hemos conocido declaraciones en el sentido de que ese acuerdo está algo distante. Por eso, me permito instar aquí, desde esta Sala, a los representantes del sector empresarial para que comprendan la legítima demanda del mundo laboral y sean capaces de favorecer un entendimiento que restablezca la equidad y la justicia, tan indispensables para la estabilidad de la sociedad democrática.
Por último, señor Presidente, como ex dirigente sindical, hijo de dirigente sindical, elegido por el pueblo para compartir con tan destacadas personalidades en esta Sala las tareas del Chile que viene y la construcción de una patria distinta, y rindiendo homenaje, así como lo hizo la Cámara de Diputados, a los destacados hombres que fueron Presidentes de la República y ocuparon escaños en el Congreso Nacional, quisiera recordar, con la licencia de Sus Señorías, a un hombre que para los sindicalistas no tiene bandera, ni tiene edad, ni ha perdido su vigencia. Desearía terminar mis palabras, con las que ciertamente interpreto a mi camarada y amigo Honorable Senador don José Ruiz De Giorgio , con las expresiones de Samuel Fielden , dirigente sindical condenado a muerte en 1887 a raíz de las luchas de Chicago:
"Se me acusa de excitar pasiones, se me acusa de incendiario porque he afirmado que la sociedad actual degrada al hombre hasta reducirlo a la categoría de animal. ¡Andad! Id a las casas de los pobres y los veréis amontonados en el menor espacio posible, respirando una atmósfera infernal de enfermedad y muerte...
"Me considero hoy un obrero más y como tal he vivido entre los míos; he dormido en sus buhardillas; en sus cuevas he pasado noches heladas y sin pan; he visto prostituirse la virtud a fuerza de privaciones y miserias, y he visto morir por hambre a hombres robustos por falta de trabajo. Sabéis, señores jueces, que el hombre muere y la vida sobrevive. Creedlo .
"Amo a mis hermanos los trabajadores como a mí mismo. Odio la tiranía, la maldad y la injusticia. El siglo XIX comete el crimen de ahorcar a sus mejores amigos. No tardará la hora del arrepentimiento. Hoy el sol brilla para la humanidad, pero puesto que para nosotros no puede iluminar más dichosos días, me considero feliz al morir. Sobre todo si mi muerte puede adelantar un solo minuto la llegada del venturoso día en que aquél alumbre para los trabajadores. Yo creo que llegará el tiempo en que sobre las ruinas de la corrupción se levantará la esplendorosa mañana del mundo emancipado...".
Gracias, señor Presidente.
--Se anuncia el envío de los oficios solicitados, en nombre del señor Senador, en conformidad al Reglamento.
"
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