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El señor VODANOVIC.-
Señor Presidente, quizás por la ponderación y equilibrio que usualmente se reclama de los Senadores, un tema que está ocupando la atención de la opinión pública nacional y, particularmente, de la Quinta Región debería haber sido tratado, diría yo, con la serenidad de juicio que justifica.
Habríamos pensado que la instalación del Parlamento -suprema instancia de la democracia-, después de dieciséis años de gobierno militar autoritario, debería haber conducido a situar y tratar de manera preferente en él los temas que más se vinculan precisamente al pleno restablecimiento de la democracia.
Lamentablemente, una herencia del régimen autoritario, como fue la decisión adoptada -ilegítimamente, en mi concepto- en torno a las normas de funcionamiento y a la sede del Congreso Nacional, origina el hecho de que hoy, objetivamente, se esté asignando la máxima y primera prioridad al lugar de funcionamiento del Parlamento.
Comprendo el ardor y la pasión con que los habitantes de esta zona apoyan el funcionamiento del Congreso aquí, en Valparaíso. Entiendo también la adhesión que merece de los parlamentarios elegidos por esta circunscripción. Somos los primeros en comprenderlo, porque durante muchos años denunciamos el estado de abandono y postración privilegiados -entre comillas y en un sentido negativo- en que el Gobierno militar mantuvo a esta zona, y muy particularmente al puerto de Valparaíso.
De tal suerte que los Senadores y Diputados socialistas concurrimos con nuestra mayor atención y preocupación a la adopción de todos los acuerdos necesarios para adherir al desarrollo y progreso de Valparaíso.
Pero, personalmente, no me parece que sea el tratamiento emocional y apasionado de este tema el que sitúe la línea fronteriza entre quienes están por el progreso y el desarrollo de Valparaíso y aquellos que están en contra. ¡Ojalá que durante los 15 ó 16 años pasados quienes están haciendo su bandera de lucha de ese tema se hubieran preocupado, con igual rigor y pasión, de los trabajadores de esta zona, de su extrema cesantía y, sobre todo, del desmantelamiento industrial! ¡Ojalá que así hubiera sido! Pero no lo fue.
Mi compañero el Honorable colega Calderón ha expresado su opinión personal, favorable a la mantención del Congreso en esta ciudad. Es un punto delicado, sobre el cual cada uno tiene libertad de juicio.
Quiero, sí, reivindicar en esta ocasión la capacidad y aptitud de este Parlamento para pronunciarse y decidir acerca de todas las materias concernientes a su funcionamiento, tanto sobre las normas reglamentarias que nos fueron impuestas por la Junta de Gobierno como respecto de la sede o lugar donde debe funcionar el Poder Legislativo. Y estoy seguro de que los habitantes de esta zona, mayoritariamente de vocación y espíritu democráticos, van a saber comprender y respetar el ejercicio pleno de los fueros del Congreso Nacional. Porque hoy, sobre este tema, y mañana, sobre otros, se va a necesitar la expresión libre y soberana del Parlamento en la noble tarea, que a todos nos compromete, de restaurar plenamente la democracia.
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