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- rdf:value = " El señor TALADRIZ.-
Señor Presidente, el Diputado señor Bayo ha rendido el homenaje de Renovación Nacional a los profesores.
Quisiera en esta oportunidad, en nombre de los Diputados señores Alessandri, José María Hurtado, Horvath, Diputado independiente, y en el mío propio, tocar otros aspectos en el Día del Profesor, por ser ésta la ocasión más oportuna.
Durante los últimos meses el tema de la educación ha estado en el primer plano por un doble motivo. Por una parte, por la agudización de los problema que afectan al profesorado y, por otra, porque la sociedad chilena ha empezado a percibir que sin un cambio cualitativo en los contenidos y orientación de su sistema educacional, se frustrarán las perspectivas de progreso de nuestro país; se postergará el acceso al mundo desarrollado y nos limitaremos a observar cómo otras naciones se incorporan a una modernidad que emerge a partir de los fundamentales cambios políticos, económicos, científicos y culturales que tienen lugar en el mundo de hoy.
En cualquier caso, nuestro reconocimiento a la abnegada tarea de los profesores tiene un sentido particular, ya que refleja nuestra forma de mirar la sociedad y los esfuerzos que en ella se despliegan. Para algunos lamentablemente para demasiados de los que hoy gobiernan esa óptica es siempre masificada, rasante y uniforme. Son los que siempre piensan, en vez de las personas, en las masas; son los que hablan del pueblo, pero nunca ven a los hombres de carne y hueso.
Nosotros, en cambio, queremos rescatar y hacer resaltar de la tarea educacional aquello que la caracteriza y distingue: la preocupación personal, la atención preferente de los maestros por aquellos alumnos que en sus ojos muestran angustia, confusión o, por qué no decirlo, en muchos casos simplemente hambre; el interés por contribuir a la formación integral, no sólo del estudiante, sino de los seres humanos que se esconden detrás del uniforme. Es a esa misión generosa que ningún estatuto o reglamento exige como obligación de los profesores e indispensable para el alma de la sociedad, que queremos rendir un homenaje y expresar nuestro reconocimiento.
Ya lo decíamos. Hay quienes piensan que las masas, el Estado o los gobiernos construyen a los países. Nosotros pensamos que las naciones se hacen diariamente, a través de la suma de diversos esfuerzos cotidianos y de múltiples iniciativas individuales. Chile no sólo se gesta en La Moneda o a través de los ministerios; se forja también en la aldea rural más remota o en cualquier lugar del centro urbano más poblado. Sin duda, a Chile lo hacen todos los días los profesores cuando inician una jornada para transmitir los conocimientos y los valores que son el pasaporte obligatorio para incorporarse útilmente a la sociedad.
Cada día hay más conciencia sobre la importancia de la educación en el mundo de hoy. Pero los profesores tienen sus propios desafíos permanentes: completar y complementar la tarea de formación que les compete a los padres de familia; transmitir aquellos principios que conforman una formación integral; inculcar valores, como el espíritu de empresa, el reconocimiento a la imaginación y a la creatividad, la importancia de la perseverancia, de la tenacidad, de la vocación por el trabajo y del esfuerzo personal.
Es virtualmente imposible encontrar una tarea más importante que la de la educación. Algo anda mal en la sociedad cuando ésta no le asigna la importancia debida. Es tan obvio. ¿Hay algo más importante para una sociedad que la forma en que educa a sus hijos?
Hay que dignificar al magisterio; hay que reconocer la transcendencia de su tarea. Eso se hace de una sola forma: otorgándole a la educación la jerarquía y la prioridad que merece; atribuyéndole al trabajo de los educadores la relevancia social que le corresponde. Y la forma concreta de reconocer el trabajo de los maestros es también una sola: a través de sus remuneraciones. ¡Todo lo demás es palabrería!
Es verdad que Chile está en deuda con la educación y que la sociedad está en mora con sus profesores. Pero si ambas cosas son ciertas, no lo es menos, entonces, que el actual Gobierno debiera estar demandado ante los tribunales por haber defraudado la confianza del gremio y haber sido incapaz de avanzar en la solución efectiva de los problemas.
¡El Gobierno ha engañado al profesorado sembrando expectativas y luego publicitando soluciones que no son tales y que se desvanecen generando sólo un aumento de la frustración!
Es efectivo que se debe aumentar el presupuesto de la educación, por lo que Renovación Nacional apoyará toda iniciativa seria en ese sentido.
El problema es que el Gobierno y sus partidarios plantean caminos equivocados para hacerlo. Además, está equivocado en sus prioridades. Por último, como si todo lo anterior fuera poco, su ineficiencia generalizada conspira contra una ayuda efectiva al sector educacional.
Cuando se habla de la necesidad de nuevos recursos, lo primero que mencionan los partidarios del Gobierno es reducir el gasto de Defensa o crear nuevos impuestos. En tales planteamientos hay ignorancia o demagogia. Quizás las dos cosas juntas.
En cuanto al presupuesto de Defensa, han tenido que salir a la palestra los Presidentes del Senado y de la Cámara de Diputados para que algunos políticos entiendan que, en la actualidad, tal presupuesto está, dada la situación interna y externa, en su nivel mínimo y, por consiguiente, una disminución unilateral traerá consigo el peligro de una disminución de nuestra capacidad disuasiva.
En cuanto a los impuestos, la reforma acordada por Renovación Nacional con el Gobierno en 1990, es la única compatible con la realización de un esfuerzo indispensable de solidaridad y con la mantención de los parámetros necesarios para que el alza no impacte negativamente la inversión, el crecimiento y el empleo. Porque sabíamos que a la primera de cambio el Gobierno intentaría recurrir al instrumento tributario, exigimos un compromiso formal en cuanto a que no habría nuevos impuestos durante todo el actual Gobierno. Más aún, establecimos que en 1994, los impuestos deberían bajar al nivel de 1989, para ratificar el carácter excepcional y transitorio de la reforma y para no validar el equivocado concepto de que los problemas sociales se resuelven recurriendo indiscriminadamente al aumento de los tributos.
Pero el Gobierno no sólo no recurre a las fuentes correctas, que deben ser el crecimiento, la privatización de empresas públicas, la fiscalización tributaria, la autoridad fiscal, sino que comete, además, dos errores.
1°- La ineficiencia en la gestión pública general que afecta directamente a las posibilidades de mejorar el sistema educacional. Un ejemplo concreto y elocuente: durante todo 1990 únicamente por ineficiencia e incapacidad en la ejecución del presupuesto público, varios ministerios mantuvieron fondos empozados durante todo el año, lo que significó una importante pérdida de recursos. A fines de
1990, el empozaamiento de fondos en el FNDR, Obras Públicas, Vivienda, Trabajo u otros, alcanzó a más de 74 mil millones. ¡Si este dinero se hubiera destinado a reajustar las subvenciones, éstas podrían haber aumentado en más de 55 por ciento!
2°.- Es efectivo que el Gobierno ha aumentado el gasto en educación, pero no las remuneraciones de los profesores.
Las cifras hablan por sí mismas. En 1991, el gasto total en educación creció en 5 por ciento, y las subvenciones cayeron en 7 por ciento. Lo que aumentó fue el resto del gasto del Ministerio en 27 por ciento. ¿Cuál es la estimación para 1992? El gasto del Ministerio aumentará en 44 por ciento, pero las subvenciones educacionales volverán a caer en 6 por ciento; es decir, entre 1991 y 1992, las subvenciones educacionales caerán en 13 por ciento, mientras que el resto del gasto del Ministerio aumentará en 83 por ciento.
Pero eso no es todo. Como ya hemos visto, el Gobierno publicita que durante su gestión se han destinado mayores recursos para Educación; pero el problema está en que ellos no mejoraron en términos reales y efectivos, las subvenciones, ni aumentaron, como correspondía, las remuneraciones.
Hoy se habla de enormes cifras en programas de diversa índole, orientados a mejorar la calidad de la educación, a lo que nadie podría oponerse. Pero el problema vuelve a estar en otra parte: ¿cuánto rendirán estos programas si los agentes transmisores de todas las posibles innovaciones, es decir, los profesores, mantienen sueldos miserables que se deterioran con el tiempo?
¡Lo concreto es que mientras no se entienda que la prioridad actual es la remuneración de los profesores, cualquier política educacional fracasará!
Este es el mejor homenaje que les podemos tributar a los profesores en este Día del Profesor: decir cuáles son sus problemas y como se pueden resolver.
He dicho.
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