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- rdf:value = " El señor DUPRE (Vicepresidente).-
Tiene la palabra el Diputado señor José Antonio Viera-Gallo.
El señor VIERA-GALLO.-
Señor Presidente, rendimos hoy un sentido homenaje a uno de los mejores hombres de una de las más notables generaciones políticas que ha surgido en Chile en el presente siglo.
A mediados de la década del 30, Chile ya estaba en el camino de las reformas sociales en democracia, luego del impulso original que le dieran las fuerzas sociales representadas por don Arturo Alessandri Palma. En este contexto, en las por entonces agitadas aulas universitarias, surge un grupo de jóvenes estudiantes católicos, entre los cuales se destacaban Manuel Garretón, Bernardo Leighton, Radomiro Tomic y Eduardo Frei, quienes, desde el Partido Conservador, iniciaron la búsqueda de su opción política, formando la Falange Nacional.
A poco andar, en 1938, en plena campaña presidencial entre Pedro Aguirre Cerda y Gustavo Ross, Frei y la Falange ven en el líder del Frente Popular una opción más auténtica de cambio social y extensión de la democracia, lo que los lleva a romper con su partido de origen y construir su propio ideario político que marcará, en gran medida a Chile, en la segunda mitad de este siglo.
Frei y los suyos entendieron los nuevos tiempos. Ellos vienen a enriquecer la Vida política portando ímpetu creador, imaginación, rigor intelectual y una nueva forma de pensar, ligada a una acción consecuente. Entre sus preocupaciones permanentes cabe destacar su hondo sentido social, concordante con las orientaciones de la enseñanza social de la Iglesia Católica, desde Encíclica "Rerum Novarum", cuando ella hizo suya la cuestión social y el tema de la democracia política. Este sentido de justicia social impregnará todo el accionar político de Eduardo Frei.
El compromiso con la democracia y el pluralismo es otra característica esencial de su actuar. Esto lo llevará a formar una fuerza política nueva, en sintonía con lo que ocurría en la Europa de postguerra, siguiendo la inspiración de pensadores como Jacques Maritain, y así nace, entonces, el Partido Demócrata Cristiano.
Cabe destacar que con esta iniciativa se abre para el país la posibilidad del pluralismo en la opción política de los católicos. En efecto, hasta su aparición ésta se restringía al ámbito del Partido Conservador que se definía por su carácter confesional. Este camino nuevo y exigente, fundado en una sólida filosofía política, lleva a Frei y sus compañeros de ideario político a encontrarse con los grandes pensadores del humanismo cristiano, y con ellos llegan a Chile aires frescos de renovación política y cultural que tendrán un gran efecto sobre el mundo católico y las nuevas generaciones.
Casi 30 años después de haber abandonado el Partido Conservador, Eduardo Frei y el Partido Demócrata Cristiano llegarán al Gobierno. Para entonces su pensamiento ya ha madurado en el ejercicio del periodismo, de la docencia, en su labor parlamentaria y, sobre todo en su trabajo incesante de líder político. Y aquellas primeras intuiciones de justicia y de participación política se habrán transformado en un conjunto de ideas matrices, capaz de inspirar un programa político y un plan de gobierno.
El Gobierno de Eduardo Frei, pese a los conflictos que generó, es reconocido hoy día por todos como una administración de produjo un gran avance social, favoreciendo el progreso y la modernización del país.
En efecto, entre sus principales iniciativas debo destacar la Reforma Agraria, de profundas consecuencias para la vida del, hasta entonces, atrasado campo chileno, y, en particular, para la situación de los campesinos que por primera vez acceden al reconocimiento pleno de sus derechos como ciudadanos y como trabajadores.
También cabe mencionar la Promoción Popular, aquel vasto programa de educación y participación masiva, que permitió encauzar de manera inédita y eficaz, la energía y la vitalidad creadora de un pueblo, hasta ese momento, marginado.
Fruto de esa política son las juntas de vecinos y los centros de madres, que permitieron organizar a la ciudadanía para luchar contra la marginalidad y la exclusión, trabajando por le mejoramiento de sus condiciones de vida.
Son también frutos de estas políticas, miles de sindicatos de obreros y campesinos que dieron fuerza a los trabajadores chilenos, incrementando su poder de negociación y de participación en la empresa.
La "chilenización" del cobre realizada por el gobierno de Frei significó, también, un gran adelanto, ya que el Estado de Chile se hizo dueño, en parte, y socio de las principales empresas mineras que operaban en el país, dando un paso importante para que la riqueza del cobre quedara definitivamente en manos de todos los chilenos y así pudieran hacerse inversiones que impulsaran eficazmente el desarrollo nacional.
La reforma universitaria puede ser considerada, también, como otro de los aspectos sustanciales que caracterizaron el gobierno de Eduardo Frei. En efecto, ella significó una enorme ampliación de la matrícula universitaria, una extensión de la presencia de las universidades en la sociedad y una democratización de su vida interna, acorde con los criterios de pluralismo y excelencia, propios de la vida académica. Las universidades se modernizaron, convirtiéndose en la conciencia crítica de la sociedad.
Finalmente, no puedo dejar de señalar el ímpetu que imprimió a la política internacional, independiente, de claro contenido latinoamericanista y de afirmación nacional, que se manifestó en nuevas formas de integración multinacional, como el Pacto Andino, que hoy nos parecen tan evidentemente necesarias.
En síntesis, el gobierno de Eduardo Frei se identifica con la reforma y con la participación social. Sus políticas modernizadoras marcarán definitivamente el curso de la economía, de la cultura, de la vida social y política de nuestro país.
Tras su período presidencial, muchos pensaron que Eduardo Frei se retiraría de la vida política más activa y contingente, asumiendo un rol de carácter más intelectual en la vida pública. Sin embargo, a poco andar, Frei vuelve a ser protagonista de los grandes conflictos, debates y contradicciones que sacudieron a la sociedad chilena a partir de 1970.
El año 1973 asume la Presidencia del Senado, encabezando la Oposición al gobierno de su amigo y contrincante político Salvador Allende.
El encuentro y el desencuentro de estos dos líderes influirá decisivamente en la evolución política del país.
El trágico desenlace de la Unidad Popular afectó vivamente a Eduardo Frei. Como líder de la Oposición a Allende tuvo una mirada comprensiva respecto de la acción de las Fuerzas Armadas. No tardó, sin embargo, en criticar los procedimientos represivos que caracterizaron al golpe de Estado y las políticas impulsadas por la Junta de Gobierno, que anunciaban la instalación en el país de un largo régimen, que calificó de "cesarismo autocrático".
Así, en 1980, cuando se realizó el plebiscito que sancionó la Constitución, Frei se convirtió en el símbolo de la democracia frente a la dictadura. Aún podemos recordar -y resuenan en mi conciencia- las palabras que pronunciara en el Teatro Caupolicán, en relación con la Constitución de 1980. Frei decía: "Todo su contenido revela una confianza ilimitada en los mecanismos de concentración del poder y una desconfianza igualmente ilimitada en el pueblo, en el Parlamento, en los partidos políticos, en los organismos de bases y hasta en los municipios". Agrega: "El problema de fondo es que ninguna institucionalidad ni ley alguna pueden funcionar con normalidad si no representan la voluntad mayoritaria de la nación, libre y auténticamente expresada". "Ninguna amarra concebida entre cuatro paredes -dice más adelante- e impuesta para resistir la legítima expresión de un pueblo, puede tener vida estable. Ningún esquema funcionará si no existe un consenso básico sobre valores fundamentales que permita una forma racional de convivencia. Lo único racional que puede salvar al país de la violencia, del odio y la revancha, es que ese consenso se produzca cuanto antes".
Así, Frei expresaba la aspiración de millones de chilenos y de una diversidad de partidos, reafirmando las constantes de su vida política.
En esa ocasión, Frei manifestó también su angustia por la división de los chilenos e hizo dramáticos llamados por allanar los caminos de unidad y reconciliación que nos permitieran volver a la democracia. Era la palabra de un estadista.
No quiso el destino que pudiera ver la superación de esas divisiones, la formación de la Concertación de Partidos por la Democracia y cómo en el país se iría plasmando un consenso generalizado en favor de los grandes valores democráticos que supera hoy día las fronteras entre el Gobierno y la Oposición.
Señor Presidente, para mí, como hombre de Izquierda, resulta imposible referirme a Eduardo Frei sin hacer mención, aunque sea en forma breve, a su vinculación con la tradición política, con la que me ha identificado.
La relación de Frei y las izquierdas tuvo momentos de encuentros, de desencuentros y de reencuentros.
En efecto, su aproximación a los frentes populares y su participación en el Gabinete de Juan Antonio Ríos, marcan un primer período, en el que se comparten esfuerzos por democratizar la sociedad chilena. El segundo período, definido por un camino propio para su partido, nos pone en una ineludible situación de competencia, que tuvo a la larga nefastas consecuencias para la democracia chilena y de la cual, por cierto, también es responsable la política de la propia izquierda.
Finalmente, en sus últimos años, la relación de Frei y las izquierdas se distingue por un reencuentro en los valores de la democracia y los derechos humanos.
Hoy que recordamos con emoción a Eduardo Frei Montalva, ofrecemos su nombre y su ejemplo a la comunidad política aquí representada, con la certeza de que su recuerdo dignifica la vida política de nuestro país.
Eduardo Frei fue uno de los principales protagonistas del acontecer político nacional. Más que eso, fue un gran hombre, y, como tal, permanece en la memoria de nuestro pueblo.
He dicho.
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