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El señor DÍEZ .-
Señor Presidente, quisiera hacer algunas rectificaciones a las palabras del Honorable señor Lavandero.
Lo primero es algo personal y de detalle.
Nunca he creído que no haya extrema pobreza en la Región que ambos representamos. Por el contrario, considero que en la zona de Imperial la población mapuche tiene quizá el más alto grado de extrema pobreza del país.
El discurso del Honorable señor Lavandero me confirma en mi aprensión en el sentido de creer que se está prefiriendo la manera del estatismo en vez de la actividad privada en torno al progreso.
Y Su Señoría ha señalado algunas cosas.
Primero, aludió a la ninguna acción social del Gobierno pasado y a la actitud de privilegiar ciertos grupos.
Los analistas contemporáneos de los problemas de los países sostienen que las mejores medidas para determinar su desarrollo social y su progreso en esta área son los índices de salud, especialmente los relativos a las expectativas de vida de la población. Los indicadores de salud son el resultado, no sólo de la acción gubernativa, sino también de las condiciones del trabajo, de la psicología del país, del sistema de vida familiar, de las vacaciones, y de tantos otros elementos que influyen en su determinación.
El señor LAVANDERO .-
¡Y la penicilina...!
El señor DÍEZ .-
También, en su tiempo, la penicilina. Pero eso ya no tiene relación, porque fue hace muchos años, Honorable colega. No fue ayer.
El señor VALDÉS ( Presidente ).-
Ruego a Sus Señorías evitar los diálogos.
El señor DÍEZ .-
Siendo ésta una materia sobre la cual se ha insistido varias veces, un Senador de esta bancada se hará cargo de analizar, en la hora de Incidentes de una sesión próxima, la acción social y el desarrollo promovidos por el Régimen anterior.
Pero esto confirma mi aseveración: estamos demasiado impresionados por el pasado y pensamos más en él que en el futuro del país.
Los escándalos en la transferencia de acciones y el hecho de que estén envueltos en ellos doce notarios no son razón para preferir la actividad pública a la actividad privada.
Querer suprimir la libertad en materia económica por los abusos que en este campo se cometen es querer justificar la privación de la libertad en el criterio personal por los delitos perpetrados por el hombre cuando se halla libre. Es obvio que si todos los hombres estuvieran en prisión, tendrían muchas menos posibilidades de delinquir.
La libertad conlleva un riesgo; ese riesgo hay que vivirlo. Para eso necesitamos y para eso tenemos en nuestro sistema jurídico una Cámara fiscalizadora, que es la Cámara de Diputados, que puede encargarse de analizar las situaciones producidas, los escándalos, etcétera. Y no hay duda de que tiene en su mano la forma de cumplir esa función. No es misión de este Honorable Senado.
Pero miremos la experiencia latinoamericana, de países de análogo o mayor desarrollo económico que el nuestro, en la misma época y sometidos a circunstancias mejores que las nuestras. Porque nosotros no sólo sufrimos las consecuencias económicas de las crisis del Tercer Mundo y de la deuda, sino que también soportamos un asedio político en el pasado, cuya influencia en esa materia no estamos en condiciones de medir.
Sin embargo, seguir el camino de creer en el hombre, en la persona, en la libertad, en que todos los chilenos son protagonistas, y no sólo los dirigentes -porque el estatismo significa que el protagonismo corresponde nada más que a la directiva de la sociedad, y no a la sociedad misma-; seguir un sistema de libre empresa -lo que el Honorable señor Lavandero denomina "fría economía de mercado"-, todo eso permitió a Chile estar en las mejores condiciones económicas y sociales de Latinoamérica, y quizá sea el primer país del Tercer Mundo que salga del camino del subdesarrollo.
El señor LAVANDERO .-
¿Me permite una interrupción, Honorable colega?
El señor DÍEZ .-
Desgraciadamente, tengo poco tiempo.
Las expresiones del señor Ministro de Hacienda ante el Banco Interamericano de Desarrollo para confirmar la defensa de estos principios no hay duda de que merecieron, no sólo el aplauso del Gobierno, sino también el reconocimiento del país.
Cuando se trata de analizar cuidadosamente la vía por la cual el país debe caminar, si la de preferir como solución el estatismo, fracasado en el tiempo y en nuestro propio espacio latinoamericano, o la de elegir la empresa privada, la iniciativa individual, no hay duda alguna de que la historia contemporánea, los fenómenos recién ocurridos en otras partes del mundo, nos indican claramente que este último es el camino. Ese es el camino que, a mi juicio, el Gobierno no debe abandonar y que el señor Ministro de Hacienda trata, de buena fe, de conservar.
No tenemos otra manera...
El señor LAVANDERO .-
¿Me concede medio minuto, señor Senador ?
El señor DÍEZ .-
Se lo otorgo, Honorable colega.
El señor VALDÉS (Presidente).-
Recuerdo a los señores Senadores que deben solicitar a la Mesa el uso de la palabra.
El señor LAVANDERO .-
La verdad es que no quisiera que nos empantanáramos en discusiones semánticas. Porque nunca hemos propiciado el estatismo; pero tampoco podemos aceptar el libertinaje económico en que se sumió al país en estos dieciséis años.
Nosotros hemos escogido un camino, que es el camino solidario y, por supuesto, bajo la tuición del Estado y con la defensa de éste hacia los más pobres, hacia quienes no pudieron defenderse durante todo ese tiempo.
Por lo tanto, no quiero que mi Honorable colega me confunda diciendo "Ustedes son estatistas". No lo hemos sido; no lo somos, así como jamás seremos partidarios del libertinaje habido en los últimos dieciséis años, que provocó todos los escándalos, algunos de los cuales mencioné.
Gracias, Honorable colega.
-(Aplausos en tribunas).
El señor DÍEZ .-
Me alegro de la afirmación de que no son partidarios del estatismo. Pero creo -y está en el texto de mi intervención- que hay síntomas peligrosos de que esta adhesión a la libre empresa es, en muchos funcionarios de Gobierno y en numerosas oportunidades, más una simple frase que un convencimiento de fondo o que la idea central que rija las acciones de algunos personeros políticos.
Nosotros no debemos llegar a identificarnos con esa característica tan corriente en los países en desarrollo: desear el progreso (progreso que todos aplaudimos), pero no querer afrontar al mismo tiempo, con igual fuerza, los sacrificios ni pagar los costos que su logro implica.
La intención de mi discurso, señor Presidente , no fue otra que la de llamar la atención del Gobierno de la República hacia una serie de antecedentes que, mirados en conjunto, producen inquietud y paralizan o retardan algunas actividades, como la de la industria de la construcción -señalada por el señor Ministro de la Vivienda -, lo que mañana puede conducir a circunstancias más graves si no nos preocupamos de enfriar el problema político, así como el Ejecutivo está preocupado de enfriar el problema económico. No es una buena receta tener un país acalorado en materia política y enfriado en materia económica. Lo lógico es que la prudencia nos lleve a todos los que queremos que la democracia funcione y sea efectiva precisamente a tener cuidado con lo que hacemos.
Recordemos lo sucedido en otras repúblicas latinoamericanas cuyas autoridades se abrazaron con distinguidos dirigentes políticos chilenos y algunas de las cuales, después de pocos años, ni siquiera alcanzaron a terminar su período, en medio del fracaso económico más bestial, haciendo los mejores discursos a favor del pueblo y en contra de los militares, pero sometiendo al pueblo a una situación sin esperanzas.
Consideramos que los actuales gobernantes tienen una gran tarea: que no nos suceda lo ocurrido a otros.
Es fácil el verbalismo; son fáciles los aplausos; es difícil el camino del sacrificio; es difícil el camino del progreso. Pero el mundo moderno no acepta más solución digna que la de que cada hombre, con sus ingresos, logre solucionar sus propios problemas. La obligación de la sociedad es darle educación, iguales posibilidades, mejores expectativas de empleo y de salario. El hombre moderno no aspira a la limosna del Estado; el hombre moderno no espera del Estado; el hombre moderno tiene ya cultura y fe en sí mismo como para saber que la solución de sus problemas depende de su trabajo, de sus virtudes y de su esfuerzo.
Muchas gracias, señor Presidente.
-(Aplausos en tribunas).
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