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El señor ZALDÍVAR, don Adolfo ( Presidente ).-
Señoras Senadoras, señores Senadores, querida "Tico", estimados hijos, nietos, familiares y amigos de nuestro querido Juan Hamilton y ex colega Edgardo Boeninger :
Recordar en esta Sala al ex Senador Juan Hamilton Depassier es revivir parte de la historia política de nuestro país durante la segunda mitad del siglo XX.
Juan ingresó a la vida política como dirigente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, de la que fue su presidente entre 1949 y 1950. Precisamente en la FECH muchos iniciaron su participación política. Juan lo hizo de forma tal que desde ese momento asumió de por vida un compromiso con los valores y principios del humanismo cristiano, no solo enriqueciendo la vivencia universitaria, sino además fortaleciendo a la Falange Nacional entre los estudiantes de la época. Ello se tradujo en un proyecto político de profunda transformación social, que los jóvenes, en aquel entonces, comenzaban a soñar como algo posible para nuestra patria.
En ese inmenso desafío de profundo cambio social para Chile que encabezara Eduardo Frei Montalva, Juan pasó a ser decisivo tanto en su materialización como en lo que resulta más significativo: su difusión.
En el avance político de ese gran movimiento que comenzó a revolucionar a Chile, Juan se ganó un legítimo lugar. Y es así como el Presidente Frei Montalva lo llamó a formar parte de su Gobierno.
Juan Hamilton mostró su enorme capacidad política. Primero, como Subsecretario del Interior , actuando con prudencia y sentido del orden público. Luego, como Ministro de Vivienda , se entrega al compromiso social con los más pobres. Concreta la llamada "Promoción Popular", diseñando y ejecutando una política de viviendas sociales que hasta hoy nunca ha sido superada por Gobierno alguno. Un muy buen ejemplo de ello lo constituyó la famosa "Operación Sitio" para la solución habitacional, donde, al aporte estatal, el poblador sumó el esfuerzo personal y familiar, haciendo más digno y legítimo un derecho social, y, de paso, resolviendo las necesidades de vivienda a cientos de miles de pobladores sin casa.
Eso nos muestra que, cuando hay voluntad política, los recursos económicos no son tan necesarios, al contrario de lo que algunos sostienen. Ojalá que no se pierda nunca esta forma solidaria de actuar entre nosotros, como ocurre con las políticas frías y tecnocráticas que asfixian a la gente en sus iniciativas. ¡Qué diferencia entre esas políticas sociales y las actuales bancarizaciones de la deuda habitacional, que tanto afligen a miles de compatriotas!
Pero Juan era un político de ideas, abierto al debate, lo que lo llevó a postular al Senado, donde entregó valiosos aportes, que se tradujeron, entre otros, en la Ley de Televisión Pública.
Esa pasión por los medios de comunicación la concretó también en la revista "Hoy", que circulaba en los más duros momentos del Régimen militar, siendo un bastión para la libertad de expresión. Y ya en las postrimerías de ese régimen da vida al diario "La Época". Precisamente lo acompañé junto con otros abogados en el desafío de la apertura de ese periódico, a fin de doblarle la mano al Gobierno militar en la interpretación judicial de la famosa disposición vigesimocuarta transitoria de la Constitución de 1980.
En esa época, cuando se intentaba definir la estrategia para enfrentar al régimen imperante en su intento por mantenerse en el poder, recibimos de Juan Hamilton un apoyo inestimable a favor de la tesis sustentada por algunos de nosotros al interior de la Alianza Democrática, conocida como la vía electoral y la aceptación de la legalidad del régimen, para dar al pueblo chileno la facultad de decidir.
El tiempo terminó por otorgarnos la razón, y el 5 de octubre de 1988 nuestro país dio un paso decisivo hacia el reencuentro nacional. Los que gobernaban respetaron las reglas del juego y se sometieron al veredicto popular. A los opositores, el pueblo nos entregó la mayoría. En definitiva, fueron Chile y su pueblo los grandes ganadores, fortaleciendo la esencia misma de la institucionalidad democrática.
Juan era un hombre generoso, que también se abría a las ideas de otros. No era mezquino. Y jamás lo animó el odio.
Participó en el Grupo de los 24 y en el Acuerdo Nacional.
Con la democracia recuperada, de nuevo formó parte del Poder Ejecutivo , en el Gobierno de su amigo Patricio Aylwin , del cual fue un leal colaborador, después de haber resultado decisivo para su elección.
Posteriormente, volvió al Senado. Y aquí, entre nosotros, descolló por su erudición, inteligencia, agudeza. Varias leyes así lo demuestran. Entre ellas, las modificaciones a la Ley de Matrimonio Civil, en que se abrió a los cambios necesarios y realistas, conciliando, eso sí, el respeto a la libertad y las creencias de quienes sostenemos que los derechos de las personas y la familia son anteriores al Estado.
Lo más notable de Juan Hamilton fue siempre su forma de actuar. No podría decir que se trataba de una persona apasionada. Pero sí era fuerte en sus convicciones, las que exponía con brillantez y elegancia. Era, por qué no señalarlo, como esos actores de carácter, cuya presencia se impone. Él no necesitaba alzar la voz. Era agudo, preciso, sabía ganarse el respeto de sus más enconados rivales. Fue un polemista temible, notable.
En verdad, le tuve una gran admiración, por la forma como actuó, pero sobre todo cuando estuve con él en sus momentos más duros, cuando se quedó solo -¡solo!-, acompañado solamente por su señora (su querida Tico) y sus hijos.
En las situaciones difíciles es cuando los hombres revelan lo que son. Y en la adversidad, Juan no fue presa de la amargura. Primó su templanza y su fe en Dios.
Cuando muchos -¡muchos!- de los que triunfaron y crecieron a su alrededor ya no estaban o claramente se alejaron, ahí en esa soledad y en la dura prueba de su enfermedad tan larga y cruel, Juan me pareció más grande, más hombre, más humano.
Y eso quiero rescatar hoy en esta Sala, donde muchas veces se mira al político como a alguien frío y no al hombre. Y Juan fue un gran político, pero sobre todo, un gran hombre.
Por todo lo anterior, querido Juan , gracias por lo que hiciste por Chile.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).
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